China/15 mayo 2017/Fuente: Cnnespañol
El presidente de China, Xi Jinping, presentó su gran plan económico para el mundo los días 14 y 15 de mayo en una cumbre internacional sobre su iniciativa política «One Belt, One Road» (literalmente Un cinturón, un camino, conocida como el proyecto Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda). Asistido por 28 jefes de Estado y altos funcionarios de más de 60 naciones, el evento fue la fiesta de presentación para el gigante asiático y en él Xi describió los planes de China de forjar un nuevo orden económico mundial aprovechando la milenaria tradición de la ruta de la seda.
En verdad, la cumbre es sólo el último paso en la evolución de China como una potencia global. Los zarcillos de la influencia china se han estado envolviendo gradualmente alrededor del globo y la nación asiática, alguna vez un país cerrado, está emergiendo como una posible superpotencia. Exploramos cinco maneras en que China está cambiando vidas, desde su influencia financiera y su influencia en la cultura, la educación, los viajes y el equilibrio militar del poder.
1. Inversión
2. Educación
3. Infraestructura
4. Viajes
5. Poder militar
Educación: Los estudiantes chinos están cambiando las universidades de EE.UU.
Urbana, Illinois – Cuando Gregory Davis, un profesor de contaduría de Estados Unidos, abrió su primera lista de alumnos en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign hace tres años, quedó impactado por el gran número de estudiantes chinos que había en su clase.
«Oh, dios», recuerda haber pensado. «¿Cómo voy a pronunciar estos nombres?»
Davis enseñó previamente en la Costa Este y pensó que el cuerpo estudiantil en esta localidad del Medio Oeste rodeada de campos de soya y maíz sería predominantemente local. Este año, dice, su clase de posgrado es al menos 80% china.
El número de estudiantes chinos en la UIUC ha aumentado cinco veces desde 2008 hasta llegar a 5.629 –son parte de una tendencia que se está viendo en comunidades universitarias en todo Estados Unidos mientras las instituciones públicas sin mucho dinero reciben con los brazos abiertos las cuotas más altas que pagan los estudiantes internacionales.
Hailun «Helen» Zhou, estudiante china en la Escuela Cristiana Linfield en Temecula, California. (FREDERIC J. BROWN/AFP/Getty Images)
Es fácil ver el impacto que los estudiantes chinos han tenido en esta población de 207.000 habitantes –tiendas de té de burbujas, restaurantes de comida de Sichuan y peluquerías chinas han aparecido repentinamente. Una calle tiene al menos seis restaurantes chinos.
El número de estudiantes chinos en Estados Unidos se ha más que triplicado desde el otoño de 2008 hasta los 329.000. Los estudiantes chinos, que piensan que un diploma estadounidense impresionará a los empleadores en su país, también están transformando los salones de clase de Estados Unidos y modelando la forma en que enseñan profesores como Davis.
«Trato de abordar en el primer par de mis clases que está bien para mí que haya respuestas incorrectas, pues así es como el aprendizaje ayuda».
Es un cambio en patrones de enseñanza compartidos por muchos otros profesores, de acuerdo con Yingyi Ma, un sociólogo de la Universidad de Syracuse que está trabajando en un libro sobre los estudiantes internacionales chinos en Estados Unidos.
«Su actual patrón (chino) de participación en el salón de clases ha llevado realmente a muchos profesores a pensar cómo pueden ajustar la forma en que enseñan», dice Ma.
Para cerrar la brecha que existe entre los estudiantes locales y los chinos, Davis se asegura de que los proyectos grupales y los asientos en las aulas no se dividan a lo largo de líneas étnicas.
Aunque la mayoría de los estudiantes locales aprecian la diversidad, algunos tienen sentimientos negativos sobre la gran presencia china, dice Davis.
También ocurre del otro lado. Antes de venir a la universidad, Wang Dinghong dijo que se imaginaba que tendría muchos amigos estadounidenses, pero la gran cantidad de estudiantes chinos hace que tenga pocos.
«La única manera de solucionar esta situación –y puede que no suene muy bien– es reducir el número de estudiantes chinos que se admiten al año», dijo Wang.
Charles Tucker, vicerrector de estudios de licenciatura e innovación en la UIUC, dice que los administradores están al tanto de la falta de integración entre los estudiantes chinos y los estadounidenses y que están haciendo esfuerzos para corregirlo.
Karl Li y Wisdom Xiewei, estudiantes chinos en Temecula, California.
«Así como no hay aprendizaje sin la enseñanza y sin un esfuerzo del estudiante, no hay aprendizaje cultural o integración cultural sin algún esfuerzo programático y cierto esfuerzo individual», dijo.
Ma dice que hay mucha discusión en las universidades sobre la falta de integración pero pocos han hallado la forma de abordarlo.
Hay mucho en juego. Ella dice que para los estudiantes chinos es perder la oportunidad de sumergirse completamente en la cultura estadounidense y de ser realmente buenos en el inglés que usan sus pares estadounidenses.
Los estudiantes de Estados Unidos se pierden la oportunidad de conocer la cultura de una superpotencia ascendente.
Para la universidad, dice, los graduados con poco sentimiento hacia su escuela probablemente no serán los mejores embajadores de la universidad cuando vuelvan a su país.
El peso de China en las universidades de Estados Unidos también se nota en los 110 Institutos Confucius que Beijing ha abierto en todo el país. Su objetivo es promover la cultura y el lenguaje chinos, pero muchas instituciones estadounidenses han cortado lazos ante temores de que una agenda ideológica oculta limite la libertad académica.
Davis, el profesor de contabilidad, dice que la diversidad en última instancia beneficiará a todos los estudiantes.
«Hay muchos muros levantados en el aula», dice Davis. «Pero si te tomas el tiempo para tirar ese muro, eso hace que toda la clase y el ambiente de estudio sean mucho mejores».
Fuente noticia:http://cnnespanol.cnn.com/2017/05/14/el-nuevo-orden-mundial-de-china-educacion/#0
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Son las cuatro y media de la tarde y en el edificio reina un silencio absoluto. Es tiempo de estudio. Cuatro alumnos hacen los deberes y preparan los exámenes en dos grupos con el apoyo de dos profesores. El último trimestre es siempre el más duro. Sus fotografías en las puertas identifican cuáles son sus habitaciones, distribuidas en dos alas, la masculina y la femenina, con la sala de dirección justo en el medio. La biblioteca, la sala de juegos, la de televisión, el pequeño gimnasio, unas duchas renovadas,… El edificio cuenta con todo tipo de servicios. Por la arquitectura, podría parecer un colegio. Pero no lo es. Tampoco los docentes ejercen exactamente como tales. Ni los menores son solo estudiantes. En una Escuela-Hogar como la de Belmonte de Miranda los papeles se entremezclan, las líneas que marcan los roles se difuminan. Lo cuentan los profesores, que llegan a la plaza por comisión de servicio. Ese puesto es más que un trabajo. Lo reconocen los chavales. No están en su casa pero, matizan, «esto no es un internado».
En pleno siglo XXI Asturias aún necesita escuelas-hogar. La región cuenta en la actualidad con cuatro. Además de la de Belmonte, permanecen abiertas otras tres, en Cangas de Onís, Cangas del Narcea y Pola de Allande. Son unas instalaciones públicas dependientes de la Consejería de Educación que ofrecen un servicio de residencia y además de apoyo educativo y social a estudiantes desde Primaria hasta Bachillerato y Formación Profesional. Los alumnos de la zona de influencia que viven a gran distancia del centro reciben una beca que cubre el importe mensual del servicio. Las familias que quieren utilizar el recurso por razones personales, las que necesitan ayuda por motivos laborales o formativos pero que no les corresponde geográficamente el recurso también pueden acceder a él. También les derivan menores de Asuntos Sociales. La tarifa mensual establecida, que es la misma para los becados que para los no becados, es de 220 por alumno.
