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Entrevista a Claus Offe ¿Tiene futuro la sociedad del trabajo?

El sociólogo Claus Offe es uno de los más reputados analistas de las sociedades capitalistas de todo el mundo. En esta entrevista, publicada en 2018, habla del futuro del trabajo y del Estado del bienestar, de las trampas de la reducción de la jornada laboral y de la falsa promesa de libertad en los contratos de trabajo. Claus Offe es uno de los sociólogos políticos más importantes de la posguerra. Sus estudios sobre los problemas estructurales del capitalismo tardío, así como sus intervenciones más recientes sobre la política europea, son decisivos para la investigación sociológica y la política de izquierdas. «Es su función crítica lo que hace interesante a la sociología», escribe Offe en uno de sus ensayos más conocidos. En la entrevista que reproducimos aquí, la científica social Maya Razmadze habló con Offe sobre las contradicciones del trabajo capitalista, la ambivalente relación entre capitalismo y Estado del bienestar y el futuro de la sociedad del trabajo.

La filósofa Hannah Arendt muestra que una característica específica de la modernidad fue la valorización del trabajo como actividad humana básica. Al mismo tiempo, lamenta que en el siglo pasado esto condujera a que la sociedad en su conjunto se convirtiera en una «sociedad del trabajo». Usted también ha hablado en su obra de un «modelo de sociedad centrada en el trabajo». ¿Cuáles son las características de esta sociedad?

Nadie lo ha presentado mejor que Max Weber. Él muestra cómo se ha convertido hoy en día en una evidencia cultural que las personas plenamente funcionales son las personas con ocupación. Es decir, personas que ejercen una actividad laboral de por vida y sin alternativa, una actividad laboral que se desarrolla en el marco de los contratos de trabajo. Una determinación tal con el empleo remunerado sería aceptable si realmente todo el mundo tuviera la oportunidad de obtener tal empleo remunerado en cualquier momento y con un cierto grado de fiabilidad y seguridad, y asumir el papel de trabajador. Pero no es el caso, porque por razones coyunturales y secundarias cada vez es más dudoso que se pueda trabajar por dinero. Depende de circunstancias que el propio trabajador no puede controlar de forma fiable. Incluso si el trabajador potencial hace todo lo posible por cualificar su propio trabajo y hacerlo así más atractivo para los empresarios potenciales, todos los demás harán lo mismo. Entonces sirve aquel bonito refrán: «Si todos se ponen de puntillas, nadie puede ver mejor».

A esto se añade la devaluación del trabajo fuera de la esfera del empleo remunerado: cualquiera que no realice un trabajo remunerado en el capitalismo avanzado es inferior, en sentido literal. El o ella no puede permitirse participar en pie de igualdad en la producción social, se encuentra a menudo en una relación de dependencia con respecto al cónyuge u otros miembros de la familia. El trabajo reproductivo, la crianza de los hijos, el trabajo infantil, etc., también es, por supuesto, trabajo, pero a menudo no es empleo remunerado. Estas actividades no son remuneradas y no llevan a ingresos monetarios. La nobleza del empleo remunerado, es decir, su énfasis como fuente central o incluso única de sustento y sentido de la vida, es un rasgo cultural universal de nuestra sociedad.

Ha mencionado el papel de los contratos de trabajo. Algunos de sus estudios describen cómo los empleados y los empresarios son formalmente iguales en las relaciones contractuales, pero en realidad están en una relación de dominación. ¿Puede explicarlo?

Una relación contractual significa que se establece formalmente de forma voluntaria y no, por ejemplo, en relaciones feudales de dependencia en las que uno se encuentra por nacimiento. Un contrato es una declaración de voluntad consensuada de partes formalmente libres e iguales. Y tan pronto la voluntad deja de existir, el contrato puede rescindirse. Lo que para mí es interesante y que Marx deja claro y cristalino, es que este contrato formalmente libre radica en realidad en una relación de poder. Es decir, una relación en la que una parte depende más de la otra, más fuerte. Al fin y al cabo, la parte más débil de los y las trabajadoras no tiene la opción de no mantener tales contratos. A la libertad de celebrar un contrato se opone, pues, una realidad de dependencia asimétrica.

Otra característica especial del contrato de trabajo es que justifica una doble propiedad: El empresario, como comprador de la fuerza de trabajo, tiene un derecho contractual para extraer beneficio del trabajo del trabajador. Por otra parte, la fuerza de trabajo pertenece al trabajador, que debe aportar sus capacidades intelectuales y físicas. El trabajador no solo debe trabajar, sino también debe querer trabajar. Si no quiere hacerlo, puede ser sancionado. En este sentido, además de la dependencia asimétrica, también existe una relación interna de dominación entre empresarios y trabajadores, que se expresa a través del derecho de mando por parte del empresario.

Por eso hablo de una doble relación de poder: Hay una relación de poder en el mercado de trabajo y una relación de poder en la organización del trabajo. Por un lado, los y las trabajadoras se ven obligadas de facto a celebrar un contrato de trabajo: ésa es la situación de partida desigual. Y, por otro lado, el jefe dice a los y las trabajadoras lo que debe hacerse hoy, en función de la situación de los pedidos.

La crítica a esto, por cierto, no solo se encuentra en Marx, sino también en Max Weber. Él describe cómo el hecho de que el trabajador deba cumplir cuidadosamente las obligaciones del contrato de trabajo puede conducir a una completa situación de “degeneración” (Fellachisierung) de la mente, a una rutina superficial y sin sentido de la ejecución de las tareas laborales, a un completo vaciado del sentido. Simplemente tiene que funcionar y no tiene alternativa. En este sentido, la formulación de Weber y el sentido aportado por Marx al concepto de alienación están muy próximos.

Además, los conflictos también surgen de esta situación desigual.

Exactamente. Toda la dinámica del conflicto de clases se puede entender en última instancia a partir de esta relación de dominación. Los que ofrecen fuerza de trabajo intentan nivelar la relación de poder, que les coloca en una posición de dependencia e inferioridad, organizándose colectivamente en sindicatos. Porque, naturalmente, los empresarios necesitan de la fuerza de trabajo en su conjunto tanto como los trabajadores dependen de sus salarios. Así pues, los sindicatos intentan invertir o al menos modificar el desempoderamiento estructural de la parte más débil. Los empresarios, por su parte, quieren asegurar y ampliar su posición de superioridad. Se trata de un constante forcejeo micro y macroeconómico, en el que se utilizan recursos, acciones colectivas, pero también con apelaciones a normas de justicia, etcétera.

El Estado social es también una herramienta que puede utilizarse para reducir la dependencia de los trabajadores con respecto a sus empleadores. ¿Es, en cierto sentido, una alternativa a la sociedad del trabajo?

El Estado social es un logro histórico del desarrollo social increíblemente complejo y en constante cambio. Se lo puede imaginar como un edificio que tiene un sótano, un primer piso, una primera planta y así sucesivamente. En el sótano está la asistencia social premoderna para los pobres, que a menudo era comunitaria y solía consistir en prestaciones en especie. En la primera planta está la autorización a los sindicatos para actuar, con el derecho a la huelga. Luego, en el segundo piso, están los seguros, es decir, se pagan contribuciones que sirven para obtener transferencias de prestaciones sociales en caso de necesidad, en primero lugar para la vejez y la enfermedad, más tarde también en caso de desempleo y mucho más tarde, en caso de necesidad, de cuidados. En el tercer nivel llegamos a transferencias sociales para, por ejemplo, las prestaciones por hijos, que no están vinculadas a la relación laboral y son relativamente nuevas. También hay servicios, de los cuales los más importantes son las prestaciones de educación. Éstas tampoco están vinculadas a las relaciones laborales, sino a la condición de ciudadano.

El funcionamiento del Estado social depende de todos estos sistemas, todos ellos en constante transformación. Pero también depende de que el tejado de este edificio esté herméticamente cerrado. Esto significa que debe haber casi plena ocupación. El pleno empleo es importante no solo porque la riqueza del país debe asegurarse con el gasto de la mayor cantidad posible de fuerza de trabajo, sino también porque el propio Estado social se financia en gran medida con las contribuciones del empleo remunerado, y solo en menor medida con los impuestos. Estas contribuciones solo pueden recaudarse si existe algo parecido al pleno empleo. Si no hay pleno empleo ni crecimiento continuo de los ingresos reales procedentes del pleno empleo, surgen los problemas. Por lo tanto, se puede decir que el Estado social es, por un lado, un correctivo a la sociedad del trabajo capitalista, pero al mismo tiempo depende de su funcionamiento.

Usted afirma que la competencia de sistemas entre el bloque del Este y el Occidente capitalista fue decisiva para la aparición y el desarrollo del Estado del bienestar tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Puede explicarlo?

Sí, los historiadores también lo ven así. En Escandinavia, por supuesto, ya existían instituciones del Estado del bienestar desde los años treinta, en Estados Unidos estaba el New Deal, y todo eso fue antes de la Guerra Fría. Pero la Guerra Fría fue una fuerza motriz fundamental para el desarrollo y la expansión del Estado del bienestar occidental.

También en Alemania, el Estado del bienestar probablemente no se habría desarrollado como lo hizo si Konrad Adenauer no hubiera tenido la hipótesis – completamente errónea a posteriori – de que podría llegar a ser atractivo allá en el Este; tanto en términos de ingresos como de seguridad social. Temía que los comunistas construyeran allí una sociedad que muchos preferirían y, en consecuencia, pensó que Occidente debía estar preparado para ello y tomar precauciones. Así, en 1957 se produjo un hecho extraordinario hasta entonces: la dinamización de las pensiones. Las pensiones se calcularon no solo en función de los años trabajados y de los ingresos percibidos, sino en función de los ingresos actuales. Así se ganó con mayoría absoluta la campaña electoral de 1957. Después de que los comunistas estuvieran acabados, se terminó también con la dinamización.

La fase de construcción del Estado del bienestar en la posguerra en el caso alemán duró unos 30 años, exactamente de 1949 a 1974. Esta primera fase estuvo dominada por la idea de la economía social de mercado en nombre de la justicia: prosperidad para todos, pero también seguridad para todos, bajo las condiciones motivadoras del marco de la Guerra Fría. Luego vino una segunda fase en la que el capital y los gobiernos conservadores en el poder en EE.UU. y Gran Bretaña llegaron a la siguiente conclusión: Esto nos está saliendo demasiado caro. A continuación, se produjo el desarrollo de lo que se denominó política social inversionista. Aquí ya no se trata solo de satisfacer demandas justas, sino que debemos hacer inversiones que merezcan la pena. Por ejemplo, se invierte en formación, pero también en construcción de vivienda y en medidas de fomento del empleo. Inversión (“Investiv”) significa que la política social no se dirige a satisfacer las necesidades sociales, sino a aumentar la eficiencia de la economía nacional en su conjunto.

La tercera fase del desarrollo del Estado del bienestar se inicia entonces tras el fin del socialismo de Estado.

Correcto. Entonces se dijo que los propios necesitados tenían que aprender a contribuir a su propia seguridad. Activación (Aktivierung) era el término clave. Por ejemplo, un economista social extremadamente neoliberal, Lawrence Mead, enumeró una serie de deberes que toda persona -como ciudadana del Estado y de la economía- debe observar. De lo contrario, puede irse tranquilamente a la mierda. En su versión más suave, esto significa que el ciudadano no solo es responsable de mantener su capacidad de obtener ingresos por sí mismo, sino que también debe hacer previsiones privadas para su propia seguridad, es decir, debe ahorrar. Ya no se puede confiar solo en la parte de la pensión de jubilación.  Solo es el 40% de los ingresos que se perciben en la vejez y el resto se basa en el ahorro, el apoyo de las familias, las herencias, etcétera. Además, también debería haber más copagos para el seguro de enfermedad, y tasas para las escuelas, las universidades, pero también para las guarderías. Todo esto significa una mercantilización secundaria: es decir, las prestaciones de asistencia social que el Estado ha proveído hasta ahora como transferencias o derechos sociales, se convierten en mercancías por las que cada individuo debe pagar. Esto es lo que expresa en última instancia el concepto de activación: debes proveerte por ti mismo e incluso continuar garantizando tu capacidad para trabajar. Éstas son las tres fases del desarrollo de posguerra, y la tercera fase se acelera esencialmente con el fin del socialismo de Estado. Los temores de Adenauer se han evaporado, el pensamiento socialista de Estado ha perdido toda hegemonía.

Una expresión de esta tercera fase en Alemania fueron las reformas Hartz. Se justificaron alegando que una política activadora del mercado laboral, el giro de la promoción a la exigencia y el foco en la competitividad eran adecuados para luchar contra el desempleo y, por tanto, también para asegurar la base financiera del Estado del bienestar. El hecho de que desde entonces Alemania se haya desarrollado económicamente mejor que los países europeos vecinos se cita como prueba de que las reformas fueron acertadas. ¿Qué opina al respecto?

Yo era muy escéptico en aquel momento y todavía lo sigo siendo hoy. La relativa estabilidad económica de la República Federal en contraste con otros Estados miembros de la UE no se debió a las reformas, sino a un excedente de exportación que surgió de los efectos favorables del euro. De ello depende un número considerable de puestos de trabajo. Una política económica que basa el crecimiento solo en las exportaciones y no en la demanda interna no solo es arriesgada y dependiente de las coyunturas globales, sino también es inmoral, porque se aprovecha de la debilidad exportadora de otros países.

Además, no se dice en absoluto que la evolución supuestamente favorable del mercado de trabajo haya sido realmente una evolución positiva. A menudo se mide por el hecho de que en diez años hemos visto un aumento de la población activa, es decir, de las personas que toman parte en la vida laboral. De 38 millones a casi 45 millones: más de la mitad de la población residente en Alemania tiene trabajo. ¡Fantástico! O también podría decirse patológico. Porque es precisamente la antes mencionada sociedad entregada al trabajo asalariado (Berufsmenschentum) la que ha marginado todas las relaciones vitales y las esferas de actividad.

