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Aprendamos: “Pedagogía rubendariana”

Centro América/Nicaragua/Fuente:http://www.elnuevodiario.com.ni/

Por:Francisco Javier Bautista Lara

¿Cuál fue la ruta de aprendizaje de Rubén Darío? Al camino emprendido, con frecuencia obviado, nos referiremos como “Pedagogía rubendariana”. Incluimos diez componentes, métodos o valores en la ruta consciente del autor de Azul… Implicó dedicación y constancia. Le permitió romper y confrontar los paradigmas precedentes en la literatura panhispánica, imponer nuevos hitos, innovar con ímpetu y crear con estilo, siendo reconocido por su genialidad literaria, como fundador de un movimiento que marcó su época y las posteriores, permaneciendo después de un siglo con su inagotable creación letrada que provoca multitud de impresiones e interpretaciones.

Se afirma que tuvo memoria privilegiada e inteligencia brillante. Sin embargo, no radican allí los méritos de la grandeza de Darío, esas características, al igual que sus rasgos físicos, son herencia genética. Entonces ¿dónde está lo meritorio de la pedagogía asumida, quizás espontánea, en el contexto sociocultural y político de León a fines del siglo XIX? Darío supo cultivar esa herencia genética y social que percibió de su origen, de su tiempo y circunstancias.

Fue autodidacta (1). Organizaba su aprendizaje según sus inquietudes. Si bien asistió a la escuela, fue un alumno irregular —aprovechó sus años escolares; sus primeros maestros dejaron huella en el discípulo—, no se bachilleró ni cursó la universidad, el sistema educativo, limitado y encasillado, no domó al genio de particular lucidez y rebeldía, menos mal, si lo hubiera hecho, posiblemente coartaba su capacidad para crear e innovar. Algo tuvo León que, a pesar de lo improbable, generó a Darío. Su inicial espacio de aprendizaje fue la tertulia leonesa: círculo de discusión político-cultural del padre adoptivo, después las tertulias de Managua y San Salvador, de Valparaíso, Santiago, Guatemala, San José, Buenos Aires, Madrid, Barcelona y París. ¡Autodidactas como Darío!

Fue lector incansable (2), devoraba bibliotecas. Los primeros libros los encontró en los estantes de sus padres.  Hubo otras bibliotecas en León y la Biblioteca Nacional en la que laboró en Managua. Viajaba con libros en las travesías en barco o tren. Leía sin prejuicio diversidad de autores y temas: clásicos y contemporáneos, nacionales, hispanoamericanos y europeos, del español y otras lenguas, particularmente inglés y francés, descubrió autores raros y desconocidos en nuestras latitudes. Encontró, antes que muchos, a Whitman, Poe, Hugo, Verlaine, Adam, Moréas, Ibsen,… Leer fue conocer y conocerse, descubrir la estética del lenguaje, el sentido de las palabras e imágenes que estimulan la imaginación, fundamentan la razón y expande las emociones ¡lectores como Darío! Asumió la lectura como actitud para el aprendizaje.

Era un niño inquieto; se hizo hombre sin dejar de ser curioso (3), no perdió esa virtud. Edad, escuela y rigidez social suelen apagar la curiosidad sana y creativa de la infancia. Era observador constante,  su alrededor no pasó desapercibido; se sorprendía de detalles, apreciaba lo complejo y simple, lo cotidiano y extraordinario. Por curioso y observador (4), necesitó viajar, descubrir lugares y personas. ¡Curiosos y observadores como Darío!

Sabía escuchar (5). Era capaz de dirigir una conversación sin decir una palabra. No era su defecto hablar sin parar, sabía guardar silencio y oír atento, asentir o disentir, sin asaltar la palabra. Apreciar el conflicto de ideas que provocan la imaginación, despiertan la razón, la lógica, los absurdos, puntos de vista que enriquecen y descubren lo que no vemos. Escuchando aprendía; supo hacerlo desde las tertulias de su niñez que marcaron un método consciente e instintivo. ¡Escuchemos como Darío!

