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«Los sistemas educativos de Europa y Estados Unidos se caen a pedazos» Galicia

Entrevista a Sakena Yacoobi

Nominada al Nobel de la Paz, la directora ejecutiva del Afghan Institute of Learning cree que la educación es la clave para terminar con todas las guerras.

Tuvo suerte. Su padre creía en que todos sus hijos debían ser iguales. Así que la doctora Sakena Yacoobi, nacida en Herat, estudió. Y después fue refugiada en Estados Unidos, donde siguió estudiando. Consiguió que su familia, que terminó en un campo de refugiados cuando la paz en Afganistán saltó por los aires, también se trasladase a América. Pero ella, educada, con una buena posición económica y social, decidió volver para hacer algo por los suyos. Y fundó el Afghan Institute of Learning (AIOL), una organización que desde los 90 trabaja para ofrecer educación a las mujeres y niños. Ahora trabaja en crear una universidad para mujeres. Ayer estuvo en Santiago para participar en Spin2016, la mayor cita de emprendimiento universitario.

-En pleno auge de los talibanes usted fundó decenas de escuelas clandestinas para mujeres y se enfrentó a ellos, así como a 19 jóvenes armados en la carretera. ¿Nunca se arrepiente?

-Absolutamente, no. Nunca. No solo era mi vida la que estaba en juego. Había otras tres mujeres conmigo y ellas tienen familia. Lo que pensé fue que si no me bajaba de aquel coche iban a disparar a todo el mundo y eran mi responsabilidad, trabajan para mí. Así que no lo dudé ni un segundo. Salí del coche. Estaba temblando, pero me bajé igual. Y cuando volví a subir estaba casi muerta, no podía hablar. Lo hice y punto. Pero no me arrepiento.

-¿Por qué la educación es tan importante como para correr ese tipo de riesgos?

-Porque hoy en día todo el mundo tiene problemas. La guerra está en todas partes. Y de verdad creo que la educación es la clave para hacer que la gente se dé cuenta de que la solución a cualquier problema no es la guerra, es que la gente se siente alrededor de una mesa, hable, negocie y se quiera y confíen unos en otros.

La gente lucha porque hay pobreza, y eso es injusto.-¿Se puede cambiar?
-Dios creó a todas las personas iguales y eso es algo que dicen todas las religiones. Para entender esto, que es la base, uno debe estudiar y educarse. Alguien me preguntaba hoy qué tipo de educación. Educación de calidad. Y la educación de calidad es enseñar valores, responsabilidad, transparencia, amor y justicia. Eso es lo que hacemos, y toda la gente que se acerca a AIOL, que es mucha, porque hemos alcanzado los 13,5 millones, te juro que es distinta a como era cuando llegó. Es un trabajo muy duro, pero veo el cambio, que llega con la educación. Y me cambió a mí, porque era una refugiada en Estados Unidos que había perdido su dignidad y su autoestima. Pero trabajé duro.

Hay riqueza suficiente en el mundo para que nadie tenga que pasar hambre, pero mucha gente se vuelve codiciosa y tiene su título solo para tener un certificado y creerse mejor que el resto. Si lo obtuviésemos para mejorar el mundo, podríamos vivir en paz.-¿Cómo se ve la situación de los refugiados sirios desde la perspectiva de otra refugiada? -Los refugiados no vienen porque sí, vienen porque están sufriendo. En vez de gastar millones y millones en los campos, hay que gastarlo en el país de origen para intentar solucionar el problema. En el caso de que los refugiados ya estén aquí, hay que integrarlos en un programa desde el momento en el que llegan. Un programa que les enseñe la lengua del país de asilo, su cultura, sus leyes. Pero hay que aprender también sobre su cultura, sobre quiénes son, porque no pueden cambiar lo que son de la noche a la mañana, y eso hay que respetarlo. Y también entender que son un activo para el país, que si obtienen educación serán un activo para el país de asilo.-Habla de educar a los refugiados.

¿Qué hacemos mal en la educación europea para que haya racismo y xenofobia?

-En Europa y en los Estados Unidos hay mucha gente joven que tiene educación pero no un trabajo, y están frustrados porque quieren tener una vida mejor. Creo que los sistemas educativos de la mayoría de estos países se caen a pedazos, es hora de cambiarlos. El mundo cambia, las tecnologías cambian… La educación debe cambiar y hay que enseñar destrezas, enseñar cosas prácticas, lo que necesita el país.

-¿Qué opina de la islamofobia?

-No hay que juzgar el islam solo por unos pocos. Hay que tener la mente abierta y además hay que recordar que Afganistán es hoy el país más pobre del mundo y que su pueblo está cansado y quiere vivir en paz. Están preparados para aprender y tenemos que ayudarlos.

Fuente: http://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2016/09/30/sistemas-educativos-europa-estados-unidos-caen-pedazos/0003_201609G30P30992.htm

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Niños sirios, la generación perdida

Siria/03 de Octubre de 2016/DW

El Día Mundial de la Alfabetización recuerda que es un privilegio aprender a leer y a escribir. Los niños refugiados sirios tienen rara vez acceso a las escuelas. Un campamento en el Líbano quiere cambiar esta situación.

Cientos de carpas de refugiados sirios se alinean en el camino al valle de Becá en el Líbano. En su mayoría, los techos están cubiertos con lonas sobre las que está estampado el logotipo de ACNUR, el Alto Comisionado de la ONU para Refugiados. La guerra en el país vecino, Siria, no queda muy lejos. Son solo 15 kilómetro hasta la frontera, desde donde es escucha también la guerra.

Así ocurre también en Bar Elias. Esta localidad contaba antes con 35.000 habitantes. La cantidad de personas que viven allí en la actualidad es desconocida. En el pequeño campo de refugiados Medyen, viven nueve familias grandes de Al Quseir, una ciudad en el área de Homs. En Medyen, la mayoría de los residentes son niños. Medyen al-Ahmed es el nombre del que construyó el campamento en 2013 y por su iniciativa, hace cuatro meses se abrió una escuela a la que diariamente asisten 65 niños desde campos de refugiados cercanos.

Estudiar bajo condiciones difíciles

A las ocho de la mañana se inician las clases. «I am from Syria», «you are from Syria» – «Soy de Siria», «tu eres de Siria», escribe Hatem Ahmad en la pizarra. Hatem tiene 15 años y hace cuatro huyó con su madre y dos hermanas hacia el Líbano. Su padre murió joven. «Tuve que dejar la escuela en sexto grado en Siria. Yo voy a la escuela aquí para no olvidarme de escribir y de leer. Y de paso aprendo un poco de inglés. Eso me ayuda mucho», dice un cabizbajo Hatem. El es un poco tímido, pero en el aula se libera, y eso se le nota en el rostro.

Libanon Flüchtlingslager Medyen BeekaNiños en la escuela en el campo de refugiados de Becá, en el Líbano.

En el pequeño salón de clase, equipado con una alfombra y estrechos bancos, un haz de luz penetra a través de abertura en la pared. Los maestros taparon los agujeros en las paredes sin ventanas, para que entre menos calor. Además, la electricidad es escasa y las paredes de yeso se van desmronando. «A pesar de que ya hemos recibido algunas donaciones, todavía nos faltan mucha cosas», dice Medyen y añade que «en el verano no hay ventiladores y en invierno no hay calefacción».

El trabajo infantil en la agenda

El futuro de los niños sirios también le causa gran preocupación a Medyen y su equipo. «Queremos disuadir a los niños de trabajar en los campos», dice el delgado hombre. Incluso niños de 8 años de edad trabajan en las fábricas o en obras de construcción. Algunos terminan también en la prostitución. La opinión de los políticos libaneses sobre la temática de los refugiados, como a menudo en este país, pasa sobre todo por los problemas de seguridad. Ellos temen que jóvenes hombres sin educación puedan ser reclutados por los extremistas.

Hatem Ahmad, un joven de 15 años de edad, trabaja después de la escuela en el campo o en obras de construcción. «Me pagan alrededor de 18.000 libras libanesas al día», dice. Es decir, unos 10 euros.

Libanon Flüchtlingslager Medyen BeekaFachada de la escuela Medyen en Becá.

Como hijo mayor, el ayuda a su madre a sustentar a la familia. «Me gustaría estudiar más, pero ir a la escuela tres o cuatro horas al día es mejor que nada». Lo mismo piensa el equipo de la escuela. «Tenemos que hacer algo al respecto, porque estamos perdiendo a toda una generación de niños sirios», dice el fundador del campamento.

Buena disposición de el Líbano

Libanon Flüchtlingslager Medyen BeekaMedyen al-Ahmed construyó el campamento en 2013.

De acuerdo con cifras oficiales de la ACNUR, actualmente buscan refugio cerca de 1,1 millones de sirios en el Líbano, pero otras estimaciones indican que dos millones de sirios ya se encuentran allí. Un gran reto para un país con 4,5 millones de habitantes.

Sin embargo, las autoridades libanesas mostraron su disposición al inicio de la crisis para dar cabida a los niños sirios en las escuelas. Aunque falta mucho por hacer. Según Human Rights Watch, entre los refugiados hay unos 500.000 niños en edad escolar, pero la mitad de ellos no va a la escuela.

Fuente: http://www.dw.com/es/ni%C3%B1os-sirios-la-generaci%C3%B3n-perdida/a-19537478

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Educación crítica y protagonismo cooperativo

Frei Betto

La educación escolar tiene un papel fundamental en el proceso de transformación social. A semejanza de la política y la religión, la educación sirve para liberar o alienar; despertar protagonismo o favorecer el conformismo; propiciar en los educandos una visión crítica o legitimar el status quo, como si fuera insuperable e inmutable; promover una praxis transformadora o sacralizar el sistema de dominación.

En estos inicios del siglo XXI, la educación escolar difiere mucho de la que predominó en el siglo XX. Hoy en día, nuestra vida cotidiana se ve invadida por nuevas tecnologías que nos brindan, en tiempo real, informaciones capaces de incidir en nuestra forma de vivir y de relacionarnos (ciberespacio, relaciones virtuales, crisis de las ideologías libertarias, nuevos perfiles familiares y sexuales, monopolio y manipulación de la información, etc.).

