Habitar y transitar ciudad: percepciones y experiencias de los niños y niñas sobre la ciudad de La Paz
Mariana Serrano Birhuett. [Autora]
ISBN 978-987-722-108-4
CLACSO.
Buenos Aires.
Febrero de 2015
Habitar y transitar ciudad: percepciones y experiencias de los niños y niñas sobre la ciudad de La Paz
Mariana Serrano Birhuett. [Autora]
Por: Maria Victoria Peralta
En esta grave crisis de valores que como país estamos viviendo con cuestionamientos a personas e instituciones, han aparecido múltiples llamados a “reponer la educación cívica” y a preocuparse de la formación ética y valórica de los chilenos. Avanzar a mejores formas de vida democrática donde el respeto a las personas y sus diversidades en sana convivencia en la búsqueda del bien común, centrándose en el “ser” más que el tener, son temas que se discuten y añoran en diversos foros y círculos familiares.
En este contexto, las miradas de quienes deben abocarse a ello, una vez más se vuelcan a la educación. Aseguran que son el colegio y la universidad los que fallan, ya que las familias parecen estar muy “ocupadas” en proveer recursos o en realizar otras actividades al parecer más importantes.
Demás está decir que la formación valórica es una de las grandes labores que la familia debe hacer y que se realiza en el diario vivir, mediante los modelos de vida que se asumen al compartir experiencias y al tratar temas surgidos de la cotidianeidad y de los ámbitos de relaciones, donde se presentan problemas éticos y sociales a resolver.
La familia debe ser la primera y permanente formadora de valores, por lo que cabe preguntarnos si damos los tiempos necesarios y si generamos las instancias para ello. Es válido que las instituciones educativas deban colaborar, pero no pueden “reemplazar”esta función.
Señalamos esto último, porque es habitual escuchar a los profesores que reclaman que muchas familias les dicen directamente: “hágase ud. cargo de este niño o joven, yo no puedo”. Después de eso casi no se les ve más en la institución escolar donde los “dejan” cual guardería infantil o juvenil.
En toda esta difícil situación que como país enfrentamos, hay un nivel educativo donde la formación valórica y de la personalidad de los niños, en una línea de colaboración a la familia, debe volver a ser el eje de su actuar: el de educación parvularia.
El buen jardín infantil, como la buena escuela primaria, recibía niños de diversos sectores sociales en una etapa donde empezaba la socialización extra-familiar. Esos niños en ambientes acogedores y amables, traían su sana colación: fruta, pan con algo, galletas, etc, la cual se ponía en una bandeja común para compartir. Esos y otros momentos eran las instancias de encuentro donde se conversaba lo que le pasaba a cada uno y se terminaba apoyándolos, si fuese necesario, con un abrazo, un beso, una conversación.
Las situaciones de aprendizaje vinculadas a la convivencia, al “hacer juntos”, al “saber del otro”, a gozar la presencia de “iguales”, al jugar colectivamente, eran el centro de las actividades, junto con las referidas al movimiento, la expresión, la creatividad, el descubrimiento y la transformación. Todo esto y mucho más, son parte de las orientaciones que entregan las Bases Curriculares de la Educación Parvularia, currículo nacional oficial, con que cuenta aún este nivel.
No obstante, cada día llega más información de las lamentables prácticas que se están haciendo en establecimientos del nivel, en especial, en escuelas y colegios donde se aplican “proyectos” que no podemos llamar educativos. Ello porque los párvulos son sometidos a exigencias de “sobreescolarización” que entre otros, los alejan de este foco de formación social y valórica que ha sido el eje tradicional del trabajo en esta etapa.
Los niños de hoy trabajan en ambientes rígidos, con escritorios individuales de los cuales no pueden moverse, donde hacen interminables actividades de “lápiz y papel” supuestamente preparatorias para la educación básica.
Memorizan sin entender, se les aplican pruebas y se les ponen notas, prácticas que no se corresponden con las metodologías del juego, del descubrimiento, del asombro y del encuentro con los demás, que son las estrategias básicas de trabajo en esta etapa. Lo peor de todo es que, estas actividades tremendamente individualistas, competitivas, aisladoras, enajenantes, muchas veces no sólo son aprobadas, sino solicitadas por las familias. Cabe preguntarse, ¿sabrán además que los niños y niñas lo pasan muy mal haciéndolas?
