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¿Regalar vida o negar la maternidad? La gestación subrogada

Silvia Federeci

Adelanto de «Ir más allá de la piel: repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo»

Acusar al capitalismo de haber convertido el cuerpo de la mujer en una máquina de producción de fuerza de trabajo ha sido un tema central en la literatura feminista desde los años setenta. Pero en tanto concibe la gestación como un proceso puramente mecánico, un trabajo alienado en el que la mujer contratada no debe implicarse a nivel emocional, el surgimiento de la maternidad subrogada ha supuesto un punto de inflexión en este proceso. La subrogación es también otra vuelta de tuerca desde el punto de vista de la mercantilización de la vida humana, pues implica la organización y legitimación de un mercado de niños y niñas y la definición del niño como una propiedad que se puede transferir, vender y comprar. Esta es, en realidad, la esencia de la “gestación subrogada”, una práctica que se ha popularizado en varios países, empezando por Estados Unidos, pero que sigue estando envuelta en una nube de mistificación.

En Contract Children [Hijos por contrato] (2015), la socióloga feminista italiana Daniela Danna señala que el propio concepto de “subrogación” es engañoso al sugerir que la “madre gestante” no es la madre real, sino solo “una ayuda, una asistente” que gesta en nombre de “la madre real” –la proveedora del óvulo que el vientre subrogado convierte en bebé–. Esta terminología está justificada por las nuevas tecnologías reproductivas (la fecundación in vitro y la transferencia de embriones), que producen la ilusión de que los propietarios del óvulo implantado tienen los derechos de propiedad sobre el niño, en tanto la madre gestacional no tiene relación genética con él. Como comenta Danna, este argumento es falaz y solo se puede sostener a través de una concepción abstracta de la propiedad en la que se ignora que la “madre gestante” es quien crea y nutre materialmente al niño, un proceso que no implica solo los nueve meses de embarazo, ya que también hay una transferencia de material genético: realmente el niño está hecho de su carne y de sus huesos (p. 68).

Gracias a esta mistificación y al desarrollo de una máquina comercial e institucional de apoyo, compuesta de compañías aseguradoras, médicos y abogados, la subrogación se ha extendido de forma extraordinaria durante las tres últimas décadas. Cada año nacen miles de bebés por este procedimiento y en algunos países se han abierto “granjas de bebés” donde se insemina a las madres, que residen allí mientras dura el embarazo. En la India, por ejemplo, antes de que se prohibiera la subrogación trasnacional en 2015, existían tres mil clínicas de esta clase (Vora, 2019) que constituían la infraestructura de una industria reproductiva en la que prácticamente se había culminado la conversión del cuerpo de la mujer en una máquina procreadora.

Sin embargo, sigue habiendo problemas. En la mayoría de los países de la Unión Europea la gestación subrogada está prohibida o sujeta a límites y regulaciones. Es el caso de Países Bajos, donde se da a la madre subrogada un plazo de varias semanas después del parto para que decida si quiere separarse del bebé. Pero, como indican Danna y otros autores, se están eliminando progresivamente las restricciones y, en lugar de limitar la práctica, la regulación se está convirtiendo en el camino más rápido hacia su reconocimiento legal.

Para sortear las prohibiciones en los casos que llegan a la justicia o facilitar el reconocimiento legal de los niños adquiridos en el extranjero mediante la subrogación, se recurre, entre otros, al principio de que hay que considerar el “interés superior del niño” a la hora de dictar un veredicto. Pero en realidad este es un recurso para esquivar la ley y una legitimación de las implicaciones racistas y clasistas de esta práctica. A la hora de asignar al niño, siempre se prioriza el interés de las parejas blancas con recursos económicos.

También se apela al forzoso cumplimiento del “contrato” que obliga a las madres subrogadas a entregar al bebé una vez nacido. De hecho, la gestación subrogada es un ejemplo destacado del papel crucial que desempeña la ley como sostén de la reforma neoliberal, en tanto se confiere al contrato un estatus sagrado que no admite cuestionamiento de las condiciones en las que se llevó a cabo. Pero, como puso en evidencia el famoso caso de “Baby M1, para las mujeres es difícil saber de antemano, cuando firman el contrato, cómo se van a sentir después de haber experimentado un día tras otro, durante nueve meses, cómo se desarrolla una nueva vida en su vientre. En los términos del contrato tampoco se tiene en consideración el efecto que pueda tener separarse del bebé. Los propios contratos se han ido volviendo más complejos y restrictivos; no solo obligan a la madre subrogada a renunciar al bebé después de su nacimiento, sino que también establecen un control estricto de su vida cotidiana durante el embarazo en lo que respecta a tratamientos médicos, vida sexual o ingesta de alimentos, entre otras cuestiones. En el desarrollo de argumentos legitimadores también tiene peso la teorización legal del derecho a ser padres, para el que la gestación subrogada se convierte en una condición indispensable. Este argumento ya se está utilizando, sorprendentemente incluso en círculos radicales, a favor de las parejas de hombres homosexuales, quienes tendrían que contratar un vientre de alquiler precisamente para cumplir su derecho, en teoría absoluto, a la paternidad.

