La elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil les dio impulso a los sectores más conservadores del país, que a partir de enero contarán con aliados en distintos cargos de gobierno. En el ámbito de la educación, este es el caso de Escuela sin Partido. Este movimiento surgió hace más de una década, pero nunca vio tan cercana como ahora la posibilidad de que se atiendan sus reclamos de una educación “sin adoctrinamiento” y en la que se prohíba lo que llama “ideología de género”.
Con esos objetivos, Escuela sin Partido ha impulsado varios proyectos de ley. El Supremo Tribunal Federal frenó una de esas iniciativas en 2017 porque concluyó que violaba la libertad de enseñanza y la Constitución. Un año antes, en 2016, la procuradora federal de los Derechos del Ciudadano, Deborah Duprat, envió al Congreso un informe en el que concluye que un proyecto de este tipo negaría el pluralismo de ideas, las posibilidades de aprendizaje de los alumnos y la laicidad del Estado al imponer determinadas visiones morales y religiosas en el espacio de la enseñanza, publicó el diario Folha de São Paulo.
A pesar de estos antecedentes, un nuevo proyecto –que tiene el mismo nombre que el movimiento, Escuela sin Partido– está a estudio de la Cámara de Diputados. Después de que se postergara varias veces su evaluación, está previsto que una comisión especial lo trate mañana.
El texto establece que los docentes no pueden aprovecharse de su “audiencia cautiva” para “promover sus propios intereses, opiniones, concepciones o preferencias ideológicas, religiosas, morales, políticas y partidarias”. Se enfoca especialmente en la educación sexual en el sistema educativo y prohíbe que en las clases se trabaje sobre los conceptos de “orientación sexual” o de “género” (sus promotores son terminantes en que las personas son hombres o mujeres según el sexo que tienen al nacer), e insiste en que el Estado no debe entrometerse en el “proceso de maduración sexual” de los alumnos.
Si la iniciativa se convierte en ley, se colocará un cartel con advertencias en los salones de clase para recordarles a los profesores que no deben hacer “propaganda político-partidaria” o incentivar que los estudiantes participen en manifestaciones; que deben respetar “el derecho de los padres de los alumnos a que sus hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”; y que no se debe permitir que otras personas –un invitado a dar una charla, por ejemplo– incumpla estas normas en los salones de clases.
Por la libertad de enseñanza
Este proyecto fue uno de los motivos de preocupación que reseñó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su informe sobre su reciente visita a Brasil, del 5 al 12 de noviembre. En el documento, la CIDH manifestó que al relevar la vigencia de los derechos humanos en el país, “distintos sectores expresaron su grave preocupación” por esta iniciativa “promovida en el Congreso por sectores políticos y religiosos para restringir la libertad académica científica de profesores, quienes también estarían siendo hostigados en los centros educativos, acusados de politizar la enseñanza”.
La comisión señaló que “una restricción de este tipo también afecta el derecho de niñas, niños y adolescentes a recibir una variedad de información e ideas para su formación, así como el derecho a expresar sus opiniones sin presión”, y agregó que el ejercicio de la libertad religiosa “no debe ser invocado como impedimento al ejercicio o garantía de otros derechos humanos”.
Del mismo modo, han surgido respuestas, en particular en el gremio de los docentes, en defensa de la libertad de cátedra y el acceso a la educación. Un ejemplo es la decisión de la Federación de Profesores del Estado de San Pablo de crear una red de comunicación en la que puedan pedir ayuda aquellos educadores que se sientan asediados por los padres o los centros educativos, informó Folha.
El riesgo para los docentes quedó claro en distintos llamados a denunciarlos si hablan de política, como el que hizo una diputada electa, Ana Caroline Campagnolo. Al día siguiente al triunfo de Bolsonaro, Campagnolo convocó a estudiantes y padres a exponer a aquellos profesores que hubieran criticado al dirigente. “Los alumnos que sientan sus derechos violados pueden usar grabadoras o cámaras para registrar los hechos” y enviar esas grabaciones, sugirió también.
Lejos de Brasil, en una asamblea mundial de la Campaña Global para la Educación –impulsada por la sociedad civil– que tuvo lugar en Nepal a comienzos de noviembre, más de 150 organizaciones de 87 países aprobaron un documento contra el proyecto Escuela sin Partido.
También la oposición en la Cámara de Diputados trabaja para frenar la iniciativa. Si mañana la comisión la aprueba, el proyecto puede pasar directamente al Senado, informó Carta Capital. Por eso, una de las estrategias de quienes lo rechazan puede consistir en promover su discusión en el plenario de la Cámara de Diputados y exigir que se debata con organizaciones sociales y expertos antes de que lo traten los senadores.
El ministro elegido
El proyecto de ley Escuela sin Partido tiene a su favor el Congreso más conservador de la historia de Brasil, y a partir de enero contará con un presidente que ha hecho campaña con propuestas similares y con un ministro de Educación acorde.
La derecha religiosa que apoyó la candidatura de Bolsonaro, y a la cual él ha representado como diputado, no estaba dispuesta a aceptar a cualquiera al frente del Ministerio de Educación. Por eso, cuando algunos medios de Brasil publicaron que Bolsonaro había elegido para ese cargo al director del Instituto Ayrton Senna, Mozart Neves Ramos, un moderado, la decisión causó malestar en sus aliados, en particular en la bancada evangélica.
El presidente electo optó por aclarar en Twitter que la decisión todavía no estaba tomada, y finalmente nombró como ministro de educación a Ricardo Vélez, un hombre mucho más cercano las posturas de la derecha religiosa. El futuro presidente quiso aclarar que no lo eligió presionado por la bancada evangélica, pero también reconoció que Vélez “atiende los valores” de ese sector de la política brasileña. Se manifestó convencido de que como ministro se va a encargar de que en los salones de clase se promueva el respeto a la patria, a la familia y no “la ideología de género” ni la formación de “militantes”.
Fuente: https://ladiaria.com.uy/articulo/2018/11/la-derecha-religiosa-de-brasil-busca-imponerse-en-la-educacion/