Por Gloria Rodríguez-Pina
El material educativo continúa transmitiendo una visión androcéntrica del conocimiento pese a los esfuerzos y avances recientes
Si la historia la escriben los vencedores, las grandes perdedoras han sido sin duda las mujeres, ausentes en el relato que se transmite en las aulas a través de los libros de texto. El mayor estudio sobre la presencia de mujeres en los materiales educativos, que analizó 115 manuales de tres editoriales, contó de media un 7,5% de apariciones de mujeres en todas las asignaturas de ESO. Su autora, Ana López-Navajas advierte de que los hombres y mujeres del futuro reciben todavía un «conocimiento amputado», un relato histórico incompleto basado “en un canon cultural que se corresponde a los valores y espacios masculinos, y no a los de la totalidad de la población”.
López-Navajas, que publicó su estudio en 2011 y trabaja desde entonces en una base de datos con recursos educativos que compensen la carencia, ha notado pequeñas mejoras desde entonces, «pero no suben más de dos o tres puntos porcentuales en algunas materias». “A pesar de que hay una sensibilidad social y educativa cada vez más sensible a este tema, la adecuación de contenidos educativos ofrece muchísimas resistencias”, lamenta.
No se trata de buscar la paridad, advierte esta investigadora ligada a la Universidad de Valencia y asesora de igualdad y coeducación en la Generalitat Valenciana. “No puedes meter el mismo número de obras del Barroco de hombres y mujeres porque no las ha habido y sería faltar a la verdad histórica”. Pero enseñar esa época sin nombrar a escritoras como María de Zayas y Sotomayor, Ana Caro Mallén de Soto o Luisa de Carvajal y Mendoza es transmitir, en su opinión, un canon androcéntrico que describe como un «fraude».
Tampoco vale incorporar mujeres de forma excepcional, sino a través de genealogías y de sus aportaciones en las distintas áreas del conocimiento. Se debe fijar la mirada en qué hacían ellas en cada espacio y tiempo. “Claro que han estado en el ámbito doméstico, pero hay que ponerlo en relación con los avances sociales. Tienes ejército porque se han gestionado bien los cuidados. Pero además, han participado en todas las áreas y se han enfrentado con muchas barreras”, dice.
Las imágenes y el lenguaje
Los análisis de los libros de texto desde la perspectiva de género se fijan también en las imágenes que incluyen, en cuántos hombres y mujeres salen en los temas y en ejercicios, qué hacen y qué sentimientos manifiestan unos y otros, como hizo Carolina Hamodi, de la Universidad de Valladolid. Sus conclusiones no fueron muy sorprendentes. Ellos aparecen más en el ámbito laboral y son representados como personas preocupadas, pensativas, serias. A ellas se les atribuye sentimientos de alegría y felicidad.
Carmen Heredero, secretaria de mujer, igualdad y política social de la federación de enseñanza de CC OO analizó también para su tesis doctoral nueve libros de texto de Lengua y Literatura hace casi una década. De las 1.217 imágenes que catalogó, un 59,57% representaban varones, un 19,97% mujeres y un 20,46% eran grupos mixtos. Estudió también el lenguaje y echó de menos un “un esfuerzo por visibilizar a las mujeres, porque la sociedad no es androcéntrica”. Heredero aboga por buscar términos que engloben a ambos géneros, doblar a veces usando el masculino y el femenino y en ocasiones, emplear solo el masculino genérico. “Lo más importante es la reflexión, saber que con lo que decimos estamos transmitiendo cosas”.
Desde que hizo su tesis doctoral, Heredero ha visto también “tímidos avances”. “Ahora puede aparecer un hombre fregando platos. Detallitos de ese tipo, más que una asimilación real de la igualdad, de compartir actividades y todos los aspectos de la vida”, señala. Hamodi observa que incluso en los centros educativos que se consideran igualitarios el cambio es “superficial”, porque “los libros de texto, a través del currículo oculto, transmiten valores contrarios a lo que esa escuela promulga”.
María Vaillo, de la Universidad Antonio de Nebrija, preguntó a las editoriales, mientras hacía su tesis, si iban a revisar su currículo, como establece la Ley de Igualdad. Según la experta, “hay editoriales que tienen sensibilidad de género y se esfuerzan por revisar libros de texto y encargar proyectos a gente con esa perspectiva, pero hay otras que no consideran necesario hacer más”.
