¿Unidad de las izquierdas? Cuándo, por qué, cómo y para qué

Rebelión, en colaboración con Ediciones Dyskolo, publica el último libro de Boaventura de Sousa Santos

Introducción

He escrito mucho sobre las izquierdas, sobre su pasado y su futuro.1

Tengo preferencia por las cuestiones de fondo, siempre me sitúo en una perspectiva de medio y largo plazo y evito entrar en las coyunturas del momento. En este texto sigo una perspectiva diferente: me centro en el análisis de la coyuntura de algunos países y es a partir de este que planteo cuestiones de fondo y me muevo a escalas temporales de medio y largo plazo.

Esto significa que mucho de lo que está escrito en este texto no tendrá ninguna actualidad dentro de meses o incluso semanas. Su utilidad puede estar precisamente en eso, en el hecho de proporcionar un análisis retrospectivo de la actualidad política y del modo en el que ella nos confronta cuando no sabemos cómo se va a desarrollar. Asimismo, puede contribuir a ilustrar la humildad con la que los análisis deben realizarse y la distancia crítica con la que uno debe recibirlos. Este texto tal vez puede leerse como un análisis no coyuntural de la coyuntura.

Para empezar, debo aclarar lo que entiendo por izquierda. Izquierda significa el conjunto de teorías y prácticas transformadoras que, a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, han resistido a la expansión del capitalismo y al tipo de relaciones económicas, sociales, políticas y culturales que genera, y que surgieron con la convicción de que puede existir un futuro poscapitalista, una sociedad alternativa, más justa por estar orientada a la satisfacción de las necesidades reales de los pueblos, y más libre, por estar centrada en la realización de las condiciones del efectivo ejercicio de la libertad.

En un mundo cada vez más interdependiente llevo tiempo insistiendo en la necesidad de aprendizajes globales. Ningún país, cultura o continente puede arrogarse hoy el privilegio de haber encontrado la mejor solución para los problemas a los que el mundo se enfrenta y mucho menos el derecho de imponerla a otros países, culturas o continentes. La alternativa está en los aprendizajes globales, sin perder de vista los contextos y las necesidades específicas de cada uno. Llevo tiempo defendiendo las epistemologías del Sur como una de las vías para promover tales aprendizajes y de la necesidad de hacerlo partiendo de las experiencias de los grupos sociales que sufren en los diferentes países la exclusión y la discriminación causadas por el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Así pues, las necesidades y aspiraciones de tales grupos sociales deben ser la referencia privilegiada de las fuerzas de izquierda en todo el mundo, y los aprendizajes globales una herramienta valiosa en ese sentido. Lo que sucede es que las fuerzas de izquierda tienen una enorme dificultad en conocer las experiencias de otras fuerzas de izquierda en otros países y en estar dispuestas a aprender de ellas. No están interesadas en conocer profundamente las realidades políticas de otros países ni tampoco dan la atención debida al contexto internacional y a las fuerzas económicas y políticas que lo dominan. La desaparición analítica de las múltiples caras del imperialismo es una prueba de ello. Además, tienden a ser poco sensibles ante la diversidad cultural y política del mundo.

Que las fuerzas de izquierda del Norte global (Europa y América del Norte) sean eurocéntricas no es ninguna novedad. Lo que quizá sea menos conocido es que la mayor parte de las fuerzas de izquierda del Sur global también son eurocéntricas en las referencias culturales subyacentes a sus análisis. Basta tener en cuenta las actitudes racistas de muchas fuerzas de izquierda de América Latina con relación a los pueblos indígenas y afrodescendientes.

Con el objetivo muy limitado de analizar la coyuntura de las fuerzas de izquierda en algunos países, este texto pretende aumentar el interconocimiento entre ellas y sugerir posibilidades de articulación tanto nacional como internacionalmente.

