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Con B(a)iden, toda cambia/nada cambia para Latinoamérica y el Caribe

Por: Aram Aharonian

Nadie tenía dudas de que nada iba a cambiar para América Latina y El Caribe si Donald Trump lograba su reelección. El triunfo de Joe Biden abrió la caja de una cantidad de interrogantes: entre ellas, si logrará asumir el mando y para qué lo asumirá. La gran ventaja que tiene ante su predecesor es que al menos sabe dónde queda su patio trasero.

El nuevo presidente recibirá enormes presiones para dar marcha atrás a muchos de los cambios radicales en temas que van desde la política exterior hasta la crisis climática. Pese a que lo intentó hasta los últimos días, Trump buscó algún logro en materia de política exterior, que incluían un acuerdo de paz para Medio Oriente, retirar las tropas de distintos países y lograr la liberación de rehenes estadounidenses que se cree se encuentran cautivos en Siria.Joe Biden alcanza los votos electorales necesarios para ser presidente de los Estados Unidos | El Economista

Pero no hay que olvidar que Biden, exvicepresidente de Barack Obama, es un anciano, incapaz ya de hablar coherentemente. Será la cara del gobierno, no quien tome las decisiones, de lo que se encargará el lobby de la élite globalista, el gran capital trasnacional, la Red Atlas y su red de think tanks de la derecha, Wall Street, el Deep State y, obviamente, el aparato armamentista-militar.

Él puede parecer tonto, pero es tan poderoso como el propio globalismo. Por suerte, Kamala Harris, la primera vicepresidenta electa de EEUU, tiene 56 años, 22 menos que el próximo presidente. Y, para cuando asuma, en enero de 2021, podrían haber muerto más de 350 mil estadounidenses debido al coronavirus.

Las relaciones con el patio trasero

Si gana Biden, habrá una aceleración de la reubicación de industrias, muchas de ellas en Latinoamérica, que queda mucho más cerca desde un punto de vista no solo geográfico sino también ideológico. Industrias en sectores como la tecnología, el almacenamiento de datos, la fabricación de material médico, e incluso energía.

Argentina, Chile y Bolivia en particular, son muy importantes porque uno de los sectores estratégicos para la economía verde norteamericana son los minerales estratégicos como el litio, y también las tierras raras, que se encuentran en Latinoamérica (y no se necesita importarlas de China), imprescindibles para el desarrollo del sector estratégico como en armamento y supercomputadores.trump

Biden cree que se debe apostar por un gran Plan Marshall para Centroamérica y generar empleo en estos países. Así mejoraría la economía… y terminaría con la inmigración ilegalLo que propone  es «rebuilt better», reconstruir mejor. No se puede  volver a lo de antes, porque el mundo ya no es ni será igual

Para el equipo económico del demócrata, a nivel de sostenibilidad, se debe basar la recuperación económica en un eje verde, apostar por infraestructuras, eficiencia energética, energías renovables, almacenamiento de energía, o sea, todos estos sectores, innovación y I+D que son absolutamente estratégicos. Y eso, que viene de la mano de las grandes trasnacionales estadounidenses, tiene un impacto en Latinoamérica, también.

Expectativas

Cuatro años después de sacudirse con la llegada de Donald Trump al poder, muchos esperan que la política estadounidense hacia América Latina volverá a dar un giro brusco, dadas las declaraciones de Biden sobre aumentar la cooperación continental en problemas que causan ese éxodo en la región, como la violencia y la pobreza, elevar la importancia de otros asuntos en la agenda hemisférica, incluidos los derechos humanos, el medioambiente y la corrupción.

Ésto pondrá a prueba el vínculo de Washington con países como México o Brasil, según expertos. Diplomáticos y ex altos funcionarios estadounidenses sostienen que sus posiciones en materia de comercio, derechos humanos, cambio climático y lucha contra la corrupción podrían resultar incómodas para algunos de los gobernantes de la región, acostumbrados a un Trump, que hacía la vista gorda.

Se teme que la posición de Biden sobre comercio, trabajo y medio ambiente, sea mucho más dura que Trump.

América latina no será una prioridad, especialmente para un presidente que enfrentará una grave emergencia económica y sanitaria. México sería el principal foco de atención debido a su larga frontera terrestre -fuente de inmigración ilegal y contrabando de drogas- y a su condición de gran socio comercial y de inversiones. Biden prometió poner fin a muchas de las políticas inmigratorias de Trump y dejar de construir el muro en la frontera mexicana. Ya veremos.

Eso conlleva sus propios riesgos. Thomas Shannon, un ex alto funcionario del Departamento de Estado, dijo: «El mayor desafío al principio quizás sea el tema de la inmigración. Hay una verdadera presión para que se reviertan las medidas sobre migración, refugiados y asilo, pero si no tienen cuidado en cómo lo hacen, podría llevar a muchos centroamericanos a decidir que éste es el momento de dirigirse al norte».

Las opiniones de Biden sobre la deforestación de la Amazonia y la promesa de “consecuencias económicas importantes” si Brasil no cumple con el plan de 20 mil millones de dólares para recuperar la selva tropical, ya molestaron a Jair Bolsonaro, émulo de Trump, quien afirmó que el electo presidente había mostrado una «clara señal de desprecio hacia la coexistencia cordial y fructífera».

En Washington midieron la respuesta: Para los asesores de Biden, la problemática del clima es muy importante y la idea es aislar a Bolsonaro y a sus socios, sobre todo considerando que  perder a su gran amigo en el norte podría ser un gran problema para un gobierno como el de Bolsonaro, que tiene todos los huevos en esa canasta.

Pero Bolsonaro no es único que se jugó por Trump. También lo hizo el colombiano ultraderechista Iván Duque, que ahora teme la reducción y/o fiscalización de los miles de millones de dólares que recibe anualmente para –supuestamente- combatir el narcotráfico y la violencia.

Desde su círculo de asesores se sostiene que en cuanto a Venezuela, al igual que con Cuba, es poco probable que un gobierno de Biden vuelva directamente a la tregua de la época de Obama; la influencia de los votantes latinos ultraderechistas en el estado clave de Florida se encargará de eso. Es más probable que se avance con pasos cautelosos para crear confianza.

Dado que los presidentes de las naciones andinas (Chile, Perú y Ecuador) dejarán su cargo durante el primer año de un nuevo presidente el pragmático (y cada vez más moderado) argentino Alberto Fernández es uno de los que pueden beneficiarse de un gobiero de Biden.

Rusia y China

El principal desafío para Biden en política exterior será la redefinición de la actitud hacia China y Rusia. El 95% de los antibióticos que se venden en EEUU, se producen en China. El 62% de todo el material médico que se usa en los hospitales del país se fabrican en China. Eso difícilmente vuelva a volver a ocurrir en un gobierno demócrata.

El mensaje histórico de que a EEUU le va mejor económicamente con los republicanos no deja de ser un mito. Nunca ha sido cierto –aunque ha sido bien vendido-  y cuando se mira históricamente, los periodos de mayor bonanza y riqueza económica en EEUU. han sido siempre bajo mandatos demócratas.Estados Unidos vs Rusia, ¿Quién es más poderoso militarmente?

George Bush padre dejó al país con el mayor déficit fiscal en la historia del país. Ocho años más tarde, Bill Clinton dejó a EE.UU. con el superávit fiscal más grande en la historia del país. Con Bush hijo, ocho años más tarde, al país termina con el mayor déficit en la historia, superando el récord de su padre.

Obama recogió la batuta y sacó a EEUU de la peor crisis económica que se vivió desde los años 1930, recupera al país y lo deja otra vez en una situación muy bien encaminada, y ha sido Trump en cuatro años el que ha llevado al país ahora a  batir todos los récords de endeudamiento público.

Cambio de paradigma

Biden propone un cambio de paradigma, un momento decisivo y disruptivo en la historia de EEUU, un cambio de modelo económico y de modelo energético. El objetivo es que para 2050 EEUU sea un país de cero emisión, carbono neutral… teniendo en cuenta que es hoy el segundo país que más contamina del mundo.

Para que eso ocurra, el cambio es disruptivo y se basa en avances tecnológicos, en innovación, en un cambio total donde EE.UU. pasa de ser parte del problema, que es hoy un país que sigue liderado por un negacionista que no escucha la evidencia científica, a tener un presidente que impulsa toda la recuperación económica basándose en un eje de economía sostenible. 

A diferencia de Trump, Joe Biden conoce Latinoamérica in situ y sabe bien de la importancia que tiene para la seguridad nacional de Estados Unidos. Y una de las lecciones que deja la pandemia de coronavirus es que EEUU precisa acercar sus cadenas de suministro, tras verse absolutamente contra las cuerdas cuando varios países tuvieron que salir a mercados internacionales a mendigar barbijos y equipo médico.

Rusia y China

Si no se produce una guerra civil, lo que no es de descartar en las circunstancias actuales, Biden se opondrá al auge de la multipolaridad. Las posibilidades de una nueva guerra mundial son mucho mayores, porque una potencia nuclear cuya soberanía se basa en la capacidad militar es designada como su principal enemigo desde el principio.

Biden actuará en el marco de la geopolítica clásica tratando de atacar Rusia y de alguna manera seducir o neutralizar por lo menos a China(China).

