Los 10 mejores libros de economía marxista de 2017

Por: Michael Roberts

El año pasado se publicaron algunos libros fundamentales e importantes de economía marxista, incluyendo: la obra maestra de Anwar Shaikh, Capitalismo: competencia, conflictos y crisis (que voy leyendo poco a poco de forma regular); Fred Moseley, Dinero y Totalidad, una imponente defensa de la teoría del valor de Marx; Francois Chesnais, El Capital Financiero en la actualidad, que describe las tendencias  de las finanzas modernas; así como las importantes contribuciones de Tony Norfield y John Smith (El Imperialismo en el siglo XXI).

Es difícil competir con ellos en 2017. Sin embargo, este año se conmemoró el 150 aniversario de la publicación del Volumen I de El Capital de Karl Marx, por lo que se publicaron algunos libros importantes sobre él que todo el mundo debería leer.

En mi opinión, Guía de lectura de El Capital de Joseph Choonara es la más clara y concisa de todas las “guias” y conferencias en vídeo disponibles o que fueron publicadas este año. Choonara lleva de la mano al lector a través de cada capítulo del Volumen I con análisis explicativos y comentarios relevantes. Choonara afirma que “está diseñada para ser leída en paralelo con El Capital, pudiéndose consultar cada capítulo del libro antes o después de digerir las secciones pertinentes de la obra de Marx”. El objetivo, a diferencia del enfoque más amplio de Harvey en sus conferencias en vídeo, es  “detenerse en aquellas áreas que son las más importantes para la comprensión general de la obra de Marx y las que más a menudo confunden, a partir de mi propia experiencia en la enseñanza de El Capital a estudiantes y trabajadores de izquierdas en la última década”. Porque, en opinión de Choonara, Marx intentó en El Capital analizar el capitalismo desde el punto de vista de los trabajadores y está dirigido a un público de clase trabajadora. El Capital hace evidentemente lo primero, pero es más dudoso que lograse su objetivo de llegar a los lectores de clase obrera. La Guía de Choonara puede ayudar a ello.

Desde luego, saqué más partido a la Guía de Choonara que al libro de William Clare Roberts, el Infierno de Marx, ganador del premio Memorial Isaac Deutscher de este año. Partiendo del tema del infierno de Dante de Marx para describir las iniquidades del capitalismo, Roberts nos presenta una ‘teoría política del capital’. No estoy seguro de la utilidad de este enfoque. Como dice David Harvey en su reseña del libro, “Mi objeción más grave es que Roberts trata el Volumen 1 de El Capital como un texto independiente y trata de interpretarlo ignorando su relación con otras obras de Marx”.  Y el tema del infierno tiene poco que decir acerca de la teoría económica de Marx, excepto para aceptar la interpretación de la teoría del valor de Marx de Michael Heinrich (incorrecta desde mi punto de vista).

Si lo que quiere leer es teoría económica marxista, tengo que recomendar la edición de Rick Kuhn de los ensayos de Henryk Grossman sobre la dinámica económica, la teoría de las crisis de Sismondi y sobre las diversas tendencias de la teoría económica burguesa. Nos ayuda a comprender el alcance del penetrante análisis del capitalismo de Marx en comparación con las principales corrientes burguesas y los socialistas utópicos. El análisis de Marx destruye la idea de que todo puede ser explicado por el intercambio y los mercados. Hay que ahondar debajo de la superficie para llegar al proceso de producción, en particular a la producción de valor (valor de uso y valor de cambio). Como Grossman dice: “Marx hace hincapié en la importancia decisiva del proceso de producción, considerado no sólo como un proceso de valorización, sino al mismo tiempo como un proceso de trabajo … cuando el proceso de producción es considerado como un mero proceso de valorización -como en la teoría clásica- tiene todas las características del acaparamiento, se pierde en la abstracción y ya no es capaz de captar el proceso económico real” (pág. 156).

A pesar del poder del análisis de Marx, son todavía las ideas de Keynes las que dominan el pensamiento de los economistas heterodoxos en su oposición a la corriente ortodoxa. Y esto no es casual. En un excelente libro, Geoff Mann, de la Universidad Simon Fraser, presenta una explicación sofisticada del predominio de Keynes en el movimiento obrero y la izquierda. En su A largo plazo todos muertos, Geoff Keynes sostiene que la hegemonía de Keynes se debe porque ofrece una tercera vía entre la revolución socialista y la barbarie, es decir, el fin de la civilización como ‘nosotros (en realidad la burguesía como Keynes) la conocemos’. Ello ha atraído (y todavía atrae) a los líderes del movimiento obrero y a los “pregresistas” que desean un cambio. La revolución es arriesgado y podemos acabar hundiéndonos con ella. Mann afirma: “La izquierda quiere democracia sin populismo, quiere política de cambio sin los riesgos de cambiar; quiere revolución sin revolucionarios”. (pág. 21).

Mann sostiene que la teoría economica keynesiana es predominante en la izquierda a pesar de sus falacias y fracasos porque expresa el temor de muchos dirigentes del movimiento obrero a las masas y a la revolución. A modo de ejemplo, basta leer el último libro del economista keynesiano James Kwak. Kwak cita a Keynes: “En general, creo que el capitalismo, gestionado con prudencia, probablemente puede ser más eficiente para la consecución de los fines económicos que cualquier sistema alternativo conocido, pero eso mismo es en muchos aspectos muy objetable. Nuestra tarea es diseñar una organización social que sea lo más eficiente posible sin ofender nuestras nociones de una vida satisfactoria”.  Y comenta Kwak:  ‘Ese sigue siendo nuestro desafío hoy’.

Para ser justos, no es fácil optar por una política económica que amenaza al orden establecido. los medios de comunicación y las instituciones burguesas lo convierten en un infierno. En el libro autobiográfico del año, del economista Yanis Varoufakis, ex-ministro de Finanzas griego durante la crisis del euro de 2015, describe los tortuosos y laberínticos debates y reuniones que tuvo en el Eurogrupo en su intento de luchar contra el infierno que la troika del FMI, el BCE y la UE querían imponer a Grecia. Comportarse como adultos: mi batalla contra el establishment europeo, es un relato personalizado, por decirlo suavemente. El análisis de la crisis de Varoufakis y su justificación de lo sucedido (la capitulación del gobierno de Syriza y su dimisión del gobierno griego) tienen todas las características de su ‘marxismo errático’ (como se describe). Perdió su batalla, pero la guerra continúa.

2017 fue también el primer año del reinado de Donald Trump sobre el capital estadounidense. Uno de sus objetivos principales era desregular el sector de las finanzas y de las empresas de las limitaciones impuestas por el Congreso (hasta cierto punto) después de la crisis financiera global. Desregulación en casa, pero proteccionismo cara al extranjero. El libro de Brett Christophers, El Gran Nivelador, analiza esta tensión dinámica entre la liberación del capital de la regulación y, sin embargo asegurar que no hunde la casa. Christopher argumenta que en esta dinámica, se menosprecia el papel del derecho y las normativas legales en el intento de preservar un  “delicado equilibrio entre la competencia y el monopolio”,  que es necesario para  “regular los ritmos de acumulación capitalista”. El tema que subraya Christophers es el papel de la ley a la hora de limitar las anárquicas oscilaciones entre el monopolio y una competencia mortífera en diferentes períodos del capitalismo. Se trata de una nueva visión.

