6 infografías para construir un futuro educativo de calidad: ideas de Andreas Schleicher 

Por Fundación Santillana

“Si todo lo que hacemos es enseñar a nuestros niños lo que sabemos, puede que recuerden lo suficiente para seguir nuestros pasos, pero si les enseñamos a aprender, pueden llegar donde quieran”. Esta frase resume mucho de lo que Andreas Schleicher quiere para el futuro de la educación. El conocido físico y promotor del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de la OCDE y toda una autoridad en cuestión de política educativa a nivel internacional, está considerado como una de las personas del mundo que más experiencia acumula entorno a la educación e incluso con proyección internacional.

Una de las claves de Schleicher es que los centros educativos del futuro tendrán la misión de ayudar a los estudiantes a pensar por sí mismos y a cooperar con los demás, mostrando empatía, tanto en el ámbito laboral como en el cívico. Asimismo, deberán apoyarlos para que desarrollen un sentido sólido del bien y del mal y la sensibilidad hacia las peticiones de otras personas.

La visión de Andreas Schleicher  es la que comparte la Fundación Santillana, por ello acaban de publicar en español el libro del experto, Primera clase. Cómo construir una escuela de calidad para el siglo XXI, donde analiza numerosos ejemplos de éxito de los que se puede aprender y observa de manera crítica las buenas prácticas en nuestros propios sistemas y en otros lugares con el fin de entender qué es lo que funciona en cada contexto. Todo ello desde la perspectiva de un físico que pretende que la educación sea considerada como una ciencia.

FundSantillana_PrimeraClase_portadaMiguel Barrero, director de la Fundación Santillana Educación, afirma de Schleicher que es “el mayor trotamundos educativo de la historia, que vuelca en este libro toda su experiencia después de décadas viajando por el mundo y estando en contacto con infinidad de expertos educativos, desde autoridades gubernamentales a directores de colegios de todo el mundo. “Se convierte en una lectura imprescindible para todo aquel que esté convencido de que la educación puede mejorar y cambiarse”, afirma Barrero, que con este libro comienza una etapa al frente de la Fundación Santillana donde se inicia una revisión conceptual y estratégica con un programa para los próximos 3 años en los que se centraran en constituir una plataforma de colaboración donde generar conversación entorno a la escuela del S. XXI. Y donde se tomará como eje el perfil de las habilidades y competencias que debe tener un ciudadano del siglo XXI. Todo ello con la aportación clave de Iberoamérica que aportará su propia visión y personalidad participando de modo activo en ese debate de cómo debe ser la escuela del futuro.

· Puedes descargar el libro aquíDescargar e-book

La propuesta de Schleicher queda visualmente clara a partir de estas infografías que apoyan significativamente el texto del libro y coinciden con los capítulos planteados por el autor.

1.- De la escuela del pasado a la del siglo XXI. Ofrece una comparativa de lo que ha sido hasta ahora la enseñanza frente a las nuevas tendencias y también aporta los valores necesarios que hay que trabajar con los alumnos en esta nueva perspectiva.

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2.- Falsos mitos que impiden la mejora de la educación. Reúne toda la serie de tópicos negativos que han rodeado el ecosistema educativo y que el autor se empeña en desterrar.

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3.- Características de los sistemas de educación de éxito. Qué es lo que hace que el aprendizaje funcione.

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4.- Los mejores sistemas de educación. La base que hace que estos sean los 5 mejores sistemas educativos del mundo, éxito que se atribuye, entre otras cosas, al contexto sociocultural de cada país.

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5.- Profesores del S. XXI. Las características que debería tener un educador innovador y que principalmente se centrar en mantener una autonomía profesional y apoyar la cultura colaborativa con sus colegas de profesión.

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6.- Próximos pasos. El autor recopila pasos que interesa hacer a partir de ahora para producir el cambio.

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Fuente: http://toyoutome.es/blog/6-infografias-para-construir-un-futuro-educativo-de-calidad/43411

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«Los adolescentes no deberían recibir clases en la mañana»

Uruguay / 15 de octubre de 2017 / Autor: Gabriel Pereyra / Fuente: El Observador

La psicóloga y neurocientífica cubana, Vivián Reigosa, señala también que en la educación, para «consolidar la huella de memoria», la siesta en las escuelas puede ser muy buena

Está bien que los niños cuenten utilizando los dedos. Está mal que los adolescentes vayan a clases a las 7 y media de la mañana. Estas son algunas de las conclusiones que las neurociencias pueden aportar a los métodos educativos. Así lo dijo a El Observador la psicóloga y neurocientífica cubana Vivián Reigosa, quien llegó a Uruguay invitada por la organización Eduy21 para dar una charla.

¿Qué son las neurociencias?

Las neurociencias son un montón de disciplinas que hacen sinergia para poder responder preguntas sobre el cerebro.

¿Cuál es el aporte que le puede hacer a la educación?

Las neurociencias tienen algo muy importante para la educación, y es que una de las preguntas que debe responder es cómo el cerebro aprende. Las neurociencias a nivel molecular hasta el nivel conductual, han hecho experimentos para saber cómo se aprende. Un artículo que leí hace una semana del Banco Mundial decía que escolarizar no es lo mismo que aprender. Hay que ir con cautela en la sinergia entre neurociencias y educación. Un psicólogo inglés dice que establecer una relación entre neurociencias y educación es establecer un puente entre aguas turbulentas.

¿Por qué?

