Venezuela: Nuevo acercamiento Gobierno-oposición, esperando el 5 de julio

El Gobierno del mandatario constitucional Nicolás Maduro y delegados de la oposición liderada por el autoproclamado presidente interino Juan Guaidó retomarán discusiones esta semana para buscar una salida a la crisis política y económica, en sede a definir entre la gélida Oslo (Noruega) y la caribeña Bridgetown (Barbados).Un día clave para el devenir de los acontecimientos será el 5 de julio, día de la independencia de Venezuela que históricamente se celebra también con desfile militar, día en el que está anunciado el informe final sobre la situación de los derechos humanos que presentará la Alta Comisionada de Naciones Unidas, Michelle Bachellet.

Desde las filas de la oposición se espera que el informe sea duro para con el Gobierno, para que desde allí puedan invocar el “estado fallido” y nuevamente pedir una intervención militar extranjera. Intentan generar expectativas esperanzadoras en sus filas de que es posible salir de la revolución y, a la vez sembrar zozobra en la ciudadanía, con el habitual cóctel de odio y miedo.

¿Coincidencia?, los representantes de Argentina, Brasil, Canadá y Chile, miembros del Grupo de Lima (aliados/cómplices de EE.UU. y Guaidó) condenaron en el G20 de Osaka “la represión y la sistemática violación de los derechos humanos de los venezolanos por parte del régimen ilegítimo de Nicolás Maduro», según la presidencia argentina.

 La campaña comunicacional preparatoria ya comenzó, y a ella se suma el anuncio de la muerte en prisión del exoficial de la Marina Rafael Acosta Arévalo sindicado de intento de magnicidio. Un video suyo difundido por redes sociales (con el alias de Gonzalo), habla sobre asesinar al Presidente. El Gobierno deberá aclarar cómo sucedió.

Por ahora se habla de conversaciones, acercamientos, porque diálogo invoca otros procesos, tales como reencuentro, reconocimiento; negociación, acuerdos y ética; información y comunicación; independencia y responsabilidad nacional; democracia y paz. Las presiones por reiniciar las conversaciones vienen desde el Vaticano y sectores de la socialdemocracia europea, con el apoyo de Rusia y China.

«Los Estados Unidos nunca dijeron que su esfuerzo en Venezuela se limitaría a una ronda», expresó un funcionario del Consejo de Seguridad Nacional (CSN) en Washington, luego que el prestigioso Washington Post comentara los reveses que había tenido la denominada operación libertad, destinada a deponer a Nicolás Maduro de la presidencia.

El Post señaló que el presidente Donald Trump estaba insatisfecho con los resultados obtenidos de las políticas seguidas desde el CSN por John Bolton y Mauricio Claver-Caronne, y que se había quejado de que sus asesores subestimaran a Maduro, a quien ahora considera un elemento «duro de roer». Y señaló que en vista de la frustración que generada, era razonable pensar que se podía producir una reformulación de la estrategia, tanto en los objetivos planteados como en las tácticas a seguir.

Guaidó restó importancia a la posibilidad de conseguir un gran avance, insistiendo en que la condición para cualquier negociación es que haya elecciones presidenciales inmediatas, repitiendo una consigna que todos saben que tiene viabilidad ninguna.

Sus asesores admiten que Guaidó está bajo una presión cada vez mayor por parte de Estados Unidos y otros gobiernos extranjeros para no retirarse de las negociaciones y entregar una victoria simbólica al Gobierno constitucional. La oposición se ha quejado de que Maduro ha utilizado las negociaciones anteriores patrocinadas por el Vaticano y otras entidades para comprar tiempo.

Las partes, a instancias de Noruega, se reunieron en Oslo en mayo, pero no llegaron a un acuerdo, cuyos detalles no trascndieron, aún cuando se fueron implementando algunos acercamientos sobre temas puntuales.

También el grupo BRICS, conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, expresó su disposición a promover una solución de la situación en Venezuela dentro del diálogo, informó el viceministro de Finanzas de Rusia, Serguéi Storchak. “El bloque contribuirá a la resolución de este proceso en la medida de lo posible”, dijo Storchak, tras una reunión del grupo durante la Cumbre del G20, el sábado en Osaka, Japón.

Las deliberaciones de la OEA se llevaron a cabo en Medellín, Colombia, en forma simultánea al G20 y se constituyeron en un nuevo fracaso en la política de Washington, obsesionado en deteriorar al Gobierno chavista. La delegación oriental abandonó el encuentro al ser sorprendida, junto a las representaciones de Bolivia, Nicaragua y México, por la acreditación intempestiva e inconsulta de representantes de Juan Guaidó, primer legislador en la historia de América Latina en autoproclamarse presidente.

El promocionado acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur que se anunció (pero pareciera que aún no se concretó) en Bruselas ha sido publicitado por las cancillerías argentina y brasileña como un éxito del oficialismo, cuando difícilmente sea aprobado por los Parlamentos de los países signatarios, ante los groseros desequilibrios que pretende instaurar.

