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Economía enferma, planeta enfermo

Por: Marcelo Colussi

I

Quien escribe estas líneas no es economista ni especialista en cuestiones ecológicas. Es un ciudadano más del planeta, ni rico ni famoso, uno más del colectivo. Pero como tal me considero con derecho –¿con obligación también?, moralmente, creo que sí– a opinar y a tomar partido por cuestiones que tocan a todos. La economía dominante de nuestras sociedades, el capitalismo, está enferma. O más aún: no ha enfermado recientemente sino que nació enferma. De hecho: tiene un mal incurable. Es genético, no tiene escapatoria.

Eso se evidencia en la injusticia reinante (aspectos estructurales), en los descalabros coyunturales como las crisis financieras que se viven cíclicamente (que pagamos, básicamente, los pobres), y en términos de perspectiva histórica como especie: la destrucción de la civilización es una cruel posibilidad, tanto por la catástrofe medioambiental en curso como por la guerra nuclear total. Según se nos dice con conocimiento profundo (la ecología es una ciencia ya ampliamente desarrollada), los actuales modelos económicos de producción y consumo están produciendo desastres en el medio natural con consecuencias catastróficas y probablemente irreversibles. Actuar contra el capitalismo es actuar contra la injusticia, y más aún: es actuar a favor de la sobrevivencia de la vida en nuestro planeta.

El capitalismo, guerrerista como es en su esencia, no puede prescindir de las guerras. Eso lo alimenta, es una escapatoria para sus crisis, es negocio. De hecho, en Estados Unidos, la principal economía capitalista, un 25% de su producto bruto interno viene dado por la industria militar, y uno de cada cuatro de sus trabajadores se ocupa en esa producción. Eso es una locura, sin salida, que nos tiene reservada la muerte como punto de llegada…¡pero eso es el capitalismo más desarrollado!

Valga este ejemplo: de activarse todo el arsenal atómico disponible en este momento (que comparten unas pocas potencias capitalistas con Estados Unidos a la cabeza junto a Rusia y China) no quedaría ninguna forma de vida en el planeta. Más aún: colapsaría la Tierra, probablemente fragmentándose, con efectos igualmente tremendos para Marte y Júpiter, en tanto las consecuencias de la onda expansiva llegarían a la órbita de Plutón…, pero todo ese espectacular desarrollo científico-técnico no logra terminar con el hambre en el mundo (un muerto por inanición cada 7 segundos). ¡Eso es el capitalismo!

Junto a esa catástrofe, tenemos el deterioro del medio ambiente. “Cambio climático” es un tendencioso eufemismo que encubre la verdad: el modelo depredador de desarrollo impulsado por el capitalismo ha provocado desastres monumentales en nuestro planeta. Si el clima cambia, no es por procesos naturales sino por la alocada intervención humana en búsqueda de lucro, de ganancia económica.

Según la hipótesis conocida como Gaia, formulada por el científico Lovelock, el conjunto de la biosfera –la atmósfera, los océanos y la superficie externa de los suelos– se comporta como un todo coherente donde la vida –su componente característico– se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, la composición gaseosa de la atmósfera, la composición química y salinidad en el caso de los océanos, etc. Gaia, con su infinita paciencia de millones de años, y desde el punto de equilibrio en que se estabilice ante cambios catastróficos que pudieran sobrevenir, comenzaría siempre un nuevo proceso evolutivo de la biosfera residual (sea a partir de reptiles, de hormigas o escarabajos, o simplemente de bacterias extremófilas). De esta forma, Gaia juega así como un sistema auto-regulador retroalimentado que tiende al mantener el equilibrio de la biosfera y conservar un entorno físico y químico óptimo para la vida en el planeta. Pero una interpretación interesadamente errónea de esta teoría desprecia las cautelas del Principio de Precaución alegando que no hay que preocuparse por las agresiones ambientales humanas, pues el planeta se encarga de autorregularse. Lamentablemente ello no es así; hay más que sobrados motivos para preocuparnos: la intervención del ser humano está creando condiciones que pueden hacer imposible la continuación de la regulación.

La composición gaseosa de la atmósfera no es una constante universal, aunque haya permanecido invariable desde la aparición de la especie humana, desde hace dos millones y medio de años, con elHomo Habilis en el África, hasta ahora. A cada composición distinta de la atmósfera han ido correspondiendo otro espectro bacteriano y otros seres vivos primitivos (animales y plantas). La proporción de la atmósfera ha ido variando sucesivamente hasta llegar a la composición actual. En estos momentos la proporción de los gases de la atmósfera (21 % de oxígeno, 78 % de nitrógeno, 0.032 % de dióxido de carbono –CO2–) es vital para nuestra supervivencia (solo pudieron aparecer el ser humano y los mamíferos superiores cuando se alcanzó ese nivel), siendo muy estrecho el margen de variación que podemos tolerar. Esta atmósfera es la que ahora se está modificando por las actuaciones del propio ser humano (por su voracidad de ganancia económica). Los registros del contenido de CO2 (que se remontan hasta hace 800.000 años) indican que actualmente la proporción es la mayor que existió durante todo el tiempo registrado, y sigue aumentando continuamente por encima de lo previsto por los científicos. Paralelamente, también se está acelerando el deshielo en los polos y glaciares más rápidamente de lo previsto.

