Saltar al contenido principal

Mel Ainscow, experto en educación inclusiva: “Las escuelas saben más de lo que creen”

Considera que la clave en la transformación de los sistemas educativos es “invertir en los docentes”

[Esta nota forma parte de las más leídas de 2019]

Mel Ainscow es docente e investigador de la Universidad de Manchester, Inglaterra, y es uno de los autores que definieron la educación inclusiva. “Todos los niños importan. Y todos los niños importan por igual”, repite como un mantra, en un concepto muy vinculado a la inclusión de niños con discapacidad pero que Ainscow invita a ampliar, pensando en qué niños son los más vulnerables en cada país y prestándoles especial atención a ellos. En el marco del proyecto “Inclusión educativa de personas en situación de discapacidad en el sistema educativo de Uruguay: pedagogía en clave de diferencias”, en el que participan la Agencia Uruguaya de Cooperación Internacional, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y el programa Eurosocial de la Unión Europea, Ainscow estuvo la semana pasada en Uruguay y mantuvo reuniones con las autoridades, talleres con docentes y actividades con organizaciones de la sociedad civil que trabajan en torno a estos temas. Su rol, afirma, es “estimular la discusión” y aportar la experiencia de otros sistemas educativos en el mundo. Wilson Netto, presidente del Consejo Directivo Central de la ANEP, aseguró que visitas de expertos como Ainscow “enriquecen la formación y nos permiten poner en la agenda temas de alta relevancia”, pero consideró que la inclusión tiene que ser “un proceso sostenido”: “Poner en la agenda y gradualmente construir herramientas, dispositivos, formación y transformación cultural de la sociedad toda”.

Avanzar hacia un sistema educativo inclusivo y equitativo es un desafío para todos los países del mundo, asegura el investigador. Sobre cómo hacerlo, sobre las críticas por la pérdida de calidad y sobre las recomendaciones que presentó ante las autoridades conversamos con Ainscow en su tercera visita a Uruguay.

La última vez que estuviste en Uruguay dijiste que la reforma tenía que ser total para lograr políticas inclusivas. ¿Es posible avanzar cuando es necesario un cambio tan grande?

De lo que estamos hablando es de una agenda de transformaciones para cambiar la forma en que funciona el sistema educativo. Eso no es fácil; llevará tiempo y necesita compromiso en todos los niveles del sistema. Antes que nada, se necesita el liderazgo del gobierno, que debe dar una dirección clara sobre cuál es el propósito de todo esto, así todos tienen una idea precisa de cuál es el compromiso. Después, hacia abajo, en todos los niveles del sistema educativo, todos tienen un rol que jugar. Por eso es tan importante tener claro el propósito. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de inclusión en educación? Recientemente UNESCO lo expresó con la consigna “Todos los niños importan. Y todos los niños importan por igual”. El énfasis es en la inclusión pero también en la equidad, en lo que es justo. Esto es un desafío para todos los países del mundo: ¿cómo creamos un sistema educativo en el que todos los niños tengan la misma importancia? Los docentes son cruciales en esto, son la clave. Si los docentes no entienden, si no se sienten valorados, si no se sienten apoyados, las buenas intenciones van a quedar fuera de la puerta del salón del clase. Si mirás los países que han hecho los mayores progresos, son aquellos en los que hubo una fuerte inversión en docentes, no necesariamente pagándoles mejores salarios –aunque estoy muy a favor de eso–, sino haciéndoles entender lo importantes que son. Si vas a Finlandia, enseñar es una de las profesiones más importantes. Cuando los jóvenes dejan la escuela, quizá quieran ser abogados, doctores, pero quizá también quieran ser maestros, porque en Finlandia los docentes son personas importantes. Creo que en otros países, como en Uruguay o en Inglaterra, tenemos que entender eso, tenemos que invertir más en los docentes, hacerlos sentir valiosos, y tiene que haber desarrollo profesional durante toda su carrera, que empiece en la formación de grado pero se extienda durante toda la carrera.

Muchos docentes que tienen la intención de generar inclusión en sus clases dicen que no están preparados para hacerlo. En Uruguay no hay formación en educación inclusiva, salvo algunos talleres. ¿Es importante que exista este abordaje en la currícula de la formación docente?