Desde el punto de vista epistemológico son disciplinas totalmente diferentes y muchas veces los hallazgos de las neurociencias con aplicaciones en la educación están encriptados con el lenguaje que las neurociencias suelen usar y llevar eso a la educación tiene sus peligros. Tratando de simplificar esa jerga técnica y tratando de hacerlo más entendible se puede caer en los neuromitos. Son creencias o simplificaciones cuyo origen es una evidencia científica que se va desvirtuando.

¿Por ejemplo?

Entre los educadores el más prevalente es el mito de que aprendemos mejor cuando recibimos la información a través de la vía sensorial preferente, que puede ser la visual, la kinestésica, etcétera, y esto se demostró desde hace años que no es así. Los maestros siguen pensando que los niños tienen una forma preferida de recibir la información y que si uno se la da así, será más fácil aprender. Y eso tiene una parte de mito. Detrás de un mito generalmente hay quien piensa que tiene un gran hallazgo, pensamientos hiperoptimistas que provocan que el mito aparezca. Hay estudios en Europa en China, en Turquía, con maestros preescolares, y en todos los casos el maestro tenía que decir si determinada afirmación era verdadera o falsa y más del 90% dijo que era cierto el mito del estilo de aprendizaje. Las personas tenemos preferencias para recibir la información por vía visual, auditiva o kinestésica. Un estudio muestra que a través de 17 métodos de enseñar por vía preferida que no hay diferencias entre quienes lo están aprendiendo por la vía preferida que quienes no. Aunque es cierto que el cerebro tiene determinadas áreas en el procesamiento del gusto, el olfato, la audición, y hay un alta conexión entre esas áreas, por lo que cuando uno exhibe una información por un área, como están conectadas transmite esa información y todas actúan. Pero no es mejor aprendizaje el que se haga por el que el niño prefiere.

Si los estudios dicen que a los 20 minutos de una clase el cerebro ya empieza a desatender, ¿por qué no se aplica eso en la extensión de las clases?

Estamos viviendo el período del establecimiento del puente entre las dos disciplinas. Los neuromitos están mostrando que hay un interés de la dos disciplinas de hacer sinergias. Hay docentes y decisores políticos que están atendiendo y tratando de manera aislada de aplicar esto. El Banco Mundial dice que una de las maneras de que los niños aprendan es basar las prácticas educativas en la evidencia, en las que salen de la educación y las que salen de la neurociencias. Pero sin ansiedad. Las neurociencias pueden aportar información valiosa más en el cómo que en el qué. Por ejemplo, sabemos que tenemos sistemas neurales que son sensitivos al procesamiento de cantidades en forma aproximada y que no necesitamos lenguaje ni símbolos para poder determinar cuándo hay más o menos en ciertos conjuntos, sin necesidad de contar. Es una propiedad del sistema nervioso el procesamiento aproximado. Y se puede capitalizar ese conocimiento del ser humano para enseñar conceptos aritméticos y cada vez que se puede capitalizar enseñanzas, como el uso de los dedos para contar. Hay manuales que dicen que hay que evitar el uso de los dedos, sin embargo las neurociencias tienen hallazgos bien importantes en sentido contrario, por lo que sí está bien hacerlo. La representación de los dedos está cerca de las magnitudes numéricas, cuando uno trabaja sobre los dedos permite fortalecer los circuitos neurales que tienen que ver con la representación de las cantidades numéricas. Enseñar las matemáticas con un ábaco sería muy bueno y las neurociencias lo fundamentan desde un punto de vista neuronal. A finales del siglo pasado hubo una tremenda guerra entre el método fonológico y el global visual para enseñar a leer. Y las neurociencias lo respondieron haciendo seguimientos en niños y se encontraron que tenemos sistemas neuronales para procesar el lenguaje oral, que se adquirió mucho antes que la lectura. En las redes neurales que se construyen a partir de aprender a leer, se encontró que el niño empezaba a leer por el sistema de la decodificación fonológica, que es que cada grafema tiene un sonido y se ensamblan los sonidos y así llego al significado, de la misma forma que si escribo la palabra. Una forma es la decodificación del fonema o la vía natural y luego se forma la red de procesamiento visual de la palabra, pero primero es una y luego la otra.

¿Lo que no pasa en edades tempranas al cerebro, ya no puede pasarle luego?

Es otro neuromito. Hay períodos sensitivos en los que se está más preparado para recibir determinados aprendizajes. Esos períodos sensitivos cuando pasan no se cierran porque hay plasticidad neuronal que permite que el cerebro establezca nuevas condiciones, aumentando volúmenes de materias gris o materia blanca.

¿Y cómo se vincula eso con lo sensitivo en la relación parental?

Eso ya es otra cosa más compleja, la atención parental. En términos sensitivos existen períodos complejos en los que aparecen picos a lo largo de toda la vida, fundamentalmente en los 30 primeros años. Antes se pensaba que si a los 3 años no recibías información, eso te marcaba, pero ahora se sabe que las funciones ejecutivas son las que dirigen y regulan lo que hace el resto del cerebro, que están en la corteza prefrontal y que está relacionado con la memoria, la planeación, la resolución de problemas. Y esa se está desarrollando hasta los 30 años. Fíjate qué ventana de tiempo. Ese es el concepto útil para la gente que enseña. El impacto de la relación parental tiene que ver con otras cosas.

