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¿Cuánto ganas de salario, según lo que estudiaste? Este es el panorama en El Salvador

América Central/El Salvador/02-09-2022/Autora:Susana Joma/Fuente: www.elsalvador.com

La Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples arrojó datos interesantes en cuanto al nivel de escolaridad y los sueldos en el país.

San Salvador , 23 Septiembre 2020 Detalle del cambio obtenido por las ganancias de la tienda que funciona en el local de la ferreteria Elizabeth Gonzalez de 37 años es la encargada de una ferreteria que se fundó en 1998 sobre la primer calle oriente, local 627, San Salvador. A raiz de las bajas ganancias y debido a la crisis de la pandemia Elizabeth se las ha ingeniado para poder obtener otros ingresos. En el local funciona una minitienda, también realiza recargas de saldo a celulares y tiene una maquina de coser con la que ofrece el arreglo de alguna prenda de vestir, esto último recalca que lo ha aprendido por medio de tutoriales de Youtube. Ella comentó que la ferreteria, la tienda ya no se sostiene, entonces busco trabajo por horas en una pupuseria. Ella se considera una mujer perseverante y optimista ante la vida, es madre de dos niñas. «Vamos a llegar a diciembre y la situación estará peor, lo veo muy duro», expresó. Foto EDH / Jonatan Funes

El doctor Óscar Picardo Joao expone que la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples ha remarcado que entre menos escolaridad tiene un salvadoreño las oportunidades salariales también se reducen. Es decir, hay una relación directa entre el nivel de estudio y el sueldo que la persona recibe.

Las personas que han terminado 13 grados de escolaridad, es decir bachillerato o más, ostentan un salario promedio de $591.00; quienes han terminado entre 10 y 12 grados de estudio ( es decir bachillerato) pueden alcanzar los $361.00 ubicándose al filo del salario mínimo.

Quienes solo han finalizado entre 7o y 9o grado logran en promedio $313.00; los que han terminado 4o. a 6o grado $282.00; de 1o. a 3o. grados $258.00 y ningún grado $217.00.

Picardo Joao recordó que ya en los años 90, Eduardo Vélez, un economista del Banco Mundial, planteaba que cada grado de escolaridad representa más o menos un 10 % de ingresos más al grado anterior, alcanzar una mejor posición: por ejemplo, si alguien termina bachillerato puede aspirar a ser policía, pero si no se tiene ese nivel de estudios nos se puede aspirar a un trabajo como ese.

Fuente e Imagen: https://www.elsalvador.com/noticias/nacional/salario-educacion-/992416/2022/

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Escolaridad e Ingresos: ¿Dónde está el norte?

Por: Rogelio Javier Alonso Ruiz* 

En 1972, el Apollo 17 tomó la primera fotografía completa de la cara iluminada de la Tierra. Se dice que, antes de dar a conocer la imagen, conocida como “la canica azul”, tuvo que ser editada, girándola 180 grados, para que coincidiera con la perspectiva tradicional de los mapas de la época. Tal hecho nos recuerda que se mira el mundo en el sentido que alguien decidió alguna vez. Lo que se conoce como norte también podría ser sur: la Patagonia podría estar “arriba” y Groenlandia “abajo”. Algo similar parece suceder con la tan aceptada aseveración “a mayores estudios, mayores ingresos”. ¿Y si, de manera general, fuera más acertado decirla al revés? ¿Qué afirmación es más generalizable: que el nivel económico determina la escolaridad o que esta última incide en los ingresos de las personas? ¿Dónde está el norte: en la cuna o en la escuela?

La influencia del grado escolar sobre los ingresos de las personas es fácilmente demostrable mediante cifras. El extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) no deja lugar a dudas: entre las personas de 25 a 64 años, quienes poseen nivel educativo superior se imponen siempre a quienes tienen sólo estudios básicos, en indicadores como tasa de ocupación (80.3% a 67.9%), contratación estable (74.6% a 43.4%) y salario relativo por hora (más del doble a favor de los primeros) (2019, pp. 487). Sobre quienes ni siquiera tienen estudios básicos, la victoria de los  universitarios es todavía más aplastante. Viendo estos datos de manera aislada no quedaría duda: los estudios determinan los ingresos. La fórmula es aparentemente simple: hay que ir a la escuela para ganar más.