Nota:

1 Véase Boaventura de Sousa Santos: «Una izquierda con futuro», en Rodríguez Garavito, C., et al., La nueva izquierda en América Latina. Sus orígenes y trayectoria futura, Bogotá: Norma, pp. 437-457 (2005); Democracia al borde del caos. Ensayo contra la autoflagelación, Bogotá: Siglo del Hombre y Siglo XXI (2014); A difícil democracia. Reinventar as esquerdas, São Paulo: Boitempo (2016); La difícil democracia: una mirada desde la periferia europea, Madrid: Akal (2016); Democracia y transformación social, Bogotá/Ciudad de México: Siglo del Hombre Editores/Siglo XXI Editores (2017); Pneumatóforo. Escritos políticos (1981-2018) , Coímbra: Almedina (en prensa); con José Manuel Mendes, Demodiversidad. Imaginar nuevas posibilidades democráticas , Madrid: Akal (2017); Demodiversidade. Imaginar novas possibilidades democráticas, Coímbra: Almedina/Edições 70 (2017).

¿Unidad de las izquierdas?

Cuándo, por qué, cómo y para qué

Boaventura de Sousa Santos

Traducción de Àlex Tarradellas y Antoni Aguiló

Esta obra se encuentra bajo licencia Creative Commons BY-NC-ND 4.0

Edición digital 1.0. febrero 2018

epub: 627 Kb.

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pdf: 66 pág.

Descargar el libro y comentarios: http://www.dyskolo.cc/cat%C3%A1logo/lib040

Leer online: http://es.calameo.com/read/004239491e913e1cd30bd

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=237423

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El significante Venezuela y la nueva generación de izquierda latinoamericana

Por: María Luciana Cadahia

Desde hace unas semanas, a raíz de las declaraciones críticas de Lander sobre la situación en Venezuela y el papel del gobierno, se ha suscitado un debate en el interior de la izquierda latinoamericana. Intelectuales como Sarlo, Gargarella y Svampa –avalados por pensadores como Quijano, Mignolo, Walsh, Altamirano, Modonessi, etc..- salieron a respaldar la postura de Lander y redactaron un comunicado que, además de condenar la violencia de los últimos meses, hacen un llamado a profundizar la democracia en Venezuela. A primera vista no habría motivos para no estar de acuerdo con ambas premisas y celebrar el gesto de pensar públicamente lo que sucede en Venezuela desde dentro del campo de la izquierda -aunque también es cierto que resulta sospechoso poner en el centro del debate solamente a este país-. Uno de los grandes logros de la izquierda latinoamericana ha consistido en asumir el fracaso de la vía armada y violenta como mecanismo emancipatorio y la importancia de disputarle a la derecha el sentido de la democracia y las instituciones en nuestros países. Sin embargo, este comunicado fue visto con muy malos ojos por muchos de quienes han apoyado los procesos latinoamericanos de la última década –mal llamado ciclo progresista-. Figuras como Grosfoguel o Dussel han salido a denunciar la actitud de estos intelectuales, al punto de acusarlos de colaboracionistas del imperialismo. Preocupados por el retorno de la derecha en la región, algo que todos compartimos, asumen que cualquier crítica a nuestros procesos no haría otra cosa que fortalecer la avanzada de la derecha neoliberal y debilitaría aún más la lucha del campo nacional y popular.

Ahora bien, ¿no hay signos de agotamiento en la forma como se ha polarizado esta discusión? Y aquí me gustaría hacer una distinción entre polarización y antagonismo. Creo que lo primero nos sitúa en una posición identitaria. Al asumir que las posturas son irreconciliables se corre el riesgo de adoptar la actitud del polemista, a saber: elaboraré todos mis argumentos para reforzar mi posición y lanzaré todo tipo de acusaciones a quien no comulgue conmigo. El inconveniente de esta actitud -el problema de esta forma de positivizar las tensiones- es que terminamos por caer en una lógica defensiva y superficial que no modifica en absoluto el campo de fuerzas sobre el que deseamos intervenir. La actitud antagónica, en cambio, si bien asume la tragicidad de toda apuesta política -la irreductibilidad de los puntos de vista y la imposibilidad de “ponernos de acuerdo”- sabe que existe un juego de la representación que une a los dos polos en tensión. Dicho en términos hegelianos, no puedo oponerme a un otro si no comparto aquellas mediaciones por las cuales descubro esa diferencia de posición.