Se tiende a evaluar el transcurso del tiempo por la duración de la vida humana o de una generación. Esta consideración cortoplacista nos hace insensibles ante cambios sustanciales en la evolución de la biosfera que está produciendo la actividad humana, (a pesar de que su aceleración es miles de veces superior a la evolución previsible naturalmente) y sin que, como interesadamente podría decirse, «haya ocurrido ninguna catástrofe contrariando lo que algunos pronosticaban» . Pero eso da una falsa sensación de seguridad, con lo que se puede despreciar –no sin cierta cuota de irresponsabilidad, o arrogancia incluso–, el Principio de Precaución. La aparición de signos ostensibles de alteración significativa de la biosfera es lenta, por la gran inercia debida a sus mecanismos de estabilidad y autorregulación. Sería ingenuo pensar que se puede producir una catástrofe inmediata, pero sería una gran ceguera no querer percibir que se están produciendo alteraciones muy sustanciales y significativas. Cuando la estabilidad de la autorregulación se rompe y empieza a moverse hacia un cambio orientado (orientado en este caso hacia la regresión), la regresión es ya imparable. Una vez desencadenado el proceso, ya no hay marcha atrás y se retroalimenta. Si el proceso en marcha llega a superar la capacidad de reacomodamiento de la biosfera (que no sabemos hasta dónde llega), sería humanamente indetenible un encadenamiento de causas y efectos que se aceleraría progresivamente hasta hacer totalmente irrespirable el aire y el agua para los vertebrados superiores y que podría arrasar con todo tipo de vida.

II

Entre otras de las manifestaciones que evidencian ese proceso, puede mencionarse el llamado cambio climático.  El mismo muestra la quiebra del equilibrio autorregulado de la biosfera ,  cuya evolución ha sido tan rápida que sus consecuencias ya son visibles, pero serán más amplias de lo que suele señalarse y más aceleradas de lo que se preveía. Actualmente la alarma por la degradación de la biosfera se centra principal y casi exclusivamente en el cambio climático (si bien existe una información engañosa afirmando que se están tomando medidas que lo pueden controlar) pero, con ser muy grave, no es el principal peligro que amenaza a la biosfera, que es el causado por la contaminación genética. Ese “engaño” con que se mantiene a la población mundial muestra una pretendida preocupación por el medio ambiente, llegándose a hablar de “responsabilidad social empresarial”. Pero mientras en la última Cumbre de la Tierra en París, a fines del año 2015, se hacían pomposas (y mentirosas) declaraciones en pro del medio ambiente, al mismo tiempo, a escasos metros de la reunión se llamaba a consumir ferozmente en vísperas de las fiestas navideñas.

La base de la autorregulación de la biosfera son las bacterias cuya masa es enorme, mucho mayor que la masa y volumen de todas las plantas y animales del planeta. El conjunto de seres vivos microscópicos (bacterias, amebas, protozoos, algas unicelulares) regula las condiciones de la biosfera, y la composición gaseosa de la atmósfera.

Las bacterias continuamente están intercambiando genes y captando plásmidos y segmentos de ácido desoxirribonucleico –ADN– por transferencia horizontal de genes –THG–, por lo que rápidamente son afectadas por la contaminación genética, trasmitiendo a otras bacterias (de la misma o distinta especie) los genes o fragmentos de ADN adquiridos, y difundiéndolos por todo el planeta. Se ha comprobado que las bacterias captan con especial avidez aquellos genes o secuencias genéticas que las confieren mayor agresividad, virulencia, o defensa ante las perturbaciones, por lo que las secuencias captadas suelen hacerlas más letales, facilitar su resistencia a ser agredidas por los antibióticos y facilitar su salto a otros hospedadores distintos de aquellos sobre los que actuaban específicamente. Por lo tanto tienden a capturar los módulos o secuencias de ADN que facilitan atravesar la barrera entre especies difundidos por la liberación ambiental de cultivos transgénicos, lo que amplía la gama de posibles hospedadores de las bacterias. Las bacterias son la base de la vida; si desaparecieran, la biosfera colapsaría y desaparecería inmediatamente toda la vida vegetal y animal del planeta. Puesto que ellas intervienen en todos los procesos fisiológicos y bioquímicos vitales, todo lo que altere el comportamiento bacteriano repercute a través de ellas en los seres vivos.

La fácil captura por las bacterias de módulos genéticos añadidos a los cultivos transgénicos induce alteraciones en el universo bacteriano, que se trasmiten a los organismos simples de amebas, protozoos, algas unicelulares oceánicas, etc., cuyo conjunto es responsable de la autorregulación que mantenía la composición gaseosa de la atmósfera constante y respirable para los seres humanos. La contribución de las plantas superiores (selvas latinoamericanas -Amazonas, Petén-, del sureste asiático, etc.) es solo una parte de la regulación, que no sería suficiente por sí sola para sostener la autorregulación gaseosa de la atmósfera (también la productividad de la masa vegetal de los bosques depende, además de la fotosíntesis, de procesos bacterianos edafógenos). La alteración repentina y artificial del espectro bacteriano (“contra natura”, al violar la barrera entre especies) conduce inexorablemente a otra situación de equilibrio y a otra composición gaseosa de la atmósfera.

