Por: Miguel Erasmo Zaldívar Carrillo
Una propuesta televisiva que mantuvo en suspenso a una buena parte de mujeres y también hombres ansiosos de ver que le sucedía a aquella buena y desdichada muchacha que desde la comodidad de un hogar y la cálida protección de amigos buscaba una madre que abrazar y un amor que le diera sentido a su existencia.
El amor como es de esperar llegó; primero, porque ella con su cuerpo delineado según los usos televisivos del momento, su pelo fino y cuidado, sus rasgos delicados y la limpieza de unas manos que solo sabían hacer el bien lo merecían; y en segundo lugar, porque cualidades como estás no se mantienen por mucho tiempo expuestas en las vitrinas casamenteras de la lógica imperialista. ¡La mujer lo valía dirían algunos! Y yo me pregunto:
¿Qué cualidades son aquellas que en el mundo de opresión en el que vivimos deben valorizar a mujeres y hombres? ¿Las cualidades de la pareja llegarán hechas y listas para ser consumida o la pareja se construyen en una permanente toma de decisiones basadas en el respeto a la dignidad mutua? Repito acá que no existe las medias naranjas, cualquiera sea la cosa que pretende decir esta frase: lo que diré sé que será muy duro para algunas y algunos que se afanan en esa infructuosa búsqueda del producto adecuado para el consumo de su baja autoestima: ¡NO SOMOS CÍTRICOS!
El asignado, nada de que sorprenderse, un joven también delineado según los cánones de la clase política en el poder y sus propagandas televisivas para acarrearnos a la compra de productos que mágicamente nos regalarán esa gracia; contaba con riqueza espiritual y material suficientes para ganarse la aprobación de la gran mayoría del público miserable que se agolpa frente a la pantalla soñando tener las mismas oportunidades. ¡Yo quisiera un hombre como ese!, exclamarán algunas. Podría preguntarse: Si contamos con millones de pobres que sí están desamparados, si tenemos la histórica misión de construir un mundo de dignidad para todos ¿Qué cualidades serían deseables para el hombre con que una muchacha con los pies en la tierra gustaría compartir su existencia?
Luego de salvar, exitosamente se diría, muchos conflictos cosechados en la superficialidad de una cultura que solo atina a representar la vanidad, frugalidad y estupidez humana como destino común, terminan junto y felices para siempre no sin antes regalarle a la muchacha una madre harta, al igual que el novio, de valores espirituales y materiales. Nada; que el poder económico generador de ambiciones que someten a la mayoría a una vida de precariedad y sufrimiento también puede ser portador de valores humanos y espirituales. Así de simple: no hay maldad en la desigual distribución de las riquezas, esto es un problema de suerte en la vida, lo malo está en el hombre individual, en los valores subjetivados por él, en sus ambiciones desmedidas e inoportunas. De un plumazo, o de un novelazo borraron la existencia de valores objetivos y valores institucionalizados que se asientan en la base misma de la socialización humana. Recomiendo leer a José Ramón F. Corzo.
No digo que por ser rico se tenga que ser villano ni que la pobreza nos libera de ruindades, eso todos lo saben más por la vida que por argumentos inútiles; pero lo amañado de la propuesta es, en mi humilde opinión, la repetición hasta el cansancio del modelo de cenicienta que termina por imprimir en la creencia popular moldes a través de los que no logramos valorar la realidad de la existencia humana, ni lo oportuno de ciertas cualidades sociales, institucionales y personales imprescindibles para salir del atolladero en que nos hemos metido.
Existen muchas preguntas que responder ¿Estaba María desamparada?¿ Las mujeres que viven en el desamparo y a merced del egoísmo que las sociedades imperialistas nos han inculcado se ven en el aspecto físico como esta muchacha que, al parecer, gastaba más en champú para su cabello que varios salarios mínimos? Y no me refiero al de antes al precario sino al de ahora, el que aumentó gracias a la generosidad de nuestro presidente.
¿Es ese el camino a la felicidad a través de la cual todos podremos acceder al respeto de la dignidad plena de los hombres y mujeres? O, de manera engañosa y atractiva nos está definiendo la ruta imperialista que se ha ido diseñando a través de los siglos para la felicidad de algunos y la infelicidad compartida de muchos.
¿Es la felicidad humana inseparable de la felicidad individual? O por el contrario, están una y otra determinadas, condicionadas, amarradas, encarnadas en función de los valores que la sostenga y argumenten a una y otra.
¿Qué pudiera pensarse de una mujer y un hombre que en medio de la más absoluta miseria humana, en la que la muerte por hambre, enfermedades curables, asesinatos gubernamentales, desapariciones asistidas por espurios intereses de grupos en el poder o en lucha por él y que son el plato en que comemos cada día, encuentra sentido a su vida en la satisfacción hedonista de sus ambiciones?
Podríamos preguntarnos ¿Fue Emiliano Zapata un hombre que encontró sentido a su existencia y con ello la mayor felicidad deseable y posible? ¿La felicidad de comprar un yate millonario e irse de parranda por las bahías de Huatulco es de la misma calidad humana que la felicidad de trabajar, incluso, de morir por liberar a los hombres de la humillación imperial?
La felicidad humana, si ha de encumbrarse del más espiritual sentido de humanidad, ha de encontrar sus argumentos en el sacrificio que se ofrece en la lucha por la dignidad plena de la mujer y el hombre de todo el planeta.
“Patria es humanidad” nos enseñó Martí.