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Tecnología, economía y sociedad

Por: Alfons Barceló

En su versión primigenia el siguiente escrito fue redactado en catalán a demanda de Antoni Hernández-Fernández, para que sirviera como Presentación de una selección de textos de Mario Bunge relativos al asunto Filosofía y tecnología, textos que estaba acabando de traducir y pensaba publicar pocos meses más tarde.

De hecho, había ido perfilando este proyecto a lo largo del año 2018, con la vista puesta en que coincidiera la publicación de este libro con la pronta celebración del “cumpleaños feliz” dedicado al maestro Bunge, en su primer siglo de existencia terrenal (nació el 21 de septiembre de 1919).

El objetivo principal era sencillamente materializar este homenaje del Centenario con una aportación valiosa y duradera en catalán orientada a examinar uno de los pilares más sólidos del mundo moderno. O sea, una selección de ensayos en sintonía con los tiempos (por la temática) y de cosecha reciente y novedosa (en cuanto a terrenos explorados por nuestro autor en los últimos lustros). Pues bien, el coordinador del homenaje no sólo asumió la puesta a punto y edición de esta antología, sino que logró además el apoyo de entidades señeras de la cultura catalana en pro de este género de iniciativas. A saber, y en concreto, la Universitat Politècnica de Catalunya y el Institut d’Estudis Catalans (sobre todo a través de su filial, la Societat Catalana de Tecnologia). El final de la primera etapa de ese trayecto fue celebrado con la presentación oficial de dicho libro el 3 de octubre de 2019, en Barcelona, en la sede del Institut d’Estudis Catalans.

Un último detalle, intrascendente y tal vez innecesario. La presente versión en castellano de este Prólogo ha sido realizada por mí mismo, en formato de traducción libre, con leves retoques y sin complejos, dadas las metas y circunstancias, durante el mes de septiembre de 2019.

Alfons Barceló

***

El hombre pensante

He aquí una obra que puede marcar un jalón en el modesto y complejo territorio de la cultura catalana. No le faltan merecimientos para cumplir tan ambicioso objetivo. En síntesis, tenemos aquí una recopilación de trabajos originales y luminosos de un autor gigantesco sobre una problemática notable: las gracias y desgracias de la tecnología. Un asunto de primera magnitud tanto para hoy como para nuestro futuro. Por supuesto, no hace falta hacer hincapié en que nuestra vida cotidiana está envuelta y condicionada por objetos y servicios buena parte de los cuales han sido producidos y distribuidos con el auxilio de una abundante tecnología. Tampoco es preciso subrayar que los artefactos que de ella han ido emanando se proyectan por doquier y experimentan una expansión inacabable en casi todos los dominios. El asunto, en suma, merece ser examinado con atención y desde diversos ángulos. Pues bien, de esos menesteres se ha venido ocupando de refilón Mario Bunge desde hace décadas, con mente despejada, mirada de aguilucho e inmenso cúmulo de conocimientos científicos.

Pero, ante todo, una escueta presentación de nuestro autor. Mario Bunge (Buenos Aires, 1919) ha sido uno de los filósofos más creativos y curiosos de nuestra época. Uno de los grandes pensadores contemporáneos, sin rival en lo que se refiere a laboriosidad y amplitud de los campos que ha ido roturando sin hacer mutis por el foro. No sólo por la inmensa temática abordada (más de un centenar de libros que son vivo testimonio de una ambición filosófica un tanto desmesurada, siempre dispuesto a examinar las ramas —viejas o nuevas— del árbol de las ciencias naturales y sociales), sino también por el carácter sistemático y riguroso de esta producción, que no deja herencias intelectuales sin revisar, ni tesis consagradas sin someter a juicio y escrutinio. Y por otra parte me atrevo a pronosticar que el legado intelectual de Bunge tiene futuro: no envejecerá en seguida, sino que continuará estimulando a librepensadores de todas las tendencias durante mucho tiempo. Conviene señalar, no obstante, que don Mario no goza de admiración unánime, sino que también es objeto de antipatía en ciertos medios donde no se ve con buenos ojos su talante crítico contra idealismos, subjetivismos e irracionalismos, ni su beligerancia de intelectual bien informado, moderadamente escéptico y radicalmente cientificista contra aquellos discursos trufados de ocurrencias poco fundadas o de oscuras logomaquias.

Procede advertir, por lo demás, que las aportaciones intelectuales de Bunge no tienen como destinatarios principales a expertos o especialistas en filosofía (sean profesores o simples graduados en esta materia). Sin caer en banalidades ni retóricas, lo cierto es que ha procurado exponer con rigor y claridad sus reflexiones metafísicas y críticas, con la intención de transmitir sus planteamientos filosóficos a las inmensas minorías, al mismo tiempo que sostenía valores éticos y solidarios, con humanismo y racionalidad. Como hecho un pelín anecdótico, pero bien significativo, conviene anotar que no sólo ha despotricado contra el lenguaje críptico y los planteamientos oscuros cuando no insondables, sino que siempre procuró echar un vistazo colateral a los problemas sociales de relieve, tanto materiales como éticos, ya fueran de carácter estratégico o cotidiano. Vale destacar, a ese respecto, que rondando los 90 años se aventuró en un viaje exploratorio por los andurriales de la “filosofía política” (con un libro de 600 páginas, de las que cuarenta estaban dedicadas a referencias bibliográficas), a la vez que tomaba partido y defendía como objetivo (ideal, pero no imposible) una democracia integral, sustentada sobre un régimen económico basado en un mar de cooperativas de producción y distribución de bienes y servicios, al tiempo que sostenía que la diana de dicho régimen debía centrarse en la satisfacción de las necesidades y deseos legítimos de las personas y de sus agentes o representantes.

El periplo ha sido largo. Tras doctorarse en Ciencias Fisicomatemáticas por la Universidad Nacional de La Plata, fue durante un tiempo profesor tanto de Física Teórica como de Filosofía. Luego, tras diversos avatares, y hasta su jubilación, fue catedrático de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill en Montreal. O sea que, tras doctorarse en física (cuántica), orientó sus estudios hacia la exploración de la investigación científica en todas sus vertientes. Asumió y sostuvo, como grandes pilares y quintaesencia del método científico, la racionalidad, la objetividad y la sistematicidad. En general y en cualquier caso, defendió combinar la visión ideal que combinaba análisis con síntesis, todo adobado con buenas dosis de escepticismo moderado, dado que —como ha recordado a menudo— todo es falible y perfectible. Y, por añadidura, siempre estuvo dispuesto a subrayar que jamás se llega a un estadio genuinamente terminal, puesto que el conocimiento no tiene límites.

En resolución, merced al combinado de una inagotable curiosidad y una vida centenaria, Bunge se ha ocupado de estudiar los variados trayectos y los frutos de un gran abanico de exploraciones científicas de todo tipo, atendiendo no sólo a los resultados más o menos asentados, sino también a los procesos de la formación y consolidación de las diversas disciplinas, con sus logros y sus fracasos. Y, sobre todo ha subrayado el papel de diversos referentes, como el juego entre preguntas y problemas, la emergencia de hipótesis, la valoración de observaciones, el diseño de pruebas y experimentos, la exploración de los confines y campos vecinos, la busqueda de pruebas e indicios colaterales, todo ello y más formando la sustancia esencial de un método científico, sometido de continuo a revisión crítica y acompañado de una caja de herramientas auxiliares en expansión y revisión permanente. Esas exploraciones le han servido para hacer balance de las estrategias de la investigación científica y de la modificación (paulatina o veloz, según las etapas históricas) de las cosmovisiones dominantes. Llegó así a una síntesis exigente y a la vez abierta, en la que se aceptaban todas las pruebas e indicios razonables, así como la pluralidad de métodos y enfoques, aunque exigiendo respeto por aquellos irrenunciables principios constitutivos señalados más arriba, así como atención a las interacciones entre los diversos planos, enfoques e ideales (o de los grandes conglomerados reales o mentales: ciencias, técnicas, colectividades humanas, tradiciones culturales, sistema de valores).

A modo de resumen, he aquí los seis pilares que reconocía como basamento estructural de su largo periplo: *materialismo emergentista; *realismo científico; *rigor, exactitud, precisión; *sistemismo; *dinamicismo, historicismo; *humanismo. (Bunge, 2009, 33). Y un año más tarde (en Matter and Mind, pXI) sintetizaba así su opinión general sobre las principales áreas del gran territorio de la filosofía: “Creo que una filosofía sin ontología es una filosofia invertebrada; sin semántica es una filosofía confusa; sin gnoseología es acéfala; sin ética es sorda, paralítica sin filosofía social y obsoleta si no goza del respaldo de la ciencia; y no es filosofia en absoluto si carece de todo lo anterior” (Bunge, Materia y mente, p. 16).

En suma, y añadiendo unas pinceladas coloristas, podemos afirmar que Mario Bunge es un pensador original y un filósofo eminente de primera categoría; un intelectual revisionista modélico, si bien poco diplomático; un hombre sabio y humanista, aficionado a añadir algún toque de humor cuando se tercia; un ciudadano cosmopolita cooperador y solidario, a la vez que defensor de todas las causas que considera justas y cívicamente merecedoras de apoyo.

Un mundo en ebullición

La humanidad vive, hoy por hoy, en el planeta Tierra, y sobrevive, en última instancia, merced a la energía solar y al aprovechamiento de gran cantidad de recursos naturales sobre los que practica un dominio colosal. Pero en tiempos lejanos las cosas no habían funcionado así. Durante muchos siglos la gran mayoría de recursos se iban reponiendo de foma espontánea, y casi todos los residuos se reincorporaban al medio ambiente sin alterar de forma significativa los ciclos naturales. Sin embargo, primero con el dominio del fuego, después con las secuelas de la revolución neolítica, más tarde —en simbiosis con la revolución industrial— merced al uso desbocado de minerales energéticos, y finalmente con la generación creciente de desechos y residuos de todas clases, aquel panorama beatífico quedó sustancialmente modificado. En síntesis, la comunidad humana terrenal es hoy una pieza esencial de un único supersistema global que está alterando el ambiente secular del planeta, sin que asomen en el horizonte proyectos creíbles de corrección del rumbo, a pesar de las amenazas que tales cambios inducen sobre el buen andar de los ecosistemas globales y locales de la biosfera terrestre.

Verdad es que, a escala cósmica, el modo en que la humanidad se ha adueñado del planeta Tierra durante los últimos siglos (un lapso insignificante de acuerdo con las escalas temporales estándar de la geología) constituye una singularidad curiosa y seguramente con poco futuro (sobre todo en comparación con el exitazo de los 300 millones de años que duró la era de los trilobites). En cualquier caso lo cierto es que desde hace unas cuantas generaciones las diversas comunidades humanas —combinando variadísimas modalidades de cooperación y conflicto, y la subsiguiente emergencia de determinadas propiedades sistémicas bien complejas— han ido transformando y colonizando en beneficio particular (y por lo común de manera muy poco igualitaria) las áreas y regiones que iban ocupando, y sometiéndolas a los intereses de los mandamases o de las clases hegemónicas de cada formación social. Pues bien, cada vez resulta más obvio que no se puede continuar por esa ruta, y que pronto será ineludible tomar medidas a escala mundial. Esto es, las nuevas circunstancias ambientales harán patentes los límites de las fronteras políticas hoy dominantes, y se impondrá la necesidad de remozar a fondo la arquitectura política de la actual “economía mundo” (estructura que resulta hoy periclitada y claramente inviable), es decir, un supersistema federal con unas fronteras y soberanías reconocidas por la legalidad internacional, pero sometidas de hecho a importantes límites y servidumbres, “por el bien del imperio” (o de alguna de las unidades imperiales supervivientes, estén en fase de auge o de declive).

Bunge ha explicado muy bien (y repetido a menudo) que los sistemas sociales son cosas concretas y no entes de razón ni tipos ideales de carácter platónico. Por descontado, siempre conviene tener presente la máxima que afirma “La palabra ‘perro’ no muerde y el concepto de “perro” ni muerde ni come ni ladra”. En resumidas cuentas, una sociedad no es un mero conglomerado de individuos, como se ha sostenido desde un enfoque de individualismo metodológico doctrinario, sino una retícula de personas y artefactos, con nódulos, conexiones varias y un envoltorio natural. Es decir, un sistema estructurado que se reproduce con estabilidad y mutaciones y cambios y algún eventual colapso. Y resulta patente que esos sistemas no son ni entidades simples ni inmutables: a lo largo de sus trayectorias temporales van emanando de ellos propiedades emergentes, al tiempo que se suelen poder distinguir diferentes planos (o facetas o niveles), con algún grado de autonomía. No es ahora el momento de adentrarse en estos asuntos, pero nunca hay que olvidar que las estrellas pueden ser enormes, pero no pueden pensar ni amar. Sea como fuere, y en este sentido, parece oportuno hacer hincapié en que es aconsejable evitar los disparates ontológicos. Con ejemplos: la clase obrera no piensa, porque no tiene cerebro; el capitalismo no es malvado, porque no es un sujeto moral, los mercados no aprenden ni enseñan porque no tienen memoria ni inteligencia; la naturaleza no es sabia ni aborrece el vacío; ni la Tierra ni ningún planeta gozan de buena salud ni pueden estar enfermos. Por supuesto no siempre son torpes o estúpidas las metáforas de esta calaña. Cierto: a veces pueden ayudar a percibir problemas o sensibilizar sobre asuntos serios. Pero no son compañeros de viaje recomendables, con los que uno puede arrejuntarse sin adoptar ciertas cautelas.

En cualquier caso, y en sintonía con las reflexiones de Bunge, me parece una buena hipótesis de trabajo postular que todo sistema social se puede analizar considerando de entrada que está formado por cuatro subsistemas: biológico, económico, político y cultural. A eso hay que añadir, obviamente, que todo sistema tiene un entorno que lo envuelve y del cual obtiene recursos y sobre el cual excreta sus residuos y desechos. Cierto que hoy parece que se ha alcanzado un consenso prácticamente unánime respecto a que estamos a las puertas de una fase crítica de este colosal proceso de modificación del ambiente y los paisajes. Y al mismo tiempo conviene recordar que jamás la población humana había tenido a su alcance tanta cantidad de recursos y artefactos, a punto para planear un mejor entorno para las generaciones venideras. Pues bien, detrás de todo eso se halla agazapado un aspecto esencial, a saber, ¿cómo se rige la distribución de la renta nacional o producto social neto? El meollo de la cuestión estriba en conocer y comprender qué parte reciben los trabajadores (asalariados o no) del producto neto que van generando con sus manos y su cerebro (vía salarios, honorarios, donaciones, jubilaciones, prestaciones sociales, servicios educativos y sanitarios, bienes públicos, …) y quién se apropia del resto (y por qué vías). En definitiva, un asunto clave estriba en averiguar cómo se materializa y entre quiénes se reparte el excedente económico y social, año tras año.

Sociedades y tecnologías

En definitiva, si se quiere entender cómo funcionan las comunidades humanas, o sea, cuál es su estructura y cómo se orienta su trayectoria, hará falta estudiar las propiedades de sus componentes esenciales, esto es los determinantes físicos, biológicos y sociales que rigen las modalidades de interacción de los seres humanos entre sí, junto con la coevolución con el ambiente que les rodea. Sin duda, todo va cambiando y envejeciendo de manera que será obligado promover mecanismos que vayan remozando y reajustando las diversas piezas del sistema, salvo para aquellas que merecen ser rechazadas sin remilgos. Desde luego, resulta obvio que desde hace unas pocas generaciones las sociedades humanas más desarrolladas han ido modificando los entornos (propios y ajenos) en beneficio particular (sobre todo, en favor de los grupos o estratos sociales dominantes, conviene no olvidarlo).

Pues bien, opino que una buena manera de bosquejar el perfil básico de cualquier sistema económico consiste en imaginarlo como un cúmulo de procesos reproductivos interconectados que generan un excedente período tras período, evidentemente con diferentes grados de estabilidad y de cambios para cada proceso singular. Para acercarnos algo más al plano de la realidad observable: podemos distinguir varios bloques de elementos a considerar, a saber, un substrato de espacios y recursos naturales juntamente con un enorme abanico de artefactos (edificios, maquinaria, fuentes energéticas) que coadyuvan a la manipulación, transporte y transformación de objetos de trabajo, todo ello sometido a la actividad de colectivos de trabajadores que operan con estos artefactos y con los objetos de trabajo a fin de conseguir objetos útiles, bien sean como productos finales o bienes intermediarios de todas clases. Así pues, de forma sintética, todo ciclo económico estándar combina recursos naturales, medios de producción y fuerza de trabajo.

Desde luego es evidente que la revolución industrial y sus secuelas no han asegurado el pan y la paz para todos, pero también resulta patente que se han producido sensacionales mejoras en el confort y en el nivel de vida material de amplios sectores de las poblaciones humanas (e incluso para buen número de sus animalitos de compañía). Asimismo cabe reconocer que las cosas tampoco han ido del todo mal en lo que se refiere a las coexistencia de las aspiraciones democráticas y autonómicas de las personas civilizadas. Bien es verdad que para condensar en un balance global todas las partidas habría que considerar también un gran número de situaciones obscenas (como la marginación y sojuzgamiento de las mujeres, indigencia de millones de personas, vulneración de derechos humanos esenciales) hasta aspectos colaterales extremadamente perversos, como el imperialismo, las guerras y el terrorismo de estado, la explotación, la opresión, el desperdicio de recursos materiales y de fuerza de trabjo, la degeneración de muchos sistemas judiciales, el auge del parasitismo y el engaño (desde la hipocresía y la falsedad en la política, hasta los fraudes económicos descomunales o la publicidad engañosa), así como la erosión de buenos valores ancestrales como la confianza, la lealtad y la solidaridad.

Un futuro extraño y confuso

Con todo y con eso no cabe duda que nuestra especie jamás había gozado de tal abundancia de recursos y artefactos con vistas a programar un medio mejor para las nuevas generaciones. Pero la tarea no se presenta nada fácil. Por diversos motivos. En primer lugar, por la falta de consenso político en los principales niveles de intervención: tanto en el plano estatal (debido a las rivalidades y conflictos interclasistas), como en el plano del concierto de las naciones. Y aquí, tanto si el campo de confrontación y de eventuales acuerdos fuese la ONU (que es más bien una confederación de Estados con pesos políticos indefendibles en términos racionales), como si se plantea sobre la base de bloques regionales de carácter específico y singular (por ejemplo: geopolítico, económico, militar, ideológico). El corolario es que tenemos un “concierto” con demasiada improvisación, poco debate riguroso y muchos intereses más bien repelentes (de cariz burocrático, o muy miopes, o sesgados en favor de los Estados imperiales, de las clases privilegiadas o de de los grandes grupos de presión económicos, culturales o militares).

En fin de cuenta, pues, muchas naciones desafinan, mientras que otras ejercen un protagonismo en consonancia con la ley del más fuerte, o amparados en reglamentos hechos a su medida y todavía vigentes, a pesar de estar caducados en términos racionales. Por otro lado hay que hacer hincapié en que las fórmulas para enfrentarse a los retos sistémicos graves pueden ser de muy difícil diseño y articulación, a la vez que pueden resultar aparcadas a medio camino, o quedar muy lejos de las soluciones óptimas (las cuales a menudo son difíciles de detectar o quizás sólo resultan bien visibles a posteriori). Pero no es mala cosa proponer una lista indicativa de algunos retos sistémicos enormes, como el cambio climático, la contaminación, la pobreza, las migraciones, la salud básica, los conflictos armados, la escolarización elemental para todos, las redes de protección contras grandes desastres (naturales o no), la protección de los derechos humanos consagrados o la justicia universal contra la macrocorrupción y los crímenes de lesa humanidad.

En definitiva, sin embargo, no parece muy complicado ponerse de acuerdo, al menos en términos especulativos, sobre determinados objetivos estratégicos fundamentales, como los indicados sintéticamente como “paz y bien”, “felicidad”, “bienestar y buena vida”, “prosperidad sostenible” o ideas similares. El maestro Bunge desarrolló todo un tratado de ética en el que adoptaba como núcleo fundamental o pilar básico el principio “Goza de la vida y ayuda a vivir a los demás”. En un plano más tradicional y clásico se puede subrayar que si bien conservan su validez y atractivo los grandes lemas de la revolución francesa (Libertad, Igualdad, Fraternidad), convendría añadir al menos algunas referencias más “modernas” como la eficiencia y la sostenibilidad ambiental.

Economía y tecnología

De todos modos conviene desconfiar un tanto de las recetas demasiado ambiciosas. A mí me place sobremanera la máxima “Más ciencia y más democracia”, como principio estratégico de validez presuntamente universal. Pero reconozco que es muy dudosa su capacidad movilizadora, dado que en mi opinión tiene escaso gancho como consigna adecuada para enardecer a multitudes.

Sin pretender acertar, me atrevería a sugerir descender a un terreno más a ras de suelo. Quizá bajando de las alturas podríamos ir a parar a dos campos de cultivo esenciales y no tan etéreos: por ejemplo, economía y/o tecnologia. Desde luego, al hablar de “economía” me refiero a una disciplina ideal con buena fundamentación conceptual y empírica, capaz de exhibir algunos resultados positivos (como tendencias y leyes verificadas), a la vez que atenta a los problemas ecológicos y antropológicos de las personas en sociedad, a los aspectos institucionales y a los sistemas de valores de cada una de las diversas comunidades que han existido a lo largo de la historia.

Conviene puntualizar, no obstante, que este proyecto de una economía inclusiva (o de una economía política actualizada) no sólo está hoy por hoy en mantillas, sino que en realidad está lejos de lo que todavía se enseña en los primeros cursos de la gran mayoría de facultades de economía. En efecto la enseñanza estándar de los “principios de economía” constituye una mezcolanza pasteurizada de ciencia, tecnologia e ideología individualista y librecambista. Más grave aún es que casi no interactúa con las disciplinas vecinas (psicología, antropología, sociología, historia económica y social, tecnología, ecología, politología), a la vez que maneja categorías deficientes o poco exploradas o tratadas escolásticamente (por ejemplo, valor económico, utilidad, mercado, inversión, capital, beneficios, producción, cambio técnico, crecimiento, consumo, expectativas, probabilidades, son conceptos que se caracterizan, en general, de forma difusa, cuando no se definen o manejan falaciosamente). Aprovecho la ocasión para denunciar asimismo la pseudoexactitud de la mayoría de las variables económicas que se presentan en sociedad. A menudo se da por sobreentendido que se trata de “mediciones” refinadas y hasta se emperifollan con cifras de 3 y más digitos aparentemente significativos, cuando en realidad se trata de datos recogidos y cocinados a partir de observaciones poco fiables y sobre la base de medidas e indicadores más bien imaginativos, cuando no ilusorios.

Algún lector ingenuo puede sospechar que exagero. Seguramente hay una pizca de retórica en este escueto memorial de críticas: cierto que no para todas las quejas citadas se pueden aducir indicios y pruebas resolutivas. Pero al menos insistiré en dos casos bien claros y contundentes, aceptados por representantes de todas las escuelas o corrientes de opinión académicamente respetables. Así, por ejemplo, aunque está demostrado que el concepto de “capital agregado” (como magnitud objetiva de carácter técnico) es inválido, continúa infestando los manuales de teoría económica y los trabajos de econometria. De manera parecida, muchos profesionales y políticos se refieren al PIB o a la renta nacional de un país, como si se tratara de conceptos bien perfilados y dando a entender que la cuantificación de estas magnitudes se lleva a cabo por medio de mediciones rigurosas y fiables. Pues bien, habida cuenta de que no se computa de manera seria la destrucción del “patrimonio natural” (en especial, la extraccción de carbón, petróleo, uranio, conjuntamente con la irreversibilidad de muchos de los procesos en los que intervienen estas materias primas), resulta que las cifras referentes al crecimiento económico del siglo XX de cualquier país están considerablemente hinchadas (y sin posible remedio, puesto que parece que no existe ni existirá ninguna forma impecable de calcular el valor de los recursos energéticos destruidos irreversiblemente, mediante su uso y abuso en sectores como los transportes colosales de todo género de mercancías, los desplazamientos masivos de turistas por todos los confines del planeta o los consumos desbocados de las industrias petroquímicas y eléctricas).

No es ahora el momento de explorar esta situación ni de insistir sobre estas cuestiones. Solamente, para uso privado de los tecnólogos más inocentes, recomendaré que no se fíen de las estadísticas sobre “crecimiento” o “productividad”, sobre todo cuando no se expresan de forma desagregada y en términos físicos claramente controlables. Nótese que en algunos casos sumar peras y manzanas tiene sentido (por ejemplo, cuando se planea el menú semanal de una familia numerosa o para el gerente de una cantina de fábrica, sobre todo si el precio de los dos productos es similar), pero no he sido capaz de imaginar ninguna situación en la que sea legítimo sumar melones y cerezas, por muy caras que sean las cerezas en un momento dado (¡Ojo! Para una empresa de transporte puede ser perfectamente razonable sumar quilos de melones y quilos de cerezas, cuando se trata de hacer una factura referida al transporte por vía aérea de ambos productos).

Echemos ahora un vistazo al segundo tema, la tecnología. Digamos ante todo que para muchos el término “tecnología” sirve de comodín detrás del que se cobijan un conglomerado variopinto de adelantos científicos, técnicos y organizativos, sobre todo si uno quiere sortear ciertas dificultades y complejidades analíticas. Hasta cierto punto se trata de una simplificación válida, pero tiene costes ocultos: distorsiona y escamotea ciertos rasgos que pueden ser importantes, a veces esenciales. Así que vamos a apuntar brevemente algunas observaciones.

Empecemos por unas consideraciones básicas. En primer lugar tenemos la naturaleza como fuente primigenia de todos los recursos y sumidero de todos los residuos. Sobre esta naturaleza se proyectan las técnicas artesanales y/o las tecnologías científicas de cada época (materializados en utensilios de todas clases y en la transmisión de habilidades y conocimientos, ya sea por aprendizaje familiar, instrucción formal o estudio de los manuales de uso). Ciertamente, detras de las tecnologías actuales hay una enorme acumulación (y acoplamiento) de resultados obtenidos por variadas ciencias y técnicas a lo largo de trayectorias dilatadas. No hace falta resaltar que la expansión de esos conocimientos prácticos ha sido enorme y en general acumulativo; por otra parte, no parece aventurado afirmar que en el horizonte inmediato de sucesos plausibles no se adivinan señales de inevitable agotamiento, aunque puedan darse (temporal o localmente) desviaciones, frenazos o incluso retrocesos. Pero los frutos del árbol de la ciencia son demasiado apetecibles para que sean menospreciados por pueblos hartos de pasar hambre o de padecer frustraciones por mor de necesidades insatisfechas (o de apetencias imperiosas).

Pero hay que estar al tanto. Son enormes en estos dominios la variedad y la complejidad de objetos implicados. Por ejemplo, humildes inventos como la fregona con su palo y su cubo adaptado, o la maleta con ruedas, son sensacionales tanto desde el punto de vista del bienestar humano (una notable mejora del confort de muchísima gente) como de los rendimientos económicos de ambas innovaciones, a pesar de que sea ridículo su contenido científico o tecnológico. También es cierto que frente a la vieja contraposición tópica entre “teoría “ y “práctica”, la balanza se decanta hoy en día claramente por la teoría. Ahora bien, es indiscutible que, cada vez más, detrás de las tecnologías hay mucho conocimiento científico. Con todo y con eso, más que dar prioridad absoluta a uno de los dos polos o contraponerlos, lo que conviene es promover la cooperación, la interacción y hasta el control mutuo en todas las vertientes en las que parezca conveniente u oportuno.

En síntesis, el campo científico està colonizado por una red de disciplinas en expansión (con diferentes grados de robustez analítica y de proyección práctica), en general bien consolidadas e interconectadas. Cuando se acoplan y armonizan adquieren, en su conjunto, una sensacional potencia capaz de abordar y resolver muchísimos problemas (y tambien con una capacidad destructiva que da pavor). Sin embargo, nunca hay que olvidar que hay límites y, por consiguiente, que no todo es posible. Por ejemplo, no pueden alcanzarse (a medio plazo) tasas de crecimiento o de beneficio que superen las tasas de reproducción neta de los seres vivos sobre los que se sustenta directa o indirectamente la vida humana. Tampoco pueden dejarse fuera del escenario los límites ocasionados por la destrucción desenfrenada de los bienes no reproducibles (sobre todo los energéticos), ni por la acumulación desbocada de residuos y desperdicios.

En resumen, y en fin de cuenta, para entender nuestra realidad y actuar con eficacia con vistas a lograr un mundo más justo, solidario y perdurable, es preciso mejorar y expandir una ingeniería social, técnica y económica que tenga muy en cuenta esas características, así como los límites ecológicos básicos y las propiedades esenciales de la naturaleza humana.

Y, antes de concluir, quisiera indicar —sólo indicar— un aspecto asociado a todo lo que acabamos de exponer. En concreto deseo curarme en salud subrayando la importancia de las cosmovisiones y los sistemas de valores que cada sociedad sostiene y va revisando a su aire. Y la verdad es que ignoramos muchísimos aspectos de los procesos de constitución, consolidación y derrumbe (o enaltecimiento, cuando alguna llega a disfrazarse de concepto científico acotado y bien consolidado, o convertida en dogma sostenido por un poder político autocrático) de las creencias e ideologías en boga. Si se me permite la confidencia, anotaré que para mí es un misterio la vitalidad de ciertas supersticiones y de muchos dislates intelecuales (desde humildes crencias erróneas sobre aspectos de la vida cotidiana hasta los sistemas filosóficos disparatados, pasando por las imposturas intelectuales de académicos oportunistas [Cf. Shermer, 2008; Sokal i Bricmont, 1997]).

A modo de colofón irreverente

No querría concluir sin poner en solfa algunas tesis que podrían poner en peligro aquellas buenas intenciones que se proponen a la brava, pero que no suelen ir acompañadas de una buena cosecha de emoticones de carácter materialista vulgar. La excusa es muy simple: una excesiva carga de ingenuidad bonachona puede desembocar en la inoperancia y el ridículo. Me limitaré a recoger un par de anécdotas de cosecha propia, pescadas en entornos cercanos y en tiempos recientes. El primer ejemplo se refiere a un libro de texto que se supone que ha pasado la tira de controles previos, por parte de agentes literarios serios y responsables, dotados de sentido común y de capacidades pedagógicas y didácticas. Pues bien, he aquí el hallazgo, detectado a principios del año 2017, en el manual escolar de Llengua (editorial Teide, 2014) destinado a alumnos de 5 curso de Primaria. El tema 15 de este libro (el último tema, tal vez para celebrar la apoteosis de la asignatura y remachar el clavo de su importancia social y cultural) está íntegramente dedicado al Horóscopo, al conocimiento de estos símbolos y a exponer consideraciones sobre los límites de las predicciones que en ellos se pretenden cimentar. Sin duda se trata de un asunto tan apasionante como conocer la lista de los reyes godos, escudriñar la política matrimonial de los Reyes Católicos o memorizar el nombre de las comarcas de Cataluña.

Pero conviene ser ecuánimes y mostrar que estos pozos negros se pueden encontrar en muchos sitios: no son exclusivos de una determinada etapa escolar o nivel educativo. Unos años antes (principios de 2012) ya me había asombrado e indignado (y protestado por escrito) a causa del aval y apoyo que la Universidad de Barcelona daba por las buenas al Chi Kung y a la Medicina tradicional china, en una comunicación oficial de su Comissionat per a la Societat i l’Envelliment. Me pareció escandaloso y vergonzoso que mi Universidad cayera en la tentación de ser neutral ante las pseudociencias y las pseudotécnicas. Estimulado por el dislate, se me ocurrió sugerir que quizá se podría analizar en términos de coste / beneficio si era apropiado organizar algún máster de “Prácticas de exorcismo” o algún taller sobre “Teoría y práctica de la lluvia artificial” (cotejando, por ejemplo, la eficacia de las rogativas al santo patrón de la comarca frente a la práctica de las danzas rituales precolombinas). Algún optimista podría puntualizar que recientemente las universidades y el gobierno han empezado a tomar medidas para corregir perversiones de esta índole. Esperemos que continúen avanzando por el buen camino y que todos podamos verlo, vivirlo y celebrarlo.

De momento, sin embargo, vale más ser un tanto desconfiados. Al fin y al cabo, conviene no olvidar que el diario de mayor circulación en Cataluña adoctrina día tras día a los románticos un pelín ingenuos con una atractiva columna de refinados vaticinios astrológicos. Y con cierta frecuencia ofrece para lectores más instruidos, o algo más exigentes, artículos de opinión o entrevistas en las que se explanan tesis y ocurrencias con aroma New Age y/o en buena sintonía con las modas postmodernas. A veces los asuntos a los que aludimos pueden ser más bien concretos y singulares, como las “medicinas alternativas”, o más bien de carácter generalista y global, como serían las “cosmovisiones” (ya se hallen en proceso de construcción, como la “cienciologia”, o bien en proceso de refundación a base de materiales de derribo procedentes de arcanas doctrinas orientales prestas a ser recicladas a bajo costo). En todo caso, como indicio probatorio y botón de muestra, sugiero la lectura del artículo “Homeopatía acosada” (La Vanguardia, 30.11.2018, pág. 25, sección Opinión), en el que la socióloga y escritora Eulàlia Solé se lamenta de que los poderes públicos estén montando un “implacable combate contra este tipo de medicina”, siendo el caso que —según recoge y suscribe la autora— “una cuarta parte de los españoles confían en la homeopatía, y la utilizan porque han constatado su eficacia”.

Verdad es, por lo demás, que no desentonan estas posiciones “vanguardistas” de las de otros notables diarios celtibéricos, como El País. Así, por ejemplo, en el suplemento “Ideas” correspondiente al domingo 16 de diciembre de 2018, en un artículo titulado “El aislado títere de Puigdemont” (Sección: “Séptimo día”; Apartado: “La cara de la noticia”), se pueden leer esas inspiradas reflexiones sobre datos arcanos y de relevante trascendencia tanto para proceder al examen de ingenios como para el avance de la psicología científica:

Impresionan las coincidencias entre Torra y Puigdemont, hasta el extremo de que nacieron el mismo año (1962) y casi el mismo día. Torra el 28 de diciembre, y Puigdemont, el 29. Ambos son Capricornio. Y responden al estereotipo zodiacal: determinantes, pacientes, leales, pero también autocráticos, suspicaces y vanidosos” (pág. 12).

Barcelona, diciembre de 2018

Referencias bibliográficas

Bunge, Mario (2009): Filosofía política. Solidaridad, cooperación y Democracia Integral. Barcelona, Gedisa.