En la fallida 49 Asamblea General de la OEA fue aprobada la resolución propuesta por quienes pedían elecciones presidenciales «libres, justas, transparentes y legítimas, lo más pronto posible» en Venezuela. La resolución contó con 20 votos a favor, ocho en contra y seis abstenciones.

México lamentó «profundamente» que la OEA «se atribuya» facultades que no tiene. Colombia pidió una respuesta regional frente a la migración de venezolanos y considerar la opción de darles el trato de refugiados, pero la resolución no obtuvo el consenso.

Esta asamblea demostró fielmente la fractura de la OEA: Uruguay, en actitud digna, abandonó la asamblea en protesta contra el reconocimiento de un nuevo gobierno en Venezuela, por «la vía de los hechos», mientras EEUU afirmaba que Maduro «no es un hombre con el que podamos negociar.» por lo que insistió que su salida debe ser el primer paso para restablecer la democracia en este país.

¿EE.UU. reformula su estrategia?

En las últimas semanas, la Casa Blanca ha moderado su discurso contra Maduro, pero fuentes oficiales aseguran que los esfuerzos para presionar al chavismo continúan, aunque no se hagan públicos

En una conferencia de prensa al término de su participación en la cumbre del G20, en Osaka, Trump preguntado por si está pensando en cambiar su estrategia hacia Venezuela dado que no ha conseguido expulsar del poder a Maduro, Trump respondió: “Tengo cinco estrategias diferentes, podría cambiar en cualquier momento. Demasiada gente está abandonando Venezuela, Venezuela va a ser un pueblo fantasma”, dijo.

“Tenemos muchas cosas reservadas si tenemos que llegar a eso. No queremos implicarnos hasta el punto que usted puede estar pensando”, afirmó, en referencia a la vía militar.

Pero, al surgir el espacio de negociaciones abierto por Noruega, Elliott Abrams tomó el relevo desde el Departamento de Estado y aceptó los encuentros de Oslo, negociación que no estaba contemplada. El vicepresidente Mike Pence había señalado en febrero que «no es momento de diálogo, sino de acción». Pero las acciones guiñadas y financiadas por EE.UU., no lograron ninguno de sus objetivos

En un artículo en el Herald Tribune, Abrams se abre al camino a las negociaciones, reconoce el papel del chavismo en un futuro político y omite mencionar la condición previa de la salida de Maduro antes de la celebración de un proceso electoral, lo que lo aleja de la fórmula rígida del «cese a la usurpación», aunque en su última rueda de prensa coloca de nuevo el asunto sobre el tapete.

La reformulación completa de los objetivos estratégicos, que tienen como centro la reinserción plena de Venezuela en el dispositivo geopolítico estadounidense, está en proceso de consultas y elaboración. Washington no desiste (aún) del objetivo de una transferencia integral del poder hacia la oposición, sin siquiera un acuerdo previo de cohabitación y coparticipación en los distintos espacios de poder del Estado y la sociedad.

Hassine Abassi uno de los miembros del Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez y Premio Nobel de la Paz, destacó (en una visita a Caracas) el papel de la sociedad civil “como mediador y fuerza convocante” de la paz, el diálogo y el fortalecimiento de la democracia. O sea, colocar los intereses del país por encima de los de carácter político y personales, y evitar la injerencia de actores extranjeros durante las negociaciones.

Transformado el diálogo en Venezuela en factor importante de la confrontación política, es absolutamente certero el consejo de Abassi en cuanto a A propósito de sus recomendaciones, la socióloga Maryclén Stelling recuerda que diálogo invoca otros procesos, tales como reencuentro, reconocimiento; negociación, acuerdos y ética; información y comunicación; independencia y responsabilidad nacional; democracia y paz.

La paz al igual que el diálogo es un proceso que no se resume a un acuerdo formal o a un documento; a una firma o mero apretón de manos; tampoco a un pacto o foto. Es un lento proceso que toma tiempo para ser trasladado al ámbito societal y ser asumido por la ciudadanía.

Aram Aharonian: Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la )

Fuente de la información: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=257821

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Guatemala, entre el neomilitarismo y un proceso Constituyente Plurinacional

Por: Ollantay Itzamná

En una coyuntura electoral nacional bastante “atípica” y apática se “filtró” información sobre la solicitud que hiciese el actual Presidente de la República de Guatemala al gobierno norteamericano para la “ampliación de la presencia militar humanitaria de los EEUU en el territorio de Guatemala”. Sí, así como lo lee: un gobierno soberano pidiendo intervención militar extranjera en su pequeño territorio.

En los hechos, el intervencionismo violento norteamericano en Guatemala, posterior al golpe militar de 1954, jamás cesó. A partir de 1978 la intervención militar sustituyó el uso del camuflaje por el esmoquin. El soberano en Guatemala siguió siendo la Embajada norteamericana.