Como vivimos un cambio de época y navegamos entre la modernidad y la posmodernidad, estamos amenazados por una crisis de la identidad teórica. El instrumental teórico que tanto nos confortaba e incentivaba en el siglo XX, y que nos parecía tan sólido, se desplomó con el Muro de Berlín. Al contrario de lo que pregonaban los manuales de vulgarización del materialismo histórico, la historia retrocedió en Europa del Este.

Setenta años de socialismo en Rusia no fueron suficientes para formar los tan anhelados hombres y mujeres nuevos, dotados de inquebrantables valores éticos, disposición revolucionaria y menosprecio a las seducciones del capitalismo. Hoy Rusia es uno de los países más corruptos del mundo, y en él impera una brutal desigualdad económica.

¿Qué faltó en la Unión Soviética? Faltó una educación que, más allá de la escolaridad, de la transmisión cultural del país y de la humanidad, inculcara en los educandos una visión crítica de la realidad y un protagonismo social transformador.

De hecho, en muchos de nuestros países, capitalistas y socialistas, la educación escolar se ha convertido en una prisión de la mente, donde las disciplinas curriculares se repiten sucesivamente, con vistas a la calificación de la mano de obra destinada al mercado de trabajo. No se ha reflexionado sobre la prioridad de formar ciudadanos y ciudadanas revolucionariamente comprometidos con el proyecto social emancipador.

Vivimos hoy una era de impasse con respecto al futuro emancipado. Estamos en el limbo del proceso libertario. Los movimientos, grupos y partidos de izquierda, cuando existen, parecen perplejos en lo que toca al futuro. Muchos ceden a la fuerza cooptadora del neoliberalismo y cambian el proyecto de liberación social por el mero usufructo del poder, aunque eso implique traicionar las esperanzas de los oprimidos y los fundamentos teóricos que originaron esas fuerzas sociales y políticas.

La hegemonía capitalista ejerce un poder tan avasallador que muchos abdican del propósito de construir un nuevo modelo civilizatorio. Poco a poco, como si se tratara de un virus incontrolable, el capitalismo se impone en nuestras relaciones personales y sociales. Nos vamos adhiriendo a la creencia idolátrica de que “no hay salvación fuera del mercado”. En la esfera personal, abandonamos nuestra ideología libertaria a cambio de una zona de comodidad que nos permite acceder al poder y la riqueza, lo que nos libra de la amenaza de integrar el contingente de 2,6 miles de millones de personas que sobreviven hoy con un ingreso diario inferiores a los 2 dólares.

Formación de conciencia crítica y de protagonistas sociales

La educación crítica es nuestro gran desafío en este mundo hegemonizado por el capitalismo neoliberal. Su principio es no formar meros profesionales calificados, sino ciudadanos y ciudadanas que sean protagonistas de transformaciones sociales. Por eso trasciende los límites físicos de la escuela y vincula a educadores y educandos a movimientos sociales, sindicatos, ONG, partidos políticos; en fin, a todas las instituciones que realizan actividades de transformación social. La educación crítica solo se desarrolla en sintonía con los procesos reales de emancipación en curso y las reflexiones teóricas que los fundamentan.

La educación que busca la formación de conciencia crítica y de ciudadanos militantes comprometidos con la transformación social debe tener en cuenta la intercalación de tres tiempos: el tiempo de las estructuras (más largo); el tiempo de las coyunturas (más inmediato y factible de cambiar a mediano plazo); y el tiempo de lo cotidiano (en el cual vivenciamos el conflicto permanente entre la satisfacción de nuestros intereses personales y la conciencia de las demandas altruistas, que nos exigen ser para los demás, o simplemente, ser capaces de amar).

El tiempo de las estructuras debe ser objeto de la educación escolar. Es él el que nos remite a la historia de la historia, a los grandes procesos sociales con sus avances y retrocesos, a los triunfos y las derrotas, a las virtudes y las contradicciones.

Mientras más conscientes son educadores y educandos del tiempo estructural, más se contextualizan y se entienden a sí mismos como herederos de una historia que avanza, en medio de dificultades, de la opresión a la liberación.

Tener conciencia del tiempo de las estructuras es tener conciencia histórica y no dejarse ahogar en el mar de contradicciones de los tiempos coyuntural y cotidiano. Cada uno de nosotros es un pequeño eslabón en la vasta corriente del proceso social. Solo si tenemos conciencia de la amplitud de esa corriente comprendemos la importancia del eslabón que somos. Una educación que no se abre al tiempo de las estructuras corre el grave riesgo de ser cooptada por la estructura mundialmente hegemónica.

El tiempo de las coyunturas es el de los cambios cíclicos que producen inflexiones en las estructuras, aunque sin alterarlas sustancialmente. Es la acumulación de coyunturas la que influye en el cambio del tiempo de las estructuras. El gran desafío consiste en saber cómo comportarse en determinada coyuntura para mejorar o transformar la estructura. La coyuntura es el presente, el aquí y ahora, mientras que la estructura, que condiciona las coyunturas, no es fácilmente perceptible, a menos que se tenga conciencia histórica para poder encuadrar la parte en el todo, el detalle en el conjunto, el presente en las causas del pasado y en las alternativas de futuro.