Hoy mismo estaba leyendo el tema de la pobreza que se relaciona mucho con eso. Hay una relación importante entre el desarrollo de la corteza prefrontal y los estilos parentales en los primeros años de vida. Ahí vemos las influencias del medio en esa zona del cerebro, porque la pobreza es un amplio espectro que va desde factores de estrés psicológico pero también físico o ambientes tóxicos. Cuando recibes injerencias del medio positivo el cerebro se organiza de una forma y si son negativas lo hace de otra. Por eso, en esos 30 años hay factores que pueden cambiar el cerebro por factores externos.

¿El uso de ritalina por el déficit atencional responde a un sobrediagnóstico?

Creo que efectivamente existen manifestaciones de deficiencias atentivas debido a deficiencias en el desarrollo de las funciones ejecutivas que son las que se realizan por la corteza prefrontal. Pero creo que sí, que hay un sobrediagnóstico, primero porque no se usan las herramientas más precisas para diagnosticarlo sino herramientas clínicas que ven la punta del iceberg y no buscan las causas; y además hay una industria farmacéutica que se beneficia de eso. En las neurociencias vinculadas con los procesos de educación rara vez he escuchado a un profesional que hable de medicamentar. Hay una sinergia negativa entre el saber clínico y las farmacéuticas y hay un tratamiento exagerado con los medicamentos.

¿Qué recomienda usted?

Creo que con niños que tengan un comportamiento conductual que interfiere su vida diaria se pueden aplicar métodos que no lleven a un tratamiento medicamentoso, aunque hay expresiones de estas que sí lo deben llevar. No soy antimedicamentos, pero en preescolares hay sistemas con buenos resultados de fortalecimiento de funciones ejecutivas a aplicarse antes de que estén ante las exigencias escolares.

¿Qué estrategia básica aplicaría en el aula a partir de lo que saben las neurociencia?

Las neurociencias pueden aportar en el cómo enseñar. Ya hablamos del tiempo de clases, de capitalizar enseñanzas en procesos más complejos en lectura, pero voy a decir más: las neurociencias tienen evidencia sobre algunos promotores de consolidación de la memoria, que son importantes para el aprendizaje, y uno de esos promotores es el sueño. La neurociencia está promoviendo que en la escuela se comience a pensar en una organización escolar en la que se favorezca la siesta. Pero no cualquiera, sino basado en principios que demuestran cuáles son los mejores momentos para tomar esa siesta que permite consolidar la huella de memoria. Sería que la siesta esté dentro del proceso de aprendizaje, eso ni siquiera es dinero. Hay otra que sí tiene un costo importante: los adolescentes no deberían tener clases temprano en la mañana. Está probado que en la adolescencia media hay cambios en el reloj biológico y en los adolescentes lo relacionado con el sueño se retrasa dos horas en relación con los niños y los adultos. Entonces, cada vez que uno pone a un adolescente a recibir clases a las 7 y media de la mañana está violentado los procesos biológicos de aprendizaje. Se han hecho experimentos en los que se le modificaron los horarios y los rendimientos han mejorado de forma significativa. En Estados Unidos están tratando de promoverlo porque hay evidencia, pero ni los padres, ni los decisores políticos lo quieren mucho porque eso cambia la vida de todo el mundo, los padres trabajan, el maestro no se queda hasta más tarde y ahí empiezan otros problemas.

Fuente de la Entrevista:

http://www.elobservador.com.uy/los-adolescentes-no-deberian-recibir-clases-la-manana-n1128985

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En Chile: Estudiantes secundarios lanzan “Cuaderno de Educación No Sexista”

América del Sur/Chile/elciudadano.cl/

El sábado pasado fue el lanzamiento del Cuaderno de Educación No Sexista” realizado por estudiantes secundarios de distintas regiones del país, con apoyo de Amnistía Internacional, y donde se comparten conocimientos y metodologías prácticas para una educación sexual laica e integradora de la diversidad sexual. “Durante esta jornada informaremos a la comunidad de los avances que los estudiantes queremos lograr dentro de la educación”, afirmaron sus organizadores, donde participan estudiantes de liceos públicos emblemáticos.

A través del “Festival Traficando Placer” estudiantes secundarios organizados en secretarías y colectivosbuscaron “abortar los mitos sobre sexualidad” en la educación. Durante esta jornada se realizó el lanzamiento del “Cuaderno de Educación No Sexista: Abortando los mitos de la sexualidad”, un material de lectura que contiene diversas actividades prácticas e informativas para educar sobre derechos sexuales y reproductivos. El cuaderno es el resultado de talleres de educación sexual con estudiantes de Santiago, Concepción y Magallanes que fueron realizados por otros estudiantes activistas de los derechos sexuales y reproductivos.

Durante los últimos años se han destapado graves situaciones de violencia sexista contra estudiantes: más de 70 denuncias de violencia sexual en el Liceo 7 de Providencia y otros casos de hostigamiento que afectan la vida de estudiantes trans, lesbianas y gays. El “Festival Traficando Placer” es una respuesta de secundarias que están a favor de los baños mixtos y la educación en la diversidad sexual, y que se oponen a que los colegios impongan de forma obligatoria una visión religiosa sobre la sexualidad.
Fuente: http://www.elciudadano.cl/educacion/estudiantes-secundarios-lanzan-cuaderno-de-educacion-no-sexista/08/14/
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Expertos alertan sobre los estilos de aprendizaje

America del Norte/EEUU/ObservatorioITESM

Un nuevo estudio advierte que el enfoque de estilos de aprendizaje puede simplificar la cognición humana y proporciona recomendaciones equivocadas, teniendo como consecuencia resultados dudosos o negativos para los estudiantes.