La igualdad, en manos de las editoriales
Las editoriales aseguran que están “cada vez más concienciadas” y llevan desde 1996 tomando «muy en serio» este asunto en la elaboración de libros, materiales curriculares y orientaciones para centros. “Hacemos un verdadero esfuerzo”, asegura José Moyano, presidente de ANELE, la asociación que agrupa a empresas del sector. “Coges un libro de hace 20 o 25 años y uno editado ahora y se ve el progreso”, dice. “¿Que podemos hacer más? También”.
Moyano explica que su organización celebra seminarios y grupos de trabajo para formar a sus asociados, y Carmen Heredero y María Vaillo, que han participado en ellos, certifican que hay editoriales abiertas a mejorar. Pero el presidente de los editores recuerda la libertad de elección y de enseñanza, y que las empresas del sector “tienen posiciones ideológicas», que pueden ir en mayor o menor medida «en un sentido o en otro”.
Para que no quede en manos de una línea editorial ni de la sensibilidad de los centros educativos, que son quienes eligen los libros, los expertos creen que las administraciones deben velar porque las mujeres entren en los currículos educativos. «Aunque el Ministerio de Educación y Formación Profesional no tiene ninguna competencia en la elaboración de los libros de texto, siempre trabaja y recomienda el trabajo de las editoriales en la línea que nuestra legislación educativa recoge del fomento de la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres», señalan fuentes del ministerio. «Los libros de texto deben evitar el lenguaje sexista, huir de estereotipos y de todas aquellas formas de discriminación ya que solo desde un sistema educativo de calidad, inclusivo, integrador y exigente se garantiza la igualdad de oportunidades y se hace efectiva la posibilidad de que cada alumno y alumna desarrolle el máximo de sus potencialidades», añaden las mismas fuentes.
“La ley nos ampara y nos exige”, recuerda López-Navajas, que señala que la Lomce contempla la educación para la igualdad de oportunidades. “Una cosa es que haya un apartado en la ley en el que se mencione y otra que eso se cristalice en planes de acción específico y en controles de la comunidad educativa”, considera Moyano, que aplaude una iniciativa reciente de Andalucía, que acaba de elaborar una lista con recomendaciones para las editoriales. Para que en los próximos libros las mujeres ganen espacio y se cuente qué hacían mientras ellos iban a la guerra.
LA APUESTA ANDALUZA POR LA IGUALDAD
«Andalucía es pionera en el tratamiento de la Igualdad en la Educación», afirma Moyano, presidente de la asociación de editores de libros de texto. La Consejería de Educación de la Junta acaba de elaborar unas instrucciones dirigidas a los centros docentes y unas recomendaciones para las empresas editoriales que establecen los criterios para la selección de los libros de texto y para la elaboración de materiales curriculares en cualquiera de sus formatos y soportes, para que se ajusten a la igualdad de género. Los editores ya están en contacto con el Gobierno regional para la próxima revisión del material escolar.
Como explica Francisco Javier García, jefe de servicio de Igualdad y Convivencia de la Consejería de Educación de la Junta, la iniciativa, que forma parte del segundo plan estratégico de Igualdad de Género en la Educación de Andalucía, va más allá de la equidad entre hombres y mujeres. Abarca también la diversidad familiar y las diferentes identidades de género y orientación sexual. Incluye además acciones para contribuir a erradicar la violencia contra las mujeres.
A los centros, que tienen autonomía para elegir sus materiales didácticos, les piden que basen su elección en estos criterios. “Las editoriales son empresas, no podemos obligarlas, pero les hacemos recomendaciones para que las tengan en cuenta en la elaboración de los libros”.
Las editoras cumplen con el currículo y todas las obligaciones legales, afirma el jefe de servicio. “Las cuestiones problemáticas son más sutiles, tendría que haber algo muy llamativo para retirar un libro del catálogo”. Para contrarrestar las carencias y esas sutilezas piden también que las unidades didácticas que elaboran los profesores cumplan con sus directrices.
Fuente del artículo: https://elpais.com/politica/2018/07/07/actualidad/1530952055_654127.html