Maradona, metáfora de la condición humana trágica

Por: Leonardo Boff

ale la pena recordar: jugaba con pies agilísimos y con una cabeza que marcaba goles geniales. Pero su cabeza también pensaba, y definía en qué lado se colocaba en el espectro social: en el lado de los oprimidos, simbolizados por Fidel Castro, y por Lula. Y lo hacía saber, públicamente.

¿Qué es el ser humano? Por más que las ciencias traten de definir al ser humano, éste continúa siendo siempre una cuestión abierta. San Agustín (354-430) que se preocupó desesperadamente durante toda su vida por encontrar una respuesta, terminó diciendo sólo: mihi magna factus sum quaestio: “me he convertido en un gran problema para mí mismo”. Y se calló.

 A veces no son las ciencias ni las religiones quienes nos proporcionan la mejor imagen (en vez de una definición), sino los literatos. La mejor fórmula para mí la encontré en Antoine de Saint Exupéry, el autor de El Principito, en su novela La Ciudadela. En ella entiende al ser humano como un nœud de relations, “un nudo de relaciones en todas las direcciones”. Va más allá de la sexta tesis de Marx sobre Feuerbach al definir: “esencia humana es el conjunto de sus relaciones sociales”. Ésta visión es reduccionista: el ser humano es el conjunto de sus relaciones totales y en todas las direcciones, no sólo sociales. Tiene también sentido decir que “es un proyecto infinito, siempre en busca de su objeto adecuado, nunca encontrable en el ámbito en que vive”, lo que le lleva a trascender este mundo.

Aparte de esta búsqueda sin fin, cabe seguramente decir que es un ser complejo, la conjunción de dos dimensiones que en él siempre se dan conjuntamente: lo positivo y lo negativo, lo luminoso y oscuro, lo inteligente (sapiens) y lo demente (demens), lo afortunado y lo trágico, la pulsión de vida (eros) y la pulsión de muerte (thánatos), lo utópico y lo histórico, la realización y la frustración, la derrota y la victoria, la gentileza y la grosería, la cordialidad y la rudeza, lo poético y lo prosaico, lo dia-bólico (que divide) y lo sim-bólico (que une), el equilibrio y el exceso, el caos y el cosmos, el águila y la gallina. Esta dualidad no es un defecto de creación. Es la condición humana real. Esta misma estructura se encuentra en el cosmos (orden y desorden) y en cada ser vivo e inerte (autónomo e integrado). Se trata de una constante universal.

El reto para cada ser humano no es negar una de las partes –lo que sería imposible y resultaría incluso peor–, sino cómo integrar esta dualidad, cómo encontrar un justo equilibrio dinámico –siempre sin terminar–, de forma que pueda construir su identidad, su proyecto de vida, y buscar la felicidad posible a los hijos e hijas de Adán y Eva.

Ocurre sin embargo que en la vida humana existe lo trágico, tan plásticamente representado por los teatros griegos. El exceso, lo demencial y lo diá-bólico (lo que escinde) puede apoderarse de la persona, inundar su conciencia y hacerla esclava de la dimensión de lo oscuro.

El arquetipo del héroe/heroína puede ayudarnos a entender ese drama. No me refiero al héroe/heroína de las sagas de guerra y de las novelas, sino en el sentido del psicoanálisis moderno. Cada persona puede ser héroe/heroína según como trabaje esta dualidad, consiga integrarla y realizar su proceso de individuación. Hay varios tipos de héroes/heroínas: el resistente, el peregrino, el luchador, el mártir… y otros.

Escribo todo esto a propósito de la figura del genial jugador argentino de fútbol Diego Maradona. Verlo en el campo era un espectáculo por sí sólo. Driblaba con una inteligencia sumamente creativa y un sentido único de la oportunidad. Pequeño, 1’65 de altura, robusto, y con una velocidad increíble. Toda comparación es odiosa, pues cada uno es único e irrepetible, pero Maradona sobresale sobre cualquier jugador todavía en activo. Será una referencia mundial imperecedera.