En conclusión, la composición gaseosa de la atmósfera está amenazada: 1) ante todo, por la alteración de los sistemas bacterianos debida a los promotores y vectores artificiales fabricados por síntesis del ADN recombinante. Esto afecta directamente a la actividad fotosintética que realizan las bacterias, y también afecta indirectamente a la fotosíntesis, por la intervención bacteriana en el desarrollo de los vegetales y en la formación de los nutrientes del suelo necesarios para su desarrollo; 2) por alteración en la composición, distribución y eficiencia de los sistemas bacterianos debida al cambio climático; 3) por la presencia de nuevos compuestos químicos, caracterizados en general por tener intensa actividad catalítica, mutágena o disruptora de procesos bioquímicos a los que las diversas especies de bacterias (como también los organismos superiores) tienen muy distinta sensibilidad, por lo que se altera la composición cualitativa y cuantitativa de los sistemas bacterianos, y con ello la naturaleza y proporción de los gases emitidos que pasan a ser componentes de la atmósfera.

En otros términos: la situación de la biosfera es mucho más grave que las estimaciones más catastrofistas habituales; y ni que hablar de la versión “light” que cierta prensa del sistema presenta, queriendo reducir su mitigación a nuevas fórmulas técnico-científicas de acción rápida.

Sería ineficaz (y tardío para la biosfera) intentar cambiar algunas piezas sin desmontar toda la maquinaria de raíz; es decir: hay que detener los actuales modelos de relacionamiento con la naturaleza, proponer vías nuevas, alternativas viables válidas realmente para la totalidad de la población mundial. Por supuesto que es imperiosamente cierto y necesario aquello de “otro mundo es posible”. Pero no basta con decirlo; es hora de hacer el bosquejo de ese mundo alternativo, de realizar el diseño de las líneas generales de la alterglobalización. Es decir: un sistema alternativo que sea técnicamente posible con la prudente y justa utilización los recursos existentes. No podemos seguir los modelos de consumo “alocado” que ha generado el capitalismo porque ello no tiene salida.

III

Esto nos lleva a un profundo problema: ¿para dónde ir entonces?, ¿cómo darle forma a la utopía de un nuevo mundo? Proponer nuevos paradigmas de producción y consumo hoy, en un mundo hiper tecnológico donde el confort material se presenta como el paraíso a la mano producto de nuestro imparable desarrollo científico, no significa “volver a las cavernas”, no implica renunciar a las conquistas tecnológicas positivas ni a los ingentes recursos culturales disponibles. Todo lo cual abre interrogantes fundamentales.

El ideario del socialismo científico clásico no reparó en estos temas ecológicos porque en el momento de su fundación, en el siglo XIX, aún se vivía la euforia de la naciente revolución científica positivista, y la confianza en las nuevas ciencias parecía infinita. Y además, porque la flamante industria (“el progreso” por antonomasia en aquel momento) aún no había confrontado a la humanidad con los desastres medioambientales que hoy, ya entrado el siglo XXI, tenemos presente.

Ahora bien: el desastre no está en la industria misma, ni en las tecnologías aplicadas ni en los conceptos científicos que la sustentan. El desastre está en el modelo económico en que se insertan. Dicho en términos de pensamiento marxista: no está en la forma de las fuerzas productivas del trabajo social sino en el modo de producción. Un sistema que se basa enteramente en el mercado, en el lucro individual, por fuerza tenía que desembocar en el disparate actual, con un desastre ecológico de proporciones globales: la producción no está al servicio de llenar necesidades básicas sino, ante todo, en función de la ganancia privada. Se produce cualquier cosa solo en función de venderla, aunque ese producto sea innecesario, contraproducente, peligroso o dañino. Para eso están las técnicas publicitarias (¿neuromarketing?): “la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda” , manifestó el gerente de la agencia publicitaria estadounidense BBDO, una de las más grandes del mundo, refiriéndose al núcleo de su trabajo.

En esa lógica, el ser humano y la naturaleza son solo instrumentos para lograr la meta. La promoción casi infinita de necesidades superfluas marca el ritmo de toda la dinámica humana actual; y eso, en vez de ayudar a la búsqueda del equilibrio, promueve mayores asimetrías sociales y mayor descalabro con el medio ambiente. La actual catástrofe ecológica lo pone en evidencia en forma alarmante.

Por otro lado, ese mismo modelo en que el poder es ejercido por un grupo dominante sobre una gran mayoría, da como resultado una ideología violenta centrada en la superioridad de uno sobre otros y que se mantiene en el ejercicio de la fuerza bruta como garantía final que resguarda el estado de cosas. Es decir: el que tiene el garrote más grande sigue siendo el que manda. De ahí que la proliferación de armas de destrucción masiva –para el caso: energía atómica (12.000 misiles nucleares con ojiva nuclear diseminados por todo el mundo, 6.000 pertenecientes a Estados Unidos)– contribuye también al ataque medioambiental en curso.

Como primera cuestión, entonces, para evitar que se pueda concretar esa catástrofe en ciernes, hay que cambiar las relaciones de poder, las relaciones entre explotadores y explotados, entre mega consumidores y famélicos (un tercio de la humanidad pasa hambre). Si hasta el mismo fundador del liberalismo económico clásico, el inglés Adam Smith pudo decirlo 200 años atrás (obviamente sin pensar en lo mismo que piensa el socialismo): « no puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados», es imperiosamente necesario terminar con esas diferencias para buscar un mundo más vivible. Pero al mismo tiempo, hay que apuntar a una serie de medidas que permitan la sostenibilidad de la vida humana, que nos alejen de la posibilidad de nuestra autodestrucción. La actual distribución de la riqueza es infinitamente injusta: se produce un tercio más de la comida necesaria para alimentar a toda la humanidad, mientras la primera causa de muerte es el hambre. ¡Eso y no otra cosa es el capitalismo!, aunque la maquinaria publicitaria nos muestre escaparates llenos y la “libertad de elección”.