Por todo esto, celebro y promuevo la invitación de cierto sector de la izquierda a criticar la polarización con respecto a Venezuela, pero en un sentido muy distinto al que se ha propuesto en el comunicado. No se trataría tanto de ir “más allá de la polarización”-lo cual genera la ficción de un lugar sensato y neutral sin haber removido un ápice el nudo ciego del conflicto- como de “despolarizar” el debate. Y esto supone asumir un trabajo honesto con varios de los automatismos instalados en las distintas sensibilidades de izquierda de la región. Me parece que nuestro trauma oscila entre dos pulsiones, es decir, entre la «huida hacia adelante» y «el terror hacia lo existente». La primera, tendiente a «tirar para adelante» a toda costa, a sabiendas que el enemigo es muy grande y poderoso, corre el riesgo de empobrecerlo todo. Esto me recuerda la lógica de la mafia italiana: en ese intento por cuidar de un «nosotros» terminamos por cargárnoslos a todos, hasta que ese nosotros se convierte en una figura fantasmática sin espesura material. Podríamos decir que la lógica inmunitaria empieza a comérselo todo por dentro y las relaciones de poder acaban por obturar cualquier imaginación política. Pero me parece que también hay que trabajar la otra pulsión, esa especie de alergia inmediata hacia los proyectos populares que asumen la forma-Estado y dan lugar a experiencias de gobierno. Creo que allí se corre el riesgo de instalar la lógica inmunitaria de la paranoia, a saber: desconfiemos de toda fuerza política popular que gobierne y pongamos nuestro olfato detectivesco para vislumbrar el momento en que la causa popular es traicionada por el poder. Así, uno se sitúa en el cómodo lugar del lúcido desencantado, a la espera de encontrar el momento propicio para anunciar: “Se los dije. Esto iba a fracasar”. Creo que esta anticipación al fracaso como mecanismo de seguridad de mi propio lugar de enunciación también debe ser problematizado. Digamos que ambas paranoias intelectuales terminan por obturar las conexiones sensibles de todo proyecto emancipador. En un caso, ante la figura de un enemigo externo. En el otro, ante un enemigo interno que traiciona desde dentro la causa popular.

Lo que resulta llamativo de todo este debate –por no decir síntoma- es la tímida intervención de quienes pertenecemos a la nueva generación de la izquierda en la región. No me refiero solamente a los jóvenes militantes y académicos, sino también a los escritores, artistas y diferentes trabajadores de la cultura. Como los nuevos herederos de la izquierda latinoamericana es urgente empezar a construir una voz sobre lo que está sucediendo en la región. En cierta medida, este texto es una invitación para empezar a construir esta voz en colectivo. Y esto me lleva a una serie de preguntas sobre las que me gustaría reflexionar aquí: ¿La nueva izquierda latinoamericana se identifica sin más con esta forma de polarizar el debate? ¿Hay algo que nuestra generación pueda hacer para encauzar la discusión hacia lugares que todavía no han sido pensados? ¿Cómo vamos a asumir este legado y de qué manera nos vamos a posicionar? Nosotros no vivimos los convulsionados años 70’, muchos nacimos con el retorno de las democracias en el Cono Sur y crecimos en la fiesta neoliberal de los 90’. El proceso nacional y popular de los últimos años nos encontró muy jóvenes y nos obligó a reconfigurar nuestros sentidos comunes sobre el rol del Estado, las instituciones, los movimientos sociales, la democracia y el sentido de la emancipación colectiva. Si bien las generaciones anteriores nos dieron las pistas para leer todo lo que estaba pasando por fuera del ethos neoliberal que nos había constituido ¿no supone esta experiencia epocal un tipo de sensibilidad política diferente a la de nuestros predecesores? Por supuesto que esta diferencia no tiene por qué significar una ruptura o polarización –lo cual reiteraría aquello que me gustaría poner en cuestión aquí- sino la posibilidad de comprender que nuestras propias biografías nos sitúan en una posición distinta. Y esto significa empezar a reflexionar sobre el lugar de enunciación que estamos configurando de manera tímida y dispersa. Me parece que si bien somos herederos de esta polarización entre autonomistas –defensores de la autonomía horizontal de los movimientos sociales como el verdadero lugar de la emancipación- e identitarios- convencidos de que la identidad gubernamental de los procesos nacionales y populares no deben recibir ningún tipo de crítica -, creo que estamos en condiciones de remover estos sentidos comunes y hacer un aporte reflexivo a la discusión.

Aunque es importante repensar la escalada de violencia en Venezuela y la necesidad de profundizar los mecanismos democráticos mencionados en el comunicado, no comulgo con el lugar de enunciación desde el cual el comunicado asume la crítica al régimen bolivariano. Se deja ver allí un tufillo liberal de élite, tan desgastado como la posición de sus detractores. Seguir insistiendo en que la causa de la crisis en Venezuela se debe a la figura del líder autoritario, la opresión a la autonomía de los movimientos sociales y el rechazo a pensar por fuera del extrativismo patriarcal y estatal, es seguir repitiendo un libreto que distorsiona la lectura del campo de fuerzas geopolítico y regional -por no decir que comulga con la sensibilidad liberal de derecha-.

Resulta un poco paradójico que, ante los momentos críticos de las experiencias del campo nacional y popular en la región, este comunicado asuma las premisas de la lógica liberal representativa, muy cercana a la narrativa de las transiciones democráticas de los 80’ en el Cono Sur. Narrativa que tuvo por finalidad neutralizar las prácticas y procesos emancipadores de los años 60’ y 70’. Llama profundamente la atención que intelectuales interesados por construir un pensamiento alternativo a la lógica occidental –aunque tenga mis reparos con esta estrategia- terminen firmando un comunicado de estas características. Y creo que esto descansa en cierto vicio muy arraigado en nuestro ethos latinoamericano, a saber: la forma del gran fracaso. Una tendencia a la bipolaridad que oscila entre la creencia de que estamos haciendo algo completamente excepcional y por fuera de cualquier lógica conocida y el pesimismo generalizado de que todo se ha echado a perder de manera radical. Esta oscilación entre el gran entusiasmo y la gran derrota es una forma de sensibilidad que nos tiene atrapados y sobre el que pivotea la polarización que acabo de mencionar. La cuestión sería cómo salir de este círculo vicioso, sin caer en este otro vicio tan arraigado: la autocrítica. E sa exégesis de la “autocrítica”- tan cristiana, tan narcisista, tan retorcidamente autocomplaciente- y que nos impide estar más atentos a esas conexiones sensibles que el campo nacional y popular no deja engendrar una y otra vez. Estos últimos años de producción intelectual y política latinoamericana nos ha dado las herramientas para descubrir los tipos de racionalidades y sensibilidades que se han ido tejiendo alrededor de nuestras gubernamentalidades populares. Allí está la clave para descubrir los límites y posibilidades de esta vocación republicana-plebeya de ampliación popular de derechos y generar las condiciones para un uso social del capital-económico, simbólico, político, etc-. Claro que Venezuela necesita más democracia pero no habremos dado ni un paso si volvemos a caer en la lógica de la gran derrota. Es en lo mejor de nuestro legado republicano y emancipatorio del siglo XIX, en nuestras experiencias populistas de principio de siglo, en las actuales experiencias nacionales y populares de la región donde vamos a hallar la lógica material sobre la cual radicalizar aún más nuestras democracias. Pero tampoco habríamos dado un solo paso si no podemos crear las condiciones críticas para poder pensar preguntas como:

1. ¿Por qué no podemos construir una voz para decir que Lenin Moreno es un giro al centro consensualista y liberal sin ser acusados de traición a la causa popular?

2. ¿Por qué no podemos construir una voz para decir que la tendencia identitaria argentina termina por agotarse en sí misma?

3. ¿Por qué no decir que la miopía del MAS no deja verles las opciones que todavía tienen de generar nuevos aires y mostrarse renovados de cara a las próximas elecciones en Bolivia?

Pero también:

4. ¿Por qué no asumir que hay algo sospechoso en la pulsión de castigo a la situación de violencia generalizada en Venezuela sin poner esa misma pasión para hablar de Brasil, México o Colombia?

5. ¿Por qué no hacer un manifiesto regional que ponga todas las fichas de poder sobre el tablero y no las clásicas afirmaciones del líder autoritario y de la traición hacia lo popular?

6. ¿Por qué no partir de la consiga “fracasa mejor” en vez de instalar la postura del “te dije que íbamos a fracasar”?

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=227819&titular=el-significante-venezuela-y-la-nueva-generaci%F3n-de-izquierda-latinoamericana-

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Pensamiento débil de la izquierda frente a neoliberalismo socialdemócrata: Macron como ejemplo

Por: Alonso Gallardo

En la construcción del pensamiento individual, pocas veces reflexionamos, sobre las concepciones inducidas desde el exterior que influyen en las bases de construcción de nuestras ideas y esto, que siempre formó parte del debate sobre el saber histórico, recobra especial importancia ahora en los momentos más álgidos del desarrollo de la “producción” de la información mediante la telemática, por la cantidad y el servicio que presta dentro de la lucha de clases, a la construcción de una subjetividad de masas, de apoyo al sistema político hegemónico neoliberal. Instrumentos empresariales mediáticos de nulo carácter ético, democrático o profesional, al servicio del imperialismo decadente global.

Muchas personas son conscientes de que la crisis que provocó la implosión de la burbuja inmobiliaria del 2008 en Estados Unidos, la absorbieron los eslabones económicos y sociales más frágiles del extrarradio global, a través de los tratados de libre comercio y circulación monetaria, impuestos por el neoliberalismo conservador y socialdemócrata (como el euro por la Europa de los mercaderes) Pero mediáticamente tejieron la duda social para recuperar el capital perdido, con el infundio del mito inculcado a las masas de que estas políticas de austeridad y recortes son para salvar el estado de bienestar, base del pacto social del proyecto europeo histórico. Ocultando mediáticamente la cúpula neoliberal el proceso que están perpetrando, de acumulación de capital por explotación y desposesión de las clases trabajadoras, para enfrentar la crisis global del sistema capitalista de producción y para la confrontación militar con las potencias emergentes. Las guerras que vemos y conocemos.

Pero las políticas austericidas para superar la crisis global, han tenido consecuencias para el proyecto ideológico y político bipartidista de la oligarquía neoliberal, dirigida desde el FMI y la OTAN, basada sobre una supuesta competencia entre la línea conservadora y socialdemócrata, base del bipartidismo histórico y de hegemonía en la derecha y la izquierda social. Política que salta por los aires públicamente con la formación de un gobierno de izquierdas en Grecia en el 2015 por YIRIZA. Previamente se asoma con el triunfo de Podemos en España en las europeas del 2014 y paralelo a esto, el auge del populismo de derechas del FN de Lepén en Francia o el Grillo en Italia, entre otras expresiones populistas en el resto de Europa (siendo el fenómeno global al ser la crisis del sistema capitalista de producción global) Esto quiere decir, como se está demostrando en todos los países que se convocan elecciones, que la estrategia del bipartidismo neoliberal bajo la apariencia conservadora y socialdemócrata, salta por los aires. Lo vemos en países como EE.UU., Gran Bretaña, España, Italia o actualmente Francia.

Pero el neoliberalismo proyecta nuevos ejes de dominación ideológica del pensamiento débil. Si bien la crisis del neoliberalismo afecta a las dos patas, las principales consecuencias las está sufriendo hasta ahora el proyecto neoliberal socialdemócrata, porque allí donde surgen proyectos populistas nacionales de izquierdas son barridos literalmente, como vemos en Grecia, España o más recientemente Francia, al estar situada la contradicción antagónica de clases actualmente, entre el proyecto popular nacional de izquierdas y el proyecto global neoliberal austericida. Pero donde no han triunfado ni han roto con el neoliberalismo como en EE.UU o Gran Bretaña, todo funciona dentro de la entente entre las dos patas del neoliberalismo y el populismo de derechas. Pero la debacle neoliberal socialdemócrata en Francia, aporta nuevos datos con un gobierno de concentración neoliberal en un solo partido, con todos los formatos políticos neoliberales de izquierda, centro y derecha.

Como nuevas estrategias tenemos, que el populismo de derechas es proyectado entre las masas por los medios de comunicación neoliberales (o sea todos los principales) como proyectos fascistas, xenófobos, homófobos… situándolos como los principales enemigos de la humanidad, para concentrar todo el voto democrático, progresista y de izquierdas en las candidaturas neoliberales, como únicas defensoras del estado de bienestar y libertades, situando al populismo de izquierdas a la misma altura totalitaria. Pero al tiempo ocultan, que todas las tendencias sociales racistas, antimigratorias y muros, han sido provocadas por el neoliberalismo desde los años setenta, por las intervenciones en los países en desarrollo, provocando millones de muertos por guerras y hambrunas, que han obligado a millones de personas a abandonar sus casas y sus países, potenciando fascismo y xenofobia al no haber en occidente trabajo, comida y casa para todas las personas, cayendo en la superexplotación por los empresarios y la exclusión social y la miseria, reflejo de lo que representa socialmente la alternativa neoliberal.

La creación por el neoliberalismo de una subjetividad de masas sobre el populismo de derechas como proyectos fascistas, sirve para ocultar en la división de la oligarquía, a un sector nacional que busca el proteccionismo económico y el estado burgués como instrumento para superar la crisis global. Lo que homologuemos de estas fuerzas populistas de derechas con el fascismo histórico, debemos hacerlo desde su práctica política violenta, xenófoba o homofóbica, porque literalmente en estos temas, el Partido Popular de España es más reaccionario que el Frente Nacional francés de Lepén. Es más, podemos añadirle al PP, que a esa falta de defensa de los valores democráticos de igualdad, la justificación política que dan al golpe militar fascista y genocida de 1936, triunfante por el apoyo económico y militar de la Alemania nazi y la Italia fascista, por el boicot que está haciendo a la ley de memoria histórica y por la política económica y social austericida que ejecuta. Lo mismo de muchos otros partidos conservadores neoliberales como el alemán de Merkel o los republicanos de Bush. Solo desde un pensamiento débil, que no parte de un análisis propio de la realidad concreta y que hacen suyo por la comodidad de la delegación política, la historia mediática del neoliberalismo como el sistema económico menos malo conocido, se podrá pensar que Macron como neoliberal socialdemócrata, defenderá el pequeño estado de bienestar que aun nos queda, para la clase obrera.

Vimos en las elecciones de EE.UU a los neoliberales de Obama y la Clinton, junto con los neoliberales que perdieron ante el republicano Trump, que para mantener su política guerrerista y genocida, hicieron una campaña mediática de descrédito y encumbramiento de un Trump fascista, xenófobo, homófobo…. reescribiendo la historia y achacándole todas las políticas de restricción de inmigrantes y muros construidos por ellos y culpabilizándolo del racismo creciente en EE.UU. Ocultando que estas fueron consecuencias de las políticas practicadas por sus políticas neoliberales genocidas. Con más claridad lo vemos en Francia, donde los neoliberales han construido un muro mediático, con la consigna del no pasarán, para parar un supuesto fascismo del FN de Lepén, el cual expulsa a todo el que demuestre simpatía o defensa pública del fascismo, que reconoce el divorcio y el aborto como un avance para la mujer dentro de un republicanismo laicista y critica la intervención francesa en Siria. Aún así los poderes mediáticos, no lograron parar el fenómeno Mélenchon, que era el objetivo fundamental, ni encumbrar el triunfo de Macron, que queda muy por debajo de Chirac en el 2002, que compitió también contra la extrema derecha saliendo elegido por el 62% de los inscritos y Macron solo por el 43% de los inscritos.

Sectores de los que conforman el pensamiento débil de la izquierda, suscribieron públicamente cantos para aupar al neoliberal Macron a la presidencia, tomando opción en una pelea entre representantes de la oligarquía francesa, para parar al fascismo. ¿Pero realmente el viejo fascismo, marginal, mercenario y subvencionado desde las instituciones neoliberales y empresarios como en Grecia al Amanecer Dorado, para repartir comida al patrio y boicotear a la izquierda o como en España, para bloquear la embajada venezolana son algún problema? O él mismo representa al nuevo fascismo, imperialista y genocida en lo económico, político e ideológico (1) Lo demuestra el que dirigentes y cuadros neoliberales socialistas, conservadores y centristas, se decantan por la entrada en el nuevo partido sin estructura ni historia. Valls, primer ministro socialista neoliberal francés junto con Juppe, candidato conservador neoliberal a la presidencia así lo hacen, visualizando el fin del bipartidismo neoliberal con la creación mediática de un enemigo superior para la humanidad, que motive la confluencia del voto en ellos de un amplio espectro social burgués, democrático y progresista. Pero que dará continuidad a la Europa euroalemana, antidemocrática e imperialista, fortaleciendo como ha prometido en público al poder oligárquico en su triunfo, las políticas austericidas y la intervención imperialista para defender sus intereses coloniales en África y Oriente Medio y con la OTAN, la confrontación militar con China, Rusia y resto de potencias emergentes, bajo la dirección política y militar de los EE.UU.

Pero, poco a poco los sectores sociales van superando el prejuicioso pensamiento débil, por la fuerza de la unidad de la izquierda popular, de ahí el gran acierto de Mélenchon de no pronunciarse por el voto a Macron como representante de la oligarquía imperialista neoliberal, en competición electoral con la oligarquía conservadora proteccionista. Lo vemos con Jeremy Corbyn en Gran Bretaña, asumiendo la nueva realidad del brexit desde la perspectiva de los intereses generales del pueblo y no de la City, rompiendo con el pensamiento débil construido desde el laborismo neoliberal de Tony Blair, con un programa de nacionalizaciones y recuperación de los derechos sociales de la clase trabajadora o con Bernie Sanders en EE.UU, sacudiéndose el yugo neoliberal imperialista de la demócrata Clinton y Obama, por una opción de clase trabajadora y socialista.

Lo vimos también en la última campaña electoral española, con el rechazo de Unidos Podemos a la propuesta de un gobierno con el PSOE y Cs, bajo un programa neoliberal previamente cocinado por el neoliberalismo socialdemócrata del PSOE, que prefirió con su abstención a un gobierno corrupto de la extrema derecha de Rajoy a una alianza popular de izquierdas o donde el actual candidato por la izquierda a la secretaría general Pedro Sánchez, ha superado al aparato neoliberal y poderes mediáticos del PSOE, donde solo le falta decidir si rompe públicamente con el pensamiento débil ligado al neoliberalismo con todas las consecuencias o sigue repartiendo el mantra, de que Unidos Podemos fue quien negó el gobierno de izquierdas alternativo al neoliberalismo conservador.

Nota:

(1) http://epuntorojo.blogspot.com.es/2017/03/notas-para-romper-ideologicamente-con.html

Alonso Gallardo. Militante comunista por la confluencia popular.

 

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