Los estilos de aprendizaje son una serie de teorías que plantean que la educación debe personalizarse para que cada individuo saque provecho de sus fortalezas de aprendizaje. Este enfoque ha tenido una gran influencia en la educación, a pesar de ser duramente criticado.

El estudio «Learning styles theory fails to explain learning and achievement: Recommendations for alternative approaches» señala tres problemas críticos de este enfoque:

  • No tiene un marco de referencia claro
  • Tiene problemas de medición
  • Le falta vincular los estilos de aprendizaje con los resultados

En un análisis del estudio, Carolina Kuepper-Tetzel advierte que la personalización de la educación puede tener consecuencias negativas para los estudiantes y, además, identifica tres ideas erróneas y proporciona alternativas:

No existen personas verbales vs. visuales, sino formas múltiples de aprender. La combinación de representaciones verbales y visuales permitirá un mejor aprendizaje.

No hay estilo concreto vs. abstracto, sino expertos vs. novatos. Las diferencias individuales se explican mejor por los conocimientos previos y la experiencia de la persona.

No hay estilo impulsivo vs. reflexivo, sino personalidad y procesos cognitivos universales. Esta dicotomía está equivocada porque otras combinaciones de velocidad y precisión son válidas.

Sumado a este estudio, un grupo de académicos criticó los estilos de aprendizaje al argumentar que carecen de pruebas suficientes y no deben ser implementados.

Fuente: https://observatorio.itesm.mx/edu-news/innovacion-educativa/expertos-advierten-estilos-de-aprendizaje

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Dejad de propagar el Mito de los Estilos de Aprendizajes.

Por: Evidencia en la Escuela. Paul A. Kirschner.

Resumen

Los seres humanos nos diferenciamos unos de otros en multitud de formas, y como tal, nuestras preferencias varían en cuanto a música, alimentación o aprendizaje, por ejemplo. Como resultado, a muchos estudiantes, padres, profesores, administradores, e incluso investigadores, les parece intuitivamente correcto decir que como las personas prefieren aprender de forma visual, auditiva, cinestética, u otras, deberíamos adaptar la enseñanza, las situaciones y los recursos educativos a estas preferencias. ¿Es esto un problema? La respuesta es un rotundo ¡Sí! En términos generales hay varios problemas importantes con respecto a los estilos de aprendizaje. En primer lugar, hay una gran diferencia entre el modo en que alguien prefiere aprender y lo que realmente le lleva a un aprendizaje eficaz y eficiente. En segundo lugar, las preferencias de estudio no son estilos de aprendizaje. La mayoría de los llamados estilos de aprendizaje están basados en clasificar a las personas en grupos. Sin embargo, los estudios objetivos pocas veces tienen en cuenta que una persona se puede asociar a distintos grupos. Finalmente, casi todos los estudios que presentan pruebas sobre estilos de aprendizaje, no satisfacen los criterios elementales de validez científica. Basado en la evidencia científica, este artículo pide a profesores, administradores e investigadores, que dejen de propagar el mito de los estilos de aprendizaje.

“Ninguna suma de creencias hace de algo un hecho” – James Randi

“Todo hombre tiene derecho a su propia opinión, pero ningún hombre tiene derecho a equivocarse en sus actos” – Bernard Baruch[1]

A continuación, un comentario invitado para esta revista, que además pretende servir de carta abierta a todos mis colegas académicos que investigan en esta área de conocimiento, a editores, a miembros de consejos editoriales y/o a revisores de revistas científicas como esta. En 2013 publiqué un artículo en Educational Psychologist con mi buen amigo y colega Jeroen van Merriënboer titulado “¿Saben realmente los estudiantes lo que es mejor para ellos? Leyendas urbanas en educación”. En dicho artículo discutimos una serie de leyendas urbanas que influyen en la enseñanza y la educación, tales como los estilos de aprendizaje, los nativos digitales, la multitarea, la pirámide de aprendizaje, entre otras. Basado en un tuit mío relacionado con un artículo publicado en Computers & Education, los editores se dirigieron a mí de la siguiente manera:

El 18 de agosto usted tuiteó: “¡La revista científica Computers & Education publica bulos sobre estilos de aprendizaje! ¿Cuándo los editores van a parar este absurdo?” Esto se relacionó con el reciente artículo  sobre estilos de aprendizaje en nuestra revista.

Creemos que los lectores de nuestra revista estarán interesados en una indagación más detallada sobre los estilos de aprendizaje, por lo que queremos pedirle que escriba un “comentario invitado” sobre este tema.

La esencia de mi crítica a los estilos de aprendizaje es que no hay una base científica real para la proposición (más bien debería ser considerada una creencia) de que (1) un alumno tiene realmente cierto estilo de aprendizaje óptimo, (2) este es consciente de cuál es su estilo de aprendizaje personal y/o hay una manera confiable y válida para determinar este estilo, y (3) un aprendizaje e instrucción óptimos implican, primero determinar este estilo de aprendizaje, y luego alinear la instrucción en consecuencia.

El supuesto en que se basan los estilos de aprendizaje es que los profesores, instructores, diseñadores educativos, desarrolladores pedagógicos, etc., deben adoptar el estilo de aprendizaje que, (1) los estudiantes dicen que tienen o (2) el determinado por alguno de los instrumentos existentes (por ejemplo, cuestionarios de estilos de aprendizaje), lo cual determina qué se debe tener en cuenta con respecto al estudiante, al diseñar, desarrollar, e impartir la instrucción. Al hacer esto, se facilitará un aprendizaje óptimo y se permitir el pleno desarrollo del estudiante para lograr resultados óptimos. Aunque esta idea parece intuitivamente atractiva y suena como si tuviera cierto grado de validez, hay dificultades fundamentales tanto en el diagnóstico de los estilos de aprendizaje como en la alineación de la instrucción con estos estilos. En el resto de este comentario intentaré aclarar cuáles son estos problemas.

En nuestro artículo (Kirschner y van Merriënboer, 2013) planteamos primero que los estilos de aprendizaje clasifican mal (en realidad encasillan) a los estudiantes. La mayoría de los estilos que se han “determinado” se basan en tipos. El estudiante no se asocia a un estilo basado en un conjunto de medidas en diferentes dimensiones, sino que se clasifica en un grupo específico, a menudo exclusivo (para una panorámica sobre estilos de aprendizaje véase Cassidy, 2004; Coffield, Moseley, Hall y Ecclestone, 2004,). El primer problema aquí es que la gente no puede simplemente agruparse en grupos específicos y distintos como muestran varios estudios (véase, por ejemplo, Druckman & Porter, 1991). La mayoría de las diferencias entre personas en cualquier dimensión que uno pueda imaginar son graduales y no nominales. Incluso la clasificación sexo/género que hasta hace poco se consideraba dicotómica ha demostrado ser más matizada que eso. Los defensores del uso de estilos de aprendizaje tienden a ignorar esto y usan criterios arbitrarios, como una mediana o una media en una cierta escala para asociar a una persona con un estilo específico.

Con respecto a este simple encasillamiento de los estudiantes, Barbara Prashnig (2005), quien podría ser considerada partidaria de los estilos de aprendizaje, y quien ha desarrollado instrumentos de estilos de aprendizaje, escribe que en uno de los instrumentos de estilos de aprendizaje más complejos y detallados del mercado [el Analizador de Estilos de Aprendizaje (Learning Style Analysis, LSA)] hay al menos 49 elementos diferentes… [con]… complejas combinaciones de estilos, matizadas por grados de necesidades que van desde preferencias claras a ninguna preferencia, pasando por preferencias flexibles. Dados los numerosos componentes de los estilos… no es posible etiquetar a los estudiantes simplemente seleccionando un rasgo de un estilo como predominante (p. 2).

En cuanto al número de clasificaciones (encasillamientos) que se han creado, Coffield y otros (2004) escriben que “el gran número de dicotomías en la literatura transmite algo de la confusión conceptual actual” (p. 136). En su revisión se refieren a 30 estilos de aprendizaje dicotómicos diferentes en la literatura[2] (ver Tabla 1).

El segundo problema tiene que ver con la validez, confiabilidad y poder predictivo de las pruebas de estilos de aprendizaje que se están utilizando. Stahl (1999) reportó inconsistencias y baja confiabilidad en la medición de estilos de aprendizaje cuando los individuos realizan una prueba específica en dos momentos diferentes. En otras palabras, la fiabilidad entre pruebas es bastante baja. Esto también está relacionado con la información que se utiliza frecuentemente para evaluar los estilos de aprendizaje. El método más utilizado es la autoevaluación. Infortunadamente, la idoneidad de la autoevaluación para evaluar un estilo de aprendizaje es muy dudosa (véase por ejemplo Veenman, Prins, & Verheij, 2003).

La razón es que los estudiantes no son capaces de y/o no están dispuestos a informar lo que en realidad hacen, o lo que creen que hacen. Para ilustrar la falta de fiabilidad de la autoevaluación, Rawson, Stahovich y Mayer (2016) les preguntaron a un grupo de estudiantes cuándo hicieron su tarea y cuánto tiempo trabajaron en ella. También les dieron a estos estudiantes un “bolígrafo inteligente”, el cual indicaba cuándo y cuánto tiempo trabajaban en su tarea. Si bien hubo una significativa correlación positiva (r=,44) entre la cantidad de tiempo que los estudiantes pasaron trabajando en su tarea (medido por el “bolígrafo inteligente”) y la nota obtenida por los estudiantes en el curso, no hubo correlación significativa (r=‑-,16) entre la nota y el tiempo que los estudiantes dijeron haber dedicado a la tarea. En otras palabras, no hubo una correlación real entre la autoevaluación subjetiva y la medición objetiva. Además, la mayoría de los estudiantes (88%) sobrevaloraron el tiempo que dedicaron la tarea. Por último, Massa y Mayer (2006), encontraron que cuando los estudiantes informaban su preferencia por la información verbal en lugar de la información visual, esta preferencia solo estaba débilmente relacionada con sus habilidades reales medidas objetivamente (es decir, su capacidad espacial).