Por ello, no nos asombremos del resultado de estas prácticas educativas, tanto en el hogar como de ciertas instituciones educativas, ya que lamentablemente cuando una sociedad no tiene tiempo para ocuparse de estos temas llegamos a lo que estamos viviendo hoy: jóvenes y adultos egocéntricos, que no les interesan los demás y el medio en que viven tanto local como global.
De esta manera el desarrollo de todos está ausente de sus preocupaciones, ya que sólo se satisfacen los interminables egoísmos personales, el aparentar y el “tener y tener.”
Con motivo de la Reforma Educacional el ministerio de Educación ha vuelto a reinstalar la importancia del juego y del descubrimiento en educación parvularia. ¿Se podrá revertir el daño que por años se ha hecho a los párvulos en una etapa tan sensible y formadora?, ¿cómo seguirá la formación integral y valórica en el hogar y la escuela? En nosotros y en nuestro actuar está la respuesta.
Fuente: http://blogs.cooperativa.cl/opinion/educacion/20150510071610/crisis-de-valores-dejen-que-la-educacion-parvularia-haga-lo-suyo/
Por: Ángel Pérez Martínez
Los invito a pensar en las dificultades que representan para un docente, en un mundo globalizado, formar y discutir con sus estudiantes sobre ética, ciudadanía, cooperación y respeto entre pueblos hermanos, cuando quien lidera la campaña para ser presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha logrado posesionarse a partir de propuestas unas inhumanas y otras asociadas al odio, al irrespeto de la persona humana y a la destrucción letal del otro.
En efecto, la actual campaña presidencial de los Estados Unidos se ha caracterizado por las particularidades impuestas por el empresario y multimillonario Donald Trump, a partir de un discurso incendiario que los medios de comunicación y las redes sociales han propagado hasta convertirlo en un fenómeno electoral exitoso. Sus mensajes se correlacionan con la necesidad de recuperar el imperio (ser los amos del mundo) rescatar la hegemonía de la raza blanca, despreciar a las mujeres (a no ser que sean bellas), borrar a los musulmanes y su enconado odio a los mexicanos.
A continuación, cito algunos de los temas y frases de Trump:
En un contrasentido, para muchos inexplicable, el anterior arsenal verbal del candidato Trump lo ha expresado de manera permanente, durante los últimos seis meses, y lo más sorprende, hoy lidera de lejos la nominación al interior del Partido Republicano. Por ello nadie puede sorprenderse que los niños y jóvenes de Estados Unidos y del mundo terminen escuchando o leyendo a través de medios como televisión, radio, periódicos y redes las frases, antes citadas y otras de similar calibre (perdón por el lenguaje de guerra, pero esto se pega) que expresan lo peor de la condición humana y la más absoluta irresponsabilidad de un dirigente empresarial que puede llegar a ser presidente del país más importante del mundo.
En Colombia también tenemos políticos y dirigentes quienes a través de una verborrea inhumana invitan a la guerra, al no acuerdo, a la eliminación del enemigo y la aplicación de la ley del talión (ojo por ojo y diente por diente, decían los abuelos). Desde la mirada de la educación los maestros nos preguntamos: ¿cuándo pensaran los que están en el poder, o los que aspiran a llegar y en general los adultos con formación y liderazgo que ellos tienen mayores compromisos éticos con sus congéneres y que deberían ser ejemplo frente a los niños, los jóvenes y el resto de la sociedad?
Al otro lado de este espíritu inhumano, por fortuna, está la educación y sus maestros trabajando en las aulas con 30 o más estudiantes, enfrentando el agreste mundo que la sociedad le impone a la escuela, a través de las diferencias de riqueza y cultura, así como las expresiones más dañinas de las pasiones humanas que llegan hasta las incitaciones a la autodestrucción. Uno no se puede imaginar un docente alabando y formando en el odio, la guerra y en lo inhumano, esto no sería educación. Todo lo contrario, para los docentes la formación para la convivencia humana que pasa por el propósito de vivir en paz y desarrollar competencias ciudadanas son un compromiso ético de los maestros y un objetivo misional de la educación, así lo ha entendido y lo desarrolla la iniciativa de la Red de Educadores por la Paz que con apoyo inicial del PNUD y a la Secretaría de educación de Bogotá se empieza a concretar en Colombia, esta puede ser una oportunidad para que desde la escuela ayudemos a no seguir creando personajes como Trump.
Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/los-retos-de-ensenar-sobre-etica-en-tiempos-de-trump-por-angel-perez/222203
Esta es la tierna historia del pequeño Dieter, un niño de cinco años quien vive con sus padres, un cartero y una obrera en Berlín Occidental junto al muro que divide la ciudad. El niño ahorra dinero para poder comprar una pelota. Un día mientras jugaba con su pelota, accidentalmente, la tira al otro lado del muro y cae en el lado Este de la ciudad. Entonces, después de muchos intentos de pasar al otro lado para rescatar su pelota, el pequeño opta por hacer un hoyo en el muro y negocia con una niña llamada Marta para que le regrese el juguete, pero ella se niega a devolvérsela.
En Alemania Occidental, al pequeño Dieter, accidentalmente, se le cuelga su pelota al otro lado del muro que divide Berlin. Este feliz accidente pone en su vida a Marta, quien toma la pelota y se niega a devolverla. Para que ella lo haga Dieter le regala su ratón
Fuente: https://youtu.be/UPTD7XxQwko?list=PLJ8Um1T__dEfLEn8VjYd3MvUY1aaK3Bbh
Imagen: http://4.bp.blogspot.com/-nQKO-I7WJCk/UeluQbIlWGI/AAAAAAAAPJQ/BkAKrH8yZkA/s1600/El_Nino_Y_El_Muro-Caratula.jpg
Por: Ángel Pérez Martínez
En tiempos de paz reclamo del sector educativo repensar el uso y la importancia del lenguaje. Los docentes son ejemplo en el uso del lenguaje frente a la comunidad educativa, pero de manera especial frente a los más de 12 millones de niños y jóvenes que van a diario a las instituciones escolares.
No hay duda que ya es ganancia para este país que la paz sea un hecho social y político de magnitudes inimaginables. A pesar de vivir más de 60 años en guerra, a la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades la guerra nunca los tocó. Luego, para el desarrollo de la democracia y el futuro del país es un éxito lograr que los colombianos se interesaran por la paz y que hoy estemos ad portas de un plebiscito en el cual tendremos la oportunidad de expresar el apoyo o no a los acuerdos, y sin duda, también a la paz.
Sin embargo, este gran hecho social y político nos desnuda como sociedad, en la discusión de la paz ha primado la guerra, la confrontación y el odio en sectores educados y dirigentes, basta con observar el lenguaje en redes sociales como Facebook o twitter para sorprenderse de la beligerancia verbal y las frases ofensivas de odio o amenaza, se llega hasta el maltrato al otro en la defensa o no del proceso de paz.
El profesor Abel Rodríguez, exsecretario de Educación de Bogotá, en reciente foro sobre la paz y la educación, expresó su preocupación sobre como el sector educativo en las escuelas y en las aulas reproduce este lenguaje de la guerra, el del ojo por ojo, el del diente por diente, el de la confrontación y la violencia verbal que proviene de las familias o de los entornos violentos, con los cuales conviven parte de los estudiantes y que exacerban algunos medios de comunicación: palabras como desertar, combatir, frentear, exterminar, aniquilar, mortandad académica y frases asociadas a irrespeto, grosería, odio y ofensas asociadas a descalificar al otro o ridiculizarlo por torpe o bruto (lo menos que se dice) llegaron a la escuela y se quedaron.
Sin embargo, si los acuerdos de la Habana son un punto de partida para alcanzar una paz duradera y estable requerimos con urgencia lograr que la escuela establezca acciones educativas donde prime una cultura de la paz y la convivencia a partir de establecer Proyectos Educativos Institucionales, PEI, centrados en estos bienes superiores de la vida humana. En el PEI se debe reflejar la intención del uso del lenguaje como parte de una cultura formadora en paz y como eje ordenador de los diálogos y las expresiones entre maestros y estudiantes (de manera especial entre estos últimos) producto de una inteligencia razonada, y ojalá de sensibilidad humana, mediante la cual se escucha y se comunica en la escuela. Insisto, una de las pocas instituciones capaz de cambiar imaginarios colectivos es la educación.
La paz es un hecho social, la cual aceptamos de manera razonada en nuestra Constitución como un bien supremo, donde el uso del lenguaje es fundamental para su garantía y supremacía. Rafael Echeverría en su libro Ontología del Lenguaje sostiene que el lenguaje nos constituye, en la medida que “el lenguaje nace de la interacción social entre los seres humanos y que todo fenómeno social es siempre un fenómeno lingüístico. El lenguaje no sólo nos permite hablar «sobre» las cosas: el lenguaje hace que sucedan cosas. Este postulado abandona la noción que reduce el lenguaje a un papel pasivo o descriptivo”. Lo anterior significa que el uso del Lenguaje puede ayudar a generar una cultura y una forma de ver y entender la paz, también una particular forma de ser, no desde la confrontación o la guerra, sino desde el respeto por el otro, por lo que piensa y dice (aceptación del otro como un ser diferente de mí), con la posibilidad de responder, pero sin agresión (Humberto Maturana llama a esto amor), en parte esta será una mejor paz.