Esto ha sido central en las reuniones y talleres que hemos tenido. Mi argumento, basado en la experiencia de muchos lugares, es que usualmente las escuelas saben más de lo que creen. En cualquier escuela hay más experiencia de lo que la gente se da cuenta, y para avanzar tenemos que hacer mejor uso de esa experiencia. Hay problemas estructurales en la forma como las escuelas de todo el mundo hacen su trabajo: docentes en sus clases con las puertas cerradas, solos para resolver los problemas que surgen. En las escuelas que han hecho avances se buscó romper específicamente esa soledad de los maestros; la escuela está organizada de manera que ocasionalmente los docentes tienen tiempo para verse, para compartir ideas, para resolver problemas juntos y, sobre todo, para ver cómo los otros están enseñando. Los docentes que trabajan en soledad están limitados a su propia experiencia, y cuando tienen la chance de ver a otros colegas trabajar e intercambiar sobre sus prácticas educativas, eso les da la oportunidad de conocer la experiencia del otro pero también de reconocer y valorar la propia. Como profesionales –yo me considero un docente– tendemos a subestimar nuestra propia experiencia, principalmente porque no sabemos cómo hablar de nuestras prácticas, porque estamos muy ocupados aplicándolas. En parte, cuando digo que inviertan en los docentes pienso en que las escuelas tienen que ser organizadas para que cada tanto haya tiempo para que los docentes vean cómo otros están enseñando, para compartir ideas y materiales, y para resolver problemas juntos. Por eso este abordaje que estoy presentando es de transformación: tenemos que cambiar la forma en que trabajan las escuelas, tenemos que romper con la soledad de los docentes, los docentes tienen que trabajar con otros docentes, los niños tienen que trabajar con otros niños –porque los niños pueden ser una fuerza muy poderosa para la inclusión–, y, por supuesto, las escuelas deben trabajar con las comunidades, especialmente con las familias. Las escuelas que hacen progresos ven a las familias como compañeros del proceso educativo. Es una transformación que requiere mucho esfuerzo, mucho liderazgo en el sistema.

“Los docentes tienen que poder aprender métodos efectivos para poder hacer una clase más inclusiva”.

¿Pero no debería incluirse esta perspectiva en la formación de grado de los docentes?

Sí, claramente la educación de los docentes es un factor muy importante, y las próximas generaciones de docentes tienen que ser introducidos a las ideas de inclusión y equidad. Son principios, los docentes tienen que pensar sobre ellos y revisar sus ideas previas. También pienso que en su formación los docentes tienen que poder aprender métodos efectivos para poder hacer una clase más inclusiva. Y para eso hay mucha investigación; no hay que empezar de nuevo, sabemos mucho de lo que hacen los buenos docentes.

En tus trabajos hacés énfasis en que, cuando se habla de educación inclusiva, no se hace referencia sólo a los niños con discapacidad, sino a todos los colectivos que pueden ser más vulnerables.

En lo que estamos involucrados es en un cambio de paradigma, una forma diferente de pensar. La señal de la Organización de las Naciones Unidas en Educación 2030 es clara en que cuando decimos “educación para todos” necesitamos a todos los niños. Quizá hay niños que ya están en la escuela que son vulnerables, capaz que simplemente son niños callados, tímidos, niños que tienen problemas en sus casas, niños de familias migrantes; cualquier niño puede tener vulnerabilidades. La política de inclusión y equidad trata de llegar a todos. Tradicionalmente, los niños con discapacidad son vulnerables, y necesitamos estar seguros de que no son pasados por alto. Mi abordaje es apuntar a todos, pero estar atento a aquellos grupos que sabemos que son vulnerables. En Inglaterra probablemente los estudiantes más vulnerables son los chicos blancos de clase trabajadora. Sabemos, por las estadísticas, que en general son más proclives a abandonar y son más proclives a no hacer progresos en sus aprendizajes, entonces un proyecto de inclusión en Inglaterra tiene que mirar a esos niños. La pregunta sobre quiénes son los más vulnerables en Uruguay tiene que responderla la gente de acá, pero me preocupa, por lo que he escuchado, el número significativo de adolescentes que dejan la enseñanza secundaria. ¿Por qué dejan? ¿Qué nos dice eso sobre la forma en que las escuelas se organizan? ¿Qué nos dice sobre la currícula? ¿Es significativa y relevante para esos adolescentes? Me preocupa también, por lo que he escuchado, el número de estudiantes que repiten. Entiendo que los números en Uruguay son más grandes que en otros países, y puedo adivinar –aunque no lo sé– que muchos de esos adolescente que repiten son los que eventualmente abandonan. La repetición no les da confianza personal ni autoestima. Estas evidencias son desafíos para pensar en torno a cómo se organiza la educación, sobre la forma en que se enseña y se aprende.