Pero el 150° aniversario de El Capital no podía pasar sin un nuevo libro de David Harvey, el marxista más influyente en la actualidad. En su La locura de la razón económica, Harvey expone su última interpretación del esquema de Marx en El Capital. Es un libro bien escrito y fácil de leer y no demasiado largo. Y hay muchas clases en video de Harvey sobre los principales argumentos del libro. Harvey presentó su última tesis en el seminario Capital.150 que ayudé a organizar junto al Kings College en noviembre (y del que SP publico mi reseña).

Harvey argumenta que el Volumen I de El Capital sólo se ocupa de la parte de la producción del circuito (la producción de valor y plusvalía). El Volumen II aborda la realización y la circulación de capitales entre los sectores en su reproducción, mientras que el Volumen III se refiere a la distribución de ese valor. Y mientras que Marx hace un gran análisis de la parte de la producción, sus volúmenes posteriores no están completos y fueron editados en su conjunto por Engels. Y por lo tanto, de acuerdo con Harvey, el análisis de Marx no llega a explicar la evolución del capitalismo moderno. En el siglo XXI, las crisis en el capitalismo son probablemente causadas también, si no más, por un colapso en la circulación o la realización de la plusvalía que por problemas en su producción. Y así, las crisis son más propensas ahora en las finanzas y por la deuda, debido a la ‘financiarización’.

Quienes siguen mis artículos, incluyendo la nota que redacté sobre dicho seminario y debates anteriores con Harvey sobre estos temas, saben que no estoy de acuerdo con su visión de El Capital. Defiendo que la producción de plusvalía y la acumulación de capital sigue siendo fundamentales en la explicación de Marx del capitalismo y sus contradicciones, que conducen a crisis recurrentes. Como escribió Marx: “El beneficio de la clase capitalista tiene que existir antes de poder ser distribuído”.  La producción de valor no es, como sostiene Harvey, “una pequeña parte del valor en movimiento”, sino la principal, tanto conceptual como cuantitativamente, en Marx, ya que en cualquier economía capitalista, el 80% de la producción bruta se compone de medios de producción y productos intermedios en comparación con el consumo. En mi opinión, la lucha de clases en el lugar de trabajo sigue siendo el centro del capitalismo porque se trata de la lucha por la división del valor entre la plusvalía y la parte del trabajo, tal como Marx demostró en el Volumen I.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/los-10-mejores-libros-de-economia-marxista-de-2017

Comparte este contenido:

Consideraciones acerca de la categoría Modo de Producción en la economía política marxista.

Por: Emilio José Silva Chapellín

Resumen

En general, cuando se abordan ciertas categorías de la economía política marxista, por diversas razones surgen interpretaciones erradas o descontextualizadas que limitan (e incluso cercenan) el potencial transformador del marxismo como arma de emancipación destinada a los sectores oprimidos por el capitalismo, y en particular para la materialización del socialismo del siglo XXI en Venezuela y en otros escenarios donde existe el riesgo de que la confusión y el extravío ideológicos frenen, anulen o desvíen la lucha revolucionaria por una sociedad sin clases y sin explotación. Una de esas categorías es la de modo de producción, que ameritan un debate a fondo en torno a las siguientes cuestiones: ¿Qué es un modo de producción? ¿En qué forma se articulan sus componentes? ¿Es una categoría de orden exclusivamente económico? ¿Se vincula o no con la cultura? ¿Es ajeno a factores jurídicos, políticos e ideológicos? ¿De qué manera se le asocian en caso contrario? ¿Cómo se puede clasificar? ¿Existen un modo de producción socialista y otro comunista? ¿Cómo se relacionan el socialismo y el comunismo según sea la respuesta a la interrogante anterior? Finalmente, se expondrán de manera sucinta los planteamientos resultantes de la investigación efectuada para intentar dilucidar las interrogantes anteriores.

Palabras Clave: Modo de producción, relaciones sociales de producción, formación económico-social, socialismo, comunismo.

La naturaleza y la actividad productiva del ser humano

Ante todo, y al igual que el resto de los seres vivientes, el ser humano es producto de la naturaleza por más que lo llegue a ignorar, y no se puede desligar de esta por más que así lo desee. Su pensamiento y conciencia son portados en su propia corporeidad, constituida de materia sometida al desgaste y a renovación constantes a lo largo de su vida, circunstancia que lo obliga a buscar de crear los medios que le permitan preservarla. Debido a esto, Carlos Marx y Federico Engels (1845: 19) aseveran que el ser humano se hace distinto de los animales “a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material”.

Esos medios de vida obtenidos o creados por el ser humano no tienen otro origen material originario e inmediato que la naturaleza, pudiéndose afirmar que si el ser humano es una de tantas expresiones orgánicas de esta, de forma análoga la naturaleza deviene en expresión inorgánica de la vida humana (Marx, 1844: 37). Entre otras cosas, esto quiere decir que el ser humano se vincula consigo mismo cuando se liga con la naturaleza, a la que metafóricamente se justifica llamarla “madre naturaleza” pues, aparte de provenir de allí el ser humano, esta es su fuente primaria de materia y energía al transformar todo lo que esta genera para producir los medios que sean susceptibles de servir a su existencia. Por un lado, todo lo que modifica de la naturaleza implica que este se modifica a sí mismo. Por otro lado, sin el uso coloquial que usualmente se emplea para el término trabajo, desde el punto de vista de la economía política marxista este representa un proceso metabólico entre el ser humano y la naturaleza (Marx, 1867-1890: 215, 216).

Relaciones Sociales de Producción y sus tipos generales o específicos

Ningún ser humano posee la sumatoria total de conocimientos, facultades, destrezas y capacidades necesarias y suficientes para sobrevivir, solo y por su propia voluntad, ante las fuerzas de la naturaleza y extraer de esta los insumos requeridos con el fin de asegurar su propia existencia material. Para lograr ese cometido, se ve obligado a establecer vínculos o relaciones con otros seres humanos durante las distintas épocas en que ha buscado de reproducir sus condiciones materiales de vida, Marx concluyó que:

En la producción social de su vida, los hombres entran en determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Estas relaciones de producción en su conjunto constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se erige la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.

El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de vida social, político y espiritual en general (1858-1859: 7).

