Dinamarca/03 noviembre 2016/Fuente: La Prensa
Dos especialistas explican cuáles son las claves de la educación y el cuidado de los niños que han llevado a que Dinamarca lidere el ranking internacional en materia de felicidad durante más de 40 años. Una guía que ya están poniendo en práctica padres de todo el mundo.
No existe una receta exacta para asegurarle a nuestros hijos una vida feliz, pero sí hay una serie de ingredientes que tienen que estar presentes para ofrecerles las condiciones apropiadas para desarrollarse en una dirección feliz o satisfactoria.
Así lo afirma la especialista en terapia narrativa, Iben Sandahl, coautora -junto a la psicóloga Jessica Alexander- del libro que está siendo furor a nivel mundial entre los padres: El estilo danés de crianza: qué saben las personas más felices del mundo sobre criar niños seguros de sí mismos y capaces (The Danish Way of Parenting: What the Happiest People in the World Know About Raising Confident, Capable Kids).
Desde hace más de 40 años, Dinamarca se encuentra entre las sociedades más felices, según los informes anuales de la felicidad en el mundo elaborados por El Instituto de Investigación de la Felicidad (Happiness Research Institute) y la Universidad de Columbia. Mientras diversos estudios se han propuesto identificar la razón de la felicidad danesa sin hallazgos del todo contundentes, el libro de Sandahl y Alexander parece haber develado el secreto: la clave está en la crianza, aseguran.
«Lo más importante es que tu hijo crezca en un ambiente seguro y estable, con amor y cuidado a montones. Además de eso, debemos procurarles desafíos físicos, mentales y sociales», subrayan las escritoras.
En el libro, Sandahl y Alexander hacen hincapié en la necesidad de construir una potente brújula interna en los hijos para que puedan desarrollarse y convertirse en niños felices, resilientes y empáticos, que no se derrumben sin importar cuánto la vida «les tire encima».
Según señala Sandahl, el estilo pedagógico de enseñanza en Dinamarca se basa principalmente en el trabajo del especialista ruso en psicología del desarrollo Lev Vygotsky y su teoría sobre la «zona de desarrollo próximo».
«Esto implica que el niño, con el apoyo de otra persona, puede llevar adelante acciones prácticas y mentales que no puede hacer por sí solo, y de esta manera contribuye a su propio aprendizaje. Por ejemplo, cuando el niño aprende a caminar», detalla.
La autora de El estilo danés de crianza argumenta que el sostén de este proceso está vinculado con lo que pasa dentro del organismo: «La experiencia de tener éxito en algo nuevo libera endorfinas en el sistema de recompensa del niño, lo cual lleva a tener sentimientos de felicidad y satisfacción. De esta manera, hay una energía renovada para probar otras áreas nuevas e inexploradas, donde se ubicarán la próxima vez las zonas más cercanas de desarrollo», puntualiza.
De acuerdo con Sandahl, esto ayuda a que el niño desarrolle una creencia sobre su propio valor y un sentido de autoestima saludable. Sostiene que esta es la mejor manera de estimular a los niños.
«Si el niño siente que está demasiado lejos de su verdadera zona de desarrollo -por ejemplo, cuando se siente presionado o percibe un miedo que excede el nerviosismo normal de los padres- puede perder su sentido del control y su parte activa en la «zona»», grafica.
JUEGO LIBRE
El juego ayuda a desarrollar la autoestima. «Mi mejor consejo es que los padres jueguen todo lo que puedan con sus hijos. Vayan al bosque, a la playa, en el jardín de la casa y en todo tipo de lugares donde el niño se sienta feliz, pero también en aquellos lugares que brinden la oportunidad de ser curiosos, usar su imaginación y poner a prueba su zona de desarrollo próximo», subraya la psicoterapeuta danesa.
Entre los tres principales beneficios del juego libre, menciona:
* Los niños aprenden a superar el estrés y ser más resilientes. Se ponen a sí mismos a prueba para ver cuánto estrés pueden manejar y esto los hace mejores para afrontar las situaciones estresantes más tarde en la vida.
* Aprenden el autocontrol. Los niños que juegan con otros niños realmente quieren que el juego continúe, esto significa que incluso si hay niños difíciles o si las reglas tienen que ser negociadas y renegociadas, tienen que practicar el autocontrol (una valiosa herramienta para la vida) y así mantenerse en el juego.
* Están aprendiendo. En especial cuando hay niños de diferentes edades, el juego les está enseñando mucho. Esto se ha pasado por alto en muchos países: cuánto aprenden los niños por sí solos.
ESCUCHARLOS
Sandahl enfatiza que como padres también es importante «detectar» la zona de desarrollo próximo del niño. «No la zona de desarrollo en la que uno como padre quiere que el niño esté, sino aquella en la cual el niño se encuentra a sí mismo (no siempre son las mismas)», aclara.
Para lograrlo, la psicóloga sugiere escuchar las iniciativas e ideas que surgen de los niños, tales como «¡lo puedo hacer solo!», «¿puedo pasear al perro?», «vos papá sentate ahí y yo me siento acá», «mirá cómo puedo escalar», «podés apagar la luz cuando me duerma»…
«Estas afirmaciones indican una instancia activa en cuanto a probar algo nuevo, para lo cual el niño se siente listo», apunta, para luego agregar: «Hay que tratar de no interferir en esto, sino que en cambio hay que ayudar a nuestros hijos a que lo hagan de manera segura, sin involucrarlos en nuestros planes. Se debe permitir al niño creer que tiene el control, hay que mostrarles que confiamos en ellos: los chicos crecen cuando les mostramos que pensamos que pueden tener éxito».