Además, la forma aprendizaje preferida según las autoevaluaciones suele ser un mal indicador de la forma más eficaz de aprender; lo que las personas prefieren no es, por definición, lo mejor para ellos. Knoll, Otani, Skeel y Van Horn (2016) concluyen que los estilos de aprendizaje están asociados con aspectos subjetivos del aprendizaje, y no con aspectos objetivos. En otras palabras, cabe preguntarse si realmente los estudiantes saben lo que es mejor para ellos. Clark (1982) publicó un metaanálisis crítico con respecto a la preferencia del alumno a la hora de elegir un cierto tipo de instrucción, y encontró que con frecuencia dicha preferencia tenía una correlación negativa con el qué y el cuánto se aprendió, y que en el mejor de los casos, no existía correlación alguna. Dicho de otra manera, aquellos estudiantes que dijeron preferir una forma particular de aprender, en la mayoría de los casos no tuvieron mejores resultados usando dicha forma, o incluso mostraron peor rendimiento. Este autor usó el término matematántico[3] (del griego mathema = un estudio donde algo es aprendido + thanatos = muerte) para describir un método de instrucción que por un lado coincide con la forma favorita de aprender del alumno, pero que a la vez es improductivo o perjudicial para su aprendizaje (Clark, 1989). En tal caso, un modelo de instrucción compensatorio o incluso remedial (véase Salomon, 1971, así como Berliner & Cahen, 1973, cuando discuten las interacciones rasgo-tratamiento) es probablemente un mejor enfoque, encaminado a compensar los efectos no deseados de una predisposición o preferencia específica (van Merriënboer, 1990). Para ponerlo en un contexto diferente, mientras que la mayoría de las personas prefieren los alimentos dulces, salados y/o grasos, creo que todos estaremos de acuerdo en que esa no es la mejor dieta a seguir, salvo que pretendamos poner en riesgo nuestra salud y ganar peso.

Tabla 1. 30 Estilos de aprendizaje discutidos en Coffield y otros (2004)

· Convergentes vs. divergentes · Verbales vs. visuales
· Holísticos vs. seriados · Profundos vs. superficiales
· Activos vs. reflexivos · Pragmáticos vs. teóricos
· Adaptadores vs. innovadores · Asimiladores vs. exploradores
· Dependiente vs. independiente del campo · Globalistas vs. analistas
· Asimiladores vs. acomodadores · Imaginativos vs. analíticos
· No comprometidos vs. pujantes · Estudiantes de sentido común vs. dinámicos
· Estudiantes concretos vs. abstractos · Estudiantes aleatorios vs. secuenciales
· Iniciadores vs. razonadores · Intuicionistas vs. analistas
· Extrovertidos vs. introvertidos · Detección vs. intuición
· Pensamiento vs. sentimiento · Juzgar vs. percibir
· Cerebral izquierdo vs. derecho · Significado-directo vs. indirecto
· Teóricos vs. humanistas · Activos vs. teóricos
· Pragmáticos vs. reflexivos · Organizadores vs. innovadores
· procesadores secuenciales izquierdo / analíticos / inductivos vs. procesadores simultáneos derechos / globales / deductivos · Ejecutivo, jerárquico, conservador vs. legislativo, anárquico, liberal

Con respecto a la fiabilidad y validez de determinar el estilo de aprendizaje de una persona, Coffield y otros (2004) revisaron los 13 instrumentos más utilizados para determinar los estilos de aprendizaje con respecto a criterios psicométricos elementales, o sea, consistencia interna, fiabilidad entre pruebas, validez del constructo y validez predictiva (véase Tabla 2; Tabla 44 en su artículo).

Tabla 2. Trece modelos/instrumentos de estilos de aprendizaje y su cumplimiento de criterios elementales. (Coffield y otros, 2004; las referencias a estos instrumentos pueden encontrarse en dicho artículo).

13 modelos de estilos de aprendizaje y su cumplimiento de criterios elementales.+ satisface criterio⨯ no satisface criterio— falta evidencia o no está claro

Nota: Evaluación “externa”, o sea, no dirigida o supervisada por los autores del modelo.

Consistencia interna Fiabilidad entre pruebas Validez  del constructo Validez predictiva
1 Jackson
2 Riding
3 Sternberg
4 Dunn and Dunn +
5 Gregorc +
6 Honey and Mumford +
7 Kolb +
8 Entwistle + +
9 Herrmann + +
10 Myers-Briggs + +
11 Apter + + +
12 Vermunt + + + +
13 Allinson and Hayes + + + +

fig-1

Fig. 1. Interacción cruzada

Los autores concluyen que tres de los modelos (Jackson, Riding, e inteligencias múltiples de Sternberg) no se asociaron con ninguno de los cuatro criterios, cuatro (Dunn & Dunn, Gregorc, Honey & Mumford, y Kolb) se correspondieron con un solo criterio, tres (Entwistle, Herrmann, e indicador de tipo de personalidad de Myers-Briggs) con dos criterios, dos (Apter y Vermunt) con tres criterios y uno solo se asoció con los cuatro criterios (indicador de estilo cognitivo de Allinson & Hayes), pero este instrumento midió estilos cognitivos y no estilos de aprendizajes.

Nosotros concluimos en nuestro artículo (Kirschner y van Merriënboer, 2013):

Cuando en el diseño de la enseñanza se tienen en cuenta las diferencias entre los estudiantes, se debería evaluar las habilidades cognitivas más que los estilos de aprendizaje preferidos, porque las habilidades predicen mejor cómo las personas aprenden más eficazmente. Además, estas habilidades cognitivas deben ser medidas objetivamente en una escala ordinal, más que por autoevaluaciones subjetivas que son usadas para asociar personas con tipos en base a uno o más criterios arbitrarios.

Como un experimento imaginario, ignoremos todas las dificultades discutidas en relación con la medición y la determinación de los estilos de aprendizaje, y entonces preguntémonos si deberíamos adaptar la instrucción a los estilos de aprendizaje preferidos o determinados. Aquí, la hipótesis de los estilos de aprendizaje (Pashler, McDaniel, Rohrer, y Bjork, 2009) es importante, o sea, que se encontrará una interacción cruzada (véase Fig. 1) en la cual un tipo específico de estudiante aprende significativamente mejor con un método de enseñanza adaptado a su estilo de aprendizaje, mientras que otro tipo específico diferente de estudiante con un estilo de aprendizaje opuesto, aprende mejor con un método de instrucción adaptado a su estilo.

