Entrevista a Rosa Valdivia: “Ir por la calle a la hora en la que deberían estar los niños jugando y que no estén debería preocuparnos”

21 septiembre 2017/Fuente: El Diario de la Educación

Urge que niñas y niños retomen el espacio público, no solo para mejorarlo, sino para que recuperen una autonomía que el mundo adulto les ha ido quitando en su afán de protección.

Maestra durante toda su vida, Rosa Valdivia llegó al grupo Ciudad de la Infancia a través de una amiga. Este colectivo se dedica, siguiendo el pensamiento del pedagogo italiano Francesco Tonucci, a reflexionar y poner en valor la participación infantil y la autonomía de los niños en la ciudad, elementos ambos básicamente inexistentes en las ciudades modernas. “Tenemos que volver a sacar a los niños a la calle. Cuando los niños están en la calle la ciudad es segura, no al revés”, explica Valdivia. En cuanto se jubiló, esta profesora se volcó con el proyecto, que ahora coordina.

¿En qué momento y por qué salieron los niños de las calles?

Los medios de comunicación han jugado un papel muy importante, que las mismas noticias se oigan una y otra vez lo largo del día y del tiempo. Antes había pocas emisoras de radio, pocos periódicos, una o dos cadenas de televisión. Cuando había un suceso relacionado con niños ese suceso se oía ese día, un par quizá. Pero no era esta lluvia constante de noticias negativas relacionadas con los niños. Además, cuando hay una noticia se recuperan otras anteriores y queda en el imaginario colectivo que a los niños se les secuestra permanentemente, se abusa sexualmente de ellos permanentemente… Esto no es cierto. Se da la impresión de que es muy insegura la ciudad. Hay casos, pero no tanto como para el miedo de construir la ciudad en recintos cerrados que provocan que los niños solo se relacionan con los que viven en su casa, en su entorno. Se está provocando una segregación dentro de la ciudad de unos niños de una clase social, de una situación cultural, de una procedencia. Es muy inadecuado. Sucede en la escuela también. Hay escuelas que se están convirtiendo en reductos de niños que tienen una problemática debido a su procedencia o a no conocer bien la lengua castellana. Hay que volver a la calle, a los niños jugando en la calle, resolviendo los conflictos que surjan en el momento. Los niños no saben resolver conflictos porque siempre hay un adulto que les está ayudando a hacerlo. Para crecer hay que poner un poquito de riesgo. Si no, no crecen. Se quedan en una situación de confort y no dan el siguiente paso. Que unos niños discutan, incluso se peleen, es una forma de aprender a resolver conflictos.

¿Se nota esta falta de autonomía y de capacidad de decisión en las escuelas?

Sí se nota, aunque en la escuela siempre hay un adulto pendiente de que nunca estén solos. Pero sí nos damos cuenta de que los niños maduran más lento que hace unos años y tienen más problemas para resolver cosas de la vida cotidiana. Y luego de repente hay como un punto de inflexión, que es el paso a la Secundaria, en el que parece que les das una varita mágica y ya van a tener poderes de resolución, y eso no es cierto. Debe ser algo progresivo.

Esto igual se me sale un poco del tema, pero ¿puede influir también en esta falta de autonomía el hecho de que los niños pasen antes a Secundaria?

Doce años [la edad de paso a 1º de la ESO] es una buena edad. El problema es que tienen falta de autonomía en Primaria, y en Secundaria la cosa se resuelve regalándoles un móvil. Que la familia sepa dónde están en cualquier momento; parece que el móvil es la varita mágica. No lo es, no existe. Y, si existiera, es la autonomía personal. Saber qué hacer y cuándo hacerlo. Saber decir que no es el principal problema que se plantea. Antes de que tengan la necesidad de plantearse si dicen que sí o que no, hay un adulto que interviene y dice: “No, esto no”. Se les priva de la capacidad de ser autónomos y, pensando que les proteges no lo haces. Y luego no tienen la herramienta adquirida por su experiencia para poder afrontar las situaciones cotidianas de la vida. Con tanta protección, les estamos desprotegiendo.

Espero que no suene muy a batallita, pero cuando yo iba al colegio, a principios de los 90, muchos compañeros íbamos solos con 11-12 años y teníamos que coger el metro y un autobús, entonces era normal.