En resumen, todo apunta a que la gestación subrogada va a terminar por imponerse. No obstante, conforme esta práctica se normaliza, se hace cada vez más necesario apuntar a las premisas racistas y clasistas que la fundamentan, las consecuencias destructivas para los bebés producidos de este modo, así como los efectos negativos en las mujeres. Una consecuencia preocupante es la existencia de bebés “en el limbo” que son rechazados tanto por la madre subrogada como por la pareja contratante cuando los padres “intencionales”, por distintas razones, no consiguen que esos bebés sean reconocidos como sus hijos en su país de residencia; también se puede dar el caso cuando nacen con algún tipo de discapacidad. Un reportaje de investigación de la agencia Reuters reveló además que, al menos en Estados Unidos, los padres adoptivos pueden deshacerse sin dificultad a través de internet de los niños que hayan adoptado en el extranjero, mediante una práctica llamada private rehoming [realojo privado] que no cuenta con ninguna clase de regulación.2 Aún más preocupantes son los indicios que apuntan a que algunos niños terminan en el mercado de órganos, ya que una vez se realiza la transacción no existe un sistema institucional de supervisión que compruebe qué ocurre con los niños vendidos, que en muchos casos son enviados a miles de kilómetros de su lugar de nacimiento.

(…)

Las mujeres que firman un contrato para alquilar su vientre son la encarnación de una larga serie de figuras proletarias que han visto a sus hijos como un medio de supervivencia. Pero lo que pone a la gestación subrogada a otro nivel es que se vende el bebé a otra persona de por vida. Este aspecto también la distingue de la prostitución, con la que se compara a menudo. Mientras la prostituta vende un servicio y el uso provisional de su cuerpo, la madre subrogada otorga a otras personas, a cambio de dinero, el control total sobre la vida de un niño.

Al hacer hincapié en este punto no pretendo hacer una crítica moralista a las mujeres que se convierten en madres subrogadas, quienes, en muchos casos, son empujadas a hacerlo por sus familiares o tienen un acceso tan restringido a recursos propios que se plantean alquilar su vientre como una alternativa a una vida en batalla constante por la supervivencia, del mismo modo que otras personas se plantean vender sus riñones, su pelo o su sangre. Cuando se entrevista a algunas de estas mujeres y describen los meses de gestación como unas vacaciones, las primeras de su vida, están mostrando de manera elocuente la pobreza en la que viven muchas de ellas. Pero tenemos que desenmascarar la tremenda hipocresía de la retórica que envuelve esta práctica, que afirma que es producto del amor, una expresión pura del altruismo, “regalar vida”, mientras omite el hecho de que quienes la ejercen son algunas de las mujeres más pobres del planeta y que quienes se benefician son las familias acomodadas que, una vez han adquirido el bebé, no desean tener relación alguna con la madre subrogada.

En lugar de ser hipócritas y celebrar el supuesto altruismo de las madres subrogadas, deberíamos reflexionar sobre el nivel abismal de pobreza que lleva a una mujer a aceptar gestar durante nueve meses a un bebé al que nunca se le permitirá cuidar y cuyo destino tiene prohibido conocer. También nos debería preocupar, como ha preocupado a muchas feministas, que la subdivisión y especialización de la maternidad en sus aspectos gestacional, social y biológico representa una devaluación del proceso, que una vez fue considerado un poder de la mujer, y la restauración de una concepción sexista, patriarcal y verdaderamente aristotélica del cuerpo de la mujer y de la mujer en sí, que en la retórica de la subrogación se presenta como la portadora pasiva de una vida a la que no contribuye más que en “materia bruta”.

¿Debería no legalizarse la gestación subrogada? Es un tema que habría de generar más debate que el que ha tenido lugar hasta el momento. La pregunta plantea la cuestión de hasta qué punto podemos recurrir al Estado para garantizar que no se vulnere nuestra vida. Uno de los argumentos a los que se suele acudir es que la legalización supondría cierta protección para la madre subrogada. Al mismo tiempo, si se criminaliza la práctica, la madre se expone a un mayor riesgo, ya que sin lugar a dudas la subrogación se seguirá practicando. También es peligroso pedir al Estado cualquier clase de legislación o intervención punitiva. La historia nos demuestra que esas medidas suelen volverse en contra de quienes ya están siendo victimizadas. Así pues, ¿cómo vamos a proteger a los bebés que nazcan como consecuencia de las transacciones de la gestación subrogada? ¿Qué iniciativas deberíamos emprender para impedir que se generalice la compra y venta de la vida de las personas?Ir más allá de la piel: repensar, rehacer y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporáneo(Traficantes de Sueños, 2022).

Notas:

1 “Baby M” fue el nombre que se dio en el juzgado y en los medios de comunicación a la hija de Mary Beth Whitehead, una madre subrogada de New Jersey que, tras dar a luz el 27 de marzo de 1986, decidió que no quería entregar al bebé a la pareja contratante. El consiguiente juicio, que se prolongó durante más de un año y terminó por otorgar la custodia de la niña a la pareja, generó un intenso debate en un momento en el que no existía ninguna clase de regulación para esta práctica en Estados Unidos.

2 El reportaje de Reuters, elaborado con información recabada durante meses de investigación (Twohey, 2013), reveló la existencia de un grupo en el portal de internet Yahoo en el que, de media, cada semana se publicaba un anuncio para “realojar” a un niño mediante una transferencia de tutela para la que solo era necesario un poder de representación y cumplimentar un formulario que se descargaba en la red; hubo incluso personas con antecedentes delictivos que pudieron obtener niños con este procedimiento. Según cálculos del gobierno de Estados Unidos, desde finales de la década de 1990 más de veinte mil niños adoptados habrían sido abandonados por sus padres.

Fuente: https://ctxt.es/es/20221001/Firmas/41071/gestacion-subrogada-silvia-federici-ir-mas-alla-de-la-piel.htm

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Entrevista a Blanca Athié, Poesía tras las rejas: palabras que liberan

Entrevista a Blanca Athié escritora y promotora cultural mexicana

Por J. Fernanda Sánchez Jaramillo 

Blanca Athié obtuvo el Premio de Cuento José Agustín en el 2013. Fue semifinalista del Mundial de Escritura en el 2020. Su producción literaria aparece en diversas antologías y portales digitales.

Se destaca la antología: El tejido de la mujer araña sobre maternidades disidentes, publicado a través del Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas. Ha sido invitada a la Feria Municipal del Libro de Guadalajara (2017-2018-2019). Como promotora cultural dirigió la Feria Nacional del Libro de Iguala en mayo del 2016 dedicada a Elena Garro, primera feria temática y dedicarla a escritoras mexicanas. Coordinó con Julio Moguel la Feria Internacional del Libro de Acapulco (2016). Imparte talleres literarios a mujeres privadas de su libertad y en el Centro de Justicia para mujeres en el estado de Jalisco. Además, lidera talleres sobre Literatura del cuerpo en otros espacios.

Foto: Blanca Athié, archivo personal.

JFSJ: ¿Cuándo y por qué decidiste realizar un taller de poesía en la cárcel de mujeres?

BA: Me gusta más el termino “escritura para mujeres” que taller de poesía o taller literario. Nos ayuda a resituar la escritura como resiliencia o territorio donde todas las mujeres nos encontramos y nos escribimos. Fue una iniciativa personal. A mí me interesa la escritura de mujer como territorio donde autoafirmamos nuestra identidad, resistimos y colectivizamos. Las mujeres privadas de su libertad (somos respetuosas con ellas al usar este término y cuidar su dignidad y la no re victimización usando otros) son un ejemplo de resistencia.

Por ello, el año pasado busqué a la Secretaría de Cultura de Jalisco, y en convenio con la Dirección General de Prevención y Reinserción Social (DIGPRES) aceptaron el proyecto e iniciamos en la segunda semana de agosto del 2021.

JFSJ: ¿En qué centro penitenciario estuviste y cuántas mujeres participaron?

BA: En el Centro de Reinserción social para Mujeres privadas de su libertad en Puerto Vallarta, Jalisco.  Realicé ocho sesiones. Se inscribieron 20 personas, pero completaron el proceso siete mujeres.

JSFJ: ¿Qué metodología utilizaste?

BA: Metodología propia. Diseñé un programa basado en escritura o literatura de mujer con fundamento en la crítica feminista y decolonial para diseñarlo a manera de subjetividad literaria. Por ejemplo, la escritura como un Cuarto propio pensando en Virgina Woolf, o privilegiando diarios tales como el Cuaderno dorado de Doris Lessing, e incorporando el sentir de nuestras hermanas afrodescendientes e indígenas, apropiándonos de nuestros cuerpos como espacios o territorios desde los que escribimos.  El ser “cuerpos” permite el contacto con otros cuerpos, como los árboles.  En ese lugar tenían jardines, por eso como tarea abrazaban árboles y dejaban fluir las sensaciones para luego escribirlas.

JFSJ: ¿Cuáles son los temas recurrentes de sus poesías?

BA: El erotismo, la metáfora animal o vegetal para la resistencia e identidad. También las emociones propias habitadas a raíz de sus historias personales.

BA: Para la sesión de animalización usamos las metáforas como forma de supervivencia y evolución. Me gustó mucho que recurrieron a la mariposa y al águila, animales con alas.

            “Mi vida la comparo con la metamorfosis de la mariposa por sus tres etapas. Primero, el gusano, por feo, insignificante y desagradable a la vista. Segundo, se convierte en un capullo donde se prepara para transformarse en lo bello y hermosa que es la mariposa, una transformación espectacular, como las etapas de la vida. Eso soy: una mariposa”.

            “Siempre me he soñado águila. Vuelo. Siempre fui libre, emprendía mi vuelo muy alto, pues nunca pensé caer. Hoy en día soy un águila con el ala rota, hoy no puedo volar, pero tengo la esperanza y la fe que pronto voy a volver a emprender el vuelo”.

(Ambos fragmentos pertenecen a Mago).

No solo el tema animal como metáfora, sino como amor y cuidado. Becky suele representar a las compañeras en concursos literarios. Ella encontró el cuidado y amor mutuo en su gato llamado “Timy”. Algunas mujeres privadas de su libertad tienen animales de compañía.