Además de terminar con esas inequidades, con esa “enfermedad” de las relaciones económicas (enfermedades de las relaciones de poder entre los seres humanos mejor dicho), hay que terminar con el modelo de producción y consumo en el que el capitalismo nos ha metido, paradigma sumamente dañino, disfuncional, agresivo. Entre otras cosas, es necesario reequilibrar la proporción de habitantes que vive en el medio rural y en el medio urbano. La ciudad –más aún las macrourbes que no dejan de crecer, con todos los problemas sociales asociados que conllevan– es radicalmente insostenible. Difícilmente se puede conseguir un planeta sostenible cuando la población urbana ha superado ya a la que vive en el medio rural (51 % contra 49 %). Pero para fijar la población en el medio rural es necesaria una agricultura en manos de pequeños agricultores y de verdaderas cooperativas campesinas, junto a la pequeña industria de transformación de los productos agropecuarios. Una agricultura ecológica, que demanda mano de obra abundante, conserva la biocenosis edafógena de los suelos, evita la contaminación ambiental permitiendo una alimentación sana y nutritiva. Es decir: el socialismo deberá entenderse como la búsqueda de un equilibrio social sin explotadores ni explotados (ni clases sociales, ni géneros dominantes, ni supremacías étnico-culturales) además de un real respecto por nuestra casa común: la naturaleza.

IV

Si el planeta común es de todos, a todos afecta su destrucción. No debe haber transculturización súbita sino desarrollo endógeno, solidario, sostenible. La globalización puede ser una buena noticia en la historia humana, pero dependiendo de cómo y para qué se haga. Si globalización es obligar a toda la humanidad a tomar Coca-Cola y a cambiar el modelo de teléfono celular cada año, eso es un disparate absoluto, injusto e irracional en términos de sobrevivencia. Luego de las primeras experiencias socialistas del pasado siglo, tomando sus gestas heroicas y todo lo bueno que de ellas continúa vigente como legado imperecedero, hoy día d e lo que se trata es de refundar una nueva conciencia socialista pensando en una nueva globalización, que obviamente no es la neoliberal en boga. Junto a la globalización de la multinacionales voraces se debe levantar la globalización de la solidaridad; junto a la globalización del hiper consumo irresponsable se debe proponer un proyecto de vida responsable con nuestro medio natural. La idea de “desarrollo sostenible” propuesta desde un marco capitalista –allá por 1987, en el documento “ Nuestro futuro común” elaborado por la entonces Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland– sin dudas marca un camino. Se definía allí como sostenible “aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”, noción que recoge la preocupación creciente entre los sectores de poder del mundo capitalista que ya veían el desastre ecológico a que estaba llevando el modelo consumista en curso. Retomando esa propuesta, y pensando en un enfoque socialista que supere la irracionalidad del mercado y la producción basada en el lucro, es preciso encarar ese “otro mundo posible” con la responsabilidad del caso.

Terminar con el consumismo no significa volver para atrás en la historia, desechar el confort que nos posibilitan las tecnologías modernas. Hoy día, mientras muere de hambre una persona cada siete segundos a escala planetaria, un tercio de la población estadounidense y un porcentaje creciente de la población europea es obesa, sabiéndose que una dieta mejor y más austera sería mejor solución para resolver ese problema (el de la obesidad) en vez de aumentar el gasto dedicado a investigar sobre el gen de la gordura como actualmente se hace (y que, seguramente, nunca se va a encontrar). Pero no obstante la locura en juego, de la que los sectores de poder son conscientes, en vez de cambiar hábitos de consumo se continúa con “más de lo mismo”. Ello evidencia, en definitiva, que el sistema tiene una fuerza determinante sobre las individualidades. Si la tónica es consumir, porque así lo manda el mercado o la clase dominante –“la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”–, mientras no haya cambio de sistema, difícilmente se pueda cambiar algo profundo en forma sostenible.

De todos modos, viendo el desastre en juego, en el seno mismo de la economía capitalista se han prendido señales de alarma. Ante una economía a todas luces enferma, se llegan a plantear opciones que, sin tocar la estructura de base, intentan paliativos. Surgió así, como decíamos, la idea de desarrollo sostenible, del que luego se sigue la noción de “crecimiento cero”, para llegar en la actualidad a la idea de “decrecimiento”. Según lo presenta con claridad Francisco Fernández Buey, “lo que los teóricos del decrecimiento [Serge Latouche, Vincent Cheynet, François Schneider, Paul Ariés, Mauro Bonaiuti] llaman economía sana o decrecimiento sostenible se basaría en el uso de energías renovables (solar, eólica y, en menor grado, biomasa o vegetal e hidráulica) y en una reducción drástica del actual consumo energético, de manera que la energía fósil que actualmente se utiliza quedaría reducida a usos de supervivencia o a usos médicos. Esto implicaría, entre otras cosas, la práctica desaparición del transporte aéreo [valga decir que el 94 % de los seres humanos no ha viajado nunca en avión] y de los vehículos con motor de explosión, que serían sustituidos por la marina a vela, la bicicleta, el tren y la tracción animal; el fin de las grandes superficies comerciales, que serían sustituidas por comercios de proximidad y por los mercados; el fin de los productos manufacturados baratos de importación, que serían sustituidos por objetos producidos localmente; el fin de los embalajes actuales, sustituidos por contenedores reutilizables; el fin de la agricultura intensiva, sustituida por la agricultura tradicional de los campesinos; y el paso a una alimentación mayormente vegetariana, que sustituiría a la alimentación cárnica. En términos generales todo esto representaría, en suma, un cambio radical de modelo económico, o sea, el paso a una economía que, en palabras de los teóricos del decrecimiento, seguiría siendo de mercado, pero controlada tanto por la política como por el consumidor” . Vemos así que, incluso sin salirse de un planteamiento económico capitalista, la magnitud de la catástrofe ecológica que se vive lleva a plantear soluciones en forma urgente. Es que los problemas acumulados por este modelo económico son tantos que, sin cambiar el mundo, sin cambiar la estructura social de base, sin modificar las relaciones de poder entre clases, ya comienza a haber conciencia que el camino que transita hoy la humanidad no conduce sino a problemas, quizá insolubles y catastróficos. ¿Será que las elites ya tienen preparada su nueva morada fuera de este invivible planeta? La ciencia ficción siempre queda superada por la realidad cruda y dura.

