Libro: ¿Qué quiere el movimiento feminista? Reivndicaciones y Razones

Licencia: CC BY-NC-ND
ISBN: 978-84-12-04782-0
Coleccion del libro: Lemur
Idioma: Castellano
Número de páginas: 71
Dimensiones: 150×200

Fecha edición:20/05/2019

Materia:  Feminismo
Reseña: El 8 de marzo de 2019 miles de mujeres tomamos las calles. Fue un grito global que nos unía a mujeres de otras tierras. Precedida de las revueltas de años anteriores, la huelga fue también resultado de un proceso colectivo de las mujeres y grupos que formamos la Comisión Feminista del 8M de Madrid. Durante meses debatimos y analizamos los objetivos y las razones que cada una tenía para hacer esa huelga y lo recogimos en este documento. No es, ni pretende ser, un inventario de las reivindicaciones feministas, pero sí un reflejo de nuestros consensos. No están todas, pero todas las reivindicaciones que están forman parte de una agenda feminista imprescindible y siempre abierta. Porque sabemos desde dónde hablamos: desde un feminismo internacionalista, antirracista, anticapitalista, que lucha contra la heteronormatividad. Ojalá sirva para animar
muchas más revueltas feministas.
Descargar: https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/LEM9_8M_web.pdf
Fuente: https://www.traficantes.net/libros/%C2%BFqu%C3%A9-quiere-el-movimiento-feminista
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Mirta Israel: “No hay forma de avanzar en esta despatriarcalización, si no es desde lo colectivo”

Colombia Informa: ¿cuál ha sido su proceso en este movimiento feminista?

Mirta Israel: Soy parte del equipo de educación popular “Pañuelos en Rebeldía”, es un equipo de educadoras y educadores populares que nos definimos como feministas, pero no es una organización feminista en el sentido de que no es formado por mujeres y disidencias sexuales. No. Entendemos que el feminismo es algo que atraviesa la lucha fuertemente hoy, y de manera fundamental. Entonces cuando hacemos la formación de educadoras y educadores, en los espacios con los que militamos con otras organizaciones, este es un eje central de nuestro trabajo.

CI: Teniendo en cuenta la expansión que el movimiento feminista está teniendo en nuestro continente, ¿Cuál es la perspectiva sobre esta lucha anti patriarcal en Argentina y en América Latina?

MI: Hay un crecimiento de esta lucha desde los pocos espacios de los movimientos populares. Hoy analizábamos como está la correlación de fuerzas en el movimiento popular en relación al sistema y en ese plano creo que el feminismo y el movimiento de mujeres y de disidencias sexuales vienen creciendo, porque sortean algunos temas que el movimiento popular en su conjunto todavía no ha logrado superar. Pero viene en ese camino de generar espacios de unidad, poniendo el cuerpo en acción concreta desde la praxis y no desde una unidad de acuerdos entre cúpulas y organizaciones.

CI: ¿Es más práctico el asunto?

MI: Más en los hechos concretos.

CI: ¿Cuáles son los principales obstáculos para esta lucha feminista en América Latina?

MI: El primer obstáculo es con el propio sistema, desde sus espacios de reproducción de la cultura dominante como son las iglesias diversas, los grandes medios de comunicación, la propia educación que recibimos. Pero sobre todo, la reproducción de patrones culturales patriarcales que es más invisible desde la familia, desde la casa, desde lo cotidiano, incluso dentro de los movimientos sociales y populares en los que participamos. Quizá, difícilmente podamos cambiar al sistema en ese plano pero si podemos generar una transformación al interior de todas nuestras organizaciones. Ese obstáculo, por lo menos en Argentina se viene superando empezando a visibilizar quizás, esa opresión patriarcal que se da al interior de las organizaciones, que no permite que las mujeres ocupen los lugares que deberán ocupar.

CI: ¿Cómo luchar o trabajar con esas estructuras patriarcales que se mantienen al interior de las organizaciones y de los diferentes movimientos feministas?

MI: Lo primero es brindar espacios a las mujeres, espacios propios que nos fortalezcan, que nos permitan construir poder. Sentirnos fuertes, levantar la autoestima, entender que podemos y corrernos del lugar de la víctima. Asumir un lugar en el que entendamos que colectivamente es posible generar esos espacios y cambios. Hay una parte que les corresponde a los varones que se dicen revolucionarios y rebeldes y es comprender que también tienen que trabajarse a sí mismos y asumir que tienen todo ese atravesamiento patriarcal en su interior.

CI: Toda esta transformación requiere de una pedagogía, así pues, ¿cuál es el papel de esta pedagogía popular en esta lucha?

MI: Es fundamental. Nosotras trabajamos mucho en los feminismos populares porque entendemos que tampoco hay un solo feminismo y también de los feminismos populares porque también ha habido un feminismo colonizador, europeo, blanco. En todo caso es como partimos de la realidad concreta de las mujeres del campo popular y hacemos ese camino juntas y eso es pedagógico. También formarnos en los autocuidados, -en el acuerparnos decimos nosotras-, para poder caminar juntas y ese es el aprendizaje y es parte de la pedagogía feminista.