Entre Rusia y China, Biden elige a Rusia como principal enemigo y China como una preocupación neutral o secundaria. A los globalistas les molesta más el poder militar de los polos alternativos que su poder económico. Rusia es una gran potencia geopolítica con armas nucleares y política conservadora. Ese es el principal obstáculo para el establecimiento del orden mundial liberal.

Biden intenta rebajar en Pekín la tensión por la nueva zona de defensa aérea china | Internacional | EL PAÍSCon Biden, Rusia será el principal objeto de presión, ataques y posibles conflictos. La hegemonía global del Occidente liberal está asegurada por la debilidad del poder de la tierra, es decir, de Rusia como Eurasia. Entonces, a los ojos de Biden, China puede considerarse como una parte orgánica del sistema liberal internacional y la expansión internacional de la economía china no es la principal amenaza para el globalismo.

Para Biden, Estados Unidos es la vanguardia del globalismo, la fortaleza de la hegemonía mundial liberal, del imperio global con la misión principal liquidar los estados nacionales, impedir el surgimiento de nuevos polos, e instalar un gobierno global liderado por los capitalistas internacionales, las élites y los monopolios de forma generalizada, incluidos segmentos occidentales y no occidentales.

Las urgencias

La tarea principal y más urgente de Biden en sus primeros 100 días en la Casa Blanca será poner en marcha un nuevo plan nacional de lucha contra el coronavirus, que en EEUU ha contagiado a millones de personas y se ha cobrado más de 220.000 vidas (más que en ningún otro país del mundo). Deberá también tomar medidas para reparar sus desastrosas consecuencias económicasBlack Lives Matter - Wikipedia, la enciclopedia libre

El moderado Biden también recibirá la presión del ala progresista de su propio Partido Demócrata, que ejerce una influencia creciente y aspira a grandes cambios institucionales para responder a las cuestiones más urgentes del futuro del país. Recibe una depresión económica y una pandemia, y lo estarán eligiendo para que resuelva todo esto y haga algo grande..

Tras las multitudinarias protestas por el asesinato de George Floyd a manos de un policía en Minneapolis, también hay mucha expectativa por un posible paquete legislativo en el Congreso que reforme a las fuerzas del orden. Biden también recibiría muchas presiones para poner fin a una anticuada regla del Senado estadounidense conocida como ‘filibusterismo’, que permite al partido en la oposición paralizar los nombramientos y el proceso legislativo.

Los demócratas también dicen que Biden hará que Estados Unidos reingrese de forma inmediata en la Organización Mundial de la Salud reanudando sus contribuciones financieras; que unirá nuevamente a Estados Unidos al Acuerdo de París por el clima; y que anulará las prohibiciones de entrada impuestas por la Administración Trump a los viajeros de países musulmanes.

Biden ha prometido que también volverá al acuerdo nuclear de 2015 con Irán, llamado Plan de Acción Integral Conjunto aunque para decidir cuándo habrá que negociar antes el listado de requisitos a cumplir por Teherán para regresar al pleno cumplimiento de los límites a sus actividad nucleares definidos en el plan

El equipo de campaña de Biden propuso convocar una cumbre de democracias para su primer año de mandato. El ala más progresista del partido presionará para no se limite a replicar el orden internacional de antes de Trump, especialmente en lo referido a las relaciones con aliados autocráticos como Arabia Saudí, y firmar cuanto antes una ley, ya acordada por el Congreso, para frenar el apoyo de EEUU a la guerra dirigida por los saudíes en Yemen..

.Especulaciones

Si gana Biden, seguramente implosione definitivamente el farsesco “gobierno” del autoproclamado presidente Juan Guaidó en Venezuela, arrastrando a la Unión Europea, que le retirará el reconocimiento después del 5 de enero, un mes después de las elecciones parlamentarias en el país caribeño.

Biden reabrirá la apertura con Cuba para facilitar relaciones con Venezuela y promover la paz en Colombia. Los acreedores negocian con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez para aliviar las sanciones. La idea del equipo de Biden es aliviar las sanciones a Cuba y Venezuela, obviamente no levantarlas todas…Once tesis sobre Venezuela y una conclusión escarmentada | Cubadebate

Thomas Shannon, ex subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental y Roberta Jacobson, ex secretaria de Estado,  regresarán seguramente a Foggy Bottom, el Departamento de Estado.

La ecuación regional para el próximo gobierno es utilizar el «hándicap» favorable en el terreno militar para negociar el control del «lomito» de los recursos estratégicos de la región (los mejores yacimientos de hidrocarburos de Venezuela, el litio de Bolivia, el agronegocio de Brasil y Argentina, la biodiversidad amazónica)

Para lograrlo y hacerlo sostenible, negociará en «términos chinos»: Usando el paradigma boliviano: industrialización local del litio, control estricto del impacto ambiental, participación accionaria y/o fiscal congrua, beneficios para las comunidades circunvecinas y de la provincia)

Shannon es considerado como el más inteligente funcionario que ha pasado por el Departamento de Estado en unos cuantos años, y es parte del equipo de Biden. Con volvería la diplomacia como medio de transición, que es más racional y lógico ya que se eliminará toda amenaza de invasión, una de las amenazas permanentes de la administración Trump.

Con la administración Biden, los expertos señalan que cambiará la dinámica en la Organización de Estados Americanos (OEA) y Claver-Carone saldrá del Banco Interamericano de Desarrollo, donde fue impuesto por Trump hace poco tiempo. Significará, asimismo, el respeto a la soberanía nacional y no interferencia en los asuntos internos.

Este es el «New Deal» que le conviene a los EEUU (e incluso a las Fuerzas Armadas estadounidenses, que demasiados retos tienen en Asia). El problema es que este New Deal no es el que le conviene al «swamp» (pantano) de Washington, Miami ni al iceberg sumergido del mundo financiero que sobrevive gracias al lavado, y otros grandes  negociados financieros.

Es la lógica hora de las especulaciones y cada uno narrará su historia y su análisis. La interrogante está en el título: Con B(a)iden, toda cambia/nada cambia para Latinoamérica y el Caribe

Fuente e imagen: http://estrategia.la/2020/11/08/con-baiden-toda-cambia-nada-cambia-para-latinoamerica-y-el-caribe/

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Entrevista a Naomi Klein: Cómo reconstruir sobre los escombros del liberalismo

Por: Grace Blakeley/Vientos Sur

El clima y la elección en EE UU

GB: En CNBC News se difundió esta semana un reportaje que dice que el hemisferio norte está conociendo el verano más cálido jamás registrado; en los meses de junio a agosto, la temperatura fue 2,11 grados Fahrenheit –alrededor de un grado Celsius– más alta que el promedio del hemisferio norte, con lo que hemos tenido el agosto más caluroso desde que comenzaron a realizarse estos registros en 1880. Escalofriante, ¿no?

NK:Sí, en efecto, porque estamos perdiendo el hielo del Ártico a un ritmo alarmante. Creo que donde resulta más inquietante, en cuanto al calor que hace, es en el extremo norte. Estamos viendo ahora temperaturas asombrosamente cálidas en el Ártico. Está claro que cuando se derrite el hielo, sube el nivel del mar y esto tiene enormes efectos globales, y además es irreversible. Como dice mi amigo Bill McKibben, hemos acabado con uno de los principales elementos característicos del mundo, el Ártico. Sí, esto es nefasto. Y claro que los grandes incendios son un síntoma de ello. Las tempestades, esa acometida de huracanes simultáneos que golpean la costa meridional de Norteamérica, también son sintomáticos, al igual que en el Caribe. Esto ya es realidad, definitivamente.

GB: En otra parte del reportaje se explica que la temperatura en el Valle de la Muerte alcanzó los 130 grados Fahrenheit [⁓ 54,5 grados Celsius], una de las temperaturas más elevadas que jamás se han registrado en el planeta.

NK: Sí. Estuve en la región el verano pasado, y el calor ya era insoportable con 118 grados. Estamos perdiendo también esos ecosistemas únicos. Los árboles de Josué, esos paisajes de otro mundo, van a terminar ardiendo. Este nivel de temperatura es el contexto en que se producen los enormes incendios. En los últimos días han estado ardiendo al mismo tiempo cinco de los incendios más extensos de la historia de California. Así que el calor tiene mucho que ver con esto. No es el único factor. Hay otros factores que determinan que esto se nos haya ido de las manos, incluida la manera en que se han gestionado los bosques.

Esto es lo extraño de Donald Trump, que a menudo tiene una pizca de razón. Fue a California y dijo que el problema no son las altas temperaturas ni el cambio climático, sino la gestión forestal. Claro que tiene que ver con el aumento de las temperaturas y con la sequía, pero un aspecto agravante ha sido la eliminación y el desprecio de los conocimientos indígenas en California y en tantas otras partes del mundo.

Los pueblos indígenas solían practicar las llamadas quemas culturales, que a veces también se denominan quemas controladas; constituyen una manera de cuidar el bosque, permitiendo que haya algún fuego como parte de un ecosistema sano. El ecologismo ha tendido a contemplar el bosque como un museo, como algo que no hay que cambiar. Y ha habido mucho miedo al fuego a medida que las cosas se han descontrolado. Si temes perder tu casa –que no deberían haber construido en zonas con peligro de incendio–, entonces no puedes tolerar ningún fuego.

Luego esta esa acumulación de materia combustible, que no es más que madera muerta, restos. Tal como yo lo veo, si quieres hacer un fuego en el bosque, primero reúnes algo de leña menuda y tal vez un pedazo de papel, y encima colocas algunos leños pequeños y enciendes el fuego con una cerilla. Cuando todo arde, echas trozos de leña más grandes. Así que no permitimos que los fuegos naturales eliminen los restos. También están los insectos asociados al cambio climático que no mueren de forma cíclica, que han estado comiendo madera, comiendo árboles y dejando atrás un reguero de muerte. Acabamos de tener una nueva infestación de polillas, que hacen lo mismo. Así que hay montones de material combustible. Esta es la leña menuda, y si imaginas que alguien hace un fuego en el bosque, el calor hace de cerilla, el calor se acerca y entonces todo arde. Ahí es donde estamos en estos momentos.

GB: ¿Qué importancia crees que tendrá esta cuestión en la campaña de la elección presidencial? ¿Piensas que la magnitud de los desastres que estamos viendo este año, por mucho que Trump rechace la idea de que esto tenga algo que ver con el colapso climático, hará que la gente comience a prestar atención a todo esto y que ello influirá en su voto?

NK: Creo que si Biden se ratifica en los mensajes que ha estado emitiendo en los últimos días, podría tener un impacto enorme, porque los sondeos muestran que el electorado está muy preocupado por el cambio climático. El cambio principal de los dos últimos años, y en especial del último año y medio, se ve cuando se pide a los y las votantes al Partido Demócrata que declaran que les preocupa el cambio climático que clasifiquen por orden de importancia las cuestiones que les preocupan. Claro que es una manera extraña de sondear la opinión, la de preguntar a la gente: ¿qué te preocupa más, la salud o el empleo, o el empleo o el clima? Así que la gente confecciona esa ridícula lista, como si todas esas cuestiones no estuvieran interrelacionadas.

Pero en este sondeo, cuando piden a votantes del Partido Demócrata que declaran que les preocupa el cambio climático que lo clasifiquen por orden de importancia, suelen poner siempre el cambio climático en la parte baja de la lista, como en el puesto decimonoveno o vigésimo. Esto ha sido así durante un decenio. Sin embargo, en los dos últimos años la cuestión ha ido escalando hasta el punto de que en las primarias del Partido Demócrata rivalizaba con la atención sanitaria por el primer puesto. También adquiere una importancia destacada entre votantes independientes y muchos Republicanos. Así que es una cuestión ganadora. Hay claramente un sentido de la urgencia, en particular cuando la gente afronta lo que sabe que no tiene precedentes.

Recuerdo que estando en Misisipi, Estado Republicano como el que más, después de que el huracán Katrina azotara la costa del golfo de México y hablando con votantes Republicanos, estos dijeron: “Por supuesto que esto es el cambio climático. Construimos nuestra casa aquí porque sabemos dónde se sitúa el nivel máximo del agua, y el agua del río nunca había subido tanto como ahora.” Así que cuando la gente lo vive en propia carne, cuando sabe que nunca ha habido un incendio como este, que nunca ha habido una tempestad que haya hecho subir tanto el nivel del río, esto afecta a su vida, y entonces está claro que tienen un tremendo sentido de la urgencia al respecto.

Y creo que se han emitido algunos mensajes inteligentes desde el bando de Biden, cuando oyes a Trump decir estas cosas destinadas muy específicamente a las zonas residenciales suburbanas: los Antifa vienen a por vosotros, quieren destruir vuestros barrios. Lo que ocurre realmente es que lo que destruye las zonas residenciales no son los Antifa, sino los grandes incendios incontrolados en el noroeste de la costa del Pacífico. Es lo mismo que las tempestades sin precedentes. Creo que son mensajes inteligentes. Espero que Biden insista. A menudo escuchamos algún mensaje bueno sobre el clima en boca de algún que otro Demócrata centrista, pero luego se asustan. Les acusan de politizar las catástrofes y entonces se acobardan y se desdicen. Espero de verdad que no se acobarden, porque creo que es un mensaje ganador.

GB: ¿Y qué me dices de la política efectiva? Biden se ha sacado de la manga ese plan por el clima de dos billones de dólares –toda una sensación mediática– y he visto algunos comentarios positivos de medios progresistas e incluso de personas que apoyaban a Bernie Sanders y otras candidaturas. ¿Crees que será tan transformador como parece?

NK: Pienso que la respuesta breve es no, no si se deja en sus manos. Y para serte sincera, en realidad no le he prestado mucha atención. Está claro que sigo lo que dice el bando de Biden, pero me temo que he presenciado suficientes campañas electorales para saber que hay una diferencia realmente muy grande entre lo que dirá un Demócrata centrista en la campaña y lo que hará cuando asuma el cargo. Observan los mismos sondeos que yo. Comprenden que esta es una cuestión ganadora que atraviesa las divisorias partidarias, que resuena en los barrios residenciales suburbanos acomodados, así como en comunidades y ciudades desfavorecidas. Y entienden que hay un ala juvenil muy movilizada en su propio partido, representada por el Sunrise Movement, entre otros, que les harán la vida imposible si no dicen algunas de las cosas que hacen falta.

Así que ¿significa esto entonces que van a traernos el Green New Deal, el gran pacto social verde de nuestros sueños? De ningún modo. No significa esto. Significa que comprende que este es un mensaje electoral ganador, que es peligroso no ofrecer algo al ala progresista del partido, pero habla por las dos comisuras de la boca. Biden también suelta esos discursos en que afirma que no piensa prohibir la fracturación hidráulica, pues se ha convencido de que esta es la manera de ganar en Pensilvania. Creo que la medida real de lo que podemos esperar de Biden la tendremos cuando veamos de quiénes se rodea y a quiénes acaba nombrando. Pienso que una señal de esperanza, me parece, es que el movimiento por la justicia climática no adopta una postura de esperar y ver, que fue uno de los grandes errores que hicimos con Obama.

Cuando Obama, había un ala muy potente del Partido Demócrata que yo calificaría con eso de dadle al tipo una oportunidad, que sin importarle qué cosas indignantes hizo Obama –hizo campaña diciendo que rescataría la Main Street de las garras de Wall Street y luego resulta que buscaba asesoramiento económico en Larry Summers–, siguió diciendo eso de dadle al tipo una oportunidad. Puede que en esta partida de ajedrez tridimensional que estuvo jugando, Obama trataba de dar a entender que quería calmar a Wall Street, y realmente esa era su intención.

Y pienso que hemos aprendido la lección a base de palos; no le deis ninguna oportunidad al tipo. Mantened la presión a todo trapo. Y se han enviado cartas firmadas por montones de líderes medioambientales, advirtiendo a la administración de Biden que no nombre para los cargos cruciales en materia energética a personas vinculadas al sector de los combustibles fósiles, que es lo que hizo Obama. Así que la gente trata de tomar la delantera y dejar claro que no nos contentaremos con algunas frases bonitas durante la campaña, que de verdad la cuestión es a quién nombrará, de quién se rodea. Y pase lo que pase, lo decisivo será la presión a que se vea sometido. Estoy absolutamente convencida de que es imperativo que nos deshagamos de Trump, que vayamos al terreno en que estos debates importan.

Ni siquiera nos preocupamos de presionar a Trump porque sabemos que no es posible presionarle. Y menos aún con cuestiones como la del Green New Deal, no sirve de nada. Así que hemos de ir al terreno en que podemos tener algo de fuerza y hace falta que aprendamos de los errores durante los años de Obama, cuando francamente perdimos el tiempo durante el primer mandato de su presidencia, dándole al tipo una oportunidad en múltiples frentes. No fue hasta el segundo mandato que comenzamos a ver actos de desobediencia civil masiva, bien sea en el movimiento climático con la campaña entre el oleoducto Keystone XL y luego contra el oleoducto de acceso a Dakota en Standing Rock, el movimiento Black Lives Matter, o el de los Dreamers, el movimiento por los derechos de los migrantes.

La gente salió a la calle y se manifestó contra el gobierno de Obama, practicó la desobediencia civil y planteó alternativas potentes. Fue entonces cuando empezamos a ver alguna reacción y conseguir algunas políticas medianamente decentes. Está claro que no tenemos todo ese tiempo. De modo que lo que podamos conseguir de Biden dependerá de lo que reivindiquemos durante el periodo de transición y a partir del primer día. Todo esto suponiendo que entraremos en lo que hoy por hoy es el mejor escenario posible, a saber, que gane Biden.

Una vida en la izquierda

GB: Tu libro No Logo fue como un oasis en el desierto neoliberal que existía antes de la crisis financiera, en tiempos del movimiento altermundista. Después hiciste un documental, The Take, sobre la toma de una fábrica por los obreros en Argentina. Y luego vino La doctrina del shock, publicado en vísperas de la crisis financiera, que demostró que su tesis central es correcta. Desde entonces has publicado algunos más, entre ellos Esto lo cambia todo On Fire, tu libro más reciente, The Burning Case for the Green New Deal. ¿Puedes contarnos un poco cómo te implicaste en todo esto? ¿De dónde vino tu impulso a querer comenzar a escribir, a querer implicarte en el activismo?

