Educación emocional: la clave del desarrollo integral

Educación emocional: la clave del desarrollo integral

En una sociedad cada vez más compleja y competitiva, la educación emocional emerge como un pilar fundamental para el desarrollo integral de los individuos

Más allá de las competencias académicas, las habilidades emocionales y sociales se están consolidando como herramientas indispensables para enfrentar los desafíos de la vida cotidiana, fomentar relaciones saludables y garantizar el bienestar personal además del colectivo.

¿Qué es la educación emocional?

La educación emocional se define como un proceso continuo que busca desarrollar competencias emocionales como la empatía, el autocontrol, la resiliencia, la comunicación efectiva y la resolución de conflictos. Estas habilidades no solo son esenciales para la interacción social, sino que también tienen un impacto directo en la salud mental, el rendimiento académico y la satisfacción personal.

Según estudios recientes, las personas que poseen una alta inteligencia emocional tienen mayores probabilidades de manejar situaciones estresantes, resolver problemas de manera creativa y mantener relaciones interpersonales sólidas. Estas capacidades, aunque a menudo subestimadas, son esenciales para el éxito en todos los ámbitos de la vida.

La importancia de la educación emocional desde la infancia

La infancia es un período crítico para el desarrollo emocional. Durante esta etapa, los niños aprenden a identificar y gestionar sus emociones, así como a interactuar con su entorno. Incorporar la educación emocional en los programas escolares permite que los niños adquieran estas habilidades desde temprana edad, preparándolos no solo para superar obstáculos académicos, sino también para enfrentar los desafíos emocionales y sociales.

Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) destaca que los niños que participan en programas de educación emocional muestran mejoras significativas en su rendimiento académico, una disminución de conductas problemáticas y un aumento de su autoestima. Esto refuerza la idea de que educar las emociones no es un lujo, sino una necesidad.

Impacto en adolescentes y adultos

En la adolescencia, una etapa marcada por cambios físicos, emocionales y sociales, la educación emocional desempeña un papel crucial. Los jóvenes que han sido educados en esta área tienen más probabilidades de desarrollar una identidad saludable, tomar decisiones responsables y resistir las presiones externas.

En la adultez, las habilidades emocionales son igualmente relevantes. La gestión del estrés, la resolución de conflictos laborales y el mantenimiento de relaciones afectivas estables dependen, en gran medida, de la inteligencia emocional. Además, en un mundo laboral que valora cada vez más las «habilidades blandas», como el trabajo en equipo y la empatía, contar con una sólida base emocional puede marcar la diferencia entre el éxito y el estancamiento profesional.

La educación emocional en la agenda pública

A pesar de sus evidentes beneficios, la educación emocional sigue siendo un aspecto secundario en muchos sistemas educativos. Es fundamental que gobiernos, instituciones educativas y familias trabajen en conjunto para promover su inclusión como una parte integral de la currícula escolar.

Algunas iniciativas alrededor del mundo, como el programa SEL (Aprendizaje Social y Emocional) en Estados Unidos, han demostrado cómo la implementación de estrategias estructuradas puede transformar comunidades enteras. Estas experiencias pueden servir como modelo para otros países que buscan priorizar el bienestar emocional de sus ciudadanos.

Un llamado a la acción

En un mundo donde los índices de ansiedad, depresión y otros trastornos emocionales están en aumento, la educación emocional no puede seguir siendo una opción, sino una prioridad. Invertir en este ámbito no solo beneficia a las personas, sino que también contribuye a la construcción de una sociedad más empática, resiliente y cohesionada.

El desafío está claro: incorporar la educación emocional desde los primeros años de vida y reforzarla a lo largo del ciclo vital. Es hora de entender que, así como aprendemos matemáticas o ciencias, también debemos aprender a reconocer, expresar y manejar nuestras emociones. Solo así lograremos formar individuos completos y una sociedad verdaderamente humana.

Fuente de la Información: https://aptus.com.ar/educacion-emocional-la-clave-del-desarrollo-integral/

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EEUU: Educación en salud mental será obligatoria para niños en Nueva Jersey

América del Norte/EEUU/DUMONTNJ.ORG

Ya fue aprobada por los Demócratas y se activará en el año escolar 2020-21

La salud mental será un tema de estudio obligatorio en las escuelas públicas de Nueva Jersey, bajo una nueva ley firmada por el gobernador Phil Murphy.

Murphy firmó la medida bipartidista el viernes, tras ser aprobada por la Asamblea y el Senado liderados por su partido Demócrata a principios de este año sin ningún voto.

En un comunicado Murphy dijo que garantizar que los estudiantes aprendan sobre salud mental puede promover un futuro más saludable.

También requiere que la Junta de Educación del Estado revise y actualice los estándares para garantizar que la instrucción de salud mental sea adecuada, destacó Associated Press.

Fuente: https://eldiariony.com/2019/08/14/educacion-en-salud-mental-sera-obligatoria-para-ninos-en-nueva-jersey/

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Educar las emociones y no solo el intelecto: una idea con frutos a largo plazo

Hace casi tres años que formo parte del equipo de redacción de Psyciencia y uno de los primeros artículos que escribí fue precisamente en torno a este tema: las emociones y el intelecto comprendido bajo el prisma de la acepción popular, que involucra el razonamiento lógico y las habilidades de lectoescritura, por ejemplo.

Personalmente, considero que uno de los principales avances de la psicología en las últimas décadas ha sido su interés enfatizado en los efectos a largo plazo de la educación emocional, así como la puesta en marcha de programas centrados en el fortalecimiento de las habilidades para la vida. Es inspirador y muy valioso ver que este interés no solo se mantiene sino que se acentúa con los años, y que existen cada vez más datos a favor de una educación integral.

Una de las recopilaciones de información más recientes en relación con los beneficios de los programas de educación social y emocional deriva de un estudio realizado por la Universidad de British Columbia, la Univerisdad de Illinois en Chicago y la Universidad Loyola.

De acuerdo con los resultados publicados en la web Science Daily, los programas enfocados en el aprendizaje de habilidades sociales y emocionales no solo mejoran la salud mental inmediata de los adolescentes, así como sus habilidades para relacionarse con los demás, sino que también genera beneficios que perduran a lo largo de los años.

Así lo explica Eva Oberle, profesora asistente en el programa de Aprendizaje Humano Temprano de la Universidad de Columbia:

«Los programas de aprendizaje socioemocional enseñan las habilidades que los niños necesitan para tener éxito y prosperar en la vida. La enseñanza del aprendizaje socioemocional en las escuelas es una manera de apoyar a los niños en su camino al éxito, y también de promover mejores resultados de salud pública en el futuro. Sin embargo, estas habilidades necesitan ser reforzadas con el tiempo y nos gustaría ver a las escuelas incorporar el aprendizaje socioemocional sistemáticamente en el currículo, en lugar de hacer los programas como un ‘extra-curricular. Especialmente durante los años de la escuela intermedia y la adolescencia temprana, los jóvenes se alejan de sus familias y se dirigen más a grupos de pares influyentes y maestros. Los niños pasan 923 horas en el aula cada año, lo que ocurre en las escuelas es muy influyente en el desarrollo infantil».

El aprendizaje socioemocional enseña a los niños a reconocer y comprender sus emociones, a sentir empatía, tomar decisiones y construir y mantener relaciones. Muchas investigaciones han demostrado que los programas socioemocionales son altamente eficaces para mejorar el aprendizaje general y reducir la tasa de problemas de conducta entre los jóvenes. 

Sabemos que algunos países en Europa mantienen programas de educación emocional permanentes, sin embargo, la situación en el resto del mundo (especialmente en América Latina) sigue siendo deficiente.

En este estudio, los investigadores encontraron que el aprendizaje socio-emocional continuó teniendo efectos positivos en el aula, pero también en etapas siguientes de la vida. Los estudiantes que participaron en programas socioemocionales se graduaron de la universidad a una tasa 11 por ciento más alta que quienes no participaron. Su tasa de graduación de la escuela secundaria fue 6 por ciento mayor, el consumo de drogas y los problemas de conducta fueron seis por ciento más bajos para los participantes del programa, las tasas de arresto fueron un 19 por ciento más bajas y los diagnósticos de trastornos de salud mental fueron un 13,5 por ciento más bajos.

También se pudo concluir que todos los niños se beneficiaron del programa cursado sin importar la raza, el contexto socioeconómico o la ubicación geográfica de la escuela, una verdadera muestra de los beneficios universales de la educación integral.

Fuente del artículo:  https://www.psyciencia.com/educar-las-emociones-y-no-solo-el-intelecto-una-idea-con-frutos-a-largo-plazo/

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Begoña Ibarrola: «Cuando los niños ponen nombre a sus emociones, empiezan a poderlas manejar»

Begoña Ibarrola estará el próximo 25 de mayo en el evento Gestionando Hijos para hablar de la gestión de las emociones

Ana Nieto 15.05.2019 | 04:15

Begoña Ibarrola es muy conocida por sus cuentos infantiles para educar.

Begoña Ibarrola es Licenciada en Psicología, ha trabajado en centros educativos durante veinte años y es muy conocida por sus cuentos infantiles. Su primer libro, Cuentos para sentir: educar las emociones (que lleva ya 22 ediciones) incluye 46 cuentos que, como dice la autora, «de alguna manera ayudaron a muchos niños a superar situaciones personales difíciles y a manejar mejor su mundo emocional».

El 25 de mayo estará también en el Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA), en el evento de Gestionando hijos, para hablar de la gestión de las emociones.

– Begoña, se habla mucho de inteligencia emocional. ¿En qué consiste exactamente educar las emociones de nuestros hijos?

La educación emocional es fundamental para preparar a nuestros hijos a enfrentarse a los retos que la vida les depare. Educar las emociones significa enseñar lo que es la conciencia emocional para que los hijos se den cuenta de lo que sienten y aprendan a descubrir las causas de sus emociones.

Se trata también de ayudarles a desarrollar una sana autoestima. Comprender y mejorar su autocontrol o la regulación emocional para hacer frente a problemas y situaciones emocionalmente intensas y aprender a transformar estados emocionales negativos en positivos. Pero educar las emociones de los hijos implica también desarrollar en ellos la conciencia social y la empatía para comprender los sentimientos de los demás y tener relaciones interpersonales satisfactorias.

– ¿Sabemos enseñar a nuestros hijos a gestionar las emociones?

En general no hemos recibido una buena educación emocional, ya que el mundo de las emociones era dejado de lado, tanto en la familia como en la escuela. Pero los descubrimientos de la neurociencia sobre el cerebro nos aportan herramientas muy valiosas ahora a las familias para poder educar las emociones de nuestros hijos a la vez que los adultos aprendemos también a gestionarlas.

A medida que enseñamos a nuestros hijos a manejar su mundo emocional, les estamos dando recursos y estrategias para saber qué pueden hacer cuando se sientan enfadados o tristes o sientan miedo, qué potencial tiene esa tristeza, ese miedo o ese enfado, qué mensajes nos quieren dar esas emociones pero también cómo ayudarles a salir de esas emociones, que son legítimas pero que deben aprender a manejar.

– ¿Consideras que le damos la importancia suficiente a la gestión de las emociones?

Todavía no se conoce de forma generalizada la influencia que tienen las emociones sobre la conducta, el aprendizaje, incluso la salud. Poco a poco se publican libros, investigaciones y ya existe suficientes argumentos que apoyan la necesidad de una buena gestión emocional para potenciar el bienestar personal y social. Pienso que dentro de unos años nadie podrá comprender cómo en la escuela no se enseñaban esas habilidades tan importantes para la vida y el bienestar, pero estamos en el camino.

– ¿Qué consejos les darías a las madres y padres para tratar las emociones en casa?

En primer lugar, es necesario legitimar todas las emociones que sienten, tanto adultos como niños, acompañar a nuestros hijos en su alegría, consolarles cuando están tristes, entender sus enfados y aportarles herramientas para entrar en calma, comprender sus miedos y protegerles, a la vez que les animamos a enfrentarse a ellos. Nunca debemos ridiculizar ni reprimir sus emociones.

En definitiva, para ayudar a nuestros hijos a tener una buena gestión emocional, primero deben aprender a nombrar las emociones. Cuando ponen nombre a sus emociones, empiezan a poderlas manejar. Deben aprender a regular su expresión, es decir, a expresarlas de manera adecuada, sin reprimirlas pero tampoco haciendo daño a otros con su expresión.

Les tenemos que enseñar a entrar en calma y a manejar la frustración, un aspecto muy importante para el bienestar y que cada vez está menos presente en los niños, porque se la van a encontrar en su día a día y no la podemos evitar. Y por último, aprender a pensar en positivo y a ser resilientes. Todas las oportunidades de la vida, del día a día, pueden ser oportunidades para una buena educación emocional.

– ¿Las emociones se «contagian»? ¿Cómo afectan las emociones de los padres a las emociones de los hijos?

Sí, las emociones se contagian pero depende de la influencia y el poder personal, unas personas pueden tener más facilidad para contagiar a otras o dejarse contagiar por otras, en parte depende del nivel de conciencia que una persona tenga y de su atención. Los padres si ven con naturalidad las emociones y las expresan de forma adecuada están dando dos lecciones a sus hijos: por un lado, ven que es algo natural sentir emociones, adultos y niños, todo el mundo; por otro lado, se dan cuenta de cómo las expresan sus padres, y así ellos aprenden.

El problema surge cuando en la familia no se tienen en cuenta o se expresan de forma inadecuada. Entonces el aprendizaje más directo, que es a través del ejemplo, no se realiza correctamente. Por otra parte, si los padres disimulan constantemente o reprimen sus emociones le mandan un mensaje al hijo de que las emociones no se deben expresar o son algo molesto e inadecuado, promoviendo su represión y las consecuencias que de ello se derivan.

– ¿Cómo gestionamos nuestras emociones cuando el niño está en una rabieta monumental?

Una rabieta puede tener diferentes orígenes o ser la expresión de diferentes emociones, incluso es diferente y tiene diferente objetivo dependiendo del entorno donde se produzca. Hay que tener en cuenta que nuestro hijo lo está pasando mal y por tanto nuestra primera actitud debe ser de empatíapara descubrir qué la está provocando. A veces está causada por una frustración, otras veces simplemente como reacción a una orden en un momento en el que el niño quiere demostrar a sus padres que no tiene por qué hacer lo que le digan, que es un signo, por otro lado, de su proceso de autonomía, perfectamente comprensible entre 2 y 3 años.

Pero en ocasiones está motivada por los celos, la frustración o incluso por el cansancio, o puede ser también una forma de llamar la atención del adulto. Por eso no se puede simplificar su abordaje, aunque hay unas claves importantes para los padres: la primera ya la he comentado, empatía; la segunda, no unirse a su caos, no dejarse llevar por las emociones de su hijo, sino mantener la calma, tranquilizarle y después ofrecerle contención, protección o atención, lo que necesite en ese momento, pero siempre con cariño.

Pero hay ocasiones en las que la rabieta está planificada y dirigida a llamar la atención o a conseguir algo. En este caso, debemos ignorar su conducta, dejar que se calme solo y después hablar con él para que comprenda que ese nunca va a ser el método para conseguir lo que quiere, o que así no va a conseguir nuestra atención.

Otra clave importante es aprender a gestionar nuestra vergüenza cuando la rabieta se produce en público, lo que suele ser muy a menudo, dado que piensan que así tendrán más oportunidades de tener éxito con su «actuación».

– ¿Qué mensaje les quieres dejar a los padres con tu ponencia?

Educar es siempre emocionante y generar un apego seguro y amoroso va a garantizar que el camino que se crea cuando son pequeños entre el corazón del niño y el del adulto, va a permanecer siempre abierto, a pesar de que pasen momentos de incomunicación o cierto alejamiento emocional.

La educación emocional de vuestros hijos es además un factor de protección contra muchos de los problemas de nuestro tiempo: estrés, ansiedad, depresión, consumo de drogas, suicidio, fracaso escolar, violencia, etc. Ya existen muchas investigaciones que lo demuestran, por eso merece la pena ayudarles a gestionar sus emociones mientras nosotros también aprendemos con ellos.

Fuente; https://www.diarioinformacion.com/crecer-y-aprender/2019/05/15/ninos-ponen-nombre-emociones-empiezan/2148435.html

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La salud mental de los docentes: un agente clave en la educación de las emociones

Por: Camila Londoño.

Amanda Céspedes es médica psiquiatra de la Universidad de Chile. Se especializó en psiquiatría infantil y juvenil. Además realizó un posgrado en neuropsicología y neuropsiquiatría infantil en la Universidad degli Studi en Italia, ha dictado clases de psicología y es miembro directivo de la Fundación Mírame, entidad que busca innovar en el sistema de integración escolar de niños con trastornos del desarrollo. A través de diversos libros como el Déficit Atencional en niños y adolescentes, Niños con pataletas, adolescentes desafiantes y Educar las emociones, educar para la vida, la experta se ha centrado en dar herramientas claves para que educadores, padres (y otras personas que se relacionan de forma permanente con niños), puedan guiar a los niños en su formación emocional, desarrollando así sus potencialidades y talentos.

En su libro Educar las emociones, educar para la vida, la autora dedica un capítulo a hablar del profesor como agente clave en la educación de las emociones.

Amanda parte de la premisa de que evidentemente, los niños pasan muchas horas de su día en la escuela, un espacio donde profesores, compañeros y otros adultos, influencian su vida. Luego de la escuela, los niños salen para intentar conquistar el mundo pero, ¿están realmente preparados para hacerlo desde todos los puntos de vista? Inspirada en la visión de Maria Mon tessori, quien decía que la educación debía hacer énfasis en la formación integral del niño (más allá del intelecto) y en el desarrollo de la personalidad saludable como medio para construir sociedades mejores, Amanda asegura que el maestro tiene que orientar su esfuerzo hacia ese objetivo y debe trabajar desde dos planos en particular: el sólido desarrollo del intelecto y el emocional.

Pero, desde su punto de vista, ¿cuáles son los requisitos para que un profesor pueda llevar a cabo un educación emocional efectiva?

  • Tener un conocimiento intuitivo e informado acerca de la edad infantil y adolescente, particularmente de sus características psicológicas.
  • Conocer la importancia y las características de los ambientes emocionalmente seguros en el desarrollo de la afectividad infantil.
  • Poseer un razonable equilibrio psicológicos y ausencia de psicopatología.
  • Conocer técnicas efectivas de afrontamiento de conflictos.
  • Emplear estilos efectivos de administración de la autoridad y el poder.
  • Comunicación afectiva y efectiva.
  • Verdadera vocación por la misión del maestro.
  • Un permanente y sincero trabajo de autoconocimiento.
  • Una reflexión crítica constante acerca de los sistemas de creencias y de su misión como educador.

De la mano con esto, Amanda sugiere que el profesor debe ser consciente de un proceso de crecimiento que surge paralelo al de sus estudiantes y debe ser consciente de su papel protagónico en la gestión de un clima en el aula que puede ser favorable o desfavorable para el aprendizaje propio y el de sus alumnos. En ese sentido, el impacto de la salud mental del profesor sobre su calidad como educador de las emociones y su capacidad para crear climas en el aula de crecimiento emocional y cognitivo es también un aspecto fundamental.

La salud mental de los profesores

La salud mental laboral es un concepto de la salud preventiva que alude a un estado de bienestar integral del trabajador. Lamentablemente, ese bienestar en los profesores, a menudo se deteriora y resulta preocupante, dice Amanda, que aquellos docentes que sufren de ansiedad o estrés por múltiples razones, deban enfrentarse a la educación emocional. ¿Por qué? Porque el cerebro de los niño leen las emociones negativas de una persona que sufre de estrés crónico y hace una comprensión implícita de éstas. En otras palabras, las emociones son contagiosas y un profesor que sufre del llamado síndrome burn out (desgaste), puede llegar a perder la sensibilidad para atender las emociones de sus alumnos. Por lo mismo, proteger la salud mental de los profesores debería ser una tarea urgente e ineludible; hacerlo no sólo es proteger sus emociones, sino también las de los estudiantes.

Esta tarea, dice la experta, debe abordarse de forma integral. ¿Cómo? No ofreciendo medidas temporales (como una licencia médica), sino más bien otorgando herramientas que perduren en el tiempo, como medidas multidisciplinarias centradas en el trabajo individual, técnicas grupales de efectividad en el tratamiento de conflictos y estrategias organizacionales dentro de las escuelas. Esto, acompañado de un mejoramiento sustancial de las condiciones laborales, especialmente lo relativo al clima laboral, las remuneraciones, la extensión de jornadas laborales, entre otras.

“El profesor que busca efectividad real debe empezar por creer en sí mismo para poder creer desde el corazón que, como maestro, tiene un papel de trascendencia en el destino de sus alumnos”.

Fuente del artículo: https://eligeeducar.cl/la-salud-mental-los-docentes-agente-clave-la-educacion-las-emociones

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Educación emocional en las escuelas: ¿sí o no?

Por: Mariana Otero. 

Es la estrategia pedagógica del momento, que busca mejorar el desempeño a través del desarrollo de habilidades emocionales. Se utiliza cada vez más en el mundo, pero no todos están de acuerdo: algunos afirman que persigue el disciplinamiento del sujeto.

os promotores de la educación emocional aseguran que más del 70 por ciento del “éxito” en la vida adulta depende de las habilidades emocionales desarrolladas en la niñez. Es decir que el aprendizaje estaría ligado indefectiblemente a las emociones.

La fundación Educación Emocional, que dirige el psicólogo Lucas Malaisi, promueve en la Argentina una ley de educación emocional (Corrientes y Misiones ya tienen la suya) para que todas las escuelas públicas desarrollen el conocimiento personal, la automotivación y la empatía, entre otras cosas.

El proyecto plantea la creación de un espacio, transversal y curricular para los alumnos, pero también espacios para que aprendan los padres y los docentes (fundacioneducacionemocional.org).

La educación emocional, que comenzó a difundirse en ámbitos educativos en los últimos años en la Argentina y en el mundo, busca educar las emociones, a las que se considera habilidades que permiten mejorar el desenvolvimiento social y los aprendizajes. Se basa en el autoconocimiento y en la autorregulación.

Diversos países la aplican en las aulas y hasta la incluyen en los lineamientos de sus políticas públicas. Pero, además, organismos internacionales como el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) promocionan esta práctica como eficaz.

Quienes adscriben a esta idea argumentan que en los tiempos que corren es preciso promover las “inteligencias emocionales” y dejar atrás los esquemas de la escuela tradicional que pone el foco en el raciocinio.

Sin embargo, y pesar de que cada vez hay más evidencia científica del papel que juegan las emociones en la vida de las personas, no todos están de acuerdo en que es beneficioso implementar políticas y prácticas de educación emocional en los colegios.

Consultamos a dos especialistas para debatir por qué sí o por que no introducir la educación emocional en las escuelas.

Sí: una vida más plena

Iliana Bustos, abogada y coach profesional, explica que el mundo de las emociones de los seres humanos ha sido soslayado en la educación tradicional, anclada en el paradigma cartesiano de que lo privativo y distintivo del ser humano es la razón.

“En la actualidad, y en especial a partir de la difusión del concepto de inteligencia emocional planteado por Daniel Goleman, la temática vinculada al emocionar humano ha cobrado particular relevancia. De manera especial, y enfocada a obtener mejores resultados, se la considera seriamente en los ámbitos educativos, laborales, y en general en cualquier organización en la cual las personas interactúen”, plantea.

El concepto de inteligencia emocional, explica Bustos, hace referencia a la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos.

“Para Goleman, la inteligencia emocional implica cinco capacidades básicas: descubrir las emociones y sentimientos propios, reconocerlos, manejarlos, crear una motivación propia y gestionar las relaciones personales”, sostiene la especialista, quien asegura que estas teorías tienen jerarquía científica. “La clínica médica ha reconocido la directa incidencia del factor emocional, no sólo en la aparición y desarrollo de numerosas patologías, sino también en las posibilidades y alternativas de recuperación de enfermedades y mantenimiento de la buena salud. En cuanto a las capacidades y destrezas incluidas en el concepto de inteligencia emocional, estas revisten una influencia dirimente no sólo en el aprendizaje, sino también en todos los ámbitos del quehacer humano”, remarca. Y sostiene que las emociones predisponen a la acción.

En este sentido, puntualiza, el alumno que se asombra, se interesa y confía en sus capacidades aprende con rapidez y es capaz de retener nuevos conceptos y relacionarlos con otros ya conocidos. Es decir que puede gestionar de manera autónoma su propio aprendizaje.

“De igual manera, logrará relaciones sanas y productivas con sus congéneres y con sus maestros desarrollando un sentido de integración y participación no sólo en la escuela, sino en su vida en general”, plantea Bustos.

Y agrega: “Los beneficios de la inteligencia emocional en los niños y adolescentes son múltiples: la mejora de la conducta, la creación de una autoestima sana, hace a los niños y adolescentes más responsables, seguros y autónomos, ayuda en el bienestar personal y a desarrollar las habilidades sociales básicas para cualquier tipo de relación”.

Bustos remarca que, cuando las personas se conectan con sus propias emociones y aprenden a reconocerlas y gestionarlas de manera eficaz, “sus vidas adquieren una dimensión más plena, se potencian sus naturales aptitudes, obtienen logros más significativos en todas sus iniciativas y se convierten en personas más activas, felices y satisfechas con su vida”.

Para la especialista, el aprendizaje emocional debe iniciarse en los docentes. “Sólo quien puede reconocer y conectarse con su propio mundo emocional puede propiciar a que otro lo haga. El docente tiene que ser capaz de generar contextos emocionales propicios al aprendizaje, generar climas emocionales que despierten interés, atención y entusiasmo por aprender”, opina.

No: es disciplinamiento

Ana Abramowski, investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso, Argentina), explica que la “educación emocional” propicia que los individuos deban autoexaminarse con detenimiento para apaciguar y aplacar (regular) aquellas emociones que se encuentren confusas o se consideren negativas y, por lo tanto, dañinas.

Otro pilar de esta educación, dice, es el énfasis en lo positivo: tener actitudes y conductas positivas, construir relaciones positivas, crear climas positivos.

“Mi posición es contraria a las políticas y prácticas de educación emocional”, sostiene Abramowski, quien explica que discutir este tipo de educación no significa negar que la práctica educativa, el trabajo docente, la enseñanza y el aprendizaje estén atravesados por afectos y emociones.

“Discutir con la educación emocional implica poner sobre la mesa que no hay una única manera de concebir las emociones en su vínculo con la educación. Es imperioso considerar las emociones en su ambigüedad, atravesadas por relaciones de poder, contradicciones, ideologías, políticas y disensos”, remarca. Y agrega: “En lugar de aislar e intentar regular y acallar las emociones que circulan en las escuelas, en lugar de enfatizar el carácter adaptativo de la educación, considero preciso comprender por qué se producen unas emociones y no otras, cuánto pueden estar hablando de desigualdades e injusticias como así también de experiencias movilizantes y enriquecedoras”.

Estos son algunos de los argumentos de la investigadora de Flacso:

Esta clase de educación se centra en el disciplinamiento de los individuos. Lo emocional, lejos de explorarse, comprenderse y, por qué no, amplificarse, es sometido a la autorregulación. En este sentido, se trata de una educación con una fuerte impronta adaptativa.

El énfasis en las emociones positivas niega y obtura las emociones difíciles y poco clasificables (que se califican con el simple rótulo de “negativas”), emociones que forman parte de lo humano y cuyo destino no debería ser la simple regulación.

Para la educación emocional, las emociones son simples, transparentes, auténticas y están ubicadas en el yo. No tienen historia ni están atravesadas por relaciones de poder, condiciones materiales, ideologías ni políticas.

El énfasis de la educación emocional en el trabajo de autoexamen y autorregulación de los individuos deposita en cada persona la responsabilidad de su éxito o de su fracaso, de su alegría o de su sufrimiento. Por estos motivos, la educación emocional psicologiza, individualiza, descontextualiza y emocionaliza los problemas educativos.

Fuente del artículo: https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/educacion-emocional-en-escuelas-si-o-no

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Educación emocional: ¿una asignatura escolar pendiente?

Por: Infobae.com.

Matemáticas, lengua, idiomas. Pocos dudan de la necesidad de aprender cada una de las materias que el sistema educativo propone, pero ¿qué pasa con las emociones? ¿Se puede enseñar a manejarlas en las escuelas? ¿Y en casa?

La inteligencia emocional es la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar estados anímicos propios y ajenos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso el desarrollo de las «Habilidades para la vida» (life skills) en 1986 y luego, en 1993, elaboró un nuevo documento centrado en la Educación (Life Skills Education in School), en el cual define dichas habilidades como «capacidades para adoptar un comportamiento adaptativo y positivo que permita a los individuos abordar con eficacia las exigencias y desafíos de la vida cotidiana».

Es que los beneficios de implementar estas habilidades son significativos. En España, por ejemplo, el Grup de Recerca en Orientació Psicopedagògica (GROP) demostró que los jóvenes con un mayor dominio de sus emociones presentan un mejor rendimiento académico, mayor capacidad para cuidar de sí mismos y de los demás, predisposición para superar adversidades y menor probabilidad de implicarse en comportamientos de riesgo -como el consumo de drogas-.

Así y todo, sólo una universidad pública española ofrece, desde 2012, la asignatura Educación Emocional en el grado de Magisterio (la Universidad de La Laguna, en Tenerife).

La necesidad de enseñar el manejo de las emociones es primordial en el actual contexto de cambio de paradigma. «Hoy el acceso a la información no es un problema», expresa Matías Liberati de la ONG Resaca Solidaria, donde se dedican a la inclusión de niños, niñas y adolescentes a través de la enseñanza de estas herramientas.

Y agrega: «Los chicos acceden a la información que necesitan desde su celular o computadora; aplicar la educación emocional es lo que nos permitirá un cambio genuino para la persona, ya que identificando los estados de ánimo de alumnos y docentes se detectan situaciones personales que afectan directa o indirectamente el acceso al conocimiento».

Beneficios sin fronteras
La presencia de la educación emocional en los procesos de enseñanza y de aprendizaje comienza a ser considerada en diferentes latitudes. Actualmente, más de 20 países la aplican en sus colegios; entre ellos Dinamarca, México, Nueva Zelanda y Suiza. En tanto, en nuestro país, la provincia de San Juan plantó bandera y sancionó la Ley Nº 1327-H, donde la incluyeron «como práctica necesaria para el desarrollo integral de los educandos».

Los beneficios de ofrecerles estas herramientas a los niños y niñas desde edades tempranas son múltiples. El licenciado en psicología Lucas Malaisi, presidente de Fundación Educación Emocional, los explica: «La Educación Emocional es una estrategia de promoción de la salud que busca mejorar la calidad de vida de las personas mediante la dinamización de habilidades emocionales y hábitos salutógenos. Se trata de educar desde y para la salud, buscando esparcirla y fortalecerla, cuyas técnicas son de baja complejidad y, por tanto, de fácil y económica implementación. Además, por si fuera poco, al instalarhábitos salutógenos se obtienen resultados sustentables, es decir que perduran en el tiempo. Se trata de tecnologías psicológicas de vanguardia al servicio de la educación y el bien común», explica.

¿Y en casa?

Mientras aguardamos a que esta práctica se expanda y pueda ser adoptada en cada uno de los establecimientos escolares, aplicarla en el hogar es de igual o mayor importancia. ¿Podemos impartir a nuestros hijos la educación emocional? ¡La respuesta es sí!

El psicólogo Alejandro Schujman, especializado en familias y adolescencia, explica que para hacerlo es necesario legitimar las emociones: «Todos tenemos celos, enojos y tristeza. No hay emociones buenas y malas».

Y suma que para poder hacerlo, es necesario educar con el ejemplo: «Los chicos no escuchan todo el tiempo los discursos largos y aburridos que podamos darles, pero no dejan de mirarnos; entonces, la mejor manera de educar las emociones es que un padre o madre o cualquier adulto pueda gestionar de manera saludable las suyas. No digo que no hay que enojarse o entristecerse; por el contrario, tiene que ver con poder transitar cada una de las emociones y aceptarlas», detalla Schujman.

¿Más fácil? Por ejemplo, si ante un reto un hijo o hija le dice a su padre que no lo quiere más, el psicólogo aconseja no reprimir ese sentimiento ni taparlo con la culpa, con frases conocidas del estilo: «¿cómo me decis esto?'» o «¡yo, que doy la vida por vos!».

¿Te suenan? Bueno, la idea es aceptar que en ese momento el niño está atravesado por el enojo y aceptar su sufrimiento porque también es sano enseñarle a sufrir y no, en el afán de querer que sea feliz, eliminar la tristeza o algún otro sentimiento parecido.

Por último, Schujman asegura que el primer paso para que todos podamos educar emocionalmente, sin importar si somos maestras, tías, padres, madres o abuelos, es tener la convicción y ganas de enseñarles a los más pequeños desde los sentimientos. ¿El paso siguiente? Tan sencillo como buscar información, bibliografía, consultar con especialistas y poner atención a estos temas.

Fuente de la reseña: https://www.infobae.com/tendencias/masmariana/2018/12/06/educacion-emocional-una-asignatura-escolar-pendiente/

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