“Sentir miedo de perder eso que me hace sonreír, quien llegó a mi vida para cambiar este espacio lleno de soledad por compañía. No quiero que se vaya de mi vida, este miedo incesante, si se va no lo soportaría. Como no llegar a quererte tanto si tú alegras con tu cariño, juegos y alegrías. Estás atento a cada paso que doy, me sigues, corres lleno de vida hacía mí. Aquí, un hogar que te esperó por mucho tiempo que por miedo a amarte tanto no te aceptaba, te cerré por muchos días esta puerta fría en estas cuatro paredes, y de mi pesar: nada; hoy que te tengo. Yo te amo y me dueles, me duele si te vas de mi vida. Te llamo por tu nombre, me miras con tus ojitos aceitunados, te estiras y yo te miro con estos ojos cargados de lágrimas, y pienso en el hecho de tenerte clandestinamente –una cárcel dentro de otra cárcel–, y si enfermas no sé qué haría, correría para salvarte la vida. Ya no te vayas de mi vida, ni de estas cuatro paredes frías, de esta cruel vida, porque por más que lo intente, este acero jamás rompería, y estas bardas inútilmente atravesaría.

Te amo, porque ya eres parte de mi vida. Inocente eres y no te importa pasar tu vida en esta cárcel haciéndome compañía, tal vez para el mundo sea un simple gato, pero para mí: eres mi mundo”. Becky

La pérdida es también un tema que nos atraviesa a los seres humanos, pero recobra particular significado cuando esa pérdida son hijos.  Escribir para que los seres amados vivan siempre.

“Dios y la vida me dieron un regalo de nueve meses de espera, había una vida dentro de mí, alegrías, pero más que nada tristezas me acompañaron esos meses, la muerte de mi padre y la renuncia de mi trabajo, pero al verla por primera vez sólo sentía alegría y amor. Cuatro años, sólo cuatro años pude verla crecer, por la ambición de su padre y su abuela ya no está conmigo de la manera más cruel y vil me la arrebataron de mis brazos, me ha quedado un vacío en mi corazón, una herida que nunca sanará, sólo dos fotografías, un peluche y recuerdos me quedan de ella, solamente en mis sueños la puedo abrazar, solamente en mis sueños la veo creciendo. Ahora eres una estrella que brilla en la noche.”.

Unicornio

      La naturaleza como resiliencia. Es el caso de Marta:

“La naturaleza es lo que nos mantiene con vida, si observas delicadamente un árbol es un ser mutilado, sólo que su cabeza está plantada en la tierra, sus ramas son sus brazos, piernas, acabas con la especie marina, estás acabando con todo lo que nos da vida, vida, vida… la ecología es lo más importante en este planeta, gobiernos, leyes, son una porquería , poder, control, generar dinero es lo único que les importa, expedientes muertos, arrumbados de personas inocentes y que ya tienen su libertad pero por no trabajar en ellos siguen pagando un delito, no me destruyas, mejor ayúdame sociedad, en vez de juzgarme ven y ayúdame que el dios del universo te lo regresará” Marta

La verticalidad y el coraje de mantenerse viva y fuerte, como el caso de Ana:

“En un instante, repentinamente, como suelen ocurrir las cosas que te trasforman, la vida se me destrozó, como fractura un cuerpo en pleno accidente.  Un parpadear de ojos basta para que te despiertes y tú cuerpo y casa ya sean otros. Un cuerpo que recibió una bala por accidente y me dio un nuevo caminar, a lo mejor lento, pero más firme que nunca. La vida –¿O yo?— me dio una oportunidad más para darme cuenta lo fuerte que soy y la verdad llegue Más allá de lo que tengo que llegar. Más allá del miedo. Más allá de los miedos. De mis miedos. Si me dieran a escoger, sí volvería a pedir ser yo, con todas mis desgracias que al final son oportunidades sí sabemos canalizar nuestro coraje”. Ana

JFSJ: ¿Has pensado en realizar este taller en otros centros penitenciarios?

BA: Si, me gustaría replicar la experiencia en otros Centros. Sin duda seguiré gestionando.

JFSJ: ¿Cambió tu escritura a raíz de esta experiencia?

BA: Mucho. Yo dinamité mi propia escritura. Ahora valoro mucho visibilizar estos temas en mis cuentos. Incluso he creado un personaje, mujer privada de su libertad, para mi primera novela. Son experiencias que nos encaran con otras partes de nosotras que desconocemos, pero que están ahí, porque a las mujeres se nos ha callado la voz por siglos. Por ejemplo, el famoso síndrome de la impostora que todas tenemos donde persiste la idea de no valorarnos a nosotras mismas ni lo que escribimos, lo cual fortalece al patriarcado. Este taller me hizo encarar a mi impostora: escribir es resistir y existir. Todas las letras importan, así como todos los cuerpos y todas las vidas. Tenemos que hacer de nuestras letras, algo que nos pertenezca, para confrontar al patriarcado que nos quiere calladas, inseguras y encarceladas.

JFSJ: ¿Qué otros proyectos desarrollas actualmente?

BA: Actualmente me dedico a temas de Crítica literaria feminista, talleres sobre literatura del cuerpo. Estoy coordinando un libro colectivo, sobre Mujeres en la Independencia de México, resituando a nuestras hermanas insurgentes en una Matria, que este año verá la luz.

J. Fernanda Sánchez Jaramillo, animal humano, mujer sentipensante. Candidata a doctora en derecho, jurista, comunicadora social y periodista, magister en relaciones internacionales y trabajadora social comunitaria. Feminista libertaria y comunitaria suramericana.

Fuente: https://rebelion.org/poesia-tras-las-rejas-palabras-que-liberan/

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España: Las profesoras universitarias pagan la maternidad con un 11% de su sueldo

Europa/España/10-12-2021/Autor: ALFONSO TORICES/Fuente: www.elcomercio.es

La crianza y los cuidados lastran su carrera investigadora en la treintena, lo que repercute en menos remuneración y ascensos que sus compañeros.

La maternidad, pero sobre todo la ulterior crianza y los cuidados familiares, tareas que siguen asumiendo de forma mayoritaria las mujeres por el reparto de roles machista, les cuestan mucho dinero y sacrificar buena parte de su carrera profesional a las más de 50.000 profesoras universitarias españolas.

No es una especulación. Es la conclusión de un estudio monográfico impulsado por la conferencia de rectores (CRUE) y el Ministerio de Universidades, destinado a determinar si en los campus hay brecha salarial de género, cuál es su dimensión, a quién afecta y cómo se produce.

La brecha salarial, por supuesto, existe. De media, una docente universitaria española cobra un 11% menos de sueldo bruto al año que sus homólogos masculinos, detalla el trabajo coordinado por Pilar Carrasquer y elaborado por las investigadoras Matilde Massó y Montserrat Golías. Las áreas de conocimiento en las que la brecha es mayor, superior al 15%, son Ciencias, Artes y Humanidades y Ciencias de la Salud. Pese a la relevancia del porcentaje, el desfase remunerativo de género en los campus es inferior al de otros sectores productivos, ya que la media española está sobre el 19%, con unos 5.000 euros menos al año de ingresos por ser mujer.

La explicación de esta discriminación no está en el salario base universitario, que es prácticamente idéntico para ambos sexos, sino en los complementos de cada nómina, donde el desfase de género escala hasta el 17%.

El estudio de los complementos y de las remuneraciones por edades dejan clara la génesis de la brecha. Los docentes universitarios comienzan su trabajo sin apenas diferencias de sueldo (un máximo de un 1%), pero con la llegada a la treintena (de 29 a 39 años) el desfase salarial llega al máximo, para pasados los 40 ir disminuyendo, hasta no sobrepasar un 3%. Lo que ocurre en esa década es que la profesora media gana mucho menos, algunas pierden su empleo por el camino y demasiadas ven como progresan menos que sus compañeros.

La sima fundamental está en el complemento por participación y liderazgo en proyectos de investigación. Las mujeres cobran un 41% menos de media por este capítulo. La razón es que su capacidad para integrarse en grupos de investigación es menor a esa edad, sobre la treintena, porque sacrifican parte de su jornada laboral anual en ser madres, criar a los hijos y apoyar o cuidar a otros miembros de la familia.

No solo les genera un agujero económico. También sufren una ralentización e incluso un parón en su carrera profesional. No investigar lo suficiente repercute en una menor productividad científica, lo que hace que después cobren un 26% menos por sexenios de investigación, y que unos méritos académicos menores lastren su progresión a categorías laborales más estables, altas y con mejores salarios.

El círculo vicioso se remata con la también baja remuneración femenina por complemento específico. Cobran de media un 19% menos que sus compañeros de facultad. Es el complemento que se recibe por estar en escalas laborales altas, como catedrático o similar. Los obstáculos culturales y sociales hacen que una minoría de universitarias alcancen esos puestos, pese a que inicialmente son más de la mitad de los titulados españoles en educación superior y quienes cosechan mejores notas. De todos los catedráticos del país solo el 22% son mujeres.

Roles machistas

La prevalencia de roles machistas adquiere toda su plenitud si se atiende a quienes disfrutan de permisos no retribuidos, sobre todo el permiso por responsabilidades familiares, el más vinculado a los cuidados, en el que la enorme mayoría de peticionarios son de mujeres. Cuando hombres y mujeres no solicitan estas licencias tienen unos sueldos base idénticos; no así los complementos, casi siempre condicionados por la maternidad y los cuidados. Por contra, la profesora universitaria que logra tiempo para cuidados familiares gana un 21% menos que sus homólogos, debido a un desplome del salario base, más un 28% menos si solo se atiende a los complementos.

La LOSU, la nueva Ley de Universidades que prepara el Gobierno, incluye una serie de medidas, entre ellas discriminaciones positivas, para tratar de cerrar las brechas de género. Prevé comisiones de evaluación y selección de proyectos y plazas paritarias y que a igual idoneidad se dé preferencia de asignación a la mujer. Promueve la paridad en los equipos de investigación y en los órganos colegiados, el incremento de investigadoras principales y que se implanten facilidades y compensaciones para la conciliación de la vida laboral y familiar y para caminar hacia la corresponsabilidad en los cuidados.

Fuente e Imagen: https://www.elcomercio.es/sociedad/educacion/maternidad-cuidados-penalizan-20211203163133-ntrc.html

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Cómo ser niña… y no morir en el intento: La maternidad no debe ser parte de su infancia

Carolina Vásquez Araya

Una de las consecuencias más devastadoras de la indefensión de las niñas en nuestros países, es la maternidad precoz. En Guatemala, por ejemplo, es pavorosa la cifra de embarazos y partos a edad temprana.