Pero no solo se trata de buscar paliativos para no intoxicarnos. Debemos apuntar a un cambio radical en la manera de llevar la vida, buscando justicia y buscando seguir sobreviviendo como especie. La progresiva falta de agua dulce, la degradación de los suelos, los químicos tóxicos que inundan el globo terráqueo, la desertificación, el calentamiento global, el adelgazamiento de la capa de ozono que ha aumentado un 1.000% la incidencia del cáncer de piel en estos últimos años, el efecto invernadero negativo, el derretimiento del permagel, la posibilidad de un descalabro universal a partir de la contaminación genética producto de los transgénicos o de una guerra nuclear total son todas consecuencias de un modelo depredador que no tiene sustentabilidad en el tiempo. ¿Cuánto más podrá resistirse esta devastación de los recursos naturales? Las sociedades agrarias llamadas “primitivas” (llamadas así por los ¿desarrollados? países industrializados), o inclusive las tribus del neolítico que aún se mantienen en la actualidad, son mucho más racionales en su equilibrio con el medio ambiente que el modelo industrialista consumidor de recursos no renovables que abrió el capitalismo. Si buscamos un nuevo mundo, una nueva ética, nuevos y superadores valores, la cultura del consumo debe ser abordada con tanta fuerza revolucionaria como las injusticias sociales.

Tener un planeta más sano significa tener una economía más sana. Y el capitalismo ya ha dado repetidas muestras de estar “enfermo” crónicamente, aunque se lo siga haciendo continuar con respiradores artificiales. Por lo tanto, no quedan más alternativas que ayudarlo a morir de una vez para hacer nacer algo nuevo y superador.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=214216&titular=econom%EDa-enferma-planeta-enfermo-

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Educación en el Bicentenario: un debate con Sonia Alesso de Ctera

Argentina/09 Julio 2016/Autor: Federico Puy/Fuente: La Izquierda Diario

La conmemoración del Bicentenario, abrió varios debates sobre el modelo pedagógico del macrismo, la herencia del Kirchnerismo y el rol de los trabajadores y sus sindicatos, ante el ajuste en curso.

La secretaria general, Sonia Alesso, del sindicato de docentes Ctera (Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina), escribió una editorial para la revista N° 27 “Canto Maestro. Miradas sobre el bicentenario de la independencia”, que publican desde la entidad gremial.

En la editorial Alesso remarca que “consideramos necesario (el debate) porque, así como a principios del Siglo XIX sobrevolaba en la patria naciente la idea de la restauración conservadora, hoy también en el aire de nuestra época hay claras señales que dejan al descubierto las intenciones de volver a someter a la Argentina a una situación de dependencia…”

La herencia no es siempre negativa

El gobierno de Cambiemos tiene donde apoyarse para las políticas que está desarrollando. El kirchnerismo enarboló, en su relato, la reversión de las problemáticas heredadas del neoliberalismo, como la implementación de las políticas del llamado “Consenso de Washington”, que avanzaron en un proceso de privatización de la educación. Lo cierto es que dejó “la puerta abierta para ir a jugar”.

El neoliberalismo valoró a la educación según lo que considera “resultados” en términos mercantiles y puso a los estudiantes como meros consumidores. A su vez, descentralizó las políticas administrativas de manera tal que cada provincia cuenta con un presupuesto propio, e impulsó la inversión en la educación privada. Como parte del mismo proceso, se centralizó lo pedagógico, sin respetar los múltiples elementos sociales, divergencias y heterogeneidad que encontramos los docentes en las escuelas.

En la actualidad este modelo educativo está en los planes del Macrismo. Para muestra basta el modelo de la Ciudad de Buenos Aires. Pero vale la pena preguntarnos ¿Cuántas de estas políticas, de la cual hoy el Macrismo se monta para hacerse fuerte, fueron cambiadas por el kirchnerismo y combativas por las conducciones sindicales que Sonia Alesso representa? Estos planes educativos neoliberales ¿Volvieron o nunca se fueron?

Uno de los pilares de la educación ligada al mercado, cuya estructura el kirchnerismo mantuvo intacto, fue la Ley Federal de Educación de los ‘90 con el desfinanciamiento de las provincias. La Ley de Transferencia de Servicios Educativos (LTSE) y la Ley Federal de Educación (junto a la Ley de Educación Superior) constituyeron el paquete de leyes heredadas del menemismo para adaptar las políticas educativas a los dictados del FMI y los organismos internacionales.