Esto es impensable ahora. Como mucho van niños de 10-12 años acompañados o niños inmigrantes, que sus padres deben tener unas jornadas laborales larguísimas. Solo esos. Un niño de esa edad puede ir andando con otros niños, puede coger un autobús o el metro y bajarse dos estaciones más allá. Si fueran solos se encontrarían con otros niños y podrían ir juntos. De aquí nace la filosofía del camino escolar.

¿En qué consiste el camino escolar?

La idea es dotar a los niños de la suficiente autonomía como para que puedan ir solos al cole. El trabajo previo consiste en hacer unas arañas de movilidad, ver por qué zonas se mueven los niños para ir al cole. Hay que hacer también un trabajo muy serio con las familias, les suele parecer muy inseguro que los niños vayan solos. Pero los pocos datos que hay al respecto dicen que la mayoría de accidentes los provocan los propios padres que van al colegio a dejar a sus niños al intentar aparcar, abrir la puerta por el lado inadecuado, al salir los niños corriendo porque llegan tarde al cole. La idea es establecer unas rutas para que los niños se vayan encontrando unos con otros camino del colegio. Puede haber unos adultos al principio acompañando a los niños más pequeños. Luego se hacen una especie de tutores, niños más mayores que se encargan de los más pequeños, y también se intenta implicar a los comerciantes de la zona para que si un niño tiene algún problema pueda entrar en un comercio, debidamente señalizado con una pegatina fuera, para resolverlo. Este es un proceso muy interesante, sobre todo por la tranquilidad que da a los padres. Lo más costoso es convencer a los padres de que es bueno para sus hijos ir solo y no es peligroso.

¿Cómo se le cambia la mentalidad a los padres? ¿Debe salir del colegio?

Creo que es una tarea del colegio, sí. Dentro de los colegios, la toma de decisiones que compete a lo que sucede dentro. Es una tarea para la escuela de padres del colegio.

Eso pinta regular entonces, porque a las familias les cuesta mucho relacionarse con la escuela.

Y a las escuelas les cuesta mucho abrirse a los padres últimamente. Pinta mal. La complicidad que existía entre padres y escuelas hace unos años está despareciendo a marchas forzadas y es un elemento que complica más la cosa. Los niños piensan que tienen que ser más autónomos, quieren ir andando al cole, con sus amigos. Les parece que es una forma de hacerse mayores, que les lleven sus padres hasta la puerta no les gusta nada.

¿En qué momento se empezaron a distanciar familias y escuelas?

No lo sé. Pero sí creo que circunstancias como que los currículums sean muy extensos puede llevar a creer que solo hay que trabajar algunas cosas en los colegios y los padres tienen poca cabida para hacer talleres, participar de las dinámicas de clase. También existe inseguridad de los profesionales, que creen que tener la puerta del aula abierta es exponerse. Creo que es una falta de seguridad absoluta en tu trabajo. Todos podemos confundirnos o tener un error, pero si tienes seguridad en lo que haces no tiene mayor importancia. Sin embargo, existe una reticencia por parte de los profesionales de la educación a que entren las familiass en la escuela. Existe como una falta de confianza de los padres a la escuela, de la escuela a los padres.

¿Hay una edad ideal o adecuada para empezar a dejarlos solos?

Creemos que a partir de los 8 años es suficiente. Nosotros en los procesos de participación trabajamos con niños de entre 8 y 12 años. Son muy sensatos, saben dónde están los peligros, saben cuáles son sus posibilidades. Pensamos que un niño de 8 años tiene la capacidad de ir tomando elementos de autonomía dentro de la ciudad. Quizá no al 100%, pero sí poco a poco. No tiene ningún sentido que un niño de 10-12 años nunca haya ido a comprar algo solo, nunca se haya tenido que preocupar de que le den bien las vueltas. Lo que cuando yo era pequeña era hacer recados -ir a comprar el pan, la leche- no lo hacen ahora. Más aún, no tienen ni la noción de lo que cuestan las cosas. Eso es un problema la falta de autonomía.

El diseño de las ciudades, pensadas para los coches, supongo que tampoco ayuda.