En esta cita Marx se refiere al modo de producción de la vida material, sobre lo que es pertinente hacer dos precisiones. La primera tiene que ver con las relaciones de producción que conforman la estructura económica (Marta Harnecker, 1972: 84) de una sociedad, y que rigen a los individuos participantes en el proceso de creación de productos o bienes materiales (a quienes se les denomina agentes de producción según Harnecker, 1972: 38), las cuales se dividen en relaciones técnicas de producción (definidas como “formas de control o dominio que los agentes de la producción ejercen sobre los medios de trabajo en particular y sobre el proceso de trabajo en general” como indica Harnecker, 1972: 37) y relaciones sociales de producción (siendo las “que se establecen entre los propietarios de los medios de producción y los productores directos en un proceso de producción determinado, relación que depende del tipo de relación de propiedad, posesión, disposición o usufructo” que mantengan con los medios de producción tal como asevera Harnecker, 1972: 43). Dicho en términos sucintos, las relaciones técnicas de producción se dan entre personas y medios de producción, y las relaciones sociales de producción se dan entre unas y otras personas a través de los medios de producción.

Sin desestimar la importancia de las primeras, vale recalcar que las segundas caracterizan históricamente con mayor exactitud a la sociedad donde ambas se manifiestan, en el sentido que un mismo medio de trabajo (expresión del desarrollo científico-técnico alcanzado para el momento de su uso y asociado a relaciones técnicas de producción) puede tener un manejo condicionado según las diferentes relaciones sociales de producción existentes a lo largo del tiempo. Para Harnecker (1972: 43), cada una de estas relaciones específicas pertenece a uno de los dos tipos generales de relaciones, que pueden ser:

1) De explotación (explotador-explotado), existente cuando los propietarios de los medios de producción viven del trabajo de los productores directos. Las relaciones sociales de explotación pueden ser específicamente esclavistas (el amo es propietario tanto de los medios de producción como de la fuerza de trabajo del esclavo), serviles o de servidumbre (el señor es propietario de la tierra y el siervo depende de ese señor, debiendo trabajarle gratuitamente una cierta cantidad de días al año), y capitalistas (para poder vivir el obrero debe venderle su fuerza de trabajo al burgués, quien es el propietario de los medios de producción).

2) De colaboración recíproca, establecida cuando se ejerce la propiedad social sobre los medios de producción y ningún sector de la sociedad vive de la explotación de otro sector. Un ejemplo de relaciones sociales de cooperación mutua lo constituyen las que se establecieron entre los miembros de las comunidades primitivas, y que con base en la perspectiva de Marx se pueden denominar relaciones comunistas de producción.

No tener establecida la distinción entre relaciones técnicas y relaciones sociales de producción podría acarrear una postura cientificista sobre el avance de la historia y la economía (donde las ciencias son los únicos factores que motorizan a ambas), pues si bien es cierto que los adelantos técnicos obtenidos por el avance de las ciencias naturales y aplicadas permiten distinguir períodos históricos, sin embargo el empleo de esos avances en el impulso de las fuerzas productivas es determinado según las relaciones sociales de producción vigentes, pues estas determinan las relaciones técnicas de producción a las que les dan su carácter histórico específico mientras estas últimas sirven de soporte a las primeras (Harnecker, 1972: 39, 41).

Un ejemplo interesante de esa determinación lo constituye el referido por Alan Woods (sf: 65-67) sobre la civilización romano-helénica, signada por las relaciones esclavistas de producción. Durante su existencia se efectuaron grandes avances en todos los campos del conocimiento que, de habérsele dado un uso práctico para la época, pudieron incrementar las fuerzas productivas así como generar una revolución industrial y científico-técnica, pero esto no ocurrió pues era abundante la oferta de mano de obra esclava barata, por lo que la baja productividad individual de cada uno de los esclavos se compensaba con lo barata que era la fuerza laboral del resto de esa masa oprimida, siendo por tanto innecesaria la aplicación de tecnología que permitiera ahorrar trabajo humano, más concretamente mediante el uso de maquinaria costosa y delicada, no pudiendo los esclavos depender de su cuidado y mantenimiento. Además, como el mercado de productos refinados era exclusivo para una minoría rica, este hecho no estimulaba la producción en masa. Adicionalmente, el concepto de trabajo era visto como algo infame y degradante donde imperaba la esclavitud.

Quedará como ejercicio para la imaginación la posibilidad de que durante la época del imperio romano los esclavos manejaran tractores mientras recibían latigazos, en lugar de salarios, al culminar su jornada de trabajo, así como que al contrario cada uno de los obreros del grupo de Empresas Polar percibieran salarios, por colocarse un yugo en el cuello y dejarse arriar por otro obrero, para horadar la tierra y cultivar el maíz que los burgueses dueños de esa corporación le compran a los productores de esa planta alimenticia.

Las relaciones (técnicas y sociales) de producción no podrían manifestarse con la ausencia de las fuerzas productivas, cuya importancia no se desmerita pese al papel relevante de las primeras respecto a las segundas. De acuerdo a Jutta Schmitt (2008: 5), el elemento más dinámico de la producción lo constituyen las fuerzas productivas debido a que “la interacción entre el mejoramiento constante de los medios e instrumentos de producción por un lado y el aprendizaje y conocimiento humano por otro lado, lleva a un perfeccionamiento continuo de ambos y eleva la eficiencia, el crecimiento y la expansión o ampliación de la producción”.

Sobre la definición de Modo de Producción

Con el párrafo anterior culmina la primera precisión, acerca de las relaciones de producción, en la cita donde Marx menciona el modo de producción de la vida material. La segunda precisión es que la manera como el ser humano crea sus condiciones materiales de vida se confunde o se toma (por muchos autores según Harnecker, 1972: 137) como el único significado posible de la categoría modo de producción, interpretando su interacción con factores jurídicos, políticos e ideológicos bajo una relación causa-efecto del primero respecto a los segundos. Si esto es así, de acuerdo a M. Rosental y P. Iudin (2004: 322, 323), el modo de producción es un:

Modo, históricamente condicionado, de obtener los medios de subsistencia (alimento, vestido, vivienda, instrumentos de producción, etc.) indispensables para poder vivir y desarrollarse. El modo de producción constituye la base determinante del régimen social. Según sea el modo de producción, serán la sociedad misma, sus ideas dominantes, sus concepciones políticas, sus instituciones. Sobre la base del cambio del modo de producción se modifica también todo el régimen social (…) El modo de producción posee dos aspectos inseparables: las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las fuerzas productivas son el factor determinante del modo de producción, constituyen el factor más revolucionario. El desarrollo de la producción social se inicia con un cambio en las fuerzas productivas; luego ocurren las correspondientes transformaciones también en la esfera de las relaciones de producción (Ley de la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas). Las relaciones de producción, que se desarrollan en dependencia de las fuerzas productivas, ejercen a su vez, sobre estas últimas, una activa influencia. Las relaciones de producción aceleran el avance de las fuerzas productivas, son el motor principal del desarrollo de estas últimas si les corresponden; por el contrario, retrasan y retienen el avance de las fuerzas productivas, se transforman en el principal freno de su desarrollo, cuando dejan de corresponderles. Semejante falta de correspondencia provoca un agudo conflicto y una contradicción entre las nuevas fuerzas productivas y las viejas relaciones de producción, lo cual conduce, inevitablemente, a la revolución social.