El equipo y la rutina
El programa quedará sobre el papel porque la experiencia ya la practican día a día. La rutina en una escuela-hogar es estricta. Tienes unos horarios pautados. Los docentes explican que en este tipo de centros es necesario marcar un ritmo para que la convivencia sea buena. Los despertadores suenan a las seis y media de la mañana. Necesitan madrugar tanto para estar listos en la parada del autobús que les lleva al instituto de Grado a las siete y veinte. Este curso todos los residentes son de Secundaria y Bachillerato y los institutos de referencia están en Grado. Cuando son más pequeños y acuden a Primaria, el colegio que les toca es el de Belmonte, al que la propia escuela-taller le ha cedido instalaciones. Regresan a las tres, comen y a las cuatro y media comienzan las sesiones de estudio. Tras una hora libre que suelen pasar en el exterior, siempre que el tiempo lo permite, vuelven para participar en talleres que organizan los propios docentes. Con Jacobo Vázquez toca música. De Pedro García son actividades físicas. Tania Díaz les propone tareas de jardinería. Con Eva Salinas han montado una cooperativa en la que venden productos para financiar el viaje de fin de curso. Después de las ocho y media, llega el momento de la ducha y de aprovechar el tiempo con libertad. Algunos ven la tele, otros estudian. Un dato importante. Los móviles solo están permitidos en los tiempos libres.
Aparcando estigmas con las notas
Uno de los retos de este equipo es acabar con el estigma que en los últimos años se ha cebado con la imagen de las escuelas-hogar. A principios de los 80, la escuela-hogar de Belmonte llegó a tener 350 residentes. Eran jóvenes de los pueblos de Belmonte y de los concejos cercanos, sobre todo Somiedo, para los que era más cómodo pasar la semana en el centro y regresar a casa los fines de semana. Hoy en día, la matrícula es muy baja. Este curso solo cuentan con seis y dos de ellos no estaban en los últimos días por motivos personales. «Somos conscientes de que la imagen que se tiene del centro es negativa, que se vincula a estos chicos con conductas disruptivas y no es así. Son chavales normales. Pasa incluso con los profesores de los institutos. Nosotros trabajamos para desmontar esta falsa idea, que subyace también en el pueblo», comenta Salinas. Los propios chicos son conscientes de la situación y lo disimulan.
El equipo de este curso ha elegido dos caminos para terminar de sacudirse ese estigma de centro de jóvenes problemáticos. El primero es con la excelencia académica. Se vuelcan con el rendimiento, les ayudan con los deberes, con los trabajos, les dan apoyo en el estudio. Hasta ahora, está siendo un éxito. Ya el curso pasado las notas les reconocieron que estaban en el buen camino. Este año está sucediendo lo mismo. La segunda parte consiste en abrirse a la comunidad. Dos miembros del equipo han participado en un taller de formación que se llama aprendizaje y servicio. De ahí nació Compartiendo vida, un programa de colaboración con el centro de mayores de Belmonte. Un día a la semana, los alumnos van el centro y comparten actividades con los ancianos. Unos días les sacan a pasear por el pueblo. Si la meteorología no acompaña, buscan alternativas en las salas de usos múltiples. «Queremos que establezcan lazos, que se enriquezcan mutuamente», comenta Pedro García.
Un apoyo importante en esta apertura a la comunidad ha sido el director del centro de mayores, Faustino de la Peña. Cree en los beneficios de colaborar y así lo ha hecho durante años también con el colegio de Primaria. Para pasear suelen elegir a residentes que salen muy poco y apenas reciben visitas. Para las manualidades el perfil es diferente, mayores más activos, hábiles y conversadores. «Se les ve con otra cara. Disfrutan mucho. Esta idea de colaboración es fantástica», explica. Las charlas que los estudiantes mantuvieron con sus residentes, las risas y lo rápido que pasa el tiempo en el taller parecen darle la razón. «Muchos son gente con pocas opciones de salir y de interactuar», insiste, un día en el que las tormentas han obligado al grupo a quedarse en el interior, mientras decoran paisajes con papeles de colores. El tiempo pasa entre charlas y anécdotas.
Un partido de la Champions empieza a las nueve menos cuarto. No todos son demasiado futboleros, pero la cita es importante. Así que hay que cierta prisa. El maestro Jacobo Vázquez tiene cuenta en la plataforma que emite el encuentro, así que hoy todos le miran con cierto mimo. Son los mismos códigos con los que una familia se comporta en casa.