Esta solicitud vergonzosa resume, en buena medida, la trágica situación en la que se encuentra el aparente Estado y sociedad guatemalteca. No hay autoridad, no existe sentido de comunidad política imagina en la socidad. La ilegalidad se impuso sobre la deficitaria legalidad en administración pública y en la vida cotidiana. La macro economía funciona a “control remoto”, oxigenado por frescos y millonarios narcodólares que circulan libremente en el país, mientras 7 de cada 10 guatemaltecos sobrevive en el hilo del empobrecimiento. Guatemala, como país y como Estado está quebrado. Y esto no se compone con un rito electoral. Lo sabe su Presidente (el mejor pagado de Latinoamérica).

Partidos políticos envejecidos y víctimas de sus miedos

Lo dantesco de esta trágica estampa guatemalteca no es tanto la renovada presencia militar humanitaria gringa, ni la desigualdad socioeconómica que asesina a millones de sus niños, sino la “natural” complicidad de los partidos políticos de derecha e izquierda que se niegan a plantear/debatir abiertamente la urgente necesidad de un proceso de Asamblea Constituyente ampliado para consensuar nuevas reglas de convivencia, y un nuevo proyecto de país y de Estado.

Los candidatos políticos de derecha e izquierda saben que el bicentenario Estado nación jamás pudo ser, y ahora, padece una enfermedad terminal (fruto de sus contradicciones internas). También saben que la solución es un nuevo Contrato Social Plurinacional. Pero, presos de sus miedos y síndromes de autoderrota se resisten a suministrar la medicina necesaria que requiere el país.

En la reciente memoria colectiva de los pueblos de Guatemala aún está presente las dolorosas consecuencias de la opción militar. Fueron cerca de 200 mil vidas asesinadas/desaparecidas en 36 años del conflicto armado interno promovido y financiado por el gobierno norteamericano. Terrible historia que convirtió a esta Guatemala promisoria y rica en el país más desnutrido y empobrecido de América Latina.

Indígenas y campesinos impulsan proceso Constituyente Plurinacional

En esta larga oscuridad radiante en ausencia de ideas, se posiciona un nuevo actor sociopolítico popular y plurinacional. Es el Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP), uno de los 21 partidos políticos que participa en la contienda electoral del próximo 16 de junio para elegir Presidente y Vicepresidente, 160 diputados, 340 corporaciones municipales y 20 diputados al Parlamento Centroamericano.

El MLP, cuya candidata a la presidencia es Thelma Cabrera, indígena maya mam, plantea e impulsa un proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional para debatir y consensuar una nueva Constitución Política, un nuevo Estado Plurinacional.

Esta organización política, que fue creado y se asume como instrumento político de los pueblos, recoge y canaliza las postergadas demandas de los cuatro pueblos. No sólo expone y propone los contenidos para la nueva Constitución Política Plurinacional, resumido en 14 temas, sino también plantea la metodología y modalidad de cómo avanzar hacia el proceso constituyente plurinacional.

En la crítica coyuntura electoral de Guatemala, que oficialmente clama por mayor intervención militar norteamericano, el MLP se constituye en la única alternativa electoral que puede prevenir a este país de raíces milenarias de otro ciclo cruento de militarismo sanguinario.

El MLP plantea que su objetivo final “no es ganar las elecciones”, sino acelerar y posibilitar un proceso de Asamblea Constituyente y revisar los contratos de privatización de los bienes y servicios. Además, con su novedosa modalidad de hacer campaña electoral austera, su programa de gobierno de cambios estructurales, y con su narrativa ética sin precedentes ya está aportando a la democratización de la democracia guatemalteca tan afín al camuflaje y bayonetas militares

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¿Qué pasará en Venezuela?

Por: Franklin González

No somos pitonisos pero insistimos que en el campo de las relaciones internacionales existen acontecimientos que se producen sin ser predecibles fácilmente. El azar también debe ser considerado.

En el artículo ¿Qué hacer con Venezuela?, publicado el 18/09/2018, dijimos que desde hace 20 años los presidentes de Estados Unidos, los think tank, y los que realmente mandan en ese país: los “poderes fácticos”, se han planteado la interrogante de qué hacer con nuestro país.

Todo ello porque la Revolución Bolivariana se convirtió en un “mal ejemplo” para su política de imposición en América Latina y El Caribe, al impulsar proyectos de integración propios de la región, como Alba, Unasur y la Celac y también se convirtió en una “piedra en el zapato” porque a pesar de todas las amenazas, los chantajes, la presión y el bloqueo financiero y económico, Venezuela no se doblega, más bien sigue erguida y latiendo con su corazón rojo, noble y en resistencia activa.