Actualmente el Estado aporta una suma mínima por provincia, lo que genera que el grueso de la inversión deba ser realizado por éstas, profundizando la desigualdad ya que las provincias patagónicas (Tierra del Fuego, Santa Cruz, Neuquén, Chubut, Río Negro y La Pampa) albergan apenas al 6 % de los alumnos del país, mientras el grupo de las más pobladas (provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza) reúne a casi el 70 % de los alumnos. Según datos publicados en la edición de febrero-marzo 2015 de Le Monde, los Estados provinciales invierten de conjunto el 31,5 % del gasto público en educación, y Nación el 5,3 % del PIB nacional.

Con la LEN (Ley de Educación Nacional) mantuvieron la centralización verticalista de los contenidos, sin espacios reales de democratización del sistema educativo para una transformación de abajo hacia arriba.

También podemos decir que a nivel presupuestario con un crecimiento a tasas chinas llegaron a cumplir con un con un 5,4 % del PBI, recién en los últimos años de gobierno. No se pudo finalizar con el plan de máxima de construcción de escuelas (se prometieron 2.671 y se hicieron 1.665) y solo por tomar un ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires, donde es obligatoria la sala de cuatro, la de cinco, toda la primaria y toda la secundaria, según el último censo oficial quedaron por fuera de los jardines (públicos y privados) 163.736 niños de 3 y 4 años.

¿No fueron suficiente 12 años de gobierno, con crecimiento a tasas chinas y vientos de cola en la economía, para revertir las principales problemáticas heredadas de los 90 de una educación neoliberal?

Una mirada sin perspectiva

Para finalizar la editorial, Alesso plantea que “Desde este espacio, pensamos que hoy la clase trabajadora se tiene que apropiar del festejo, de la conmemoración, y de los nuevos desafíos que significan hacer de la independencia una realidad concreta; pues, en manos de los empresarios gobernando, la independencia tal como la concebimos, corre un serio peligro.” Ningún llamado a organizarse y ni mención a resistir contra el ajuste.

Una mirada crítica debería re pensarse sobre los escándalos de la obra pública, donde están todos implicados como los José López y los Nicolás Caputo. ¿Qué hacía la dirigente mientras José López se robaba el dinero de las obras públicas, plata con la que se podía haber construido miles y miles de escuelas? ¿Sabe acaso que con el dinero lanzado al convento podrían haber comido 3 millones de niños? Estamos ante un nuevo favor del Frente para la Victoria a Cambiemos, así como el voto en el Senado para la entrega a los buitres (que Alesso crítica del Macrismo pero nada dice de sus cómplices como Bossio y Pichetto).

Pero no será la dirigente de Ctera quien desentrañe este lío ya que ni siquiera la jefa política, Cristina de Kirchner, habló de estas “problemáticas” en su entrevista con Roberto Navarro en C5N.

Con los escándalos políticos y una mirada de CFK hacia la interna del Partido Justicialista, la primer idea que encantó rápidamente a Alesso, Baradel y Yasky, que fue el Frente Ciudadano, estaría completamente en retroceso. La huída del Movimiento Evita (integrante de la lista Celeste de Sonia Alesso) despavoridos hacia el PJ, otro síntoma. Mientras tanto, la conducción de Ctera no pasó la prueba en esta nueva etapa, con los conflictos de Santa Cruz y Tierra del Fuego, solo porra resguardar a sus futuros candidatos políticos.

Pero basta recordar que todas las políticas educativas neoliberales, se rechazaron en las calles y con resistencia. Y en este último tiempo con un avance de estas políticas que atacan a la educación, somos los docentes los que protagonizamos grandes luchas por nuestras demandas y en defensa de la educación pública.

A 200 años de la firma de la Declaración de la Independencia, con grandes gestas heroicas como el Cordobazo, sabemos que la resistencia está en las calles. Para enfrentar estas políticas no podemos esperar a las elecciones ni marchas Federales. La experiencia histórica tiene que servirnos a los docentes para sacar conclusiones y evitar repetir la misma historia.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/Educacion-en-el-Bicentenario-un-debate-con-Sonia-Alesso-de-Ctera

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La ineficiencia neoliberal

Alfredo Serrano Mancilla

La crítica más común al capitalismo viene casi siempre por la falta de justicia en su forma de repartir. El capitalismo parte de una premisa esencial: la concentración es la base para su patrón de acumulación. Actualmente, son 147 corporaciones las que controlan el 40% de la economía mundial según el estudio “La Red de Control Corporativo Global” (The Network of Global Corporate Control), publicado en la revista científica PlosOne.

Estas “súper entidades”, como así las denominan en el informe, son conglomerados que abarcan diferentes dimensiones del universo económico global (financiero, comercial, productivo, etc.) llegando a controlar hasta el 80% de las cadenas globales de valor. El 1% de la población mundial posee tanto dinero líquido o invertido como el 99% restante de la población mundial. 

Esta concentración es más avanzada de la que existiera en el siglo pasado. El neoliberalismo, basado en una economía financiarizada globalmente y fragmentada geográficamente en lo productivo, es el gran responsable de esta involución desigual. Sin embargo, el capitalismo neoliberal jamás presumió de ser justo. De lo que sí lo hace es de ser más eficaz que cualquier otro sistema económico. Sin embargo, sobre su eficiencia hay más de mito que de verdad. Veamos que pasó en el último año.