Por ejemplo, de acuerdo a esta hipótesis, los estudiantes que prefieren aprender de forma verbal, aprenderán mejor cuando se les enseña a través de métodos de instrucción verbales (por ejemplo, cuando se les da a leer un libro o un artículo), pero tendrán un bajo rendimiento al aprender con vídeos. En cambio los que prefieren aprender de manera visual, aprenderán mejor cuando se les enseña a través de métodos de instrucción visuales (por ejemplo, cuando se les orienta que vean un video) que cuando aprenden leyendo un libro. Lo importante aquí es que no es suficiente que se encuentre una interacción estadísticamente significativa entre un estilo y un método. Solo una interacción cruzada real se puede usar para confirmar las hipótesis de los estilos de aprendizaje.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, cabe cuestionarse si existen suficientes estudios que presenten interacciones cruzadas robustas entre estilo y método, independientemente de si se usa un modelo preferencial, correctivo o compensatorio como base de las interacciones. Infortunadamente para los partidarios de los estilos de aprendizaje, este no es el caso (véase Coffield y otros, 2004, Pashler y otros, 2009, y Rohrer & Pashler, 2012). Pashler y otros (2009, p. 105) concluyen que “actualmente, no existe una base de evidencias adecuadas para justificar la incorporación de las evaluaciones de los estilos de aprendizaje en la práctica educativa general. Por lo tanto, sería mejor dedicar los limitados recursos educativos a la adopción de otras prácticas educativas que tengan una sólida base en evidencias, de las cuales hay un número cada vez mayor”.

En contraste, una serie de estudios recientes, bien diseñados, contradicen la hipótesis de los estilos de aprendizaje. Pashler y otros (2009) afirmaron que una investigación rigurosa sobre los estilos de aprendizaje debe seguir tres pasos:

  1. Comenzar examinando el supuesto estilo de aprendizaje de los encuestados en el estudio Rogowsky, Calhoun y Tallal (2015), por ejemplo, examinando los estilos de aprendizaje visual versus auditivo.
  2. Distribuir aleatoriamente los participantes en grupos donde la mitad debe recibir una instrucción que coincida específicamente con su estilo de aprendizaje y la otra mitad, una instrucción que coincida con el estilo opuesto (por ejemplo, los estudiantes visuales de un grupo deben leer, mientras que los alumnos visuales del grupo de control deben escuchar).
  3. Asignar a todos los participantes la misma prueba.

Teniendo en cuenta estos tres pasos, Constantidinou y Baker (2002), por ejemplo, no encontraron relación alguna entre tener un supuesto estilo de aprendizaje visual y el aprendizaje de elementos verbales presentados de manera visual o auditiva. Massa y Mayer (2006) tampoco encontraron nada que apoyara la idea de que los diferentes métodos de enseñanza, enfatizando la información pictórica o verbal, eran de beneficio, de forma cruzada, para los visualizadores y verbalizadores, respectivamente. Se han encontrado resultados negativos similares para otros estilos de aprendizaje. En la enseñanza médica, Cook, Thompson, Thomas y Thomas (2009), no encontraron apoyo para la premisa de que trabajar desde los problemas a la teoría (es decir, siguiendo un enfoque inductivo) o de la teoría a los problemas (es decir, siguiendo un enfoque deductivo), conduciría a un mejor aprendizaje para los estudiantes sensores/concretos y los estudiantes intuitivos/abstractos, respectivamente. Por último, Rogowksy, Calhoun y Tallal (2015) no encontraron relación alguna estadísticamente significativa entre la preferencia por un estilo de aprendizaje particular (por ejemplo, auditivo, visual) y el aprendizaje (por ejemplo, la comprensión auditiva y la comprensión lectora).

La lista de estudios que demuestran el absurdo de los estilos de aprendizaje es abrumadora. A continuación dos interesantes citas relacionadas con el gran número de estudios sobre estilos de aprendizaje:

Para Morrison, Ross, Kalman, y Kemp (2011, p. 59), “a pesar de la extensa bibliografía sobre estilos de aprendizaje, subsisten interrogantes sobre el grado en que tales estilos pueden adaptarse a los métodos de enseñanza con algún beneficio para el aprendizaje (Knight, Halpin, & Halpin, 1992; Park & Lee, 2004; Snow, 1992).

Para Dembo y Howard (2007, p.107), “…los instrumentos de estilo de aprendizaje no han demostrado ser válidos y confiables, no hay beneficio en adaptar la instrucción al estilo de aprendizaje preferido y no hay evidencia de que comprendiendo su estilo de aprendizaje mejore su aprendizaje y sus resultados… Rogamos a los educadores que reconsideren sus prácticas de instrucción, especialmente el consejo que dan a sus estudiantes sobre los estilos de aprendizaje, y basen sus prácticas en una investigación sólida”.

Para terminar, hay cuatro conclusiones que se pueden plantear con respecto a los estilos de aprendizaje y los estudios asociados a estos:

  1. La premisa de que hay estudiantes con diferentes estilos de aprendizaje y que deben recibir instrucción utilizando métodos que coincidan con esos estilos, no es un hecho “probado”, sino más bien una creencia respaldada por escasa, si acaso alguna, evidencia científica.
  2. Hay muchos problemas fundamentales en cuanto a la medición de los estilos de aprendizaje.
  3. La base teórica para las interacciones entre los estilos de aprendizaje y los métodos de enseñanza es muy escasa.
  4. La evidencia empírica significativa para la hipótesis de los estilos de aprendizaje es casi inexistente.