En medio de esta definición se expone que un modo de producción tiene un componente dado por las fuerzas productivas (compuestas a su vez por la fuerza de trabajo y los medios de producción o de trabajo tal como explica Harnecker, 1972: 57-59), y otro dado por las relaciones de producción, de las cuales ya se ha visto que son predominantes las relaciones sociales de producción. El carácter general o específico de estas últimas sirve para clasificar a los modos de producción. Por ejemplo, si las relaciones sociales de producción son de explotación (relaciones explotadoras de producción), entonces se tiene un modo explotador de producción, y si esas relaciones sociales de producción son de orden feudal (relaciones feudales de producción), se está en presencia de un modo de producción feudal.

Sin restar la validez que tienen los planteamientos dados en la anterior definición sobre modo de producción (como la influencia recíproca entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas), de la misma se puede desprender un reduccionismo economicista pues se toma la totalidad del modo de producción únicamente como el modo de producción de las condiciones materiales de vida, lo que en realidad representa solo el aspecto económico de esa categoría, expresado en las vertientes tanto técnica como social de las relaciones de producción.

En la definición citada de Rosental e Iudin están ausentes aspectos como el cultural, en el entendido de especificar como cultura el modo o manera como el ser humano organiza y emplea todo lo que permita satisfacer sus necesidades (y por ende garantizar su existencia), tal como se desprende de Ludovico Silva (1982: 29) cuando cita a Samir Amin. Efectivamente, el modo de producción del ser humano es expresión de su cultura, pero no es posible que sea creada por el ser humano si previamente este no llega a procurar las condiciones para su subsistencia, y así evitar su propia desaparición física. Según lo explican Marx y Engels (1845: 19, 20, 28), el modo como los seres humanos producen sus medios de vida no se reduce a la reproducción de su existencia física, dado que manifiesta un modo de vida del que son portadores. Esos seres humanos son tanto lo que producen como el modo como lo producen, siendo esto último el primer hecho histórico del que constantemente son protagonistas, y lo que estos son depende de las condiciones materiales de producción que les permita vivir, a través de la satisfacción de necesidades como alimentación, bebida, alojamiento, vestuario y otras más.

Todo modo de vida del ser humano contempla la cultura de la que es portador, entre otros aspectos diferentes al económico, siendo manifestación de aquella y sin el cual se hace insostenible la reproducción de su modo de vida. Se deduce así que, como sujeto social que hace y piensa, el ser humano no solo produce condiciones materiales de vida (resultado de su esfuerzo físico al cual se supedita su esfuerzo intelectual), sino igualmente cultura, leyes, política y, por supuesto, ideas (resultado de su esfuerzo intelectual al cual se supedita su esfuerzo físico), todo esto obra humana concretada sobre un sustento material (es decir, económico) que la hace posible. Para Marx y Engels, los seres humanos son seres reales y actuantes condicionados por el grado de desarrollo de sus fuerzas productivas y las relaciones que se mantienen entre estos (como factor que condiciona la distribución de los medios de producción y del producto material de su fuerza laboral), generando bajo esas premisas un trabajo intelectual cuyo producto es emanación de su comportamiento material, de donde igualmente brota la política, las leyes, la cultura, la filosofía, etc., de un pueblo (Marx y Engels, 1845: 25, 26).

Tener vida conlleva a producir las condiciones económicas y extraeconómicas de vida. El modo de vida engloba al modo de producción de las condiciones económicas y extraeconómicas de vida. Al tomarse literalmente la definición de modo de producción dada por Rosental e Iudin, se propicia la posibilidad de disociar metafísicamente, de toda influencia extraeconómica, a las fuerzas productivas y a las relaciones de producción, cuestión que no niega la incidencia de esos componentes del modo de producción sobre los factores extraeconómicos. No obstante, Engels (1894: 283, 284) puntualiza que:

Por relaciones económicas, en las que nosotros vemos la base determinante de la historia de la sociedad, entendemos el modo cómo los hombres de una determinada sociedad producen el sustento para su vida y cambian entre sí los productos (en la medida en que rige la división del trabajo). Por tanto, toda la técnica de la producción y del transporte va incluida aquí.

El desarrollo político, jurídico, filosófico, religioso, literario, artístico, etc., descansa en el desarrollo económico. Pero todos ellos repercuten también los unos sobre los otros y sobre su base económica. No es que la situación económica sea la causa, lo único activo, y todo lo demás, efectos puramente pasivos. Hay un juego de acciones y reacciones, sobre la base de la necesidad económica, que se impone siempre, en última instancia.

Otro elemento a resaltar, sobre la definición de modo de producción dada por Rosental e Iudin, es que una revolución social es ocasionada por las contradicciones entre los componentes del modo de producción, es decir, entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Sin embargo, las contradicciones económicas son condiciones necesarias, más no suficientes, para que ocurra una revolución en toda sociedad fragmentada en clases a causa de las relaciones sociales de explotación descritas por Harnecker. A nivel político e ideológico (no solo a nivel económico) existen contradicciones encarnadas por las clases en pugna, sobre todo porque “la fuerza material debe ser superada por la fuerza material; pero también la teoría llega a ser fuerza material apenas se enseñorea de las masas” (Marx, 1844: 11). Aquí resulta oportuno mencionar a Néstor Kohan (2005: 189), quien en la práctica complementa sustancialmente a Harnecker cuando define las relaciones sociales de producción como:

Vínculos sociales que se establecen entre los seres humanos para producir y reproducir su vida material y cultural. Los diversos tipos de relaciones de producción permiten diferenciar una época histórica de otra. En las sociedades de clases, toda relación de producción es al mismo tiempo una relación económica, una relación de poder y una relación de fuerzas entre las clases. Las relaciones de producción capitalista expresan la contradicción antagónica entre los propietarios de dinero y los de fuerza de trabajo. No hay conciliación posible entre ambos.

De esas relaciones, Kohan manifiesta que ayudan a periodizar la historia humana y se expresan en “su máxima pureza y en su concepto esencial” a través de un modo de producción específico (2005: 188). Es decir, no tiene sentido decir que el modo de producción basado en relaciones sociales de producción esclavista puede representar a la vez relaciones feudales o de servidumbre. De aquí se deduce que la estructura económica asociada a un modo de producción posee carácter homogéneo o simple.

La definición que hace Kohan sobre las relaciones sociales de producción cobra sentido cuando, partiendo de Harnecker (1972: 140-143), se concibe al modo de producción como un concepto teórico que engloba las estructuras económica, jurídico-política e ideológica propias de cierto período histórico de una sociedad, siendo que en última instancia la primera de estas estructuras (es decir, la estructura económica) es la que determina la condición dominante de cualquiera de las tres (incluso aquella) sobre las demás. Su condición dominante se caracteriza no solo por tener subordinada ante sí a las demás estructuras, sino que por demás resulta ser fundamental para reproducir o generar continuamente las condiciones (económicas, jurídico-políticas e ideológicas) de existencia del modo de producción en cuestión, implicando así la reproducción o generación tanto de bienes materiales como de los componentes de las estructuras mencionadas, incluyendo por supuesto las relaciones de producción (que explican la articulación de esas estructuras y determinan la condición dominante para una de estas), las relaciones de poder y la incidencia de ambas clases de relaciones en la sociedad. Los cambios en la estructura económica inciden en los elementos constituyentes de las demás estructuras, pero aquellos elementos poseen autonomía relativa y se rigen por leyes específicas (Harnecker, 1972: 93).

Se observa que el modo de producción no debe considerarse simplificada como una mera combinación automática de fuerzas productivas y relaciones de producción, desestimando el contexto espacio-temporal que enmarcan a ambos componentes.

La definición que se desprende de Harnecker sobre la categoría modo de producción implica que, para hacer triunfar una revolución social destinada a instaurar un nuevo modo de producción no basta sustituir, del modo de producción que se quiere superar, las relaciones sociales que son su parte constitutiva, si a la vez se mantienen las condiciones estructurales que lo generan pues estas pueden continuar existiendo frente a nuevas relaciones sociales de producción, pero recíprocamente no es posible cambiar esas condiciones si permanecen las relaciones sociales de producción que se aspiran a superar, y al contrario del reduccionismo economicista en que implícitamente parecieran incurrir Rosental e Iudin, es inviable pensar en materializar una revolución social si se cambian exclusivamente las condiciones económicas que posibilitan el modo de producción a ser suplantado, cuya crisis es ocasionada por las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción que las frenan.

Empero, esos componentes del modo de producción no son necesariamente los únicos susceptibles en llegar a sufrir contradicciones, tal como podría interpretarse en forma superficial y acrítica, sin tomar en cuenta las que puedan haber al interior de las estructuras ideológica y jurídico-política, más la que se presenten entre estas y las que cada una o ambas tuvieran con la estructura económica. Marx y Engels (1845: 25, 32, 33) advierten que los límites, premisas y condiciones materiales, que son independientes de la voluntad de los individuos, enmarcan el desarrollo de sus actividades tal como actúan y producen materialmente, siendo esta faceta parte de su proceso de vida con el que originan la organización social y el Estado, cuyas trabazones con la producción han de observarse verídica y empíricamente en cada caso concreto. Además, la división entre el trabajo físico y el intelectual ocasiona que los productos de este último se obtengan aisladamente del mundo real, en un estado de pretendida pureza que los hace caer en contradicciones con las relaciones sociales existentes, las que a su vez mantienen contradicciones con las fuerzas productivas. Estas contradicciones ocurren en razón de que, con la ya referida división del trabajo, las actividades físicas, el trabajo y la producción se asignan a unos individuos mientras que las actividades intelectuales, el disfrute y el consumo se destinan a otros individuos. Para que ocurran estas contradicciones debe abandonarse la división del trabajo.

El modo de producción, y por tanto las relaciones de producción que les son propias (pero que simultáneamente conforman la estructura económica de la sociedad), mantiene una interacción multidireccional y contradictoria con la superestructura jurídico-político-ideológica (formada por las estructuras ideológica y jurídico-política según Harnecker, 1972: 88).

Como consecuencia de las consideraciones hasta ahora expuestas, resulta un triple contrasentido referirse al modo de producción únicamente como el modo de producción de las condiciones materiales de vida (visión reduccionista o economicista) sobre el que no intervienen la política, la legislación y las mentalidades prevalecientes en la sociedad (visión metafísica o descontextualizada), bastando así asociar mecánicamente las fuerzas productivas y las relaciones de producción para caracterizar el modo de producción fuera de toda especificación extraeconómica (visión simplista o automatista).

El contrasentido que aquí se expone tiene una de sus principales causas en que, de acuerdo a Harnecker (1972: 137), la categoría modo de producción nunca fue definida explícitamente por Marx y Engels pese al uso frecuente que hacen de la misma, mas sin embargo dejaron suficientes elementos para justificar la definición deducida del análisis hecho por Harnecker. Con esto culmina la segunda precisión que se ha hecho sobre la cita de Marx acerca del modo de producción de la vida material, el cual ya se ha visto que es el aspecto económico de la categoría modo de producción.

Socialismo, Comunismo y Modo de Producción

Con anterioridad se indicó que un modo de producción es determinado por las relaciones sociales de producción que lo integra. En ese sentido, al existir relaciones explotadoras y solidarias en el ámbito económico como tipos generales de relaciones sociales de producción, a estas les corresponde los modos explotadores y solidarios de producción, respectivamente.

En torno a la clasificación que se puede hacer sobre los diferentes tipos específicos de modos de producción, aparte de tomar como tales al socialismo y el comunismo desde la postura de Schmitt (2008: 6, 7), según su criterio estos serían el comunista primitivo (al que también llama sociedad originaria), asiático, esclavista, feudal y capitalista, todos estos referidos por Rosental e Iudin (2004: 322) sin incluir el modo asiático. A excepción del modo de producción comunista primitivo, Marx (1858-1859: 8) denomina respectivamente a los cuatro últimos como “el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el burgués moderno”, y a los que antecedieron cronológicamente al capitalismo los agrupa como “formas que preceden a la producción capitalista” (1857-1858: 433-479). De esta clasificación es necesario exponer ciertas consideraciones acerca del socialismo y el comunismo, tomados por Schmitt como modos de producción.

A decir de Kohan (2005: 188), “en las sociedades empíricas y concretas, las relaciones sociales nunca se dan puras, están combinadas con relaciones de otros modos de producción (siempre hay uno que predomina sobre los demás)”. De aquí se puede plantear que, en teoría, la estructura económica de una sociedad puede ser homogénea (o simple) si está conformada por un solo tipo de relaciones sociales de producción, pero en la práctica la estructura económica correspondiente a casi todas (por no decir la totalidad de) las sociedades existentes hasta ahora, ha sido y es heterogénea (o compleja) al estar compuesta por varios tipos de relaciones de producción, caso este último que implica la coexistencia de varios modos de producción, y por tanto de una compleja superestructura jurídico-político-ideológica.

Ya se ha visto que históricamente las relaciones sociales de producción son de distinto tipo (que pueden ser de cooperación amistosa y ayuda mutua, o de explotación del hombre por el hombre o explotación económica), correspondiéndoles determinadas formas de propiedad, lo que explica sucintamente Schmitt (2008: 5, 6) de acuerdo a las siguientes consideraciones coincidentes con las hechas con anterioridad por Harnecker (1972: 43) al respecto:

El tipo de relaciones de producción en una determinada formación social depende de quién o quiénes son los propietarios de los medios de producción sociales. Se distinguen nada más que dos tipos fundamentales de propiedad, que son:

  1. a) la propiedad colectiva de los medios sociales de producción, que va de la mano con la cooperación y asociación libre de los productores en una sociedad sin clases.
  2. b) la propiedad privada de los medios sociales de producción, que va de la mano con la explotación de los productores por parte de la clase dominante en una sociedad de clases.

Por ende, las relaciones de producción no son otra cosa que relaciones de propiedad (siendo este término, como dice Marx, solo la expresión jurídica para el mismo término ‘relaciones de producción’).

Analizando lo que dice Schmitt, se desprende que el modo de producción comunista está basado en la cooperación amistosa y la ayuda mutua, compatible con la propiedad colectiva de los medios de producción, y por tanto en una sociedad comunista (sin clases sociales) no es factible la existencia de relaciones explotadoras de producción, asociadas a la propiedad privada sobre esos medios, y que a lo largo de la historia han sido de diversos tipos, siendo actualmente predominante las relaciones capitalistas de producción. En consecuencia, bajo el comunismo la sociedad tiene una estructura económica homogénea o simple, cuyo basamento lo constituyen las relaciones comunistas de producción. Sin embargo, desde la descomposición de las primitivas sociedades comunistas hasta ahora, por lo general la estructura económica de cada una de las sociedades posteriores ha sido heterogénea.

Marx (1857-1858: 27, 28) observó que “en todas las formas de sociedad existe una determinada producción que asigna a todas las otras su correspondiente rango [e] influencia, y cuyas relaciones por lo tanto asignan a todas las otras el rango y la influencia”. Esto significa que una determinada relación de producción (y su expresión jurídica como relación de propiedad) se hace dominante frente a las otras, quedando subordinadas ante esta. El tipo de mentalidad predominante de una sociedad interactúa dialécticamente con el tipo de propiedad predominante en los medios de producción, siendo asimismo su sostén psico-social pues:

las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época (…) La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone (…) de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan (…) las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente (1845: 50).

En consecuencia, puede ocurrir que en cierto período histórico de una sociedad coexistan diversos modos de producción, pero uno de estos condiciona al resto. Por demás, a cada una de estas relaciones sociales se le asocian dialécticamente rasgos específicos de las leyes e instituciones de la sociedad, e igual ocurre con las mentalidades o formas de conciencia que allí surjan, componentes todos estos que se acoplan bajo formas o maneras peculiares. Esto origina la complejidad de su estructura o base económica y su superestructura jurídico-política-ideológica con interdependencia entre ambas, resultando así que cada modo de producción es una totalidad social abstracta o concreto-pensada pues, según sea la realidad vista como totalidad social concreto-real existente en un ámbito espacio-temporal determinado, no siempre existe un solo o único modo de producción, ni está aislado de las relaciones sociales propias de otros modos de producción.

Sintetizando tanto a Harnecker (1972: 97, 98) y Milena Landáez (2014) como a Rosental e Iudin (2004: 192), esa sociedad o ámbito espacio-temporal donde esto ocurre a nivel de estructura y superestructura se denomina formación económico-social, categoría que sirve para describir a un país o a un grupo de países con características similares en diverso grado, y poseedores de una historia en común. En toda formación económico-social se hallan articulados los siguientes componentes que interactúan dialécticamente entre sí (por lo que resulta absurdo encasillar esa categoría bajo una perspectiva economicista):

1) Una estructura económica compleja, donde coexisten varias relaciones de producción. Una de estas relaciones es de tipo dominante, imponiendo sus leyes de funcionamiento a las otras relaciones subordinadas.

2) Una estructura jurídico-política compleja, funcional a la supremacía de la clase dominante, y por tanto creada para la conservación del orden social imperante, sobre todo de las relaciones sociales de producción que sean dominantes.

3) Una estructura ideológica compleja formada por varias tendencias ideológicas subordinadas y configuradas por la tendencia ideológica dominante, la que generalmente corresponde a la mentalidad de la clase dominante, es decir, a la tendencia ideológica propia del grupo explotador de la relación de producción dominante, tendencia que a veces es impuesta, pero siempre asumida, como referente del consenso social que sirve de justificación y legitimación de las relaciones sociales y de la estructura jurídico-política, así como de factor alienante o neutralizador de la conciencia de clase de los explotados.

El tipo específico de formación económico-social se corresponde al tipo específico de relaciones sociales de producción que sean dominantes en la estructura económica. Por ejemplo, la formación económico social capitalista posee una estructura económica heterogénea donde predominan las relaciones capitalistas de producción, y la formación económico-social comunista consta de una estructura económica homogénea al existir solamente relaciones comunistas de producción, y por tanto esa formación coincide totalmente con el modo de producción comunista.

En un país o grupo de países, y durante un período histórico, para conocer las leyes de nacimiento y evolución de su formación económico-social (cuyo alcance puede ser nacional o regional), es necesario estudiar cada una de sus tres estructuras en su autonomía relativa y en sus vínculos multilaterales respecto a las demás según sus características propias, lo que implica identificar los tipos de relaciones sociales de producción existentes, conocer la combinación de estas, precisar la relación de producción dominante, y las maneras como esta ejerce su influencia al resto de la sociedad.

La formación económico-social imperante en una sociedad se ve alterada al crearse contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción “o bien, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad en el seno de las cuales se han desenvuelto hasta entonces (…) Y se abre así una época de revolución social” (Marx, 1858-1859, p. 8) al agudizarse la lucha de clases. La preponderancia de uno de los respectivos tipos de relaciones sociales de producción, conjuntamente con la hegemonía que tenga la respectiva mentalidad que sustente el correspondiente tipo de propiedad sobre los medios de producción, es lo que llevará a la perpetuación de la formación económico-social existente o al avance hacia la formación económico-social por existir. Esta premisa aplica particularmente a la contradicción entre el capitalismo y el comunismo, es decir, a la perpetuación de la formación económico-social capitalista o al avance de la formación económico-social comunista.

Luego del triunfo de la Revolución Rusa en 1917, bajo la conducción del partido bolchevique y de su líder Lenin, en función de los retos que esta enfrentaba para intentar construir el comunismo en el contexto de la época, este líder revolucionario subrayó que:

Teóricamente, no cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo existe cierto período de transición. Este período no puede dejar de reunir los rasgos o las propiedades de ambas formaciones de la economía social, no puede dejar de ser un período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente; o en otras palabras: entre el capitalismo vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil aún (1919: 86).

Mucho antes que Lenin, ya Marx había advertido que desplazar al capitalismo no origina inmediatamente “una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino (…) de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que (…) presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual” los rasgos de la sociedad capitalista de donde procede (Marx, 1875: 11), o dicho en otros términos, de esta última surge otro tipo de sociedad que conserva parte de sus atributos, y por tanto aún no es comunista, pero entre ambas “media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado” (Marx: 1875: 19), llamada a erigirse en clase dominante de la nueva sociedad como primer paso de la revolución obrera para el futuro advenimiento de “una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación (…) a la división del trabajo (…)cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas” (1875; 12). De estas tres citas de Marx se infiere que la sociedad comunista tendrá una fase inferior (que no es plenamente comunista) y otra superior (que sí podría serlo), siendo que a la primera se le ha dado la denominación de socialismo aunque aquí Marx no la haya usado para tal fin.

En el período de transición entre las formaciones económico-sociales capitalista y comunista, coexistirán propiedades de uno y otro, por lo que, dependiendo de la correlación de fuerzas entre la clase burguesa y la clase trabajadora, podrá ocurrir un retroceso hacia la primera o un avance hacia la segunda, dependiendo tal hecho de la dominación económica y la hegemonía política e intelectual que, sobre la sociedad, pueda obtener uno de los grupos sociales congregados alrededor de las dos clases en pugna, y que participan de las correspondientes luchas que estas libran en los ámbitos social, económico, político, intelectual e incluso militar, pudiendo involucrar a las clases dominantes de una o varias naciones en contra del grupo social, partidario de los ideales socialistas e intereses políticos de la clase trabajadora y/o de sus adherentes, del país donde van a intervenir de diversas maneras, cuestión que se puede apaciguar o neutralizar si para ese país la correlación (nacional e internacional) de fuerzas es favorable para que se facilite la actuación del grupo social en cuestión.

Precisamente, el socialismo científico de Marx y Engels (al que aquí se llama socialismo a secas) es tomado por muchos autores como una etapa intermedia y de transición entre el capitalismo y el comunismo. Para Lenin (1917: 115, 119) el comunismo es una fase superior del socialismo, y por ende el segundo es a su vez la primera fase de la sociedad comunista, tal como lo dice de acuerdo a Harnecker (1979: 8), quien sostiene que “son dos períodos de un mismo modo de, [sic] producción: el modo de producción comunista, caracterizado fundamentalmente por la propiedad social de los medios de producción”, pese a que Schmitt (2008: 7) incluya al socialismo como parte de los modos de producción, al que describe diciendo que se basa tanto en la propiedad colectiva de los medios sociales de producción, como en la “dictadura” de la mayoría (proletariado) sobre la minoría (clase capitalista destituida), y que conducirá a la superación de la división entre el trabajo físico-manual-industrial y el intelectual, y por tanto de la alienación. La sociedad socialista se regirá por la libre asociación, cooperación solidaria y ayuda mutua de los productores, así como por la planificación social de la producción, destinada a la satisfacción de las necesidades y no a la venta en el mercado, sentándose así las condiciones objetivas y subjetivas para la aparición del comunismo.

Quizás Marx no contempló la relación entre las categorías de socialismo y comunismo como fases donde el primero precede al segundo, aparte de que ambos términos “se usan con poca precisión entre los propios seguidores de Marx, y por eso estos conceptos tienden a confundirse” (Harnecker, 1979: 8). Al respecto, el socialismo científico de Marx viene siendo una utopía relativa, revolucionaria y concreta, según lo explica Silva (1982: 202, 203). En efecto, a diferencia de una utopía absoluta, lo que se denomina utopía relativa se caracteriza por ser realizable, y esto es así cuando se parte de una interpretación científica de la realidad existente con el fin de crear una utopía, que puede realizarse si los revolucionarios escudriñan a fondo las tendencias de la sociedad capitalista, encaminadas hacia su destrucción y extinción, contribuyendo a su exacerbación y agudización de modo comunista, es decir, convirtiendo el socialismo científico en realidad concreta tal como lo entiende Marx (1843-1844) cuando dice que el comunismo “es en sí mismo solo una realización especial y unilateral del principio socialista”. Por otra parte, la utopía revolucionaria niega el orden existente, haciendo lo opuesto de lo que hace la ideología traducida como falsa conciencia de la realidad. Finalmente, la utopía concreta se realiza con la vinculación entre la teoría y la práctica, pues niega la realidad existente y a su vez parte de esta para crear otra realidad.

Sin negar la manera como Marx concibe al socialismo (como teoría del comunismo) y al comunismo (como práctica del socialismo), aparte de continuar con la acepción marxista de ambas denominaciones, desde el punto de vista de la praxis revolucionaria y de la lucha de clases, para Silva (1982: 16, 17) “el socialismo es la idea, el modelo, el proyecto, la estrategia; el comunismo es la práctica, la táctica, la tarea inmediata”, o dicho de otra manera, “el socialismo es la teoría y el comunismo es la práctica. Es decir, el comunismo, entendido como combate y movimiento real, es el arma que conquistará la sociedad socialista”, lo que lleva a plantear la necesidad de definir al socialismo como modelo y utopía concreta que se orienta hacia la sustitución de la formación económico-social capitalista y la instauración del comunismo, el cual para Schmitt (2008: 7) está:

Concebido como una sociedad sin clases basada en la propiedad colectiva de los medios sociales de producción, como en la libre asociación de los productores bajo pleno desarrollo de las fuerzas productivas y abundancia de recursos. Esto, a la vez, son las precondiciones para el pleno desarrollo de las potencialidades humanas, su plena realización como verdadero ser humano en y mediante la humanización de la naturaleza y la naturalización del ser humano.

Al alegar que el socialismo es la teoría y el comunismo es la práctica, Silva justifica así su postura en negar que el comunismo sea una fase superior del socialismo como lo dice Lenin. No obstante, el término socialismo se ha empleado para designar al período durante el cual, con los trabajadores fungiendo como clase dominante en medio de las dificultades propias de la lucha de clases originada en el seno de la formación económico-social capitalista, esta última se sustituye por el comunismo a través de la materialización o concreción objetiva del socialismo científico propuesto desde el marxismo. Durante ese período coexistirán propiedades del capitalismo y el comunismo, incluso en los aspectos ideológico y económico.

Partiendo de las consideraciones anteriores, y dado que la categoría modo de producción contempla una estructura económica homogénea (siendo así una especie de categoría pura libre de mixturas), el socialismo no puede ser definido como un modo de producción sino que, al ser un modelo a concretarse durante el período intermedio entre el capitalismo y el comunismo, en ese contexto da origen a lo que sería una formación económico-social socialista, donde su estructura económica heterogénea incluye relaciones capitalistas y comunistas de producción, ya sea que antes de su instauración estas últimas no existan o estén relegadas por el predominio de las primeras. La formación económico-social socialista deberá propiciar, entre otras cosas (pues praxeológicamente no es una categoría economicista), el desarrollo y avance de las relaciones comunistas de producción hasta lograr su predominio como parte del modo de producción comunista a ser implementado, mientras simultáneamente se crean las condiciones objetivas y subjetivas para la desaparición de todo tipo de relaciones explotadoras de producción (incluyendo por supuesto a las que son relaciones sociales de producción capitalista) y demás elementos estructurales (jurídicos, políticos e ideológicos) a los que se encuentran asociados.