Era persistente (6) en lo que identificaba su propósito: “soy un instrumento del Supremo Destino”; no cesó de transformar, innovar la prosa y la poesía, lo asumió como obligación, a veces una carga llevada con entereza, en medio de sus limitaciones humanas, lidiando con sus fragilidades personales. Hombre imperfecto que impulsó con perfección su propósito, ¿qué puede ser más meritorio?

Era, en su complejidad intelectual y humana, sencillo (7), humilde. Gustaba la elegancia, la conversación inteligente, los grandes salones, la buena comida, el buen vino…, pero supo relacionarse con todos, sin ver por encima del hombro. Siendo adulto, era ingenuo; asumía la sencillez bien intencionada que lo hacía vulnerable.

Curiosidad, persistencia y sencillez: puertas del aprendizaje. Rasgos que le permitieron asimilar y transformar a partir de la lectura, la observación y la conversación. Facilitaron aprovechar su memoria prodigiosa e inteligencia natural, sin desperdicio, las hizo fructificar.

Tuvo cualidades personales inseparables a su sensibilidad artística: i) no respondía la ofensa con ofensa (8), ii) respetuoso (9), y iii) agradecido (10), actitud de reconocer el apoyo recibido sin olvidarlo ni dejar de expresarlo.

Escuelas y universidades, instituciones públicas y privadas, junto a la prosa y los versos, deberían resaltar: “seamos autodidactas, lectores, curiosos y observadores como Darío, aprendamos a escuchar, asumamos su sencillez y sensibilidad, su capacidad de agradecer”. No invisibilicemos el mérito frente a sus defectos. Así se construyó el genio, así cultivó las habilidades naturales y sociales heredadas. Es la “Pedagogía rubendariana” obviada que tuvo como consecuencia su obra imperecedera.

Fuente: http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/396530-aprendamos-pedagogia-rubendariana/

Imagen: http://i1.wp.com/confidencial.com.ni/wp-content/uploads/2015/11/RubenDario.jpg?w=389

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La conciencia moral del niño

Europa/España/Fuente:http://infocatolica.com/

Por: Pedro Trevijano.

La niñez es por tanto una etapa de preparación lenta y progresiva hacia la maduración de la conciencia moral. Hay que ir educando al niño en el ejercicio de su libertad cristiana.

No hay que pensar que el recién nacido carece totalmente de conciencia personal, aunque hasta después de los dos años parece más sensible a la presencia e imitación de los demás que a la afirmación de sí mismo. Hasta los tres años, más o menos, la moralidad existe casi exclusivamente en forma de imposiciones negativas por parte de los adultos, que van creando una serie de reflejos condicionados en el niño, aunque poco a poco empieza a darse cuenta él mismo de que hace el mal.

El ser humano es esencialmente un ser a educar. Lo que ha recibido en su herencia biológica no le prepara inmediatamente para sus tareas específicamente humanas. Necesitamos muchos años de aprendizaje, siéndonos necesarios unos educadores que sepan sacar a la luz nuestras potencialidades para que lleguemos así a nuestra madurez. Podemos, por tanto, bajo ciertas condiciones, inmiscuirnos en la personalidad que se desarrolla para configu­rarla de manera determinada. En el período de educación es, incluso, necesario hacerlo.

El niño es bueno y malo al mismo tiempo. Todos sabemos que el niño es un ser profundamente egoísta y que reacciona, actúa y se comporta impulsado por las necesidades cercanas que busca satisfacer; necesita por supuesto ser educado, especialmente en lo que se considera bueno y positivo, como los valores religiosos y morales, a los que, por cierto, es bastante receptivo. Dejar al niño en una situación neutra, para que opte luego con mayor libertad, es una idiotez semejante al que no lleva al niño a la escuela a fin que pueda escoger libremente su futuro, ya que lo único que se consigue es cerrar puertas a su libertad. La educación no es posible sin una dosis de sacrificio, pero para aceptar éste el niño necesita encontrar una acogida benévola que lo llene de cariño y seguri­dad, siendo la ausencia de cariño un obstáculo muy grave para su evolución y desarrollo.