También hay que decir que, a pesar de este elevado número de personas empleadas, el número de horas trabajadas al año se mantiene constante. Esto significa que se ha trabajado un menor número de horas por trabajador porque ha aumentado el empleo a tiempo parcial, el empleo insignificante, etc. También se ha producido una precarización del trabajo, es decir, una flexibilización forzosa que se extiende al lugar de trabajo, las tareas laborales, las condiciones de trabajo, el horario laboral, etcétera. Muchas personas no pueden decir literalmente qué harán dentro de dos meses, de qué vivirán. Eso es un factor de estrés que tiene implicaciones sanitario-sociales. Y el trabajo está muy desigualmente repartido. Muchas personas están sometidas a un estrés permanente porque no saben qué harán dentro de cinco años.

Por último, hablemos del futuro de la sociedad del trabajo. Hoy observamos evoluciones contradictorias: Por un lado, un trabajo seguro y bien remunerado y avances satisfactorios hacia la reducción de la jornada laboral por parte del IG Metall, por ejemplo; por otro, un trabajo precario e inseguro que no asegura el sustento. ¿Hacia dónde va el camino?

Para empezar con la reducción de la jornada laboral: Uno de los eslóganes políticos de más éxito en la historia de la República Federal fue un cartel con un obrero y una niña cogidos de la mano en el que la niña decía: «¡Los sábados son para papá!». Fue el descubrimiento del fin de semana. Los éxitos más recientes del IG Metall en materia de política horaria se incluyen aquí y son, por supuesto, de suma importancia. Se puede compensar a los trabajadores pagándoles salarios más altos o se puede, como pensaron Marx y Keynes, reducir la duración del empleo remunerado. De este modo, se puede pagar a los trabajadores con dinero o con tiempo o con una combinación de ambos.

Al mismo tiempo, ahora resulta, sorprendentemente, que los trabajadores no siempre valoran más el tiempo, sino normalmente mucho más el dinero. ¿Por qué? Para empezar, porque no se puede ahorrar tiempo. Porque 20 minutos más hoy y 20 minutos más mañana no suman 40 minutos más el fin de semana. El tiempo es «gelatinoso» (sticky), por así decirlo, y tiene diferentes valores en diferentes momentos. Los miércoles por la mañana tienen menos valor porque todo el mundo está trabajando y resulta aburrido ser el único que tiene tiempo libre. En cambio, el fin de semana es mucho más valioso. En segundo lugar, el tiempo en sí solo es atractivo si tienes dinero para hacer algo interesante, viajar, ir a un restaurante, etcétera. Para eso hace falta dinero. Así que siempre debe tratarse de una combinación de dinero y tiempo.

En términos mucho más generales, probablemente se pueda decir sobre el futuro de la sociedad del trabajo que nunca volveremos a tener pleno empleo en el sentido de una ocupación permanente, segura, a tiempo completo y adecuadamente remunerada según los estándares actuales. Y en un 20%, porque la producción se realiza en otros lugares y no aquí. En India y China, la producción es más barata y al mismo nivel técnico que aquí. Tenemos que aceptarlo. Pero el 80% principal se debe a la automatización, es decir, al hecho de que disponemos de inteligencia artificial, de que podemos digitalizar los procesos y provocar un cambio técnico que ahorra mano de obra. Las posibilidades técnicas de sustituir mano de obra son enormes.

Al mismo tiempo, nos movemos hacia una fase de estancamiento económico. Cuanto más ricas son las economías nacionales, menor es su crecimiento posterior. Esto significa que la distribución de la riqueza social a través de los contratos laborales y los salarios es un modelo que ya no es suficiente. Por lo tanto, debe haber otros modelos, como la renta básica, las transferencias, los dividendos nacionales, es decir, la distribución de todas las prestaciones económicas y los beneficios a los ciudadanos y ciudadanas, y no solo a los y las trabajadoras.

Claus Offe
enseña Sociología Política en la Hertie School of Governance en Berlín. Ha sido profesor de Ciencias Políticas y Sociología Política en las Universidades de Bielefeld y Bremen, así como en la Universidad Humboldt de Berlín. Ha sido profesor visitante en, entre otros, los Institutos de Estudios Avanzados de Stanford, Princeton y la Universidad Nacional de Australia, así como la Universidad de Harvard, la Universidad de California en Berkeley y la Universidad New School, Nueva York. Es co-presidente del Grupo de Trabajo «Europa y la región MENA ‘en el Foro Dahrendorf.

Fuente:

https://jacobin.de/artikel/claus-offe-hat-die-arbeitsgesellschaft-eine-zukunft-arbeitszeit-wohlfahrtsstaat

Traducción:Jaume Raventós

https://sinpermiso.info/textos/tiene-futuro-la-sociedad-del-trabajo-entrevista-a-claus-offe

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Entrevista a Vandana Shiva «El ecofeminismo tiene que ser antifascista»

Por Patricia Reguero Ríos

Vandana Shiva (Dehradun, India, 1952) participó en la conferencia Crisis climática, ecofeminismo y bienestar animal del Encuentro Internacional Feminista organizado por el Ministerio de Igualdad el 25 de febrero. En esta entrevista, realizada ese día, llam la atención sobre algo: es la única mesa prevista en este encuentro para hablar sobre ecología y feminismo, aunque hay más de cien ponentes.

Física, filósofa y escritora, en 1982 creó la Fundación para la Investigación Científica, Tecnológica y Ecológica para proteger la biodiversidad y, en concreto, las semillas, ante las prácticas expansivas y privatizadoras de Monsanto —corporación que impone sus semillas modificadas genéticamente—. La revista Time la ha definido como una “heroína medioambiental” y es autora de numerosos libros de referencia en el ecofeminismo, entre ellos ¿Quién alimenta realmente al mundo? (Capitán Swing, 2018). La ovación que recibe en el auditorio, absolutamente lleno, es una pequeña muestra de su influencia.

En su intervención ha planteado grandes desafíos y, al mismo tiempo, ha hablado de cosas muy pequeñas, como los microbios. ¿Cómo pueden los microbios ayudarnos a dejar de destruir el planeta?

Hay una cosmovisión mecanicista que va de la mano con la teoría de los gérmenes de que cada microbio es una cosa peligrosa que nos va a atacar. Incluso durante la época del covid, muchos científicos han hablado de cómo teníamos que acabar con los virus. Pero somos virus en un 90%, somos microbios andantes y biomas andantes.

¿Cómo pueden ayudarnos los microbios? En primer lugar, pueden hacernos más humildes al ayudarnos a recordar que son los seres más antiguos de este planeta, más que las plantas. En segundo lugar, pueden ayudarnos regenerando la idea de los ciclos. Porque lo que hizo el colonialismo con el extractivismo, con el industrialismo, es acelerar la idea de que las materias primas se extraen de la tierra. La cosmovisión mecanicista ha creado una linealidad y un reduccionismo del pensamiento. Incluso ahora, muchos de los movimientos están equivocados porque de alguna manera piensan que se pueden separar las plantas de los animales y los microbios de las plantas… Y nadie defiende a los microbios…

Bueno, usted sí…

¡No se dan cuenta de que la vida es un ciclo! Cuando nuestra vida se acabe, seremos alimento para los microbios. Podemos aprender de los microbios la humildad, a deshacernos de la arrogancia antropocéntrica y darnos cuenta de que la pequeñez en realidad es una fuente de poder.

Otras cosas pequeñas que son muy importante en su carrera son las semillas. ¿Confía en las lecciones que puedan darnos las semillas?

Confío en las semillas después de pasar casi cuatro décadas con ellas. Yo no sabía nada de semillas cuando empecé, tuve que aprenderlo todo. Empecé porque la industria que nos trajo los productos químicos, los pesticidas, en una reunión celebrada en 1987, dijo muy claramente que la razón principal por la que tenemos que hacer ingeniería genética es para poder obtener patentes de semillas. Y la razón principal por la que necesitamos un tratado internacional era impedir que los agricultores guarden semillas para que todas las semillas queden en monopolio.

Lo expusieron y dije que la idea de que todas las semillas les pertenecieran es obra del imperialismo. Imagina lo que les pasará a los campesinos si tienen que comprar semillas todos los años: se endeudarán más. Puedo imaginarme incluso que se suicidarían y, de hecho, es una de las razones de los suicidios de granjeros en la India: 400.000 agricultores se han suicidado y la razón principal es la deuda por productos químicos y semillas. El 85% de los suicidios se producen en la zona algodonera y el 95% del algodón está controlado por Monsanto y por una empresa de algodón.

Entonces, ¿qué nos pueden enseñar las semillas? Las semillas pueden enseñarnos la renovación, la regeneración. Todo el mundo habla de regeneración pero, si tú quieres aprender la regeneración, aprende de la semilla. Si tomas una pequeña semilla, obtendrás una nueva generación. Pero no solo te da otra: te da cien, mil, 100.000 semillas. Por lo tanto, las semillas pueden enseñarnos cómo superar la falsa construcción patriarcal de la escasez y te enseñan la abundancia. Y la tercera cosa que nos enseñan las semillas es que una semilla se convierte en planta, pero la próxima generación de semillas la producen los polinizadores: el crecimiento de la planta es una combinación del trabajo de los organismos del suelo y el sol. Así que las semillas también pueden enseñarnos a cooperar.

Lamento llevarla a otros escenarios, como la guerra en Ucrania. Esta guerra ha demostrado a los europeos los límites de nuestros recursos. Hemos aprendido que los recursos no están disponibles todo el tiempo para nosotros. ¿Cree que esa es la lección que el norte global necesita aprender?

Pienso dos cosas sobre la guerra en Ucrania y es que, en realidad, se trata de una crisis de la democracia. Y la crisis comenzó en 2014, cuando el gobierno electo fue derrocado por la interferencia de los Estados Unidos. Eso también llevó a la guerra ya en grandes partes de Ucrania, en las partes orientales. Se está librando una guerra donde muere gente todos los días.

Otra cosa que ya estaba clara, incluso antes de que Rusia invadiera Ucrania hace un año, es el hecho de que ya se estaban apoderando de sus recursos. La mitad de las tierras de cultivo de Ucrania han sido ocupadas por empresas respaldadas por Estados Unidos. Ucrania fue el primero de los países de Europa del Este en ser presionada a cambiar sus políticas agrícolas.

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Foto: Vandana Shiva en el Encuentro Internacional Feminista. Elvira Megías

Así que creo que, en primer lugar, Europa necesita entender su relación con el resto del mundo. Y en segundo lugar, están los límites de los recursos, que en Europa siempre son superados yendo a otros países. La colonización es una colonización europea, primero de España y luego de Inglaterra, que en realidad se produjo para obtener recursos. Se apoderaron de todas nuestras tierras, se apoderaron de todos nuestros bosques. Y hubo una ocupación continua de las semillas, de la biodiversidad, del agua. Esta colonización tiene que ver con la guerra de Ucrania en el sentido de que existe una economía global basada en la especulación, en el crecimiento ilimitado, en la financiarización. Y, si los precios del petróleo han subido, no es por la guerra de Ucrania sino porque las compañías petroleras están extrayendo más ganancias de la gente. Si los precios de los fertilizantes han subido, es por la misma razón. Y lo mismo con los alimentos. Se culpa mucho a la guerra de cosas que tiene que ver con la economía global.

Muchas mujeres han valorado estos días en el encuentro las políticas públicas feministas que están implementando en sus países. Hemos visto a figuras muy destacadas de Argentina o, por supuesto, de España hablar sobre cómo están implementando estas políticas feministas públicas. ¿Cree que estas políticas son políticas ecofeministas?

Las políticas que se han discutido en la conferencia han sido principalmente políticas sobre el trabajo de las mujeres. Las mujeres trabajan y cuidan, y son políticas importantes porque el capitalismo siempre se ha basado en extraer el trabajo gratuito de las mujeres, que es lo que sustenta todo el edificio. Hoy en día, la economía globalizada extrae cada vez más de los trabajadores, por supuesto, pero sobre todo de las mujeres. Cuando realicé estudios sobre el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y nos organizamos en todo el Sur cuando se impusieron los programas de ajuste estructural, las mujeres tenían que trabajar para conseguir empleos en el marco del ajuste estructural solo para mantener a sus familias en pie. En una buena economía, un trabajo es suficiente. Pero cuando todo se derrumba y a los agricultores no se les paga lo suficiente, necesitas tener más y más trabajo.

Por lo tanto, ante la codicia globalizada y la falta de responsabilidad por parte de las empresas, el resultado es una carga cada vez mayor sobre las mujeres. Incorporar este tema a las políticas públicas empieza a dar resultado. Transfiere la carga de las mujeres al sistema público.

Se ha hablado mucho estos días de la institucionalización del feminismo. ¿Qué ocurre cuando el feminismo entra a la institución? ¿Se lleva bien con ese feminismo con los feminismos desde la base?

Por lo que observo en términos de las personas que hoy están en las instituciones en España, son personas que antes formaban parte del movimiento. Son activistas que hoy ocupan puestos ministeriales. El poder proviene de los movimientos y el día en que las instituciones olviden que la sociedad es lo primero y que las instituciones secundarias, ese día las instituciones se convertirán en sistemas opresivos y no liberadores.

Sus compañeras de ponencia han explicado cómo la explotación de la tierra está relacionada con la violencia contra las mujeres. ¿Es el ecofeminismo una propuesta para acabar con la violencia contra las mujeres?

La violencia contra las mujeres se debe al hecho de que algunos patriarcas quieren ser dueños de la tierra y quieren apoderarse de la tierra y los territorios. Muchas oradoras han dicho: se trata de nuestra tierra y nuestra vida. Que las mujeres defienden la tierra y la vida es evidente si nos fijamos en la literatura sobre feminicidios. Ante el hecho de que se está produciendo un ecocidio, las mujeres se ponen de pie. La violencia contra las mujeres y la violencia contra la tierra están interconectadas y la paz con la tierra y la paz y la sociedad están interconectadas.

Usted ha explicado que hay varios trucos fundacionales del patriarcado. Uno es que la mujer es el “segundo sexo”.

Sí. Y la otra parte del truco es que la naturaleza está muerta. Aquí están las plantas, los árboles que crecen en el bosque, las mariposas, las abejas… ¡y dice que está muerta! Llevamos cien años gobernados por una ilusión.

¿Cree que estos trucos ahora están expuestos?

Yo empecé a ver eso en los 70 y 80, cuando escribí mi libro Staying alive: Women, ecology and development. Traté de entender por qué destruimos el bosque cuando las mujeres ven que está vivo. Lo que encuentro ahora son, por supuesto, las ecofeministas que han dicho eso durante los últimos 30 o 40 años, pero los científicos ahora se están refiriendo a esto.

No solo viva sino, dice usted, creativa… 

La palabra “naturaleza” se compone de varios términos que significan “primera fuerza creadora”. Nuestra creatividad depende de la creatividad de la tierra.

Participó en el movimiento de los Chipko en los años 70 y lleva varias décadas en el ecofeminismo. ¿Qué nuevos desafíos tiene hoy el ecofeminismo?

Me involucré en Chipko porque había crecido en los bosques y vi bosques destruidos. Encontré a Chipko y fui voluntaria mientras hacía mi doctorado en Teoría Cuántica. Durante ese tiempo, solo había un lobby, y los derrotamos: acabamos con la tala comercial en las altas montañas. Hoy los desafíos tienen varias vertientes, eso no existían hace cuarenta años. Se trata de megaproyectos de lo que se denomina infraestructura. Yo la llamo la infraestructura de la codicia y la velocidad.

Cuanto más crece la infraestructura de la codicia, más se destruye la infraestructura de la vida. La segunda cosa que no existía en esa época es la globalización. En nuestra época, sabíamos exactamente quién era el contratista del lobby forestal y podíamos hacer que rindiera cuentas; hoy en día, los intereses económicos son invisibles, no están delante de ti, no son de su país, pero están al mando de todo en la economía.

El tercer desafío que no existía entonces, ni siquiera existía en los ochenta, es el dominio del sistema financiero y la financiarización del mundo. Como oculta quiénes son los que controlan las personas, escribí un libro llamado El planta es de todos, unidad contra el 1%  porque descubrí que la mayoría de las empresas ahora son propiedad de los fondos de gestión de activos, el 70%: Coca-Cola, Monsanto, Apple, Microsoft, todas ellas propietarias, y BlackRock, Vanguard y State Street. Ahora, estas son entidades invisibles en la vida de las personas y son anónimas y no están gobernadas por nadie. No están gobernados por los bancos de reserva ni por gobiernos, se gobiernan a sí mismos. Así que también han cambiado la economía, porque han tomado el valor real de un bosque y lo han convertido en un activo financiero. Han tomado el valor real del agua y lo han convertido en objeto de negocio. Estos son los tres desafíos que son muy diferentes y que nos indican que ahora necesitamos tanto la acción local, que es necesaria, como una solidaridad global y una solidaridad internacional, porque las fuerzas ahora son globales.

Vandana Shiva entrevista Patricia Reguero - 3
Foto: David F. Sabadell

En su exposición no ha aludido al contexto actual de emergencia de ideas totalitarias a través de partidos de extrema derecha, como han hecho las otras ponentes. ¿Cree que la extrema derecha es un problema para el ecofeminismo?

Por supuesto que lo es. En mi libro Democracia en la Tierra explico que, si las corporaciones globales se apoderan de las economías y la globalización destruye las democracias nacionales, entonces un problema va a ser la concentración del poder. Así es como surgieron los multimillonarios. Así es como surgió Monsanto. Así es como crecieron todos los monopolios en la globalización. Pero otra cosa quedó muy clara: cuando el dinero se apodera de la democracia representativa, básicamente se roba los instrumentos de toma de decisiones. Y también destruye las economías locales y destruye los medios de subsistencia.

Así que una reacción natural es organizar una protesta, como ocurrió en Seattle. Pero después de eso, comenzó la militarización y en Ginebra mataron a tiros a un joven. Por otro lado, crearon guerras culturales. Y como escribió Samuel Huntington en ese período, en el choque de civilizaciones solo puedes saber quién eres si sabes a quién odias. Así que se creó una política de identidad basada en la negatividad. Tienes que encontrar enemigos, y el ascenso de la derecha busca enemigos y destruye las libertades colectivas indivisibles.

El ecofeminismo tiene mucho que decir, tanto sobre cómo recuperar la democracia económica, que tiene sus raíces en la democracia ecológica, como sobre cómo recuperar nuestra paz dentro de la sociedad, viviendo con nuestras diversidades.

¿El ecofeminismo es necesariamente antifascista?

Tiene que serlo. ¿Cuándo se construyó el racismo? Con el colonialismo. Cuando los esclavos se convirtieron en propiedad, la raza se definió como una discriminación. Antes de eso, teníamos la diversidad racial del mundo. Cada vez que ha habido una concentración del poder económico, hemos tenido el crecimiento del fascismo. Mussolini lo dijo muy claramente, el fascismo es la convergencia del poder económico y político. Por eso, cada vez que destruimos los sistemas públicos y permitimos que el beneficio privado crezca sin límites, la cabeza del fascismo se levanta. Así que el feminismo igualitario está en contra de tratar a la tierra como un objeto muerto, como terra nullius. Está en contra de tratar la diversidad cultural y racial en términos de superioridad e inferioridad, cuando todo lo que es es diversidad, y tiene que estar, por lo tanto, en contra del racismo. Y dado que la concentración del poder económico y político sobre la base de la superioridad cultural es fascismo, tiene que ser contra el fascismo.

Por último, volvamos a las cosas pequeñas. ¿Puede darme un ejemplo de algo pequeño, de una comunidad local, de comunidades indias, que sea un ejemplo de ecofeminismo?

Permítame volver a mi propia inspiración en este ámbito. Cuando los monsantos del mundo quisieron controlar la semilla, yo volaba de regreso a casa y dije: ¿cómo se afronta esto? Volví a pensar en el colonialismo británico y en cómo Gandhi hizo dos cosas. La primera fue decir: no usaremos ropa británica, la boicotearemos. Y lo segundo fue: haremos nuestra ropa. Sacó la rueca, que no sabía cómo hacer girar. La hilandería de la India había sido destruida por los británicos. Encontró a una anciana de 80 años y aprendió a tejer y enseñó a toda la nación a tejer. Y cuando la gente se reía y decía: ¿cómo pueden unos cuantos trozos de madera darte libertad?, él respondía: “Es lo único que me importa. Cualquier mujer en la cabaña más pequeña puede hacer su propia rueca e hilar su propia tela. El día que millones de mujeres hagan esto, seremos libres”.

Me inspiré en eso y pensé que la semilla es realmente una rueca. Cuando tienes tu semilla, puedes cultivar tu cosecha. No te endeudas, no tienes que comprar transgénicos. Durante el covid, las grandes cadenas de suministro colapsaron y los cultivos comerciales se derrumbaron.

Las mujeres guardan las semillas y cultivan lo que llamamos jardines de esperanza. Siempre digo que no importa lo pequeño que sea, podría estar en tu balcón, el caso es que da algo de comida. Así que he estado alentando a las mujeres a tener pequeños jardines de la esperanza. Y algunos de ellos les permitieron superar el bloqueo por covid. Algo tan pequeño abordó el fracaso de las cadenas de suministro.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ecofeminismo/vandana-shiva-encuentro-internacional-ecofeminismo-antifascista

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Entrevista a Hebe de Bonafini: un giro por la vida

Por: María Gabriela Mizraje

La primera vez que entré a la Casa de las Madres también era noviembre, hace justo 30 años. Y fue para hablar con ella. El impacto que tuve en aquel interior y en el mano a mano con Hebe de Bonafini fue tan poderoso que luego, al comentárselo a David Viñas, quien cada tanto imprimía sus pasos junto a ellas alrededor de la pirámide, éste me sugirió que escribiera esas impresiones.

No seguí su solicitud; entonces Viñas, que sabía ser muy insistente cuando se proponía algo, repetía: te pido por favor, todo esto que estás diciéndome es único y con el tiempo no vas a poder reconstruirlo como ahora, hay que compartirlo, por favor, escribílo.

Fue una pena no haberle hecho caso, pues yo era joven y simplemente estaba viviendo, atravesando mis propias ideas y sensaciones con suma intensidad, y quizá no llegué a comprender la dimensión de lo que él escuchaba en mi relato. Sólo guardé aquel episodio en mi memoria y la grabación de la entrevista que aquella tarde le hice a esa mujer, esa madre, con el objetivo de incorporarla a un libro sobre mujeres argentinas. Pero al final opté por incluir en el mismo otros textos, discursos que Hebe había dado y que me parecían representativos para esa antología que saldría publicada por el Instituto Movilizador de Fondos Coooperativos poco después, como volumen bastante temprano de la que sería una extensa e inolvidable colección.

La entrevista quedó inédita, en dos formatos, en un cassette y en una desgrabación que realicé enseguida, absolutamente fidedigna, conservando todas las marcas de oralidad. Y ha permanecido intacta hasta ahora.

Hoy, ante el impacto del adiós, en una de esas ceremonias privadas con las que el recuerdo revuelve entre las cosas y recupera imágenes, voces, textos, retorno a aquel encuentro, a aquella otra tarde de sol, a aquel diálogo generoso y distendido; veo la mesa y nos veo a ambas en ese ambiente tan pero tan familiar, tan de puerta abierta de nido, tan de pájaros que se asomarían por siempre.

Se han dicho tantas cosas, de las mejores y de las otras, se han trillado tantos elementos; como cada vez que se va una figura grande, son muchas las personas que pueden acercar su anécdota, muchas las que pueden hacer una valoración general, de cualquier índole, muchas las que pueden abocarse al estudio de la misma.

Hebe es insoslayable, guste o no. Y es alguien que también parte la historia al medio. Es un ícono mientras no deja de ser una mujer bien de carne y hueso, con todas sus vicisitudes y zozobras. Por encima de lo que se advierte como desacierto recargado de énfasis en sus momentos de mayor crispación, está su dolor y además su valentía. Antes, durante y después, su pérdida inconmensurable; antes, durante y después, esa valentía. Con una franqueza que detestó las medias tintas, sin voluntad de esmirriada retórica diplomática y con clara decisión combativa, fue creciendo en el ring de su lucha incansable y alzando la voz.

En aquella misma década de 1990, sí escribí algo que ahora quiero retomar porque grafica con intensidad el periplo de las injusticias, de los amores maternos, de los desvelos inclaudicables hasta “la locura”, entre los vericuetos de los uniformes y la política en Argentina.

Eduarda Mansilla, mujer pionera de nuestras letras, ofrece, entre otras obras, una novela riquísima, titulada Pablo o la vida en las Pampas. Con estupor, mientras exhumaba ese texto y lo comparaba en sus distintas versiones decimonónicas (un original francés, primero en folletín y luego en libro, y después el mismo traducido por su hermano Lucio Victorio para otro folletín publicado en Buenos Aires), tracé un arco estremecedor.

La protagonista de E. Mansilla, llamada Micaela, clama por la aparición de quien le fuera arrebatado sin ninguna palabra explicativa por parte de las autoridades y se atreve a reclamar al poder: “deben devolverme a mi hijo, mi Pablo”, les dice cara a cara, pero todo lo que intenta resulta en vano. Se queda esperando en la plaza, por siempre. “Los curiosos no dejan de decir: Vamos a pedirle a la loca que nos lea la carta del Gobernador”.

La loca de la plaza, a quien viéramos con un pañuelo en la cabeza en esta novela de 1868, guarda vivos los rasgos que serán un plural en las Madres de Plaza de Mayo. La plaza es la misma, en cuanto mira a la Casa de Gobierno y la “locura” también, la de una madre pujando por echar luz sobre la desaparición — y posterior fusilamiento– de su hijo. En las muescas de la historia (literaria) argentina, podemos leer esta trágica anticipación.

Si el pañuelo blanco es un pañal resignificado, Hebe, como otras compañeras pero muy especialmente ella, ha sido blanco de dardos de todo tipo.

Las cosas que aquella tarde me comentó y que hoy quedan registradas en la transcripción muestran ya, luego de tres décadas, muchas continuidades con sus definiciones y declaraciones y asimismo algunos puntos de inflexión, de cambio, que pueden sopesarse en la actualidad respecto de aquel presente histórico, cuando el país inevitablemente era el mismo y a su vez tan distinto, cuando los feminismos revestían otras formas, cuando el esforzado retorno a la democracia aún estaba tan fresco, cuando algunas leyes dispuestas a encarar el período previo, de la dictadura cívico-militar, ardían en el candelero.

“La salvación del país depende entonces […] de la energía moral de sus fuerzas vivas […] ellas deben depositar su última fe en la superioridad moral que la desesperación concede al verdadero coraje”, proponía Karl von Clausewitz. Es precisamente de la desesperación dictada por el amor que emerge el coraje de las Madres y que ellas saltan del individuo a la sociedad, del hogar a la calle, de la soledad a la política; es a partir del llanto que riegan la Plaza y la lavan de tanta inmediata ignominia.

Por eso, cualquier cosa que se diga resulta insuficiente y cualquier crítica que se haga hoy es improcedente y suele estar ligada al negacionismo. Momento de sopesar y agradecer. Mejor preguntar con el poeta para qué escribir versos y responder, para seguir preguntado, “¿para volver al vientre donde cada palabra va a nacer?/ ¿por hilo tenue?”, tal cual sollozaba Juan Gelman en Carta a mi madre.