Una de las críticas que se suele hacer cuando se habla de educación inclusiva es la de la pérdida de calidad. ¿Cómo respondés a ese argumento?

Tradicionalmente la gente ve la idea de la inclusión en tensión con la excelencia, con la calidad, y no puedo soportar eso. Hay países en el mundo que son excelentes en términos de sus sistemas educativos y que también son inclusivos. Si mirás lo que pasa en esos países, una de las razones por las cuales se volvieron excelentes es que han desarrollado una gran capacidad para tratar con las diferencias: no las ven como un problema, sino como una oportunidad para la innovación. Podemos tomar distintas partes del mundo y ver que es posible crear un sistema educativo excelente siendo inclusivo. Como venía diciendo, es un desafío.

“En parte, cuando digo que inviertan en los docentes pienso en que las escuelas tienen que ser organizadas para que cada tanto haya tiempo para que los docentes vean cómo están enseñando otros”.

Hablando específicamente sobre niños con discapacidad, en Uruguay uno de los formatos que se ha dado para incluir a niños en las escuelas comunes es el de la escolaridad compartida: el niño va unos días a la escuela común y otros a la escuela especial. ¿Es un formato inclusivo?

Es un paso en la dirección correcta; la gente que lo promueve, seguro, está buscando vincular al niño. No lo desaprobaría, pero tiene que ser visto como un paso, no como el final. Me preocupa lo difícil que debe ser para estos niños estar en dos escuelas diferentes: ¿tienen amigos en las dos escuelas o están semiintegrados? Pienso que vincular las escuelas especiales con las escuelas comunes tiene que ser otro paso, porque la colaboración entre ambas escuelas es parte del viaje. Hay mucha experiencia en las escuelas especiales, y no debemos perderla, lo que tenemos que hacer es usarla de forma más efectiva, llevándola hacia las escuelas comunes.

Además de invertir en los docentes, ¿qué otras recomendaciones estás haciendo a las autoridades en Uruguay?

Me voy a repetir, pero es lo primero: inviertan en los docentes, esa es la clave. Por lo que he escuchado, tienen un sistema muy centralizado, y hay ventajas de un sistema centralizado, por supuesto, pero en los sistemas educativos más efectivos existe lo que se llama una capa intermedia, que vincula al gobierno nacional con las escuelas, que coordina los esfuerzos para colaborar entre las escuelas y con la comunidad en el sentido más amplio. Por lo que he escuchado, eso no está muy bien desarrollado aquí. Pienso que sería bueno invertir en desarrollo local.

A nivel intermedio aquí existen los inspectores…

Sí, pero no me refiero a ellos, que seguro tienen un rol, sino a socios a nivel local. De nuevo, si te fijás en los sistemas educativos exitosos, como el de Finlandia, el de Ontario, en Canadá, o el de Singapur, aunque son sistemas diferentes, todos ellos tienen socios poderosos a nivel local, que coordinan y están atentos a todo, que se aseguran de que no haya niños que queden a un lado. Le diría a la gente de aquí que busque la forma de liderar una capa intermedia que conecte los lineamientos nacionales con las escuelas. También pienso que el liderazgo de las escuelas es muy importante, los directores de las escuelas son cruciales en esto, y ellos necesitan desarrollo profesional sobre cuál debe ser su rol apoyando al equipo de docentes a encontrar mejores formas de alcanzar a todos los niños. No lo sé, pero me pregunto cuánto esfuerzo se hizo en fortalecer el liderazgo a nivel de las escuelas, porque eso es muy importante.

Habías estado en Uruguay hace dos años. ¿Cómo evaluás el estado de la discusión en relación con tu última visita?

Creo que hay evidencia de un desarrollo muy positivo. Los docentes que he conocido están muy entusiasmados por hacer más, de fortalecer el sistema educativo; percibo que hay un compromiso muy grande de los colegas de la ANEP para crear el ambiente en el que los docentes puedan hacer su trabajo. Creo que hay muchas razones para ser optimistas, pero, por supuesto, todavía hay desafíos muy grandes en su sistema educativo.

Fuente: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2019/11/mel-ainscow-experto-en-educacion-inclusiva-las-escuelas-saben-mas-de-lo-que-creen/

Comparte este contenido:

Colombia: Estudiantes con habilidades especiales: ¿Los están incluyendo en los colegios?

América del sur/Colombia/16 enero 2020/Semana.com

Bogotá tiene más de 19.000 estudiantes en situación de discapacidad matriculados en los colegios públicos. Semana Educación recoge experiencias e historias alrededor del programa de inclusión a dos años de su puesta en marcha.