En otra referencia, Coffield y otros (2004) afirman que el concepto de estilos de aprendizaje está tan mal definido que es prácticamente inútil para la instrucción. Wheeler (2011) resumió esta afirmación así: “Probablemente la única razón por la que algunos profesores (y muchas instituciones educativas) se aferran a la idea de experimentar con estilos de aprendizaje, es que es conveniente hacerlo, y que de abandonar la idea por completo, tendrían que trabajar más duro con los estudiantes”.

A esto solo puedo añadir que cuando los maestros dicen que tienen pruebas de que el uso de estilos de aprendizaje funciona, la “prueba” que dan es principalmente anecdótica. Según Rosenthal y Jacobson (1992), lo que ven y/o experimentan es, probablemente, que cuando los maestros esperan un mejor desempeño de sus estudiantes, el desempeño es mejorado. Esto se conoce como efecto Pigmalión o Rosenthal, donde unas expectativas más altas conducen a un aumento en el rendimiento. Rosenthal sostiene que tales expectativas sesgadas afectan la realidad y crean profecías auto-realizables. Relacionado con esto, Reiner y Willingham (2010) declaran:

…la teoría de estilos de aprendizaje ha logrado convertirse en “conocimiento común”. Su amplia aceptación sirve como una razón, lamentablemente, para creer en ella. Esto se acompaña de un conocido fenómeno cognitivo llamado confirmación sesgada. Al evaluar nuestras propias creencias, tendemos a buscar información que confirme nuestras creencias e ignorar la información contraria, incluso cuando la encontramos repetidamente. Cuando vemos a alguien que profesa ser un aprendiz visual y sobresale en geografía y un alumno auditivo sobresale en música, no buscamos la información que refute nuestra interpretación de estos eventos (¿Puede el alumno auditivo aprender geografía a través de la escucha? ¿Puede el alumno visual mejorar en la música viéndola?)

Newton (2015) encontró que una abrumadora mayoría (89%) de los recientes artículos de investigación, con el rango de fechas del 23 de julio de 2013 al 23 de julio de 2015, que figuran en las bases de datos de investigación ERIC y PubMed, apoyan implícita o directamente el uso de estilos de aprendizaje en la educación superior. Queremos hacer un llamamiento a la comunidad científica en esta área a hacer las cosas como corresponde. Howard-Jones (2014), presentando un estudio que llevó a cabo con Dekker, Lee, Howard-Jones y Jolles en 2012, encontró que el 95% de los profesores en Gran Bretaña, Holanda, Turquía, Grecia y China, estaban convencidos de que “los individuos aprenden mejor cuando reciben información en su estilo de aprendizaje preferido (por ejemplo, visual, auditivo o cinestético)”.

Somos creadores y guardianes de nuevos conocimientos. Lo que estudiamos y/o publicamos puede y debe tener un impacto tanto en el mundo científico en el que nos desempeñamos como en el mundo educativo al que servimos. Como tal, es nuestro deber solemne investigar y publicar siguiendo buenas prácticas científicas, independiente de resultados positivos significativos, y combatir la difusión de la pseudociencia, los mitos y las mentiras abiertas. No hay beneficio que se pueda obtener al adaptar y diseñar la educación y la instrucción a estos denominados estilos. De hecho, de acuerdo con los efectos matematánticos de los enfoques preferidos en la instrucción, puede incluso suceder que de aplicar esta práctica, los administradores, maestros, padres, e incluso estudiantes, influyan negativamente en el proceso de aprendizaje, y por ende en los resultados educativos. Con esto en mente, considero necesario, e incluso nuestro deber como investigadores y/o editores y revisores de revistas, no propagar tales mitos. Debemos salvaguardar nuestra credibilidad como investigadores, como (portavoces de la) comunidad científica y trabajar en beneficio de aquellos a quienes servimos, a saber, la comunidad científica y la ciudadanía en general, especialmente educadores y estudiantes.

Agradecimientos

Estoy en deuda de gratitud con Jeroen van Merriënboer, con quien escribí el artículo en que se basa este comentario. También me gustaría agradecer a Pedro de Bruyckere, compañero de batallas quijotescas contra los mitos y las leyendas urbanas en la enseñanza y aprendizaje, quien leyó y comentó la primera versión de este artículo.

Notas

[1] Una variante de este planteamiento es atribuida a Daniel Patrick Moynahan como “Cada cual tiene derecho a sus propias opiniones, pero no a sus propios hechos”, salvo que la referencia de Baruch se realizó hace 24 años.

[2] Si hay “solo” 30 variables dicotómicas que se pueden aplicar a los estudiantes, entonces hay 230 combinaciones diferentes de estos 30 estilos dicotómicos, lo cual significa que hay al menos 1,073,741,824 estilos de aprendizaje diferentes. Si solo contamos los niño(a)s aquí (estimados en 2 billones), esto significa un estilo por cada dos niño(a)s.

[3] Ernst Rothkopf había acuñado ya en 1970 (Rothkopf, 1970) el término actividades matemagénicas (gigneshai = nacer) para referirse a aquellas actividades que dan lugar a un proceso de aprendizaje.

Fuente: https://evidenciaenlaescuela.wordpress.com/2017/02/26/dejad-de-propagar-el-mito-de-los-estilos-de-aprendizaje-paul-kirschner/

Fotografía: google images

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