Por: Sofía García-Bullé
Un incidente aislado se convirtió en un estudio de caso para reflexionar cómo abordamos y educamos sobre el tema del sexismo.
Un evento inapropiado el pasado 21 de julio inició una reacción en cadena que hizo historia en materia de visibilización del sexismo y la reflexión acerca de soluciones reales para combatirlo.
Fuentes sostienen que el congresista republicano Ted Yoho agredió verbalmente dos veces a su colega demócrata Alexandria Ocasio-Cortez en las afueras del capitolio estadounidense, la primera cuando ella entraba para emitir su voto y la segunda cuando salía.
Fue en esta segunda ocasión que Yoho presuntamente se refirió a Ocasio-Cortez con un lenguaje soez, denigratorio y de índole sexual. No podemos repetir en este medio las palabras exactas que el legislador por el estado de Florida utilizó, tampoco las usaron dentro la Casa de Representantes para referirse al incidente, este es el punto ciego del problema.
Cuando ni los medios, ni las personas con conexión directa al suceso de agresión sexista son capaces de describirla en su totalidad, la responsabilidad recae una vez más en la persona afectada, en este caso Ocasio-Cortez. Ella realizó un discurso histórico sobre la incidencia cultural de la violencia contra las mujeres tan solo un día después de que Yoho intentara justificar su presunto uso de tal violencia.
Ocasió-Cortez es concisa al explicar que su motivación no estriba en una ofensa derivada de la intención de Yoho, deja claro que ella no está ofendida, lastimada o sobajada de ninguna forma. Su discurso no es impulsado ni siquiera por el esfuerzo de su homólogo republicano para no hacerse responsable de sus actos.
Lo que la motivó fue la aceptación general por parte de sus colegas representantes del discurso de Yoho como una disculpa real y la forma de pasar la página después del incidente. Esta aceptación reforzaba un estándar de normalización de violencia contra las mujeres no solo en los espacios de trabajo, tambien en los educativos, los familiares y los sociales, este era el punto en particular contra el que la legisladora por Nueva York se pronunció durante su discurso.
Cientos de medios se precipitaron a cubrir la noticia celebrando la respuesta contenida, inteligente, irrefutable e intensamente humana de la joven demócrata. Se centraron tanto en esto, en las palabras que ella dijo, en su valor de repetir letra por letra los insultos proferidos contra ella, que ahora el número de registros en medios de ella diciendo esas palabras es mucho mayor que el del mismo Yoho. Además de que su arrolladora respuesta le ha ayudado a construir su marca, como algunos medios han descrito. ¿Ya empezamos a ver cuál es el problema oculto en cómo vemos y relatamos las respuestas de las mujeres a las agresiones sexistas?
En casos como el de Ocasio-Cortez, las únicas personas que están nombrando y describiendo el sexismo en los términos exactos en los que es ejercido, son las mujeres que lo sufren. Medios como el New York Times, el Washington Post y el New Yorker se negaron a describir el abuso de Yoho en los términos exactos en los que fue presuntamente fue ejercido. Ni siquiera Yoho, fue capaz de repetirlo en ninguna de las ocasiones en las que ha comentado sobre el incidente, ni al momento de dirigir su discurso ante la Casa de Representantes. Fue bajo ese contexto incapacidad que su disculpa fue aceptada por sus pares en el congreso.
No podemos tomar responsabilidad por lo que no vemos ni por lo que no describimos fielmente, la manera en la que hablamos del sexismo sin hablar realmente de este, nos obstaculiza el avance hacia una sociedad con un balance de género más equilibrado.
Los ejemplos de esto dentro del rubro educativo son vastos, una estudiante descalificada de una competencia de natación por un accidente con un traje de baño, un grupo de alumnas en preparatoria sufren represalias por denunciar abuso, otro grupo de niñas de secundaria que tuvo que hacer frente al director de su escuela para detener una serie de abuso rampantes por parte de sus compañeros varones.
En cada ocasión la conversación se centra en las respuestas a los abusos, no en los abusos mismos. El discurso y acciones de quienes lo visibilizan, que casi siempre son las víctimas directas, es puesto bajo la lupa del escrutinio público por encima de las acciones que motivaron esa respuesta para empezar.
Si la invisibilización del sexismo y la normalización de las agresiones sexistas comienza desde las aulas porque ni maestros ni alumnos tienen las herramientas para llevar una conversación que nombre y describa el abuso justo como lo que es, no podemos calificar la agresión de Yoho como inconcebible, ni la defensa de Ocasio Cortés como disruptiva.
Es imposible contar cuántas mujeres más antes que ella se han parado en un podio a decir lo mismo, quizás con palabras menos acertadas, quizás a una audiencia menos receptiva, pero como la misma Ocasio Cortés menciona en su discurso, esto no es nuevo, y la manera en la que lo abordamos no funciona.
Quizás ya es hora de desafiar en serio la forma en la que hablamos de sexismo en espacios públicos y en el aula, quizás ya lo era desde hace mucho y Ocasio.Cortez solo vino a señalar un reloj de arena al que le hemos dado vuelta tantas veces que olvidamos por qué lo hacíamos, quizás sea momento de recordarlo.
Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/politica-sexismo