Por otro lado, en otro artículo: “Venezuela. ¿Un asunto de geopolítica?”, publicado el 12/02/2017, decíamos que ya el caso Venezuela dejó de ser un tema regional para convertirse en un asunto de geopolítica mundial, así como fueron en su momento con los casos de Afganistán, Irak, Irán, Libia, Corea del Norte

Rusia y China, como potencias que son, están en una disputa por la hegemonía del mundo, con el gran y único hegemon al menos desde 1990: Estados Unidos.

Es decir, Venezuela, aparte de ser un “mal ejemplo” y una “piedra en el zapato” en el Continente Americano, ahora es clave en el actual ajedrez geopolítico del mundo. De allí que sea tema central en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

A partir de esas consideraciones y sobre la base de lo que la historia nos deja como legado – para el presente y el futuro-, haremos un ejercicio de reflexión sobre cuatro escenarios que se vislumbra en el horizonte para nuestro país.

El de los imponderables: ¿Maduro termina su período presidencial?

El 20 de mayo de 1918 se realizaron unas elecciones presidenciales y salió victorioso Nicolás Maduro Moros, gobernante en ejercicio, con más de 6 millones de votos (67%), mientras que el principal candidato de oposición, Henry Falcón, obtuvo casi 2 millones de electores. En total participaron 9 millones de un total de total 20.626.978 venezolanos habilitados para ejercer su derecho al voto. El nivel de participación llegó a 45%, muy superior, por cierto, al que se da en otras naciones que se colocan como ejemplos de democracia.

Dos días después, cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE), procedió a la proclamación como presidente reelecto de Nicolás Maduro, la mayoría de los diputados de la Asamblea Nacional (en desacato) aprobaron un acuerdo en el que declaraban que esas elecciones fueron inexistentes y anulaban dicha proclamación.

Ya, antes, voceros del gobierno de Estados Unidos, la Unión Europea y de algunos países de América Latina habían manifestado su desacuerdo con la realización de estas elecciones.

Después de la juramentación, el 10 de enero de 2019, por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Nicolás Maduro Moros como nuevo presidente para el período 2019-2025, la campaña de desconocimiento arreció, comandada por el que se considera el mandamás del mundo: el gobierno actual de EEUU.

Debe recordarse que las cabezas visibles de los gobernantes actuales de Estados Unidos (Donald Trump. Mike Pence, Mike Pompeo, John Bolton, antes Kurt Tidd, ahora Graig Faller, Marcos Rubio), habían fijaron el año 2018 como el fin del final, como diría  Eduardo Liendo en su novela Contigo en la distancia, del gobierno de Nicolás Maduro.

Ahora, dicen e insisten, que es un gobernante ilegal e ilegítimo como resultado de unas “elecciones fraudulentas” y, por tanto, no lo reconocen como presidente.

Al anterior desconocimiento se unen la mayoría de los países de la Unión Europea y los gobiernos del “grupo de Lima”, exceptuando México, y algunos otros de la llamada comunidad internacional.

Aunque la mayoría de los países que integran las Naciones Unidas sí reconocen la legalidad y legitimidad del presidente Nicolás Maduro, el gobierno del hegemon, EEUU, con su crisis que padece internamente y que no puede ocultar, que podría llevar a un enjuiciamiento de Donald Trump, sigue teniendo un peso muy fuerte en la arena internacional y en particular en esta zona del mundo.

De allí que la situación se vislumbra nada fácil para que el presidente Maduro pueda concluir el período presidencial 2019-2025, para el cual fue electo por el pueblo venezolano.

El asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, un Hawk (halcón) ultra conservador, ex funcionario de George W. Bush que participó en la charada destinada a probar que había armas de destrucción masiva en Irak y uno de los más activistas enemigo, convicto y confeso, del gobierno venezolano, en una entrevista a la cadena CNN, dijo:

«Estamos tratando de obtener apoyo para la transferencia pacífica del poder de [el presidente venezolano] Nicolás Maduro a [el líder opositor venezolano] Juan Guaidó, a quien reconocemos como presidente encargado» y destacó que esa coalición debe ser «lo más amplia posible».

No obstante, los imponderables existen en política y recordemos el «hueso duro de roer» que ha significado el presidente sirio Bachar el Asad, muy a pesar de que la administración de Barack Obama, utilizando como excusa la acusación de los grupos armados apoyados por su gobierno y sus aliados de occidente, había dicho ante el mundo que ese gobernante era responsable del ataque químico del 21 de agosto de 2013 en la ciudad capital de Damasco, es decir, había cruzado la “línea roja” y por tanto procedía una invasión aérea.

Pero la firme determinación del gobernante ruso, Vladimir Putin, de apoyar a su aliado sirio, sumado al rechazo de la “opinión pública” y del Congreso estadounidenses, produjo que tal decisión se echara para atrás el día 30 de ese mismo mes.

Así que amanecerá y veremos.