CI: Usted decía que cada mujer vive una realidad y un contexto específico, por ejemplo, una mujer que tiene que trabajar con un horario riguroso, lunes a viernes en jornada de ocho horas en donde muchas veces los espacios para pedagogía feminista no existen, ¿Cómo ejerce su lucha para que los espacios pedagógicos también lleguen a dichos contextos?

MI: Claro. No basta con una intención o voluntad individual. El tema es comprender como construimos o nos sumamos a espacios colectivos que a veces están en los barrios, así no estén en nuestro trabajo pero están en otros espacios, en nuestros territorios, donde sí se vienen juntando las mujeres por diversos temas y hay que saber identificar que temas pueden unir a esas compañeras en concreto. No hay una formula, no hay una receta, pero si hay una búsqueda y entender que es una búsqueda colectiva, no hay forma de avanzar en esta despatriarcalización si no es desde lo colectivo.

CI: Uniéndolo con todo lo trabajado en el seminario que trató sobre la resistencia al capitalismo, ¿cómo desde el feminismo se le hace resistencia a este sistema que está muy relacionado a todo lo patriarcal?
MI: Los círculos de mujeres ayudan a que tomemos fuerza también desde la casa, desde lo cotidiano, desde lo que nos pasa en nuestras camas hasta lo que nos pasa a todo nivel donde estamos. El trabajo colectivo y el entendernos juntas, aunque en ese momento no estemos juntas, pero el sabernos parte de ese cuerpo colectivo, nos da una fuerza y un poder que nos permite hacer cosas que ni nos imaginamos pero es una vivencia que hay que atravesar.

CI: Entre nosotras las mujeres, muchas veces se deslegitimiza el movimiento feminista y todo su trabajo, ¿cómo lograr que esa resistencia entre nosotras desaparezca y crear esa consciencia de la importancia que tiene esta lucha feminista?

MI: Bueno, eso es parte de lo que hay que trabajar en los espacios de las mujeres. Romper con esa cultura de la competencia entre las mujeres que está alimentada por el sistema. Eso es parte de la pedagogía feminista cuando hablamos de sororidad o de hermandad, estamos hablando de eso, de entendernos diferentes pero en cooperación y no en competencia y bueno eso es parte de la cosa.

CI: ¿Cuál es el rol que tenemos las mujeres en la construcción del poder popular en América Latina?

MI: Fundamental. Analizábamos que el sistema donde más pega es en las mujeres y en los jóvenes, pero en las mujeres es donde recae toda esta política, entonces es prioritario comprender eso en el movimiento popular.

CI: Con todo esto que está sucediendo con las elecciones de Brasil, los resultados en Argentina el 8 de agosto y demás contextos similares en América Latina, ¿Qué se le viene al movimiento feminista en nuestro continente? Teniendo en cuenta como usted decía, que estamos yendo para atrás en todos los escenarios políticos, económicos y sociales.

MI: Se viene seguir fortaleciendo los espacios. Es el momento de fortalecer, de seguir resistiendo. Entendemos que hay un retroceso en general del movimiento popular, pero poder analizar qué paso con esta marea feminista y que está pasando puede dar algunas pautas de cómo avanzar ante determinados retos. Perdimos las votaciones en el parlamento en Argentina el 8 de Agosto, pero ganamos en organización y en creación de espacios colectivos, entonces es poder ver eso y poderlo ver más allá de los resultados en espacios e institucionales del sistema. Hoy hay muchas más mujeres en Argentina que se sumaron a las socorristas, que son las que acompañan a las mujeres que quieren abortar, entonces el tema del aborto lo venimos intentando resolver de todas maneras. No estamos esperando que el sistema nos diga si lo pueden hacer, lo hacemos y hay que generar las condiciones para que eso suceda. Entonces, la construcción de poder popular significa el cómo estamos construyendo ese poder popular hoy. No es un poder mañana, es un poder hoy. Y este poder hoy significa encontrar alternativas y soluciones a problemas que estamos teniendo hoy y que le quite espacio, no es pensar en función de cómo destruimos al sistema sino en función de que construimos.

CI: Finalmente, ¿Cómo se concibe el feminismo de cara a los crecientes gobiernos de derecha que están en el territorio latinoamericano?
MI: Hay que generar más espacios de autodefensa y de cuidado. Está claro que hay un ataque a las mujeres, más que nunca incluso hasta quitarnos la vida. Aquí es donde es fundamental el movimiento organizado.

CI MFR/FC/15/10/18/16:00

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De los usos disruptivos a la infraestructura feminista autónoma

¿Podemos usar los medios de comunicación (analógicos, electrónicos, o digitales) para “hacer la revolución” y emanciparnos? En pleno siglo XX Hans-Magnus Enzensberger (1970) y Jean Baudrillard (1972) discutieron sobre esa cuestión. Enzensberger, pensando principalmente en los medios electrónicos, creía que no, que los medios pertenecían a unas pocas personas, que operaban bajo una lógica unidireccional, y que tenían inscrita una lógica capitalista excluyente. Baudrillard, por el contrario, creía que los medios de comunicación eran un canal útil para unir a productores y consumidores.