El tiempo de lo cotidiano es el del día a día, en el cual transitamos o tropezamos, movidos por ideales altruistas, solidarios, y, a la vez, atraídos por las seducciones del acomodo y el individualismo. Es en el tiempo de lo cotidiano que la educación actúa, permite una comprensión crítica de la coyuntura y despierta el imperativo de comprometerse con la transformación de la estructura.

Vivimos inmersos en ese tiempo cotidiano, muchas veces movidos por utopías libertarias y, al mismo tiempo, desanimados al percatarnos cada día de que la materia prima del futuro es humana, siempre frágil, ambigua y contradictoria.

La formación de conciencia crítica y protagonismo social es resultado de un proceso pedagógico que intercala los tres tiempos para evitar que nos perdamos en un idealismo cuyo discurso no se adecua a la realidad, o en la mezquindad de un cotidiano que no siempre refleja los valores en nombre de los cuales lo asumimos. Ese es el caso de los militantes supuestamente revolucionarios que hacen de su función de poder un nicho de acomodo burgués y provecho personal. Y ello se aplica al director de la escuela, al obispo de la iglesia, al gerente de la empresa, etc.

Es importante tener siempre presente que nuestro cotidiano transita bajo la hegemonía de un determinado proceso civilizatorio, el de la burguesía europea, y de un único sistema económico globalizado, el capitalista, aunque vivamos en un país socialista.

Por tanto, nuestro tiempo cotidiano debe aspirar a incidir en el tiempo coyuntural para poder modificar el tiempo estructural global. Para eso no bastan los principios teóricos y las prácticas colectivas. Es preciso que a los principios y las prácticas los oriente una ética que tenga en su centro los derechos de los pobres, los oprimidos y los excluidos. Sin esa alteridad amorosa, todo proyecto emancipatorio o revolucionario corre el riesgo de congelarse, aprisionado por sus propias estructuras de poder, emitiendo un discurso desvinculado de la práctica, abriéndole paso a la esquizofrenia de crear en el imaginario colectivo, en nombre de la emancipación, la expectativa de un futuro burgués para cada ciudadano y ciudadana…

Comparados con el tiempo veloz de los aspectos coyunturales y el tiempo aparentemente caótico de lo cotidiano, los cambios estructurales son lentos, procesuales, y solo se pueden evaluar debidamente sus avances cuando se ponen lado a lado las conquistas del presente con los atrasos del pasado.

De la educación individualista a la educación cooperativa

Desde Marx hasta la Teología de la Liberación, todos sabemos que no existirá emancipación plena sin la superación del sistema capitalista. Una educación crítica y liberadora no debe perder de vista esa meta. Debe despertar en los educandos una visión crítica que no se limite a consignas repetitivas, que más que profundizar la razón exacerban la emoción.

Aunque se viva en un país socialista como Cuba, todos estamos sometidos a la hegemonía del pensamiento único neoliberal y de la economía capitalista centrada en la apropiación privada de la riqueza. El neoliberalismo, como un virus que se propaga casi imperceptiblemente, se introduce en los métodos pedagógicos y las teorías científicas, en resumen, en todas las ramas del conocimiento humano. Así, instaura progresivamente ideas y actitudes que fundamentan la ética de las relaciones entre los seres humanos y entre los seres humanos y la naturaleza.

En la lógica neoliberal, la inclusión del individuo como ser social se mide por su inserción en el mercado como productor y consumidor. La posesión de mercancías revestidas de valor determina las relaciones humanas. Es el fetiche que denunciara Marx. Esa inversión de la relación –según la cual la mercancía tiene más valor que la persona humana, y la persona humana es valorizada en la medida en que hace ostentación de mercancías de valor– contamina todo el organismo social, inclusive la educación y la religión, como denunciara el papa Francisco el 22 de diciembre de 2014 al señalar las “15 enfermedades” que corroen a la curia romana.

De ello se deriva una ética perversa que subraya como valores la competitividad, el poder de consumo, los símbolos de riqueza y poder, la supuesta mano invisible del mercado. Esa perversión ética debilita a los organismos que fortalecen a la sociedad civil, como los movimientos sociales, los sindicatos, las asociaciones barriales, las ONG, etc. El patrón que se debe adoptar ya no es el de la alteridad y la solidaridad, sino el del consumismo narcisista y la competitividad.

¿Cómo superar hoy ese patrón de vida capitalista que, si no rige nuestro estatus social, muchas veces predomina en nuestra mentalidad? En eso a la educación le corresponde el papel preponderante. Entre otras cosas, porque la actual coyuntura no es proclive a los cambios estructurales por la vía del “asalto” al aparato del Estado. Eso no significa, como supone cierta parcela de la izquierda, que las revoluciones son hechos irrepetibles del pasado y, por tanto, ya no hay alternativa sino adaptarse al nuevo “determinismo histórico”: la hegemonía del mercado.

La historia demuestra que han ocurrido cambios estructurales significativos sin un “asalto” al Estado, como fueron el paso del esclavismo al feudalismo y del feudalismo al capitalismo. Hoy, una de las armas más poderosas para superar el capitalismo es una educación crítica y cooperativa, capaz de crear nuevos parámetros de conocimiento y promover nuevas praxis emancipadoras.