Juan Sebastián Ávila tiene una sonrisa particular. Es tímido y aunque está en compañía de sus padres, Jeny y Gervert, no emite muchas palabras para expresar si se siente a gusto con lo que pasa a su alrededor. ‘Juanito‘, como le gusta que le digan, está en segundo de primaria, tiene 8 años y fue diagnosticado con trastorno de desarrollo del habla y del lenguaje cuando cursaba primer grado.

Su paso por el colegio no comenzó con pie derecho. Juan Sebastián solía salirse del salón, no copiaba en su cuaderno lo que escribían en el tablero y en una ocasión lanzó un tajalápiz a la cara de su maestra cuando lo gritó por haberse equivocado. Su personalidad era tan impredecible que si no recibía atención especializada para controlar su carácter y potenciar sus habilidades, iba camino a perder otro año escolar.

En el colegio distrital CLASS, al sur de Bogotá, hay dos docentes de apoyo para tres sedes y seis jornadas. Lorena Becerra lleva el caso de Juan Sebastián y de 59 niños y niñas más que tienen alguna discapacidad cognitiva, de orden neurobiológico, hipoacusia, baja visión y aquellos con capacidades y talentos excepcionales.

Foto: “Mi hijo es muy hábil para el dibujo, el boletín dice que muestra un gran avance”, comenta Jeny Salamanca.

Hace dos años, cuando entró en vigencia el decreto 1421 del Ministerio de Educación –que reglamenta la atención educativa a la población con discapacidad– los colegios implementaron estrategias para dar cumplimiento a la norma y, aunque no se han presentado tropiezos y falencias, hoy existen más de 185.529 estudiantes con discapacidad matriculados en todo el país. SEMANA Educación les puso la lupa a este programa y a sus protagonistas; niños, niñas, padres y docentes en Bogotá.

Anteriormente, el paradigma de la integración indicaba que las instituciones debían recibir a los estudiantes con discapacidad hubiese o no una persona especializada para llevar a cabo su proceso formativo. Ocupaban una silla y un pupitre, pero difícilmente tenían un seguimiento académico acorde con sus necesidades, por lo que algunos repetían con alta frecuencia y en otros se registraba una rápida deserción escolar.

Sin embargo, el decreto actual, bajo el paradigma de la inclusión, ha intentado garantizar la permanencia de esta población en la educación formal, sin tener que segregarlos a aulas especializadas.

“El estudiante tiene derecho a participar, a una flexibilización o ajustes curriculares y a unos ajustes de tiempo en la institución, en pro de que tengan calidad de vida”, explica Lorena Becerra, docente de apoyo licenciada en educación especial.

Foto: Lorena Becerra lleva el caso de Juan Sebastián y de 59 niños y niñas más que tienen alguna discapacidad cognitiva, de orden neurobiológico, hipoacusia, baja visión y aquellos con capacidades y talentos excepcionales.

La descripción del caso, las sugerencias del docente de apoyo, los diagnósticos médicos y los compromisos de los padres quedan consignados en un Plan Individual de Ajustes Razonables (PIAR) que se revisa en cada periodo académico para evaluar el progreso del niño.

De esa forma, aunque Juan Sebastián ve las mismas temáticas que sus compañeros, Lorena promueve que se le evalúe en otros procesos académicos y convivenciales. Y vaya que se han visto los resultados: ahora él toma dictado, lee, identifica los números y es más sociable.

“Para educar a un niño pequeño el docente debe tener su método de enseñanza. La profesora Lida sí tuvo paciencia y supo estimularlo”, dice Gervert Ávila, padre de Juan Sebastián. “Mi hijo es muy hábil para el dibujo, el boletín dice que muestra un gran avance”, comenta Jeny Salamanca, su esposa.

Como señala Lorena, los niños no mejoran porque ella los vea una vez a la semana en su aula de inclusión y les refuerce ciertas temáticas; lo hacen por la práctica pedagógica de la docente permanente en el salón de clases. Sumado al trabajo en casa es importante la ayuda médica que brinda el sistema de salud al diagnosticar el tipo de discapacidad y dar el tratamiento adecuado.

No obstante, para Carlos Iván García, director de Inclusión e Integración de Poblaciones de la Secretaría de Educación del Distrito, una dificultad para brindar atención integral a los estudiantes con discapacidad es la falta de oportunidad y de calidad en los procesos de atención en salud.

“Las EPS no responden en los tiempos que se requiere, los tratamientos no son pertinentes y la mayoría de las veces, los profesionales de la salud emiten conceptos frente a cómo debe ser la educación de los estudiantes sin tener la competencia pedagógica para ello”, señala García.

En casos de discapacidad el tiempo es clave. Lo que un niño no aprende en la edad y el momento correcto es muy difícil que lo asuma más adelante. Por eso, si no existe un diagnóstico médico del estudiante, el docente no puede remitirlo al programa de inclusión y esto retrasa el proceso de aprendizaje.

Además, si tampoco existe un equipo interdisciplinario para centrarse en cada niño, los docentes de apoyo quedan atados de manos. Por eso, Lorena menciona que falta apoyo de un psicólogo, un terapeuta ocupacional, fonoaudiólogo y enfermeros en casos complejos.

A cambiar el chip

Kennedy es la localidad de Bogotá donde hay más estudiantes con discapacidad en instituciones públicas (2.593). El colegio Paulo VI entró en plan de contingencia por tener un alto índice de repitencia y deserción, en donde la población con discapacidad representa un gran desafío.

Lida Jineth Muñoz, licenciada en educación especial, era la única docente de apoyo del colegio cuando salió la normativa en 2017. Atendía 90 casos en las dos jornadas.

Al inaugurar el programa de inclusión se encontró con mitos como que los estudiantes en condición de discapacidad aparecieron de un momento a otro en los colegios cuando se lanzó el programa de inclusión. Lo que sucedía es que no estaban caracterizados ni se hacía un seguimiento por caso.

Según el Registro para la Localización y Caracterización de Personas con Discapacidad (2018) hay 1.418.065 personas con discapacidad en Colombia, pero 41 por ciento de la población entre 5 y 24 años no está escolarizada y 56 por ciento manifestó que asistía a alguna institución educativa. Para este último grupo en el colegio Paulo VI existe un refuerzo extra los fines de semana para que se nivelen académicamente.

Los docentes debían capacitarse

Si bien es cierto que los docentes de otras épocas no se formaron en pedagogía para niños con discapacidad, los pénsums actuales les proporcionan algunas asignaturas relacionadas con diversidad o atención diferencial. “Ya no se vale decir que no fue formado para esto”, reitera Lida.

Es necesario que los docentes del aula se capaciten para dar la mejor atención posible a esta población y para eso, según datos suministrados por la Secretaría de Educación, existen varios convenios con universidades públicas y privadas para instruirse en ambientes de aprendizaje incluyentes, o en modalidades del trastorno del espectro autista, la discapacidad cognitiva y psicosocial.

No obstante, hay que señalar que la mayoría de docentes ya entendieron que deben transformar su método de enseñanza y hacen su máximo esfuerzo por obtener buenos resultados con estos niños.

Hay logros, pero falta inversión

Jefferson Camilo Fino Castro ha repetido tres veces el grado quinto. Tiene 13 años y gracias al acompañamiento de la docente Lida y el apoyo de su madre Carolina Castro, pasó de perder ocho materias a reducir este número a la mitad. Ha fortalecido su comprensión lectora y aunque todavía le cuesta desarrollar la lógica matemática, ellas tratan de darle las herramientas necesarias para que vaya al ritmo de sus compañeros de clase.

Foto:“El año pasado cuando estaba en la jornada de la mañana le estaba cogiendo pereza al colegio. Me decía que no quería ir, pero ahora casi no falta”, dice la madre.

Sin embargo, el material pedagógico que debería llegar para este colegio es insuficiente y esta es una situación que se repite en varias instituciones. En este caso, Lida cuenta que solo obtuvo una oficina a comienzos de este año para atender personalizadamente a Camilo y a sus otros 40 estudiantes con discapacidad. Antes lo hacía en cualquier lugar disponible del colegio. Pero además, señala que el material pedagógico no llega o no se ajusta a los niños con baja visión, autismo o con problemas más severos.

La Secretaría de Educación registra que hay 873 docentes de apoyo en toda la ciudad, 121 enfermeras, 85 intérpretes en lengua de señas y 110 mediadores para dar soporte a todos los colegios que cuentan con población discapacitada. Lo que indica que hay una disparidad entre el número de profesionales y el número de estudiantes con discapacidad matriculados, que en Bogotá ya son 19.600.

Fuente e imagen tomadas de: https://www.semana.com/educacion/articulo/estudiantes-con-habilidades-especiales-los-estan-incluyendo-en-los-colegios/648063

Comparte este contenido:

Discapacidad y Educación Superior

Por: Pluma Invitada

La Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT), es una institución educativa consciente de la riqueza que existe en la diversidad de su población estudiantil. Por ello ha emprendido diferentes acciones, convertidas en programas, para su adecuada atención.