El de la guerra y el “síndrome Icaro”

La administración de Donald Trump ha mencionado que sobre el caso Venezuela todas las opciones están sobre la mesa, incluyendo la opción militar.

Se busca el casus belli para emprender esa nueva intervención en América Latina y El Caribe. Ya esta zona del mundo ha sido testigo y víctima de esa política. Nada nuevo hay bajo el sol.

Pero hasta ahora eso no ha sido fácil. El gobierno de Nicolás Maduro, acudiendo a lo indicado en el preámbulo y en los artículos 152 y 153 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y a la decisión tomada en la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en La Habana en el año 2014, que declara a esta zona como libre de armas nucleares y de paz, ha privilegiado la utilización del instrumento de la diplomacia como antídoto disuasivo contra la política del “más fuerte” y de la guerra del gobierno de Estados Unidos.

Los resultados hasta ahora han sido determinantes para contener la utilización de la fuerza como razón.

Según el diplomático Celso Amorim, quien fuera canciller en dos gobiernos de Luiz Inácio Lula Da Silva y ministro de Defensa en uno, lanza en este momento esta afirmación: “Estamos en el momento de mayor tensión en América Latina desde la crisis de los misiles en Cuba, en 1963”. “Hace años que el Estado profundo norteamericano intenta hacer retroceder el socialismo en América Latina pero el método aquí es típico de Trump; impulsivo y sin tener en cuenta las consecuencias”.

Una intervención militar en Venezuela, que se propone ser multilateral, traería consecuencias impredecibles para el pueblo venezolano, ciertamente por ser el principal objetivo militar, pero también para otros países y pueblos del Continente Americano.

Al gobierno actual de Estados Unidos habría que decirle: ¡cuidado con el “síndrome Ícaro”!, que por tener alas no preparadas para volar cerca del Sol, terminó el calor derritiendo la cera y provocando su caída.

El de una guerra fría.

Con mucha preocupación, pero con mucho realismo, debemos decir, parafraseando a Carlos Marx en el Manifiesto del Partido Comunista, que desde hace algunos años un fantasma recorre a la República Bolivariana de Venezuela; es el fantasma de una guerra civil. Por tanto, hace falta que se ponga en marcha una santa cruzada, una natural cruzada, una consciente cruzada para evitar lo que sería catastrófico, no sólo para las generaciones actuales sino también para las futuras.

Venezuela es una sociedad aún de contrastes sociales (las clases sociales existen y están enfrentadas) y polarizada desde el punto de vista ideológico y político.

La situación creada con el apagón eléctrico evidencia estas últimas consideraciones.

Desde el gobierno nacional se afirma que lo ocurrido fue producto de un ataque cibernético y un saboteo por parte del gobierno actual de los Estados Unidos y sus aliados internos, incluyendo a los infiltrados que, según el presidente Maduro, se encuentran en la Corporación Eléctrica Nacional (CORPOELEC).

Sin embargo, desde el otro lado del país, desde el sector de la oposición, que no sólo hace referencia a sus dirigentes, sino a cualquiera de sus seguidores, la afirmación dirige la atención a acusar al gobierno de ser responsable de que el país se haya quedado sin servicio eléctrico, por la falta de mantenimientos de los equipos y la dejadez en la modernización de las plantas generadoras de electricidad.

Sin dejar de reconocer que ciertamente desde hace un tiempo se viene alertando sobre la situación delicada que padece el sistema eléctrico nacional y los recurrentes apagones que se venía produciendo en la capital y en los estados del país, en este caso concreto que dejó a todo el país sin ese servicio, todo indica que la versión dado por el gobierno es cierta y eso es tan así que lo ratifican voceros autorizados de la administración Trump.

Al respecto, horas antes del apagón, el senador Marcos Rubio escribió en Twitter, sin ser adivinador, que los «venezolanos vivirán la más severa escasez de alimentos y gasolina».

Mientras que el secretario de Estado de ese país escribió de su cuenta en la red social Twitter, el 08/03/19, lo siguiente: «No hay comida. No hay medicinas. Ahora no hay electricidad. Lo próximo, no habrá Maduro» y recalcó: «Las políticas de Maduro no traen más que oscuridad».

Pero nada de eso modifica la “verdad” que, por razones emotivas y de convencimiento político, tienen quienes adversan a la revolución bolivariana. Para ellos el único y principal responsable es el gobierno, antes lo fue Hugo Chávez y ahora lo es Nicolás Maduro. No hay manera que puedan incluso dudar.

Las sociedades polarizadas son el mejor “caldo de cultivo” para enfrentar a los habitantes de un mismo país y experiencias en guerras civiles indican lo traumático que ello significa para los pueblos.

