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Escribir

Ilka Oliva Corado

Escribir, escribir, escribir, escribir.

Escribir si llueve, si hace sol, si está nublado, con luz de candil, en el bullicio, en el silencio, en la madrugada, a medio día, en el baño, en el autobús, en la calle, en el encierro del desarraigo.

Escribir en la ebriedad, en la sobriedad, en la agonía, en el llanto, en la pérdida, en el abandono. En la enajenación. En la abundancia. En la adicción. A pesar de las circunstancias, escribir.

Escribir sin vergüenza, en la timidez, en el bochorno, sin miedo, a pesar del temor, sin decoro, en la ansiedad; en la alegría, en la histeria, en el dolor, en la incertidumbre, en el éxtasis. Escribir sin freno, sin delicadeza, con ternura, con cólera, sin prisa, en la premura, en la urgencia, en la soledad, escribir, escribir, escribir.

Escribir en la desnudez, en la culpa, en el desasosiego, en el descampado, en la calidez, en la paranoia, escribir en la insatisfacción, en el cuestionamiento, en la placidez, en el descontento. Escribir, escribir, escribir.

Escribir con sed, en la agonía, con la herida abierta, escribir en carne viva, en la restauración, en el quebranto, como terapia, como compañía, como catarsis, como expresión, como realización. Escribir, escribir, escribir.

Escribir en la desconfianza, en el vacío, como sanación. Escribir sana, escribir cura, fortalece, encausa, satisface, escribir libera. Escribir, escribir, escribir a todas horas, todos los días, como respiración…

Fuente del articculo: https://cronicasdeunainquilina.com/2017/10/03/escribir/

Fuente de la imagen: https://comohacerpara.com/imgl/03270-escribir-cuento_l.jp

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Ler o no ler, ese es el dilema

25 de enero de 2017 / Fuente: http://www.educacionfutura.org/

Por: Abelardo Carro Nava

Tremendo revuelo causó en los medios de comunicación, la metida de pata “involuntaria” por parte del Secretario de Educación, Aurelio Nuño, durante la 36 Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Como sabemos, una niña de nombre Andrea, lo corrigió: “no se dice ler, se dice leer”. Esta fue una frase, puesta en imagen o video, que vendió y vendió muy bien. Y es que mire usted, el cuadro no podía haber sido mejor: un funcionario público hablando de las bondades de la lectura, unos niños que lo escuchaban, y una feria cuya intención radica en los libros, fue algo que ni el mismo Picasso lo hubiera pensado.

Tal hecho, me remontó a lo que en el 2011 le sucedió al precandidato que luchaba por la silla grande de nuestro país, Enrique Peña Nieto, durante la conferencia que impartió en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, cuando aseguró que Enrique Krauze, había escrito La silla del águila. Si mi mente no me falla, la “supuesta” confusión que tuvo quien ahora dirige los destinos de mi México querido, se generó por la pregunta que le formularon en cuanto a los libros que habían marcado su vida. Por ese entonces, las redes sociales se volvieron locas, los noticieros no se cansaron de repetir la misma historia, las charlas de los cafés se inundaron de tal tropiezo, en fin, en varios medios de comunicación, por días se comentó al respecto.

¿Qué coincidencias tiene la vida no cree? En ambas situaciones, el momento electoral se hizo presente. El segundo aludido, con miras a la Presidencia de la República y, el primero, vislumbrando un posible escenario en el Estado de México en el 2017 o, para el 2018, como máximo mandatario en nuestro país.

Hace unos días, en este mismo espacio (Educación Futura, 22/11/29016), Manuel Gil Antón, publicó una extraordinaria columna en la que alude el suceso que vivió Aurelio Nuño y la pequeña Andrea, haciendo una analogía con lo que pasa en cuanto a la reforma educativa y las posibilidades que pueden tener los maestros para expresar sus puntos de vista con relación a tan espinoso asunto, y créame, la comparto. Sin embargo, tal y como lo he venido señalando en otras columnas, lo que sucede con el Secretario y todo lo que ello implica, se resume en un solo aspecto: el electorero.

Pensamiento simplista si usted quiere, pero que nos permite reflexionar sobre los funcionarios que están ocupando diversos cargos y, claro, desempeñando una función que, por más que se diga lo contrario, es pública.

Si fue un montaje para que este servidor público apareciera en todos los medios de comunicación, nacionales e internacionales, sería lo de menos. Si fue un acto en el que la niña tuvo la osadía de corregir a quien tiene en sus manos el destino de la educación, lo pensaría y lo reflexionaría bastante. ¿Qué y cómo se está educando en México?, ¿cuáles son las intenciones de quienes tienen la enorme responsabilidad de propiciar esa mejora educativa que tanto se pugna en los foros internacionales?, ¿qué están o estamos formando los mexicanos, sean maestros, padres de familia u otros?, ¿cuál es el mensaje que se le está mandando a millones y millones de personas que tienen acceso a los distintos medios de información y comunicación? Son algunas preguntas que se me vienen a la mente y de las cuales, se pueden obtener una cantidad importante de respuestas, todas, relacionadas con el proceso formativo de los mexicanos.

Tengo claro que un error lo puede tener cualquiera; vaya, algún problema fisiológico puede ser normal en los seres humanos. Sin embargo, éste resulta inaceptable de alguien que desde llegó a la Secretaría de Educación Pública (SEP), no se ha cansado de vapulear a los maestros. ¿Por qué no pensar en una evaluación que sea aplicada a los funcionarios de este y otros niveles de gobierno?, ¿qué hubiera pasado si tal cuestión se le escuchara a un maestro?, ¿por qué no repensar la evaluación del magisterio si, como hemos visto, los seres humanos erramos?aurelio_nuno_1

Ler o no ler, es un dilema que plantea la imperiosa necesidad de revisar cada uno de los elementos del proceso educativo que permea el Sistema en México. Las disculpas son válidas; de hecho, el que este funcionario se haya dado un tiempo para visitar la escuela en la que la niña realiza sus estudios, fue aplaudible. No obstante, para como están las cosas en nuestro país, las disculpas y visitas inesperadas no solucionan el gran problema educativo existente. Ese es, desde mi punto de vista, el meollo del asunto: o trabajamos de manera conjunta en la solución de los problemas o la simulación seguirá siendo la reina con grandes zapatillas en el medio.

Recordemos que las habilidades básicas del lenguaje se resumen en cuatro: escuchar, hablar, leer y escribir. Ojalá, centremos la atención en las dos primeras para que el “ler” sea solo eso: un chusco desencuentro.

Fuente artículo: http://www.educacionfutura.org/ler-o-no-ler-ese-es-el-dilema/

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tomada de https://pixabay.com/en/typewriter-typing-black-and-white-1627197/

El primer empujón para escribir.

La economía conductual habla de decisiones individuales y colectivas que pueden ser dirigidas, apoyándose en mensajes que ayuden a reforzarlas desde una perspectiva positiva, y no desde una perspectiva negativa o de castigo. Esa idea, la reflejan con la palabra «nudge» que significa «empujón«. Para lograr que alguien escriba, por ejemplo, en la escuela o en el liceo, más que cuestionarle que no lo haga, podríamos animarles a que se descubran a si mismos en el ejercicio de contar algo que les interesa o inquieta, para que otra persona que puede sentirse identificada con eso, lo lea.
Quiero contar hoy algunos pequeños empujones que he recibido para escribir.
A la edad de ocho años escribí un cuento. Creo que se llamó «La Casa». Tal y como si estuviera haciendo un ejercicio de escritura creativa, el personaje principal era una casa cuyas texturas intentaron ser recreadas en mis palabras tal y como una niña de ocho años podía hacerlo. En el espacio de la casa sucedían las aventuras de un grupo de niños que la visitaban en sus tardes de vacaciones escolares, y fue este espacio el que, año tras año, los vio crecer hasta su demolición algunas décadas después.
Aunque el reclamo de mi mamá sobre haber robado la idea a mi hermano, cinco años mayor que yo, de tomar una cosa como personaje de una historia breve e, incluso, tomar las célebres palabras de «En un lugar, cuyo nombre no quiero acordarme…» como inicio del texto, hoy día, con algunos libros más de lectura encima, reivindico la imitación como una forma creativa de escritura que, lamentablemente, está reñida con valores individualistas de logro y crecimiento sobre los cuales se fundan nuestras instituciones sociales por excelencia: la escuela y la familia.
Años después, en nuestros primeros días de universidad, un compañero me pidió le mostrara los poemas que escribía y, aunque no tal cosa era cierta, su empujón me animó a escribir cosas en formato de poema y con el tiempo fui mostrándoselas no sin mucha expectativa sobre su opinión. Vista desde lejos, entiendo su llamado como un recordatorio de que una actitud crítica hacia la realidad debe acompasarse con una escritura de las ideas. Escribir las cosas que pensamos, cómo las pensamos y articularlas de modo grueso, torpe al inicio, para irlas refinando poco a poco después, he aprendido es parte de lo que complementa el ejercicio analítico y crítico sobre la realidad circundante, hasta hacerlo trascender en de nuevo en obras.
Esa costumbre, la de escribir versos, aunque sin ninguna formación previa ni dedicación exhaustiva a la métrica ni la rima, me ha acompañado, de modo intermitente en los últimos veintiséis años. Y en este tiempo, muchas otras personas me han empujado gentilmente, aún sin saberlo, a escribir sobre otras cosas y en otros formatos.
Como docente y acompañante de procesos de formación de otros, vengo redescubriendo la importancia que tiene el darles esos pequeños empujones para que se permitan trascender sus pensamientos a través de la escritura. Escribir es para mi, ahora más que nunca, un acto de fe que cifra la voluntad que lo conduce en la expectativa del interés que puede despertar en el que lee.
En este acto de fe, los detonantes que activan el ejercicio de la escritura no siempre son los mismos y suelen ser estacionales: a veces ocurren y a veces no. Sin pretender dictar cátedra sobre la escritura, si diré que, como aprendiz, creo que los disparadores de la escritura nunca deben permanecer ocultos a aquellos que buscamos nos lean. Así, buscar en otros el inicio honesto en el oficio de poner en negro sobre blanco de lo que pensamos pasa, en mi opinión, por insistir en que las motivaciones de la escritura deben aparecer de forma clara, al menos en los primeros borradores. Saber por qué queremos escribir lo que vamos a escribir, ayuda a comprender no sólo el trabajo mismo de hacerlo, sino también comprendernos en nuestro rol de escribientes.
Esos pequeños empujones que otras y otros me han dado para animarme a escribir sobre lo que me inquieta creo que han sido demostraciones de que tal acto de fe se refleja en un acto de espera por leer lo que pueda tener inquietud por escribir. Entonces, y siguiendo los símiles religiosos, si escribir es un acto de fe, leer termina siendo un acto compasivo como Milan Kundera la describió: la compasión como un compartir la pasión. Esa pasión compartida termina habitando en muchos, por el piadoso acto de la lectura que conecta, sobre la vía de prosa o verso, desde aquel primer empujón para escribir, hasta la compasión del leer.
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