Pero hay ciudades que tienen ya una trayectoria y han hecho calles peatonales, solo de una dirección, calles de tráfico calmado con aceras más anchas. Las ciudades están diseñadas para los coches, tenemos que cambiar el paradigma. Hay ciudades que se lo están replanteado. Pontevedra, por ejemplo, para nosotros es LA ciudad. Han decidido peatonalizar todo el centro, solo los transportes y servicios pueden entrar. Es una apuesta muy arriesgada, porque el coche está muy metido en nuestro ADN y tocar el coche se ve feo. Por ejemplo, cada vez que el Ayuntamiento de Madrid anuncia que va a peatonalizar alguna calle hay muchas protestas.

¿Es posible recuperar las calles para que jueguen los niños tal y como está la ciudad?

Creemos que sí. El espacio público se ha ocupado mucho con terrazas de bares, etc. Las plazas, el lugar donde podrían jugar los niños, se han convertido en espacios para adultos solo. Enseguida aparece el cartel de “prohibido jugar”. El espacio público se ha convertido en espacio privado, comercial. El poco espacio que podía haber para que jugaran los niños sin tráfico, tampoco existe. Hay que dar un vuelco. Los niños deben salir a jugar, tenemos que convencer a las familias de que salgan a jugar con sus hijos y tenemos que convencernos todos los ciudadanos de que hay que recuperar el espacio público, compartir espacios de manera intergeneracional, que haya abuelos, niños. Tenemos que volver a un modelo de ciudad más humanizada, menos fría.

Supongo que esto no es un fenómeno exclusivo español.

No, es de todo el mundo. De hecho, la Ciudad de los Niños nace en Italia. Estamos en contacto con muchas ciudades argentinas en la misma situación. Estuve hace poco en Portugal y también estaban viendo cómo afrontar el tema. Ir por la calle a la hora en la que deberían estar los niños jugando por la calle y que no estén nos debería preocupar a todos, no a cuatro chaladillos.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/09/11/ir-por-la-calle-la-hora-en-la-que-deberian-estar-los-ninos-jugando-y-que-no-esten-deberia-preocuparnos/

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El método danés para criar niños felices

Dinamarca/03 noviembre 2016/Fuente: La Prensa

Dos especialistas explican cuáles son las claves de la educación y el cuidado de los niños que han llevado a que Dinamarca lidere el ranking internacional en materia de felicidad durante más de 40 años. Una guía que ya están poniendo en práctica padres de todo el mundo.

No existe una receta exacta para asegurarle a nuestros hijos una vida feliz, pero sí hay una serie de ingredientes que tienen que estar presentes para ofrecerles las condiciones apropiadas para desarrollarse en una dirección feliz o satisfactoria.

Así lo afirma la especialista en terapia narrativa, Iben Sandahl, coautora -junto a la psicóloga Jessica Alexander- del libro que está siendo furor a nivel mundial entre los padres: El estilo danés de crianza: qué saben las personas más felices del mundo sobre criar niños seguros de sí mismos y capaces (The Danish Way of Parenting: What the Happiest People in the World Know About Raising Confident, Capable Kids).

Desde hace más de 40 años, Dinamarca se encuentra entre las sociedades más felices, según los informes anuales de la felicidad en el mundo elaborados por El Instituto de Investigación de la Felicidad (Happiness Research Institute) y la Universidad de Columbia. Mientras diversos estudios se han propuesto identificar la razón de la felicidad danesa sin hallazgos del todo contundentes, el libro de Sandahl y Alexander parece haber develado el secreto: la clave está en la crianza, aseguran.

«Lo más importante es que tu hijo crezca en un ambiente seguro y estable, con amor y cuidado a montones. Además de eso, debemos procurarles desafíos físicos, mentales y sociales», subrayan las escritoras.

En el libro, Sandahl y Alexander hacen hincapié en la necesidad de construir una potente brújula interna en los hijos para que puedan desarrollarse y convertirse en niños felices, resilientes y empáticos, que no se derrumben sin importar cuánto la vida «les tire encima».

Según señala Sandahl, el estilo pedagógico de enseñanza en Dinamarca se basa principalmente en el trabajo del especialista ruso en psicología del desarrollo Lev Vygotsky y su teoría sobre la «zona de desarrollo próximo».

«Esto implica que el niño, con el apoyo de otra persona, puede llevar adelante acciones prácticas y mentales que no puede hacer por sí solo, y de esta manera contribuye a su propio aprendizaje. Por ejemplo, cuando el niño aprende a caminar», detalla.