Dentro de la diversidad detectada, en esta ocasión se trata de visibilizar al subgrupo de alumnos con discapacidad yendo más allá de lo que aparentemente reflejan los datos.

Se parte del análisis del seguimiento académico de los alumnos que se inscribieron en el semestre 2017.3 cuyo número asciende a 807.

Como datos generales se señala que:

  • 205 apenas eran de nuevo ingreso a licenciatura y 14 a algún posgrado; el resto, formaba o formó parte de generaciones anteriores.
  • 435 son mujeres y 372, hombres.
  • El grupo de edad predominante, al momento de ingreso a la universidad, es el de 18 a 24 años, observándose presencia de 15 alumnos de 31 años o más, inclusive un caso de 56 años.
  • 514 estudian en sus lugares de origen y 293 tuvieron que trasladarse de su cuidad de origen para continuar estudiando.
  • Cuatro alumnos son de alguna comunidad indígena
  • El registro en estudio, indica que el ingreso de estudiantes con estas características ha ido en incremento año con año, teniendo mayor crecimiento en las generaciones 2016.3 (186) y 2017.3 (205), en relación a las anteriores que tenían entre uno y 94 alumnos.

Para darle mayor objetividad a estos datos, se describe en forma general la distribución geográfica en que se organizan la UAT y el estado de Tamaulipas. De esta forma podemos apreciar tanto el dato de procedencia del alumno como su ubicación geográfica, ya en su calidad de estudiante.

Mientras la primera tiene presencia en 14 municipios del Estado y  se encuentra dispersa en tres grandes zonas: norte, centro y sur, el estado de Tamaulipas está dividido convencionalmente en seis regiones: Fronteriza, Valle de San Fernando, Centro, Sur, Mante y Altiplano. Además, se agrega el dato relativo a alumnos procedentes de otros estados de la República Mexicana así como de otro país.

Al relacionar estos datos con la población estudiantil en estudio, encontramos que atendiendo a la distribución que tiene la UAT de sus facultades y unidades académicas en el estado, la zona centro presenta mayor número de alumnos con discapacidad seguida de las zonas sur y norte. En las zonas norte y centro predomina el tipo de discapacidad visual y, en la zona sur, la auditiva. Vista esta información por regiones del estado de Tamaulipas, la región Sur es la que tiene mayor número de alumnos con discapacidad seguida de las regiones Centro, Fronteriza, otros estados, Mante, Altiplano y, Valle de San Fernando.

Analizando retrospectivamente las generaciones presentes en este estudio, se halló que hasta el momento, se han quedado en el camino un total de 38 alumnos que intentaron superarse vía educación universitaria y no lo lograron; 34 de ellos causaron baja voluntaria y cuatro, baja por sistema.  Aquí resulta necesario preguntarnos, ¿en algún momento la institución notó la ausencia de estos alumnos? Y si la notó ¿conoció las causas que originaron esta situación?, ¿en qué acciones de mejora se reflejó la información obtenida?

Si fijamos nuestra atención en la generación más reciente (2017.3), con no poca preocupación se observa que de los 205 que ingresaron a alguna licenciatura,  15 de ellos ya no se inscribieron en el siguiente semestre por lo que se les identifica como deserción por baja voluntaria ya que, académicamente, podrían haber continuado estudiando. De ellos, nueve cuentan con discapacidad visual, tres con discapacidad de lenguaje, dos con física/motriz y, uno con psicosocial.

A continuación se describe lo encontrado en cuatro apartados que se consideran claves para analizar el desempeño o comportamiento académico.

Discapacidad y situación escolar

En la población de referencia, se ha identificado que 78 alumnos ya concluyeron sus estudios, 64 de manera oportuna y 14 con rezago. Asimismo, que 691 siguen estudiando y, que 38 dejaron de estudiar.

De los 78 que ya egresaron, se ha detectado que sólo 14 han continuado estudiando alguna especialidad (3), maestría (10), o bien, maestría y doctorado (1).

Se encontró relación significativa entre egreso oportuno y las facultades de Comercio y Administración Tampico, Derecho y Ciencias Sociales Tampico y Victoria así como la de Enfermería Victoria; asimismo, entre egreso con rezago y las facultades de Comercio y Administración y Derecho y Ciencias Sociales, las dos de Victoria. En cuanto a deserción por baja voluntaria, se encontró relación significativa con las facultades de: Comercio y Administración y Derecho y Ciencias Sociales, ambas de Victoria. No existe relación significativa entre egreso y deserción con el resto de facultades.

Discapacidad y aprovechamiento académico

Se observa que al momento de ingresar a la universidad, 575 alumnos tenían promedio superior a ocho y, 224 inferior a ocho (no se cuenta con este dato de ocho alumnos). Para el primer año de estudios estos números se modifican de la siguiente manera: 549 tienen promedios superiores a ocho, 189 entre seis y ocho y, 69 lograron promedio menor a seis, es decir reprobatorio.

Este comportamiento nos indica que un 8.55% de la población inicial, está teniendo problemas al término del primer año y por lo tanto, son susceptibles de desertar de sus estudios. Lo que implica que hay que centrar la atención en ellos para apoyarlos a reconocer y superar las diversas situaciones académicas, administrativas o de otra índole, que les estén creando ese estado.

Discapacidad, Traslado, Deserción y Egreso

En diferentes espacios se ha señalado el peso que tiene la variable traslado en el desempeño académico de los alumnos; y, el análisis efectuado en el subgrupo de discapacidad, reafirma este dicho al encontrar relación significativa entre deserción voluntaria, discapacidades (auditiva y de lenguaje) y, traslado de ciudad, para realizar estudios universitarios. De la misma forma, se detecta relación significativa entre deserción por sistema, discapacidad (psicosocial) y traslado.

En cuanto al egreso se identifica relación significativa entre egreso con rezago y discapacidades intelectual y psicosocial. Con egreso oportuno no hay relación significativa.

Discapacidad y estudio de idiomas

De los 807 alumnos en estudio, 241 se han inscrito en algún curso de idiomas (inglés, francés, alemán y japonés) y de éstos sólo 71 (29.47%) continúan estudiando; uno (0.41%) terminó los niveles correspondientes y 169 (70.12%) causaron baja voluntaria o simplemente no se inscribieron en el siguiente semestre.

Dentro de la población total se identificaron cuatro alumnos con discapacidad que proceden de una comunidad indígena o hablan alguna lengua indígena; al respecto se observa que dos no se han inscrito a cursos de idioma adicional (discapacidad física/motriz e intelectual) y dos sí lo hicieron (discapacidad auditiva y psicosocial); sin embargo, éstos últimos sólo se inscribieron pero no presentaron sus asignaturas. Vale la pena destacar que quien tiene discapacidad psicosocial, dejó de estudiar a pesar de que mediante examen de ubicación se le consideró apto para inscribirse en un nivel de inglés avanzado. Se encontró relación altamente significativa entre las discapacidades intelectual y psicosocial y, alumnos que proceden de una comunidad indígena.

Los resultados que se están reportando, han generado una serie de inquietudes que nos llevan a aspirar a desarrollar un trabajo a un nivel más profundo pero también de manera interinstitucional. El tema de discapacidad requiere de una mirada más amplia que sólo el saber si tienen alguna discapacidad y de qué tipo.

En el artículo “La otra cara de la deserción” (publicado en Campus Milenio en mayo 2016) señalé como elemento de análisis para estudiar y comprender mejor el fenómeno de la deserción, la identificación de por lo menos tres grupos: baja por sistema, baja por causas extrínsecas, baja por causas intrínsecas. También, que después de un minucioso análisis llegué a la conclusión de que el área de oportunidad real para intervenir institucionalmente, es el grupo de alumnos que académicamente tiene las condiciones para proseguir pero que deserta por causas extrínsecas a él, como puede ser la economía familiar aunado a que proceden de municipios diferentes al lugar en que estudian (traslado).

Ahora, al realizar este acercamiento con el subgrupo de discapacidad, veo la necesidad de incorporar un elemento más en apoyo a la inclusión y equidad con que se debe conducir toda institución educativa: la honestidad o ética profesional.

Me explico: Mientras hay alumnos que, presentando alguna discapacidad, logran culminar sus estudios universitarios, otros desertan principalmente, porque no pueden desarrollar en el plano académico. Entre los primeros, probablemente hay casos en que se trata de discapacidades muy leves o quizá, adquiridas, lo cual no les impide desarrollar intelectualmente; entre los segundos, es probable que algunos se incorporen al ambiente universitario en un intento de superar las limitaciones que tienen; sin embargo, al analizar su historial académico se puede observar que por lo regular se dan de baja sin siquiera haber presentado alguna asignatura o, habiendo presentado y obtenido notas bajas en alguna de las asignatura en que se inscribieron. ¿Es acaso que, en aras de la inclusión, se les da la oportunidad de ingresar, pensando en que de todas formas van a desistir, pero ya se cumplió con recibirlos?, ¿qué impactos genera esta práctica?

Preguntarnos de manera profesional y honesta, si estamos preparados, como institución, para atender como corresponde a personas con alguna discapacidad; sopesar las implicaciones de recibir o no recibir en nuestras aulas a alumnos con esta característica, que les impida desempeñarse académicamente en forma adecuada, requiere de un nivel supremo de participación interinstitucional, sensibilidad y compromiso, toda vez que es un tema tanto delicado, como controvertido.

   Considero que siempre es preferible no alimentar falsas esperanzas a individuos y familias que luego puedan tener un efecto boomerang al revertirse y transformarse en una frustración mayor; para evitarlo, debemos contar con equipos profesionales que definan con toda claridad los perfiles de ingreso susceptibles de tener acceso a educación superior y a los que se les deba brindar una opción distinta. Si bien es un derecho el poder acceder a la educación en general, es también ineludible atenderlos de acuerdo a sus limitaciones; no sólo permitirles el acceso a la educación universitaria. A la postre, esto no es garantía ni sinónimo de inclusión, tampoco de equidad ni de responsabilidad social.

Identificar oportunamente los subgrupos estudiantiles, permitirá a las instituciones educativas definir las mejores condiciones para atenderlos. Este subgrupo, el de discapacidad, ofrece la oportunidad de darle la importancia que tiene al hecho de actuar con un interés genuino en el desarrollo del otro, transformándolo en acciones viables para su beneficio individual y social. No obstante, su cualidad multifactorial sugiere que la Universidad no debe realizar esta tarea en forma aislada, sino que debe propiciar la convergencia de capacidades de recursos humanos y materiales de instituciones afines.

En este marco, la UAT se está esforzando en: visibilizar una realidad ignorada o poco explorada por la mayoría de las Instituciones de Educación Superior; atender la doble cara de la desigualdad que viven los alumnos con discapacidad y de procedencia indígena, a consecuencia de la discriminación, exclusión y racismo que se genera en su entorno; afrontar, desde la pedagogía y de manera interinstitucional, la problemática en cuestión.

Esta apertura, autocrítica y propuesta con base en realidades… es lo que nos distingue como Universidades.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/discapacidad-y-educacion-superior/

Comparte este contenido:

Bolivia: Educación en Casa incluirá a más estudiantes con discapacidad

América del sur/Bolivia/29 Marzo 2018/Fuente: Prensa Latina

El Programa de Educación Sociocomunitaria en Casa para Personas con Discapacidad incluirá este año a unos 380 estudiantes con discapacidad grave y muy grave, indicó hoy el viceministro de Educación Alternativa y Especial de Bolivia, Noel Aguirre.
Aguirre comentó a la prensa local, que para este 2018 se tiene previsto arrancar con cerca de 380 estudiantes, los cuales ya han comenzado a inscribirse, cifra que superará los 90 matriculados en el curso precedente (2017).

El funcionario explicó que el proyecto es multisectorial y agregó que la participación del Ministerio de Educación posibilita el desarrollo de procesos de enseñanza individualizados con el acompañamiento de la familia y en directa coordinación con los Centros de Educación Especial.

Refirio que la cartera de Salud también garantiza la prestación de servicios integrales acorde con la situación de los estudiantes, mientras que el Ministerio de Justicia brinda asistencia y orientación en asuntos legales y sociales, según la necesidad de los alumnos y las familias.

Por su parte, el Ministerio de la Presidencia es el encargado de la dotación de materiales educativos, el cual, en caso necesario y debidamente justificado, llega a entregar incluso equipos de computación, todo esto gracias al Fondo Nacional de Solidaridad y Equidad.

De esta manera, la iniciativa, impulsada en 2016, permite a los educandos con discapacidad múltiple o física-motora grave o muy grave y en situación socioeconómica muy precaria -que no pueden asistir a Centros de Educación Especial o Unidades Educativas- contar con atención integral en educación, salud y justicia.

Datos oficiales muestran que en la nación andino-amazónica existen más de 65 mil personas con discapacidad, a las cuales el gobierno nacional les brinda seguro de salud gratuito.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=162612&SEO=bolivia-educacion-en-casa-incluira-a-mas-estudiantes-discapacitados
Comparte este contenido:
OtrasVocesenEducacion.org