Pero de pronto irrumpió la tragedia: fue enganchado por la dependencia química, de la cual nunca se liberó totalmente. Era tan humano que no escondía su dependencia. “Vete a saber qué jugador hubiese sido si no hubiese usado drogas”, se preguntaba con humor. “Tengo 53 años, pero es como si tuviese 78. Mi vida no fue normal, digamos”. ¿53 años? Yo he vivido ya 80.” Maradona ha fallecido a los 60. Ha sido un héroe resistente (del aguante), tragado por el lado de lo oscuro y del exceso.

Vale la pena recordar: jugaba con pies agilísimos y con una cabeza que marcaba goles geniales. Pero su cabeza también pensaba, y definía en qué lado se colocaba en el espectro social: en el lado de los oprimidos, simbolizados por Fidel Castro, y por Lula. Y lo hacía saber, públicamente.

El pueblo argentino, tan sufrido por problemas políticos internos, lo elevó al punto más alto de exaltación, hasta el espacio de lo numinoso, hasta llamarlo “dios”. Le faltaban palabras para admirar a su “Pibe”, “el divino infante”. Hay que entender correctamente tal exaltación, que ocurre siempre que el entusiasmo supera todos los límites y encuentra en las palabras de lo Numinoso y de lo Religioso o Sagrado su mejor expresión.

Me uno al entusiasmo por su arte y me solidarizo con tanto pueblo argentino en lágrimas, que con Maradona sacaba fuerzas para superar dificultades y mantener la alegría de vivir. Unió en sí lo humano y lo inhumano, como nos recuerda Nietzsche, pues ambos, lo humano y lo excesivamente humano, pertenecen a lo humano: luminoso y oscuro, genial y trágico, héroe a pesar de vencido.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/maradona-metafora-de-la-condicion-humana-tragica-8889175.html

Comparte este contenido:

A Maradona lo que es de Maradona

 Por: Ilka Oliva Corado

El balompié es del pueblo, del arrabal. Como lo son las flores silvestres, la hiedra, los zacatales y las calles enlodadas. Las casitas de adobe, de champas de lámina, el hambre, los sueños inalcanzables, el lomo macizo y curtido, la frente en alto, la mano amiga, el hombro que apoya, la mirada que lleva el alma en las pupilas. Los turnos de trabajo a deshoras, el sol  y el frío pegados en la piel.   Y los pueblos no tienen fronteras, ni idiomas, religión, ni nacionalidad, se compactan en uno solo, todos los pueblos son uno solo cuando se trata del fútbol.

Porque el fútbol es como el oxígeno, como el agua de lluvia que embellece las plantas y los campos baldíos donde juegan chamuscas los cipotes,  en el arrabal es el sustento, porque el fútbol nutre el alma. El balompié es el catalizador por excelencia de la periferia, el que provoca la mayor de las alegrías y el  mayor de los dolores compartidos cuando pierde o gana un equipo. Y no es por lo que han hecho las mafias con él, que eso es aparte.

Es la pasión de pasiones, el que hace hervir la sangre, el que eleva a los cielos a quien anota un gol,  el que baja a los infiernos a quien falla un penal, ni la droga más potente, ni la tortura más cruel  ha podido con la efervescencia que provoca el balompié en el alma humana. Sino hay que preguntarle a Mujica, cómo se vivió el fútbol en sus 12 años encarcelado.  Entonces, para comprender que los pueblos del mundo lloran la muerte de Maradona hay que entender lo que significa el fútbol en los lugares marginados, donde una de las pocas alegrías la da el deporte más hermoso del mundo.

Analizando primero esto, después es muy fácil comprender por qué Maradona fue tan querido por el pueblo que no le da su corazón a cualquier dios. El corazón del pueblo no se vende, se gana, el amor del pueblo nace solito. Y cómo no iba a amar a Maradona que pudo olvidarse del lodo del arrabal, del hambre de la miseria, del abrazo cálido de los que no tienen más que su dignidad  para afrontar la vida, que como Evita se codeó con los poderosos pero jamás vendió su alma llanera, pueblerina, de alcantarilla y que se dio a los suyos, aún con las consecuencias que esto trajera.