En opinión de la psicoterapeuta, estos pequeños «tips» ayudan a promover la independencia de los niños, la cual será una herramienta para enfrentar los obstáculos que se encuentren en su camino en el futuro.
Asimismo, Sandahl dice que enseñarles a los niños a usar las palabras y expresar sus sentimientos y darles la oportunidad de aprender a lidiar con el conflicto, son otros ingredientes fundamentales en la receta para alcanzar la felicidad.
MOTIVACION Y SENTIMIENTOS
Un aspecto también crucial en la crianza de niños felices consiste en brindarles la motivación adecuada. En ese sentido, las autoras del libro aclaran que elogiar las habilidades innatas de los niños, diciéndoles por ejemplo «¡Qué inteligente que sos!», hace que se den por vencidos más fácilmente ante un problema por creer que su habilidad no depende de su trabajo.
«Los daneses se centran en motivar a los niños, elogiando el proceso y el esfuerzo en lugar de la habilidad, con expresiones como ¡Trabajaste duro y estoy orgulloso de vos! Esto fomenta la idea en los hijos de que lo importante está en el trabajo y el proceso y que, por lo tanto, la habilidad es el resultado de eso», insisten.
Por otra parte, mencionan que no se debe tratar de evitar que los niños tengan sentimientos desagradables, ya que esto solamente limita su crecimiento y madurez. Al contrario, aconsejan hablar con los hijos de sus sentimientos y explorar diferentes emociones para que así desarrollen una mayor inteligencia emocional.
Del mismo modo, sugieren cultivar la empatía, «que siempre es vital en la educación de los hijos como personas, pero más aún cuando vivimos en una sociedad que cada vez valora más el narcisismo».
«Saber entender sus propias emociones es el primer paso para aprender a observar y respetar las ajenas», remarcan Sandahl y Alexander, quienes instan a los padres a que hagan razonar a los niños sobre las emociones de otros por ejemplo con preguntas como «¿Por qué creés que tu maestra se enojó hoy con vos?».
SIN ULTIMATUMS
Asimismo, las autoras destacan la importancia de evitar los ultimátums. «Poner a un niño un ultimátum coloca a los padres en una posición en la que tiene que haber un ganador y un perdedor. A nadie le gusta que le pongan un ultimátum porque es siempre una lucha de poder», explican.
«Lo que los padres no se dan cuenta -prosiguen- es que ellos son con frecuencia quienes terminan perdiendo con este método, incluso si en el momento piensan que ganaron. Pierden cercanía, porque gobernar con amenazas y miedo no genera acercamiento. Pierden respeto, porque los niños aprenden que los límites no significan nada si los padres no cumplen sus amenazas. Y, pueden perder la perspectiva al enfrascarse en las batallas en vez de en la guerra, los grandes fundamentos de la crianza».
Por el contrario, recomiendan «gobernar con respeto y no recurrir a los gritos, azotes o a avergonzar para obtener resultados. Se trata de ver a los niños como intrínsecamente buenos y en basar las reacciones hacia ellos con base en ello».
En cambio del castigo fácil, Sandahl y Alexander hablan de los beneficios de hablar con nuestros hijos cuando se portan mal sobre por qué lo hizo y cómo debería comportarse la próxima vez. «Es conveniente elegir una opción que sea más o menos igualitaria: si el niño quiere jugar, pero el padre quiere que se vaya a la cama, se puede negociar con él para jugar solo un poco y luego dormir».
SANA PRACTICA
Por último, las autoras de El estilo danés de crianza dedican un capítulo a una práctica extendida entre las familias de Dinamarca: el «hygge». Se trata de una expresión para la cual no existe una traducción exacta en otros idiomas y que consiste en dedicar un tiempo especial para compartir en familia en un ambiente cálido, acogedor, libre de discusiones, malos humores y cualquier otra situación que pueda empañar el momento.
«Hygge es un verbo y también un adjetivo, es un sentimiento y un estado mental, e incluso tiene implicancias morales. Los niños en Dinamarca crecen sabiendo cómo practicar hygge porque es visto como algo esencial para una buena vida», describen las psicoterapeutas.
«Tiene que ver con el poder de estar presentes y conectarse verdaderamente con otros, sin problemas de por medio, es enfocarse en lo que es realmente importante: estar juntos», agregan.
De acuerdo con las escritoras, sentirse conectados con otros otorga significado a la vida. «Está comprobado que aumenta los niveles de oxitocina (la hormona de la felicidad) y hace que las personas se sientan más felices», subrayan.
Existen ciertas reglas tácitas cuando comienza el momento «hygge». «Todos deben sacarse las caretas y dejar el dramatismo fuera, éste es un lugar seguro donde nadie trata ni quiere ser mejor que otro. Es un lugar para estar juntos sin la necesidad de probar nada. Cuanto más acogedor sea el lugar, mejor. Lo importante es que todos se sientan cómodos. Hay que dejar de lado el «yo» y pensar más bien en el «nosotros», puntualizan. En definitiva, la consigna es disfrutar -durante un tiempo limitado- al 100 por ciento de la compañía mutua en familia, como si nada más importase
Fuente:http://www.laprensa.com.ar/448691-El-metodo-danes-para-criar-ninos-felices-.note.aspx