«Quédate en casa», quien tenga casa

«Quédate en casa», quien tenga casa

 

Una lectura desde la pedagogía crítica de la campaña contra el COVID-19

Cristo I. Mahugo

 

Queda consabida la reciente noticia del Gobierno de España sobre el COVID-19 y la aprobación del decreto de «estado de alarma». Es robustamente imperioso recordar, valorar y respetar el enorme esfuerzo que han hecho y están haciendo —principalmente— el personal sanitario; no solamente por el «trabajo» propiamente dicho, sino igualmente por la implicación comprometida que están teniendo (muchos de ellos de forma autónoma y autogestionada) con las campañas de sensibilización (información, notificaciones) y de comunicación (videograbaciones, audios).

La principal recomendación que están llevando a cabo el Gobierno, el personal sanitario y un numeroso grupo de celebridades (cantantes, escritores y escritoras, presentadores y presentadoras) es la denominada «Quédate en casa» (centrada en protocolos de actuación, medidas de control y explicaciones sobre transmisión y síntomas del COVID-19). Nos resulta interesante, más allá de la importancia que tienen este tipo de campañas, esbozar un ligero análisis sobre su preventivo titular («Quédate en casa»); llamaremos a esto, en terminología pedagógica, una «lectura propedéutica [1]».

Sabemos que la «propedéutica» la podemos entender como la «enseñanza preparatoria o previa al estudio de una disciplina» (Picardo Joao, 2005: 316) y que, a menudo, la empleamos como sinónimo de preparación y/o prevención. Por tanto, nuestra lectura tendrá dos ejes: el preventivo, por un lado, y el preparatorio, por otro.

Una lectura preventiva de tal titular es aquella que se hace habitualmente sobre las recomendaciones y consejos que «ayudan a disponer anticipadamente lo necesario para un fin». Si el fin de tal campaña es «evitar, en la mayor medida posible, nuevos contagios», entenderemos que su disposición anticipada será buscar los medios e interiorizar los comportamientos que resulten favorecedores para la consecución de tal fin.

Una lectura preparatoria de tal titular nos recuerda —valorando su faceta preventiva también— el valor que implica «estudiar» (del latín estudio, studium [2]) con el objetivo de comprender algo (profundizar en ese algo). La profundización que queremos mencionar aquí (y no es la única desde una lectura pedagógica pero sí es relevante no olvidarla) es el cierto «ataque de pánico [3]» y las compras compulsivas que estamos viviendo últimamente. Tales comportamientos nos pueden parecen «normales» debido al miedo personal al contagio y sus inherentes consecuencias (en algunos casos, mortales). Así, el ataque de pánico [4] (reacción) nos empuja a comprar compulsivamente (buscar los medios) para evitar el contagio y su propagación (el fin). La otra cara de la moneda posee también una notable apreciación: que tales actos compulsivos llevan aparejada la idea de evitar el contagio de mí o de los míos (principalmente), de llevar un necesario protocolo de prevención y de resguardarme en casa. Pero, ¿qué pasa con aquellas personas que no pueden acceder a esos medios y no pueden resguardarse en casa (porque no tienen casa) [5]? Si somos más fieles al prefijo «pan-» (en griego, todo) y menos a la deidad griega «Pan» (Panikós, terror), nos invitaremos a pensar en «ese todo»; es decir, a «pensar en todo(s)».

Si el principal «valor cívico» que observamos en los mass media y en las redes sociales en los últimos días es la solidaridad (por ej., «sé solidario y quédate en casa» o «sé solidaria y cumple el protocolo de prevención»), deberemos recordar también lo siguiente: primero, que lo cívico proviene de «ciudadano» y «ciudad», lo que significa no olvidar a todas aquellas personas ciudadanas que no tienen (por determinadas cuestiones) las disposiciones para «acceder a esos medios» y «resguardarse en casa» (por la presente razón de que no disponen de dinero o casa, entre otros); y segundo, que lo solidariamente cívico no consiste solamente en pedir información a los equipos responsables o recibir tratamiento de los equipos profesionales, sino también solicitar —con la misma fuerza y derecho— que el personal político no se olvide de las personas sin medios y sin casas. De aquellos y aquellas que ahora mismo tienen sus despensas vacías o duermen en las calles.

Partimos y compartimos una lectura pedagógicamente crítica desde los postulados teóricos defendidos por Duncan-Andrade & Morrell (en Kincheloe & McLaren, 2008: 253), a saber: «[…] defender una aproximación a la educación que hunde sus raíces en las experiencias de las gentes marginadas, que se centra en una crítica de las opresiones estructural, económica y racial, […]». Es desde aquí donde procuramos manifestar una lectura que abarque a las personas (a todas) y desde donde recordar «el obligado» valor solidario del civismo.

Autor: Cristo I Mahugo

 

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