La educación familiar debe llevar al niño, naturalmente indisciplinado, al dominio de sí, que es la condición de la libertad e independencia personal. La obediencia a los padres debe permitir al niño hacer triunfar poco a poco su razón sobre sus pulsiones instintivas, pues el niño conoce sus primeros deberes a consecuencia de la presión moral de los adultos. Por eso lo que hay que hacer es encauzar sus cosas buenas y evitar al mismo tiempo sus posibles desviaciones. Aprende a base de premios y castigos lo que puede y no puede hacer, debiéndose evitar los extremos de un exceso de castigos que le amedrentarían e inhibirían, y de una excesiva benevolencia, que no haría consciente al niño de los límites de su libertad ni de los derechos de los demás.

La educación de la conciencia infantil ha de ser explícita­mente religiosa. Tan pronto como el niño sea capaz hay que hablarle de la voluntad de Dios, que es verdaderamente Padre, de la amistad con Jesús, de la necesidad de vivir y crecer en edad, sabiduría y gracia (Lc 1,40 y 52). Su conciencia moral es una conciencia incipiente y frágil, caracterizada por el predominio del objeto sobre el sujeto e instalada en el momento presente. Pero el niño que no se forme en esta conciencia realista y heterónoma propia de la infancia, no logrará llegar a la verdadera autonomía propia de la edad adulta.

Ya desde los dos años los niños saben que deben obedecer a su madre y que eso es bueno, apareciendo a los cinco años el legalismo objetivo o realismo moral, en el que las normas se juzgan como absolutas y sin excepciones y su violación con igual absolutez, no apreciándose todavía el valor de la intención. En pocas palabras la moralidad de la primera niñez es extrínseca, simplista y totalmente orientada por la autoridad de los padres.

Entre los siete y los nueve años los niños van adquiriendo la disciplina del trabajo intelectual y son bastante dóciles, por lo que a esta edad se le llama también edad de la obediencia. Desde los siete años conocen relativamente bien sus responsabili­dades y a los nueve fácilmente tienen remordimientos de sus malas acciones, aunque sus pecados son simplementepecadillos, por no haber suficiente conocimiento, advertencia y consentimiento para el pecado grave, que tampoco parece puede darse en la época posterior entre los nueve y los doce años. En esta época posterior la intención del que actúa va asumiendo su lugar apropiado en contraste con la anterior manera objetivista. Se supera la primitiva moralidad que confundía lo bueno y lo malo con lo mandado y prohibido y aparecen el Bien y el Mal como entidades independientes, siendo en esta época cuando el niño aprende a autojuzgarse y a preguntar por su conciencia.

La pedagogía moral debe tratar de pasar poco a poco de una protección absoluta al recién nacido a una autonomía cada vez más plena que hay que conceder al joven, al traspasar el umbral de la edad adulta. La educación ha de formar la personalidad y hacer del individuo un ser inteligente y libre, capaz de dirigirse por sí mismo, suscitando un sujeto consciente y responsable. Además ha de integrar al educando en el proceso de transformación de su región, de su país, de su continente, preparándole para ejercer una función crítica con vistas a la creación de una sociedad más justa y más fraternal, no existiendo una acción pedagógica no directiva y totalmente libre. La cuestión no es la de influir o no, sino cómo influir y en qué dirección hacerlo.

La conciencia propia y auténtica no nace instantáneamente en el ser humano, sino que necesita preparación tanteos, crecimiento, ayuda, elementos exteriores que la iluminen y guíen, pero todo en vistas a desarrollar su innata capacidad personal de autodeterminación y a consolidarla en la práctica firme del bien. Podemos decir que si la noción objetiva de responsabilidad y la noción subjetiva no constituyen propiamente dos estadios sucesivos, responden sin embargo a dos procesos distintos, de los que uno suele preceder al otro, aunque ambos se encuentran involucra­dos en la evolución moral del niño por un sincronismo parcial.

La niñez es por tanto una etapa de preparación lenta y progresiva hacia la maduración de la conciencia moral. Hay que ir educando al niño en el ejercicio de su libertad cristiana enseñándole el sentido del pecado y sobre todo del perdón de un Dios que ama y es misericordioso. Estas primeras experiencias de perdón suelen ser determinantes en su vida, dejándole un poso que aunque se aleje durante años le hará más fácil la vuelta, aunque sólo cuando el ser humano deja de ser niño y toma plena concien­cia de su existencia tanto a nivel de sexualidad como de persona integral, sólo entonces podemos llegar a ser nosotros mismos y decidir qué hacemos con nuestra existencia. Es a partir de ese momento cuando se hace posible la opciónfundamental, que no sólo es posible, sino también necesaria. De un modo explícito o, por lo menos, implícito, el hombre consciente y responsable tiene que decidir lo que va a hacer en la vida y, sobre todo, lo que va a ser.

Fuente: http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=26961

Imagen: http://gerant05.files.wordpress.com/2011/09/nincc83o-pensando.jpg

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Cooperación genuina, Nicaragua, educación universitaria, extensión

Cuba: Porque es posible un mundo sin exclusión

Cuba/ 02 Julio 2016/Autora: Lissy Rodríguez Guerrero/fuente: Granma

Clausurado VII Congreso Internacional Edu­ca­ción y Pedagogía Especial, evento que contó con la participación de más de 200 educadores e investigadores de 14 países

¿Cómo generar espacios verdaderamente inclusivos y entornos donde reinen la igualdad y los derechos para todos?, ¿cómo perfeccionar el proceso de enseñanza-aprendizaje en la atención a los escolares con necesidades educativas especiales?, ¿qué nuevos desafíos se presentan a la organización escolar en esos contextos? Son estos algunos de los cuestionamientos que han movido el interés de más de 200 educadores e investigadores de 14 países, reunidos en Cuba en los últimos cuatro días en el VII Congreso Internacional Edu­ca­ción y Pedagogía Especial.

Durante la clausura, desarrollada este jueves en el Palacio de Convenciones de La Ha­bana, Ivett Méndez Forn, presidenta del co­mité organizador y directora del Centro de Referencia Latinoamericano para la Edu­ca­ción Especial (Celaee) —organizador del evento junto al Ministerio de Educación de Cu­ba— dijo que más allá del necesario intercambio de experiencias, estas jornadas permitieron el replanteo de los nuevos retos en aras de lograr el imperativo de la calidad.

En la relatoría del evento —dedicado a Fidel y al aniversario 55 de la Educación Especial— trascendió el alto rigor científico y actualidad de los temas expuestos, y se conoció que, como valor añadido, destacó la participación de jóvenes en formación, lo que revela la continuidad en el quehacer pedagógico que de­manda el camino de la inclusión. Además, fue realizada la invitación al VIII Congreso In­ternacional Edu­cación y Pedagogía Especial, que tendrá lugar del 2 al 6 de julio del 2018.

La delegada brasileña Ángela Machado, al leer la declaración final del evento, llamó a aunar voluntades por una educación inclusiva sin barreras políticas, así como a priorizar la formación integral de los docentes y fortalecer los programas de superación. Asi­mismo, ratificó la posición solidaria de Cuba ante la situación del hermano pueblo de Brasil.

Otro momento estuvo dedicado a la entrega, por parte de la Asociación de Pedagogos de Cuba, del premio Agustina Esteva Lora —que ostenta el nombre de la primera directora de Educación Especial en Cuba— a la doctora Yaima Demósthene Sterling, como re­­co­no­ci­miento al estudio que no solo cumplió con todos los requisitos teóricos, sino también con­tó con la implementación de sus resultados y la participación de la familia.

Por otro lado, la Asociación Nacional de Ciegos (ANCI) concedió al Celaee la medalla 19 de Julio —reconocimiento que hace referencia a la fecha de constitución de la ANCI—, por contribuir a la inclusión de las personas con discapacidad visual en nuestro país.

Asistieron a la clausura Ena Elsa Velázquez Cobiella, titular de Educación; Yanet Her­nán­dez, miembro del Comité Central del Partido y directora provincial de Educación en La Ha­bana; Orl­a­ndo Terré Camacho, presidente de la Aso­ciación Mundial de Educación Especial; Alba Rosa Hernández, funcionaria del Comité Cen­tral del Partido, y Silvia Navarro, directora del Instituto Central de Ciencias Pedagógicas, entre otras personalidades invitadas.

El enlace original de la fuente se suprimió debido a que estaba roto.

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