Sobre la violencia (II)

Por: Leonardo Díaz

Emergen nuevas formas de pensar y sentir el mundo que terminan normativizándose y convirtiéndose en nuevos referentes de la conducta moral como son los valores de buscar la coexistencia pacífica en un proyecto de ciudadanía común.

La disminución histórica de la violencia, tesis sostenida por el científico Steven Pinker, parece inaceptable. El siglo XX nos dejó el estalinismo y el fascismo, dos grandes guerras mundiales, los genocidios de Camboya y de Ruanda, así como los regímenes sanguinarios de Latinoamérica. El siglo XXI es testigo de un conflicto en Ucrania y de otros menos mediáticos, pero con similar secuelas de víctimas.

Estos escenarios no parecen favorecer la tesis de que seamos más pacíficos que nuestros antepasados. Sin embargo, ¿hasta qué punto, como sostiene Pinker en su libro Los ángeles que llevamos dentro, nuestra percepción del problema se encuentra sesgada por la naturaleza de nuestra mente?

El autor afirma que calculamos la posibilidad de un acontecimiento a partir de la facilidad con que somos capaces de recordar casos concretos relacionados con el mismo. Las imágenes de violencia son más fáciles de recordar porque son reforzadas por los medios de difusión masiva, sean estos la televisión o las redes sociales. ¿Acaso el tiroteo de 50 niños en una escuela no recibe más promoción mediática que la implementación de un programa que estimule el aprendizaje en el mismo centro?

En el referido texto, Pinker realiza un análisis detenido de documentos fundamentales de nuestra civilización para mostrar los imaginarios de la violencia de épocas pasadas y defiende su tesis recurriendo a datos cuantitativos que comparan los índices de violencia en sociedades pasadas y actuales.

El autor agrega un interesante argumento para explicar la disminución de la violencia: la emergencia de una actitud más sensible hacia las prácticas agresivas normativizadas en el pasado, producto de nuestro proceso de pacificación. De la misma manera en que nuestros estándares educativos son más altos en la medida en que estamos más educados, nuestros criterios de vida pacífica son más exigentes en la medida en que nos hacemos menos violentos. Por ello, no aceptamos hoy prácticas agresivas que en el pasado eran institucionales: esclavizar a individuos de etnias distintas, violar a las niñas y a las mujeres, encerrar a personas con problemas cognitivos, o golpear con instrumentos a los niños.

Pinker muestra como nuestro razonamiento abstracto ha progresado históricamente, nuestra capacidad para razonar abstrayéndonos de los detalles concretos de la experiencia inmediata (efecto Flynn), lo que ha potenciado la posibilidad de trascender los localismos y comprender con mayor claridad valores universales.

En este sentido, apuntamos a un progreso moral al ser capaces de comprender relaciones y valores que eran ajenos a formas de conceptualización del pasado típicas de las moralidades tribales. Esto no significa un progreso moral rectilíneo -es obvio que hoy existen dichas moralidades y tienen gran influencia- sino un proceso mediante el cual emergen nuevas formas de pensar y sentir el mundo que terminan normativizándose y convirtiéndose en nuevos referentes de la conducta moral como son los valores de buscar la coexistencia pacífica en un proyecto de ciudadanía común, no maltratar a los animales o cuidar el medioambiente.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/sobre-la-violencia-ii-9073050.html

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