Las escuelas de los campos de concentración de Corea del Norte: la experiencia de Shin Dong-hyuk

Por: Fernanda Ibáñez

El libro “Evasión del Campo 14” describe cómo en estos campos de concentración los alumnos de primaria asisten a clases seis días a la semana, y los de secundaria siete días, con solo un día libre una vez al mes.

La historia de Shin Dong-hyuk es una de las más importantes a contar si se quiere conocer sobre la experiencia educativa en Corea del Norte, ya que es una de las escasas personas de la que se tiene conocimiento que ha nacido, crecido y escapado de uno de los campos de concentración de este país.

Shin Dong-hyuk vivió en dos campos de concentración diferentes, desde su nacimiento en el campo 14 y su niñez en el campo 18 hasta que escapó a China a sus 23 años. Después de unos años llegó a adentrarse en el mundo occidental donde vivió por un tiempo en California (Estados Unidos) y en Corea del Sur. Hoy en día se dedica a ser voz de los crímenes contra la humanidad que se están cometiendo en su país natal. En el 2012 el periodista estadounidense Blaine Harden, estuvo dispuesto a escuchar su historia, y años después publicaron el libro, Evasión del Campo 14, que está basado en esta historia y el cual relata su niñez y adolescencia dentro de los campos de concentración, su escape victorioso y su adultez. Se ha buscado popularizar el relato de Shin porque no se conoce a otra persona que haya vivido en algún campo de trabajo norcoreano que hoy en día pueda contar lo que realmente pasa dentro de estos. Se sabe de la existencia de estas instalaciones, porque en el libro se relata que gracias a imágenes satelitales de Google Maps, se pueden alcanzar a ver las estructuras, pero es algo que el mundo ha decidido ignorar. Para muchas personas, Corea del Norte puede ser un país sumamente lejano, ya que la cultura se encuentra alienada gracias a la dictadura totalitaria que ha gobernado por 70 años en el país.

Muchas personas desconocen que los campos de trabajo de Corea del Norte han existido veinte veces más que los campos de concentración Nazis y el doble de tiempo que el Gulag soviético. Conocidos como los campos de trabajo forzado que se establecieron en la Unión Soviética, los Gulag comenzaron a operar de 1919 a 1987 donde Gorbachov comenzó el proceso para clausurarlos. De acuerdo con la historia de Shin relatada en el libro, a estos campos de trabajo se pueden mandar a familias completas y hasta formar familias dentro del mismo. Se tiene una rutina en donde todos los prisioneros trabajan, ya sea en maquiladoras, agricultura, ganadería, entre otros, además de escuelas, casas y colonias.

La educación básica de Shin fue llevada a cabo dentro de uno de estos campos de trabajo forzado. Su familia llegó ahí debido a que fueron acusados de traición. A diferencia a la del resto del país, la educación de los niños dentro del campo es aún más limitada, ya que, ante el sistema de castas, ellos son considerados como la más baja. De acuerdo a una investigación realizada por el Dr. Gianluca Spezza acerca de la educación en Corea del Norte, sabemos que hay un sistema de castas en el país. Las instituciones son completamente públicas, ya que las privadas están prohibidas por el régimen, y son accesibles para la clase media. La clase alta la conforman personas que tienen una relación cercana con la familia Kim, y gracias a sus recursos tienen oportunidades más amplias, que a veces pueden incluir hasta universidades prestigiosas en el extranjero. La educación para la clase media se encuentra en constante monitoreo de organizaciones como la ONU o UNICEF, en donde investigaciones como las anteriores, nos dejan ver que el régimen prioriza la educación de ideologías y no las materias educativas.

Dentro del Campo 14, la escuela se describe como un cúmulo de edificios. El libro relata que como recompensa por hacer un buen trabajo a los ojos de los maestros, a los alumnos se les entrega un pedazo de jabón, debido a que un derecho tan básico como el de la higiene y la salud, está condicionado al desempeño. A los alumnos se les enseña cómo dirigirse a los maestros; pararse erguidos, saludar y nunca mirarlos a los ojos. Los alumnos de primaria atienden clases seis días a la semana, y los de secundaria siete días, con un día libre una vez al mes. Las faltas no son permitidas, sin importar el estado físico de un alumno, los maestros se encargaban de checar la asistencia dos veces al día.