Es mediante la educación que se moldean las subjetividades que le imprimen significado a los fenómenos sociales. Con frecuencia sucede que se vive un antagonismo entre lo microsocial (pautado por la subjetividad) y lo macrosocial (pautado por las estructuras). En Cuba se encuentra un buen ejemplo: en la década de 1950, un grupo de jóvenes revolucionarios (microsocial) se hizo consciente, gracias a la educación política (subjetividad) de la importancia de modificar la estructura del país (macrosocial). Hoy Cuba es un país de estructura socialista, pero no todos los cubanos disciernen lo que eso significa, y algunos sueñan con disfrutar, bajo el socialismo, de un estilo de vida capitalista (microsocial).

La educación crítica y cooperativa es capaz de superar ese antagonismo al formar protagonistas o militantes que reproduzcan las bases materiales y espirituales del socialismo, cuyo sustento es la solidaridad.

Para ello, es necesario que la educación sepa situar a educadores y educandos en relación con el pasado y el futuro. Ello solo es posible a partir del aquí y el ahora, del presente. Es nuestro modo de pensar y actuar en el presente lo que resignifica nuestra manera de encarar el pasado y el futuro.

La educación tiene el poder necesario para destronar una racionalidad dominante e introducir otra, siempre que no sea meramente teórica y se vincule a procesos efectivos de producción material de la existencia. Resulta siempre oportuno recordar la observación de Marx de que no nos diferenciamos de los animales por nuestra capacidad para pensar (tal vez las abejas, por ejemplo, posean una lógica algebraica más depurada que la nuestra…), sino por la capacidad de reproducir nuestros medios de subsistencia.

Una educación crítica, liberadora, es la que aspira a conquistar la hegemonía mediante el consenso, mediante prácticas efectivas, y no mediante la coerción ideológica. Debe abarcar todas las disciplinas escolares, desde las ciencias exactas hasta la educación física, superando las relaciones fundadas en la economía del intercambio en aras de una economía solidaria, cuya base sea la cooperación.

Todos sabemos que las relaciones mercantilistas influyen en las concepciones de quienes las adoptan o se dejan regir por ellas. Para citar solo algunos ejemplos, esas relaciones acentúan el individualismo e inciden sobre los mecanismos de relacionamiento en el trabajo, la física moderna, la biología darwinista de la sección natural, etc. Ni siquiera la concepción mecanicista del marxismo, que profesaba la fe en un “irrefrenable determinismo histórico” logró escapar de su influencia. Es eso lo que índuce a los educandos a creer que el mercado obedece a una “ley natural”, y que fuera de él no hay alternativa… Es eso lo que nos lleva, literalmente, a torturar a la naturaleza para que nos suministre sus frutos cuanto antes.

Por tanto, debemos preguntarnos, ¿para qué sirve la educación? ¿Para adaptar a los educandos al status quo? ¿Para transmitir el patrimonio cultural de la humanidad como si fuera el resultado de la acción intrépida de héroes y genios? ¿Para formar mano de obra calificada para el mercado de trabajo? ¿Para adiestrar individuos competitivos?

Una educación crítica y solidaria engloba a todos los actores de la institución escolar: los alumnos, los profesores, los funcionarios y las familias de todos ellos. Y trasciende los muros de la escuela para vincularse participativamente con el barrio, la ciudad, el país y el mundo. Las puertas de la escuela permanecen abiertas a los movimientos sociales, los actores políticos, los artistas, los trabajadores. Y la óptica de su proceso pedagógico enfatiza esta verdad que la lógica mercantilista intenta encubrir: los fundamentos de la evolución de la naturaleza y de la historia de la humanidad están mucho más centrados en la cooperación, en la solidaridad, que en la selección natural, la competitividad y la exclusión.

Una educación crítica y cooperativa es deliberadamente contrahegemónica, y procura ubicar el destino de sus educandos en el destino global de la humanidad. El valor de la escuela se evalúa por su capacidad para insertar a los educandos y los educadores en prácticas sociales cooperativas y liberadoras. Por eso es indispensable que la escuela tenga claridad acerca de su proyecto político pedagógico, en torno al cual debe prevalecer el consenso de sus educadores. Sin esa perspectiva, la escuela corre el peligro de convertirse en rehén de la camisa de fuerza de su currículo, como un mero aparato burocrático de reproducción bancaria del saber.

Si queremos atrevernos a reinventar el futuro, debemos comenzar por revolucionar la escuela, transformándola en un espacio cooperativo en el cual convivan la formación intelectual, científica y artística; la formación de conciencia crítica; la formación de protagonistas sociales éticamente comprometidos con los desafíos de construir otros mundos posibles, fundados en la compartición de los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano.

Fuente del articulo: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=194907

Fuente de la imagen: http://www.radiomundial.com.ve/sites/default/files//styles/618×468/public/field/image/Frei-Betto5.jpg?itok=yMYrMEIM

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Zimbabue, salvar la educación

Zimbabue/03 de Octubre de 2016/

Cuando las condiciones socioeconómicas se tambalean, por desgracia, el sistema educativo es el primer herido. Esto ha sucedido en Zimbabue, un país que en otros tiempos presumió de cuidar a alumnos y profesores y que ahora sufre una crisis que está dejando muy malherido a su sistema educativo.