Consideraciones finales

El modo de producción es una categoría no circunscrita a la esfera económica y del trabajo físico del ser humano para crear sus condiciones materiales de vida, no de manera aislada sino en sociedad con otros individuos, transformando lo que pueden obtener de la naturaleza de donde provienen. De esa categoría forman parte las relaciones de producción, que incluyen las relaciones sociales de producción, manteniendo estas últimas vinculaciones de índole dialéctica con el trabajo intelectual del ser humano (como creador y portador de cultura) y con las esferas jurídica y política (donde se desenvuelve como objeto y sujeto de ambas). Según sea el tipo de relaciones sociales de producción que lo integran, así será el modo de producción en cuestión. Al coexistir en una sociedad tipos diferentes de modos de producción, se está en presencia de una formación económico-social signada por las relaciones sociales de producción que sean predominantes sobre las demás.

Aparte de denominar a la expresión teórica del comunismo según lo concibió Marx, el término socialismo se puede usar para adjetivar una formación económico-social que, a través de una revolución que convierta a los trabajadores en clase dominante, permita transitar de una formación económico-social capitalista a la formación económico-social (o modo de producción) comunista. La formación económico-social socialista podrá estimular las relaciones comunistas de producción en la esfera económica si simultáneamente procura transformaciones que les sean compatibles en las esferas jurídica, política e ideológica (y por ende cultural) de una sociedad fragmentada en clases por relaciones explotadoras de producción, para convertirla en una sociedad sin clases y libre de explotación.

REFERENCIAS

Engels, Federico (1894, 2 de enero). Cartas: Engels a W. Borgius en Breslau. En Carlos Marx y Federico Engels (1980). Obras Escogidas, Tomo III, pp. 283-285. Moscú: Editorial Progreso. Disponible:

http://www.scribd.com/doc/13761237/Marx-Engels-Obras-escogidas-III [Consulta: 2009, junio 19].

Harnecker Martha (1972). Los conceptos elementales del materialismo histórico, 10ª ed. Santiago de Chile: Siglo veintiuno editores. Disponible:

https://es.scribd.com/document/249356702/Marta-Harnecker-Los-Conceptos-Elementales-Del-Materialismo-Historico [Consulta: 2016, Noviembre 19].

Harnecker, Martha (1979). Socialismo y comunismo. España: Akal Editor. Disponible:

http://www.rebelion.org/docs/88350.pdf [Consulta: 2009, Septiembre 24].

Kohan, Néstor (2005). Marxismo para principiantes. Buenos Aires: Editorial Era Naciente.

Landáez, Milena (2014, 28 de febrero). Modos de producción y formación económica social según Marx y Engels. Disponible:

http://mlandaez.blogspot.com/2012/03/modos-de-produccion-y-formacion.html [Consulta: 2016, Octubre 19].

Lenin, Vladimir (1919). Economía política para la época de la dictadura del proletariado. En Obras escogidas, Tomo 10 (pp. 84-88). Moscú: Editorial Progreso, 1973. Disponible:

https://docs.google.com/file/d/0Bw5Zm10Cq88HZDhmMDY2YTgtYjU0Zi00NzU3LTliYjYtNzE0Mzc2MDZkODI3/edit?authkey=CJqMnLYI&hl=en [Consulta: 2016, Octubre 12].

Lenin, Vladimir (1917). El Estado y la Revolución. Madrid: Fundación Federico Engels, 1997. Disponible:

http://www.juventudpatriotica.com/portada/sites/default/files/adjuntos/2013/06/ESTADO%20Y%20REVOLUCION%20LENIN.pdf [Consulta: 2016, Mayo 18].

Marx, Carlos (1843-1844). Carta a Arnold Ruge. Marxist Internet Archive – Sección en Español, 2014. Disponible:

https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/m09-43.htm [Consulta: 2016, Octubre 11].

Marx, Carlos (1858-1859). Contribución a la crítica de la economía política. Moscú: Editorial Progreso, 1989. Disponible:

http://www.scribd.com/doc/31224503/Marx-Contribucion-a-la-critica-de-la-economia-politica# [Consulta: 2010, Mayo 11].

Marx, Carlos (1875). Crítica del programa de Gotha. Moscú: Editorial Progreso, 1977. Disponible:

http://archivo.juventudes.org/textos/Karl%20Marx/Critica%20del%20programa%20de%20Gotha.pdf [Consulta: 2016, Mayo 18].

Marx, Carlos (1867-1890). El Capital, Vol. I. México: Siglo XXI Editores, 2008. Disponible:

https://es.scribd.com/doc/279323521/Marx-Karl-El-Capital-1-Tomo-1 [Consulta: 2016, Octubre 9].

Marx, Carlos (1857-1858). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, 20a ed., Vol. I. México: Siglo XXI Editores, 2007. Disponible:

http://www.socialismo-chileno.org/febrero/Biblioteca/Marx/Grundrisse_Tomo_I.pdf [Consulta: 2014, Julio 7].

Marx, Carlos (1844). Introducción para la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Biblioteca Omegalfa. En Hegel, G. F. Filosofía del Derecho, 5ª ed. Angélica Mendoza de Montero (Trad.). Editorial Claridad, 1968. Disponible:

http://www.scribd.com/doc/17426950/Karl-Marx-Critica-de-la-filosofia-del-derecho-de-Hegel [Consulta: 2010, Abril 15].

Marx, Carlos (1844). Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. Disponible:

http://www.pcarriate.org/paginas/sitio/carlosmarx/Manuscritosecon%C3%B3micos.pdf [Consulta: 2010, Febrero 19].

Marx, Carlos y Federico Engels (1848-1893). El Manifiesto del Partido [sic] Comunista. México: Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, 2011. Disponible:

http://centromarx.org/images/stories/PDF/manifiesto%20comunista.pdf [Consulta: 2016, Octubre 8].

Marx, Carlos y Federico Engels (1845). La ideología alemana. 5ª ed. Barcelona (España) Ediciones Grijalbo, 1970. Disponible:

http://www.socialismo-chileno.org/biblioteca/La_IA_marx.pdf [Consulta: 2014, Agosto 17].

Rosental, M. y P. Iudin (2004). Diccionario filosófico. Bogotá: Gráficas Modernas.

Schmitt, Jutta (2008). Economía política marxista: Una aproximación. Mérida. Disponible:

http://www.mundurat.net/pintxogorria/Documentos/PDF/Econom%EDa%20Pol%EDtica%20Marxista.pdf [Consulta: 2009, Junio 19].

Silva, Ludovico (1982). Humanismo clásico y humanismo marxista. Caracas: Monte Ávila Editores.

Woods, Alan (sf). Historia de la filosofía. Disponible:

http://www.engels.org/pdf/H_de_la_filofia.pdf [Consulta: 2014, Junio 19].

 

*Fuente de la imagen: ideologiab.blogspot.com/2009/10/modos-de-produccion-marxista.html

Comparte este contenido: