Por: Gilberto Enrique Ramírez Toledano.
Se habían llevado todo lo que querían, teléfonos, ferrocarriles, televisión, y mil empresas públicas más… ahora querían la educación. En febrero de 1999, bajo el mandato directo del Banco Mundial, el FMI y la OCDE, el gobierno mexicano y la rectoría emprendieron la ofensiva: modificar el reglamento general de pagos para establecer cuotas por inscripción.
Nadie había podido detenerlos, el pueblo de México y su movimiento social había sufrido un innumerable cúmulo de derrotas, que con contadas y honrosas excepciones, no lograba poner freno a la ola privatizadora en nuestro país. Y como cereza del pastel, teníamos un recién creado Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB), que sustituía e institucionalizaba el rescate banquero conocido como FOBAPROA, con un multimillonario desvío de recursos públicos a los banqueros del país, principalmente extranjeros, que aun hoy seguimos pagando los mexicanos.
A los estudiantes de entonces, los llamaban “la generación x”, pues se argumentaba que ya no tenían más compromiso social, ni interés por la política o por cambiar al mundo. La “generación x” era el producto mejor acabado del neoliberalismo, son jóvenes individualistas, egoístas, que según las cuentas de la oligarquía no opondrían mayor resistencia frente a los planes de elitización y privatización de la máxima casa de estudios. Entonces llegó la explosiva, masiva, irreventente y tenaz huelga del CGH, que los paró en seco y les puso, por fin, un alto.
No pasaría ni un mes del anuncio del rector, para que la UNAM estuviera incendiada, de punta a punta, de discusiones, asambleas, propaganda, debates en los salones de clases, paros escalonados, llamados a diálogo. Toda esta efervescencia anunciaba una batalla de grandes dimensiones en defensa de la educación como un derecho.
La huelga del CGH estalló dos meses después del anuncio del rector, y un mes después de la imposición del nuevo reglamento general de pagos. Duró casi 10 meses, se enfrentó al poder mediático, y a todo el aparato de Estado dispuesto a aplastar la resistencia estudiantil, y sólo pudo terminar con la intervención de la policía militar (la recién creada Policía Federal Preventiva), invadiendo todos los colegios y facultades de la Universidad, con el encarcelamiento de mil estudiantes huelguistas.
¿Qué pasó? ¿De dónde vino tanta indignación, tanto compromiso de la juventud mexicana? ¿Qué salió mal en los cálculos del gobierno?
Así comenzó todo.
El 11 de febrero de 1999, el entonces rector de la universidad, Francisco Barnés de Castro (de extracción priísta, aunque luego trabajó como subsecretario de energía en el gobierno panista de Felipe Calderón, encargado de la entrega de la electricidad al capital privado) presentó un documento público, donde anunciaba la intención de modificación del Reglamento General de Pagos de la UNAM, bajo el pretexto de que todos debíamos “apoyar a la universidad” y ser una “sociedad solidaria”, frente a la falta de recursos públicos que imponía la necesidad de “ampliar y diversificar las fuentes de financiamiento”, empezando por aumentar las cuotas a los estudiantes.
Dicho documento se publicó en la Gaceta UNAM 4 días después, el 15 de febrero de 1999. Ahí, se dejaba claro que el primero de los “5 principios” en que se basaba la reforma, establecería lo siguiente: “las nuevas colegiaturas semestrales se aplicarán a los alumnos que ingresen a la UNAM, a partir del próximo agosto de 1999”. En otras palabras tu no te preocupes, no la hagas de emoción, ¡no protestes!, las cuotas serán para los demás, no para ti. Con ello, las autoridades pretendían corromper la conciencia de los estudiantes, apelar a su individualismo y egoísmo, que suponían permearía y evitaría el conflicto. No fue así.
De inmediato, algunas escuelas comenzaron la discusión. Tradicionalmente, escuelas como la Facultad de Ciencias, la Facultad de Economía, la de Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y Sociales, así como escuelas del bachillerato universitario como el CCH Oriente y otros, tienen más tradición de lucha, de discusión política, y esta vez no fue la excepción. En menos de 4 días, la asamblea de la Facultad de Ciencias emitió un pronunciamiento público, llamando a todos los universitarios a organizarse e impedir el aumento de cuotas. Dicho documento circuló rápidamente, era leído en distintas asambleas, pegado en las puertas de los salones de muchas escuelas, colegios y facultades de la UNAM. En este documento se decía con claridad: “Que nadie se engañe. No se trata de apoyar a tu universidad. Se trata de apoyar a tugobierno, a tus banqueros, a tus grandes empresarios de dentro y fuera del país”, se alertaba ya, desde el arranque del movimiento, que las cuotas no eran sino una imposición del gran capital, planteada en documentos del FMI, el Banco Mundial y la OCDE para toda América Latina, y que de ser aprobados los primeros montos de colegiatura (es decir, siendo quebrada la resistencia estudiantil), luego se servirían con la cuchara grande, pues el escrito de la rectoría planteaba unas cuotas de “actualización” de 680 pesos para el bachillerato y 1020 para licenciatura, pero el proyecto real era que poco a poco fueran aumentando hasta que se pagara el costo total de la educación, sin subsidio gubernamental.
Apenas a unos días de lanzada la iniciativa, ya los estudiantes se pronunciaban en aquel documento: “¿cuál es el argumento principal utilizado por el rector Barnés? Que quienes pueden pagar, deben pagar… Y una vez lanzada su «propuesta», esto constituye el «banderazo» para que toda la cargada de reporteros y comentaristas de radio y televisión se lancen en cruzada contra la población levantando la espada de «la equidad», «la justicia» de que quienes tienen, paguen, que no se puede seguir subsidiando a jóvenes que llegan en carro a sus clases, etc. El sentido de la campaña, como en las anteriores ocasiones que se ha tratado de dar marcha atrás a la gratuidad de la educación pública, es inmediato: se trata de convencer a la población de la «elemental justicia» de tal medida, es decir, se trata de aislar de la sociedad a los estudiantes ante su esperada respuesta. Se trata incluso de hacer sentir culpables a los estudiantes por el hecho de no cooperar con su universidad”.
Se llamó así a una primera Asamblea Universitaria, y para organizarla a una Reunión Amplia en el auditorio Narciso Basolss de la Facultad de Economía. Para sorpresa de todos, en la “reunión amplia” del 19 de febrero se expresó un hervidero de iniciativas, de propuestas, de pronunciamientos de escuelas. Ahí, más de 600 estudiantes (según relata la prensa de entonces, por lo cual seguramente eran más), de 29 escuelas, comenzaron a hacer crecer la bolita de nieve. Desde entonces, ya se veía que escuelas como la Prepa 2, o la Facultad de Derecho, serían de las más difíciles de convencer y organizar, al estar encabezadas por Directores-Porros, llenos de golpeadores y provocadores, que impedían cualquier discusión de los estudiantes de base. Los resolutivos de la reunión fueron: convocar a la primera “magna asamblea universitaria” el 24 de febrero en el auditorio Che Guevara (por entonces muy emblemática del movimiento estudiantil, antes de caer en la difícil situación en que hoy se encuentra); llamar a la primera marcha de antorchas por la gratuidad, el jueves 25 de febrero a las 5 pm, del Monumento a Álvaro Obregón a Ciudad Universitaria; convocar a asambleas urgentemente en todas las escuelas y facultades de la UNAM, con la propuesta de hacer un primer día de paro general. Y por último, se llamó a estar atentos del día en que se reuniera el Consejo Universitario para aprobar el nuevo reglamento general de pagos, para tomar acciones urgentes.
La primera asamblea universitaria, así como la marcha de antorchas, resultaron gigantescas. Por decir un dato, a la movilización, sólo del CCH Oriente, salieron más de 24 camiones llenos de estudiantes, hasta encima de los techos. Fue una muestra de la inmensa indignación que provocó el anuncio del rector, pero no sólo eso, también de la disposición de lucha de decenas de miles de jóvenes, por impedir que ahora se les arrancara de las manos lo poco que tenían, la educación.
Por su parte, las autoridades estaban empeñadas en imponer su reforma, era el mandato, y se dispuso todo para hacerlo valer. El gobierno estaba listo, los medios de comunicación lo mismo, no se podían echar para atrás.
La imposición del nuevo RGP, multiplicó la decisión de lucha.
Así, llegó el día de la imposición de las modificaciones al reglamento general de pagos, el 15 de marzo de 1999. Ya se habían dado algunos días de paro en la Universidad, la discusión política estudiantil se había esparcido y profundizado, la convicción era más y más a cada día, pero ocurrió algo que multiplicó la indignación y la rabia de los estudiantes: el Consejo Universitario se reunió a escondidas, en una sede extrauniversitaria como es el Instituto de Cardiología en la zona de hospitales de Tlalpan, en la Ciudad de México, y en menos de tres minutos aprobó los cambios. En la sesión sólo hubo 3 votos de estudiantes a favor, con eso les bastó para imponerle una educación de paga a cientos de miles de alumnos universitarios.
Un día antes, el 14 de marzo, los estudiantes se concentraron en la explanada de rectoría, pues en la torre es donde usualmente sesionaba el Consejo Universitario. Se procedió al bloqueó de todos los accesos, la reunión de las autoridades no debía darse. Desde antes de amanecer el 15 de marzo, después de una noche fría de guardia y de plantón, diferentes brigadas se movilizaron a todos y cada uno de los puntos donde se rumoraba había consejeros universitarios dispuestos a trasladarse al lugar secreto donde realizarían la sesión. En el Estadio Azteca, se vio a unos consejeros y de inmediato salió una brigada de estudiantes para ir a su encuentro, en el estacionamiento del estadio, los “representantes” universitarios subieron a unos autobuses que los trasladarían a la reunión, y los estudiantes se tiraron a las ruedas para impedir su avance. Así, toda la mañana fue una guerra para impedir que finalmente se realizara la sesión del Consejo.
Mario Benítez, profesor de la Facultad de Economía y entonces estudiante de posgrado, vio cerca de CU a Brígido Navarrete, jefe de los cuerpos de seguridad y represión en la Universidad, que seguro se dirigiría al lugar de reunión de los consejeros. El profesor, subido en su vocho, persiguió a Brígido sobre periférico hasta llegar al Instituto de Cardiología, donde cuerpos de granaderos custodiaban el lugar. Se descubrió así el sitio secreto y se informó de inmediato a los estudiantes. Una gran marcha se dirigió en el acto a lugar, pero tardaría en llegar, lo cual fue aprovechado por las autoridades para hacer fast track su reunión, levantar los dedos e imponer el reglamento modificado, lo cual costaría mucho a la Universidad, generaría la huelga más larga en su historia, cientos de presos políticos, dos estudiantes asesinados, pero sobre todo provocaría una explosión juvenil que se extendió en toda la Ciudad de México, y aun más allá. La chispa empezó a incendiar la pradera, el pastito estaba bastante seco después de tanta ineptitud política de Barnés, de tantos engaños, despotismo y represión.
Los estudiantes, en lugar de sentirse derrotados, se sintieron retados, indignados. El regreso de Cardiología a la UNAM fue una muestra de que lo que estaba por ocurrir. El argumento de “palo dado ni dios lo quita”, “reforma aprobada, resistencia derrotada”, no surtió efecto. Hasta en las escuelas de mayor dificultar para la lucha estudiantil, como Veterinaria, Ingeniería, Química, Derecho, Prepa 2, etc., las asambleas comenzaron a crecer, las brigadas se multiplicaron, no hubo estudiante que pudiera permanecer al margen de la discusión. A algunos les parecían bien las cuotas, eran convencidos por la campaña mediática de “no seas egoísta, apoya a tu universidad”, “gastas más en un cigarro o en una torta que en tu educación”, pero no era así en general.
Entre el 15 de marzo y el 20 de abril, se desarrollaron diversas actividades de resistencia. Para un conjunto de estudiantes, el objetivo era convencer y presionar a las autoridades, para que aceptaran su error. Ahí estaban representantes del antiguo CEU Histórico, que ahora eran parte del PRD-Universidad. Pero para la mayoría estudiantil, las acciones debían ser encaminadas para preparar la inevitable Huelga, vista como el último recurso del movimiento estudiantil, sin la cual sería imposible echar abajo la imposición.
Ya veremos cómo estalló la huelga, cómo fue su desarrollo y sus resultados, pero adelantamos una cosa: más de un millón de estudiantes, desde 1999 han logrado estudiar, gratuitamente en la UNAM. Es un dato maravilloso, muestra patente de la victoria del movimiento estudiantil. Con datos de 2016, al bachillerato de la UNAM, es decir, Prepas y CCH’s, ingresaron 36 mil jóvenes mediante el injusto examen estandarizado de selección, a estos, se suman los 12 mil que ingresaron a la licenciatura en alguno de los dos procesos de selección. Así, sin contar a los más de 30 mil estudiantes que ingresan a licenciatura por pase reglamentado (es decir, que provienen de la misma UNAM, que ya hicieron examen, que fueron repetidas veces evaluados por la misma institución y que sólo pasan al siguiente nivel), a la máxima casa de estudios entraron 48 mil estudiantes nuevos. Si esos 48 mil, los multiplicamos por 20 años, tenemos que 960 mil jóvenes han sido alumnos de nuevo ingreso en la Universidad. La matrícula no ha sido la misma todos los años, ha ido creciendo moderadamente. Pero si a esto le sumamos los miles de alumnos que han ingresado a los diferentes posgrados, a iniciación universitaria, etc., es muy probable que al menos UN MILLÓN de alumnos han logrado estudiar, gratuitamente en la UNAM, gracias al CGH.
Por eso hoy decimos, a 20 años: gracias CGH, gracias generación de 1999-2000, gracias por tanto esfuerzo, por tanta entrega, por tanta terquedad…
* Algunos de los elementos aquí narrados, son extraídos de las sesiones de conversación sobre la Huelga del CGH, desarrolladas en la Facultad de Ciencias desde febrero de 2019. Algunos materiales de esas sesiones los puedes encontrar en redes sociales, en #ConversandoSobreLaHuelga y #CGHa20Años.
Fuente de la reseña: http://sinpermiso.info/textos/mexico-un-millon-de-jovenes-han-logrado-estudiar-en-la-unam-gratuitamente-gracias-a-la-huelga-del