De acuerdo con una de las instituciones dedicadas a monitorear este tema –el Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva, OSAR- se produjeron 57 mil quinientos setenta y ocho embarazos en niñas y adolescentes entre 10 y 18 años, durante el primer semestre de 2021. De entre ellos, cerca de 3 mil corresponden a niñas de 10 a 14 años. Es decir, un período en el cual una niña aún no ha desarrollado plenamente su cuerpo y cuando un embarazo supone un riesgo elevado.

Además de la violencia implícita en la violación y sus consecuencias físicas y psicológicas, un embarazo a esa temprana edad significa la pérdida de derechos a todo nivel y el sometimiento a un régimen de vida duro, restrictivo y sometido a la autoridad de los adultos de su entorno. A ello se suma la prohibición legal de interrumpir el proceso de gestación, aún cuando se trate de un ser cuyo cuerpo no reúna las condiciones para sostenerlo y llevarlo a término. Es decir, la ley condena a la víctima a partir de una visión de Derecho influenciada por doctrinas religiosas y un sistema patriarcal sólidamente establecido.

Visto como parte normal de la vida, el embarazo en niñas y adolescentes es una de las mas graves consecuencias de la marginación en la cual vive y se desarrolla una gran parte de la población femenina. Asediadas por un concepto patriarcal de la vida y del deber, miles de niñas acaban siendo víctimas de abuso sexual desde antes de alcanzar la pubertad, convirtiéndose en madres en etapas tan tempranas de su desarrollo que incluso pierden la vida en el proceso. Indefensas ante la presión del autoritarismo ejercido por padres, hermanos y otros hombres de su entorno, sumado a la falta de protección por parte del resto de la comunidad, las niñas-madres terminan agotando la etapa de la infancia sin haberla vivido, para enfrentar la dura realidad de una existencia de miseria.

Ante esta situación, derivada de patrones culturales absolutamente viciados, las niñas se ven obligadas a arrastrar la humillación de una sexualidad no deseada, no consentida y de graves repercusiones para su salud física y psicológica, en un entorno de irrespeto que les veda el derecho a experimentar las etapas normales de su desarrollo.

En estos escenarios, las niñas-madres no entran en las prioridades de atención de las autoridades. Estas ven los casos de embarazo precoz como una expresión más del subdesarrollo y no como los actos criminales de abuso sexual que realmente son. El mensaje que envía esta aproximación al problema es de conformismo ante el sometimiento de uno de los grupos sociales menos tomados en cuenta en las políticas públicas de los gobiernos.

Esos miles de niñas y adolescentes cuyo cuerpo mal alimentado y endeble apenas puede cargar con el peso de su propia existencia, dan a luz en condiciones miserables, en medio de la indiferencia de las autoridades y soportando el rechazo de su propia familia. Así es su vida, así es el entorno social y ese el resultado de una cultura que las condena al eterno subdesarrollo.

Este abuso ha sido un hábito inveterado durante generaciones, profundamente arraigado y considerado una práctica socialmente aceptable; un destino insoslayable para quienes aún no poseen la fuerza ni la protección de la ley para defender sus derechos.

Las niñas merecen alcanzar sus sueños. La maternidad precoz no es uno de ellos.

Fuente: https://rebelion.org/como-ser-nina-y-no-morir-en-el-intento-la-maternidad-no-debe-ser-parte-de-su-infancia/

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El día que se paró mi segundo corazón

Por: Iria Bouzas

Tengo la imagen en mi mente de mí misma mirándome al espejo del armario mientras me intentaba abrochar un vaquero sobre aquella barriga incipiente mientras pensaba “¿Y si me dicen que no le late el corazón?”.

Descarté ese pensamiento inmediatamente. No tenía sentido pensar en aquello.

Horas después, tumbada en aquella camilla supe que no había sido un pensamiento cualquiera. Había tenido una premonición.

La ginecóloga dijo exactamente la frase que se me había venido a la cabeza aquella misma mañana: “No le late el corazón”.

Aquel segundo corazón que había nacido dentro de mí y que se había empezado a convertir en más importante que el primero se había parado y no había nada que hacer.

El resto del día se convirtió en una sucesión de términos médicos qué yo no llegaba a escuchar del todo: “legrado”; “septicemia” o “urgencias”.

Me daban igual. Ya todo me daba igual.

A mi alrededor hablaban y hablaban de lo que había que hacer para salvarme la vida, pero nadie se daba cuenta de que yo filtraba lo que decían como un ruido blanco.

¿Para qué iba a ocuparme en que me salvasen la vida si lo único en lo que era capaz de concentrarme en ese momento era en mi deseo de morir?

Se me había parado el corazón y aquellos idiotas querían mantenerme con vida. Ellos pensaban que era lo lógico porque mi primer corazón, el que está albergado en mi pecho, seguía latiendo.

Pero ese corazón se había roto en trocitos microscópicos y a mí el único corazón que me importaba ya era el que había dejado de latir dentro de mi vientre.

No alcanzo a recordar cuántas veces recé para no despertarme después del legrado. Ni cuanto lloré sola y muerta de dolor en aquella sala de recuperación al darme cuenta de que seguía con vida.

Lo que sí recuerdo es cómo me levanté de la cama cada día durante los siguientes meses pensando que me habían dejado vacía y muerta en vida.

Han pasado cinco años desde aquello y sé que lo que pasó es algo que simplemente puede ocurrir y nos toca pasarlo a muchas mujeres.

Lo que no termino de entender es cómo durante aquel aborto y durante las semanas posteriores, nadie me ofreció ayuda psicológica en ningún momento.

Fui solo un coche averiado al que había que reparar para que siguiese funcionando. Me llevaron al taller, quitaron la parte que molestaba y me devolvieron a la circulación.

Frío, aséptico y sin alma.

Mi embarazo y la idea de la maternidad habían sido poesía para mí y su final se había transformado en tan solo un metal brillante y una luz blanca de quirófano.

Lo que me supuso el dolor emocional más insoportable que he conocido nunca se convirtió en un proceso médico de rutina. En unas horas me mandaron a mi casa y siga usted con su vida como si nada.

A día de hoy sigo con secuelas psicológicas por aquello. Hasta aquel momento siempre había sido una persona optimista. Siempre dejaba espacio para la alegría y para la esperanza. Ese día dejé de ser así.

Probablemente no supe hacer un duelo como debería haberlo hecho. Quizás ni llegué a hacerlo porque ni se me ocurrió que era lo que había qué vivir. Según todos, aquello que me había sucedido no era nada demasiado importante y tenía que aceptarlo y seguir con mi vida como quien asume que ha estado unos días enfermo con una gastroenteritis.

A veces me pregunto qué pasaría si fuesen los hombres los que tienen que pasar por este tipo de experiencias y no me gusta la respuesta que me doy a esa cuestión.

Estoy convencida de que si estos dolores del alma tuviesen sexo masculino ya se habría armado una estructura de apoyo a su alrededor para mitigarlos en lo posible.

Pero a las mujeres nos hacen pasar por casi todas las experiencias de nuestra vida sin ofrecernos ni el más mínimo apoyo. Es más, hay comunidades autónomas en las que a las mujeres no solo no les apoyan cuando pasan por esto, es que si quieren seguir vivas tienen que viajar a otra para que les puedan practicar la intervención.

Varios familiares han tenido cáncer. Tras el diagnóstico y como debe de ser, inmediatamente les han ofrecido ayuda psicológica.

Pero es que el cáncer también afecta a los hombres.

Conozco a mujeres que tienen menstruaciones tan dolorosas que cada mes sufren desmayos y tienen que quedarse en la cama hasta que pasan. El tratamiento médico que reciben es el consejo de “aguantar” y tomarse un calmante que hace años que no les calma nada.

La fibromialgia afecta en su mayoría a mujeres. Suerte tiene la que no recibe un diagnóstico qué con palabras más o menos técnicas le esté llamando “loca” o “histérica”.

Perdemos un embarazo, con lo que eso supone, nos hacen cuatro curas y nos mandan a seguir con nuestras vidas que si las cabezas sufren ya nos podremos tomar una tila o dos para superarlo.

Todo mi yo me grita que, digan lo que digan, aún somos ciudadanas de segunda.

Después de que se parase mi segundo corazón yo seguí viva y eso me permitió volver a vivir la experiencia de sentir otro corazón que nacía dentro de mi vientre. Esta vez este corazón se hizo cada vez más y más fuerte y hoy en día está dentro de una niña maravillosa. Una niña qué me hace pensar cada día en todas las cosas que hay que luchar por cambiar porque su corazón se ha vuelto infinitamente más importante que el mío.

Yo seguí viva. Pero podía no haber sido así. Por esto no me voy a cansar nunca de denunciar lo que sufrimos las mujeres solo por el hecho de serlo.

¡Por ti hija mía!

¡Y por todas!

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/el-dia-que-se-paro-mi-segundo-corazon/

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Investigación: Las periodistas en Ecuador enfrentan precariedad y violencia de género

Una investigación de Chicas Poderosas Ecuador revela que 4 de cada 10 mujeres que trabajan en medios en Ecuador perciben menos de 500 dólares mensuales y trabajan más de 40 horas a la semana. Concluye, además, que el acoso está presente en diferentes momentos de la carrera de las periodistas.

“Un presentador reconocido me agarró la pierna en un camerino, mientras nos maquillaban: ‘con esas piernas usted no necesita nada más para triunfar’, me dijo”, es el testimonio de una periodista ecuatoriana, cuya experiencia se recoge —de manera anónima— en el estudio Así Hacemos Periodismo. Se trata de una investigación desarrollada por la organización Chicas Poderosas Ecuador que exploró las condiciones laborales de las mujeres en los medios de comunicación en el país.

La investigación se centró en cinco temas principales: Empleo, Diversidad, Crecimiento laboral, Maternidad, Espacios seguros.

En cuanto al empleo, uno de los principales hallazgos es que los y las periodistas trabajan más de 40 horas semanales, incluso quienes tienen contratos a medio tiempo. Las personas entre 26 y 45 años son las que más tiempo dedican al ejercicio profesional. 4 de cada 10 mujeres que trabajan este número de horas a la semana percibe menos de 500 dólares al mes.

Isabel González, embajadora de Chicas Poderosas Ecuador, asegura que el estudio permitió reconocer que existen muchas personas haciendo periodismo en condiciones de mucha precariedad en Ecuador.