Una sociedad donde la paz sea posible debe formar y ser ejemplo en un lenguaje que destaque las virtudes humanas (juicios e ideales que aseguran mejor paz y convivencia), o como sostiene la propuesta de la Red de Educadores por la Paz: “educar para potenciar los valores del diálogo, lo cual significa educar para la mediación; educar para la comprensión y el manejo positivo de los conflictos; educar para el desarrollo del espíritu crítico y; educar para el ejercicio de la responsabilidad individual y social (autolimitación). Por lo anterior, en un escenario de paz estable y duradera la educación tendrá enormes responsabilidades, no será fácil cambiar la actitud guerrera de nuestra sociedad.
Un buen ejemplo de virtud humana es la frase del músico carranguero Jorge Velosa: “Lo poco que cuesta un tiple y lo bonito que suena, lo mucho que cuesta un rifle y lo feroz que truena”
Fuente de la imagen: http://contraluzcucuta.co/articulos/opinion-es-necesaria-una-educacion-para-la-paz/
América del Sur/Colombia/28 de Agosto de 2016/Autor: Ángel Pérez Martínez/Fuente: Dinero.com
La federación Colombiana de Educadores, FECODE, decidió esta semana apoyar la campaña por el sí en el plebiscito por la paz. Este es un hecho propio de quienes trabajamos en educación y entendemos que la búsqueda de la paz debe ser un acto razonado propio de la condición y el desarrollo humanos. La FECODE es un sindicato que representa a 327.000 docentes oficiales y del cual han hecho parte más de 137.000 docentes que están pensionados. Aclaro no soy miembro de FECODE, y no siempre comparto sus posiciones con respecto a la educación, aunque considero justas la mayoría de sus reivindicaciones.
La decisión de la FECODE con respecto al plebiscito es la esperada, nadie puede tan siquiera imaginar a un buen maestro promoviendo la guerra, el combate, el odio o el irrespeto al otro. Por el contrario, es a través de la educación que se pueden producir o fortalecer valores, romper paradigmas y desvirtuar de manera razonada ideologías que hagan daño a lo humano y a la convivencia pacífica. Las armas naturales de la educación son el conocimiento y un sentido crítico razonado frente a la realidad social y las conductas humanas que es en esencia lo que nos ha permitido avanzar en los ideales de libertad, justicia, inclusión, equidad y cuidado del medio ambiente. La educación tiene entre sus deberes ayudar a construir una sociedad donde valga la pena vivir.
Sostiene Julián de Zubiría que la “educación básica debe estar concentrada en desarrollar tres esenciales competencias transversales: pensar, comunicarse y convivir”, es decir, crear la capacidad de razonar en el ser humano que se expresa mediante la argumentación y los juicios sobre la realidad (razón teórica) o sobre las conductas (razón práctica). En la medida que progresa la vida humana y el conocimiento avanza razonar será una acción cada vez más compleja, pero bella a la vez. Por ello, en la medida que el conocimiento prospera y profundiza sobre cualquier tema, la educación de calidad como derecho fundamental resulta vital para asegurar la participación de las personas de manera razonada en la vida social, policía, económica y cultural de los ciudadanos. Eso sí, acepto, como sostenía Kant, que no todo es razón, recordemos que junto a la razón él determinó además a la sensibilidad y el entendimiento para definir desde estos 3 pilares lo cognoscitivo.
Al respecto, el Filósofo Estanislao Zuleta sostenía que según Kant son 3 las exigencias racionales (los lectores podrán apreciar que están vinculadas de manera estrecha con la formación y la educación). La primera, pensar por sí mismo, o la exigencia de renunciar a una mentalidad pasiva que recibe verdades de alguna autoridad, tradición o prejuicio, sin someterlas a su propia elaboración (critica razonada); La segunda, ser capaz de ubicarse en el punto de vista del otro, es decir, ser capaz, aún manteniendo el propio punto de vista, de entrar en diálogo con otras opiniones y posturas.; y la tercera, llevar las verdades hasta sus últimas consecuencias, es decir, tener la capacidad de aceptar que nos hemos equivocados cuando los resultados de nuestra investigación nos hacen ver que no estamos en lo correcto.