La autora de El estilo danés de crianza argumenta que el sostén de este proceso está vinculado con lo que pasa dentro del organismo: «La experiencia de tener éxito en algo nuevo libera endorfinas en el sistema de recompensa del niño, lo cual lleva a tener sentimientos de felicidad y satisfacción. De esta manera, hay una energía renovada para probar otras áreas nuevas e inexploradas, donde se ubicarán la próxima vez las zonas más cercanas de desarrollo», puntualiza.

De acuerdo con Sandahl, esto ayuda a que el niño desarrolle una creencia sobre su propio valor y un sentido de autoestima saludable. Sostiene que esta es la mejor manera de estimular a los niños.

«Si el niño siente que está demasiado lejos de su verdadera zona de desarrollo -por ejemplo, cuando se siente presionado o percibe un miedo que excede el nerviosismo normal de los padres- puede perder su sentido del control y su parte activa en la «zona»», grafica.

JUEGO LIBRE

El juego ayuda a desarrollar la autoestima. «Mi mejor consejo es que los padres jueguen todo lo que puedan con sus hijos. Vayan al bosque, a la playa, en el jardín de la casa y en todo tipo de lugares donde el niño se sienta feliz, pero también en aquellos lugares que brinden la oportunidad de ser curiosos, usar su imaginación y poner a prueba su zona de desarrollo próximo», subraya la psicoterapeuta danesa.

Entre los tres principales beneficios del juego libre, menciona:

* Los niños aprenden a superar el estrés y ser más resilientes. Se ponen a sí mismos a prueba para ver cuánto estrés pueden manejar y esto los hace mejores para afrontar las situaciones estresantes más tarde en la vida.

* Aprenden el autocontrol. Los niños que juegan con otros niños realmente quieren que el juego continúe, esto significa que incluso si hay niños difíciles o si las reglas tienen que ser negociadas y renegociadas, tienen que practicar el autocontrol (una valiosa herramienta para la vida) y así mantenerse en el juego.

* Están aprendiendo. En especial cuando hay niños de diferentes edades, el juego les está enseñando mucho. Esto se ha pasado por alto en muchos países: cuánto aprenden los niños por sí solos.

ESCUCHARLOS

Sandahl enfatiza que como padres también es importante «detectar» la zona de desarrollo próximo del niño. «No la zona de desarrollo en la que uno como padre quiere que el niño esté, sino aquella en la cual el niño se encuentra a sí mismo (no siempre son las mismas)», aclara.

Para lograrlo, la psicóloga sugiere escuchar las iniciativas e ideas que surgen de los niños, tales como «¡lo puedo hacer solo!», «¿puedo pasear al perro?», «vos papá sentate ahí y yo me siento acá», «mirá cómo puedo escalar», «podés apagar la luz cuando me duerma»…

«Estas afirmaciones indican una instancia activa en cuanto a probar algo nuevo, para lo cual el niño se siente listo», apunta, para luego agregar: «Hay que tratar de no interferir en esto, sino que en cambio hay que ayudar a nuestros hijos a que lo hagan de manera segura, sin involucrarlos en nuestros planes. Se debe permitir al niño creer que tiene el control, hay que mostrarles que confiamos en ellos: los chicos crecen cuando les mostramos que pensamos que pueden tener éxito».

En opinión de la psicoterapeuta, estos pequeños «tips» ayudan a promover la independencia de los niños, la cual será una herramienta para enfrentar los obstáculos que se encuentren en su camino en el futuro.
Asimismo, Sandahl dice que enseñarles a los niños a usar las palabras y expresar sus sentimientos y darles la oportunidad de aprender a lidiar con el conflicto, son otros ingredientes fundamentales en la receta para alcanzar la felicidad.

MOTIVACION Y SENTIMIENTOS

Un aspecto también crucial en la crianza de niños felices consiste en brindarles la motivación adecuada. En ese sentido, las autoras del libro aclaran que elogiar las habilidades innatas de los niños, diciéndoles por ejemplo «¡Qué inteligente que sos!», hace que se den por vencidos más fácilmente ante un problema por creer que su habilidad no depende de su trabajo.