O reflexionar con el filósofo del Materialismo ensoñado, León Rozitchner, que se estremece a sí mismo interrogando una suspensión realizada por las madres: “¿Y allí haya anidado y desarrollado el huevo de la nueva vida histórica –

-la memoria indeleble de una vida feliz, sin violencia ni muerte, que en el hijo permanecerá grabada para siempre– que toda madre incuba para que vida humana haya, que si no, no existiría como ideal ni en la religión ni en el Estado ni en la ética?”.

Las cenizas sobre nuestra Plaza madre mantendrán vivo el fuego de la entraña combativa de Hebe de Bonafini y de su corazón. La Plaza que la vio, que las vio y aún las ve, ir y venir sin descanso, girando como un planeta sobre su propio eje, mientras exista patria, jamás tendrá fin en la memoria, con todos los hitos eslabonados desde el siglo XIX y el eco inextinguible de las Madres.

En esa matriz urbana, vientre vertido en consignas de Derechos Humanos, cobijo de toda intemperie cuando la crueldad arrecia, donde la lengua materna permite oír y retumbar el trino de los vocablos escogidos, que no pierden vigencia: Memoria, Verdad y Justicia, nos seguiremos reconociendo.

Por los hijos de los hijos, AMEN.

Buenos Aires, 24 de noviembre de 2022

Hebe de Bonafini y la reivindicación de la entrega

Por María Gabriela Mizraje, 30 de noviembre de 1992

MGM: ¿Cómo considera el hecho de que algunos ciudadanos las asocien a una práctica feminista?

HB: Nosotras nunca nos asociamos a una práctica feminista porque no nos consideramos feministas, nosotros (sic) creemos que hacemos un trabajo de mujeres, que defendemos la lucha de la mujer, que hemos reivindicado el hecho de ser madre, lo hemos elevado, ¿no?, porque siempre parecía que la madre estaba solo preparada para lavar, planchar y cocinar, y nosotros hemos demostrado que podemos hacer muchas otras cosas, sin dejar de lavar, planchar y cocinar; así que no, no somos un movimiento feminista, trabajamos con muchas mujeres, con muchos movimientos feministas de todas partes del mundo, pero realmente no somos feministas, para nada, creemos que la liberación va a venir del hombre y la mujer juntos; pero sí defendemos la lucha de la mujer, la reivindicamos y nos parece que la mujer ha estado muy postergada… todo eso, está claro…

MGM: Eso, desde ya, la pregunta sería no tanto por una autodefinición (yo entiendo que no se autodefinen como feministas), sino por el encuadre que algunos le dan al Movimiento, la visión que otros tienen de las Madres como feministas, ¿qué opina usted (o ustedes) sobre esa visión?

HB: Bueno, cada uno nos ve desde el punto que nos puede ver, eso no es –vamos a decir– específico, nos parece que algunos nos ven más feministas, otros nos ven muy politizadas, otros nos ven muy anarquistas, cada uno nos ve desde el lado que le viene a él, desde su punto de vista; no me parece mal, porque como nos ven de tantas maneras -vos sabés que estamos tan analizadas-, los psicólogos, los soció- logos, los antropólogos, todos nos analizan, los que estudian el lenguaje, los que estudian los discursos, todo el mundo hace tesis, los teólogos, todos hacen tesis de las Madres, así que nos sentimos requeteobservadas, entonces somos lo que cada uno quiere que seamos.

MGM: ¿Existen divisiones internas dentro del grupo de las Madres?

HB: No, no, no, sólo una vez que se fueron ocho personas de la Asociación; nada más, se fueron y chau, no vinieron más, no pertenecen más a la Asociación.

MGM: Si tienen que tomar decisiones ¿votan…?, ¿hay acuerdo general…?

HB: Sí, nosotros tenemos una reunión semanal de la comisión, después los jueves nos reunimos con las madres y hacemos cinco reuniones por año, o cuatro, con todas las madres del país; se acaba de hacer una en Santa Fe, para debatir los lineamientos a seguir durante el año; después cada uno opera a partir de lo que sucede en la provincia o en el lugar donde está trabajando. A veces para cosas importantes nos llamamos; decimos: mirá, con esto se hace tal cosa; y, si no, cada encuentro. También las marchas, como ser ahora la Marcha de la Resistencia es casi un encuentro, porque vienen todas las madres del país y ahí también hacemos pequeñas reuniones. Además nosotras visitamos permanentemente también los lugares, estamos yendo constantemente a los lugares donde las madres preparan tareas y charlas y debate; y ahí ya estamos también con las madres de unidad.

MGM: Pero, entonces ¿no hay divisiones internas como en cualquier agrupación política?

HB: No, no, no, no, acá sólo la que hubo fue la de las que se fueron, que se llaman fundadoras, pero que no tienen nada que ver con nosotras.

MGM: Sin embargo sí es una agrupación política.

HB: Claro, hacemos política… no partidista. Una manera diferente de hacer política, nada que ver con lo que la gente cree. Por eso la película La voz de los pañuelos es tan buena para que la gente la vea, porque ahí uno ve cómo funcionamos, cómo determinamos lo que hacemos, cómo discutimos…

MGM: A veces lo que menos se conoce es justamente eso, cómo se deciden las cosas…

HB: Mirá, nosotros tenemos una manera muy particular de reunirnos; por ahí estamos haciendo la comida y estamos debatiendo un tema requete-importante… bueno, los temas más, más, más álgidos se debaten en la reunión de comisión, que son once miembros, pero donde después también participan todas las madres de la casa, las que trabajan, que son unas veinticinco madres, y después se las participa de lo que se resolvió en la comisión. Y si la cosa es muy álgida, muy difícil, nos reunimos todas para debatirlo, como ser para discutir si íbamos o no al programa de Mirtha Legrand lo discutimos casi una semana entera, con todas las madres que iban y venían, que se enteraban y que venían a dar su opinión, y las del jueves y las del martes y las de todos los días. Hay un grupo de Madres que hace el envío del periódico, hay un grupo de Madres que se encarga de lo que son las tareas de la casa, del dinero, de las compras y de eso. Todas participan de todo, también cuando hay decisiones participan todas, no somos las elegidas, participamos todas.

MGM: ¿Las reuniones de comisión son semanales?

HB: Son semanales, todos los martes. Después de la reunión de comisión, todas las Madres de la casa participan de cosas que nos comprometen a todas, queremos saber qué piensan todas y entonces vienen todas. No es una cosa de llamado, sino que estamos, vienen, todas saben, quieren saber qué pasó, les cuento un viaje…

MGM: Pareciera una cosa mucho más espontánea…

HB: Claro, porque nosotras no somos burocráticas, queremos romper con todo lo que sea burocrático; bueno, por supuesto, hacemos un acta de la reunión. Ahora estamos reunidas con la gente para la Marcha de la Resistencia, estamos trabajando tres Madres. Esas tres tienen que contarles a las otras qué pasó, qué se discutió, qué se arregló. Lo que pasa es que ahora, cuando salimos de ahí, nos reunimos de vuelta. Hay días que estamos reunidas todo el día, ¡porque hay tanto trabajo!, vamos debatiendo los temas que nos van dejando. Los diputados italianos que recién vinieron nos dejaron una inquietud, ahora tenemos que reunirnos con todas para ver qué piensan.

MGM: Ahora que dice lo de los “temas”, querría preguntarle si se reúnen a estudiar o alguna otra actividad similar, leer leyes…

HB: No. Los jueves a la mañana, por medio del periódico o de los temas que salgan, hacemos una discusión política, o sea que ahí tenemos charlas políticas o las Madres me traen problemas o los discutimos entre todas o vemos cómo en cada periódico sale una cosa diferente, y ahí discutimos política, qué pasa, por qué sacan esto o por qué no lo sacan, por qué se dice esto, si tapa lo otro, por qué no se tapan o por qué se tapan las cosas. De ahí salen las cosas que vamos a decir en la radio, porque tenemos, los días jueves, muchas radios alternativas que vienen y nos graban, y también sale el discurso de la Plaza; aunque es corto, es siempre de acuerdo al tema que elegimos.

Ese día no cocinamos acá, comemos cualquier cosa y después vamos a la Plaza. Y ahí es la locura, entrevistas y gente, viene cualquier cantidad de gente del exterior; gente del país, maestras, alumnos, de todo.

MGM: Esas visitas tan numerosas de la gente del exterior, ¿cómo las viven?, ¿piensan que las consideran algo pintoresco?

HB: No, la gente que viene a la Plaza viene a darnos siempre solidaridad, no viene a vernos como a una cosa extraña, mucha gente que va a la Plaza hasta a veces habla. Es una cosa bien profunda. Los que dicen que es folklórico son los que no entienden a toda la gente que nos apoya o no lo quieren ver.

MGM: La autodenominación de Madres implica, desde ya, definirse en función de sus hijos; la pregunta sería ¿se consideran hijas de las ideas de sus hijos, construyeron su aparato ideológico a posteriori del de sus hijos o era preexistente?

HB: Nosotros (sic) decimos que ellos nos parieron y que levantamos sus banderas porque son las mismas por las que ellos lucharon, lo que reclamamos nosotras ahora, tal vez con una ideología más tibia, porque ellos eran tan combativos, tan claros, tan serios, tan íntegros en lo que hacían, ¿no?, nosotros tal vez no lo hacemos con la misma fuerza que ellos, tratamos de hacerlo lo mejor que pode- mos, de defender los principios que ellos defendían y que son los nuestros, y, bueno, de sentir la lucha de ellos como propia, ¿no?, eso es lo que tratamos de hacer, no sé si nos sale.

MGM: ¿Cuál es su opinión actual acerca de la lucha armada?

HB: Yo creo que todos los pueblos tienen derecho a levantarse en armas cuando son sometidos, cuando son postergados, cuando son marginados; cuando alguien perdió todo y ya no tiene más nada, yo creo que tiene derecho a levantarse en armas. Yo creo que la lucha armada tiene que ser hecha con mucho criterio, que tiene que haber mucha gente dispuesta a dar la vida en contra de la opresión; porque, si no, se pierden muchas vidas y no se recuperan; yo creo que los pueblos que se han levantado en armas, como en Nicaragua, como en Salvador, han demostrado que era necesario para conseguir un poquito de libertad; ahora después, claro, como pasa- ron tantas cosas, y en Nicaragua está Violeta Chamorro y en El Salvador están ahora pensando qué van a hacer, si van a seguir o no, y hay lucha armada en otros países, yo no sé, yo creo que la lucha armada, que es algo tan serio y tan importante, ¿no?, para un pueblo, para un país tiene que ser de todos, no puede ser de un pequeño grupo. Tenemos que ser muchos los que estemos…

MGM: …dispuestos…

HB: …dispuestos; si no, no sirve. Yo creo que se puede hacer la revolución más lentamente, con mucho fundamento y con mucha fuerza y tal vez arriesgando la menor cantidad de vidas posible. Esa es la idea nuestra.

MGM: Si tuviera que hacer una autocrítica, de las Madres en general, de usted en particular…

HB: Yo creo que las Madres en un principio fuimos muy ingenuas, creíamos muchas cosas que no eran, creíamos que Videla era un presidente y era un asesino. Creo que no nos abrimos como debiéramos haberlo hecho antes y lo comenzamos a hacer mucho tiempo después, o sea no hace tanto tiempo que las Madres abrimos la lucha a otras luchas, hará unos seis o siete años y creo que nos debíamos haber abierto antes, pero, bueno, teníamos temor, no queríamos que nos dijeran que hacíamos política, nos parecía –como los políticos decían: ah, hacen política– ah, no no, políti- ca, no, claro, porque nos metían la idea de que era malo hacer política; cuando nos dimos cuenta de que era bueno, empezamos a reconocerlo, ¿no? Creo que esa fue una cuestión que debíamos haberla… y que debíamos haber sido más duras de lo que fuimos; sí, en algunas ocasiones hubiéramos debido ser mucho más duras, más terminantes; pero, bueno, ya está, ahora está así.

MGM: ¿A qué argentina, de la historia o del presente, elegiría, si tuviera que rescatar una figura de mujer?

HB: Y por ahí a la más anónima, ¿no?, a mi mamá, por ahí, que toda la vida trabajó y ahorró… y… ahora, a una figura pública, me parece que Eva Perón y la señora Moreau de Justo son dos mujeres… brillantes, opuestas tal vez en su pensamiento pero con ideales tan claros, ¿no? Yo creo que son dos mujeres para pensar.

MGM: ¿Cómo se siente incluida en la serie: Alicia Moreau de Justo – Eva Perón – Hebe Bonafini?

HB: Bueno, me siento muy honrada, no sé, me da mucho miedo, porque son dos gigantes para mí, Eva Perón y la señora Moreau de Justo. Vos sabés que en la última exposición que hicimos las Madres, vino alguien a reprocharnos que no teníamos ni una foto de la señora Moreau de Justo con nosotras, es que nunca nos sacamos una foto con ella, no sabemos por qué, en algún lugar estarán pero nosotras no las tenemos. Y yo me quedé muy mal, porque ella me dijo “¿cómo en esta exposición no está la señora?”, no es que no la sintamos, sentimos que está aquí pero no teníamos ni una sola foto de ella con nosotras, con tantas veces que estuvimos juntas. Yo he leído la vida de Eva Perón de muchas maneras, muchos libros he leído sobre ella, el último que leí es uno de Marisa Herrero [Navarro], una historiadora, me pareció excelente, porque uno conoce muchas más facetas de lo que vio, y a la señora Moreau de Justo la conocimos y estuvimos con ella y sabíamos de su pensamiento y de su lucha, su entrega, ¿no?; porque lo más importante de ellas dos yo creo que fue la entrega, la entrega así sin pensar en nada, entregadas por entero a lo que creían, en su objetivo, que es una cosa tan fuerte.

MGM: Sin duda por eso mismo es que la serie no tiene que darle ningún temor, porque yo creo que las condiciones, a pesar de las diferencias, en ese punto son las mismas. Y usted dice que leyó textos sobre la vida de Eva ¿y textos de ella, La razón de mi vida, por ejemplo?

HB: Me gustan más los libros que cuentan sobre ella, que son muy interesantes. Ese de Marisa Herrero [Navarro] me pareció brillante, porque no está ni la parte donde se la condena ni donde se la subestima ni se la alaba demasiado, sino que está la Eva Perón, la que yo quiero, esa Eva Perón. En sus contradicciones y en todo, pero esa Eva Perón, esa que se jugó, esa es la que está en ese libro, por eso me gustó.

MGM: Volviendo a las Madres, aunque los términos cuantitativos suelen ser molestos, nos consta que los números a veces ayudan por su fuerza; en función de esto, otra cosa que quiero preguntarle es ¿siendo los desaparecidos tantos como lamentablemente sabemos, cómo se explica que las Madres hayan sido tan pocas en relación y sigan siéndolo?

HB: Porque no es lo mismo ser Madre de Plaza de Mayo que madre de desaparecido. Hay 30.000 desaparecidos y hay 15.000, porque algunas tenemos dos o tres, o 18.000 madres de desaparecidos, pero no hay 18.000 Madres de Plaza de Mayo, porque las Madres de Plaza de Mayo fuimos las que entendimos la lucha de los hijos, las que nos entregamos de lleno a luchar por otros hijos que no son los nuestros pero que encontramos en ellos a los nuestros, somos las que no estamos dispuestas a aceptar ningún tipo de reparación, porque la única reparación posible, si es que hay una, es la justicia, entonces por eso es que no hay, porque no todas las madres ni todas las mujeres que han perdido a los hijos están dispuestas a esto que te lleva la vida, esto es una entrega total. Es una lección de vida, y nuestra generación era una generación egoísta, individualista, y cambiar y transformarse a los 49 años, como empecé a transformarme yo cuando me llevaron a mis hijos, no es fácil; no es fácil, porque es como que cada mañana alguien te da dos o tres trompadas para que sigas cambiando, cuando querés entrar en esta cosa del individualismo decís no, pero cómo, si yo estoy haciendo esto no puedo ser individualista, para ninguna de las co- sas que hago en el día, y no es fácil. No es fácil. No todas están dispuestas. Además, por la vida a veces cómoda, acá te tenés que mojar, tenés que estar abajo de la lluvia, bajo el sol, bajo el frío, bajo el calor, no hay horarios… Ya la vida personal no cuenta, no hay más nada personal. Yo no me compro ni la ropa, yo me pongo lo que me dan, me regalan, jamás salgo a mirar una vidriera, a elegirme nada, no tengo tiempo, no puedo. Si tengo tiempo, leo porque me encanta leer.

MGM: Ahora que dice esto de la lucha que sigue, etc., ¿cómo se explican las consignas principales que continúan levantándose: aparición con vida, y juicio y castigo? Cómo se explican actualmente, quiero decir, cuál es su vigencia ahora, sobre todo la de la primera.

HB: Bueno, aparición con vida es el cuestionamiento a un sistema, ¿no?, aparición con vida: mientras los asesinos estén en libertad, nosotros no vamos a reconocer la muerte, nunca se puede reconocer la muerte de un hijo si los demás no dicen qué pasó, porque nadie nos dijo que los mataron o que están enterrados en algún lugar o que los quemaron o que murieron en la tortura. Quieren que nosotros aceptemos las muertes sin que nadie lo diga y sin que nadie pague por ellas. Entonces mientras los asesinos estén en libertad, nosotros no vamos a reconocer la muerte de nuestros hijos, nunca, porque la desaparición es un delito permanente, entonces para nosotros siguen estando desaparecidos.

MGM: Bueno, después de esto casi no me atrevo a preguntar nada más. Muchas gracias.

HB: No, querida, al contrario.

Fuente de la información e imagen: https://lobosuelto.com

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Entrevista a Nieves Maya: ‘El éxito en la educación está en la personalización’

https://www.eitb.eus

Entrevistadas en Radio Vitoria Gaur Magazine Nieves Maya, directora de Carmelitas Sagrado Corazón e Iratxe Ortiz de Orruño, pedagoga, afirman que la repetición de curso es, en ocasiones, contraproducente para el alumnado.

espedimos el curso escolar con la llegada del verano y llega el momento de que muchas familias se planteen cómo va a ser el verano de sus hijos e hijas y cómo va a ser el siguiente curso. La gran mayoría pasará de curso sin problema, pero hay quienes tendrán que asimilar que tienen que repetir curso. Algo que ha ido cambiando con el paso de los años y es que, con la nueva reforma educativa, la LOMLOE, no se fija una cifra concreta de materias superadas que impide graduarse. Repetir curso o pasar de curso queda ahora en manos de los profesores y familiares.

Entrevistadas en Radio Vitoria Gaur Magazine Nieves Maya, directora deCarmelitas Sagrado Corazón e Iratxe Ortiz de Orruño, pedagoga y experta en terapia de familia y pareja, aseguran que repetir puede llegar a ser contraproducente para el alumno.

Y es que, la mayoría de los estudios demuestran que los países donde no existe la repetición, son los que mejores puntúan en el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes. Es decir, Finlandia, Noruega, Reino Unido o Japón son algunos de los países en los que no se repite y, por ejemplo, Japón, es referente en matemáticas. La directora de Carmelitas tiene claro que ‘el éxito está en la personalización’.

Cada alumno o alumna es un mundo. Y una persona con dos suspensos puede afrontar con éxito el próximo curso y otra persona no. Aunque cierto es que, en caso de repetir, hay que reforzar la educación de ese alumno con medidas educativas de refuerzo.

La impotencia, el fracaso, el sentimiento de culpa, es algo que se transmite de padres y madres a hijos e hijas cuando tienen que repetir. La pedagoga recomienda tomarse la repetición como ‘una nueva oportunidad ya que su autoestima puede verse beneficiada’.

Así, nos recomiendan, en primer lugar, evitar el castigo o las consecuencias de repetir y dejar que la persona descanse durante el verano, sin agobiarlo con particulares y que la repetición se tome como una nueva oportunidad. Es decir, que el mensaje que se le dé a los hijos e hijas sea positivo y no culpabilizar.

https://www.eitb.eus/es/radio/radio-vitoria/programas/radio-vitoria-gaur-magazine/detalle/8887280/nieves-maya-el-exito-en-educacion-esta-en-personalizacion/

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Entrevista a la feminista española Nuria Varela «Estamos pagando muy caro el éxito del feminismo del 8 de marzo de 2018»

Fuentes: https://www.elespanol.com

La activista feminista, periodista y directora general de Igualdad del Principado de Asturias analiza la situación de las mujeres en la España del siglo XXI y recuerda que «las mujeres ni se compran, ni se vende, ni se alquilan».


Nuria Varela (Turón, 1967) lleva décadas siendo una de las voces –y plumas– más relevantes del feminismo en nuestro país. A sus espaldas deja libros tan reconocidos como Íbamos a ser reinas. Mentiras y complicidades que sustentan la violencia contra las mujeres (2002, Ediciones), Feminismo para principiantes (2005, Ediciones B), La voz ignorada (2012, Debate), Cansadas (2017, Ediciones B) o Feminismo 4.0 (2019, Ediciones B).

Después de liderar el gabinete del Ministerio de Igualdad creado por José Luis Rodríguez Zapatero en 2008 y dar clases de Comunicación, Políticas de Igualdad, Historia de la Teoría Feminista y Violencia de Género en la Universidad Complutense de Madrid, decidió volver a su tierra natal, Asturias.

Desde finales de 2019 ha tomado las riendas del Instituto Asturiano de la Mujer y de la Dirección General de Igualdad del Principado. Allí, el 25 de noviembre de 2020, creó el Centro de crisis para víctimas de agresiones sexuales, el primero en nuestro país en abrir sus puertas con atención 24 horas al día y 365 días al año.

Alguna vez ha dicho que se considera una mujer rebelde, pero ¿qué significa?

Ser rebelde significa analizar el mundo en el que vives, detectar lo que es injusto, detectar las mentiras que te cuentan y enfrentarte a ellas y remangarse para cambiarlas. Eso es ser una mujer rebelde. Es decir, ser feminista, básicamente.

¿Qué se siente siendo un referente del feminismo en este país? Porque, sabe, lo es para muchas.

Es complicado hasta que me hagan la pregunta. Pero siento mucho orgullo de ser feminista y me siento muy orgullosa de pertenecer a una larguísima genealogía de mujeres. Para mí la genealogía es muy importante y por eso cito tanto en mis libros y soy tan pesada con las mujeres jóvenes de que no empiecen por el final, sino por el principio. Creo que ahí está nuestra fortaleza y nuestra mayor rebeldía.

Frente al patriarcado, que siempre ha querido enfrentarnos, separarnos, pelearnos y rompernos, ha estado el feminismo, que siempre ha querido unirnos, trabajar juntas y sacar proyectos juntas. Me siento muy orgullosa de haber tenido la suerte de ser feminista y de todo el trabajo desarrollado, tanto por las mujeres que nos abrieron las puertas como por mi generación, como por todas las jóvenes.

«Ser una mujer rebelde es ser feminista, básicamente»

¿Están las generaciones más jóvenes a la altura de sus maestras en la lucha feminista?

Siempre he confiado absolutamente en las generaciones jóvenes y creo que, además, cada generación tiene sus retos y tiene sus dificultades y tiene sus preguntas a las que dar respuesta y, por supuesto, sus dificultades. El 8 de marzo de 2018 no hubiese sido posible si las generaciones jóvenes. Es un orgullo de las que ya tenemos un largo recorrido ver cómo empezaba en esos años previos al 2018 a surgir grupos feministas en los institutos de mujeres tan jóvenes con tanta conciencia de la profundísima desigualdad en la que vivimos, a pesar de todo el bombardeo que tienen, de mensajes que les dicen lo contrario, de tantas mentiras como les cuenta, de lo hipersexualizada que pretenden que estén desde las propuestas de ropa hasta las de ocio… y a pesar de todo eso, ver esos millones de mujeres jóvenes en España, miles de mujeres jóvenes en Asturias, concienciadas, juntas, saliendo a la calle, trabajando, peleando, proponiendo…

Por supuesto que están a la altura y han cogido el relevo. Pero del feminismo no se va nadie, porque ahí tenemos a nuestras mayores. Se han ido sumando todas las generaciones.

A finales del año pasado se hablaba de que se producen seis violaciones al día en España. ¿Realmente ha aumentado la violencia sexual o es que se está visibilizando más?

Es que esos titulares son falsos. ¿Y por qué son falsos? Porque no lo sabemos y quien diga que lo sabe, miente. No lo sabemos. Por un lado, se confunde –que no entiendo como a estas alturas se sigue confundiendo– la violencia denunciada con la violencia real. Que haya más o menos denuncias, en principio no es ni un buen ni un mal indicador. Porque que haya más o menos denuncias… ¿dónde se está hablando de que hay más o menos violencia? Por ejemplo, Asturias ha sido la comunidad autónoma donde más han aumentado las denuncias en el último año. No puede ser casualidad que sea la única que tiene un centro de crisis. ¿Eso significa que es donde más aumenta la vida sexual? Ya lo dudo.

¿Diría, entonces que tal vez que la labor de acompañamiento del centro de crisis produzca un incremento de denuncias?

En cualquier caso es lo que yo quiero pensar, pero tampoco lo sabemos. El mayor déficit que tenemos es en datos. O sea, una violencia tan poco denunciada, tan poco estudiada y tomada con tan poca preocupación socialmente y académicamente, es muy difícil saberlo. La lógica, el sentido común y la experiencia en el estudio de la violencia de género nos hacen pensar que cuando una violencia no se denuncia –partimos de una situación tan mala como un 8% de denuncias en toda España– y vemos un aumento de denuncias acompañado de un nuevo recurso, queremos pensar que es que ese nuevo recurso está dando confianza a las mujeres para denunciarlo más.

Pero todo esto hay que seguir estudiándolo y tenemos que seguir viéndolo. Ahora, lo que no hay que estudiar y lo que tenemos que evitar es confundir las denuncias con la violencia.

«Que haya más o menos denuncias, en principio no es ni un buen ni un mal indicador»

Entonces, ¿tenemos la intuición de que está aumentando la violencia sexual en los últimos años?

Tenemos esa intuición, pero es una intuición porque no lo sabemos realmente. Sí que vemos que está bajando la edad de la violencia. Vemos que está bajando la edad en el inicio de las relaciones sexuales. Vemos que se ha disparado el consumo de la pornografía en internet. Es decir, vemos una serie de indicadores, pero como no tenemos cifras con las que comparar, yo sería muy prudente. Lo que está claro es que tenemos mucha violencia sexual y tenemos mucha violencia sin denunciar. Eso es lo que me dice entre las estimaciones y la experiencia de un año en marcha del Centro de Crisis nos dice que incluso hay más necesidad de la que detectábamos cuando lo pusimos en marcha.

Eso lleva pasando muchos años, otra cosa es que en 2021 lo hemos visto porque se ha llevado al Congreso. Los grupos que no reconocen los derechos y la libertad de las mujeres, y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres llevan oponiéndose desde siempre. No quiero ni acordarme de lo que fue la redacción de la actual Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. ¡Teníamos manifestaciones con los obispos en la calle!

¿A qué responden estas situaciones?

Tiene que ver con una sociedad que parece que da retrocesos no sólo en igualdad, sino en respeto, que creo que al final es la base de esta. El auge de la ultraderecha es el auge del negacionismo y de la falta de respeto a los derechos y las libertades, a cosas y ámbitos que, si bien sabíamos perfectamente que no estaban completamente desarrollados, sí que pensamos que había un mínimo de juego democrático común. Es decir, que las reglas del juego democrático estaban claras, que pasan por el respeto y los derechos humanos.

Las sociedades más sólidas democráticamente, con un sistema de justicia y económico más sólidos también son las sociedades más igualitarias, que más respetan los derechos de las mujeres. O sea que la vida de las mujeres, el respeto a las mujeres y la igualdad entre mujeres y hombres es la prueba del algodón de las democracias.

Esto me recuerda a la nueva misoginia de la que habla en Cansadas. ¿En qué se diferencia de la del siglo XX?

Cuando escribí ese libro, la diferencia fundamental era lo sutil. La misoginia anterior era mucho más evidente, se presumía de esa misoginia. Y cuando escribí Cansadas, a lo que nos enfrentábamos era a una misoginia más sutil, en la que no daba prestigio ser misógino, pero se seguía siendo. Y tenía mucho que ver con que apruebes leyes estupendas, pero no hagas los procedimientos adecuados para que se cumplan, por ejemplo. O que hagas grandes planes de igualdad en la universidad, pero no pongas asignaturas, no cambies el conocimiento.

«La vida de las mujeres, el respeto y la igualdad entre mujeres y hombres es la prueba del algodón de las democracias»

Y ahora, ¿qué tipo de misoginia nos encontramos?

Lo que podemos ver en los ultimísimos años es que estamos pagando muy caro el éxito del feminismo del 8 de marzo de 2018. La demostración de fortaleza, de seriedad, de agenda política y de compromiso que se visibilizó en todo el mundo el 8 de marzo de 2018 ha provocado una reacción patriarcal fortísima y no sólo por la ultraderecha, sino por muchos otros agentes, también de izquierda.

Hay dos procesos que habría que estudiar. Por un lado, cómo hay demasiada gente queriendo coger el potencial político del feminismo demostrado en las calles. Por otro, la cantidad de gente que está tremendamente asustada con ese potencial político.

Cómo ya escribió Susan Faludi en Reacción (2006, Anagrama), no es que el feminismo hubiese conseguido la igualdad, es que por primera vez pareció que la podíamos conseguir. La reacción patriarcal, la misoginia, está siendo insoportable también desde ámbitos que nunca esperábamos.

¿Como cuáles?

Desde una izquierda curiosamente mucho más apegada a las identidades que a la agenda de la igualdad, a  ámbitos económicos que nunca se habían pronunciado, pero que ahora están beligerantemente en contra de la igualdad, porque están haciendo muchísimo negocio tanto de la capacidad reproductiva de las mujeres como de los cuidados gratuitos que hacen las mujeres. También la industria farmacológica… Hay muchísimos ámbitos, incluso algunos que a lo largo de historia habían sido aliados y de pronto están siendo beligerantes en contra de los derechos de las mujeres, especialmente en contra de los derechos de las mujeres pobres, que son las que sacan más rendimiento económico.

 «La demostración de fortaleza, de seriedad, de agenda política y de compromiso que se visibilizó el 8-M de 2018 ha provocado una reacción patriarcal fortísima»

¿Se refiere a maternidad subrogada?

Y no sólo eso, también la donación de óvulos. Es que no es sólo un fenómeno, es toda una industria.

Parece que hay un debate abierto en materia de gestación subrogada en nuestro país.

No hay gestación subrogada. La gestación no se puede subrogar. La misma expresión es vergonzosa. Es que ni siquiera son vientres de alquiler, porque un vientre no es independiente. Un vientre no gesta sólo, son madres de alquiler. Yo lo tengo muy claro, y el Gobierno de Asturias siempre se ha pronunciado al respecto, las mujeres ni se compran y ni se venden, ni se alquilan. Son cosas muy básicas.

Ocurre lo mismo con la prostitución, ¿no?

Es que la prostitución es otra gran industria, es el patriarcado. Toda nuestra historia y nuestra cultura están construidas sobre la desigualdad y el abuso económico, social, político y reproductivo de las mujeres. Acabar con el patriarcado no sólo significa cambiar toda una cultura, sino un sistema económico. No son guerras culturales, son guerras económicas muy serias.

¿Qué les diría a los que dicen que la legalización de la prostitución mejoraría la vida de algunas mujeres?

No voy a entrar en ese debate. Ya lo he resumido: las mujeres ni se compran, ni se venden, ni se alquilan.

«No hay gestación subrogada. La gestación no se puede subrogar. La misma expresión es vergonzosa»

Otro gran debate que parece dividir el feminismo es el de las realidades trans. ¿Hay una brecha?

Eso nos llevaría un año tratarlo. Para resumirlo, el feminismo no es una teoría de la identidad; el feminismo es una teoría política. El feminismo siempre ha debatido, su fortaleza es el debate hasta el agotamiento. Todos los debates son bienvenidos y yo creo que nos fortalecen mucho, pero hay mucho falso debate.

Creo que el debate en el feminismo siempre ha sido bueno, siempre lo hemos hecho y, como digo, nuestra fortaleza es el ser capaces de hablar, de argumentar, de contraargumentar y de pensar, de escribir, de debatir y de hacer propuestas claras que han ido cambiando el mundo.

Ahora que nos encontramos con mucho falso debate, porque tampoco creo que haya mucho debate interno. Lo que hay es mucho ruido. Y desde luego, lo que está claro es que el feminismo no es una teoría de identidad. Se pretende abrir un debate sobre el feminismo como identidad, y eso es un falso debate. Vuelvo a decirlo: no es una guerra cultural, es una guerra económica.


Fuente: https://www.elespanol.com/mujer/protagonistas/20220206/nuria-varela-pagando-caro-exito-feminismo-marzo/647935225_0.html

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Entrevista: «La educación es un pilar básico para un desarrollo sostenible e igualitario»

INÉS MARTÍNEZ PÉREZ 

Las mujeres desempeñan un papel fundamental en la gestión, conservación, explotación y aprovechamiento de los recursos naturales como consumidoras y educadoras. Esto lo sustenta el informe Behind every Global Goal: Women leading the world to 2030, elaborado por la ONU, que apunta a que las mujeres podrían ser la pieza clave en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) .

Ana Vega, Cátedra UNESCO Ciudadanía Democrática y Libertad Cultural de la Universidad de La Rioja, destaca como experta que como ha señalado la ONU en numerosas ocasiones, la igualdad de género y el empoderamiento de mujeres y niñas de todo el mundo es un ingrediente transversal para asegurar el éxito de cada uno de los 17 ODS. Por lo tanto, cuando hablamos de sostenibilidad, no solo se trata de motivar un desarrollo que respete el medio ambiente, sino también de un desarrollo feminista que permita a las mujeres participar, sin excepción, en todos los entornos sociales, económicos y políticos en igualdad de condiciones y de derechos.

– ¿Cuál es la relación entre mujer y sostenibilidad?

– Las mujeres, sobre todo en el tercer mundo, son las que tienen contacto más directo con los recursos naturales, principalmente si hablamos de agricultura, cría de animales, son farmacólogas… En general, somos expertas en cuidados, algo que la pandemia ha ayudado a evidenciar. Esta época ha puesto sobre la mesa la importancia de las tres dimensiones de la sostenibilidad: la social, la económica y la medioambiental y que deben ir unidas. De forma natural y cultural, la mujer las tiene asumidas.

– ¿La discriminación de género es un obstáculo para el desarrollo?

– Por supuesto. La Agenda 2030 tiene claro que la mujer es un actor estratégico. Aunque en la ONU desde hace décadas hay una apuesta clara en este sentido, también la Agenda lo ha querido destacar. Hay una perspectiva de género clara que permea toda la agenda. Si nos centramos sobre en qué se está trabajando, podemos concretarlo en la división sexual del trabajo, el control y el acceso a los recursos, el control del cuerpo (como la trata)…

– La Agenda 2030 se marca 17 objetivos, ¿en todos ellos está presente la mujer?

– Yo siempre reivindico que a veces, cuando hablamos de mujer, el riesgo es ceñirnos a ocupar espacio. Pero si se ocupan los espacios y se mimetizan con las formas de hacer y percibir del hombre… no hacemos nada. Se debe aportar esa subjetividad femenina, con lo que tiene de específico y de rico, de aporte diferencial y teniendo en cuenta que es la mitad de la humanidad. Se debe hacer valer a la mujer en cualquier tipo de liderazgo, no estamos hablando solo de la política activa. Yo he descubierto, trabajando con mujeres indígenas, un liderazgo no pagado y no reconocido, pero son verdaderas líderes. Naciones Unidas esto sí lo ha incorporado, por ejemplo en las resoluciones del Consejo de Seguridad, en temas de mediaciones de conflictos y paz. La intervención de la mujer es estratégica, en primer lugar porque suele ser una de las primeras víctimas. También vemos, y lo estamos observando con Ucrania, la labor de la mujer en la protección de la sociedad civil. Escuchar la voz de las mujeres es importante y queda mucho por hacer, tiene que sonar más.

– ¿Y si hablamos de energía?

– En el tercer mundo es evidente la relación entre mujer, sostenibilidad y energía, por su contacto con la tierra en todas sus versiones. Pero también en el primer mundo es algo claro. En la Cátedra estamos trabajando en cómo construir la Agenda 2030 con perspectiva de género y unir los espacios privados a los públicos, y ahí la mujer es bisagra. La primera relación con la sostenibilidad la suele aportar la madre.

– ¿Es crucial el papel de la mujer rural en este sentido?

– Sin duda, aunque desgraciadamente la mujer rural empieza a estar en extinción. Ella sigue ocupándose del ganado, la huerta, los cuidados… Volvemos a ver una dimensión del cuidado que permea todo lo que toca. Son verdaderas lecciones y es algo que no se puede perder. Además, yo extendería esto a un factor intergeneracional.

– ¿En los desastres naturales también es la mujer la que más sufre?

– Sí, y no es algo que diga yo. También lo ve Naciones Unidas, que observa nuevos tipos de desplazamientos provocados por el cambio climático. Los impactos cada vez son más evidentes y es un factor más que afecta a la mujer. La Agenda 2030 debe ser asumida con mucha responsabilidad por las multinacionales y los gobiernos deben ser más fuertes.

– ¿Cómo podemos construir un desarrollo sostenible e igualitario?

– Hay un pilar básico, que es la educación. Debe haber una ciudadanía concienciada. También se deben afianzar los principios del buen gobierno: transparencia, rendición de cuentas, participación… Y es muy importante el partenariado, es decir, alianzas estratégicas entre gobiernos, sociedad civil, empresa… Todos sumamos.

https://www.larioja.com/sociedad/dia-mujer/educacion-pilar-basico-20220308181013-nt.html

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Entrevista a Yayo Herrero “El gran reto es generar diferentes formas comunitarias en unas culturas absolutamente individuales”

Por: Sarah Babiker 
Fuentes: El Salto [Foto: La activista y pensadora ecofeminista Yayo Herrero (Álvaro Minguito)]

La pensadora Yayo Herrero reivindica la “justicia materna” del compartir lo que hay, frente a un sistema que premia a quienes compiten por la satisfacción de sus deseos sin asumir ningún límite.

Antropóloga, educadora, ingeniera agrícola, escritora, activista ecofeminista, desde las múltiples perspectivas desde las que mira el mundo, Yayo Herrero siempre tiene algo que decir: algo que te interpela, que no habías pensado, o que habías quizás intuido sin acertar a darle forma. Sin aspavientos intelectuales, ni cierres dogmáticos, Herrero mapea sin esfuerzo las urgencias y desafíos que se nos vienen encima como especie interdependiente y ecodependiente.

Sin embargo, a través de sus palabras, el futuro no se ve como un abismo de violencia y extinción ineludibles, un apocalipsis paralizante, si no que al tiempo que bosqueja de manera realista las amenazas, plantea la existencia de caminos, miradas y prácticas para evitar ese destino que se nos presenta como inexorable para la mayoría, del que solo podrán escapar unos pocos privilegiados si se sigue la errática hoja de ruta del capitalismo depredador.

En Los Cinco Elementos (Arcadia, 2021), Herrero propone un viaje por lo que nos integra y lo que nos rodea, agua, tierra, aire, fuego y vida, para mirar bien de cerca el planeta que habitamos y distanciarnos al mismo tiempo de una cultura desvinculada de lo esencial para la existencia.

Defines tu libro como una cartilla de alfabetización ecológica. ¿Padecemos de analfabetismo en este ámbito?

Sí, creo que tenemos un problema claro de analfabetismo ecológico. Además, curiosamente, a veces, cuanto más especializada está la persona, cuanto más profunda es la formación, más profundo es también ese analfabetismo. Se trata de un analfabetismo que, fundamentalmente, nos hace incapaces de comprender sobre qué pilares descansa la vida: la de los seres humanos y la vida en general. Así, nos convierte en personas absolutamente ciegas a la hora de percibir los cambios y los deterioros que se producen y que nos ponen en riesgo.

¿De dónde sale este analfabetismo? ¿A qué intereses responde?

Creo que hay una parte que no responde tanto a intereses, sino que es el fruto de una determinada cultura, como es la cultura occidental, que se divorció de la tierra y de los cuerpos hace mucho tiempo. Una cultura que es patriarcal, entendiendo el patriarcado no tanto como un sistema en donde los hombres tienen más, o tienen poder sobre las mujeres, sino como una cultura en la que hay algunos seres privilegiados, que se conciben a sí mismos como seres absolutamente independientes de la tierra y de su propio cuerpo, y que no se responsabilizan de los cuerpos de otras personas.

Es ese no sentirnos parte de esa trama de la vida que integran plantas, animales, el aire, el agua, la tierra y, por otro lado, sentirnos desvinculados o independientes del resto de las personas, lo que conforma una cultura en donde ha podido nacer un sistema económico como es el capitalista, que es un sistema absolutamente destructivo, una cultura que desprecia la tierra, que se siente por encima de ella y  por tanto la destruye sin ningún tipo de problema. Y no es ni siquiera capaz de darse cuenta de a dónde nos lleva esta destrucción y de cuáles son los síntomas que la evidencian.

¿Cómo se podría revertir esta mirada desde el afuera, en este contexto de urgencia y de ruido? 

Desde mi punto de vista, las miradas ecofeministas, las miradas de lo que hemos llamado los enfoques de la sostenibilidad de la vida, pueden aportar bastante. Por una parte: el auto percibirnos como seres absolutamente necesitados, los seres humanos somos seres necesitados desde que nacemos hasta que morimos. Necesitados significa que constantemente, cotidianamente, necesitamos alimento, agua, refugio, relaciones, energía, y todo esto que necesitamos procede de relaciones humanas que lo proporcionan, es decir, relaciones de cuidado y atención. Pero, por otro lado, todo esto que necesitamos depende en primera instancia de los bienes fondo de la naturaleza. No hay economía posible sin naturaleza, no hay tecnología posible sin naturaleza, no hay nada si no hay una naturaleza en la que se sustente.

Precisamente en este contexto de urgencia es muy importante levantar un poquito la mirada de esa cultura dominante para darnos cuenta de que lo que está detrás de la quiebra, del cierre o de la ralentización de una buena parte de la economía industrial ahora mismo, no es más que la dificultad de acceder a las materias primas, de acceder a productos a los que no estamos accediendo, en parte por problemas del propio sistema, cuellos de botella y demás, pero en parte, también, porque empieza a ser evidente la translimitación, es decir, la superación de los límites físicos del planeta.

Es decir, lo que hace que muchas personas se vean ahora mismo en procesos de cierre de sus empresas o en riesgo de que cierren, no es precisamente la aplicación de políticas ecologistas, sino más bien la propia bulimia del sistema que peta de su propio éxito, que ha sobrepasado los límites a tal velocidad que directamente se hace imposible su mantenimiento. En un contexto de urgencia y en un contexto de translimitación, la posibilidad de que las personas, todas las personas, tengan cubiertos sus derechos y aquello que es necesario para que se sostenga la vida, depende básicamente de que seamos capaces de volver esa mirada a la tierra y a aquello de lo que dependemos.

Hablar de los cinco elementos, ¿es una forma de combatir esa ficción de distancia?, ¿por qué elegiste esta estructura para el libro?

La estructura fue casi una casualidad. Lo que he escrito los últimos años ha sido básicamente ensayo. Intentaba explicar las cosas que veía de una forma lo más clara posible. Pero es verdad que siempre me ha encantado escribir y tenía muchas ganas de hacerlo con un tono distinto. En los últimos años he tenido la posibilidad de trabajar con gente del mundo de la cultura y me daba cuenta de que el lenguaje de la racionalidad no es un lenguaje que baste para mover emociones, para mover sensaciones, para despertar ese amor por la vida y por la tierra que yo creo que hace falta para revertir la crisis civilizatoria en la que la que estamos, para afrontarla con dignidad y con justicia.

Entonces en Ctxt me propusieron hacer una serie de cinco artículos para el verano. Hablando con [el director] Miguel Mora le decía, casi pensando en voz alta, tengo que ver cómo abordar el tema. Y él dijo: los cinco elementos, así como de coña. Pues yo lo vi inmediatamente. Es una forma de ir entrando por cada uno de esos cinco elementos. El agua, el aire, la tierra o el fuego en nuestra cultura, en la mitología, en la ciencia, en la vida cotidiana, tienen unas conexiones absolutamente claras y son elementos que están en riesgo. Y el último elemento que siempre está en discordia, ¿cuál es? La vida. A mí me parece que es una cosa tan flipante que un cúmulo de casualidades, de reacciones químicas, hace 5000 millones de años se hayan podido convertir en una cosa tan absolutamente diversa, resiliente, variada. Me parecía que merecía la pena explorar eso. Me lo he pasado fenomenal escribiéndolo, aunque es verdad que me daba cierto pudor hacerlo. Cuando la gente de Arcadia me propuso publicarlo, me dijo que por qué no lo alargaba introduciendo algunas historias de vida más propias. Seguí disfrutando un montón, pero tengo que reconocer que era una cosa tan distinta. Me daba cierto pudor. Te expones más.

Luego, este año, volví a plantearme hacer otra serie que ha dado lugar a otro librito que ha salido ahora, que se llama Ausencias y extravíos (Ed. Revista Contexto, 2021). Sigue un poco la misma estela, pero en este ya hemos intentado profundizar un poco más en las miradas antropológicas que generan el que no miremos, que rechacemos el miedo y así también rechacemos el anclaje a la tierra.

Has hablado de la mirada en la distancia, desde afuera de la tierra, como algo que nos aleja de comprender lo que está pasando, y de la mirada extrañada, poder mirar la propia cultura para percibir sus contradicciones y derivas. Me interesa esta dicotomía: ¿la aceleración y la inercia nos impide ejercer esta mirada extrañada?

Prácticamente, cualquier cultura pierde un poco la capacidad de mirarse a sí misma, como desde fuera, es normal. Cualquier cultura tiene más facilidad para mirar con ojos extrañados otras diferentes, lo que considera que está un poco fuera de ella, que lo propio. Sin embargo, en este momento es muy necesario, creo yo, el mirarnos con ojos extrañados, porque efectivamente hay una distancia que por otro lado es una distancia absolutamente ficticia. Nadie puede vivir fuera de su cuerpo. Nadie puede vivir fuera de la tierra o desconectada de ella. Pero hay un sistema de poder, de dominio, de privilegios, que hace que una parte de la humanidad pueda, digamos, experimentar, esa distancia. Es una parte privilegiada, pues son los sujetos patriarcales quienes pueden vivir sin ocuparse de nadie, como si no tuvieran que ocuparse de nadie, ni siquiera de su propio cuerpo. Son los sujetos colonizadores que pueden vivir distanciados de la tierra y de los límites, digamos, porque depredan básicamente los bienes y los recursos que vienen de otros territorios. Esas distancias que se han establecido resultan invisibles en nuestra cultura. Son normales porque no nos percibimos ni ecodependientes ni interdependientes. Por tanto, esa mirada extrañada es precisa.

En algunos momentos tenemos esos destellos de extrañamiento. Por ejemplo, cuando erupciona el volcán de la Palma y en ese momento vivimos de forma sorprendida el “¿pero no se puede hacer nada?” Esa pregunta, en una cultura en donde la tecnología o la economía nos ha prometido resolver absolutamente todos los problemas, incluso los que ella misma ha creado, implica momentos de extrañamiento que te hacen sentirte parte de algo que es mucho más grande, de lo que eres una pequeña porción. La pandemia creo que fue en sus primeros momentos un tremendo momento de extrañamiento, de mirarnos desde fuera, de ver cómo la economía se desvanece y se cae como un castillo de naipes en apenas quince días y de forma globalizada. O como cuando hay que declarar cuáles son los trabajos esenciales, y ves, con la mirada extrañada, que resulta que muchos de los trabajos peor pagados, menos valorados y más despreciados del mercado laboral son los que no pueden dejar de hacerse. Mientras que otros muchos, muy bien pagados y muy bien considerados, pueden ser perfectamente prescindibles.

Tenemos esos pequeños momentos de extrañamiento que yo creo que son muy importantes y que te ayudan un poco a reconectarte. Ahí también mirar otras culturas nos puede ayudar un montón. Los pueblos originarios, por ejemplo, que nunca se han desvinculado de la tierra, o mirar también lo que nos enseña el pueblo gitano. Los vínculos comunitarios, el apoyo mutuo, evidencian cómo una cultura perseguida, estigmatizada, ha seguido, sin embargo, manteniendo una fuerza, un orgullo de pertenencia tremendo, precisamente porque tiene unos vínculos comunitarios y unas convicciones, digamos, que permiten luchar o resistir contra toda esta droga dura que supone el capitalismo como sistema generador de deseos y sistema generador de subjetividades.

Esta mirada extrañada te permite esbozar una descripción muy interesante de cuestiones como la de Elon Musk intentando llegar a Marte, algo que parece implicar una cierta cultura de niño privilegiado que puede jugar con todo.

Creo que nuestra cultura antropocéntrica, desvinculada de la tierra, una cultura además absolutamente tecnólatra, capitalista y muy patriarcal, es una cultura que premia precisamente los rasgos del niño más caprichoso. Mientras nos criamos en una familia como me crié yo, con cuatro hermanos y hermanas, desde pequeñita estas escuchando constantemente el “tienes que compartir con tus hermanos”, “no te pases, que esto no lo hay para todos, repártelo”, este tipo de cosas, tienes esa especie de justicia materna que hemos aprendido en las casas. Sin embargo, desde que empiezas a socializarte y empiezas a educarte dentro del mundo, el premio es justamente a la actitud contraria, al “compite, persigue todo lo que deseas, no te plantees ningún límite, no renuncies absolutamente a nada”. Y terminan siendo premiadas aquellas personas, por supuesto, que están en una situación de clase que se lo permite: Aquellas personas que no se plantean ningún tipo de límites y asumen como filosofía de vida el “todo aquello que quieras, todo aquello que desees, tienes derecho a perseguirlo y tienes derecho a tenerlo”.

Además, no existe ningún tipo de límite que te impida el conseguir todo aquello que quieres. Eso hace que incluso las propias personas subordinadas, explotadas, sometidas, miren con admiración al que ha conseguido todo eso, que alberguen además el sueño de que van a poder conseguirlo. Y esto en los discursos de Elon Musk adquiere una dimensión absolutamente obscena. Es decir, el tipo te puede decir que no hay futuro posible en la tierra, que solamente el terraformar otros planetas es lo que va a permitir la supervivencia. Y te dice además, que dentro de cien años estaremos en disposición de que un grupo de un millón de personas viva en otro planeta. Entonces se te olvida que somos siete mil ochocientos millones de personas. Se te olvida que la solución que se está proponiendo es una solución absolutamente primacista, accesible solamente a gente que tiene muchísimo dinero, y que encima el premio es irte a vivir a un planeta donde tienes que meterte bajo tierra, donde vas a tener que reciclar desde tu caca hasta todo lo que tienes. Vas a tener que cultivar tus propios alimentos.

Te vas a ir a Marte a vivir como podría vivir un agricultor ecológico en la Tierra, solo que lo puede hacer sin estar debajo de ella y respirando el aire limpio que tenemos. Es tremendo. Sin embargo ese culto a superar cualquier tipo de límite, hace que muchas personas dejen de mirar la posibilidad de su propia extinción y de la propia degradación de sus condiciones de vida, para mirar con admiración el hecho de que quizás en algún momento puedan ser de los afortunados que viajen y escapen y puedan terraformar Marte.

Cuando Bezos hace su primer viaje, en el que está 15 minutos en el espacio, sube, baja y mira a las cámaras de televisión. Emocionado, casi con lágrimas en los ojos, le da las gracias a los trabajadores de Amazon porque son ellos los que han permitido que él pueda cumplir ese sueño. Luego viene un tormentón de estos del cambio climático y mueren seis trabajadores en una fábrica de Amazon porque no han podido salir de la fábrica, porque no les permitieron salir a tiempo: esos son los que han permitido que Jeff Bezos cumpla su sueño de pasar 15 minutos en el espacio a partir de una cantidad ingente de dinero, de materiales, de energía que hacen falta para garantizar que todo el resto seamos capaces de adaptarnos a las condiciones de un planeta translimitado con urgencia. Es una paradoja, tiene que ver mucho con lo que cuenta la película Don’t look up.

Creo que has dado con una de las pocas personas que no la han visto todavía.

Pues es una buena película. A mí, desde luego, no me parece que sirva para explicar el cambio climático, que es lo que se supone que puede explicar, porque lo plantea como algo venido de fuera y como algo absolutamente inexorable que no tiene más que solución tecnológica y política. Y yo creo que más bien es un problema que requiere de mucha organización social, mucho reparto de la riqueza, mucha mirada de clase, de género. O sea, que en eso me parece que no es la metáfora mejor escogida, pero desde luego el tema de la escapada de los ricos, el sueño de escapada para unos pocos, sí que me parece que lo explican muy bien.

Parece haber un cierto culto a la exclusividad ahí, mejor ser unos pocos elegidos aunque tengamos que vivir en Marte bajo tierra, que quedarnos en la Tierra a correr la misma suerte que el populacho. ¿De qué manera este culto a la exclusividad, al privilegio de la salvación para unos pocos, expande las zonas de sacrificio de las que hablas en tu libro?

Creo que, claramente, el mundo se está polarizando más entre espacios de privilegio cada vez más pequeñitos y zonas de sacrificio donde la tierra, los animales, las plantas, el aire y las personas son cada vez más sacrificadas, donde la gente es convertida básicamente en población sobrante. Digamos que el extractivismo acompaña el proceso colonizador, tiene más de 500 años de historia. En los últimos años, había que plantear todas estas cosas con lenguajes políticamente correctos. La promesa siempre ha sido el desarrollo, la generación de puestos de trabajo. Y vemos muchas zonas en muchos países convertidas en verdaderos territorios devastados, donde la vida humana es precaria, es dura, es miserable o simplemente no es posible. Ya ha generado importantes expulsiones y esto nos empieza a llegar también a otros territorios.

Territorios cada vez más cercanos…

Sí, por ejemplo, Murcia, toda la Región de Murcia, me parece la zona de sacrificio más fuerte que tenemos dentro de la península. Por un lado ves el Mar Menor completamente envenenado y podrido, pero es un lugar donde también hay importantes restos de contaminación de dinámicas extractivista anteriores. Es un lugar en donde la agricultura industrial está esquilmando el agua subterránea y genera importantísimas cuotas de contaminación. Y a la vez es uno de los lugares donde la renta per cápita es más baja, donde hay unas altísimas tasas de incidencia de enfermedad y de cáncer, donde la pérdida de fertilidad, de calidad del semen tiene las tasas más altas —por lo que las posibilidades de reproducción humana voluntaria son más precarias—, donde suelen estar en los niveles más altos de tasas de violencia y maltrato. Es decir, es un lugar en donde la vida humana se precariza a pasos agigantados, junto al territorio que la sostiene. Creo que sí que vamos entrando en dinámicas de colonización interior.

Un proceso de colonización interior brutal, que nos cuesta mucho ver porque entre otras cosas, se ha dejado de mirar lo que hemos hecho en otros territorios o lo que ha sucedido en otros territorios. El relato dominante de la cultura occidental como una cultura superior, como una civilización superior, de la supremacía de la ciencia occidental sobre el resto de saberes y conocimientos, lo que ha construido ha sido una idea de que si aquí las cosas iban mejor, mejor desde el punto de vista capitalista, obviamente, era porque en otros lugares el conocimiento, las tradiciones, la cultura eran más primitivas, eran menos valiosas y por tanto era un hecho natural el que nos pudiera ir mejor.

Yo creo que esa mirada sigue estando muy presente, incluso lo vemos a la hora de abordar el proceso migratorio, muchas veces procesos de verdadera expulsión económica o ecológica, es decir, de diferente naturaleza. Sin embargo cuesta ver el hecho migratorio como un problema ético y político, y más bien se mira como si fuera simplemente una cuestión de amenaza. Convertir al otro, al otro diferente, al otro explotado, al otro subordinado, ya sean personas racializadas, mujeres o lo que sea, en una amenaza, funciona para recrear o para fortalecer esa mirada supremacista que continúa apuntalando un sistema que destruye y que hace que los núcleos de privilegio sean cada vez más pequeñitos.

Entiendo que esa alterización es funcional a la idea de sacrificio, no faltan por ejemplo estereotipos sobre los murcianos o sobre la juventud, a la que se estereotipa como floja mientras se la precariza y explota.

Absolutamente, incluso dentro de los propios sectores progresistas terminas viendo estas frases que a mí me echan mucho para atrás, cuando se dice, pues que se coman lo votado.  Que se coman lo que han votado. No dejan de ser más que estereotipos, se tilda a las personas de ignorantes que no se enteran de nada, que sostienen su propia desgracia… sin ver esa colonización interior tan fuerte que hay.

Por eso apelaba a la película de marras, porque sí que me parece que el tema principal, el que todo el mundo —todos los sectores de privilegio, de dominio,— lo que acaben clamando sea: no mires, no mires, no mires, no mires, es absolutamente tremendo y creo que que está en el origen de mucho de lo que hay. La clase obrera lo primero que tuvo que hacer fue empezar a aprender a mirar su propia explotación para poder organizarse, porque hasta el momento la clave era básicamente que no se miraran, no se vieran y no se sintieran como seres explotados. Ahora mismo, desde mi punto de vista, o miramos lo que hay o es muy difícil poder articular formas distintas de organización que nos permitan salir de ello.

A veces, hasta los propios sectores políticos progresistas no se les cae de la boca el tema de: “esto no se puede plantear así. Esto no se puede decir así. Si lo decimos así no va a generar más que miedo paralizante”. O, “las personas no son capaces de entender esto si lo planteamos así”. Ahí no hay más que un tremendo elitismo, en mi opinión, que permite decir qué es capaz de ver una persona o qué no es capaz de ver, o qué es capaz de hacer una persona y qué no es capaz de hacer. A mí me parece que necesitamos también una especie de mirada decolonial, interna, igual que han hecho los pueblos que han aprendido a bucear en su propio proceso de colonización desde miradas que lo impugnan. Yo creo que aquí lo necesitamos también con mucha urgencia.

Hablas también de la importancia de la palabra, es muy bonito el texto en el que evocas a tu abuela, su manera de narrar. En el libro vas entrelazando distintas formas, distintos formatos, distintos modos de abordar la realidad. ¿Por qué contar así, pasando de lo más teórico a lo más social, de lo más activista a recuerdos personales?

Yo me formé como ingeniera y aprendí a mirar el mundo desde un lugar, el lugar de la ingeniería, de la racionalidad, de la medida, de la eficiencia. Después, años más tarde, sobre todo gracias a ir de la mano de otras personas activistas que fueron mis compañeras, —estoy pensando en Ramón Fernández Durán, pero también, por ejemplo, Isabel Bermejo, una compa de ecologistas que fue la pionera en el trabajo sobre transgénicos— me di cuenta de que mi mirada era tremendamente parcial.

Cuando empecé a formarme en temas que tenían que ver con ciencias sociales o con la antropología, me di cuenta de que tenemos una cultura absolutamente fragmentada, hemos aprendido a mirar lo económico por un lado, lo reproductivo por otro, las ciencias por un lado, las artes por otro. Nos cuesta mucho encontrar diálogos entre todo eso, que son conocimientos y miradas absolutamente necesarias. Creo que una buena parte de los retos que tenemos por delante, sobre todo en la educación, de forma clarísima, es aprender a poner en diálogo diferentes saberes y a entender que la realidad no la puedes mirar solamente desde un lugar, sino que la tienes que mirar desde diferentes lugares. Ahí el feminismo, con esto de que lo personal es político, me hizo ver también que la política no era lo que pasaba en un espacio separado del conjunto de la vida cotidiana, sino que estaba plenamente inserta.

Hace falta aterrizar las grandes teorías, conectar con las palabras, con lo que pasa con los cuerpos, con lo que pasa con las relaciones, lo que pasa en las vidas cotidianas, que es donde se viven los grandes malestares y es donde se vive la injusticia, que es donde se vive la crisis ecológica más profunda y donde además podemos construir las salidas y unas culturas que se apoyen en la suficiencia, en el reparto de todo, en la generación de obligaciones y de derechos y en el cuidado. Y ahí el lenguaje me parece importantísimo, porque al final es una gran tarea de seducción.

Más allá de la labor pedagógica, de saber comunicar que hay que cambiar la mirada, de entender incluso la dimensión del desafío…¿cómo afrontamos la cuestión del poder? ¿cómo apuntar a que todo ese conocimiento se convierta en una transformación real?

Yo veo dos factores que están completamente relacionados. Uno de ellos tiene que ver con que aprendemos, sobre todo, haciendo. Entonces, me parece que ese cambio, que esa transformación cultural que vamos haciendo es importante hacerla articulando iniciativas, proyectos y cosas a las que les demos la oportunidad de funcionar. Me estoy refiriendo a todo aquello que llamamos alternativas sociales que impulsamos, que ponemos en marcha y que construimos de forma autogestionada. Cuando, por ejemplo, estamos hablando de la gente que se articula en los medios rurales para producir de otra forma distinta y para recuperar o dinamizar un tejido rural vivo —que no sea un tejido rural gentrificado, la llegada de miles de personas al rural para hacer vida urbana dentro de espacios más agradables— cuando ponemos en marcha proyectos productivos, lo que vemos dentro de las redes de economía social y solidaria, en las cooperativas… cuando estamos poniendo todo eso en marcha, lo que estamos es experimentando políticamente y haciendo, por un lado, laboratorios de experiencia que generan poder colectivo —el poder que te da ser consciente de que somos capaces de hacer cosas que funcionan de otra forma— y, por otro lado, generan esa sensación de éxito, de hacer cosas en común.

Creo que el gran reto que tenemos por delante es generar diferentes dimensiones y formas comunitarias. Y eso hay que experimentarlo y hay que ponerlo en marcha en unas culturas absolutamente individuales. Y creo que el ponerte en marcha y experimentar el éxito colectivo da posibilidad y capacidad de organización. Desde lo pequeño no derogamos los tratados de libre comercio, que de alguna manera permiten ese blindaje de los privilegios de la gente más rica, no cambiamos algunas cosas que en términos de urgencias y en términos de escala es importante cambiar para conseguir esa resiliencia y esa capacidad de adaptación a las condiciones materiales. Ahí la capacidad de organización es clave y yo creo que es donde tenemos un escollo importante en este momento.

Noto especialmente a Madrid como sumida en la tristeza. Me refiero a la gente activista, mis compañeros y compañeras de siempre de Madrid. Veo una sensación de tristeza, probablemente tras haber visto que todo lo hermoso que se generó con el proyecto de Ahora Madrid se desvaneció porque no se fue capaz de generar una alternativa. Se hablaba mucho de política nueva, pero se puso en marcha y se materializó con muchas dinámicas de política tremendamente vieja. Así se te desvanecen las ilusiones de organización.

Es el viejo debate sobre si lo institucional es una oportunidad o una trampa.

A mí, desde luego, no me da igual quién gobierne y quién esté en las instituciones. Me importa muchísimo. Pero soy de las que creo claramente que, con la correlación de fuerzas actual y con el modelo que tenemos, que es preciso ir modificando y transformando radicalmente, me parece imposible que eso se pueda conseguir si no hay mucha gente que quiera y desee esos cambios y que esté organizada para conseguirlos.

Veo, por ejemplo, toda la polémica con la reforma laboral. Y digo: claro, es que si tú esperas que Yolanda Díaz sola, o tres ministros, o cinco ministros en un gobierno con la correlación de fuerzas que hay, le den una vuelta de tuerca y hagan una reforma que esté en las antípodas, sin un movimiento sindical organizado en la calle, sin un montón de gente que desee y quiera esos cambios y esté dispuesta a pelearlos, yo creo que estamos totalmente fuera de la realidad.

En ese marco y con todo delegado a gente que se bate el cobre —yo no dudo del esfuerzo, por ejemplo, de una persona como Yolanda Díaz— pero sin una base social detrás que esté clamando, es imposible conseguir los cambios que hacen falta para abordar la situación tan grave que tenemos. Por eso, el cambio cultural y la pedagogía política, no los veo desvinculados de la organización. Creo que de hecho es parte de lo mismo, que cualquier movimiento social que ha conseguido cosas se ha tenido que formar, se ha tenido que educar y lo ha hecho a la vez que peleaba: desde las sufragistas, el movimiento ecologista, el movimiento obrero.

Hablabas antes de un cierto elitismo ideológico, de un “esto no se va a entender” ¿No se pierde fuerza por una falta de radicalidad, de empujar propuestas que podrían mejorar significativamente nuestro presente y nuestro futuro? 

Efectivamente, yo creo que la ausencia de radicalidad en el momento que estamos viviendo es un problema. Y cuando digo ausencia de radicalidad no estoy diciendo salir de una forma más o menos gritona. Hay un reto importante, que es comunicar la radicalidad de una forma serena. Algunas veces probablemente no tenga por qué ser sereno y la expresión de la rabia, del enfado, de la injusticia es absolutamente necesaria. Pero me parece que radicalidad no es tener discursos en los que gritas un montón y los llenas de un montón de palabras terminadas en ismos, no, sino que en este momento la radicalidad es básicamente ayudar a mirar qué es lo que está pasando, ayudar a mirar lo que el discurso científico nos está planteando y traducirlo en vidas cotidianas. Yo creo que hay una labor importante de puente y de traducción a hacer entre muchas de las cosas que vemos.

Y luego, esto es una opinión pero lo creo con firmeza, en los últimos años una parte importante de la política —y me refiero principalmente a las izquierdas— se ha centrado excesivamente, y a veces casi únicamente, en el tema de la comunicación. Creo que ya se ha interiorizado que hacer política es simplemente adueñarte del relato. Y me parece que desde luego, el relato que se hace de las cosas es muy importante. Me parece que la comunicación es absolutamente fundamental, pero no es ni lo único que hay en política, ni desde luego lo que deba determinar la política. Es decir que muchas veces, estoy hablando sobre todo de personas que aspiran a llegar o están en la política institucional, tú hablas con muchas de ellas, —que son amigas y son absolutamente conscientes, o incluso escriben los mismos diagnósticos que hacemos desde otros lugares de una forma absolutamente detallada—, pero lo que viene inmediatamente después es el tema de que plantear estas cosas hace directamente inviable la posibilidad de ganar unas elecciones y que, como la clave del cambio político está en ganar las elecciones, hay que subordinar el discurso a lo que las personas están dispuestas o están preparadas para escuchar y entender.

Entonces ahí nos metemos en un lío monumental, porque primero, te sientes con la capacidad de determinar qué es lo que las personas están dispuestas o están preparadas para entender, escuchar, ahí hay un ejercicio de cierto elitismo que desde mi punto de vista es muy problemático. Creo que todo el mundo, depende de cómo se cuenten las cosas y se expliquen, está plenamente capacitado para entender, y todo el mundo tiene el derecho a tener la posibilidad de hacerse cargo de su propia vida y de las de otros. Y me parece que la clave de la política es precisamente generar que las personas seamos capaces, tengamos la posibilidad de hacernos cargo de nuestras propias historias con otras y otros.

A veces también el problema es, quizás, cierta sensación de esto no voy a saber explicarlo, no voy a poder contarlo. A mí, por ejemplo, no hay frase que me reviente más que cuando se habla de temas de energía y hablas de la crisis, de los precios, del oligopolio energético, del pico del petróleo, que alguien te diga: “mira, la gente lo único que le importa es cuánto menos va a pagar en la factura de la luz y lo demás no entres porque no les interesa”, y dices, “¿pero cómo es posible esto?”. Claro que la gente quiere pagar menos en la factura de la luz, claro que habría que pagar menos en la factura de la luz, pero asumir que la gente tiene deseo y capacidad para entender lo que está detrás de los procesos es clave.

No creo que nadie tenga que salir en una cámara de televisión diciendo mira, si seguimos así, el resultado, según las curvas del informe Meadows, es que la mayor parte de la población del planeta está condenada a la extinción. Pues probablemente no haya que decirlo así de bestia. Pero hay que explicar las cosas para que se entiendan. Es como si los médicos no nos dijeran que tenemos un cáncer grave por no preocuparnos y no asustarnos y por tanto no tuviéramos la capacidad de enfrentarnos a él. Entonces, creo que esa reducción de la política institucional a quién gana el relato, y el desvincular la política institucional de la organización, de la capacidad de crear personas cada vez más conscientes, de generar una especie de identidad y de ciudadanía terrícola, me parece que es un problema importante y creo que está también detrás de esa desafección y de esa desmovilización que hay.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/ecofeminismo/yayo-herrero-gran-reto-generar-diferentes-formas-comunitarias-en-culturas-absolutamente-individuales

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