Es en este sentido que la educación debe abordar y razonar sobre la paz. Luego, lo que hay que enseñar y aprender no es el resultado final de los acuerdos de la Habana, que son importantes pero no definitivos para la paz; lo que se requiere enseñar y aprender es ¿por qué y cómo llegamos a la guerra?, y ¿cuáles han sido las consecuencias de la guerra?, así como plantear la discusión de cuáles son las posibilidades de superar esas consecuencias como sociedad a través de una vida personal y social que permita la convivencia y la construcción del mejor camino posible hacía la paz, como ideal, no hay paz perfecta.
También hay que enseñar y aprender cuál ha sido el desarrollo y las luchas de la humanidad para conquistar la libertad, la justicia, la paz, y otros valores en diferentes momentos y contextos históricos. Seguramente ninguno de esos procesos ha sido perfecto, pero existe evidencia que otras sociedades han logrado alcanzar estos valores en mayor medida. Colombia hoy requiere de sus maestros una educación que sea capaz de suscitar el deseo y la necesidad de aprender sobre la paz, no la de ahora, la de siempre.
La decisión con respecto al plebiscito de una persona debería ser razonada, basada en la capacidad de evaluar los pros y los contras que conllevan los acuerdos de la Habana. No hay que tener miedo; al final el uso de la razón humana nos conducirá a la paz. La educación debe ayudar a pensar con sentido crítico en la necesidad de encontrar el camino más idóneo para conseguir la paz, con menos muertes, menos daños colaterales y menos tragedia para la sociedad. La educación debe coadyuvar a que nosotros como pueblo aprendamos a valorar la paz. Entre mayor valor le demos, mayor será el deseo de obtenerla. A partir del documento de Kant sobre la Paz Perpetua pregunto: ¿si mantener más de un ejército es o no una incesante amenaza a la guerra y la confrontación?; así mismo, ¿cuántos hombres más debemos tener pagos cuyo destino ha sido morir o matar en esta guerra interna que ya cumplió más de 60 años?, razonemos.
Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/quienes-educamos-tenemos-la-obligacion-etica-de-apoyar-la-paz-angel-perez/231236
Fuente de la imagen: http://contraluzcucuta.co/articulos/opinion-es-necesaria-una-educacion-para-la-paz/
Por: José Luis Cordeiro
“El fundamento verdadero de la felicidad: la Educación”, exclamó el Libertador Simón Bolívar en 1825. La educación es la clave de la felicidad y del progreso de los individuos y de los pueblos. La etimología latina del vocablo educación -exducere, educere, educare- tiene raíces que derivan de fenómenos humanos como “obtener lo mejor de alguien”, “desarrollar la sabiduría interna”, “alimentar”, “criar”, “formar”, “embellecer”, “hacer crecer a otro”. La educación es el eje de la vida, de hecho, según muchos, es la vida misma. Muchas personas hoy pasan más de la mitad de la vida educándose o educando a otros. Pero para que la educación cumpla su gran promesa liberadora, tiene que estar centrada en valores de excelencia.
Venezuela necesita en estos momentos una gran visión, un gran sueño que le permita salir de la grave crisis donde se encuentra actualmente. El país tiene que pensar en grande, pensar en retos difíciles pero posibles, y también pensar en desafíos que hoy parecen imposibles pero que serán las realidades de mañana. Venezuela precisa un gran sueño, una gran utopía. Ese sueño tiene que estar centrado en una educación de primera. Una educación de excelencia basada en valores.
Venezuela tiene que recuperar el rumbo y dejar atrás todos los vicios que la rodean. Pareciera que Venezuela está padeciendo tantos vicios que lo que existe es una gran “vición” en lugar de una verdadera “visión” de país. Tenemos que pasar del país de los antivalores viciados (corrupción, resultados a corto plazo, improvisación, envidia, riqueza fácil, búsqueda de culpables, trabas burocráticas, etc.) al país de los valores visionarios (honestidad, estrategia a largo plazo, continuidad, cooperación, trabajo sistemático, búsqueda de soluciones, estímulos a la producción, etc.). Hay que salir de la trampa circular de que la culpa es siempre del otro: la sociedad culpa al Ministerio, el Ministerio culpa a los gremios, los gremios culpan a las escuelas, las escuelas culpan a los maestros y los maestros culpan finalmente a los niños.
Fuente: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/educacion-felicidad_246471