Europa/España/14 Mayo 2017/Fuente: larazon/Autor:EFE
Hace dos años que Marc, Gerard, Valentina y Àlex van juntos a la guardería. El próximo curso empezarán P3 en el colegio, lo que en lenguaje oficial llaman educación infantil de segundo ciclo. Para muchos padres son tiempos de jaleo, empezando por elegir centro, que si público, concertado, cerca de casa, con un proyecto educativo innovador, sin libros, por proyectos, Montessori, que trabaje las inteligencias múltiples… Una algarabía que requiere reflexión.
Con la educación no se juega, por eso las familias invierten tiempo y esfuerzo en este proceso. Los padres de Marc, Gerard, Valentina y Àlex habían hecho estos deberes hace dos años, cuando eligieron guardería. Aunque la educación infantil de primer ciclo, entre los 0 y 3 años, no es obligatoria, optaron por la guardería de un colegio que tiene continuidad hasta el bachillerato. Un centro concertado, el Infant Jesús, en un barrio que no tiene guarderías públicas, Sant Gervasi-Galvany, y donde los jesuitas están implantando el proyecto Horizonte 2020. Este modelo pedagógico ha relevado las asignaturas, los exámenes y el timbre, por un aprendizaje por proyectos, interdisciplinar, con horarios flexibles, evaluación continua y en el que las ciencias se aprenden diseñando piezas del sistema inmunitario en 3D para que los niños que sufren inmunodeficiencias primarias comprendan su enfermedad, por ejemplo. Se trata de un modelo que Ada Colau quiere implementar en la escuela pública con el proyecto Xarxa 2020. Pero en Sant Gervasi sólo hay un colegio público, el Poeta Foix, que apenas tiene 18 preinscripciones. Durante muchos años ha recibido lo que se llama matrícula viva, es decir, la Administración envía niños que se incorporan a la escuela durante el año, hay pocos niños del barrio y mucha inmigración. Un pez que se muerde la cola.
Con la educación no se juega. Sin embargo, el futuro de Marc, Gerard, Valentina y Àlex no lo han decidido sus padres, lo ha acabado decidiendo un sorteo. Un juego de azar. Aunque lo natural parecía pasar de P2 a P3, en su colegio había más demanda que oferta. Diez niños se quedan fuera. La cifra puede reducirse a tres si la Generalitat acaba dando al centro las plazas extra que ha solicitado. Todos contaban con 30 puntos, el máximo que se puede obtener por zona de influencia, no tienen hermanos mayores, deficiencias ni intolerancias. Y los cuatro tuvieron mala suerte con el número del sorteo de desempate. Conclusión: No podrán seguir su educación en la escuela que eligieron. «Si la elección del colegio es fruto de una reflexión y una decisión personal, por qué tenemos que sortear la educación de nuestro hijo», se pregunta el padre de Gerard.
Con la educación no se juega, pero esta familia no ha entrado en ninguna de las opciones que había elegido en el proceso de preinscripción. «El sistema no funciona cuando unos padres no pueden elegir la escuela donde quieren que vaya su hijo, cuando también se quedan fuera de su segunda y tercera opción, cuando en vez de ser un proceso ilusionante genera angustia y cuando la educación de tu hijo depende de la suerte», lamenta la familia. Todos los colegios que habían elegido, en su caso habían apostado por la escuela de proximidad, están llenos. Como el resto de familias que no han logrado entrar en su primera opción, desde el lunes andan yendo colegio por colegio en busca de una plaza. Este doloroso proceso sería más fácil si el Consorci de Educación de Barcelona publicara una relación de centros con plazas libres.
Con la educación sí se juega. De eso sabe Pere Puig, de «Famílies Sense Places», una de las plataformas de padres indignados que se han organizado en algunos barrios de Barcelona. En su caso, su apuesta era por una escuela pública e innovadora (o no directiva) del Eixample Dret. «Elegimos un colegio que ofrecía 30 plazas, se presentaron 50 preinscripciones, faltaban 20 plazas, pero la visión de la administración fue que sobraban 20 niños», cuenta. Ahí empezó su «via crucis». Un número nefasto en el sorteo, sin plaza en la escuela pública, llamada al Consorci d’Eduació de Barcelona (CEB), denuncia al síndic, a la síndica, en televisión, lanzados a una escuela «contenedor», lloros … Fue el año pasado, ahora «asesoro a padres y hago de terapeuta». «Que vayan al CEB, que no se callen», dice, sólo así son posibles los cambios, como eliminar los puntos por intolerancias alimentarias en el curso 201-18 con los que había mucha picaresca. «Hoy en día los comedores escolares están preparados para ofrecer un menú sin gluten», reivindica.
Con la educación sí se juega y para que deje de ser un juego «Famílies Sense Places» recoge firmas a través de «change.org» para protestar contra un sistema de preinscripción que no gusta a nadie. En su manifiesto defienden una escuela pública de calidad, inclusiva al alcance de todos; descartan la ampliación de líneas en colegios donde la calidad educativa decrece; reclaman que se garanticen plazas para P4, P5 y primero de primaria, cuando es obligatoria la educación, y reivindican una escuela pública no directiva como motor de cambio, además de rechazar que el azar decida la educación de los niños.
Con la educación sí se juega. El desajuste entre centros públicos con propuestas innovadoras y la demanda es demencial. Para muestra, cinco ejemplos de cinco distritos: Univers (113 solicitudes para 50 plazas); Fructuós Gelabert (81 para 50), Encants (96 para 50), Congrés Indians (87 para 50) y Fluvià (119 para 78).
Haya más o menos niños (el padrón decía que habría 56 demandas menos, pero al final hubo 259 más), hayan abierto más escuelas (este año seis), cada año se repite la misma historia, familias que se quedan sin plaza, sea cual sea el modelo educativo elegido, el sistema no convence a nadie.
Fuente de la noticia: http://www.larazon.es/local/cataluna/es-de-locos-que-la-educacion-de-nuestro-hijo-dependa-de-un-sorteo-KG15136185
http://www.larazon.es/documents/10165/0/498×1003/0c195/498d325/none/10810/ERAT/image_content_6503897_20170513075826.jpg