Sobre la diversidad, en cambio, se concluye que la participación de personas de orientación sexual y origen étnico diverso es escasa tanto en los entornos laborales como en las coberturas periodísticas. “Incluso en los (medios) más nuevos y digitales, donde la presencia de personas indígenas o personas racializadas aún es casi nula”, afirma González.

Violencia sexual

El acoso y la violencia sexual que enfrentan las periodistas es una de las cosas que más llama la atención de esta investigación.  “Mi exjefe me citó fuera de horario laboral y me llevó a un hotel donde quiso abusar de mí a cambio de ayuda laboral y económica”, contó otra de las periodistas citadas en el documento.

Según los resultados, por lo menos 2 de cada 10 mujeres encuestadas han sido víctimas de contacto físico no deseado en sus lugares de trabajo. “El acoso comienza con bromas que son normalizadas, y que varían de acuerdo a la edad y la posición laboral de la periodista”, concluye el informe.

Otra de las participantes de los grupos focales contó que: “Había un productor que cada vez que pasaba al lado mío comenzaba a jadear como perro y nadie decía nada”.

Asimismo, el 13% de las periodistas ha recibido más de una vez ofertas laborales o promesas a partir de un acercamiento inapropiado, provocado por un colega hombre en una posición superior. Sin embargo, muy pocas veces estas situaciones son denunciadas, ya que no existen canales o políticas claras de denuncia en los medios de comunicación. Ante ello, el 62% de las mujeres encuestadas afirmó que los medios deben contar con protocolos de actuación y cambios en la cultura organizacional en torno a la violencia y el acoso.

Falta de datos

Isabel González, embajadora de Chicas Poderosas Ecuador, explica que la investigación partió con la idea de recolectar datos de situaciones que “sabíamos que existían, pero sobre las que no había datos concretos y por lo tanto evidencia para enfrentarlas”.

Obtener esta data, representa así, la “posibilidad de ejercer nuestro oficio en condiciones dignas económicamente y seguras para las mujeres y personas de las disidencias sexuales”, continúa González. Sin embargo, dice que el reto es continuar con la medición y seguir estableciendo contrastes entre los géneros. Esto, porque, aún no hay datos suficientes para hablar sobre las personas de las disidencias sexuales ejerciendo esta profesión.

La metodología

La investigación se realizó, en el inicio con una encuesta online, cuya recolección y difusión ocurrió entre el 4 de agosto al 7 de septiembre de 2020.

La encuesta fue anónima y estuvo dirigida a mujeres, personas de disidencias sexuales, y hombres mayores de 18 años, trabajadores en medios de comunicación en el país. Se obtuvo una muestra de 236 encuestas. “Sin embargo, no alcanzamos el equilibrio de participación entre géneros, por lo cual insistimos en la necesidad de continuar midiendo”, dice el sitio web de Así hacemos periodismo. Adicionalmente, se realizaron dos grupos focales y ocho entrevistas a profundidad.

Chicas Poderosas es una comunidad global que impulsa el cambio inspirando y desarrollando a las mujeres en los medios. La organización está presente en 17 países, y en Ecuador desde 2019.

Fuente: https://rebelion.org/las-periodistas-en-ecuador-enfrentan-precariedad-y-violencia-de-genero/

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Estudio: Los matrimonios japoneses desean tener más hijos

En un estudio de Meiji Yasuda Life Insurance, más del 30 % de los encuestados dijeron desearían tener más hijos. Una de las razones del gran aumento de 9 puntos con respecto a la encuesta del año anterior fue la reducción de la carga financiera.

En una encuesta realizada en junio por Meiji Yasuda Life Insurance a 1.100 hombres y mujeres casados y que tenían hijos pequeños, el 30,5 % de los sujetos del estudio aseguraron que les gustaría tener más hijos, lo que supone un aumento de más de nueve puntos porcentuales con respecto al 21,3 % del año anterior.

El estudio refleja que el coste mensual promedio de la crianza de un niño fue de 36.247 yenes, lo que representa una disminución de unos 4.400 yenes con respecto a los 46.887 yenes del año anterior. Esto se debe al sistema de educación y cuidado infantil gratuito que entró en vigor en octubre de 2019. Meiji Yasuda Life Insurance analizó que, además del efecto positivo que ha tenido al reducir la carga de las tasas de los jardines de infancia y las guarderías, se produjo un cambio de actitud hacia la crianza de los niños debido a los efectos del teletrabajo a causa de la propagación del nuevo coronavirus.

Incluso entre los que respondieron que “quieren más hijos, pero es difícil” o “no quieren más”, el número de encuestados que citaron razones financieras como “los altos gastos de la educación” y “el alto coste de la vida” disminuyó sustancialmente en comparación con el año anterior.

El porcentaje de hombres que no tomaron ningún día del permiso por paternidad disminuyó 7 puntos con respecto al año anterior, hasta el 66,5 %. El promedio de días tomados fue de siete días. Por otro lado, el promedio de días de permiso por paternidad que las mujeres quieren que sus maridos tomen es de 94 días, lo que muestra una gran brecha entre el ideal y la realidad. Meiji Yasuda Life Insurance señala la necesidad de que los hombres tomen realmente más días de permiso por paternidad, como les gustaría a sus esposas, para que los padres puedan participar más activamente en la crianza de sus hijos.

Fotografía del encabezado: PIXTA.

Fuente: https://www.nippon.com/es/japan-data/h00846/

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