Por: Pluma Invitada
La Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT), es una institución educativa consciente de la riqueza que existe en la diversidad de su población estudiantil. Por ello ha emprendido diferentes acciones, convertidas en programas, para su adecuada atención.
Dentro de la diversidad detectada, en esta ocasión se trata de visibilizar al subgrupo de alumnos con discapacidad yendo más allá de lo que aparentemente reflejan los datos.
Se parte del análisis del seguimiento académico de los alumnos que se inscribieron en el semestre 2017.3 cuyo número asciende a 807.
Como datos generales se señala que:
- 205 apenas eran de nuevo ingreso a licenciatura y 14 a algún posgrado; el resto, formaba o formó parte de generaciones anteriores.
- 435 son mujeres y 372, hombres.
- El grupo de edad predominante, al momento de ingreso a la universidad, es el de 18 a 24 años, observándose presencia de 15 alumnos de 31 años o más, inclusive un caso de 56 años.
- 514 estudian en sus lugares de origen y 293 tuvieron que trasladarse de su cuidad de origen para continuar estudiando.
- Cuatro alumnos son de alguna comunidad indígena
- El registro en estudio, indica que el ingreso de estudiantes con estas características ha ido en incremento año con año, teniendo mayor crecimiento en las generaciones 2016.3 (186) y 2017.3 (205), en relación a las anteriores que tenían entre uno y 94 alumnos.
Para darle mayor objetividad a estos datos, se describe en forma general la distribución geográfica en que se organizan la UAT y el estado de Tamaulipas. De esta forma podemos apreciar tanto el dato de procedencia del alumno como su ubicación geográfica, ya en su calidad de estudiante.
Mientras la primera tiene presencia en 14 municipios del Estado y se encuentra dispersa en tres grandes zonas: norte, centro y sur, el estado de Tamaulipas está dividido convencionalmente en seis regiones: Fronteriza, Valle de San Fernando, Centro, Sur, Mante y Altiplano. Además, se agrega el dato relativo a alumnos procedentes de otros estados de la República Mexicana así como de otro país.
Al relacionar estos datos con la población estudiantil en estudio, encontramos que atendiendo a la distribución que tiene la UAT de sus facultades y unidades académicas en el estado, la zona centro presenta mayor número de alumnos con discapacidad seguida de las zonas sur y norte. En las zonas norte y centro predomina el tipo de discapacidad visual y, en la zona sur, la auditiva. Vista esta información por regiones del estado de Tamaulipas, la región Sur es la que tiene mayor número de alumnos con discapacidad seguida de las regiones Centro, Fronteriza, otros estados, Mante, Altiplano y, Valle de San Fernando.
Analizando retrospectivamente las generaciones presentes en este estudio, se halló que hasta el momento, se han quedado en el camino un total de 38 alumnos que intentaron superarse vía educación universitaria y no lo lograron; 34 de ellos causaron baja voluntaria y cuatro, baja por sistema. Aquí resulta necesario preguntarnos, ¿en algún momento la institución notó la ausencia de estos alumnos? Y si la notó ¿conoció las causas que originaron esta situación?, ¿en qué acciones de mejora se reflejó la información obtenida?
Si fijamos nuestra atención en la generación más reciente (2017.3), con no poca preocupación se observa que de los 205 que ingresaron a alguna licenciatura, 15 de ellos ya no se inscribieron en el siguiente semestre por lo que se les identifica como deserción por baja voluntaria ya que, académicamente, podrían haber continuado estudiando. De ellos, nueve cuentan con discapacidad visual, tres con discapacidad de lenguaje, dos con física/motriz y, uno con psicosocial.
A continuación se describe lo encontrado en cuatro apartados que se consideran claves para analizar el desempeño o comportamiento académico.
Discapacidad y situación escolar
En la población de referencia, se ha identificado que 78 alumnos ya concluyeron sus estudios, 64 de manera oportuna y 14 con rezago. Asimismo, que 691 siguen estudiando y, que 38 dejaron de estudiar.
De los 78 que ya egresaron, se ha detectado que sólo 14 han continuado estudiando alguna especialidad (3), maestría (10), o bien, maestría y doctorado (1).
Se encontró relación significativa entre egreso oportuno y las facultades de Comercio y Administración Tampico, Derecho y Ciencias Sociales Tampico y Victoria así como la de Enfermería Victoria; asimismo, entre egreso con rezago y las facultades de Comercio y Administración y Derecho y Ciencias Sociales, las dos de Victoria. En cuanto a deserción por baja voluntaria, se encontró relación significativa con las facultades de: Comercio y Administración y Derecho y Ciencias Sociales, ambas de Victoria. No existe relación significativa entre egreso y deserción con el resto de facultades.
Discapacidad y aprovechamiento académico
Se observa que al momento de ingresar a la universidad, 575 alumnos tenían promedio superior a ocho y, 224 inferior a ocho (no se cuenta con este dato de ocho alumnos). Para el primer año de estudios estos números se modifican de la siguiente manera: 549 tienen promedios superiores a ocho, 189 entre seis y ocho y, 69 lograron promedio menor a seis, es decir reprobatorio.
Este comportamiento nos indica que un 8.55% de la población inicial, está teniendo problemas al término del primer año y por lo tanto, son susceptibles de desertar de sus estudios. Lo que implica que hay que centrar la atención en ellos para apoyarlos a reconocer y superar las diversas situaciones académicas, administrativas o de otra índole, que les estén creando ese estado.
Discapacidad, Traslado, Deserción y Egreso
En diferentes espacios se ha señalado el peso que tiene la variable traslado en el desempeño académico de los alumnos; y, el análisis efectuado en el subgrupo de discapacidad, reafirma este dicho al encontrar relación significativa entre deserción voluntaria, discapacidades (auditiva y de lenguaje) y, traslado de ciudad, para realizar estudios universitarios. De la misma forma, se detecta relación significativa entre deserción por sistema, discapacidad (psicosocial) y traslado.