En este reportaje, grabado en el noroeste de Zimbabue, contamos la historia de un grupo de hombres y mujeres que siguen trabajando porque saben que, en la educación, está la clave del desarrollo. Manos Unidas, la ong de la Iglesia española, ha financiado 26 proyectos educativos en los últimos cinco años en el país.

El internado de la misión de Mateta, la escuela de Mapfumo y los centros de primaria y secundaria St. Paul, en la diócesis de Gokwe, son varios ejemplos de este trabajo que se está llevando a cabo. Al frente de dicha diócesis está el obispo Ángel Floro, un misionero español que llegó a Zimbabue hace 51 años.

Fuente: https://www.google.co.ve/webhp?sourceid=chrome-instant&ion=1&espv=2&ie=UTF-8#tbm=nws&q=educacion+en+zimbabue

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Enseñar en los tiempos que corren

Por: David Rabinovich

A fines del año pasado, Leonardo Haberkorn hizo pública su renuncia a la docencia en una muy difundida carta:

“Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez. No dictaré clases allí el semestre que viene y no sé si volveré algún día a dictar clases en una licenciatura en comunicación. Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla.

[…] Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. […]

Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no existen los vegetales. En un ejercicio en el que debían salir a buscar una noticia a la calle, una estudiante regresó con esta noticia: todavía existen kioscos que venden diarios y revistas”.

Haberkorn cree que “[a] estos muchachos -que siguen teniendo la inteligencia, la simpatía y la calidez de siempre- los estafaron, que la culpa no es sólo de ellos. Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más o menos lo mismo”.

La culpa, ¿es de la maestra?

La carta y la posterior polémica que suscitó son parte de un debate clave en nuestra época. Un debate que trasciende claramente las fronteras.

También di clases, aunque de Matemática, e hice algo de periodismo. Creo que la educación es el resultado de un complejo sistema de interacciones sociales en el que importan la familia, el barrio, los medios de comunicación… Todo importa, no sólo la relación del docente con sus alumnos.

Los resultados educativos están indisolublemente atados a la evolución de la sociedad. Claro que la realidad social es producto de la educación que tengamos. En particular, me preocupa la falta de sentido crítico respecto del papel que ha jugado, por ejemplo, la televisión en el embrutecimiento de la sociedad. Aunque la televisión tiene el potencial de jugar un rol positivo como servicio, como espacio y bien público. Pero las comunicaciones son negocios y siguen la lógica del mercado. Como negocio, su lógica es maximizar la ganancia y no la producción de ciudadanos lúcidos; todo lo contrario.

Lo menciono como ejemplo; las aulas no son el único ámbito donde nos educamos. Maestros y profesores no son todos malos ni todos buenos, hay de todo. Pero olvidarnos de que durante diez años la dictadura hizo un destrozo formidable y quebró la continuidad del proceso educativo es mala base para intentar mejorarlo.

Además, durante bastante más de ese lapso se promovió una suerte de “darwinismo al revés”. No había incentivos para que los mejores dedicaran sus esfuerzos a la docencia; a eso se dedicaron algunos vocacionales y muchos que no podían hacer algo mejor por lo que ganaran más. Son los que trabajan obligados, los que faltan siempre que pueden, los que dan clases por sobre sus capacidades físicas e intelectuales. Sin tener conciencia de ello, generan una “competencia insana” con sus alumnos. En la relación alumno-docente sólo pueden ganar los dos… o perder los dos. Me resulta inconcebible pensar que hay alguna lógica en la que pueda ganarle uno al otro.

Una réplica a la carta

Casi un año después, la discusión sigue. Juan Ramiro Fernández, docente de periodismo en Argentina, comenta la carta:

“El problema es que en su despedida, no sólo se las agarra con los celulares, con Facebook y con Whatsapp (supongo que tuvimos suerte de que no cayeran en la volteada la luz eléctrica, la birome y la imprenta), sino que se las agarra con los alumnos.

En resumen: los chicos se distraen, los chicos se aburren, los chicos usan el celular en clase, los chicos no están informados, los chicos tienen faltas de ortografía y no tienen curiosidad.

Qué malos son los chicos. Un poquito más y son Darth Vader. Si tan sólo hubiera algo que les hiciera levantar la vista del celular en clase. No sé, algo [que]… se llamaba docente.

Lo que Haberkorn olvida es que es nuestra responsabilidad […] mantener la clase con un nivel de interés mínimo. Si los alumnos se duermen, no es culpa de que tengan sueño, sino de que la clase que uno está dando es soporífera; si los alumnos no participan, no es que sientan ‘ajenidad’ (palabra fea pero correcta) sino que, por alguna razón, el tema que se está dando no resuena. Haberkorn: no te enojes, pero la culpa era toda tuya. […] temo que el profesor […] Leonardo Haberkorn es parte del grupo de gente que se resiste a estos cambios.

El concepto de periodismo ciudadano, que los chicos tengan en sus bolsillos herramientas periodísticas más potentes que un estudio de televisión de hace 20 años, hace que dar clase hoy sea una de las oportunidades más maravillosas de la vida de un periodista y docente.

Mis alumnos no se duermen. Hace poco, uno de ellos me dijo algo que me dejó con una sonrisa dibujada por una semana: ‘Tu clase es una de las pocas clases que espero con ansias en toda mi carrera’.

En ese lejano pasado en el que yo daba clases había discusiones; las hubo antes de la dictadura y continuaron, quizá en otros términos, cuando “recuperamos la democracia”.

Durante la dictadura (los de izquierda estábamos casi todos destituidos) no había discusión alguna. La educación funcionaba con el “ordeno y mando”; ustedes obedezcan. Mala receta.

Hace mucho que tengo la convicción de que “enseñar es imposible”: los docentes apenas pueden ayudar a aprender. En el mejor de los casos, lograr que las nuevas generaciones aprendan a aprender. Pero si la sociedad promueve a Marcelo Tinelli como ejemplo, bailaremos por un sueño, nos jugaremos a ser Diego Forlán o algún otro de esos destinos reservados a muy pocos. La mayoría va camino al fracaso. No está motivado por aprender y tendrá docentes que eligieron la carrera por descarte. No tienen alicientes adecuados para tratar de ayudarlos.

Cuando daba clases una colega me increpó en duros términos y peor tono: “Vos defendés a los alumnos… no creés que tienen malicia”. “¡Sí, claro, por supuesto!”, contesté desconcertado.

La lección del profesor

Otro argentino, Alfredo Serra, defiende la visión del uruguayo:

“Lo que acabo de leer es trágico. Y no uso la palabra ‘tragedia’ en vano: así llama a la degradación educativa el eximio médico y profesor Guillermo Jaim Etcheverry, aterrado ante una estadística: más de la mitad de los alumnos de escuelas secundarias y universidades… ‘no comprenden lo que leen’. […]

Mucho comprendo a Haberkorn. Durante más de 20 años (1985 a 2006) dicté materias de la carrera de Periodismo y Comunicación Social. […] era alarmante el desinterés por el pasado.

Tratar de que cumplieran un plan de lectura de grandes textos fue para mí una batalla tan dura como la que acabó derrotando al valioso profesor uruguayo. […]

Muchos alumnos manifiestan desdén por el saber y desinterés por el pasado… Los rodea una negra nube de indiferencia. Es la vida reducida a una pantalla de celular.

No me rendí. Me retiraron al cumplir 65 años: disparate nacional que aleja a los profesores cuando más útiles pueden ser. Por sabiduría, vocación y pasión. Pero confieso que la indiferencia de los alumnos, como una niebla enfermiza de mediocridad, había empezado a desencantarme.

[…] la vida reducida a una pantalla de celular (útil, esencial a veces, pero no mañana, tarde, noche y trasnoche) cuyos dueños son incapaces de discernir ni de jerarquizar qué es importante y qué no lo es.

[…] La cuestión profunda es cómo salir de ese pantano, de esa fábrica de ignorantes y mediocres.

No hay otra salida que un firme pacto padres-maestros y profesores-alumnos. Si esa semilla no se recupera y no germina, habrá muchas más banderas blancas. Y no sólo en América Latina, donde el fenómeno se repite. También en gran parte del mundo”.

Intentaré adelantar algunas ideas que me parecen básicas.

La educación debe ser pública, gratuita y obligatoria en las primeras etapas de la vida. Ese es el ADN (si es que se puede trasladar el concepto biológico al área de la educación).

Los niveles más avanzados deben ser accesibles de forma universal; incluso, la educación permanente a lo largo de la vida es un derecho que debe asegurarse para todos.

La educación privada puede ser libre, pero sin subsidios estatales de tipo alguno.

La carrera docente debe estimularse, en primer lugar, ofreciendo salarios atractivos y condiciones de trabajo adecuadas.

La carrera docente debe ser por méritos y concursos, no por el mero transcurso del tiempo.

Ofrecer a los alumnos pobres una educación que sea sólo salida laboral, renunciar a la formación de personas, de ciudadanos, para fabricar “mano de obra según la demanda del mercado” es una lógica inaceptable.

La filosofía, la historia, la música, la literatura… no son disciplinas ajenas a la mecánica, la construcción o la carpintería.

Un último apunte: la educación es un tema de debate ciudadano al que nadie debería renunciar.

Fuente: http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/9/ensenar-en-los-tiempos-que-corren/

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Los Siete Saberes Necesarios para la Educación del Futuro

Autor: Edgar Morín

año: 1999

Editorial: UNESCO, Traducción al Español Santillana

País: Francia / París

ISBN: 75352

Sinopsis: En esta obra Edgar Morín subraya que la educación es la fuerza del futuro, porque ella constituye uno de los instrumentos  más poderosos para realizar el cambio. Io que a su vez se convierte en uno de los desafíos más difíciles para modificar nuestro pensamiento de manera que enfrente la complejidad creciente, la rapidez de los cambios y lo imprevisible que caracteriza nuestro mundo. A su vez el autor nos lleva a reconsiderar la organización del conocimiento, lo que a su vez implica derribar las barreras tradicionales entre las disciplinas y concebir la manera de volver a unir lo que hasta ahora ha estado separado por lo que recomienda reformular las políticas y programas educativos.

Para descargar el libro hacer clic en el siguiente link:  http://unesdoc.unesco.org/images/0011/001177/117740so.pdf

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El futuro de los niños nigerianos

Por: Jean Gough

Ajija no puede estar más frágil. Esta niña de cuatro años debería estar jugando alegremente con sus amigos, pero apenas puede mantenerse de pie. No es de sorprender que, después de que un profesional de la salud evaluara su estado, decidieran ingresarla por estar gravemente malnutrida. “Me siento inútil por no poder hacer nada. Los dos últimos años han sido muy duros, hay poca comida y muchas enfermedades”, me dice su madre, Halima, desesperada.

Estamos en Gwoza, una zona remota del estado de Borno, en la frontera del noreste de Nigeria con Camerún. Esta clínica médica provisional está abarrotada de madres que traen a sus bebés y niños pequeños para que les hagan pruebas o les traten la malnutrición.

Desgraciadamente, Ajija no está sola. Al tiempo que se recupera el acceso de la asistencia humanitaria a cada vez más zonas del noreste de Nigeria, se pone de manifiesto el verdadero impacto de esta crisis. En la actualidad, casi un cuarto de millón de niños de Borno padecen malnutrición aguda grave como resultado de más de tres años de violencia que han destrozado la zona.

Dado el peligro que conlleva labrar la tierra, acceder a los mercados e incluso obtener agua segura, las familias y en especial los niños pequeños han dejado de recibir algunos elementos esenciales para la vida. Ante la imposibilidad de atender a casi un millón de niños, lo único que podemos hacer es imaginar qué les deparará el futuro.

Esta tragedia para los niños nigerianos se proyectó en el mapa del mundo por primera vez en abril de 2014, cuando Boko Haram abdujo a más de 270 niñas de una escuela de Chibok. Y ellas tampoco estaban solas. Desde 2009 se ha abducido a, al menos, 4.000 mujeres jóvenes (de entre 18 y 24 años), niñas y niños de los estados afectados del norte de Nigeria, y 7.000 mujeres y niñas han denunciado haber sufrido violencia sexual.

Los niños de Borno vuelven a estar en el punto de mira, esta vez afectados por una crisis de malnutrición y comida sin precedentes. Sin embargo, no conseguiremos la ayuda que necesitamos si damos importancia a estos asuntos únicamente cuando se convierten en el centro de atención. No podemos esperar a que ocurra otra tragedia: debemos seguir trabajando con los medios que vamos teniendo a nuestra disposición, incluso después de un ataque a un convoy humanitario.

Antes de nada, se trata de salvar la vida de los niños a los que podamos atender, a muchos de los cuales se les ha obligado a dejar sus casas. Con solo proporcionarles un suministro de alimentos terapéuticos listos para el consumo para ocho semanas, podremos ayudarlos a recuperarse de la malnutrición aguda grave. Pero esto solo funciona si cuentan con el acceso a un centro de salud primaria y a agua y saneamiento seguros que contribuyan a evitar enfermedades infantiles prevenibles y tratables que pueden ser cuestión de vida o muerte para niños ya débiles.

Para lograrlo, debemos seguir ayudando a rehabilitar y mejorar las clínicas de salud locales de todo el estado de Borno, un 60% de las cuales han quedado parcial y totalmente destruidas. Además, tenemos que seguir formando a los trabajadores de la salud y ofrecer una fuente sostenible de suministros médicos tales como los alimentos terapéuticos, esenciales para salvar vidas. Al mismo tiempo y mediante la red de voluntarios de la comunidad, los contactos y los conocimientos de la zona, debemos identificar y gestionar rápidamente casos de malnutrición infantil.

No obstante, también hay algunos avances. Este año, unos 75.000 niños han recibido tratamiento para la malnutrición aguda grave. Desde abril se ha duplicado el número de revisiones de malnutrición (de 288.000 a unas 500.000), lo que significa que se están haciendo pruebas y dando tratamientos a algunos niños de forma habitual. Aun así, nadie esperaba la verdadera escala de la crisis.

Mientras nosotros luchamos por salvar vidas, necesitamos también ayudar a que los niños se recuperen mentalmente de los horrores que han presenciado. Proporcionarles cierta sensación de normalidad con juegos, oportunidades seguras de aprendizaje y ayuda psicológica cuando lo necesiten puede contribuir a devolverles sus infancias.

Las familias y los niños piden muy poco. Solo quieren tener acceso a instalaciones médicas, disponer de medicinas y contar con trabajadores de la salud. Quieren ir a la escuela y encontrar allí profesores, pupitres, libros y bolígrafos. Quieren bombas manuales que les proporcionen agua segura.

Desde Gwoza hasta Maiduguri y desde Port Harcourt hasta Lagos, el recurso más preciado de Nigeria son sus niños. Para salvar, proteger y sacar partido a ese recurso necesitamos contar con una ayuda comprometida y sostenida. Solo entonces podremos ofrecer los servicios esenciales y la normalidad que los niños y sus familias necesitan para reconstruir sus vidas.

Fuente: http://www.unicef.org/spanish/infobycountry/nigeria_92798.html

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