Lo imposible

Blanca Heredia

En Francia, recién ocurrió lo que hace unos meses parecía imposible.

En las presidenciales francesas ganó un hombre que hace un año ni siquiera era candidato.

Emmanuel Macron, todavía como ministro de Economía del presidente Hollande, inicia la construcción de un movimiento político independiente –En Marche!– el 6 de abril de 2016 a partir de cero. En agosto pasado deja el gobierno y el 16 de noviembre anuncia, oficialmente, su intención de contender como candidato a presidente en las elecciones de este año.

A fines de ese mismo noviembre, Francois Fillon, quien fuera primer ministro durante el gobierno del presidente Nicholas Sarkozy, es elegido como candidato de Les Republicains, partido de la derecha tradicional.

El 1 de diciembre, el presidente Hollande declara que no buscará la reelección. Unos días después, el 10 de diciembre, Macron convoca a su primera manifestación pública en París y asisten 10 mil personas.

El 24 de enero de este año, el periódico semanal Le Canard Enchainé publica información sobre las contrataciones del candidato de la derecha –Fillon– a sus familiares, en particular de su esposa como asistente parlamentaria, acusación que habrá de tener un alto costo para él. Benoit Hamon gana las primarias del partido socialista el 29 de ese mismo mes.

Para el 1 de febrero, y a sólo poco más de dos meses de haberse declarado candidato, Macron empieza a superar en las encuestas al, inicialmente favorito, Fillon. Entre febrero y abril gana adhesiones de políticos importantes, se multiplican su apoyo y crece en las encuestas.

El 23 de abril, Macron obtiene el mayor porcentaje de votos (24) en la primera vuelta de las elecciones presidenciales y pasa a contender por la presidencia contra la candidata de extrema derecha del partido Frente Nacional: Marine Le Pen.

Así, en casi un abrir y cerrar de ojos y rebasando, por arriba, por abajo y por los dos lados, al conjunto del establishment político francés, Emmanuel Macron pasa de iluso en pos de un sueño imposible a convertirse en el presidente más joven de Francia, después de Napoleón, en menos de un año.

¿Qué posibilidades existen de que algo parecido pudiera ocurrir en México el año que entra?

Si bien resulta imposible predecir lo que pasará en las presidenciales mexicanas de 2018, cuesta mucho trabajo imaginar que algo como lo sucedido en Francia el domingo pasado pudiese ocurrir en México en las elecciones del año que viene.

Para empezar, porque como bien nos ha recordado Leo Zuckermann en su artículo de ayer en Excélsior, en la reforma electoral de 2012 que hizo posible que un candidato/a independiente pudiese contender por la presidencia en México, los partidos políticos consiguieron que los costos y las trabas para el/la valiente que se animara a intentarlo fueran enormes.

Mientras que en Francia, como señala Zuckermann, a Macron le bastaron 500 firmas de votantes con cargos públicos, abrir una cuenta de banco especial para gastos de su campaña y hacer pública su declaración patrimonial, en México lograr, ya no digamos ganar, sino lograr, para empezar, que el nombre del candidato independiente llegue a aparecer en la boleta electoral en 2018 es una pesadilla. En contraste con Francia, en México a los aspirantes a contender como candidatos independientes a la presidencia de la República, además de trámites obtusos, complicados, costosos e interminables ante la autoridad electoral (el INE), los aspirantes a aparecer en la boleta han de conseguir juntar 85 mil firmas de votantes registrados en 17 entidades federativas diferentes. Todo ello, además, en un calendario plagado de incertidumbres y con tan sólo 120 días para realizar las actividades para conseguir las mencionadas firmas ciudadanas.

Estos requisitos abultados, laberínticos y absurdos, aunados a la falta de financiamiento público y al acceso a los medios de comunicación mínimamente equiparables a los que reciben los candidatos postulados por partidos políticos, configuran un escenario en el que el triunfo de un independiente aparezca hoy como extraordinariamente dificultoso.

Y lo es, por diseño, porque así lo quisieron los partidos políticos que armaron y aprobaron la reforma que hizo posible que, por primera vez, un candidato independiente compita electoralmente por ocupar la titularidad del Poder Ejecutivo federal el año que entra. Así lo quisieron, porque así convenía a sus intereses, y porque, entre el diseño y operación más general de nuestro sistema político y la escasez de vigor y organización ciudadanos, se salieron –como en tantas otras cosas– con la suya.

Puede haber sorpresas, ojalá las haya y que sean buenas (no como El Bronco, por ejemplo) y nos conduzcan a mejor puerto. Las reglas del juego que regirán las elecciones del año entrante, sin embargo, son como dados cargados a favor, claramente, de los partidos políticos.

Si bien ello limita, muy seriamente, el que pueda ocurrir en México algo como lo acontecido en Francia el domingo pasado, no habría que tirar la toalla. Lo peor que nos pudiera pasar es seguir hundiéndonos, quedándonos donde estamos.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/lo-imposible.html

Fuente de la imagen:http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2017/05/08/5910fa8e22363.png

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Äfrica: Design thinking” can prepare graduates for the real working world

África/Febrero 2017/Noticias/https://theconversation.com/

 

At first glance, it looks as though the group of young adults is building Lego. But these are actually students at the University of Cape Town’s Hasso Plattner Institute of Design Thinking, and they’re using the colourful blocks to design a prototype. It represents policy reform ideas around transitioning from informal to formal economies. It’s a complex system represented with very basic materials.

This is design thinking in action: human-centred, problem solving activities that ground design thinking in practice. It helps students to understand and innovatively solve challenges.

Design thinking can be used very successfully as an academic programme that goes beyond traditional university practices. It allows universities to prepare a more resilient, adaptive student cohort. These graduates are more competent to enter economies that are constantly changing. This is particularly important when higher education institutions are training students for jobs that might not yet exist or that might have changed or become redundant by the time they graduate.

We’re living in a time of rapid transformation in terms of what’s required for a country’s workforce.

As the World Economic Form has put it:

…five years from now, over one third of skills (35%) that are considered important in today’s workforce will have changed.

Design thinking programmes that nurture both creativity and critical thinking around complex challenges offer students an opportunity to develop core skills for the workplace of the fourth industrial revolution.

Useful tools

There’s a major skills mismatch between graduates and the workplace in South Africa. A 2016 report identified three areas in which these mismatches exist: demand mismatch (skills gap between existing education and emergent job needs); education supply (producing fewer graduates than a field requires), and qualification-job (people moving into fields different from what they have studied for).

Higher education institutions need to improve their academic responsiveness to increasingly complex labour market needs and industry requirements. They must also develop graduates with more entrepreneurial mindsets. Design thinking is a very new addition to the country’s higher education landscape. But early indications suggest that it might provide some of the tools to help universities in these tasks.

I lecture and manage the academic programmes at the Hasso Plattner Institute, which we call “the d-school”. It is only the third Institute of Design Thinking in the world and, having opened its doors in 2016, is the newest. The others are at Stanford University in the US and Germany’s Potsdam University. Both are more than a decade old and have brought academic rigour to design-led innovation practice. They also make training programmes in design thinking available to academic scholars and leaders in the private and public sectors. Our aim at UCT’s d-school is to better prepare students for a changing workplace by nurturing design thinking mindsets.

Different approaches to education

Design thinking embodies three core approaches to education for a changing workplace:

  • a shift toward interdisciplinary and and collaborative learning;
  • an alignment to student-centred and adaptive learning pathways; and
  • experiential learning

These approaches facilitate students’ readiness for the working world. This is done by exposing them to a variety of mindsets and world views through interdisciplinary, peer-to-peer learning. Students are also given a better understanding of contextual issues through exposure to various lived realities.

For example, if a project focuses on exploring informal economies, students will actually get out of the classroom and into the spaces these economies occupy. They talk to informal traders and spend time observing their day to day activities.

That’s not just Lego: it’s a complex system taking simple shape.

Importantly, they’re also immersed in the labour market’s emerging realities through embedded applications of knowledge in real world projects.

Students are introduced to a rich blend of governmental, industry, academic and social challenges. They navigate these, building internal and external understanding of business practice and human relationships.

These partnerships with business, government and academia are centred on real challenges. And they have a dual purpose. Students get workplace experience, which can ease their transition from university to the job market. Employers can also foster working relationships with possible future employees.

Graduates for the future

Design thinking aims to improve students’ empathy, their comfort with ambiguity and their ability to resolve conflicting ideas through solutions that are stronger than individual ideas. Students are also equipped with the ability to produce new knowledge through creative mental leaps.

One student project involved reimagining banking services that embrace informal economic requirements. The project also looked at how social capital can lead to financial capital. Another project was for a small business called Rent-my-Ride, which offers an online peer-to-peer car rental platform. The students designed a secondary platform that would support small business development among car owners. Yet another project, for Transport Cape Town, saw students developing a social network platform that would support community input in the redesign of transport nodes.

The field of design thinking does not lay claim to inventing these new educational approaches. But it does present a cohesive methodology through which to explore them, and to prepare graduates for a world that’s changing all the time

Fuente:

https://theconversation.com/design-thinking-can-prepare-graduates-for-the-real-working-world-72509

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/1jRCDVDw8KblDzO6GEnQcYBkMgoeuBzy_yr5BswQ3uJd9Q4jnF0338KtDqFeMe9_59EZ=s85

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