En cuanto al egreso se identifica relación significativa entre egreso con rezago y discapacidades intelectual y psicosocial. Con egreso oportuno no hay relación significativa.
Discapacidad y estudio de idiomas
De los 807 alumnos en estudio, 241 se han inscrito en algún curso de idiomas (inglés, francés, alemán y japonés) y de éstos sólo 71 (29.47%) continúan estudiando; uno (0.41%) terminó los niveles correspondientes y 169 (70.12%) causaron baja voluntaria o simplemente no se inscribieron en el siguiente semestre.
Dentro de la población total se identificaron cuatro alumnos con discapacidad que proceden de una comunidad indígena o hablan alguna lengua indígena; al respecto se observa que dos no se han inscrito a cursos de idioma adicional (discapacidad física/motriz e intelectual) y dos sí lo hicieron (discapacidad auditiva y psicosocial); sin embargo, éstos últimos sólo se inscribieron pero no presentaron sus asignaturas. Vale la pena destacar que quien tiene discapacidad psicosocial, dejó de estudiar a pesar de que mediante examen de ubicación se le consideró apto para inscribirse en un nivel de inglés avanzado. Se encontró relación altamente significativa entre las discapacidades intelectual y psicosocial y, alumnos que proceden de una comunidad indígena.
Los resultados que se están reportando, han generado una serie de inquietudes que nos llevan a aspirar a desarrollar un trabajo a un nivel más profundo pero también de manera interinstitucional. El tema de discapacidad requiere de una mirada más amplia que sólo el saber si tienen alguna discapacidad y de qué tipo.
En el artículo “La otra cara de la deserción” (publicado en Campus Milenio en mayo 2016) señalé como elemento de análisis para estudiar y comprender mejor el fenómeno de la deserción, la identificación de por lo menos tres grupos: baja por sistema, baja por causas extrínsecas, baja por causas intrínsecas. También, que después de un minucioso análisis llegué a la conclusión de que el área de oportunidad real para intervenir institucionalmente, es el grupo de alumnos que académicamente tiene las condiciones para proseguir pero que deserta por causas extrínsecas a él, como puede ser la economía familiar aunado a que proceden de municipios diferentes al lugar en que estudian (traslado).
Ahora, al realizar este acercamiento con el subgrupo de discapacidad, veo la necesidad de incorporar un elemento más en apoyo a la inclusión y equidad con que se debe conducir toda institución educativa: la honestidad o ética profesional.
Me explico: Mientras hay alumnos que, presentando alguna discapacidad, logran culminar sus estudios universitarios, otros desertan principalmente, porque no pueden desarrollar en el plano académico. Entre los primeros, probablemente hay casos en que se trata de discapacidades muy leves o quizá, adquiridas, lo cual no les impide desarrollar intelectualmente; entre los segundos, es probable que algunos se incorporen al ambiente universitario en un intento de superar las limitaciones que tienen; sin embargo, al analizar su historial académico se puede observar que por lo regular se dan de baja sin siquiera haber presentado alguna asignatura o, habiendo presentado y obtenido notas bajas en alguna de las asignatura en que se inscribieron. ¿Es acaso que, en aras de la inclusión, se les da la oportunidad de ingresar, pensando en que de todas formas van a desistir, pero ya se cumplió con recibirlos?, ¿qué impactos genera esta práctica?
Preguntarnos de manera profesional y honesta, si estamos preparados, como institución, para atender como corresponde a personas con alguna discapacidad; sopesar las implicaciones de recibir o no recibir en nuestras aulas a alumnos con esta característica, que les impida desempeñarse académicamente en forma adecuada, requiere de un nivel supremo de participación interinstitucional, sensibilidad y compromiso, toda vez que es un tema tanto delicado, como controvertido.
Considero que siempre es preferible no alimentar falsas esperanzas a individuos y familias que luego puedan tener un efecto boomerang al revertirse y transformarse en una frustración mayor; para evitarlo, debemos contar con equipos profesionales que definan con toda claridad los perfiles de ingreso susceptibles de tener acceso a educación superior y a los que se les deba brindar una opción distinta. Si bien es un derecho el poder acceder a la educación en general, es también ineludible atenderlos de acuerdo a sus limitaciones; no sólo permitirles el acceso a la educación universitaria. A la postre, esto no es garantía ni sinónimo de inclusión, tampoco de equidad ni de responsabilidad social.
Identificar oportunamente los subgrupos estudiantiles, permitirá a las instituciones educativas definir las mejores condiciones para atenderlos. Este subgrupo, el de discapacidad, ofrece la oportunidad de darle la importancia que tiene al hecho de actuar con un interés genuino en el desarrollo del otro, transformándolo en acciones viables para su beneficio individual y social. No obstante, su cualidad multifactorial sugiere que la Universidad no debe realizar esta tarea en forma aislada, sino que debe propiciar la convergencia de capacidades de recursos humanos y materiales de instituciones afines.
En este marco, la UAT se está esforzando en: visibilizar una realidad ignorada o poco explorada por la mayoría de las Instituciones de Educación Superior; atender la doble cara de la desigualdad que viven los alumnos con discapacidad y de procedencia indígena, a consecuencia de la discriminación, exclusión y racismo que se genera en su entorno; afrontar, desde la pedagogía y de manera interinstitucional, la problemática en cuestión.
Esta apertura, autocrítica y propuesta con base en realidades… es lo que nos distingue como Universidades.
Fuente: http://www.educacionfutura.org/discapacidad-y-educacion-superior/