Bunge, Mario (2010): Matter and Mind. A Philosophical Inquiry. Springer (Boston Studies in the Philosophy of Science, vol 287).

Bunge, Mario (2010): Las pseudociencias ¡vaya timo! Pamplona, Laetoli.

Sauvy, Alfred (1986): La máquina y el paro. Empleo y progreso técnico. Madrid, Espasa Calpe.

Shermer, Michael (2008): Por qué creemos en cosas raras. Pseudociencia, superstición y otras confusiones de nuestro tiempo. Barcelona, Alba.

Sokal, Alan & Bricmont, Jean (1997): Impostures intellectuelles. Paris, Odile Jacob.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=261071

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Revuelta por el ninguneo de la ciencia en Europa

Europa/España/29-09-2019/Autor: Nuño Domínguez/Fuente: elpais.com

Por: Nuño Domínguez

Miles de científicos, incluidos 17 premios Nobel, exigen que la investigación y la educación vuelvan al escalafón más alto de la Comisión Europea.

La ciencia ha desaparecido de lo más alto del escalafón de la Comisión Europea. También la educación. Ambas competencias pasarán a una sola comisaria, la búlgara Mariya Gabriel, cuya cartera llevará el nombre de Innovación y Juventud.

Este cambio en el ejecutivo europeo de Ursula von der Leyen ha indignado a la comunidad científica, que ve tras este gesto un ninguneo de la investigación científica y su importancia para el desarrollo económico y para aportar datos y soluciones frente al cambio climático, dos temas prioritarios para el nuevo Ejecutivo.

La decisión de Von der Leyen “enfatiza la rentabilidad económica (innovación) y olvida su base, que es la educación y la investigación”, denuncia una carta abierta que lideran investigadores de varios países, incluida España, así como 17 premios Nobel. La misiva, dirigida a Von der Leyen y al presidente del Parlamento Europeo, David Maria Sassoli añade: “queremos recordarle al público y a los políticos que sin educación e investigación no puede existir la base para la innovación en Europa ni podremos garantizar un buen nivel de vida para los europeos en un contexto de fiera competencia global”. Los firmantes exigen que el título oficial de Gabriel incluya la educación y la investigación como viene siendo habitual en los ejecutivos anteriores. Los nuevos cargos del ejecutivo deben ser refrendados por el Parlamento Europeo en las próximas semanas, por lo que aún sería posible la rectificación, consideran los firmantes.

La carta ha recibido el apoyo de presidentes y vicepresidentes de Sociedades Científicas de toda Europa y altos representantes de grandes organismos públicos de investigación, incluido el vicepresidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Jesús Marco, así como la presidenta de las sociedades científicas españolas, Perla Wahnón. Destaca también la firma de dos de los tres vicepresidentes del Consejo Europeo de Investigación, una prestigiosa institución dependiente de la Comisión cuyas becas de investigación están consideradas entre las más competitivas y prestigiosas del mundo. Más de 6.000 investigadores de toda Europa han respaldado la iniciativa.

“Una cartera es mucho más que un nombre”, explica una portavoz del ejecutivo comunitario.

En su carta a la nueva comisaria, Von der Leyen enfatiza que la investigación, la educación y la innovación “son claves para la competitividad y para la transición hacia una economía neutral en emisiones contaminantes y la nueva era digital”. Además especifica que una de sus principales competencias debe ser la de buscar un acuerdo “rápido” para implementar Horizonte Europa, el nuevo programa de investigación para los próximos cinco años que cuenta con una financiación de unos 100.000 millones de euros.

“Una cartera es mucho más que un nombre”, explica una portavoz del ejecutivo comunitario. “La investigación sigue siendo un tema central en la comisión de Von der Leyen”, añade, pero parece cerrar la puerta a que el título cambie. “Examinaremos todos los argumentos que se planteen más allá de los títulos de los comisarios. De momento no habrá una decisión rápida”.

“Omitir de las atribuciones de la nueva comisaria la investigación y la educación de los más alto del escalafón les quita importancia, no nos parece serio que Von der Leyen haya tomado esta decisión”, explica Wahnón, presidenta de la COSCE. “No recordamos que esto haya sucedido nunca”, clama Antonio Pich, investigador de la Universidad de Valencia y promotor de la iniciativa junto a colegas de Francia, Italia, Alemania y Noruega. Los impulsores temen que este sea el primer paso hacia golpes más drásticos. “Siempre que estas dos áreas dejan de estar reconocidas al más alto nivel, los recortes suelen ser automáticos”, resalta.

Otros expertos no comparten este pesimismo. Jorge Barrero, director general de la Fundación Cotec para la Innovación, señala que “puede resultar desconcertante que aparezcan unos términos y se pierdan otros, pero no parece muy científico centrarse en las etiquetas”. “Si analizamos la carta misional que define el mandato del presidente a cada comisario se percibe una apuesta por la ciencia clara. Además se abre la oportunidad de ligar ésta a la educación, en particular la universitaria, que es lo tradicional en los ministerios y consejerías en España. Más allá de esa carta y de especulaciones de los críticos, a los optimistas nos toca esperar y evaluar compromisos y resultados, estaremos atentos”, añade.
Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/09/24/ciencia/1569345759_489453.html
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Argentina: Los salarios, tan bajos como en el 2001

Redacción: Rebelión

Un relevamiento del Observatorio del Derecho Social de la CTA advierte que los sueldos perdieron durante la gestión de Mauricio Macri hasta un 30 por ciento de su poder de compra. La caída se agrava si se la mide en dólares.

Los cuatro años de gobierno de Mauricio Macri redujeron los salarios de una manera brutal, sólo comparable a lo ocurrido con las grandes crisis de fines de los años ‘80 y del 2001. Hubo sueldos de convenio que perdieron más de un 30 por ciento de su poder de compra en términos reales, en un panorama general en el que prácticamente no hubo gremios que lograran mantener su nivel de ingresos. Los trabajadores de prensa y los estatales son los más afectados: comparados con 2015, sus sueldos cayeron el 32,4 y el 31,2 por ciento, respectivamente.

Los datos fueron dados a conocer por el Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma, en base a una muestra de 12 actividades. “Es un conjunto suficientemente interesante para mostrar actividades de servicio, industriales y de la administración pública”, señaló sobre la selección Luis Campos, coordinador del Observatorio. Todos los gremios incluidos en el listado perdieron salarios en el macrismo. El Centro de Estudio sigue además una serie larga, en la que se pueden encontrar algunas actividades que excepcionalmente consiguieron no perder tanto, como es el caso de los aceiteros y de los mecánicos del Smata. Para Campos «en un contexto de alta inflación tuvo mucho que ver la dinámica de la negociación, ya que los gremios que menos perdieron son aquellos que consiguieron ir firmando acuerdos trimestrales».

El relevamiento muestra cómo hasta los gremios con mayor poder de presión, como Camioneros, perdieron en estos cuatro años poder de compra (un 19,5 por ciento). Los sueldos de los metalúrgicos, una actividad golpeada por los cierres y despidos, cayeron el 21,1 por ciento. Los trabajadores de Comercio -el más numeroso del sector privado- perdieron 17,6 por ciento. En la Construcción -otro rubro de mano de obra intensiva- la caída fue del 16 por ciento. El ranking de los que más perdieron está encabezado por los periodistas, cuyos salarios perdieron un 32,4 por ciento de poder adquisitivo.

La depreciación se vuelve más grave si los sueldos se miden en dólares, con pérdidas que están entre el 35 y el 53 por ciento.

El Observatorio remarca en su análisis que, a diferencia de las crisis del gobierno de la Alianza y la de fines del gobierno de Raúl Alfonsín, a donde hay que remontarse para encontrar momentos equiparables al actual, esta vez lo que hubo fue una política deliberada de Cambiemos para bajar los salarios. Los economistas del bloque de poder manifestaron más de una vez que los niveles salariales dejados por el kirchnerismo eran demasiado altos, y que el objetivo era además ajustar los salarios medidos en dólares.

«Si bien existen variaciones entre los distintos sectores, las caídas son generalizadas y no hay ninguna actividad que haya podido eludir esta dinámica», es la conclusión de los investigadores, que advierten que «la licuación del salario de los trabajadores no fue la solución que necesitaba la economía argentina para relanzar el ciclo de acumulación, sino todo lo contrario».
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=260624
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Trabajar menos y producir más: el incómodo ejemplo nórdico. Estudio comparativo

Redacción: Ciper Chile

Se dice que los países escandinavos se dieron “el lujo” de trabajar menos solo cuando se volvieron productivos. Usando nueva evidencia histórica, el autor argumenta que fue al revés: la reducción de horas la consiguieron los sindicatos, en contra de la voluntad de los empresarios y cuando estos países no eran lo productivos que son ahora. Por qué no se derrumbaron económicamente, se preguntará usted. Vea aquí.

Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia, los llamados países nórdicos, constituyen un referente cuando se habla de un Estado de bienestar robusto, con prestaciones universales y beneficios generosos para el conjunto de la población. También se los cita como ejemplo por ser las naciones más igualitarias del planeta, no sólo en términos socioeconómicos, sino también en relación a las inequidades de género. Son, además, de los que menos horas destinan al trabajo remunerado, con un promedio de 1.462 horas al año: un 16% menos que el promedio de la OECD, y un 25% menos que el promedio de Chile (que a su vez, es de los más altos de la OECD).

Fuente: OECD. Chile corresponde a la barra verde. Países nórdicos en rojo.

Es menos sabido, sin embargo, que también son un referente a la hora de hablar de productividad. Como muestra el gráfico 1, Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega están entre los países más productivos del mundo. Un trabajador finlandés produce, en promedio, el doble del valor que un trabajador chileno en una hora de trabajo, mientras que un trabajador noruego produce más de tres veces el valor que su par chileno.

Esta relación entre un sistema que por un lado ofrece bienestar universalista, con pocas horas de trabajo, y que por otro, es una economía robusta y productiva, constituye un hecho incómodo para las teorías que plantean que la relación debería ser inversa: a mayor impuesto (para financiar políticas sociales), mayores costos laborales (en términos de seguros de desempleo, contribuciones a la seguridad social, etc.) y menores horas trabajadas, etc., menor debiera ser la productividad (e.g. Bergeoing y otros 2003; Kehoe y Prescott 2002).

Ese ha sido precisamente un argumento usado en el caso de la discusión sobre la jornada laboral de 40 horas en Chile. Sin embargo, una rápida vista a los datos muestra un panorama distinto: en realidad los países más productivos tienden a ser los que menos trabajan (ver gráfico 2).

Fuente: OECD 1 y 2. Chile corresponde al punto verde; países nórdicos en rojo.

Una segunda explicación que se da a este fenómeno, es que la relación entre pocas horas trabajadas y mayor productividad provendría de los efectos de la productividad sobre la posibilidad de hacer mejoras sociales/laborales.

Dicho de otro modo, en la medida que los trabajadores se vuelven más productivos, los países pueden reducir la jornada, de manera que el resultado que se observa (menos horas trabajadas y más productividad) sólo puede alcanzarse una vez que se llega a determinados niveles de desarrollo económico.

Este argumento es similar al que se utiliza para oponerse a la universalización de las políticas sociales: se dice que Chile no está en condiciones de financiar tales mejoras dado su nivel de desarrollo.

En el ámbito coloquial este argumento tiende a complementarse con otra idea de carácter “culturalista”: empresarios y trabajadores nórdicos tendrían una cultura del trabajo que les permitiría darse estos “lujos”, mientras que con chilenos y chilenas que “sacan vuelta”, jamás podríamos llegar a ese nivel.

La explicación que pone a la cultura como fuente de las diferencias en el desarrollo de los países, ha sido sistemáticamente desmentida por el economista coreano Ha-Joon Chang, que recientemente visitó Chile. En su libro “Malos Samaritanos” cuenta, por ejemplo, que a fines del siglo XIX, los ingleses que viajaban por el mundo se quejaban de que alemanes y japoneses preferían el ocio al trabajo, y auguraban un futuro negro para estos países que carecían de la cultura laboral inglesa (Chang 2008, 182-202).

Un volumen recién publicado en la revista Journal of Scandinavian History nos permite responder mejor estas preguntas desde el punto de vista de la historia económica (Nevers y Paster 2019). Se trata del artículo Empresarios y el Estado de Bienestar Nórdico, 1890-1970 (Business and the Nordic Welfare States, 1890-1970), cuyo análisis es inequívoco: las conquistas laborales y sociales en Escandinavia se lograron gracias a las luchas de los trabajadores organizados (sindicatos) contra la voluntad del empresariado. En efecto, los empresarios escandinavos se opusieron a estas mejoras pues cuando comenzaron a ser demandadas (a fines del siglo XIX) estos países no eran lo productivos que son ahora. Los empresarios temían por los efectos que esto tendría en el alza de los costos laborales, y con ello, en la competitividad de sus empresas.

“El análisis histórico revela que fueron las prestaciones sociales y los beneficios laborales, los que antecedieron históricamente las mejoras en productividad y no al revés”.

En el caso de Dinamarca, el Estado de bienestar comenzó a construirse tras la Primera Guerra Mundial. Los empresarios, luego de oponerse férreamente durante décadas, se allanaron a ampliar las políticas sociales para contener la posibilidad de una revolución, pese a que creían que las empresas se verían perjudicadas.

Dada la fortaleza de los sindicatos y de sus aliados socialdemócratas en los gobiernos, en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial los empresarios escandinavos fueron adoptando una actitud pragmática en relación a la política social y las mejoras laborales: si bien mantenían una orientación liberal, supieron apoyar ciertas demandas y conquistas sociales de manera de poder frenar la escalada de conflicto con los sindicatos, o bien, para oponerse a otras que consideraban más desfavorables.

Tan interesante como eso es que, en la medida que se incrementaron las conquistas sociales, los sindicatos fueron moderando sus demandas hasta transformarse también ellos en organizaciones pragmáticas que hoy en día privilegian el diálogo y la negociación por sobre la confrontación.

Dos ejemplos del caso de Suecia muestran esta dinámica. En el contexto del alzamiento generalizado de los trabajadores en la década del ‘70, los empresarios dieron su apoyo condicionado a ciertas medidas que hoy serían consideradas absolutamente transgresoras. En primer lugar, los sindicatos lograron una rebaja de las horas semanales de trabajo, desde las 45 horas que regían desde los años cincuenta, hasta 40 horas. Cabe destacar que en ese momento, la productividad en Suecia (US$27.26 por hora trabajada en 1970) no era muy distinta que la productividad actual en Chile (US$24.67 por hora trabajada en 2018) (ver referencia en gráfico 1). Luego, hacia fines de los años 1970s se planteó bajar la jornada a 30 horas. Los empresarios se opusieron; y el hecho de haber conseguido las conquistas anteriores hizo que los sindicatos desistieran de sus demandas (Sanne 1998).

Algo similar ocurrió cuando los empresarios apoyaron la introducción de la ley de “co-determinación” que permitió a los sindicatos aumentar su influencia en la organización y administración de las empresas, a cambio de bloquear las iniciativas de nacionalización de la economía que proponían los sindicatos y los socialdemócratas dirigidos por líderes como Olof Palme, que a la sazón moriría asesinado.

LA FORTALEZA DE PROTEGER AL TRABAJADOR

En la medida que se acumularon las conquistas laborales (como políticas sociales, pensiones, protección al empleo, rebajas de jornada laboral, etc.), el empresariado aprendió a utilizarlas no como carga, sino como fortaleza: ¿Qué haces si tienes una fuerza de trabajo que trabaja pocas horas y que no puedes despedir fácilmente? ¡La capacitas para que sea más productiva!

Para hacer eso, los empresarios utilizaron los programas de educación técnico-vocacional que habían nacido a fines del siglo XIX y también habían vivido una serie de desarrollos y modificaciones en paralelo a la construcción del Estado de bienestar. En efecto, ambos conjuntos de políticas (Estado de bienestar y educación técnico-vocacional) evolucionaron de forma paralela y con múltiples conexiones entre ellas (Trampusch 2010).

Los programas de educación técnico-vocacional en Escandinavia –y en Europa en general– provienen de la revolución industrial y de la transformación del pequeño artesanado que tenía antiguamente el monopolio de la formación en oficios.

En la medida que las grandes empresas industriales comenzaron a demandar fuerza de trabajo más calificada para competir en mercados internacionales, estas lucharon por obtener el permiso de formar a sus trabajadores según sus propios estándares. Y los sindicatos –que inicialmente se opusieron a ello– lo vieron cada vez más como una ventaja.

A diferencia de los gobiernos conservadores y demócratacristianos, los socialdemócratas lucharon por arrebatar la formación vocacional del control directo de los empresarios, de manera de establecer currículums nacionales y educación en la escuela y que no se enseñara únicamente lo que requería la empresa particular. Un elemento importante de estos programas de educación técnica fueron los programas de aprendices, esto es, alumnos que pasan una fracción considerable de su tiempo en prácticas profesionales remuneradas en la empresa.

Eventualmente, el dominio de gobiernos demócratacristianos (como en Dinamarca) o socialdemócratas (como en Suecia y Finlandia) implicó que en la operación del sistema se cargara más hacia el componente de capacitación en la empresa, manejado por las cámaras industriales en conjunto con los sindicatos, o hacia la educación técnica en la escuela y manejado por el Estado, aunque con importante participación empresarial y sindical (Busemeyer 2015; Martin 2017).

“La existencia en paralelo de altos costos laborales y de sistemas de formación técnica de calidad, permitieron a los empresarios cambiar la lógica enfocada en la reducción de costos y por otra enfocada en el mejoramiento de la calidad y la exportación de productos con alto valor agregado”.

Cabe destacar que tanto la expansión de la educación técnica, como el involucramiento de los sindicatos –en conjunto con los empresarios– en su administración, también está relacionada a la intención del empresariado de morigerar la belicosidad de los sindicatos por medio de aprobar mejoras laborales y políticas sociales (Martin 2017, 47).

Hoy en día, el porcentaje de alumnos en educación técnico-vocacional (considerando la educación media superior) es de 36.6% en Suecia, 40.6% en Dinamarca, 51% en Noruega y hasta el 70% en Finlandia (para Noruega, Jørgensen, Olsen y Thunqvist)[1].

A diferencia de Chile, donde la proporción de matrícula destinada a educación técnico-vocacional también es alta, en Escandinavia las empresas participan activamente no sólo en la definición de los currículums y trayectorias educativas, sino también, como se mencionó, en otorgar puestos de trabajo remunerados para las prácticas profesionales de los estudiantes: entre un 15% y un 20% de todas las empresas participan en estos programas de aprendices en Finlandia, Noruega y Suecia, mientras que en Dinamarca dicho porcentaje se eleva al 40%. Más aún, sobre el 80% de las empresas en estos países da entrenamiento y capacitación continua a sus trabajadores. En Noruega, el porcentaje se eleva al 99%.

En otras palabras, a pesar de oponerse inicialmente a las mejoras sociales/laborales, los empresarios escandinavos aprendieron eventualmente a utilizar lo que era visto como una carga en una verdadera oportunidad. El hecho de poder contar con trabajadores estables en sus puestos de trabajo y que recibían una educación técnica de alta calidad y cercana a las necesidades de la empresa, les permitió plantearse la posibilidad de competir en los mercados internacionales no por precio –pues los costos laborales eran muy altos– sino por calidad (para la formulación original de esta relación, véase Streeck 1989; también Estevez-Abe, Iversen y Soskice 2001).

Hoy los países escandinavos producen y exportan bienes altamente especializados y con un alto contenido tecnológico y de conocimiento a pesar –o probablemente gracias– a sus políticas sociales y laborales. Sobre el 40% de las exportaciones suecas y danesas corresponden a productos de alta tecnología (maquinaria especializada, aparatos eléctricos y electrónicos, vehículos motorizados, productos farmacéuticos). El caso de Dinamarca es particularmente interesante, dado que hasta bien avanzado el siglo veinte, su principal exportación eran productos agrícolas. Hoy, el sector exportador dominante es la industria química (particularmente farmacéuticos, con un 15,9%), seguido de maquinaria industrial (11,9%) y equipos electrónicos (7,2%). En Chile, la cifra de exportación de productos de alta tecnología en su conjunto no llega al 5% del total (ver gráficos abajo).

En síntesis, los datos disponibles muestran que existe una estrecha relación entre menores horas trabajadas y mayor productividad. En el caso de los países nórdicos, que conjugan los niveles más altos de productividad a nivel mundial, con el menor número de horas trabajadas –además de prestaciones sociales universales y generosas, y los menores niveles de desigualdad en el mundo–, el análisis histórico revela que fueron las prestaciones sociales y los beneficios laborales, los que antecedieron históricamente las mejoras en productividad y no al revés.

¿Cómo se logró que trabajando menos, se produjera más? Basándonos en la literatura existente, argumentamos que la existencia en paralelo de altos costos laborales y de sistemas de formación técnica de calidad, permitieron a los empresarios cambiar la lógica enfocada en la reducción de costos y en la exportación de materias con bajo contenido tecnológico, a otra enfocada en el mejoramiento de la calidad y la exportación de productos con alto valor agregado.

Exportaciones de Dinamarca, 2017

Fuente: Atlas of Economic Complexity, http://atlas.cid.harvard.edu

Exportaciones de Chile, 2017

Fuente: Atlas of Economic Complexity, http://atlas.cid.harvard.edu

REFERENCIAS

[1] Los datos citados en este párrafo, se pueden encontrar acá.

Bergoeing, Raphael, Felipe Morandé Facundo Piguillem (2003). “Labor market distortions, employment and growth: the recent chilean experience“. Banco Central de Chile, Documentos de Trabajo N° 251.

Busemeyer, M.R. (2015). Skills and Inequality: Partisan Politics and the Political Economy of Education Reforms in Western Welfare States. New York: Cambridge University Press

Chang, Ha-Joon. (2008). Bad Samaritans. the myth of free trade and the secret history of capitalism. New York: Bloomsbury Press.

Estevez-Abe, M., Iversen, T., y Soskice, D. (2001). Social Protection and the formation of Skills: A Reinterpretation of the Welfare State. In P.A. Hall y D. Soskice (Eds.), Varieties of Capitalism: The Institutional Foundations of Comparative Advantage. New York: Oxford University Press

Jørgensen, C. H. , O. J. Olsen and D. P. Thunqvist. (2018). Vocational Education in the Nordic Countries. Learning from Diversity. London and New York, Routledge.

Kehoe, T. and E. Prescott. 2002. “Great Depressions of the Twentieth Century.” Review of Economic Dynamics 5(1): 1–18.

Martin, Cathie Jo (2017). ‘Skill Builders and the Evolution of National Vocational Training Systems‘ In Chris Warhust, Ken Mayhew, David Finegold and John Buchanan (eds.), The Oxford Handbook of Skills and Training (Oxford: Oxford University Press), pp. 36-53.

Nevers, J., & Paster, T. (2019). Business and the Nordic Welfare States, 1890-1970: Introduction to the Special Issue. Scandinavian Journal of History, 1–17.

Trampusch, C. (2010). Co-evolution of skills and welfare in coordinated market economies? A comparative historical analysis of Denmark, the Netherlands and Switzerland. European Journal of Industrial Relations, 16(3), 197–220.

Sanne, C. (1998). The working hours issue in Sweden. Transfer: European Review of Labour and Research, 4(4), 715–728.

Streeck. Wolfgang (1989). Skills and the Limits of Neo-Liberalism: The Enterprise of the Future as a Place of Learning. Work, Employment & Society, 3(1), 89-104.

 

Fuente: https://ciperchile.cl/2019/09/09/trabajar-menos-y-producir-mas-el-incomodo-ejemplo-nordico/

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Intangibles en la economía como estrategia para promover la innovación

Redacción: Portafolio

Los intangibles se suelen clasificar en productos informáticos, innovaciones y competencias de la empresa.

La generación de una economía basada en el conocimiento implica el incremento de los intangibles que son fundamentales en el funcionamiento de los negocios y se han convertido en una de las mayores fuentes de ganancia para las organizaciones. Sin embargo, muchos economistas analizan como el incremento de estos intangibles podrían generar un estancamiento como lo han mencionado Haskel & Westlake demostrando que los países desarrollados cada vez invierten más en intangibles en un 10% adicional de su inversión en términos promedio.

Los intangibles se suelen clasificar en productos informáticos (software y bases de datos), innovaciones (investigación y desarrollo, exploración minera, diseños originales y artísticos) y competencias de la empresa (recursos humanos y capacitación, investigación de mercados, gestión de la marca, procesos de negocio y reingeniería); y cuentan con cuatro características: escalabilidad (implica que se puede utilizar el intangible sin perder sus beneficios en múltiples oportunidades, al mismo tiempo y en diferentes lugares del mundo manteniendo sus características lo cual genera menores costos y mayores utilidades); hundimiento (se refiere a que los activos intangibles de forma individual tienden a tener poco o ningún valor en el mercado, para que adquiera valor debe ser parte de un negocio y por eso se consideran riesgosos y generan burbujas especulativas sobre los activos sino son tratados adecuadamente); efectos secundarios o spillovers (significa que la mayor parte de los beneficios de la inversión son acumuladas a partir de la propiedad intelectual); sinergia (fomentan la cooperación entre empresas o fusiones directas que pueden llevar a la incertidumbre y la controversia).

Así, es fundamental para la economía poder generar una adecuada medición de los intangibles como factor clave del crecimiento y valoraciones adecuadas del producto interno bruto de las economías. Además, estos activos al generar efectos secundarios son determinantes en el crecimiento de la productividad total de los factores y las compañías que han logrado incrementar sus intangibles se vuelven líderes y generan rezagos en las compañías que no migran a este tipo de activo, lo cual es fundamental analizar para evitar desigualdades o quiebras en las empresas que no logran migrar hacia activos intangibles.

Otro factor de los intangibles es la gestión y liderazgo del capital humano que podría primar frente a inversiones físicas, requieren menor financiamiento externo, teniendo en cuenta que este capital se vuelve más productivo por la generación de nuevas innovaciones y mayores ingresos reorientando los temas de ahorro y finanzas con cambios en la productividad de los factores. Además, se requiere una sinergia y relevo generacional entre trabajadores jóvenes y los gerentes de la compañía donde se puedan aprovechar la experiencia y el uso de nuevas tecnologías e intangibles para optimizar la gestión de la empresa y poder aprovechar las nuevas innovaciones y emprendimientos que requieren las compañías para mantenerse en el mercado.

Los trabajadores que generan conocimiento y nuevas ideas que se saben que producen valor agregado se deben gestionar, orientar y controlar por medio de patentes, propiedad intelectual o medios similares que son los que permiten valorar los activos intangibles. Sin embargo, se debe considerar que las compañías intensivas en intangibles se pueden volver especializadas y concentrarse en unas pocas mega empresas que a futuro generara mayores desigualdades al debilitar a los otros negocios en la generación de nuevas ideas y su aplicación. En este escenario es importante contar con una política pública que evite estos problemas de concentración y promueva la inversión equitativa en investigación y desarrollo por parte del sector productivo lo cual genera mayor productividad y rentabilidad como lo demuestran compañías como Amazon, Google y Mac, que figuran con las mayores inversiones en intangibles en el mundo superando incluso lo que invierten países en vías de desarrollo en investigación y desarrollo.

La economía de los intangibles también requiere reevaluar el recaudo de los ingresos fiscales y como se gravarán los intangibles a partir de los ingresos que generan teniendo en cuenta el producto o servicio real producido, ya que en muchos casos el intangible se enmascara en una plataforma y no en el servicio que presta lo cual puede aumentar precios y no generar los ingresos fiscales esperados.

Estos elementos muestran que en la medida que se generan más intangibles se requiere un mayor análisis y cambio de las políticas públicas, que implican una serie de retos como son los marcos y estrategias legales para la protección de la propiedad intelectual analizando las relaciones de costos y estructuras de mercado que no fomente los monopolios; es fundamental promover las alianzas y/o sinergias a través de uso eficiente de los diferentes canales de comunicación y el desarrollo urbano; cambios en el sistema financiero, ya que en los esquemas actuales la financiación de los intangibles es compleja y se requieren nuevos instrumentos financieros para su promoción y desarrollo; otro punto importante es la dificultad de la definición de las ganancias de la inversión, lo cual podría generar una subinversión crónica en las economías de mercado.

Además, es importante que los hacedores de política pública y tomadores de decisiones determinen cómo reducir las desigualdades que generan los intangibles, especialmente por el surgimiento de compañías altamente dominantes.

Fuente: https://www.portafolio.co/innovacion/la-importancia-de-los-intangibles-en-la-economia-como-estrategia-para-promover-la-532272

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Entrevista a Esteban Hernández sobre El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI

SALVADOR LÓPEZ ARNAL

Licenciado en Derecho, Esteban Hernández es periodista del diario El
Confidencial y autor de El fin de la clase media, Nosotros o el caos y Los límites del deseo. Sus libros han merecido reseñas y comentarios favorables de,
entre otros, Joaquín Estefanía, Alberto Garzón, César Rendueles, Santiago
Alba Rico, Víctor Lenore, Luis Enrique Alonso o José Antonio Zarzalejos. Ha trabajado en medios como El Mundo, La Vanguardia o Ruta 66, y dirige actualmente la sección ACyV de El Confidencial. Sus artículos como analista político
son de lectura obligada para muchos ciudadanos. Nuestra conversación se
centra en su último libro: El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo
XXI, Ediciones Akal, Madrid, 2018.

Descarga la entrevista en: http://www.rebelion.org/docs/257824.pdf

 

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La Agenda 2030 debe representar un gran avance para las mujeres

Por: Fausto Segovia

El problema es global: la violencia contra ellas afecta a la mitad de la humanidad. Las Naciones Unidas han advertido sobre este fenómeno y proponen el Proyecto de Igualdad de Género, el más importante del tercer milenio. “La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres no solo son considerados una obligación moral, sino también cruciales para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”, según Lakshmi Puri, especialista de ONU Mujeres. “Los derechos económicos, sociales y políticos de las mujeres, su seguridad e integridad y su voz, participación y liderazgo ocupan el centro de su ambición de transformar el mundo y no dejar a nadie atrás”. “A pesar de los avances en las leyes para promover la igualdad de género y abordar la violencia contra las mujeres y las niñas, en la matrícula educativa, la participación en la fuerza laboral, el acceso de las mujeres a los métodos anticonceptivos y la representación femenina en los órganos legislativos, 20 años después muchas de las mismas barreras estructurales siguen vigentes en el mundo. La Agenda 2030 deberá abordar esas barreras de manera integral”. Epidemia mundial Lakshmi Puri -subsecretaria de ONU Mujeres- destaca que la violencia contra las mujeres es una epidemia mundial que toma diferentes formas. La mayoría de los pobres son mujeres. Las inequidades persisten en la educación, la participación laboral, los salarios, los ingresos, la protección social, el trabajo de cuidados no remunerado y el trabajo doméstico. La desigualdad en la participación en las empresas, los órganos legislativos y el gobierno es grande. Ningún país alcanzó la igualdad sustantiva entre los géneros. “Al ritmo actual se necesitará otro siglo para alcanzar la igualdad de género” –dice Puri-. “Existe la necesidad de avanzar para anular los sistemas y las estructuras patriarcales que infravaloran a las mujeres y las niñas desde hace siglos, las despojan de la igualdad de derechos y les niegan a ellas y al resto de la humanidad las oportunidades para realizarse por completo”, afirma la subsecretaria de ONU Mujeres. Más inversión en igualdad “La Agenda de Acción de Addis Abeba, aprobada en 2015 en la Conferencia Mundial sobre la Financiación para el Desarrollo, se comprometió a lograr la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer e incorporarla en particular mediante acciones e inversiones específicas en la formulación y aplicación de todas las políticas financieras, económicas, ambientales y sociales”. También se comprometió a aplicar políticas sólidas, legislación y “medidas transformadoras” en todos los niveles. El Plan de Acción de Addis Abeba sobre la Financiación Transformadora para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer de ONU Mujeres, que implica un aumento considerable de la inversión en la igualdad de género de todas las fuentes y en todos los niveles, cosechó un amplio apoyo. La urgencia de estos compromisos de dotación de recursos sin precedentes se enmarcó en la fecha límite de 2030. El “gran salto” “La adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, centrada en la igualdad de género, representa una victoria importante para quienes defienden este objetivo, incluida ONU Mujeres”, expresa Puri. Por eso, las mujeres ven con beneplácito el reconocimiento que “el desarrollo sostenible no es posible si a la mitad de la humanidad se le sigue negando la plenitud de sus derechos humanos y oportunidades”. “El gran salto es que la Agenda 2030 posiciona como marco fundamental para el desarrollo sostenible, una base normativa con todos los objetivos y metas de género transformados en aquellos de desarrollo sostenible”. Nuevas políticas públicas La situación de las mujeres en Ecuador ha mejorado, gracias a los avances en la legislación y a la lucha continua de grupos e instituciones sociales vinculados a su defensa. La participación de las mujeres en los ámbitos político, social, laboral, cultural, académico y económico es evidente; no obstante. se mantiene todavía una estructura de poder patriarcal anclada a una matriz cultural aliada al predominio masculino. Las estadísticas sobre violencia intrafamiliar, discrimen por género y desventajas comparativas en el mundo educativo y laboral subsisten en el país, en grave detrimento de la dignidad del colectivo femenino. El cambio de la matriz educativa en textos escolares, en el lenguaje oral y escrito, así como en el denominado currículo oculto, que elimine toda forma de discriminación entre los sexos, es urgente. Y junto a lo anterior, nuevas políticas públicas en relación con el fortalecimiento de las familias, la profesionalización de las mujeres, con espíritu abierto y plural, anclado a los derechos humanos y a los deberes y responsabilidades de sus actores. Deuda pendiente La creación de nuevas organizaciones de mujeres es un indicio de que el mundo puede cambiar. Y de hecho está cambiando: la red de mujeres científicas ecuatorianas ha tomado fuerza; el estatus de las mujeres profesionales mejora; la inserción de las mujeres en la política, las artes, la educación y la cultura -en pie de igualdad con los hombres- es real, aunque hay que trabajar más. Una deuda pendiente es la erradicación de la pobreza y la pobreza extrema -donde la mayoría corresponde a las mujeres-. Es papel de la sociedad -y no solo de los candidatos- encontrar sistemas de inclusión, con una educación de calidad para las mujeres, remuneraciones adecuadas y el respeto como seres humanos. ¡Y que la enfermedad de la violencia contra las mujeres dé paso a un proyecto integrador e interdisciplinario -de mujeres y hombres- comprometido con la ética civil, social, económica y política! (O)

Fuente: https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/sociedad/6/agenda2030-onu-gobiernonacional

 

 

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