NK: Bueno, siempre he escrito. Me veía a mí misma como escritora y me propuse escribir antes de verme como activista. De niña escribía mucho. Escribí un montón de mala poesía, llené muchísimos diarios, adoraba escribir, adoraba leer, y crecí en una familia activista. Mi madre es cineasta documental. Formaba parte del que creo que fue el primer estudio cinematográfico de mujeres del mundo, llamado Studio Den Canadá. Mis padres se oponían a la guerra. Vinimos a Canadá porque mi padre que quería ir a Vietnam. Mi abuelo fue un sindicalista represaliado. Trabajó para Walt Disney de animador, participó en la organización de la primera huelga de animadores y después lo despidieron y lo pusieron en la lista negra.

Así que crecí en este ambiente. Y mis abuelos y abuelas formaban parte del movimiento de Vuelta a la naturaleza en Nueva Jersey, donde participaron en la fundación de esa especie de comuna llamada Nature Friends, donde actuarían Paul Robeson y Pete Seeger y Woody Guthrie. Así que en mi infancia bebimos toda esa cultura. Y yo estaba increíblemente abochornada durante mi adolescencia en la década de 1980. Simplemente pensaba que todo eso era horroroso, muy horroroso.

Pero de alguna manera la idea se me metió en la cabeza, a través del acervo familiar. Y cuando fui a la universidad, comencé a escribir para la revista del campus y me impliqué en la actividad política. Durante mi primer año de estudiante hubo una terrible masacre en una universidad de la ciudad donde vivía, Montreal. En aquel entonces fue, creo, uno de los peores actos de asesinato indiscriminado de la historia de Canadá, cuando un tipo armado fue a una escuela de ingeniería donde creía que le habían discriminado como hombre. Era una especie de incel [célibe involuntario] adelantado a su tiempo. Esto ocurrió en 1989. Entró en el edificio y separó a los hombres de las mujeres en la escuela de ingeniería, obligó a ellas a situarse contra la pared y dijo “sois todas una banda de jodidas feministas” y mató a 14 mujeres y después se suicidó.

Luego, en estado de consternación, conectamos nuestros televisores y nuestras radios y escuchamos a un sinfín de comentaristas masculinos diciendo que no tenía nada que ver con el feminismo o las mujeres o la misoginia. Que no era más que un trastorno mental. ¿Te suena? Y esta clase de cosas te sientan como un tiro, especialmente a mí, porque había crecido en ese contexto. Hasta aquel momento yo había intentado mantenerme al margen. Mi hermano era el gran activista. Yo solo quería ser escritora y no destacar demasiado. Y de pronto me vi presidiendo reuniones y chupando de ese acervo que no me había dado cuenta que llevaba dentro, pero que lo llevaba porque crecí en un hogar en que se celebraban reuniones políticas en la sala de estar. Así fue cómo todo comenzó para mí.

GB: Tu carrera comenzó con las críticas a la globalización neoliberal. ¿Puedes contarnos brevemente cómo ha evolucionado tu crítica de lo que los liberales llamarían el orden mundial basado en reglas desde la década de 1990? En particular, ¿crees que estamos entrando en una fase de algo así como una desglobalización?

NK: No sé muy bien cuál es esta etapa en que nos hallamos. No creo que alguien lo sepa. Pero nos hallamos en una nueva etapa. Y pienso que Trump ha marcado una época diferente, en la que ha surgido sin duda un nuevo tipo de proteccionismo. Pero no creo que esté tanto en contradicción con ese orden comercial neoliberal como él quisiera que creamos, ni mucho menos. Del mismo modo que creo que a Boris Johnson le gusta posicionar al Partido Conservador en la oposición a los globalistas, etc. Creo que han aprendido a entrever la crítica profunda de que lo que representó ese régimen comercial en términos de desindustrialización, de vaciado de las economías y de precarización del trabajo. Y saben que a sus bases esto les preocupa. Así que han buscado la manera de aparentar, por decirlo así, un cambio de este orden económico mundial. Dicho esto, creo que está produciéndose un cambio real en los conflictos con China. No sé si todo esto tiene pies ni cabeza más allá del mero deseo de Trump de mantenerse en el poder.

Pero por mi parte, en la década de 1990 me puse a examinar todo esto porque escribía una columna en un periódico canadiense, Toronto Star, y edité una revista de izquierda llamada This Magazine, e hicimos muchos reportajes sobre los efectos de este régimen comercial en el mundo del trabajo. Yo informaba tanto sobre las condiciones de sobreexplotación que imperaban en las fábricas en que se producían nuestros bienes de consumo, en Indonesia y en Filipinas y otras partes, finalmente en China, y sobre el ascenso del McJobs [empleo precario]. Todo esto está en No Logo.

El punto de partida fue el intento de comprender cómo se fabricaban entonces las cosas, las cosas de nuestras vidas. Y el ascenso de lo que yo llamaba esas marcas huecas, esas marcas que no tenían sus propias fábricas. Comprendí que la cuestión no era simplemente dónde se fabricaban las cosas, sino la concepción que tenían las empresas de sí mismas, no como fabricantes de cosas, sino sobre todo como productoras de ideas, de identidades, de tribus. Era el modelo Nike, que en su tiempo fue una revolución: el hecho de ser una empresa que parecía ser una empresa que se dedicaba sobre todo a fabricar y vender zapatillas deportivas y no poseía ni una de sus fábricas. Era un nuevo modelo de negocio, ya que todas sus competidoras tenían su propia cadena de suministro, y era tan rentable que todo el mundo comenzó a imitarle.

Pero lo que yo estaba tratando de vislumbrar era la manera en que este modelo de negocio cambiaba tanto el trabajo como la cultura. Está claro que transforma el trabajo, porque lo precariza y hace que las personas que producen las cosas pierdan importancia para los poderosos, ya que se emplean a través de una red de contratistas y subcontratistas. Si hay un problema en una fábrica, le rescinden el contrato y se lo dan a otra, con lo que pierde peso el poder del factor trabajo. Pero también transforma la cultura, porque si tu producto es tu idea, tu identidad, entonces produces a través del márqueting. Produces devorando las manifestaciones y expresiones de aquellas ideas en el mundo real a través del patrocinio empresarial, etc.

Así que como joven reportera me interesaba saber cómo la cultura juvenil estaba siendo devorada en aquel periodo, y No Logo trataba tanto del trabajo como de la cultura, trataba de cómo estaba cambiando nuestra cultura, y Trump es fruto de esto. Esto es algo que me parece que es importante que comprendamos, que Trump es la primera marca hueca que ha llegado a jefe de Estado. Se podría decir que Silvio Berlusconi fue un ejemplo temprano de esto, pero Berlusconi no era una marca, ¿verdad? Posee toda esa red de medios de comunicación y equipos deportivos, etc., estaba en ese negocio, pero la marca no era Berlusconi. En el caso de Trump, la marca es Trump. Y él se ha apoyado en esto, lo ha convertido en su carrera política. No creo que la gente dedique tiempo suficiente a pensar qué significa tener una marca de presidente. Es bastante extraordinario, de veras.

GB: Resulta increíble que escribieras La doctrina del shock, que se publicó en 2007, y un año más tarde, en toda Europa y el Reino Unido, tenías gobiernos aprovechando la crisis masiva para imponer los costes de un colapso financiero a la gente trabajadora a través de la austeridad…

NK: El capitalismo es creación de crisis, como sabes, así que no es tan increíble que hubiera una crisis. En realidad, este método se ensayó en todo el mundo tras la crisis financiera asiática, tras el colapso de la Unión Soviética, la crisis del peso. De esto escribí en La doctrina del shock. Finalmente, esta práctica fue asumida  por el centro del poder en Wall Street.

GB: Está claro que esto repercutió enormemente en los movimientos en que has estado implicada desde entonces. Buena parte de la energía que impulsó los momentos de Jeremy Corbyn y Bernie Sanders se remonta, de una manera u otra, a Occupy y las protestas que se produjeron tras la crisis financiera. ¿Cuál crees que es el efecto duradero de esta crisis en la izquierda?

NK: Pienso que de alguna manera hay un hilo rojo que relaciona a tantos de estos movimientos y, por otro lado, vemos cómo se informa de ellos, como si no tuvieran que ver unos con otros. Dicen que no hay relación alguna entre los movimientos altermundistas de comienzos de la década de 2000 y de finales de la de 1990 y Occupy, y por supuesto que la hay, y hay una conexión entre el movimiento por la justicia climática y Occupy y Bernie y Corbyn. Con un poco de suerte, aprendemos de nuestros errores, y creo que una de las limitaciones de los movimientos de las plazas fue que muchos de ellos no plantearon alternativas a este sistema fallido. Había una especie de fetichismo por la ausencia de demandas; fue un no, pero no fue un sí suficientemente fuerte a lo que queremos en su lugar.

Hay excepciones a este respecto, pero creo que por parte de la gente que se implicó en la plaza Tahrir o en las revueltas masivas de Grecia y Occupy se ha formulado una crítica, una autocrítica por la incapacidad de decir más que tan solo no. Has dicho que yo estuve implicada en este movimiento. Y lo estuve. Lo apoyé y fui a Occupy unas pocas veces y hablé con activistas y asistí a reuniones, pero lo cierto es que una vez publicada La doctrina del shock y cuando la economía mundial cayó en picado tomé la decisión de que no me dedicaría a ir aquí y allá para hacer lo que comenté en broma con mi pareja, Avi, la gira de Os lo dije, porque estaba recibiendo invitaciones.

Me llegaban invitaciones, como Ven a España. Ven a Grecia. Ven aquí. Ven y háblanos de La doctrina del shock. Pensé: bueno, ¿para qué? Porque la gente lo entiende perfectamente. En las calles gritaban “No pagaremos vuestra crisis” y hubo esa increíble revuelta, llena de fuerza, de gente que nombraba lo que estaba produciéndose. Fue una crisis creada por las elites. La provocaron los bancos. El coste de la misma estaba cargándose sistemáticamente sobre las espaldas de la gente menos responsable y más vulnerable. Estaba ocurriendo en un país tras otro, y la gente resistía y denunciaba. Ya estaba claro que el mero nono iba a pararlo.

Pero de todos modos ocurrió, y fue entonces cuando decidí escribir Esto lo cambia todo, pues había tomado esa decisión concertada de distanciarme un poco. Sentí profundamente que necesitábamos un contundente, una visión realmente transformadora de la clase de mundo que queríamos. No quiero emplear la palabra solución porque no creo que la cosa sea tan simple. Sería un proceso de reparación de esta rotura interseccional, la rotura de nuestro mundo físico, lo que le hemos hecho a nuestro mundo físico con el cambio climático, con tantas otras crisis ecológicas, la herencia de cuarenta años de austeridad y la rotura de nuestra infraestructuras de cuidados, y la rotura simultánea de la construcción del Estado carcelario, que está estrechamente relacionada con toda esa desinversión en los componentes del Estado que ayudan realmente a la gente.

Así es como veo el Green New Deal. Es algo que ha adoptado muchos nombres. Cuando escribí Esto lo cambia todo, cité a una negociadora boliviana sobre el cambio climático, de nombre Angélica Navarro. También era la embajadora boliviana en la Organización Mundial del Comercio, y reclamó un Plan Marshall para la Tierra. Era la misma idea. Creemos puestos de trabajo y luchemos contra la disrupción climática al mismo tiempo. Paguemos reparaciones por el colonialismo y la esclavitud. Estas son las palabras que dan miedo, pero es lo que tenemos que hacer.

 

Recuerdo que estuve en Europa cuando investigaba para el libro y me reuní con Alexis Tsipras y gente de Podemos. Tsipras me dijo, literalmente: “Nadie se preocupa ya del medio ambiente. Solo les preocupa la economía.” Yo le contesté algo así como: “Tu trabajo es hacer que se preocupen. Les trae sin cuidado porque sienten que tienen que optar por una cosa u otra, pero no tienen por qué optar. Es posible. Necesitamos una visión de cómo crear puestos de trabajo y superar la crisis climática al mismo tiempo. Esta es la vía de salida de la crisis.” Lo rechazó de plano. En aquel entonces escuchamos otros discursos similares, recuerdo a Pablo Iglesias diciendo que “la gente no puede preocuparse por el clima cuando tiene que llevar comida a la mesa”, y es lo mismo, no les obligues a optar. Como sabes, Grace, toda la idea de un Green New Deal o como quieras llamarlo es que dice a la gente: “Podemos crear puestos de trabajo para alimentar a las familias y al mismo tiempo curar el planeta y librarnos de los combustibles fósiles.”

Fue una oportunidad perdida, una oportunidad perdida a escala mundial, pero hemos de ser autocríticas al respecto. Pienso que ahora hay una generación de activistas por la justicia climática y políticos rebeldes que han captado la profundidad de este error y promueven por fin esta visión interseccional. Lo que estuve haciendo en aquel entonces era trabajar sobre lo que al final fue nuestra hoja de ruta, que lanzamos primero en Canadá, el Leap Manifesto [Manifiesto del salto], hace exactamente cinco años.

La crisis de la Covid

GB: En este momento nos hallamos en plena crisis mundial generada por la pandemia de covid-19. ¿Crees que estamos a punto de encajar otra lección en la línea de la política de La doctrina del shock? ¿O acaso eres más optimista y crees que seremos capaces de aprovechar este momento para impulsar un cambio real sobre la base del hecho de que tenemos una política formulada más alrededor de la idea de lo que podrías llamar un que simplemente un no? ¿Podría ser el Green New Deal nuestro en este momento, por el que podemos luchar y que podemos impulsar tras una crisis que va a causar tanto sufrimiento y exigirá renovar completamente tanto nuestros sistemas económicos como sociales?

NK: Debería serlo, y pienso que necesitamos una visión tan expansiva como sea posible, que realmente junte a los movimientos, porque también nos hallamos en medio de lo que se ha venido en llamarse un ajuste de cuentas racial, una revuelta por la justicia racial. Hay quien empieza a hablar de Black and Red and Green New Deal. Me gusta esta formulación porque pienso que queda por hacer un montón de trabajo para hacer confluir realmente estos movimientos, asumiendo las demandas, las demandas transformadoras de todos los movimientos, incluida la de dejar de financiar a la policía y acabar con el Estado carcelario e invertir en infraestructuras de cuidados.

Hace falta que el movimiento feminista nos informe en este sentido, de modo que consigamos un Green New Deal tan amplio como sea posible y que entre en resonancia con tanta gente que luche por ello como sea posible. No se trata simplemente de una cuestión de corrección política ni de poner crucecitas en montones de casillas. La cuestión es esta: ¿cómo construyes una coalición ganadora? ¿Cómo motivas a la gente para que luche por algo? Porque como hemos dicho al comienzo, perdimos las batallas en que tuvimos una oportunidad de contar con gobiernos que hicieran esto. Nuestras mejores perspectivas ahora son un Partido Laborista centrista y un Partido Demócrata centrista.

Así que lo que hace falta es que los movimientos sociales se unan en torno a este , y que entusiasmen realmente a la base, a una multitud de personas, para luchar por esto e implementarlo a escala local. Tenemos que mirar en qué ciudades gobiernan. ¿Por qué no podemos hacer muchas más cosas en este sentido en Londres, por ejemplo? ¿O en Manchester? Y lo mismo podemos decir de Nueva York y San Francisco y Los Ángeles. Son espacios en que no podemos limitarnos a culpar a Johnson y Trump. Se supone que tenemos algún poder en esos lugares, donde no ha ocurrido lo suficiente, y eso importa porque la mayoría de la población vive en ciudades. Así que si pueden ver que su calidad de vida mejora cuando conseguimos que se apliquen algunas de estas políticas, entonces el argumentario de la derecha, que blande el empleo frente al medio ambiente, comenzará a desmontarse porque la experiencia vivida por la gente demostrará lo contrario, que no hace falta que elijan una cosa o la otra.

GB: Ahora que asistimos, como dices, a la recuperación por candidatos centristas de partidos políticos en EE UU y el Reino Unido, ¿ves alguna posibilidad viable de lograr realmente el Green New Deal? Hemos hablado un poco de la importancia que los movimientos sean más radicales en estas cuestiones. A fin de cuentas, necesitaremos una legislación. Este es un problema de acción colectiva de masas. ¿Ves alguna posibilidad de lograr este cambio legislativo, pero también de reunir el volumen de recursos colectivos que necesitaremos para abordar esta cuestión ahora que los sectores de izquierdas de dichos partidos han sido derrotados?

NK: Creo que la cosa es bastante más complicada. Lo habría sido de todas maneras, porque lo cierto es que lo que hemos visto durante las campañas, y me refiero a la basura que se ha estado echando sobre Corbyn y Sanders y al hecho de que una parte significativa del Partido Laborista preferiría sin duda votar a Johnson que no a Corbyn, y una parte significativa de Demócratas centristas se arriesgarían antes a un segundo mandato de Trump que a tener un presidente socialista democrático, significa que lo que hemos experimentado apenas es una pequeña degustación de lo duro que habrían tenido que batallar si hubieran ganado. Así que no habría sido fácil, y puede que no hubiera conducido a nada.

Estamos hablando de otra vía distinta, una que requiere una movilización masiva. Cuando hablamos de la presión de los movimientos sociales, si observas lo que ocurrió en la década de 1930, cuando Franklin D. Roosevelt era presidente, lo que acontecía en la izquierda en EE UU era simplemente extraordinario. Había cada vez más huelgas todos los años. Dirías que cuando consigues la seguridad social y el seguro de desempleo y el final de los bancos, la gente podría pensar que no haría falta una huelga general, pero lo cierto es que eso ocurrió cuando ya había una huelga general.

Mi amigo Raj Patel ha confeccionado una gráfica sobre las alteraciones de la vida laboral durante la década de 1930. Lo que vemos es que a medida que se desarrollaba el New Deal, el número de huelgas aumentó rápidamente. El punto álgido se alcanzó en 1937, y el New Deal comenzó en 1933. Fue cuando bloquearon ciudades enteras, puertos, etc. No fue una mera protesta: fueron poblaciones movilizadas. Por eso Howard Zinn pudo decir: “Sí, pregúntate por quién votas cuando estés en la cabina donde se hallan las papeletas. Pero el resto del tiempo, construye poder.”

El libro de Zinn, La otra historia de los Estados Unidos, trata de esta clase de poder, que se organizaba barrio por barrio, lugar de trabajo por lugar de trabajo, para construir esa fuerza capaz de conseguir algo de la magnitud del New Deal original, que como sabemos dejó fuera a las mujeres, dejó fuera a mucha gente trabajadora negra, porque no incluyó a la mano de obra agrícola ni a las empleadas domésticas. Y había una discriminación sistémica en el movimiento obrero, pero también tenía programas que proporcionaron más recursos a las poblaciones afroamericanas e indígenas que cualquier otro programa posterior.

Constituyen legados complicados, y tenemos que aprender tanto de sus fallos como de sus aciertos. Así que sí, pienso que es posible. Es realmente difícil y se trata de comprender que tenemos que reconstruir sobre los escombros del neoliberalismo. De alguna manera, creo que tal vez hayamos sido demasiado ingenuas al pensar que podríamos haberlo hecho de arriba abajo. Porque Corbyn y Sanders, si hubieran ganado, no tendrían detrás a poblaciones organizadas como las tuvo Roosevelt, porque no podemos reconstruir tan rápido partiendo de cincuenta años de ataques contra el movimiento obrero. Por tanto, el panorama es distinto y esta es una labor que necesitamos desesperadamente llevar a cabo.

Volviendo a lo que me preguntabas sobre la pandemia y cómo podríamos vencerla, creo que una de las cosas que ha hecho la pandemia es mostrar a millones de trabajadores y trabajadoras –que habían sido tratadas como un objeto de usar y tirar, cuyo trabajo había sido degradado al máximo, a las que habían dicho que no estaban cualificadas, que eran fáciles de reemplazar– que de hecho son los trabajadores y trabajadoras más esenciales en nuestra economía. Han sido calificadas de trabajadoras esenciales. Y si miras quiénes son las trabajadoras esenciales, se trata de la clase trabajadora, de la gente que hace que la rueda siga girando. Son las personas que cuidan a la gente mayor. Sabemos que quiénes hablamos. Hablamos de las personas que aseguran que lo básico funcione.

Quiero afinar mucho en cómo lo digo, porque pienso que muchas de esas personas no sabían lo importante que es su trabajo. Pero mira, la ideología neoliberal es una fuerza poderosa. Ahora, el personal de Amazon sabe que su trabajo es crucial para suministrar alimentos y ropa a la gente. Creo que en este aspecto no tendremos la misma situación que en la década de 1930, en qué significa ejercer el poder esencial de la clase trabajadora. Está organizándose en línea y en persona, pero estas son nuevas herramientas que se están organizando.

Pienso que existen distintas palancas en diferentes épocas del capitalismo, pero esta es nuestra esperanza; la que depositamos en los trabajadores y trabajadoras esenciales que han sido tan maltratadas. Podemos hablar de las enfermeras que han tenido que atender a pacientes de covid-19 sin los equipos necesarios para protegerse ellas mismas y a sus familias, pero hay tanta gente trabajadora enfurecida en estos momentos, y con toda la razón. Y allí hay poder si logramos movilizarlo.

02/10/2020

Naomi Klein es periodista y activista. Grace Blakeley es redactora de Tribune.

 

https://www.jacobinmag.com/2020/10/naomi-klein-neoliberalism-rebuild

 

Traducción:viento sur

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La pandemia enriquece todavía más a los ricos y ha llegado la hora de que paguen más impuestos

Fuentes: The Guardian / El Diario -Foto: Gráfica de Howmuch.net
Por: Bernie Sanders

Sanders, representante del pujante movimiento progresista de EEUU, explica sus argumentos para una reforma fiscal ante una crisis estructural

Vivimos un momento excepcional en la historia de Estados Unidos: una crisis de salud pública, la peor crisis económica desde la Gran Depresión, la amenaza del cambio climático y un presidente que dirige nuestro país hacia el autoritarismo. En este contexto de crisis múltiples, estamos prestando poca atención a otra realidad muy preocupante: el obsceno nivel de desigualdad de ingresos y riqueza que existe en nuestro país y el hecho de que, durante la pandemia, esta desigualdad se está agravando mucho más.

Mientras que decenas de millones de estadounidenses lidian con una situación económica desesperada (desempleo, pérdida de cobertura médica, desahucios, hambre), los más ricos se están haciendo mucho más ricos. Comparto tres cifras que deberían sacudir a todos los estadounidenses:

13.000 millones de dólares. Esta es la cantidad que Jeff Bezos (fundador de Amazon), el hombre más rico del mundo, ganó en un solo día. Mientras tanto, su conglomerado de empresas niega a los trabajadores la baja por enfermedad, la indemnización por riesgos y no garantiza un lugar de trabajo seguro a cientos de miles de trabajadores.

21.000 millones de dólares. Esta es la cifra que la familia Walton, la familia más rica del país (propietaria de los establecimientos Walmart) ganó en las últimas 20 semanas. Mientras, los contribuyentes estadounidenses siguen subvencionando los salarios de miseria de Walmart, el mayor empleador privado del país.

731.000 millones de dólares. Eso es lo que aumentó la riqueza de 467 multimillonarios desde que la Reserva Federal comenzó a tomar medidas de emergencia para reforzar el mercado de valores en marzo.

Por increíble que parezca, gracias a la rebaja fiscal del presidente Trump a los ricos firmada hace unos años, los multimillonarios ahora pagan una tasa impositiva efectiva más baja que los maestros, las enfermeras, los bomberos o los camioneros.

El espectacular aumento de la riqueza que han obtenido los multimillonarios durante la pandemia se produce en un momento en que 92 millones de estadounidenses no tienen seguro, o tienen uno que no les da una cobertura adecuada, y decenas de millones de estadounidenses se enfrentan a desahucios o ejecuciones hipotecarias.

En un contexto en el que muchos de nuestros conciudadanos atraviesan dificultades económicas, es moralmente obsceno que unos cuantos multimillonarios -el 0,0001% más rico del país- utilicen una pandemia mundial como una oportunidad para obtener beneficios escandalosos después de un rescate de facto de la Reserva Federal.

Ha llegado el momento de cambiar nuestras prioridades nacionales. En lugar de permitir que los multimillonarios se enriquezcan todavía más, el Congreso debe defender a las familias trabajadoras. Un buen punto de partida sería gravar las elevadas ganancias que los multimillonarios han obtenido durante la pandemia y usar ese dinero para garantizar el derecho a la atención médica mientras dure esta crisis de salud pública.

Según Americans for Tax Fairness (Estadounidenses a Favor de un Sistema Impositivo Justo), si se impusiera en Estados Unidos un impuesto del 60% sobre las ganancias de riqueza a tan sólo 467 multimillonarios, se recaudarían más de 420.000 millones de dólares. Con este dinero Medicare podría cubrir todos los gastos de salud de todo el país, incluyendo los medicamentos recetados, durante todo un año.

Piénsenlo. Al imponer un impuesto del 60% sobre las ganancias de riqueza de sólo 467 multimillonarios, Medicare podría garantizar una atención sanitaria a todo el país y nadie, independientemente de su cobertura, tendría que pagar ninguna factura médica de bolsillo en los próximos 12 meses. Esto es lo que se conseguiría con la propuesta de ley Make Billionaires Pay Act I (Haz que los Multimillonarios Paguen) que he presentado con los senadores Ed Markey y Kirsten Gillibrand.

Con esta ley, nadie que sea diagnosticado con cáncer tendría que pedir dinero a desconocidos en GoFundMe. Nadie con diabetes moriría por no poder pagar su insulina. Nadie con síntomas de coronavirus tendría miedo de ir al médico por el coste, y se arriesgaría a infectar a sus vecinos, colegas, familiares o amigos.

Mientras la lucha por Medicare para Todos continúa, por lo menos durante los próximos 12 meses, todos los estadounidenses podrían recibir la atención médica que necesitan durante esta crisis de salud pública. Y todo podría ser pagado por un impuesto de un 60% sobre las principales fortunas que los más ricos del país han acumulado durante esta terrible pandemia.

Entiendo que a algunas personas un impuesto del 60% les parezca un aumento de impuestos muy pronunciado. Bueno, déjeme aliviar esas preocupaciones. Incluso después de pagar el impuesto, estos 467 multimillonarios seguirán ganando 310.000 millones de dólares. Confíe en mí. Sus familias sobrevivirán.

Como país, hace mucho tiempo que deberíamos haber abordado la grotesca brecha de desigualdad de ingresos y riqueza. En mi opinión, no podemos seguir tolerando que las tres personas más ricas de Estados Unidos posean más riqueza que el 50% de la población, que el 1% superior posea más riqueza que el 92% de la población y que el 45% de todos los nuevos ingresos vayan al 1%.

En un momento de enorme dolor y sufrimiento económico, tenemos que tomar una decisión. Podemos seguir permitiendo que los muy ricos se hagan mucho más ricos mientras que la mayoría de los demás se hacen más pobres. O podemos gravar las ganancias de unos pocos multimillonarios durante la pandemia para mejorar la salud y el bienestar de decenas de millones de estadounidenses.

Ha llegado el momento de que el Congreso actúe en nombre de la clase trabajadora que está sufriendo como jamás lo ha hecho antes, no de la clase multimillonaria, a quien le va fenomenalmente bien y nunca se ha visto en otra igual. Hacer pagar a los multimillonarios la expansión de la cobertura de Medicare a todos los ciudadanos durante una emergencia de salud pública es un buen punto de partida.

Traducido por Emma Reverter.

Foto de portada: Gráfica de millonarios distribuidos por estado de Estados Unidos (NY: Nueva York; CA: California, etc.).

Gráfica: https://howmuch.net/articles/americas-millionaires-by-state

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/pandemia-enriquece-todavia-ricos-llegado-hora-paguen-impuestos_129_6160643.html

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Universidades de EEUU temen perder reputación académica

América del Norte/ EEUU/ 21.07.2020/ Fuente: www.chicagotribune.com.

Incluso con una victoria en nombre de los estudiantes internacionales, las universidades de Estados Unidos temen estar perdiendo una lucha más amplia por la reputación de la nación como hogar de los mejores alumnos del mundo.

Los líderes universitarios lo ven como una erosión constante. Dicen que los repetidos intentos de la administración de Donald Trump para frenar la inmigración han enviado a los estudiantes un mensaje de que no son bienvenidos en Estados Unidos. Las universidades dicen que los estudiantes extranjeros están escuchando: desde que Trump fue elegido en 2016, el número de nuevos estudiantes internacionales que llegan a Estados Unidos ha disminuido 10%, después de años de crecimiento.

Ya existe la preocupación de que la pandemia de coronavirus y una desaceleración en el procesamiento de visas podrían evitar que miles de estudiantes regresen este otoño. Los estudiantes extranjeros ahora enfrentan aún más incertidumbre ante lo rápido que pueden cambiar las políticas, y por nada más que un capricho político, dijo Kim Wilcox, canciller de la Universidad de California, Riverside.

“La educación superior en Estados Unidos todavía se ve como el estándar de oro en todo el mundo, pero el acceso a ella conlleva todo tipo de riesgos”, dijo Wilcox. “Hay una sensación creciente de que simplemente no somos un lugar acogedor”.

La última política de Trump habría obligado a los estudiantes internacionales en Estados Unidos a transferirse o abandonar el país si sus escuelas tuvieran clases completamente en línea debido a la pandemia. Incluso aquellos en las universidades que ofrecen una combinación de clases en línea y en persona tendrían prohibido tomar todas sus clases en línea.

Más de 200 universidades están respaldando una demanda federal de la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Otras siete demandas siguieron cuando otras universidades y estados apelaron la orden ejecutiva. Al final, convocados por los tribunales, las autoridades federales revocaron la medida.

Esto es visto por muchos como parte de la reciente campaña de Trump para presionar a las escuelas y universidades de la nación para que reabran este otoño, incluso cuando el coronavirus sigue aumentando.

Fuente de la noticia: https://www.chicagotribune.com/espanol/sns-es-coronavirus-universidades-eeuu-temen-perder-reputacion-academic-20200720-3mdhte2isfgqlcnndgnkzzv36q-story.html

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La chispa de Minneapolis

Por: Atilio A. Boron. 

 

Los afroamericanos están en una situación estructural de desventaja con los blancos: bajos ingresos, menor educación y mayor desempleo conformando un círculo vicioso heredado de la larga historia de la esclavitud y cuyas sombras se proyectan hasta el presente.

En 1944 Gunnar Myrdal, un sueco que había recibido el Premio Nobel de economía, escribió un libro titulado “El dilema norteamericano” para desentrañar las raíces del llamado “problema negro” en Estados Unidos. Su investigación demostró que los afroamericanos eran percibidos y tratados por los blancos -salvo un sector que no compartía esa creencia- como una “raza inferior” a la cual se le negaba el disfrute de los derechos supuestamente garantizados por la Constitución. Por eso los afroamericanos quedaban en situación estructural de desventaja con los blancos: bajos ingresos, menor educación y mayor desempleo construyeron la trama profunda de un círculo vicioso heredado de la larga historia de la esclavitud y cuyas sombras se proyectan hasta el presente. Myrdal concluyó su estudio diciendo que Estados Unidos tenía un problema, pero era de otro color: blanco. Una población denostada, agredida y discriminada, que incluso después de un siglo de abolida la esclavitud debía luchar contra la cultura del esclavismo que  sobrevivió largamente a la terminación de esa institución.

El Informe de la Oficina del Censo de EEUU del año 2019 confirma la validez de aquel lejano diagnóstico de Myrdal al demostrar que si el ingreso medio de los hogares estadounidenses era de $ 63.179 y  el de los hogares “blancos” $ 70.642 el de los afroamericanos se derrumbaba hasta los $ 41.361 y el de los “hispanos” caía pero estacionándose en $ 51.450. Los blancos son el 64 % del país, pero el 30 % de la población carcelaria; los negros suman el 33 % de los convictos siendo el 12 % de la población. El 72 % de los jóvenes blancos que terminan la secundaria ingresan ese mismo años a una institución terciaria, cosa que sólo hace el 44 % de los afrodescendientes. Las recurrentes revueltas de esa etnia oprimida atestiguan el fracaso de las tímidas medidas adoptadas para integrarla, como la tan discutida “acción afirmativa.” La pandemia del Covid-19 agravó la situación, poniendo de manifiesto la escandalosa discriminación existente: la tasa de mortalidad general por ese virus es de 322 por millón de habitantes y baja a 227 para los blancos, pero sube bruscamente entre los negros a 546 por millón. Y la depresión económica que la pandemia potenció exponencialmente tiene entre sus primeras víctimas a los afrodescendientes. Son ellos quienes figuran mayoritariamente entre los inscriptos para obtener el módico y temporario seguro de desempleo que ofrece el gobierno federal. Y además son el grupo étnico mayoritario que está en la primera línea del combate a la pandemia.

Esta explosiva combinación de circunstancias sólo necesitaba un chispazo para incendiar la pradera. El asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis filmado minuto a minuto y viralizado en instantes aportó ese ingrediente con los resultados ya conocidos. La criminal estupidez de un Trump desquiciado por más de cien mil muertos a causa de su negacionismo y por el abismo económico que se abrió a sus pies a cinco meses de la elección presidencial hicieron el resto. En un tuit amenazó a los manifestantes con “meter bala” si proseguían los disturbios, igual que los esclavócratas sureños del siglo diecinueve. Signos inequívocos de un fin de ciclo, con violencia desatada, saqueos y toques de queda desafiados en las principales ciudades. Cualquier pretensión de “volver a la normalidad” que produjo tanta barbarie es una melancólica ilusión.

Fuente del artículo: https://rebelion.org/la-chispa-de-minneapolis/

 

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El mapa de las protestas raciales en EEUU: más de 100 ciudades en casi todos los estados

América del Norte/ 02.06.2020/ Fuente: www.elconfidencial.com.

La primavera del coronavirus está dando paso en apenas una exhalación a un nuevo «Verano de la Ira». La ira de los afroamericanos y la sociedad estadounidense en general contra la violencia sistémica contra las personas negras, destapada con la muerte -ya declarada homicidio- del afroamericano Geoge Floyd a manos de un policía en Mineápolis. Desde ese primer foco en el estado de Minesota, se han ya extendido a prácticamente todo el país, registrándose manifestaciones y protestas en más de un centenar de ciudades y casi todos los estados, en las ya ocho noches que se prolonga la tensión racial en EEUU. Aunque no hay datos oficiales todavía, según el historiador Douglas Brinkley a la CNN, EEUU está viviendo la ola de protestas más intensa “desde el asesinato de Martin Luther King Jr en 1968”.

Las palabras del presidente Donald Trump la noche del lunes, que se dirigió a la nación catalogando a los disturbios como «actos de terrorismo doméstico» y amenazando con desplegar al Ejército dentro del propio país si los alcaldes y gobernadores no movilizaban las fuerzas de la Guardia Nacional en suficientes números como para acabar con las protestas, no han impedido que la noche del lunes al martes se violara el toque de queda en más de una decena de ciudades tanto para vigilias en memoria de Floyd (en el lugar de su homicidio a manos de un policía en Mineápolis) como en lo que más tarde ha degenerado de nuevo en disturbios o saqueos.

Leyenda

En rojo, las ciudades donde se han producido protestas y manifestaciones por la muerte de George Floyd en la última semana.

En negro, vídeos, fotografías y ejemplos más importantes de los estallidos de violencia y disturbios durante las manifestaciones. Los vídeos y las imágenes son ampliables.

En azul, estados donde se han desplegado tropas de la Guardia Nacional para intentar controlar las protestas.

«Hoy he recomendado encarecidamente a los gobernadores que movilicen la Guardia Nacional en números suficientes para que dominemos las calles. Alcaldes y gobernadores deberán establecer una presencia abrumadora de agentes del orden hasta que la violencia sea frenada. Si una ciudad o un estado se niegan a tomar las acciones necesarias para defender la vida y la propiedad, desplegaré el Ejército de EEUU y resolveré rápidamente su problema», amenazó Trump el lunes.

130 ciudades, 21 estados en alerta

La de este lunes al martes se trata de la octava noche consecutiva de protestas, que desafían las cada vez más medidas impuestas por los estados y alcaldes para intentar controlarlas. Más de 40 ciudades, incluidas Washington DC. y Nueva York, han impuesto toques de queda nocturnos a partir de las 19:00 hora local, y al menos 21 estados (de 52) han desplegado tropas de la Guardia Nacional para intentar controlar a los manifestantes y estallidos de violencia. Varios estados (Arizona, Texas y Virginia) han declarado además el estado de emergencia o de desastre, que da a la policía más poderes.

En total, se han celebrado manifestaciones en más de 130 ciudades de prácticamente toda la geografía de EEUU. A nivel nacional, se han producido más de 4.400 detenciones.

Mientras que durante el día la mayoría de las protestas se han mantenido pacíficas, aunque con múltiples ejemplos de violencia y abuso policial contra los manifestantes registrados en vídeo o incluso por las cámaras en directo de los medios de comunicación [puedes ver algunos ejemplos en el mapa superior, en los puntos de color negro] por las noches se han desatado disturbios que han llegado incluso hasta las puertas de la Casa Blanca. En todo el país han ardido comisarías (en Mineápolis), negocios y coches de policía. Las culpas han volado lado a lado: Trump ha apuntado -sin ofrecer pruebas- al movimiento «antifa», catalogándola de «organización» y amenazando con declararla grupo terrorista, mientras que voces demócratas en los estados más afectados han señalado -también sin pruebas- a «agentes del fuera [del estado]» y a «supremacistas blancos».

Los medios de comunicación han sido en esta ocasión víctimas recurrentes. A la detención durante los primeros días de las protestas de un periodista negro de la CNN y el resto de su equipo en directo en Mineápolis, se han añadido nuevos arrestos en varias ciudades y varios incidentes de violencia policial: en Louisville, una reportera y su cámara recibieron disparos de proyectiles no letales de un policía que apuntó directamente hacia ellos (grabado y retransmitido en directo) y en Mineápolis una fotorreportera recibió un disparo de bala de goma en el ojo [puedes encontrar esos y otros ejemplos en el mapa]. También se han producido ejemplos de violencia entre los manifestantes: en Washington DC un periodista fue agredido por la multitud con su propio micrófono y las oficinas de la CNN en Atlanta también fueron atacadas en los disturbios.

Video insertado

Con el recrudecimiento de las protestas, empiezan a contarse las víctimas mortales. La madrugada del lunes la policía de Louisville (Kentucky) mató a disparos a un hombre que se manifestaba en la ciudad. Según la versión de la policía, los agentes respondieron a disparos contra ellos mientras intentaban dispersar una protesta. El jefe de policía de Louisville ha sido despedido tras el incidente. Se trata de la última víctima durante las protestas, que ya suman (según un conteo de medios locales) al menos 7 personas en Indianápolis, Chicago, Louisville, Detroit o St Louis.

Cronología de las protestas

25 de mayo: George Floyd muere bajo custodia policial

26 de mayo: Primeras protestas en Mineápolis (estado de Minesota), la policía utiliza gas lacrimógeno contra los manifestantes. Los cuatro agentes implicados en la muerte de Floyd son despedidos.

27 de mayo: Las protestas se extienden a otras ciudades, como Menfis o Los Angeles.

28 de mayo: Minesota moviliza a la Guardia Nacional.

29 de mayo: Arrestan a Derek Chauvin, el agente que mató a Floyd. Los cargos son homicidio en tercer grado. Paralelamente, el presidente Donald Trump tuitea amenazando con «disparos» si continúan los saqueos. Horas después, Twitter oculta el tuit por «glorificación de la violencia». Esa noche, las protestas se multiplican en las principales ciudades del país, incluido Washington DC, donde los manifestantes llegan hasta la Casa Blanca. Primer muerto en Detroit.

31 de mayo: Muchas ciudades empiezan a aplicar toques de queda. Otros estados movilizan también a la Guardia Nacional. Los muertos por disparos en las protestas suben ya a seis.

1 de junio: Donald Trump amenaza con desplegar el Ejército en el país si los estados no movilizan a la Guardia Nacional para acabar con las protestas.

Fuente de la noticia: https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-06-02/mapa-protestas-george-floyd-estados-unidos_2619428/

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Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU: El proceso de paz nunca tuvo la intención de dar a los palestinos un estado

Asia/Palestina/27/05/2020/Autor y Fuente: mondoweiss.net

La “tragedia” para los palestinos es que confiaron en los Estados Unidos, pero “leyeron mal” sus intereses centrales. La pregunta obvia: ¿por qué destruir los derechos humanos de los palestinos es un interés central de los EEUU, de hecho, por qué el sionismo es un interés central de los EEUU?. 

 

Steven Cook, del Consejo de Relaciones Exteriores, tiene un artículo en Foreign Policy que dice que Estados Unidos debería eliminar gradualmente la ayuda a Israel y “poner fin a la relación especial” porque el proceso de paz ha alcanzado su objetivo real: Israel está establecido como un país seguro con un nivel de vida rivalizando con el Reino Unido y Francia, y sin amenaza militar real.

Esto quita la máscara del proceso de paz, diciendo exactamente lo que Edward Said, Rashid Khalidi y Ali Abunimah dijeron hace décadas: esto está destinado a fracasar, nunca habrá soberanía palestina.

Cook dice que el “interés central” de los Estados Unidos en el Medio Oriente siempre fue la “seguridad” de Israel, por lo que el proceso de paz tenía que girar para siempre en torno a este interés.

Los responsables políticos de EE. UU. han creído durante mucho tiempo que una solución de dos estados era la mejor manera de garantizar la seguridad de Israel, y los presidentes de EE. UU., desde Bill Clinton hasta Barack Obama e incluso el propio Donald Trump han perseguido repetidamente ese objetivo. Pero el hecho mayormente desconocido sobre el estancamiento de dos estados, y tal vez la razón por la que Washington no ha tenido la voluntad política para superarlo, es que esto ha ayudado a Estados Unidos a lograr uno de sus principales intereses en la región: ayudar y garantizar la seguridad israelí 

La “tragedia” para los palestinos es que confiaron en los Estados Unidos y “leyeron mal” los intereses centrales de los Estados Unidos, explica Cook; y por eso, ahora tienen que vivir para siempre en los bantustanes.

La tragedia en todo esto es el despojo permanente de los palestinos, quienes sin duda se indignarán por que Washington se lave las manos del conflicto, sellando su destino para vivir para siempre bajo las botas del Ejército israelí y empujados a los bantustanes. Estarían justificados en su ira. También han interpretado mal los intereses centrales de Estados Unidos en el Medio Oriente, que realmente no están preocupados por los palestinos, quienes, contra toda evidencia, confiaron en los Estados Unidos.

La próxima vez que alguien hable de que los árabes realmente no quieren decir lo que dicen o de llevar a cabo una política exterior poco clara, recuérdeles que incluso un experto del Consejo de Relaciones Exteriores dice que Estados Unidos mintió a los palestinos durante 25 años con falsas promesas.

La pregunta obvia que surge es por qué destruir los derechos humanos de los palestinos es un interés central de los EE. UU., de hecho, por qué el sionismo es un interés central de los EE. UU., y sí, hasta qué punto esto refleja el poder del lobby de Israel en nuestra política. Durante una generación hemos tenido mediadores de la Casa Blanca que fueron etiquetados como “abogados de Israel”, o que le dijeron al público de la sinagoga “Necesitamos ser defensores de Israel”, o que pasaron directamente de sus publicaciones en la Casa Blanca de Obama a trabajos de defensa de Israel (Dan Shapiro y Tamara Cofman Wittes).

Ninguno de estos bufones tuvo ningún interés real en otorgar soberanía a los palestinos.

¿Y cuánto de la inestabilidad de los vecinos de Israel también ha servido a ese interés “central”? Israel está muy cómodo, dice Cook, porque “Irak y Siria están en ruinas”. El Líbano se está desmoronando.

Deberíamos estar agradecidos con Cook por decir que el objetivo del proceso de paz era hacerlo fracasar; y ese fracaso fue todo por el interés de Israel.

El Foro de Política de Israel emitió una idea similar cuando Netanyahu comenzó a amenazar con anexar Cisjordania el año pasado:

El anexar, exacerbará las divisiones partidistas sobre Israel en los Estados Unidos, erosionará en última instancia la seguridad de Israel, dará una victoria innecesaria y clara al movimiento BDS y anulará décadas de políticas cuidadosamente calibradas sobre Israel.

Décadas de una política cuidadosamente diseñada sobre Israel, significa que los sionistas liberales o de otra manera, aprueban un estado palestino, pero en última instancia no tienen ningún problema con la ocupación porque el status quo es bueno para Israel. Es democracia para los judíos y el apartheid para los palestinos.

Y cuando surge un esfuerzo real para hacer que Israel pague un precio por sus violaciones de los derechos humanos, los sionistas liberales saltarán a etiquetar al BDS como antisemita.

Fuente: https://www.anred.org/2020/05/24/consejo-de-relaciones-exteriores-de-eeuu-el-proceso-de-paz-nunca-tuvo-la-intencion-de-dar-a-los-palestinos-un-estado/

Fuente Original: mondoweiss.net

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