«Los daneses se centran en motivar a los niños, elogiando el proceso y el esfuerzo en lugar de la habilidad, con expresiones como ¡Trabajaste duro y estoy orgulloso de vos! Esto fomenta la idea en los hijos de que lo importante está en el trabajo y el proceso y que, por lo tanto, la habilidad es el resultado de eso», insisten.

Por otra parte, mencionan que no se debe tratar de evitar que los niños tengan sentimientos desagradables, ya que esto solamente limita su crecimiento y madurez. Al contrario, aconsejan hablar con los hijos de sus sentimientos y explorar diferentes emociones para que así desarrollen una mayor inteligencia emocional.

Del mismo modo, sugieren cultivar la empatía, «que siempre es vital en la educación de los hijos como personas, pero más aún cuando vivimos en una sociedad que cada vez valora más el narcisismo».

«Saber entender sus propias emociones es el primer paso para aprender a observar y respetar las ajenas», remarcan Sandahl y Alexander, quienes instan a los padres a que hagan razonar a los niños sobre las emociones de otros por ejemplo con preguntas como «¿Por qué creés que tu maestra se enojó hoy con vos?».

SIN ULTIMATUMS

Asimismo, las autoras destacan la importancia de evitar los ultimátums. «Poner a un niño un ultimátum coloca a los padres en una posición en la que tiene que haber un ganador y un perdedor. A nadie le gusta que le pongan un ultimátum porque es siempre una lucha de poder», explican.

«Lo que los padres no se dan cuenta -prosiguen- es que ellos son con frecuencia quienes terminan perdiendo con este método, incluso si en el momento piensan que ganaron. Pierden cercanía, porque gobernar con amenazas y miedo no genera acercamiento. Pierden respeto, porque los niños aprenden que los límites no significan nada si los padres no cumplen sus amenazas. Y, pueden perder la perspectiva al enfrascarse en las batallas en vez de en la guerra, los grandes fundamentos de la crianza».

Por el contrario, recomiendan «gobernar con respeto y no recurrir a los gritos, azotes o a avergonzar para obtener resultados. Se trata de ver a los niños como intrínsecamente buenos y en basar las reacciones hacia ellos con base en ello».

En cambio del castigo fácil, Sandahl y Alexander hablan de los beneficios de hablar con nuestros hijos cuando se portan mal sobre por qué lo hizo y cómo debería comportarse la próxima vez. «Es conveniente elegir una opción que sea más o menos igualitaria: si el niño quiere jugar, pero el padre quiere que se vaya a la cama, se puede negociar con él para jugar solo un poco y luego dormir».

SANA PRACTICA

Por último, las autoras de El estilo danés de crianza dedican un capítulo a una práctica extendida entre las familias de Dinamarca: el «hygge». Se trata de una expresión para la cual no existe una traducción exacta en otros idiomas y que consiste en dedicar un tiempo especial para compartir en familia en un ambiente cálido, acogedor, libre de discusiones, malos humores y cualquier otra situación que pueda empañar el momento.

«Hygge es un verbo y también un adjetivo, es un sentimiento y un estado mental, e incluso tiene implicancias morales. Los niños en Dinamarca crecen sabiendo cómo practicar hygge porque es visto como algo esencial para una buena vida», describen las psicoterapeutas.

«Tiene que ver con el poder de estar presentes y conectarse verdaderamente con otros, sin problemas de por medio, es enfocarse en lo que es realmente importante: estar juntos», agregan.

De acuerdo con las escritoras, sentirse conectados con otros otorga significado a la vida. «Está comprobado que aumenta los niveles de oxitocina (la hormona de la felicidad) y hace que las personas se sientan más felices», subrayan.

Existen ciertas reglas tácitas cuando comienza el momento «hygge». «Todos deben sacarse las caretas y dejar el dramatismo fuera, éste es un lugar seguro donde nadie trata ni quiere ser mejor que otro. Es un lugar para estar juntos sin la necesidad de probar nada. Cuanto más acogedor sea el lugar, mejor. Lo importante es que todos se sientan cómodos. Hay que dejar de lado el «yo» y pensar más bien en el «nosotros», puntualizan. En definitiva, la consigna es disfrutar -durante un tiempo limitado- al 100 por ciento de la compañía mutua en familia, como si nada más importase

Fuente:http://www.laprensa.com.ar/448691-El-metodo-danes-para-criar-ninos-felices-.note.aspx

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