En el 2015, las empresas estadounidenses obtuvieron beneficios récord por un valor de más de 1,6 mil millones de dólares; de los cuales solo invirtieron el 31%. Dicho de otra forma: de cada 10 dólares que obtuvieron como ganancia, sólo se inviertieron 3, y los 7 restantes se acumularon en forma de patrimonio improductivo, ocioso, alejado de la economía real. 

Esos 7 dólares se quedaron descansando sin ganas de producir. Grandes ollas de dinero no destinadas a ninguna actividad económica. Una hucha cada vez más grande pero cada vez más ineficiente. Una suerte de abundancia inútil.

El actual capitalismo no es eficiente ni siquiera bajo sus propios criterios económicos. Acumula sin reinvertir. Pero además tampoco le gusta la competencia. Todo lo contrario. Cada vez más, existen gigantes corporaciones con alto poder de mercado impidiendo un verdadero grado de competencia.

Las barreras de entrada son múltiples (la tasa de creación de pequeña empresa en Estados Unidos está cerca de su nivel más bajo desde los años 70). Se dispone de mecanismos de expulsión de las pequeñas y medianas empresas en la mayoría de los sectores de mayor generación de valor agregado. 

Estamos en la era de las megafusiones entre corporaciones de alcance global. En 2015, las grandes empresas del mundo dedicaron 4,7 billones de dólares para comprarse entre ellas y crear conglomerados todavía más grandes (cifra récord en la historia mundial; un incremento de 42% frente al año anterior). Abusando de los eufemismos, a eso es lo que le llaman ser más competitivos. Lo que sucede realmente es que son más grandes porque se comen a las más chicas.

El capitalismo neoliberal no sabe cómo aumentar su tasa de productividad global. No sabe cómo afrontar una significativa parálisis de innovación tecnológica. No se generan nuevas fuentes de riqueza, ni de crecimiento económico. Así lo sostiene la tesis de “estancamiento secular” de Lawrence Summers (ex secretario de Tesoro de los Estados Unidos), que no ve ninguna manera de que la economía pueda reactivarse si no es través de burbujas especulativas. 

La economía de la deuda también se ha impuesto de manera ineficaz. Es un peso muerto que actúa como freno para crear riqueza. Los deudores ordenan el sistema económico solo para satisfacer a los acreedores, con tasas de interés usureras. La política monetaria lanza “billetes” en helicóptero para sanear cuentas de la banca privada, pero no a favor de inversiones productivas. 

Ni siquiera la última compra de deudas del Banco Central Europeo destinada a empresas no financieras servirá para reactivar la economía real porque solo pretende sanear balances contables intoxicados. La política fiscal restrictiva, recortadora de inversión pública, derechos sociales y empleo, también es clave en impedir que la demanda efectiva se recupere. El empobrecimiento salarial tampoco reactiva el consumo privado.

En un reciente artículo en The Economist, “Too much of a good thing” (Demasiado bueno), se señala que los altos beneficios pueden ser un signo de enfermedad debido a que cada vez existen más empresas expertas en extraer riqueza que en crearla, como sucede en los mercados monopólicos u oligopólicos. 

Anteponen la recompra-reventa a las inversiones productivas. El capitalismo prefiere trabajar lo mínimo para ganar lo máximo. Puede que esta dinámica sea considerada como eficiente desde la perspectiva de la maximización del beneficio de unos pocos privilegiados. Pero lo que no se puede afirmar es que sea eficiente en lo económico. Es ineficiente ambientalmente; es inútil para mantener una demanda estable; es infructuoso para crear empleo con salarios dignos; ineficaz para aumentar sostenidamente la productividad. La ineficiencia neoliberal es responsable de la actual adormecida economía real. Y además empobrece a las mayorías.

Fuente del articulo: http://actualidad.rt.com/opinion/alfredo-serrano-mancilla/210170-ineficiencia-neoliberal

Fuente de la imagen: http://www.correodelorinoco.gob.ve/wp-content/uploads/2016/06/Neoliberal.jpeg

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Banco Mundial: Repensar la educación puede ayudar a reformular el futuro

Noticia / 05 de junio de 2016 / Por: Banco Mundial

 

¿Cómo pueden las economías emergentes reducir la pobreza si muchos de sus jóvenes ingresan al mercado laboral sin las habilidades que necesitan para tener éxito? La Corporación Financiera Internacional (IFC) está trabajando para reducir esta brecha crucial.

Más de 61 millones de niños de las naciones en desarrollo no reciben ningún tipo de educación, y más de la mitad de ellos son niñas. En algunos países, hasta la mitad de los estudiantes que ha asistido a la escuela primaria no puede leer una oración, y un tercio no puede hacer operaciones matemáticas básicas. Los modelos de educación tradicionales no están proporcionando a estos alumnos el acceso a educación de alta calidad que necesitan para poder ingresar mejor preparados a la fuerza laboral.

IFC considera que la enseñanza privada puede contribuir de manera significativa en los mercados emergentes, al complementar los esfuerzos de los Gobiernos por proporcionar educación a los pobres. En poco más de una década, la Corporación ha invertido más de US$700 millones en 94 proyectos en 35 países destinados a la educación de los niños y la creación de oportunidades para los profesionales jóvenes. Estas iniciativas apoyan a cerca de 1 millón de estudiantes al año y dan empleo a unas 50 000 personas. Aproximadamente, el 37 % de estos proyectos se desarrollan en los países más pobres del mundo. 