Porque a Maradona no lo expulsaron del fútbol de élite por las drogas, lo sacaron por su irreverencia de arrabal, por esa prestancia suya de pararse con la frente en alto y hablar cuando otros callaban o se ponían de alfombra o de rodillas, por los dos goles contra Inglaterra que jamás se los perdonaron. Por el orgullo de alcantarilla, por hacer lo que se le venía en gana cuando otros doble cara guardaban las apariencias. Qué bueno que pudo, que intentó ser libre a su manera, en este mundo que nos esclaviza de una u otra forma. Por lo menos uno de nosotros intentó volar sin olvidarse llevar en sus alas la honra del arrabal.

Se extravió en el camino tal vez, ¿pero ¿quién no lo hace?, solo que él por ser el Dios del fútbol cualquier suspiro era público. Y quienes lo odiaban por su origen, por sus arrestos de identidad de clase, lo dimensionaban más.  De ahí mundanos somos todos, unos más que otros pero al final también chapoteamos en el mismo lodazal. ¿Por qué él tenía que librarse del machismo y del patriarcado? ¿Acaso nos hemos librado nosotros? ¿Por qué poner sobre sus hombros el peso milenario de la misoginia  y no  tomar la parte que nos toca? ¿Por qué lapidarlo cuando somos todos parte de este sistema que violenta a las mujeres? ¿Y por qué no pensar en lo que hace la exclusión  y los golpes (físicos y emocionales)  en la mente y el alma de un niño de arrabal? ¿Por qué él tenía que librarse de sus infiernos, solo porque era el Dios del fútbol? ¿Y nosotros nos hemos librado de los nuestros? ¿Por qué tenía que librarse él de los encantos que brinda el patriarcado en el mundo del fútbol a los hombres? ¿Acaso no era humano también? ¿Acaso tuvo guía alguna en la vida? ¿Acaso no fue solo a enterrarse de narices desde la miseria al mundo millonario del fútbol de élite? ¿Por qué tenía que ser ejemplo y tener equilibrio en su vida? ¿Y el sistema, qué decimos del sistema y el entorno?  Es cierto, uno debe ser en los deportes lo que es en la vida misma. Pero eso aplica para todos, no solo para un ser humano. ¿Lo hemos logrado nosotros? ¿Y si lo hemos logrado qué nos da el derecho  derecho para señalar  a los demás?

Lo que sucede con Maradona es que el odio que le tienen es tanto porque jamás le perdonaron que no olvidara su origen, que no vendiera su alma de arrabal ante el lujo de la opulencia, de los que violentan a los pueblos. Y que por el contrario, en lugar de buscar la sombra y el acomodo de los fascistas se fuera del lado de los que llevan palo y metralla cuando no tenía necesidad alguna. Cuando pudo olvidarse  de ellos.

No era solo su habilidad deportiva, su técnica de domino de balón, su genialidad con las fintas, sus goles espectaculares, lo que hace inmenso a Maradona es su identidad de clase y su memoria histórica. Decidir de qué lado de la vida estar, aunque eso le valió el flagelo de los que le contaron las costillas cada vez que pudieron.

Por eso lo lloran los pueblos, porque pudo venderse, ponerse de alfombra o de rodillas ante los oligarcas y las grandes mafias del fútbol y del capital,  pero  decidió tragar tierra con los que chapotean entre el lodo, de ahí que su piernas crearan arte  dentro del campo de fútbol  con la arcilla y sus actos rebeldes enamoraran el alma de los arrabales. Y desde los arrabales del mundo le decimos gracias, por habernos dejado soñar y disfrutar con la pasión de pasiones, pero por levantar la voz cuando pudo callar y olvidar su origen y a los suyos.

Por mi parte la selección de mis amores es y será Brasil y mi jugador favorito Pelé, pero a Maradona lo que es de Maradona.

Fuente:  https://cronicasdeunainquilina.com

Comparte este contenido: