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El tamaño sí importa cuando se trata del calentamiento global

Fuentes: The conversation [Foto: El lagarto de collar (‘Crotaphytus collaris’), muy común en el sur de Estados Unidos y el norte de México. Dakota L. / Wikimedia Commons, CC BY-SA]

El calentamiento global continúa de manera acelerada y sin precedentes. La temperaturas están cambiando tan rápido que muchas especies tienen dificultades para adaptarse, y aquellas que no lo consiguen se extinguen.

Esto es especialmente cierto en el caso de los animales ectotermos, informalmente conocidos como animales de sangre fría, que dependen casi por completo de la temperatura ambiental para regular su metabolismo. Ilustremos el caso con la típica imagen de un lagarto tomando el sol sobre una roca antes de empezar su actividad diaria.

Animales que merman

Una de las consecuencias más llamativas del calentamiento global ha sido la reducción gradual del tamaño en muchos grupos animales alrededor del mundo. Este patrón se ha observado tanto en poblaciones actuales como en el registro fósil.

De hecho, la disminución corporal en animales, junto con los cambios en sus distribuciones y ciclos de vida, se considera ya una respuesta universal del calentamiento global.

Este fenómeno tiene grandes implicaciones en el funcionamiento de los ecosistemas, pero también en el uso que los seres humanos podemos hacer de ellos. Pensemos por ejemplo en la importancia que tiene el tamaño de los organismos marinos para la industria pesquera.

Se han propuesto muchas explicaciones para este fenómeno, pero no se ha contemplado la posibilidad de que las temperaturas puedan afectar de forma diferencial a la mortalidad de los organismos dependiendo de su tamaño.

Muy recientemente, hemos publicado en Nature Climate Change análisis que dan cuenta del impacto del tamaño corporal en la tolerancia al calor. Efectivamente, los organismos pequeños y grandes responden de forma distinta al estrés térmico.

A mayor tamaño, más difícil de calentar

Con la excepción de mamíferos y aves, la mayoría de los animales son ectotermos. Esto supone una enorme diversidad de tamaños y formas corporales, que incluye animales tan pequeños como un mosquito (o incluso menores si consideramos organismos unicelulares) y tan grandes como un cocodrilo africano o un tiburón ballena.

Teniendo esta diversidad de tamaños en mente, nos sorprenderá observar que la gran mayoría de los animales viven en un rango de temperatura muy ajustado: por lo general, entre 0 °C y 40 °C. Entonces, ¿cómo es posible que todos esos animales respondan igual al calentamiento? Pensemos: no cuesta lo mismo calentar un vaso de agua que una bañera de 200 litros.

La respuesta a esta pregunta es que no lo hacen. Pero hasta ahora no se había podido cuantificar, y mucho menos predecir, como varía la tolerancia al calor en función del tamaño.

El tiempo de exposición al calor

Muchos trabajos no pudieron explicar la relación entre el tamaño y la tolerancia al calor por no considerar el tiempo de exposición al que están sometidos los animales.

Un animal podría soportar un calor excesivo por poco tiempo. Pero si el animal está expuesto a este calor (o incluso a una temperatura menor) por un periodo largo, acaba muriendo. Una analogía a este caso la encontramos en los baños de vapor de una sauna. Difícilmente podría aguantar nadie en una sauna durante un día entero.

La tolerancia al calor depende del tamaño en animales ectotermos (p.e. peces). Animales pequeños resisten temperaturas más elevadas que los animales grandes, pero por cortos periodos de tiempo. Author provided

En nuestra ecuación incluimos tanto el calor extremo que pueden soportar los animales como el efecto del tiempo de exposición. Además, ponemos a prueba esta ecuación en artrópodos, moluscos, anélidos, peces, anfibios y reptiles.

El calor no afecta igual a grandes y pequeños

Nuestros resultados muestran que los animales ectotermos de pequeño tamaño aguantan temperaturas más elevadas, así como aumentos repentinos de las mismas. Esto ocurre por ejemplo en las olas de calor.

No obstante, los animales pequeños resisten al calor por poco tiempo, mientras que los grandes aguantan más en condiciones subóptimas.

Combinando nuestra ecuación con cálculos de metabolismo demostramos también que, con el calor, los animales grandes llegan a sus límites metabólicos antes que los pequeños.

El metabolismo es determinante en el desarrollo de los seres vivos. Por lo tanto, nuestro estudio indica que los animales ectotermos de gran tamaño verán más limitado su crecimiento con el calor excesivo.

Nuestro descubrimiento supone una poderosa explicación a la reducción de tamaño como causa del calentamiento global: los ejemplares mas pequeños tendrían una mayor capacidad de resistencia y dejarían mayor descendencia.

Límites de tolerancia al calentamiento global

El calentamiento global no ocurre igual en las diferentes regiones de nuestro planeta. Hay zonas donde el calentamiento es más rápido que en otras. Por ejemplo, las zonas tropicales se están calentando más deprisa que los polos.

Como resultado, algunas poblaciones animales están más cerca de los límites que pueden soportar que otras simplemente por su distribución.

Se han llegado a proponer medidas para calcular los límites de tolerancia de los animales. No obstante, en nuestro trabajo también discutimos que esas medidas estaban muy por encima del valor real.

Cuando incluimos el efecto del tamaño en esos cálculos, vemos que muchos animales están ya prácticamente al límite. Además, las poblaciones de las zonas tropicales son las más vulnerables al calentamiento.

Esta mejora de los cálculos de la vulnerabilidad de los animales al calentamiento global es un gran avance para identificar grupos de máximo riesgo y protegerlos mejor.

Ignacio Peralta Maraver. Investigador postdoctoral, Universidad de Granada

Enrico L. Rezende. Profesor de Ecología y Evolución, Universidad Católica de Chile

Fuente: https://theconversation.com/el-tamano-si-importa-cuando-se-trata-del-calentamiento-global-151646?

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Galileo: ver es creer

Fuentes: TopoExpress

Nota de edición: El 8 de enero de 1642 moría Galileo Galilei. Calificado como el padre de la ciencia, autor emblemático de la revolución copernicana, fue perseguido, juzgado y condenado por la Iglesia católica a pasar el resto de su vida bajo arresto domiciliario.

Nacido en Pisa el 15 de febrero de 1564, Galileo Galilei ha sido calificado a menudo como el padre de la ciencia, y efectivamente su derecho a reclamar este título se basa en una trayectoria realmente impresionante. Tal vez no fue el primero en desarrollar una teoría científica, ni el primero en llevar a cabo un experimento, ni el primero en observar la naturaleza, ni tan siquiera el primero el demostrar el poder que puede tener un invento, pero fue probablemente el primero que destacó en todos estos campos, siendo un brillante teórico, un experto experimentalista, un meticuloso observador y un ingenioso inventor.

Demostró sus múltiples talentos durante sus años de estudiante, cuando su mente vagaba erráticamente durante un servicio religioso en la catedral y se fijó en una lámpara que oscilaba. Utilizó su propio pulso para calcular el tiempo que duraba cada oscilación y observó que el período del ciclo de ida y vuelta que seguía la lámpara permanecía constante, a pesar de que el arco de la oscilación al empezar el servicio había ido disminuyendo hasta ser una ligera oscilación al final. De vuelta en su casa, pasó del modo observacional al experimental y se puso a juguetear con varios péndulos de diferentes longitudes y pesos. Utilizó a continuación los datos experimentales que había obtenido para desarrollar una teoría que explicaba cómo el período de oscilación es independiente del ángulo de oscilación y del peso del objeto que oscila, y depende solamente de la longitud del péndulo. Después de este período de investigación pura, Galileo pasó al modo inventor y colaboró en el desarrollo de la pulsilogia, un péndulo sencillo cuya oscilación regular le permitía actuar como un cronómetro.

En particular, ese cronómetro podía utilizarse para medir el pulso de un paciente, con lo que invertía los roles de su observación original, cuando había utilizado su propio pulso para calcular el período de oscilación de la lámpara. Por aquel entonces estaba estudiando para ser médico, pero esta fue la única contribución que hizo a la medicina. Posteriormente convenció a su padre de que le permitiese abandonar la medicina para seguir una carrera como científico.

Además de su indudable inteligencia, el éxito de Galileo como científico se basó en su tremenda curiosidad por el mundo y todo lo que contenía. Era muy consciente de su naturaleza inquisitiva, y en cierta ocasión exclamó: “¿Cuándo dejaré de asombrarme por las cosas?”.

Su curiosidad iba de la mano con un talante rebelde. No tenía respeto por la autoridad, entendiendo por ello que no aceptaba que algo fuera verdad simplemente porque lo dijeran los maestros, los teólogos o los antiguos griegos. Por ejemplo, Aristóteles utilizaba la filosofía para deducir que los objetos pesados caen más deprisa que los objetos livianos, pero Galileo llevó a cabo un experimento para demostrar que Aristóteles estaba equivocado. Fue incluso lo bastante atrevido como para decir que Aristóteles, que por aquel entonces era el intelectual más aclamado de la historia, “había escrito lo contrario de la verdad”.

Cuando Kepler oyó hablar por primera vez del uso que Galileo había hecho del telescopio para explorar el firmamento, probablemente dio por supuesto que Galileo era el inventor de aquel artilugio. De hecho, mucha gente sigue haciendo la misma suposición hoy en día. Pero fue Hans Lippershey, un fabricante de lentes flamenco, quien patentó el telescopio en octubre de 1608. A los pocos meses del descubrimiento de Lippershey, Galileo escribió que “ha llegado a mis oídos el rumor de que un holandés ha fabricado un extraordinario catalejo”, e inmediatamente se dispuso a construir sus propios telescopios.

El gran logro de Galileo fue transformar el rudimentario diseño de Lippershey en un instrumento realmente portentoso. En agosto de 1609, Galileo le presentó al Dux de Venecia el que por entonces era el más poderoso telescopio del mundo. Juntos subieron a lo alto del campanario de San Marco, instalaron el telescopio e inspeccionaron la laguna. Una semana más tarde, en una carta a su cuñado, Galileo le informaba de que el telescopio estaba provocando “el asombro infinito de todos”. Los instrumentos rivales tenían un aumento de aproximadamente x10, pero Galileo tenía un conocimiento más perfecto de la óptica del telescopio y consiguió unos aumentos de x60. El telescopio no solamente dio a los venecianos una ventaja en el campo de batalla, pues podían ver al enemigo antes de que el enemigo les viera a ellos, sino que también permitió a los más astutos mercaderes divisar a mucha distancia la llegada de un barco cargado de especias o de telas, lo que les permitía liquidar rápidamente sus existencias antes de que los precios del mercado cayeran en picado.

Galileo supo sacar provecho de la comercialización del telescopio, pero también se dio cuenta del enorme valor científico que tenía. Cuando apuntaba su telescopio hacia el cielo nocturno, podía ver más lejos, con más claridad y con mayor profundidad en el espacio de lo que nadie había conseguido ver antes que él. Cuando Herr Wackher le habló a Kepler del telescopio de Galileo, el astrónomo inmediatamente reconoció su potencial y escribió el siguiente panegírico: “¡Oh, telescopio, instrumento del conocimiento, más valioso que cualquier cetro! ¿Acaso quien te tiene en sus manos no es el dueño y señor de las obras de Dios?”. Galileo sería efectivamente este dueño y señor.

Primero Galileo estudió la Luna y mostró que estaba “llena de protuberancias, cráteres profundos y sinuosidades”, lo que estaba en directa contradicción con el punto de vista ptolemaico según el cual los cuerpos celestes eran esferas sin mácula. La imperfección de los cielos fue más tarde  reafirmada cuando Galileo apuntó su telescopio hacia el Sol y descubrió unas manchas e imperfecciones, las llamadas manchas solares, que hoy sabemos que son trozos de la superficie solar de hasta 100.000 km de ancho.

Luego, en enero de 1610, Galileo hizo una observación aún más trascendental cuando descubrió lo que inicialmente pensó que eran cuatro estrellas merodeando por las inmediaciones de Júpiter. Pronto quedó claro que aquellos objetos no eran estrellas, porque giraban alrededor de Júpiter, lo que significaba que eran lunas jupiterinas. Nunca antes había visto nadie más lunas que la nuestra. Ptolomeo había dicho que la Tierra era el centro del universo, pero allí estaba la prueba indiscutible de que no todo giraba alrededor de la Tierra.

Galileo, que mantenía correspondencia con Kepler, conocía muy bien la última versión kepleriana del modelo copernicano, y se dio enseguida cuenta de que su descubrimiento de las lunas de Júpiter proporcionaba nuevas pruebas a favor del modelo heliocéntrico del universo. No tenía ninguna duda de que Copérnico y Kepler tenían razón, pero siguió buscando pruebas a favor de este modelo con la esperanza de convencer al establishment, que seguía aferrado al punto de vista tradicional de un universo geocéntrico. La única forma de resolver definitivamente la cuestión era llevar a cabo una predicción que permitiese tomar claramente partido por uno de los dos modelos en disputa. Si dicha predicción podía contrastarse empíricamente, confirmaría uno de los modelos y refutaría al otro. La ciencia auténtica formula teorías empíricamente verificables, y es mediante esta verificación como progresa.

De hecho, Copérnico ya había hecho esta predicción, una predicción que solamente estaba esperando a que estuvieran disponibles los instrumentos apropiados para hacer las observaciones pertinentes. En De revolutionibus había afirmado que Mercurio y Venus tenían que presentar una serie de fases (por ej., Venus llena, Venus creciente, Venus menguante) similares a las fases de la Luna, y el patrón exacto que seguirían estas fases dependería de si la Tierra giraba en torno al Sol o viceversa. En el siglo XV no era posible comprobar cuál era el patrón que seguían las fases porque el telescopio aún no había sido inventado, pero Copérnico confiaba en que era una cuestión de tiempo y que pronto se demostraría que estaba en lo cierto. “Si nuestro sentido de la vista pudiera ampliarse lo suficiente, veríamos las fases de Mercurio y de Venus”.

Dejando aparte Mercurio y concentrándonos en Venus, la relevancia de las fases es evidente en la Figura 17. Venus siempre tiene una cara iluminada por el Sol, pero desde nuestro punto de vista en la Tierra, esta cara no está siempre mirando hacia nosotros, por lo que Venus pasa por una serie de fases. En el modelo geocéntrico de Ptolomeo, la secuencia de fases viene determinada por la trayectoria que sigue Venus en torno a la Tierra y por su servil obediencia a su epiciclo. Sin embargo, en el modelo heliocéntrico la secuencia de fases es diferente porque está determinada por la trayectoria de Venus en torno al Sol sin necesidad de ningún epiciclo. Si alguien pudiera identificar la secuencia real de fases crecientes y menguantes de Venus, podría probar más allá de cualquier duda razonable qué modelo era el correcto.

En otoño de 1610, Galileo se convirtió en la primera persona que observó y que trazó el mapa de las fases de Venus. Como esperaba, sus observaciones encajaban perfectamente con las predicciones del modelo heliocéntrico y aportaban nuevos argumentos en favor de la revolución copernicana. Registró sus resultados en una críptica nota en latín que decía Haec immatura a me iam frustra leguntur oy (“En este momento son demasiado jóvenes para que las pueda leer”). Más tarde reveló que se trataba de un anagrama en clave que, una vez descifrado, decía Cynthiae figuras oemulatur Mater Amorum (“Las figuras de Cynthia son imitadas por la Madre del Amor”). Cynthia era una referencia a la Luna, cuyas fases eran ya muy conocidas, y la Madre del Amor era una alusión a Venus, cuyas fases había descubierto Galileo.

Las pruebas a favor del universo heliocéntrico se fueron haciendo más convincentes con cada nuevo descubrimiento. La Tabla 2 (pp. 42-3) comparaba los modelos geocéntrico y heliocéntrico basándose en las observaciones precopernicanas, y mostraba por qué el modelo geocéntrico parecía más lógico durante la Edad Media. La Tabla 3 (al dorso) muestra por qué las observaciones de Galileo hicieron más persuasivo al modelo heliocéntrico. El punto débil restante en el modelo heliocéntrico sería eliminado más tarde, una vez que los científicos comprendieran mejor el fenómeno de la gravedad y pudieran entender por qué no notamos el movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Y aunque el modelo heliocéntrico no estaba en sintonía con el sentido común, uno de los criterios de la tabla, esto no era realmente una debilidad porque el sentido común tiene poco que ver con la ciencia, como ya hemos dicho antes.

En este punto de la historia, todos los astrónomos deberían de haber cambiado de lealtad y haberse pasado al modelo heliocéntrico, pero este cambio no tuvo lugar. La mayoría de astrónomos se habían pasado la vida convencidos de que el universo giraba alrededor de una Tierra estática y eran incapaces de dar el salto emocional o intelectual a un universo heliocéntrico. Cuando el astrónomo Francesco Sizi tuvo noticia de las observaciones de las lunas de Júpiter por parte de Galileo, que parecían sugerir que la Tierra no era el centro de todo, propuso un estrafalario contraargumento: “Las lunas son invisibles a simple vista y por consiguiente no pueden tener ninguna influencia sobre la Tierra, o sea que no sirven para nada, es decir, no existen”. El filósofo Giulio Libri adoptó un punto de vista igualmente ilógico e incluso se negó a mirar por el telescopio por una cuestión de principios. Cuando Libri murió, Galileo comentó que al menos podría ver las manchas solares, las lunas de Júpiter y las fases de Venus en su camino hacia el cielo.

La Iglesia católica tampoco estaba dispuesta a abandonar su doctrina de que la Tierra permanecía fija en el centro del universo, a pesar de que los matemáticos jesuitas habían confirmado la superior precisión del nuevo modelo heliocéntrico. A partir de entonces, los teólogos aceptaron que el modelo heliocéntrico podía efectuar unas predicciones excelentes de las órbitas planetarias, pero al mismo tiempo se negaron a aceptar que ello fuera una representación válida de la realidad. En otras palabras, el Vaticano consideraba el modelo heliocéntrico del mismo modo que nosotros consideramos una frase como “Oh, cómo necesito una copa después de asistir a una pesada clase de mecánica cuántica”. Esta frase en inglés [“How I need a drink, alcoholic of course, after the heavy lectures involving quantum mechanics”] es una ayuda mnemotécnica para el número. Contando el número de letras que tiene cada palabra, obtenemos 3,14159265358979, que es el valor del número ð hasta el catorceavo decimal. La frase es efectivamente un artilugio muy preciso para representar el valor de π, aunque sabemos perfectamente que p no tiene nada que ver con el alcohol. La Iglesia sostenía que el modelo heliocéntrico del universo tenía un estatus similar –preciso y útil, pero no real.

No obstante, los copernicanos continuaron argumentando que el modelo heliocéntrico predecía mejor la realidad por la simple razón de que el Sol realmente estaba en el centro del universo. Y lógicamente, ello provocó una dura reacción de la Iglesia. En febrero de 1616, un comité de asesores de la Inquisición declaró formalmente que defender el punto de vista heliocéntrico del universo era herético. A consecuencia de dicho edicto, el De revolutionibus de Copérnico fue prohibido en marzo de 1616, sesenta y tres años después de haber sido publicado.

Galileo no podía aceptar la condena de sus puntos de vista científicos por parte de la Iglesia. Aunque era un devoto católico, también era un ferviente racionalista y se creía capaz de conciliar estos dos sistemas de creencias. Había llegado a la conclusión de que los científicos estaban mejor cualificados para opinar sobre el mundo material, mientras que los teólogos lo estaban para opinar sobre el mundo espiritual y sobre cómo había que vivir en el mundo material. Galileo decía que “la finalidad de las Sagradas Escrituras es enseñar a los hombres cómo ir al cielo, no decirles cómo  es”.

Si la Iglesia hubiera criticado el modelo heliocéntrico identificando algún punto débil en la teoría o algún error en los datos, entonces Galileo y sus colegas habrían estado dispuestos a escucharla, pero sus críticas eran puramente ideológicas. Galileo optó por ignorar los puntos de vista de los cardenales, y año tras año siguió abogando por una nueva visión del universo. Finalmente, en 1623, creyó ver una oportunidad de derrotar a las autoridades eclesiásticas cuando su amigo el cardenal Maffeo Barberini fue elegido para el trono papal con el nombre de Urbano VIII.

Tanto Galileo como el nuevo papa habían nacido y se habían criado en Florencia, y habían asistido a la misma universidad en Pisa, y poco después de su elección Urbano VIII concedió a Galileo seis largas audiencias. Durante una de ellas, Galileo mencionó la idea de escribir un libro que comparase los dos puntos de vista rivales del universo, y cuando abandonó el Vaticano lo hizo con la impresión de que había obtenido la bendición del papa. Regresó a su estudio y empezó a escribir el que acabaría siendo uno de los libros más polémicos jamás publicados en la historia de la ciencia.

En su Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo, Galileo recurre a tres personajes para debatir los méritos respectivos de los sistemas geocéntrico y heliocéntrico. Salviati defiende la opinión preferida de Galileo, la heliocéntrica, y es claramente un hombre inteligente, culto y elocuente. Simplicio, el bufón, intenta defender el punto de vista geocéntrico. Y Sagredo actúa como mediador, guiando la conversación que mantienen los otros dos personajes, aunque de vez en cuando muestra su parcialidad reprendiendo o burlándose de Simplicio. Era un texto académico, pero el recurso de usar personajes para explicar los argumentos y contraargumentos lo hizo accesible a muchos lectores. Además estaba escrito en italiano, no en latín, por lo que resultaba evidente que Galileo buscaba un amplio respaldo popular para su visión heliocéntrica del universo.

El Diálogo fue finalmente publicado en 1632, casi una década después de que Galileo hubiese conseguido aparentemente la aprobación del papa. Esta larga demora entre el comienzo de la obra y su publicación resultó tener severas consecuencias, porque la Guerra de los Treinta Años, entonces en curso, había cambiado el paisaje político y religioso, y el papa Urbano VIII estaba ahora dispuesto a aplastar a Galileo y a sus ideas. La Guerra de los Treinta Años había empezado en 1618 cuando un grupo de protestantes había entrado por la fuerza en el Palacio Real de Praga y había arrojado por una ventana a dos de los consejeros del rey Fernando, un hecho que se conoce en los libros de historia como la Defenestración de Praga. La población local se había enojado por la constante persecución a que sometía a los protestantes el rey católico, y con esta acción provocaron el levantamiento violento de las comunidades protestantes de Hungría, Transilvania, Bohemia y otras partes de Europa.

En el momento en que se publicó el Diálogo, hacía ya catorce años que duraba la guerra, y la Iglesia Católica estaba cada vez más alarmada por la creciente amenaza protestante. El papa estaba obligado a dar muestras de ser un gran defensor de la fe católica y decidió que parte de su nueva e implacable estrategia populista sería dar un hábil giro radical y condenar los blasfemos escritos de cualquier científico herético que se atreviese a cuestionar la tradicional visión geocéntrica del universo.

Una explicación más personal del espectacular cambio de opinión del papa es que unos cuantos astrónomos celosos de la fama de Galileo, junto con los cardenales más conservadores, excitaron los ánimos destacando los paralelismos existentes entre algunas de las declaraciones astronómicas anteriores y más ingenuas del propio papa, y las frases que pronuncia el bufón Simplicio en el Diálogo. Por ejemplo, Urbano había dicho, igual que hace Simplicio, que un Dios omnipotente había creado el universo sin preocuparse por las leyes de la física, con lo que el papa tuvo que sentirse humillado por la sarcástica réplica de Salviati a Simplicio en el Diálogo: “Así que Dios podría haber hecho que los pájaros volasen teniendo los huesos de oro sólido, las venas llenas de mercurio, la carne más pesada que el plomo y las alas extremadamente pequeñas. Pero no lo hizo, y esto debería haceros ver algo. Es solamente para disimular vuestra ignorancia que sacáis a colación al Señor a cada paso”.

Poco después de la publicación del Diálogo, la Inquisición ordenó a Galileo presentarse ante su tribunal bajo la acusación de “vehemente sospecha de herejía”. Cuando Galileo protestó diciendo que estaba demasiado enfermo para viajar, la Inquisición le amenazó con arrestarle y llevarle a Roma encadenado, con lo cual él consintió y se preparó para emprender el viaje. Mientras esperaba la llegada de Galileo, el papa intentó incautar el Diálogo y ordenó al impresor que mandase todos los ejemplares del libro a Roma, pero ya era demasiado tarde –la edición ya se había agotado.

El juicio a Galileo empezó en abril de 1633. La acusación de herejía se centraba en el conflicto entre las opiniones de Galileo y la afirmación que se hace en la Biblia según la cual “Dios fijó la Tierra sobre sus cimientos para que no se moviese jamás”. La mayoría de los miembros de la Inquisición adoptaron el punto de vista expresado por el cardenal Bellarmino: “Afirmar que la Tierra gira alrededor del Sol es tan erróneo como afirmar que Jesús no nació de una virgen”. Sin embargo, entre los diez cardenales que presidían el juicio, había una facción racionalista que simpatizaba con Galileo liderada por Francesco Barberini, el sobrino de Urbano VIII. Durante dos semanas se fueron acumulando las pruebas en contra de Galileo y hubo incluso amenazas de tortura, pero Barberini constantemente abogaba por una mayor indulgencia y tolerancia. Hasta cierto punto se salió con la suya. Después de ser declarado culpable, Galileo no fue ejecutado ni arrojado a una mazmorra, sino sentenciado en cambio a un arresto domiciliario indefinido, y el Diálogo pasó a engrosar la lista de libros prohibidos, el Index librorum prohibitorum. Barberini fue uno de los tres jueces que no firmaron la sentencia.

El juicio de Galileo y el castigo subsiguiente fueron uno de los episodios más oscuros de la historia de la ciencia, un triunfo de la irracionalidad sobre la lógica. Al final del juicio, Galileo se vio obligado a retractarse y a negar  la verdad de su argumento. Sin embargo, consiguió salvar en parte su orgullo en nombre de la ciencia. Después de escuchar su sentencia, cuando se incorporaba de la postura genoflexa en la que la había tenido que escuchar, se dice que murmuró entre dientes: “Eppur si muove” [“Y sin embargo se mueve”]. En otras palabras, la verdad la dicta la realidad, no la Inquisición. Independientemente de lo que dijera la Iglesia, el universo seguía funcionando de acuerdo con sus propias e inmutables leyes científicas, y la Tierra daba realmente vueltas en torno al Sol.

Galileo se sumió en el aislamiento. Confinado en su casa, continuó reflexionando sobre las leyes que rigen el universo, pero sus investigaciones se vieron severamente limitadas porque en 1637 se quedó ciego, probablemente debido a un glaucoma causado por las largas horas que había pasado en su telescopio mirando el Sol. El gran observador ya no pudo observar más. Galileo murió el 8 de enero de 1642. Como acto final del castigo al que le había sometido, la Iglesia le negó el derecho a ser enterrado en tierra consagrada.

Epígrafe del capítulo 1 del libro de Simon Singh Big Bang. El descubrimiento científico más importante

Fuente: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/galileo-ver-es-creer/

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La educación de 2021: igualdad social y tecnología

Por: Hugo Casanova Cardiel*

La educación nacional no enfrenta un buen pronóstico para 2021. Ni los problemas estructurales de la educación, ni sus asuntos coyunturales muestran señales consistentes de mejora. Y ello no representa un vaticinio pesimista, por el contrario, hoy resulta impostergable contar con un diagnóstico realista y demandar desde la sociedad un cambio de rumbo en el que se entienda que la educación no puede continuar siendo un ámbito ideologizado y mercantilizado por los poderes político y económico, sino un espacio estratégico comprometido con la formación de la niñez y la juventud con un horizonte de justicia social y de construcción de un mejor futuro nacional.

A las insuficiencias estructurales en términos de cobertura, calidad y equipamiento que han caracterizado por décadas a nuestro sistema educativo, se sumaron, en el año de la pandemia, serios problemas que ponen de manifiesto las vulnerabilidades sociales, educativas y digitales de la sociedad. Baste recordar que, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, hoy apenas 21.9 por ciento de la población vive en condiciones de no pobreza y no vulnerabilidad social. Eso significa que en este 2021, el legado para ocho de cada 10 mexicanos será de algún déficit en términos de ingresos, salud, vivienda o educación. De manera particular el ámbito educativo seguirá siendo afectado por la crisis sanitaria que alejó de las instalaciones físicas a 36.5 millones de niños y jóvenes que son fiel reflejo de las asimetrías sociales.

Como se sabe, las estrategias gubernamentales para contrarrestar el cierre de las instalaciones escolares se apoyaron prioritariamente en las tecnologías digitales. De tal forma, las modalidades que asociaban la educación a la tecnología lograrían ubicarse como una respuesta oportuna ante una situación de clara emergencia. Sin embargo, en ese escenario también surgirían voces que llamaban a remplazar la educación tradicional por formas pretendidamente más efectivas y modernas. En tal sentido, la educación presencial comenzó a ser caracterizada por sus inercias pedagógicas y –como si ello fuera una cuestión de simple voluntad– por su falta de apego a la tecnología. En realidad, se cuestionaba lo escolar y se discutía la vigencia de la institución: cursos, programas, estrategias didácticas e incluso maestras y maestros que, esta vez, eran remplazados por la pantalla y por conductores de televisión.

Sin embargo, es necesario señalar que la educación difundida por medios digitales ha estado muy lejos de cumplir con el ideal de extenderse a grupos sociales más amplios. En vez de ello, se han hecho patentes las desigualdades de todo tipo y las mayorías volvieron a quedar al margen de los beneficios educativos. En 2020 se hicieron manifiestas las dimensiones de la brecha social y digital de los mexicanos y se pudo constatar como el estudiantado y sus familias tuvieron que asumir una parte significativa de los costos educativos en términos de equipamiento, conectividad, material documental y espacios físicos para el estudio. Eso sin contar el déficit vivido en términos afectivos, colaborativos y de socialización, difícilmente atendidos a través de la pantalla.

En el caso de la educación superior se ha hecho patente la supremacía del software propietario (Zoom, Google, YouTube) por encima de las modalidades libres. Así, las plataformas privadas han incursionado en los espacios personales e institucionales apropiándose y mercantilizando los datos de los particulares. Los corporativos informáticos fundan su acción en un modelo empresa-cliente que es transferido a la educación en una lógica en la que el conocimiento y la información devienen en mercancía. En tal sentido, se manifiesta una fuerte oposición entre las aspiraciones igualitarias de la educación pública y los intereses de los corporativos proveedores de servicios tecnológicos.

Por todo ello, hoy resulta imprescindible comprender a profundidad la racionalidad y mecanismos de operación de las modalidades digitales de enseñanza, así como su impacto real en los procesos educativos. Acaso sea posible plantear que, antes de convertirse en el remplazo de lo presencial, las herramientas tecnológicas en su conjunto pueden contribuir a su mejor desempeño. Así, el reto sería lograr que, aun tratándose de modalidades diferentes, sean orientadas hacia un fin compartido.

No cabe duda que necesitamos dar respuesta a las dimensiones estructural y coyuntural de la educación. En ambos casos las tecnologías digitales aparecen como un medio con enormes potencialidades para renovar lo educativo. Sin embargo, para atender la problemática de ese sector no basta con expresar buenas intenciones. Es preciso tomar decisiones con rigor y estrategia: estudiando las virtudes de lo digital, pero también considerando sus posibles riesgos. Es indispensable construir modalidades digitales pertinentes e igualitarias, acordes con los problemas de nuestro país –y no simplemente transfiriéndolas de otros contextos– y, por supuesto, es urgente fortalecer y renovar la modalidad presencial a la que habremos de regresar en algún momento.

¿Qué es necesario considerar para la vuelta? Sin duda debe insistirse en el tema de la cobertura en todos los niveles bajo un criterio de justicia social y exigencia académica. Es necesario contar con establecimientos educativos seguros, equipados, conectados, preparados para contingencias y situaciones calamitosas. Asimismo, deben hacerse los ajustes curriculares que permitan la plena incorporación de las modalidades digitales. Y, finalmente, ha de emprenderse un sólido programa de formación en el que maestras y maestros puedan adquirir las herramientas didácticas –presenciales y digitales– para contribuir a la educación de la niñez y la juventud mexicanas del tercer milenio. Ni más ni menos.

Director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/01/09/opinion/014a1pol

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Las películas de 2020

Lovers Rock lidera la lista con las películas destacadas en un año complicadísimo para el cine, con las salas cerradas, estrenos postergados y rodajes parados.

1. Lovers Rock

Aquí está el responsable de nuestro momento más maravilloso en el cine en 2020. La ambiciosa Small Axe (¿Es una serie? ¿Una suite de largometrajes? ¿Un postre, una cera para limpiar el piso? En serio, bajo todo punto de vista: hay que discutirlo sin parar) recuerda la vida negra y de la cultura de la diáspora caribeña en Gran Bretaña desde fines de los años sesenta hasta los ochenta. Cada capítulo se concentra en una historia diferente, desde el acoso policial al dueño de un restaurante y su clientela (Mangrove) hasta una denuncia mordaz del sistema de educación pública de la época de Thatcher (Education). Pero la segunda de las cinco películas, que se concentra en una fiesta en una casa, le saca varias cabezas al resto. Vemos a los disc jockeys armando el equipo de sonido y mujeres cocinando comida jamaiquina en un departamento del West London. Vemos a Martha (Amarah-Jae St. Aubyn) escapándose por la ventana para reunirse con su amiga y prepararse, a un joven llamado Franklyn (Michael Ward) coquetear con ella cuando llegan a la soirée y a varios patoteros y donjuanes pavonearse cuando suena la música reggae. Esta obra maestra de Steve McQueen es insuperable en el modo en que evoca un ambiente y canaliza un momento del pasado, usando el sonido y la visión de una manera sencillamente trascendental. Hace que sientas que estás ahí en esa pista de baile llena de gente, contoneándote y saltando, olvidándote de todo lo demás para entrar en un groove comunal. D.F.

2. American Utopia

David Byrne transformó un grandes éxitos en un espectáculo de teatro de revista artístico, y lo presentó en Broadway desde noviembre de 2019 hasta febrero de 2020. Si no pudiste verlo en vivo, no te preocupes: Spike Lee te cubre. Y como Jonathan Demme, aprovecha la oportunidad para trabajar con el ex líder de Talking Heads de manera colaborativa, en lugar de meramente documentarlo. Con cámaras arriba, abajo, al costado, en el backstage, y probablemente en todo el teatro con excepción de los baños, el director es tan parte de la producción como el cantante, los músicos con sus trajes grises sobre el escenario, o el show visual que ocurre a su alrededor. Que la versión filmada de American Utopia logre conservar la intimidad de la producción original es la prueba tanto de sus talentos como de la solidez de la presentación altamente conceptual de su creador. D.F.

3. Time

Luego de que su esposo fuera a la cárcel por robar un banco, Fox Rich empezó una suerte de diario en video en blanco y negro. Su hijo tenía cuatro años y ella estaba embarazada de mellizos. Durante las siguientes dos décadas, Rich crio sus hijos para que se transformaran en jóvenes destacados, se volvió una autora con gran éxito de ventas, dio conferencias sobre el arte de los libros de memorias y se estableció como una activista de la reforma del sistema penitenciario. También trabajó de manera incansable para liberar a su esposo de una sentencia de cadena perpetua. El documental de Garrett Bradley es un fluir de conciencia de la historia de una mujer, entre las cintas caseras de Rich y otras imágenes de archivo para ofrecer un plano íntimo e inimitable de los daños que causa la epidemia de las encarcelaciones masivas en la gente involucrada. Y cuando pensabas que las cosas no podían resonar más, la película transforma lo que podría haber sido un truco en el descubrimiento sublime de cómo se puede volver a capturar mágicamente lo que se creía perdido. Simplemente maravillosa. D.F.

4. Collective

El 30 de octubre de 2015, en un club de rock en Bucarest llamado Colectiv, 27 personas murieron y 180 resultaron heridas en un incendio. Hubo una reacción pública de repudio que causó protestas y un cambio en el gobierno de Rumania. Y luego un periodista de un periódico deportivo empezó a enterarse de que algunos de los dueños del club se estaban muriendo en el hospital. Junto a su equipo, decidió investigar un poco más y al poco tiempo explotó un enorme escándalo que involucraba poder, corrupción, mentiras y la mafia.

Sería una obra extraordinaria sin importar cuándo esté disponible en tu territorio (su recorrido por festivales del año pasado hizo que se creara una campaña de boca en boca antes de que se garantizara su distribución). Pero verla en 2020 fue ver el mundo del pasado de la manera más profunda. Es la historia de la incapacidad de un país para hacerse cargo de sus ciudadanos durante una crisis. La de un gobierno preocupado solo por su bolsillo y por mantenerse en el poder. Y la de un cuarto poder que es elogiado antes que señalado como el enemigo del pueblo. Es, en definitiva, una película cuyo título adquiere un sentido por completo diferente cuando llega su final. Esto solo funciona si estamos juntos, nos recuerda Collective. La unión hace a la fuerza. D.F.

5. Mank

Esta mirada de David Fincher a la historia detrás del guion de Citizen Kane no es ni una carta de amor ni una diatriba contra el viejo Hollywood; ni siquiera es un intento por «rescatar» la reputación de Herman J. Mankiewicz (un Gary Oldman perfecto que prácticamente emana olor a ginebra), quien es retratado como un alcohólico grosero que es su peor enemigo. Por suerte tampoco es una despedida a un tal O. Welles, el joven autor genio. Lo que ofreció el director de Zodiac es un respetuoso drama sobre navegar la delgada línea entre plantarse ante el poder y ser cómplice en los sistemas (los estudios, la clase, la política) que mantienen a la misma gente en el poder. Y si bien Mank termina ganando la guerra con su guion vengativo llamado America (spoiler: después le cambió el título), pierde cada una de las batallas en el camino. Es una película ingeniosa, audaz y estimulantemente retro. D.F.

6. Never Rarely Sometimes Always

El aborto es un derecho conquistado en Estados Unidos, pero los impedimentos prácticos y dispositivos de culpa con los que se choca Autumn (Sidney Flanigan) en Never Rarely Sometimes Always iluminan las formas en que el procedimiento todavía está sujeto a la clandestinidad, incluso siendo legal. La directora Eliza Hittman se ocupa de la logística con precisión quirúrgica: toma los pormenores que enfrenta Autumn -la solicitud de un turno, la necesidad económica, las noches no contempladas de hotel- como retazos de un mundo que a los cuerpos gestantes les reserva una hostilidad que se asume en la escena que titula a la película. En un plano fijo y sin cortes, Autumn responde un cuestionario sobre su historial sexual y, en el acto de verbalizar su dolor, la fachada comienza a agrietarse. Momento de inconmensurable verdad, para Flanigan en su debut actoral y para Hittman en su confirmación como sucesora de Bresson. B.A.

7. Dick Johnson Is Dead

O mejor dicho: Dick Johnson sucumbe poco a poco a la demencia. Así que Kirsten Johnson (Cameraperson) hace lo que haría toda hija buena: una película sobre él. Probablemente esta esté entre las películas más livianas y alegres sobre la muerte. También es una catarsis tanto para aquellos que están detrás de cámara como para el público. Cuanto más intenta Johnson inocularse contra el dolor de la muerte, a través de cada simulacro, más te convencés del amor y el afecto detrás de la celebración de una vida común. Uno se acerca a la película para ver a un viejo «acuchillado» en la yugular, pero se termina quedando para las simulaciones estilo Pierre et Gilles que incluyen bailarines tap, papel picado y un Cristo exasperado. D.F.

8. Las mil y una

Hay dos sentires que atraviesan Las mil y una de la directora correntina Clarisa Navas: el cuerpo adolescente en expansión y el discurrir del verano como plataforma de su despertar. El barrio obrero donde Iris (Sofía Cabrera) y Renata (Ana Carolina García) se enamoran les devuelve escenificados todos sus estados emocionales: es luminoso y cálido pero también marginal, con la mirada ajena y chismosa sobrevolando fuera de foco y de campo. Navas sigue a sus chicas con prolongados planos secuencia, su cámara deambulando con la languidez deseante de la juventud retratada. Porque Las mil y una es, ante todo, un coming of age. Lejos del miserabilismo que suele poblar estas historias de disidencia, Navas retrata la edad desde lo sensorial, con el énfasis puesto en texturas y silencios. B.A.

9. Planta permanente

Planta permanente, el primer largometraje en solitario de Ezequiel Radusky, es una obra de protesta que toma el microcosmos de una secretaría de obras públicas para armar una fábula inequívoca sobre neoliberalismo salvaje. El vínculo entre dos trabajadoras de limpieza, Lila (Liliana Juárez, laureada en el Festival de Mar del Plata) y Marcela (Rosario Bléfari, en su última y mejor interpretación), comienza a resquebrajarse cuando el cambio de gestión y la asunción de una nueva directora, que no es María Eugenia Vidal, traen consigo una serie de ajustes presupuestarios. Radusky las encuadra en planos generales que son, en su mayoría, tan estáticos y sobrios como el resto de sus vidas. Lila tiene el sueño modesto de abrir una cantina en el edificio, es su chance de sentir que tiene incidencia sobre algo. La persecución del deseo solo desemboca en una amistad corroída, y ese es el gran acierto de Radusky: jamás perder de vista, en el acto de comentario político, la emocionalidad de sus personajes. B.A.

https://youtu.be/a0wHJbmPi8o

10. Boys State

Hace décadas, una asociación de veteranos de guerra de Estados Unidos lleva adelante un programa de liderazgo llamado «Boys State», en el que jóvenes promesas son seleccionadas para simular una estructura de gobierno durante una semana. Los directores Jesse Moss y Amanda McBaine se insertaron en uno de estos boot camp políticos en Texas para ver de primera mano cómo se forma el semillero de la política moderna y cómo los Obama y los Trump del mañana replican las agonías y éxtasis del sistema bipartidista. Un documental convincente y a veces alarmante: esos jóvenes son el futuro y rezás para que el presente no haya cuajado sus ideologías ni les haya dado ninguna idea «brillante». D.F.

Textos por David Fear y Bartolomé Armentano.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/las-peliculas-2020-nid2556062

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Una biblioteca virtual de ciencias sociales en formato digital y con acceso libre

El Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales lanzaron una colección de libros en formato digital y de acceso libre. La colección abarca por el momento un total de 17 publicaciones originales e inéditas del campo de las Ciencias Sociales que pueden ser descargadas a través de la biblioteca virtual de Clacso. Algunos de los temas posibles son reflexiones en torno al neoliberalismo, el arte, el fútbol, la ecología, la metodología, la movilidad social, las clases sociales, la desigualdad, la teoría política, el psicoanálisis, la historia latinoamericana, la cultura popular y el pensamiento de diversos autores, como Hegel, Simmel y Althusser.

La Colección IIGG-Clacso es una iniciativa conjunta entre el Instituto Gino Germani, que aporta todos los contenidos, y Clacso, que incorpora estos libros a su biblioteca virtual, con el objetivo de aumentar la difusión local e internacional de las producciones de las y los investigadores del instituto, valorizando la actividad científico-académica realizada en las universidades públicas.

El proyecto editorial se inició en 2013 y, al día de hoy, tiene en su catálogo 17 libros de los cuales 10 se publicaron durante 2020. La colección recorre distintas problemáticas de las ciencias sociales y cuenta con un amplio abanico de autores. Hay publicaciones tanto colectivas como individuales. Los libros son de acceso libre y se distribuyen en toda América Latina desde el IIGG y Clacso. Para recorrer virtualmente toda la colección hay que ingresar aquí.

Algunos de los títulos y autores que aparecen en la colección son los siguientes:

* Asedio del tiempo. Estudios políticos althusserianos, Carolina Collazo y Natalia Romé (compiladoras)

Georg Simmel, un siglo después, Esteban Bernik y Hernán Borisonik (editores)

La identidad se forja en el tablón. Masculinidad, etnicidad y discriminación en los cantos de las hinchadas argentinas, Javier Sebastián Bundio

Profesores, científicos e intelectuales. La Universidad de Buenos Aires de 1955 a su Bicentenario, Martín Unzué

La política y lo político. En el entrecruzamiento del posfundacionalismo y el psicoanálisis, Miguel Rossi y Elena Mancinelli (compiladores)

Políticas terapéuticas y economías de sufrimiento. Perspectivas y debates contemporáneos sobre las tecnologías psi, María E. Epele (compiladora)

El análisis de clases sociales. Pensando la movilidad social, la residencia, los lazos sociales, la identidad y la agencia, Ruth Sautu, Paula Boniolo, Pablo Dalle y Rodolfo Elbert (editores)

* Arte y ecología política, Gabriela Merlinsky y Paula Serafini (editoras)

Contraofensiva neoliberal. La Escuela Austríaca de Economía en el centro estratégico de la disputa, María Paula de Büren

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La educación no consiste tanto en transmitir valores o cultura como en transmitir la duda

Por: Sergio Parra

Hay una serie de clichés que la gente repite sin cesar sin preguntarse en profundidad lo que está diciendo. Uno de ellos es que hay que preservar la cultura (y las lenguas, por extensión).

El otro: que los grandes problemas del mundo se solucionan con mayor educación. Ambos clichés están íntimamente relacionados e inciden en el mismo error básico.

No importa lo sabio que sea un pensador. Si vivió hace más de un siglo, probablemente sostuvo ideas que nos parecen moralmente repugnantes (no digamos ya que arrastró errores científicos propios de un analfabeto).

Si la educación consiste en transmitir valores, pues, por muy elevados que nos resulten tales valores quizá solo estamos adoctrinando. Obligando a los alumnos a que piensen como nosotros. A que perpetúen ideas. A que alejen de ellas la lupa del escrutinio y la duda.

Sin embargo, si algo debe preservar la educación no es la cultura, ni la lengua, ni los valores, sino la duda ante todos esos elementos que parecen intocables, como señala Hans Rosling en su libro Factulness:

Resulta tranquilizador pensar que el conocimiento no tiene fecha de caducidad: que una vez has aprendido algo, sigue siempre fresco y no tienes que aprenderlo de nuevo. Eso suele ser así en el ámbito de las ciencias como las matemáticas y la física y en las artes. En esas materias, lo que aprendimos en el colegio (2 + 2 = 4) probablemente es correcto. Sin embargo, en las ciencias sociales, hasta los conocimientos más básicos caducan muy rápidamente. Como sucede con la leche y las verduras, tienes que mantenerlos siempre frescos. Porque todo cambia.

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Una sociedad con valores es aquélla que evalúa continuamente cuáles son los aspectos de las normas de una cultura a los que merece la pena atenerse y cuáles ya resultan obsoletos, no una sociedad monolítica e intocada.

Cierto es que la gente es más desinhibida que antes, que los alumnos son más descarados con los profesores que antes, que las normas en general no se siguen con tanta inflexibilidad. Pero ello precisamente revela que vivimos en una sociedad con más valores que nunca: antes, dichas normas, no se seguían porque la gente alumbrara más valores sino por miedo (tanto punitivo como social). No cuestionar al profesor porque éste te dará un reglazo en la mano (y al que luego no podrás denunciar por agresión) no es tener más valores.

Lo explica así el psicólogo cognitivo Steven Pinker en su libro Los ángeles que llevamos dentro:

Hace siglos, quizá nuestros antepasados tuvieron que reprimir cualquiera señal de espontaneidad e individualidad con el fin de civilizarse, pero ahora que las normas de la no violencia están consolidadas, podemos ceder un poco ante inhibiciones concretas que acaso parezcan obsoletas. Según esta línea argumental, el hecho de que las mujeres enseñen mucha carne o que los hombres suelten tacos en público no es señal de decadencia cultural. Al revés, es señal de que viven en una sociedad tan civilizada que no han de temer que, en respuesta a ello, vayan a sufrir hostigamiento o agresión.

Por esa razón, hay que dudar de todo, y ese y no otros debería ser el eje rector de la educación: que el educando dude incluso del educador. Y que el educador fomente ese hábito en el educando. Y que se dude incluso de Aristóteles, y de los valores morales que queremos preservar a toda costa, tal y como podéis ver en el siguiente vídeo:

 

https://www.xatakaciencia.com/no-te-lo-creas/educacion-no-consiste-transmitir-valores-cultura-como-transmitir-duda

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Toda persona tiene derecho a la educación ya sea para aprender cosas o simplemente por el gusto de saber más: Julieta Fierro Gossman

Toda persona tiene derecho a la educación ya sea para aprender cosas, actualizar sus conocimientos o simplemente por el gusto de saber más, afirmó Julieta Fierro Gossman, quien promueve en México la iniciativa Aprendizaje para toda la vida de la UNESCO.

La investigadora del Instituto de Astronomía de la UNAM colabora como consultora en la tarea que inició la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), a partir de la década de los 50, con respecto al derecho humano a la enseñanza básica y en cada momento de la vida.

Dijo que, sin importar la edad, “se trata de que las personas aprendan a aprender, todos debemos tener esa oportunidad, porque una vez que te gusta ya te picas. La idea es que cada ser humano pueda acceder a la educación formal, y a la educación a distancia y que, durante su vida académica, pueda tener derecho a educación híbrida”.

Fuente: https://mundodehoy.com/2021/01/01/toda-persona-tiene-derecho-a-la-educacion-ya-sea-para-aprender-cosas-o-simplemente-por-el-gusto-de-saber-mas-julieta-fierro-gossman/

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