Sólo mencionemos que uno los episodios más aberrantes, sanguinarios y atroces de la historia, lo constituyó el genocidio ocurrido en Ruanda en 1994. La muerte del presidente Juvénal Habyarimana, gobernante por espacio de 20 años y perteneciente a los hutus, desató una “cacería de brujas” por parte de sus partidarios, generándose una matanza entre hutus y tutsis, donde cientos de miles de personas de estos los últimos –cuya población se calculaba en 15% del total de la población-, fueron asesinados brutalmente y descuartizados con machetes por extremistas hutus, con el objetivo claro de exterminarlos.

Se calcula que entre abril y julio de 1994 fueron asesinaros alrededor de un millón de personas, casi el 11% de la población total de ese país, que para entonces tenía un aproximado de ocho millones de habitantes.

La Radio de las Mil Colinas, una de las más feroces en la campaña de desprecio hacia el ser humano, repetía frases como: “Los tutsis no merecen vivir, hay que matarlos. Incluso a las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles el vientre para arrancarles el bebé». Además se le llamaba: “cucarachas tutsis”.  Yemen, aún hoy no ha podido superar las secuelas de una guerra civil.Todo por razones geopolíticas regionales donde países extranjeros entre ellos Arabia Saudita, apoyado por Estados Unidos, Reino Unido y Francia, han intervenido y atizado el enfrentamientos entre movimientos rivales internos, cuyas consecuencias han sido: la muertes de miles de personas inocentes; que cerca de 75% de la población (22,2 millones de personas) necesitan asistencia humanitaria urgente; existen 14 millones de personas que sufren inseguridad alimentaria, 8,5 millones de las cuales se levantan cada día sin saber si tendrán al menos una comida y la malnutrición aguda severa amenaza la vida de unos 400.000 niños menores de 5 años.

Por último, producto de esa guerra civil, más de tres millones de personas ha debido huir de sus hogares y dos millones continúan desplazados.

La misma Venezuela ha vivido esas experiencias. Los sucesos del año 1814 y la Guerra Federal (1859-1863), son expresiones que deben servir como ejemplo de lo horrendo que significa un enfrentamiento entre habitantes de un mismo país.

Por eso el rechazo a la necropolítica debe formar parte de las mentes sanas y sensatas de Venezuela, sin distinción alguna.

El escenario del diálogo y la negociación.

La política existe para que los políticos conversen, discutan y establezcan acuerdos que les permita convivir sin la “espada de Damocles” que significa una guerra civil, como “fórmula mágica” que “resuelva” nuestras diferencias.

Dialogar y negociar significa reconocimiento del otro, de sus propuestas y de una relación ganar-ganar.

El presidente Nicolás Maduro, el sábado 2 de febrero en una concentración en la avenida Bolívar de Caracas dijo lo siguiente:

«La Asamblea Constituyente tiene en su agenda la evaluación constitucional, histórica y política para llamar a un adelanto de elecciones parlamentarias este mismo año. Yo estoy de acuerdo que se relegitime el poder legislativo del país y que vayamos a unas elecciones libres, con garantías, y el pueblo decida para una nueva Asamblea Nacional».

Luego, el 20 del mismo mes, en un acto de graduación de médicos, diría

“Por ahí hay un payaso que dice ser presidente interino, bueno, si usted es presidente interino, lo primero que tiene que hacer, o tenía que hacer, es convocar a elecciones, ¿por qué no convocó?, pregúntense ustedes, ¿por qué no ha convocado a elecciones?, el pretendido y autoproclamado».

Y agregó:

«¿Por qué no convoca a elecciones para darle una revolcada con votos del pueblo? Convoque a elecciones, señor autoproclamado, señor payaso».

Mientras tanto, el Canciller Jorge Arreaza, en su intervención el 26 de febrero en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, hizo referencia a la disposición del gobierno venezolano al diálogo con el Mecanismo de Montevideo o con cualquier otra iniciativa válida, incluido un llamado del Consejo de Seguridad.

“Estamos sentados esperando”, señaló, y además preguntó “¿Hay elecciones? Puede ser. ¿Hay otras soluciones posibles? Puede ser, para eso tenemos una constitución muy rica”.

En otras palabras, el presidente Maduro y su canciller abren el abanico -así lo evidencias sus palabras públicas, nacionales e internacionales-, para el diálogo y la negociación.

Estas manifestaciones favorables al diálogo y las negociaciones se acompañan de iniciativas de otros gobiernos y países del mundo que juegan en el tablero de la paz y de los acuerdos.

Por un lado, se encuentra el Mecanismo de Montevideo que, según declaran los ministros de Exteriores de México, Marcelo Ebrard, y de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, el 7 de febrero, supone una vía de diálogo para las partes enfrentadas en Venezuela y la participación de varios mediadores reconocidos.

Tal mecanismo «se desarrollará en cuatro fases: diálogo inmediato, negociación, compromisos e implementación».

La primera fase, de diálogo inmediato, supone la «generación de condiciones para el contacto directo entre los actores involucrados, al amparo de un ambiente de seguridad».

En la fase de negociación, se realizará una «presentación estratégica de los resultados de la fase de diálogo a las contrapartes, buscando puntos en común y áreas de oportunidad para la flexibilización de posiciones e identificación de acuerdos potenciales».

En el de los compromisos, se abordará la «construcción y suscripción de acuerdos a partir de los resultados de la fase de negociación, con características y temporalidad previamente establecidas».

Y la implementación consistirá en la «materialización de los compromisos asumidos en la fase previa, con el acompañamiento internacional».

Por otro, se encuentra el Grupo de Contacto Internacional (GIC), que confirmó, en la fecha ya mencionada,  “su disposición para trabajar junto con el Mecanismo de Montevideo con el propósito común de lograr una solución pacífica y democrática» para Venezuela.

El GIC apunta a forjar un «abordaje internacional común» que permita «apoyar una resolución pacífica, política, democrática y propiamente venezolana de la crisis, excluyendo el uso de la fuerza a través de elecciones presidenciales libres, transparentes y creíbles, de acuerdo a la Constitución venezolana».

Los términos de referencia de este grupo no incluyen las palabras «diálogo» ni «negociación» y descartan expresamente la posibilidad de una «mediación».

Pareciera que la hoja de ruta de este grupo consiste en la salida de Maduro de la presidencia, la instalación de un Gobierno interino y la celebración de elecciones.

La cosa no es fácil, sobre todo porque el gobierno actual de Estados Unidos y sus aliados internos, insisten que los tiempos del diálogo y la negociación se agotaron; pero es el momento de pensar en los más nobles intereses del pueblo venezolano, quien debe ser el protagonista de cualquier solución.

El escenario del diálogo y la negociación es el escenario ideal en la medida que podría evitar lo que debe evitarse: la intervención militar gringa con las fuerzas que lo acompañarían o una guerra civil que nos traumatice para el resto de la vida.

Hay que cerrarle el camino a quienes levantan la bandera del enfrentamiento y no de diálogo y la negociación. Es el momento se sumar y multiplicar, no de restar y mucho menos dividir. Los radicalismos deben descartarse.

El diálogo y la negociación, es el camino de los hombres sensatos y humanos. La barbarie es el camino de los que sólo piensan egoístamente. El comportamiento de muchos gobiernos de Estados Unidos ha manchado la historia de América Latina siguiendo este último camino.

¿Cuál es la salida? ¿Cómo hacer para garantizarla? ¿Qué cambios institucionales deben hacerse para que las fuerzas en pugnas se sientan representadas y se posibilite el reconocimiento mutuo? ¿Qué papel debe jugar la comunidad internacional?, son preguntas que con toda seguridad deberían estar en las mesas de conversación, diálogos y negociación.

Ojalá la luz de la esperanza ilumine el camino y los venezolanos y venezolanas encontremos el horizonte para que la polarización que nos atraviesa y las fuerzas del mal que se interponen, no impidan que, a través del diálogo y la negociación, encontremos la solución a nuestros problemas y diferencias.

 

 

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La nueva Guerra Fría y Venezuela

Por: Boaventura de Sousa Santos

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez

Lo que está pasando en Venezuela es una tragedia anunciada, y probablemente causará la muerte de mucha gente inocente. Venezuela está al borde de una intervención militar extranjera y el baño de sangre que resultará puede asumir proporciones dramáticas. Quien lo dice es el líder más conocido de la oposición a Nicolás Maduro, Henrique Capriles, al afirmar que el presidente-títere Juan Guaidó está usando al pueblo venezolano como “carne de cañón”. Él sabe de lo que está hablando. Sabe, por ejemplo, que Hugo Chávez tomó muy en serio el destino de la experiencia socialista democrática de Salvador Allende en Chile. Y que, entre otras medidas, armó a la población civil, creando las milicias, que obviamente pueden ser desarmadas, pero que muy probablemente ello no ocurrirá sin cierta resistencia. Sabe también que, a pesar del inmenso sufrimiento a que el país está siendo sometido por la mezcla tóxica de errores políticos internos y presión externa, en particular a través de un embargo que la ONU considera humanitariamente condenable, en el pueblo venezolano continúa arraigado un sentimiento de orgullo nacionalista que rechaza con vehemencia cualquier intervención extranjera.

Ante la dimensión del riesgo de destrucción de vidas inocentes, todos los demócratas venezolanos opositores al gobierno bolivariano se hacen algunas preguntas para las que solo muy duramente van teniendo alguna respuesta. ¿Por qué Estados Unidos, acompañado de algunos países europeos, se embarca en una posición agresiva y maximalista que desde el principio inviabiliza cualquier solución negociada? ¿Por qué se hacen ultimátums típicos de los tiempos imperiales de los que, por cierto, Portugal tiene una amarga experiencia? ¿Por qué se rechazó la propuesta de intermediación hecha por México y Uruguay, que tiene como punto de partida el rechazo de la guerra civil? ¿Por qué un joven desconocido hasta hace unas semanas, miembro de un pequeño partido de extrema derecha, Voluntad Popular, directamente involucrado en la violencia callejera ocurrida en años anteriores, se autoproclama presidente de la república tras recibir una llamada del vicepresidente de Estados Unidos, y varios países se disponen a reconocerlo como presidente legítimo del país?

Las respuestas irán surgiendo con el tiempo, pero lo que va siendo conocido es suficiente para indicar de dónde vendrán. Se empieza a saber que, a pesar de poco conocido en el país, Juan Guaidó y su partido de extrema derecha, que ha defendido abiertamente una intervención militar contra el Gobierno, son hace mucho los favoritos de Washington para implementar en Venezuela la infame política de “cambio de régimen”. A esto se une la historia de las intervenciones de Estados Unidos en el continente, un arma de destrucción masiva de la democracia siempre que esta significó la defensa de la soberanía nacional y cuestionó el libre acceso de las empresas estadounidenses a los recursos naturales del país. No es difícil concluir que lo que está en juego no es la defensa de la democracia venezolana. Lo que está en juego es el petróleo de Venezuela. Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo del mundo (el 20% de las reservas mundiales, mientras Estados Unidos tiene el 2%). El acceso al petróleo de Oriente Medio determinó el pacto de sangre con el país más dictatorial de la región, Arabia Saudí, y la destrucción de Irak, Siria, Libia, en el norte de África; la próxima víctima bien podría ser Irán. Además, el petróleo de Oriente Medio está más cerca de China que de Estados Unidos, mientras que el petróleo de Venezuela está en la puerta de casa.

El modo de acceder a los recursos varía de un país a otro, pero el objetivo estratégico ha sido siempre el mismo. En Chile, conllevó una dictadura sangrienta. Más recientemente, en Brasil, el acceso a los inmensos recursos minerales, a la Amazonia y a las reservas petrolíferas del presal, implicó la transformación de otro favorito de Washington, Sérgio Moro, de ignorado juez de primera instancia a ganar notoriedad nacional e internacional, mediante el acceso privilegiado a datos que le permitieron ser el justiciero de la izquierda brasileña y abrir el camino para la elección de un confeso apologista de la dictadura y de la tortura que estuviese dispuesto a vender las riquezas del país como desperdicio y formase un gobierno del que el favorito pronorteamericano del futuro de Brasil formara parte.

Pero la perplejidad de muchos demócratas venezolanos tiene que ver especialmente con Europa, también porque en el pasado Europa estuvo activa en negociaciones entre el gobierno y las oposiciones. Sabían que muchas de esas negociaciones fracasaron por presión de Estados Unidos. De ahí la pregunta: ¿también tú, Europa? Son conscientes de que si Europa estuviese genuinamente preocupada con la democracia, hace mucho habría roto relaciones diplomáticas con Arabia Saudí. Y de que si Europa estuviese preocupada por la muerte en masa de civiles inocentes, hace mucho que habría dejado de vender a Arabia Saudí las armas con las que este país está llevando a cabo el genocidio en Yemen. Incluso tal vez esperasen que las responsabilidades históricas de Europa delante de sus antiguas colonias justificasen alguna contención. ¿Por qué este alineamiento total con una política que mide su éxito por el nivel de destrucción de países y vidas?

Paulatinamente irá quedando claro que la razón de este alineamiento reside en la nueva Guerra Fría que estalló entre Estados Unidos y China, una Guerra Fría que tiene en el continente latinoamericano uno de sus centros y que, tal como la anterior, no puede disputarse directamente entre las potencias rivales, en este caso, un imperio declinante y un imperio ascendente. Tiene que ser acometida por vía de aliados, sean ellos, en un caso, los gobiernos de derecha en América Latina y los gobiernos europeos y, en otro caso, Rusia. Ningún imperio es bueno para los países que no tienen poder para beneficiarse por entero de la rivalidad. Cuando mucho, procuran obtener ventajas del alineamiento que les está más próximo. Y el alineamiento, para ser eficaz, debe ser total. Esto es, se necesita sacrificar los anillos para no perder los dedos. Esto es tan verdad en Canadá como en los países europeos.

Me he reconocido bien representado por el gobierno de mi país (Portugal) en el poder desde 2016. Sin embargo, la legitimidad concedida a un presidente-títere y a una estrategia que muy probablemente terminará en un baño de sangre me hace sentir vergüenza de mi gobierno. Solo espero que la vasta comunidad de portugueses en Venezuela no tenga que sufrir con tamaña imprudencia diplomática, para no usar otro término más vehemente y verdadero sobre la política internacional del gobierno en este caso.

*Fuente: https://blogs.publico.es/espejos-extranos/2019/02/06/la-nueva-guerra-fria-y-venezuela/

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