Las radios comunitarias nos enseñaron que era posible, aun con una infraestructura de una vía, sumergirse en una serie de estrategias participativas que permitieran superar las limitaciones tecnológicas propias del medio. Hoy podríamos pensar en esa discusión está saldada: Internet nos permite establecer conversaciones múltiples, desde diferentes lugares y a la vez, colectivas, multidireccionales. En primera instancia podríamos pensar en un rasgo democratizador que nos abrieron la web participativa, las redes sociales, los teléfonos celulares, las computadoras que van abaratándose (con sus impactos ecológicos incluidos, claro), etc. Tenemos la posibilidad de ampliar la esfera pública y participar en ella, instalar nuestros temas, interactuar con cientos de personas, u organizarnos en red. Hoy tenemos que pensar como esa discusión entre Enzensberger y Baudrillardse se traslada a este nuevo sistema de medios.

Sin duda alguna, también para algunas las mujeres, Internet ha significado una gran oportunidad que podemos identificar de manera más tangible en nuestra vida cotidiana: acceso a la cultura, a la posibilidad de generar y fortalecer redes e intercambios de experiencias, de impulsar campañas de defensa de derechos, apoyarnos y acompañarnos, construir identidades diversas, la posibilidad de organizarnos e impulsar nuestras agendas, etc.

https://www.futurefabric.co

Además podemos (¡y debemos!) impulsar los usos disruptivos en las plataformas. Pero si esas plataformas están diseñadas, administradas y gestionadas por los grandes capitales mundiales concentrados; si están diseñadas, gestionadas y administradas por hombres heterosexuales; si están vigiladas por gobiernos y empresas; si proponen un modelo de acumulación infinita de datos para diseñar su modelo de negocio y que implica un alto impacto sobre nuestra privacidad y sobre el medio ambiente; si propone un modelo fetichista de consumo crónico de dispositivos; si anteponen el interés de lucro por sobre los derechos humanos; pues, creo que esa disrupción tiene un límite. Porque mientras siga siendo lucrativa y no genere demasiada incomodidad (¡ay dios nos permita ver sangre menstrual en Instagram!), un grado prácticas disruptivas son admisibles y hasta deseadas con tal de generar tendencias y tráfico.

Aunque la red no es solo hardware nos dice Sadie Plant (1995). La componen los datos, nuestros cuerpos y emociones, nuestras relaciones e intercambios. Pero la red también es hardware. Por eso, si “[l]as luchas feministas contemporáneas incluyen diversos (…) esfuerzos por comprender y abordar las diferentes dinámicas configuran la era de Internet, y sus dimensiones de género” (Youngs, 2006: 192), la lucha por la infraestructura debe ser parte de nuestra emancipación.

Pero entonces, ¿a qué nos referimos con infraestructura? Hace nos meses nos reunimos un grupo de personas para pensar juntas y debatir sobre la necesidad de contar con un soporte físico para nuestro activismo. Infraestructura, esa “estructura que está por debajo” de nuestras prácticas, puede ser entendida como toda esa dimensión técnica que hace posible nuestro activismo. Son nuestros aparatos, nuestras máquinas y el código que posibilita nuestra interacción con ellas: desde nuestros teléfonos celulares y antenas, hasta las radios, las servidoras y su software; los dispositivos de almacenamiento donde guardamos las fotos que conforman parte de nuestra memoria histórica, hasta las listas de correo que nos permiten articularnos y compartir en red. También lo son esas redes que construimos, el sentirnos parte de un movimiento que comparte una idea de futuro y encontrar contención y una mano amiga.

Pero pongamos el foco en las máquinas. Esas máquinas que Spideralex propone que volvamos a querer. Y ojo, que hablar de las máquinas no significa exclusivamente centrarnos en discusiones sobre bits, capacitores y protocolos. También tenemos que hablar de “los costes psicológicos, sociales, políticos, ecológicos y económicos de estas tecnologías” (Hache, 2018:21). Queremos redes realmente distribuidas para compartir y organizarnos horizontalmente; queremos servidoras en donde nuestras memorias puedan descansar tranquilas, sabiendo que la transgresión no es una amenaza para sus administradores sino una posibilidad de imaginarnos de nuevas maneras; queremos consensuar las reglas de uso de nuestras redes de telefonía; queremos radios comunitarias que hablen y nos hablen de lo que nos pasa; queremos ser nosotras quienes digitemos los designios técnicos de nuestros movimiento, de una manera que reconozca y respete todas las dimensiones de nuestras vidas.

Comenzarán siendo precarias, quizás, o difíciles de sostener, probablemente. Pero serán nuestras, de todas. Las ganas de trabajar y la capacidad de esfuerzo los tenemos, el hambre de libertad y autonomía, también. Nos lo enseñaron quienes vinieron antes que nosotras, lo aprendimos junto a las demás.

Fuente: https://radioslibres.net/de-los-usos-disruptivos-a-la-infraestructura-feminista-autonoma/

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