Pareciera pues que la llave para ingresar a mayores niveles de bienestar económico está en la educación superior, pero ¿dónde está la llave para acceder a ésta? En México, es una minoría la constituida por jóvenes de 18 a 24 años, edad típica para cursar el nivel superior, que asisten a la escuela: sólo el 32.2% (INEE, 2019, p. 107). Más alarma aún la diferencia de la matriculación según los niveles de ingreso: 18.8% de quienes se sitúan en el quintil I, el más bajo, y 48.4% de quienes están en el quintil V, el mayor. La idea de que a través de una mayor escolaridad se mejoran los ingresos requiere entonces de una aclaración importante: generalmente quienes acceden a mayores niveles escolares provienen de entornos de por sí aceptables o favorables. Se relativiza entonces la afirmación según la cual los estudios son causantes de buenos ingresos. Incluso, se puede cambiar de sentido: en términos generales, es el nivel económico el que lleva al grado escolar.

Recientemente, circuló en medios de comunicación la imagen de un joven orgulloso entregando su título universitario a su madre, mujer dedicada a la venta de ropa en un tianguis. Sin pretender minimizar el evidente mérito del hoy licenciado, vale la pena preguntarse: ¿sólo se popularizó la fotografía por ser una conmovedora muestra de la gratitud de un hijo a su madre? Tal vez no. ¿Cuántas madres de ese mismo tianguis podrán presumir una imagen similar? Probablemente pocas o ninguna y quizá por la rareza del fenómeno es que se convirtió en noticia. ¿Será que la fotografía fue aprovechada por quienes fomentan la perversa cultura del “echeleganismo”, que reduce el éxito o fracaso exclusivamente al esfuerzo individual, eximiendo de cualquier cargo a los responsables del bienestar colectivo?

Desde luego que sería un error negar la existencia de casos que rompen con la inercia impuesta por las condiciones sociales, de familias que, con sacrificios impensables y contra los peores pronósticos, consiguen que sus hijos alcancen un grado académico y, en el mejor de los casos, una retribución económica por este logro. Casos como el del hijo de la mujer tianguista nos recuerdan gratamente el potencial transformador de la acción educativa. Pero también sería un error asumir que, por esos casos, que estadísticamente no son mayoría, se pueda afirmar de manera simple que alcanzar niveles económicos dignos es “tan fácil” como asistir a la escuela. No siempre se puede romper la inercia y no siempre es cuestión de voluntad individual. Sería cegarnos ante la realidad de un sistema no sólo educativo, sino social, que tiende a la reproducción de desigualdades.

La discusión sobre la relación entre educación e ingresos debería situarse pues en temas mucho más complejos que incluso sobrepasan al simple grado académico o la asistencia escolar: la distribución de la riqueza, la igualdad de oportunidades y la efectividad de los mecanismos de movilidad social, entre otros. El debate debería hacer reflexionar no sólo sobre las condiciones del entorno para acceder a la escuela, sino para hacer florecer sus efectos. ¿Dónde está entonces el norte en ese mapa que establece la relación entre estudios e ingresos? ¿Los primeros determinan los segundos o viceversa? Parece que, en ambos sentidos, las matices son importantes para no caer en afirmaciones simplistas.

*Rogelio Javier Alonso Ruiz. Profesor colimense. Director de educación primaria (Esc. Prim. Adolfo López Mateos T.M.) y docente de educación superior (Instituto Superior de Educación Normal del Estado de Colima). Licenciado en Educación Primaria y Maestro en Pedagogía.  

Twitter: @proferoger85 

REFERENCIAS

INEE. (2019). Panorama educativo de México 2018. Indicadores del Sistema Educativo Nacional. Educación Básica y Media Superior. México: autor.

Fuente de la información e imagen:  https://proferogelio.blogspot.com

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Niveles de educación cayeron dos años en Latinoamérica durante la pandemia

Los países con un mayor retraso en la escolaridad son Panamá con 4.7, Guatemala y Honduras con 4.8 y Haití que bajó a 5 años de escolaridad, según estimaciones del Banco Mundial.

Los niveles de educación en Latinoamérica han retrocedido dos años durante la pandemia al pasar de tercero a primero de secundaria los conocimientos medios de los estudiantes, según datos difundidos este sábado.

Con la reanudación de las clases presenciales el reto se centra ahora en recuperar las habilidades de aprendizaje y conocimientos de los estudiantes para evitar su frustración en los estudios y baja preparación cuando entren en el mercado laboral, aseguró Daniela Rosales, gerente de la empresa de enseñanza Kumon México.

Rosales recordó que según estimaciones del Banco Mundial, la pandemia causó en todos los países de Latinoamérica un rezago equivalente a dos y medio años de escolaridad.

Los países con un mayor retraso en la escolaridad son Panamá con 4.7 años de escolaridad, Guatemala y Honduras con 4.8 y Haití que bajó a 5 años de escolaridad.

Rosales destacó que para revertir el retraso escolar es fundamental una respuesta educativa con clases extraescolares que fortalezcan las habilidades de aprendizaje para dar a los alumnos las herramientas adecuadas que mejoren su futuro a nivel profesional.

Kumon reabrió sus centros en México y Centroamérica para clases presenciales tras un año y medio de implementar un sistema híbrido por la pandemia del covid-19.

Durante la pandemia los centros de enseñanza extraescolar de Kumon mantienen tres tipos de modalidades: la presencial, clases a distancia e híbrida.

Fuente: https://www.elnacional.com/mundo/niveles-de-educacion-cayeron-dos-anos-en-latinoamerica-durante-la-pandemia/

 

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Espacios escolares seguros

Por: Manuel Alberto Navarro Weckmann

 

Es claro que, si el impacto de la pandemia en la educación no se atiende en el corto plazo, los estudiantes de hoy sentirán sus consecuencias durante el resto de su vida…

Las secuelas que ha dejado la emergencia sanitaria en nuestra sociedad han sido de un gran impacto en muy diversas áreas, lo que conduce a contar con efectos nocivos que dejan como consecuencia aspectos muy graves, sobre todo, si enfocamos nuestra observación en lo que tiene que ver con la educación.

 

Tan solo por efectos directos de la pandemia, de acuerdo con una investigación publicada en la prestigiada revista médica británica “The Lancet” de 21 países, México es donde más niños han perdido a sus padres o a sus cuidadores principales, cifra que alcanza a 131,325 niñas, niños y adolescentes en situación de orfandad.

 

Esto pone en contexto que, a pesar de estar en medio de una alerta, en donde la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advierte que las infecciones por COVID-19 en niños y adolescentes registran un incremento de 2020 a 2021, la necesaria tendencia del regreso a las aulas no se ha revertido.

 

Entre otras cosas, factores como el incremento de casi un 30 por ciento de las violaciones, además, el dato por parte del Sistema de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA) de que las muertes por suicidio de niños, niñas y adolescentes superó tres veces las muertes producto de la emergencia sanitaria, así como el notable incremento de los jóvenes con trastornos emocionales que llaman para solicitar algún tipo de ayuda, nos hacen pensar en la urgencia de retomar una vida medianamente cercana a la normalidad que se tenía antes de la pandemia es urgente.

 

En una investigación, denominada “Educación en pandemia: los riesgos de las clases a distancia” desarrollada por el Instituto Mexicano para la Competitividad A.C. (IMCO), se muestra que durante la pandemia los mexicanos perdieron, en promedio, aprendizajes equivalentes a dos años de escolaridad. Para poner en contexto este impacto, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que en los próximos 80 años este fenómeno le podría costar a México un monto acumulado de hasta 3.4 billones de dólares equivalente al 136% del PIB de 2019.

 

Es claro que, si el impacto de la pandemia en la educación no se atiende en el corto plazo, los estudiantes de hoy sentirán sus consecuencias durante el resto de su vida. Por ello resulta fundamental que el Estado mexicano establezca como prioridad el que el personal de los centros escolares, así como las niñas, niños y adolescentes, cuenten con los elementos mínimos necesarios para una estancia segura en clases.

 

Tan solo por poner un ejemplo, en un ejercicio de revisión de centros que abarcó 48 mil 667 escuelas de todo el país, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, entregó el “Primer Informe de la Jornada Nacional en Apoyo al Regreso Seguro a las Escuelas”, reportó más de 31 mil escuelas sin agua potable, además de otras que la mitad de los centros escolares tienen carencias que ponen en riesgo al alumnado, como el mobiliario, contactos de luz, tinacos, ventanas, puertas y bardas en mal estado.

 

No hace falta ser un genio para saber que esas carencias se arrastran de muchas décadas atrás, sin embargo, lo que queda claro, es que hoy más que nunca se necesita de fortalecer las acciones de mejora de las condiciones escolares para que no tengamos problemas que lamentar en el futuro inmediato.

Fuente de la información:  https://profelandia.com

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Datos, gobierno y educación

 Por: Pedro Flores

 

No hay gobierno al que no lo alcance la realidad. Por más que se exalten los símbolos, se descalifique, y se construya una narrativa redentora, tarde o temprano los hechos deben contrastarse con la capacidad gubernamental para cumplir con lo prometido.

Esto precisamente está ocurriendo a raíz de los resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares 2020 que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, un órgano constitucionalmente autónomo, dio a conocer la semana pasada. Con esta edición, se pueden “dimensionar los cambios” que se registraron “a consecuencia del periodo de contingencia sanitaria originada por la Covid-19, las medidas de confinamiento de la población y el cierre de la actividad económica” (Inegi).

Repasemos algunos datos y comentémoslos a la luz de la política educativa del país. Primero, es importante hacer notar que a pesar de que el ingreso a nivel nacional cayó en 5.8 por ciento de 2018 a 2020, esta variación no fue la misma para todos. Los más pobres (Decil I), por ejemplo, vieron aumentar sus ingresos en uno por ciento, mientras que el resto de los demás grupos los vieron disminuir de manera significativa. Esto explica en parte que la desigualdad –medida por el coeficiente de Gini– disminuyera de 2018 a 2020. ¿Logro de la 4T?

La disminución no es estadísticamente significativa y para ser honestos, también hay que recordar que la desigualdad disminuyó durante eso que algunos llaman la época “neoliberal”. Entonces, el coeficiente de Gini pasó de 0.449 a 0.426 de 2016 a 2018 y lo más importante: el ingreso de los más pobres también aumentó aunque aquí sí de manera significativa, así como el de casi todos los demás grupos. Esto en cambio no se observó con la 4T. Es cierto que ahora hubo cierre de actividades económicas a raíz de una pandemia, pero tampoco tiene caso calificar el desempeño de un gobierno con una etiqueta. Cuentan los hechos.

Otro aspecto que llama mucho la atención de la ENIGH es la disminución significativa del ingreso para las poblaciones con mayores dosis de escolaridad. Aquellos que cursaron la educación media superior, superior, y el posgrado vieron reducir sus ingresos en 10, 13 y 26 por ciento, respectivamente, de 2018 a 2020.

En términos del gasto de los hogares, como era de esperarse, los mexicanos gastamos 40 por ciento más en salud en 2020 que en 2018, pero fueron los más pobres, según el colectivo “México, ¿cómo vamos?” los que cargaron con ello. ¿Es este gobierno de izquierda? No lo parece.

Además, los hogares redujeron el gasto en “educación y esparcimiento” en 45 por ciento durante el mismo periodo. ¿Se relaciona esto con la exclusión escolar? De acuerdo con otra encuesta del Inegi, 8.8 millones de niñas, niños y jóvenes han abandonado sus estudios desde 2019 y a raíz de la pandemia. Fue muy valioso que la 4T prometiera “no dejar a nadie afuera” de la educación, pero no ha cumplido. Llamemos entonces a este gobierno –como a cualquier otro– a rendir cuentas contrastando los hechos con sus ideales y principios. La vida real de las personas es lo que cuenta.

 Investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (FCPyS)

Fuente de la información e imagen: educacionfutura.org

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Escolaridad y domesticación

La escolaridad, si no es crítica y liberadora, es domesticación. ¿Para qué sirven los profesionistas?

1. No confundo educación con escolaridad, aunque en la sociedad capitalista muy poco se valora la educación -que es espontánea- para otorgarle un papel preponderante a la escolaridad que se justifica con papeles, certificados, calificaciones, títulos, todo para demostrar hasta qué grado hemos sido domesticados para tener derecho a formar parte del sistema. Hoy en México hay profesionistas en todos los campos, obedientes de las órdenes de quien manda en el sistema de explotación y opresión. Se propaga que a mayores estudios mayor capacidad de liberación; pero no, al contrario, a mayores títulos más grandes privilegios y mayor subordinación.

2. Lo visto en más en 50 años es el crecimiento de la escolaridad con millones de estudiantes, decenas de miles de escuelas y maestros, la multiplicación de las clases medias en medio de su pobreza económica; pero también el agigantado crecimiento de una economía que sólo ha beneficiado a un millar de familias propietarias de todo. La sociedad mexicana, en vez de caminar hacia el igualitarismo, producto del enorme crecimiento de la educación escolarizada, ha seguido sufriendo la extrema e injusta desigualdad. La escolaridad para la domesticación, en vez de indignarse y protestar ante esa realidad, ha preferido adaptarse a la clase dominante.

3. Sí, es indudable, para que un pueblo sea libre necesita educación. Espero que López Obrador, su secretario de Educación: Moctezuma, los maestros de la CNTE, el SNTE y seguidores de la Gordillo, entiendan que el “Plan Educativo” no puede consistir en enterrar la vieja reforma peñanietistas o hacerle algunos cambios para que todo siga igual. Se necesita una reforma liberadora, libertaria, que enseñe a los alumnos a investigar y criticar todo, en primer lugar –“con todo respeto”-, todo autoritarismo del maestro, de los padres, del cura, gobierno, patrones, de los textos. Que maestros y estudiantes investiguen antes de adoptar un juicio o una posición.

4. Los estudiantes y sus maestros, aparte de aprender a pensar y planear, tienen que salir de su salón de clases, de sus escuelas, de su comunidad, para estar en contacto con otras personas, otras cosas, con la vida. ¿Para qué carajos sirven a la sociedad estudiantes, profesionistas, que no difunden sus pensamientos, sus experiencias, sus necesidades, sus demandas, creciendo con temores y miedos a la autoridad y el poder? Conozco más de 100 títulos sobre educación y libertad, pero por su sencillez y claridad he recomendado mucho leer a Ivan Illich sobre la escolaridad, a S. Neill sobre la libertad y a Paulo Freire sobre educación y poder.

5. ¿Para qué se requieren más días y más horas de clase a la semana o al mes si se busca solamente adaptar a los estudiantes al sistema autoritario de explotación capitalista? Necesitamos otra educación; no más conocimientos inútiles que no ayuden a pensar, a investigar, analizar. ¿Para qué carajos nos sirve la historia, biología o matemáticas como enseñanzas memorísticas o repetitivas sino es para transformar el mundo? Pienso que de por sí hay personajes pusilánimes, pero hasta estos entran en movimiento y acción cuando se apropian del pensamiento crítico y libertario. ¿Para qué más profesionistas con pensamientos y acciones acomodaticias?

6. Pienso que el gobierno lópezobradorista debe ser vigilado para que no sea más de lo mismo. La CNTE ha demostrado durante casi 40 años que está muy lejos de cualquier oportunismo, que lo ha combatido de manera consecuente; pero puede caer en el sectarismo al tomar de antemano el rechazo a otras posiciones que podrían romper con el estancamiento tan dañino a casi 4 décadas de lucha permanente. Por allí tiene que trabajar para discutir y analizar propuestas que podrían ayudar a fortalecer las batallas magisteriales. Para alcanzar la libertad, también los maestros sindicalistas debemos batallar contra el autoritarismo externo e interno. (8/VIII/18)

Fuente: https://www.transformacion-educativa.com/index.php/articulos-sobre-educacion/245-escolaridad-y-domesticacion

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Aprende en casa… ¿de quién?

Por:  Rogelio Javier Alonso Ruiz

La respuesta del gobierno federal al cierre de escuelas por la pandemia actual fue el programa “Aprende en Casa”, en el cual, mediante diversos apoyos como la televisión, la radio, los cuadernillos o la intervención remota de los profesores, los alumnos continuarán con el trabajo académico en casa. En sus apariciones públicas, el Secretario de Educación, Esteban Moctezuma Barragán, irradia optimismo al hablar del programa: señala que con la propuesta todos los alumnos tendrán acceso a los aprendizajes y resalta la capacidad y vocación de los maestros como un elemento valioso para sortear este momento. Si bien su apreciación es parcialmente correcta, implica un análisis mucho más profundo de algunas otras variables: además de la tecnología, es importante reflexionar sobre la escolaridad de los padres, las prácticas pedagógicas y la situación emocional en los hogares, entre otros asuntos.

En los niveles educativos correspondientes a la Educación Básica, la implementación de la educación a distancia implica ceder a los padres de familia buena parte de la responsabilidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje. En ese sentido, debe considerarse que, de acuerdo con el INEE (2017, p. 71), casi una cuarta parte (21%) de las madres de familia de los alumnos de sexto grado de primaria del país tienen escolaridad igual o inferior a la primaria; en otro tipo de escuelas, como la indígena o la comunitaria, los niveles son mayores (54% y 56%, respectivamente), mientras que en las escuelas privadas son prácticamente nulos (2%).  Este aspecto sin duda debe advertirse al considerar una estrategia de educación a distancia que pretenda ser efectiva: los estudiantes no contarán con el mismo apoyo en casa, por tanto, deberá cuidarse la complejidad del tipo de actividades que se propone.

Sobre el papel del hogar y los padres de familia, la Comisión para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU) ha señalado categóricamente que “los hogares no son escuelas, las madres y los padres de familia no son docentes” (2020, p. 9). En consecuencia, la propuesta es que las actividades a distancia quiten su énfasis de los conocimientos teóricos y procedimentales formales del currículo, centrándose ahora en cuestiones como la construcción de una convivencia pacífica y participativa, la práctica de actividades lúdicas o el ejercicio de habilidades socioemocionales. Debe aprovecharse que en contextos como el de las escuelas privadas, la mayoría de los padres de familia (54%) tenga niveles de estudio de cuando menos educación superior, lo que sin duda dará un soporte en casa muy valioso para los estudiantes; sin embargo, la diferencia en la escolaridad de los padres de familia implica un riesgo de inequidad en la práctica de la educación a distancia.

Aunque haya esfuerzos por llevar las actividades escolares a todos los hogares, incluso mediante cuadernillos impresos, al revisar los planteamientos de educación a distancia de diferentes universidades es posible observar que, de manera constante, uno de sus componentes fundamentales es el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (Coronado, 2017): en las modalidades a distancia de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se reconoce como fundamental “la disponibilidad y acceso a contenidos educativos en ambientes virtuales” (p. 40), mientras que en la Universidad Autónoma de Nuevo León, el modelo de educación media superior a distancia “permitió el  estudio a través de distintos medios tecnológicos de información y comunicación” (p. 175). De este modo, aunque algunos pudieran decir que el uso de tecnologías no es totalmente indispensable para el trabajo escolar a distancia, su relevancia parece no estar en discusión. No es conveniente, a estas alturas del debate educativo, redundar en las condiciones de acceso a la tecnología de los hogares mexicanos.

Otro aspecto importante por analizar en la educación a distancia es la parte pedagógica. Poco o nada se ha dicho en el debate público en relación a la necesidad de modificar las formas de enseñanza por parte de los profesores. Hace pocos días, en video conferencia a la que fue convocada toda la comunidad educativa del país, fue presentada la estrategia de educación a distancia en línea, en la que, entre otros aspectos, se dio a conocer el programa formativo para los profesores mexicanos en temas de uso de tecnologías digitales. Si bien es importante la capacitación en esos aspectos tecnológicos, también lo debería ser en la parte pedagógica. Trabajar a distancia va más allá de sustituir el pizarrón por la pantalla, es decir, en el “simple traslado de las tradiciones áulicas al entorno digital” (Coronado, 2017, p. 27). Un cambio tan pronunciado en el entorno de enseñanza y aprendizaje ¿no implicaría tener que acercarse al currículo de manera diferente? ¿proponer actividades distintas a las que se realizan regularmente en el aula física? ¿replantear el rol del alumno y del docente? Vale la pena reflexionar entonces si es viable, para que se dé el aprendizaje en casa, trasladar las actividades cotidianas del aula a la escuela, sin ningún tipo de adecuación.

Para hacer realidad el eslogan “aprende en casa” es necesario también considerar la situación emocional que prevalece en la mayoría de los hogares mexicanos. Es bien sabido que más de la mitad de las familias mexicanas viven en la pobreza, con escasas posibilidades de generar ahorros para subsistir. El encierro de esas familias cuyos jefes tienen que salir día a día a ganarse el sustento, debe provocar un escenario de angustia, miedo, desesperación y hasta hambre en muchos hogares del país. Para ningún maestro es desconocido que el estrés y la mala nutrición son factores nocivos para el aprendizaje. ¿Son entonces estos hogares mexicanos espacios adecuados para cumplir con las tareas escolares? ¿Es el momento propicio para intentar que en las casas de alumnos en esta situación se dé el aprendizaje?

No obstante las adversidades a las que se hace alusión en el escrito existen factores que pueden hacer que esta experiencia sea fructífera. Uno de ellos es el compromiso de los docentes. El Secretario de Educación tiene razón al alegrarse por los maestros con los que cuentan las escuelas mexicanas. Para ese mismo magisterio que da su mejor esfuerzo incluso en las escuelas con condiciones más indignas, el reto actual no es de ninguna manera intimidante. Es de resaltarse que, al momento de la presentación de la estrategia en línea, numerosos docentes y escuelas ya desde hace semanas tenían montada una estrategia de trabajo con los padres de familia, adecuada a su contexto y, en muchos casos, con toques de creatividad, innovación y sensibilidad realmente gratos. No esperaron a la autoridad, se adelantaron a ella para enfrentar el desafío. Como en la escuela física, la voluntad de los docentes suplirá, en la medida de lo posible, las deficiencias organizativas y las carencias de los alumnos. No debe quedar duda entonces del esfuerzo que, de manera general, harán los profesores del país.

Existen muchos factores que hacen pensar que la decisión de continuar con el ciclo escolar o no otorgar la aprobación general de los estudiantes es una obstinación de las autoridades educativas. Países en mejores condiciones educativas ya han aprobado a sus alumnos o bien determinado que no se volverá a clases presenciales por el resto del ciclo escolar. Es de cuestionarse la idea de que el aprendizaje escolar formal pueda suscitarse en los hogares mexicanos, considerando situaciones como la disponibilidad tecnológica, la escolaridad de los padres, las prácticas pedagógicas o la situación emocional de las familias. Si bien la educación a distancia se practica en los niveles superiores (cuando ya la “selección natural” de nuestro inequitativo sistema educativo va avanzada), será importante, a partir de esta experiencia, reflexionar si es viable en una población tan grande como la de la matrícula total de nuestro sistema educativo. Así pues, pareciera incompleto el título del programa “Aprende en casa”; dadas las desiguales condiciones de los hogares mexicanos, sería más preciso si se titulara “Aprende en casa… ¿de quién?”.

Fuente: https://profelandia.com/aprende-en-casa-de-quien/

Imagen:       https://pixabay.com/photos/office-notes-notepad-entrepreneur-620817/

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