La tecnología puede mejorar la educación primaria

Consideremos, por ejemplo, a Diana, una alumna primaria de Nairobi en Kenya. En su escuela anterior, los maestros estaban ausentes de las clases cerca de un tercio de las veces. Y cuando estaban presentes, enseñaban solo un promedio de tres horas y media por día. “Los profesores… no enseñaban todas las materias”, cuenta Diana. “Rara vez calificaban mis tareas”.

Hoy en día, ella es monitora de sexto grado en la Academia Internacional Bridge, (i) un establecimiento privado de educación primaria de alta calidad para niños de familias pobres. Los derechos de matrícula de la escuela son mínimos y promedian unos US$7 al mes. Aquí se usa un modelo innovador para garantizar que los estudiantes reciban todas las horas de clase. Los maestros utilizan tabletas (computadoras portátiles) para presentar las lecciones preparadas por un equipo de primera línea. A través de estos mismos aparatos se hace un seguimiento de su uso por parte de los profesores y de cuando estos completan las lecciones e ingresan las calificaciones. Además, las tabletas se emplean para ofrecer orientación profesional a los maestros.

Bridge tiene como objetivo matricular 10 millones de niños antes de fines de 2025 y Diana es uno de ellos. Gracias en parte a una inversión de US$10 millones de IFC durante este año, la Academia podrá ampliar sus actividades a otros países en desarrollo, aumentando la calidad de la educación, asegurando que los profesores estén plenamente comprometidos con sus tareas educativas y manteniendo a más pequeños en la escuela.

Vincular la educación con el empleo

En la educación superior, las clases están a menudo desconectadas de las necesidades que tienen los empleadores. Este déficit es especialmente grave en Oriente Medio y Norte de África, donde más del 25 % de los jóvenes está desempleado, a un costo económico estimado de hasta US$50 000 millones. El presidente interino de Túnez, Moncef Marzouki, ha descrito incluso las universidades de su país (i) como “fábricas para capacitar a personas sin trabajo”.

Desde 2012, IFC ha colaborado en la iniciativa “E4E” (Educación para el Empleo), (i) que reúne a asociados públicos y privados de la región con el fin de desarrollar un sector educativo más orientado hacia el mercado de trabajo. El objetivo es mejorar la educación postsecundaria y la formación profesional, para que las escuelas puedan abastecer de trabajadores mejor capacitados a industrias clave como el turismo, la salud y la construcción.

 

Fuente: http://www.bancomundial.org/es/news/feature/2014/04/15/rethinking-education-can-reshape-the-future

Foto: http://www.bancomundial.org/content/dam/Worldbank/ifc-education.jpg

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«La gran transformación» un libro imprescindible para entender el liberalismo económico

LaHaine/28 de abril de 2016/Por: Editorial Virus

Virus publica la obra de referencia de Karl Polanyi sobre la historia del capitalismo y los fascismos de los años 30 del siglo XX

«En todos los países importantes de Europa […], redujeron los servicios sociales e intentaron romper la resistencia de los sindicatos mediante el ajuste salarial. Invariablemente, la moneda estaba amenazada y, con la misma regularidad, se atribuía la responsabilidad de ello a los salarios demasiado elevados y a los presupuestos desequilibrados»

Esta descripción, aplicable a la crisis sistémica con la que se abre nuestro siglo XXI, se refiere a las décadas de 1920 y 1930, en vísperas de la expansión nazi y fascista que asolaría Europa. En este clásico de la historia antropológica, económica y política, Karl Polanyi considera la emergencia del fascismo como un momento autoritario del «capitalismo liberal para llevar a cabo una reforma de la economía de mercado, realizada al precio de la extirpación de todas las instituciones democráticas».

La gran transformación relata la paulatina expansión e imposición de la utopía del libre mercado que, desde finales del siglo XVIII, mercantilizó figuras como el trabajo —el esfuerzo de las personas—, la tierra —la naturaleza— y el dinero, hasta entonces no sometidas a la ley de la oferta y la demanda. Para Polanyi, en la sociedad de mercado, la principal misión del Estado es mercantilizar el máximo de ámbitos de la vida y la naturaleza para alimentar el mercado.

Una lectura imprescindible para entender los endiablados mecanismos del absolutismo económico que caracterizan el tiempo y el sistema en que habitamos.

Karl Polanyi (1886-1964) es un referente imprescindible de la crítica del orden liberal. Militante en su juventud del independentismo húngaro, participó en la Primera Guerra Mundial, se exilió a Viena en 1923 tras la declaración de la República Soviética de Hungría (1919), y en 1933 a Londres forzado por el ascenso del nazismo en Austria. Profesor de la Universidad de Columbia desde 1947, se vio obligado a vivir en Canadá por el veto de las autoridades estadounidenses a su compañera, Ilona Duczynska. La intensa labor intelectual de Polanyi se reflejó sobre todo, en dos libros: La gran transformación y El sustento del hombre (Capitán Swing, 2011), que cuestionan los fundamentos de la ortodoxia económica liberal y de algunos aspectos de la economía política marxista.

Fuente: http://www.lahaine.org/mm_ss_est_esp.php/quot-la-gran-transformacion-quot

pdf del prólogo y la introducción

Más información: viruseditorial | facebook.com/viruseditorial | @viruseditorial

 

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