“Nuestro cerebro es un órgano social y la empatía es como el wifi con el que nos conectamos”. Entrevista a Nora Rodríguez

Entrevista/Autora: Diana Oliver/Fuente: El país

Nora Rodríguez, pedagoga y autora de ‘Educar para la paz’ cree que se debe repensar la educación como una herramienta para servir a un bien mayor

La sociedad construye a través de la educación lo que es. También puede transformarse mediante sus valores y sus hábitos. O al menos intentarlo. Fue su trabajo como educadora con niños que vivían en contextos difíciles lo que llevó a Nora Rodríguez al lugar profesional y humano que ocupa en la actualidad. Pedagoga, escritora y conferenciante en el mundo, lidera el proyecto Happy School Institute sobre neurociencias y educación para la paz. Ahora acaba de publicar ‘Educar para la paz’ (Editorial Kairós), un libro con el que aborda la necesidad de “enseñar a las nuevas generaciones a tener una vida significativa y valiosa pero en la que el propio bienestar no esté reñido con el bienestar de los demás”.

PREGUNTA: ¿Qué es educar y formar para la paz?

RESPUESTA: Es tener en cuenta que la educación no es hoy consecuencia de la necesidad de tener trabajadores para las fábricas sino de una necesidad evolutiva para un mundo que ha cambiado de un modo impredecible en los últimos 10 años –y en el que a más tecnología mayor tiene que ser la educación de la humanidad–. Esto es: enseñar a las nuevas generaciones a tener una vida significativa y valiosa pero en la que el propio bienestar no esté reñido con el bienestar de los demás. Educar para la paz es un derecho de los niños y de los adolescentes. Ya no se trata solo de pensar qué mundo les vamos a dejar a las próximas generaciones, eso en parte ya lo sabemos o lo imaginamos, de lo que se trata es de impedir que se desarrollen en una atmósfera de desconexión humana en la que el bienestar del grupo les resulte indiferente. Hemos de dejarles nuevas herramientas para que puedan ser verdaderos transformadores de la sociedad en que viven.

P: ¿Estamos a tiempo de educar para la paz?

R: Por fortuna, sí. La evolución ha diseñado nuestros cerebros para adaptarnos y para cuidar del grupo. No es una buena decisión evolutiva seguir educando con la ley del «sálvese quien pueda». Y no es inteligente si queremos empezar escribir la historia en una agenda global en la que ya hay cuestiones urgentes.

P: Mencionas en el libro que tu trabajo como maestra de niños que vivían en contextos difíciles fue lo que te condujo hasta el lugar profesional (y humano) que ocupas ahora “y que no es otro que impulsar una pedagogía para la felicidad responsable, la que pone el foco en el cerebro social”.¿Cómo defines lo que es la “felicidad responsable”?

R: Las nuevas generaciones han crecido en una época caracterizada por la conquista de una forma de felicidad al alcance de la mano, pero esta es una felicidad que dura poco, que depende de estímulos intensos y efímeros, que se sostiene con bienes materiales y en el éxito fácil. Es nuestra sociedad los niños están obligados a adaptarse a cosas que ni siquiera los adultos sabemos hacia dónde nos van a llevar. Los avances de la tecnología pueden ser un ejemplo de esto. Así que creo que es prioritario ayudarles a desarrollar el sentido de pertenencia, que sientan que forman parte de un grupo en una sociedad global, pero también el desarrollo de aptitudes como la empatía, la compasión, el altruismo, el agradecimiento o la generosidad, o tener muy presente el bienestar de los demás en la toma de decisiones. Eso es la felicidad responsable. Esta es la verdadera innovación en las aulas –y fuera de ellas–, porque la pedagogía de la felicidad responsable no solo es educar el corazón, sino hacerlo en sintonía con el cerebro. Somos seres sociales, nuestro cerebro es un órgano social, y la empatía es como el WiFi con el que nos conectamos.

P: Para lograr la transformación de la sociedad, y hacerla mejor, ¿se debe pasar obligatoriamente por un cambio en la educación que reciben las nuevas generaciones?

R: Sí, sin duda. Es necesario educar de otro modo. Si los seres humanos estamos altamente preparados para conectar armónicamente con los demás, si estamos preparados para tener conexiones armónicas por nuestra naturaleza, en lugar de usar la educación como una herramienta para satisfacer únicamente nuestras necesidades competitivas y egoístas –para alcanzar maneras de acumular bienes o metas de poder– ¿por qué no repensar la educación como una herramienta para servir a un bien mayor?

P: ¿Cómo encaja todo esto en un sistema educativo en el que sigue presente la competitividad y las evaluaciones?

R: Con programas transversales que pongan el foco en aptitudes propias del cerebro social y en las emociones. Por ejemplo, por medio de los programas happineers que llevamos a cabo desde Happy Schools Institute se enseña a niños y adolescentes que ellos también pueden ayudar a construir una sociedad mejor y ser transformadores tan solo con unos micromovimientos de felicidad responsable, siendo diseñadores de generosidad, amables, altruistas… De lo contrario nos estamos quedando con programas para un cerebro que no existe.

Los programas educativos deben tener en cuenta las buenas conexiones en el grupo, la importancia de la ayuda mutua, el entusiasmo que nace de la novedad al resolver problemas y avanzar juntos porque el cerebro humano cuenta con un sistema que nos predispone hacia los demás. Pocas veces se tiene en cuenta que desde edades muy tempranas, a los seres humanos estas capacidades nos hacen increíblemente felices –y que esta felicidad dura más tiempo–. La neurociencia social, si bien es una ciencia nueva, estudia cómo se activan los circuitos en el cerebro cuando dos personas interactúan y su increíble efecto en la memoria y en las funciones ejecutivas.

P: Trabajar la solidaridad en el aula puede ser un recurso para educar para la paz y la no violencia…

R: La solidaridad y el altruismo son potentes motores para la prevención de la violencia. Muchas investigaciones científicas lo demuestran. Personalmente he visto cómo los niños de quince meses (de un modo natural) se ayudan unos a otros, o cómo uno de ellos es capaz de partir en dos una única galleta y compartirla si el otro niño no tiene qué llevarse a la boca. Niños de entre uno y dos años que se acercan a aquellos de su edad que lloran desconsoladamente el primer día de guardería y los abrazan o les acarician la cara en un acto de increíble empatía para consolarlos. Algo que resulta fascinante cuando comprobamos que en la mayoría de las especies estamos no solo conectados para la paz sino que contamos con recursos propios y podemos llevar a cabo actos similares de un modo natural cuando se trata de ayudar a otros, de cuidar, de proteger o cooperar… La escuela es uno de los ámbitos de socialización en los que para los niños es posible estar en contacto y relacionarse con personas con experiencias, contextos e incluso culturas muy diferentes.

P: ¿Cómo aprender a vivir juntos?

R: Activando cada día recursos que permitan una pedagogía de la felicidad responsable. Un ejemplo puede ser el de transmitirles que la verdadera generosidad es discreta, silenciosa, se realiza de forma anónima y de manera respetuosa, y de esta manera se convierte en una fuerza poderosa que los hará sentirse fuertes interiormente. Y no importa si se trata de dar una ayuda material, conocimiento, tiempo, cuidado amable y gentil, pueden dar buenos deseos, trabajo social. Entonces la escuela deja de ser un espacio de alumnos desconectados entre sí para convertirse en una mini sociedad global con emociones constructivas en busca el bien común.

P: Además de la escuela, el entorno social y familiar influye incuestionablemente en la educación de los hijos. ¿Hasta qué punto es importante una nueva mirada hacia la infancia y la adolescencia por parte de todos?

R: Hasta el punto en que si no educamos de otro modo, en el que los padres adquieran el compromiso de comprender que la educación necesariamente tiene que empezar en las emociones y en un sentido social diferente del de hoy, va a ser muy difícil erradicar la violencia de las aulas. Hemos sumergido a las nuevas generaciones en un espacio tecnológico donde la sobreexposición y la obsesión por la imagen los somete a sentirse controlados activando el deseo de controlar. ¿Cómo seguir pensando entonces que el bullying no se convertirá tarde o temprano en una respuesta aprendida y natural si es ante todo un mecanismo de control?

Imagen: https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2019/01/21/mamas_papas/1548085421_718627_1548085574_noticia_normal.jpg

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/01/21/mamas_papas/1548085421_718627.html

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Canada: Twenty years on from the first book, Harry Potter continues to cast a spell on readers

América del Norte/Canadá/Junio del 2017/Noticias/https://theconversation.com/

A couple of weeks ago while at Durham’s Pride Parade, my attention was caught by a teenager carrying a placard which read:

If Harry Potter taught us anything it’s that no one deserves to live in a closet.

A quick Google search revealed that this powerful adage – originally a poster created by The Youth Project, an LGBT charity in Nova Scotia, Canada, and later retweeted by JK Rowling – has been doing the rounds online for a number of years.

And it’s not the only Harry Potter-related slogan to make an appearance at recent marches or protest events. At the worldwide Women’s Marches, which took place in January, there were numerous “Dumbledore’s Army” and “Hermione wouldn’t stand for this!” placards on show.

What these placards remind us of is that two decades on from the publication of Harry Potter and the Philosopher’s Stone, JK Rowling’s novels are about so much more than just witchcraft and wizardry. For many young people, Harry Potter is a familiar, even comforting, frame of reference that can help them to process and understand their experiences. And this is particularly the case in the current context of increasing division and inequality in both the US and Britain.

Revisiting first impressions

Though Hogwarts is clearly a fantastic and fictional setting, the characters experience real life trials and traumas – bereavement, loneliness, persecution, jealousy, unrequited love, guilt, and bullying, to name but a few.

There are also the “stock” characters common to everyone’s school days – the class bully and his goons, the “insufferable know-it-all”, the school jokers, and the sadistic teacher.

Part of the appeal and achievement of the series, though, is the way these characters develop in complexity as Rowling’s readers grow and mature. So that assumptions made about characters upon first reading are challenged and tested by the events and revelations of the later books.

All aboard! Shutterstock

In the first novel, for example, Dumbledore and Snape form the pairing of “good teacher vs bad teacher”. Both are essentially unknowable to the characters and to the reader, who cannot yet see beyond Dumbledore as the all-knowing, twinkly-eyed, grandfatherly character and Snape as the black-eyed, evil-tempered “malevolent bat”.

But as the series progresses, these two characters move through mirror image character arcs. The “good” or even “perfect” Dumbledore is humanised and made relatable as we discover he is racked with guilt and self-blame about his early association with the fearsome dark wizard, Grindelwald and his part in the death of his sister, Ariana.

“Bad” Snape, on the other hand, is rehabilitated and made sympathetic through the back story of his unrequited love for Lily Potter – Harry’s mother – his anguish at her death, and his lifelong mission to atone for the sins of his youth. They are no longer stock heroes or villains but believable characters with complex motivations.

In this way, there is something powerful about literature that compels us to examine and revise our first impressions, assumptions, and opinions. It teaches us to be willing and able to do this in real life, too.

Life lessons from Hogwarts

Before the likes of Harry Potter, 18th and 19th-century children’s literature was intended as instruction: the “good” were rewarded and the “bad” were punished – with “bad” behaviour linked to “bad” character and vice versa.

In contrast, a series like Harry Potter helps today’s young readers to appreciate that the world, and the people in it, are not easy to understand or “sort” in the Hogwartian sense. Gryffindors may be cowardly – think Peter Pettigrew – and Slytherins may be motivated by love rather than by ambition, for example when Narcissa Malfoy chooses to lie to Lord Voldemort about Harry being dead in the seventh novel.

True magic never dies. Shutterstock

A recent study from the University of Cambridge supports the idea that reading and literature can help children to learn about the world and the people around them. It found that:

Reading fiction provides an excellent training for young people in developing and practising empathy and theory of mind. That is, [an] understanding of how other people feel and think.

Or as Hermione would put it, reading fiction helps you not to have “the emotional range of a teaspoon”. And it is this emotional range and empathy, found in books such as Harry Potter, which can help children to navigate the complex and magical world we all share.

An inexhaustible source of magic

But of course, though the world of Hogwarts and Diagon Alley may offer us an escape from our “muggle” existence, theirs is a world as marred by inequality, oppression, and danger as our own.

And in this way, the books create a space where both children and adults can explore and process pressing questions of morality, responsibility, conflict, and trauma at a safe distance.

JK Rowling has said that while she doesn’t believe in the “magic of waving a wand and making things happen”, she does believe in “the magic of imagination and the magic of love”. Let’s add to that another kind of magic that we can all believe in and which continues to be very much part of our lives – and that is the inexhaustible magic of the world of Harry Potter.

Fuente:

https://theconversation.com/twenty-years-on-from-the-first-book-harry-potter-continues-to-cast-a-spell-on-readers-79872

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/JNBsWwVetSOOr8lOeFJJlL6OXtHzHoqaBD8I5zREurbG33JrJ1oRe6GfFYjciN469b1d=s85

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