No se tiene conocimiento del concepto de literatura, solamente se les enseña a escribir y leer en el alfabeto coreano, a través de ejercicios en papel. Los recursos son escasos, describe el libro, a los alumnos se les da un cuaderno con 25 páginas para todo el año escolar. Los lápices son un recurso inaccesible, por lo que, de acuerdo con el testimonio de Shin, se veían obligados a usar madera carbonizada para escribir, además de que no sabían de la existencia de las gomas para borrar. La enseñanza de las matemáticas consta de sumas y restas básicas, pero no multiplicación ni división, por lo que Shin, hasta el día de hoy, no sabe multiplicar.

La educación física consistía en correr y jugar en el patio, donde algunas veces los alumnos corrían al río y recogían caracoles para regalar a su maestro. Las pelotas no eran permitidas, y eran inexistentes en el país. La primera vez que Shin vio una pelota fue cuando escapó a China. En las escuelas ubicadas en estos campos de trabajo no se enseña geografía, ni historia (ya sea mundial o de su mismo país). La población no tiene conocimiento de los países vecinos, y se les dice a los alumnos que Corea del Norte es un estado independiente. Las preguntas no son permitidas en las escuelas y los castigos físicos y la brutalidad son el método más común para mantener el orden. Uno de los recuerdos más violentos de Shin es la muerte de una niña dentro del aula. Fue apaleada por su maestro después de que fue descubierta por llevar granos de arroz robados en sus bolsillos. Otro castigo común, es que los docentes nieguen comidas, ya que son consideradas un premio por hacer una labor escolar o de trabajo bien hecha.

De acuerdo con Blaine Harden, autor del libro, la meta a largo plazo de estas escuelas es muy implícita, y se refleja en lo que no se enseña. El modelo básico de las instituciones se basa en intimidar a los alumnos para que no busquen información. Un ejemplo de esto es que las familias nuevas que llegan al campo y que vienen del exterior, no son integradas con los prisioneros que han vivido ahí todas sus vidas, sino que son colocadas en la parte aislada del campo o en otras prisiones. Con el objetivo de que las personas dentro no tengan conocimiento de qué pasa más allá de la cerca. Todo esto ayuda a los maestros a “moldear” las mentes y los valores de los alumnos sin la contradicción de niños o personas que han estado fuera del campo y conocen otra vida.

Unos de los adoctrinamientos más inhumanos que se usan en estas escuelas consiste en acondicionar a los alumnos para que, cada vez que son castigados corporalmente, piensen que se lo merecen porque están limpiando el crimen que ellos, o sus familias, cometieron para llegar al campo. Esto de acuerdo al testimonio de Shin plasmado en el libro. Además de que son entrenados para ser “soplones”, reportar disidentes o rebeldes conlleva recompensas y beneficios. Esto evitaba que se construyera un sentido de comunidad, porque no había base para la confianza ni la construcción de relaciones interpersonales. Harden relata que los efectos psicológicos de este tipo de adoctrinamiento podían tener consecuencias a largo plazo.

La experiencia de Shin Dong-hyuk relatada en Evasión del Campo 14 pone en cuestionamiento la etiqueta de un educando a la de un prisionero, y nos adentra en este contexto. Cabe destacar que su testimonio original fue corregido hace unos años, resultando en una nueva versión de su historia en la que Shin admite que algunos de los datos del libro son falsos, mientras que otros se mantienen. Él mismo explicó que no logró revelar todos los detalles de su historia por miedo a represalias, ya que fue lo primero que se le preguntó cuando fue recibido como refugiado en Corea del Sur. Sin embargo, el valor del testimonio de Shin Dong-hyuk no se encuentra en la exactitud de su historia, si no en cómo nos acerca a la experiencia de una persona que vivió estos eventos, que merece contar su historia, y que nosotros la escuchemos.

Fuente e imagen:  Observatorio de Innovación Educativa (tec.mx)

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