Por: Patricia Peiró
Una investigación calcula por primera vez cuántas mujeres subsaharianas han perdido al menos a un descendiente: entre el 25 y el 50%. Las expertas recalcan que el duelo es un problema de salud pública
La socióloga Jenny Trinitapoli realiza desde 2009 en Malawi una investigación de campo gracias a las judías blancas. A través de ellas, consigue que la comunidad local se exprese sobre temas que para ellos son tabú. Trinitapoli les interroga sobre la posibilidad que ellos creen que existe de que ocurran determinadas cosas: que enfermen de malaria, que puedan ahorrar ese mes o que en su vecindario muera un niño. 10 judías es sí rotundo, y ninguna es que les parece imposible. En 2010 preguntaron a 1.500 mujeres: «¿Cuántas probabilidades hay de que un bebé que ha nacido en tu comunidad este mes fallezca antes de cumplir un año?». De media, introdujeron dos alubias.
«Su previsión es superior a la tasa real de mortalidad infantil en Malawi en estos momentos que es de 60 fallecimientos por cada mil nacimientos. Las percepciones de las madres provienen de sus propias experiencias y de lo que observan a su alrededor, no de las estadísticas oficiales«, explica la socióloga de la Universidad de Chicago. Por eso, junto con su compañera Emily Smith-Greenaway, de la Universidad de California, decidió darle la vuelta a los números y diseñar un nuevo indicador: qué porcentaje de madres de las que viven ahora mismo en África subsahariana han perdido a un niño. El resultado es escalofriante. Entre una cuarta parte y la mitad de las progenitoras han sufrido la muerte de al menos un hijo. «Queríamos mostrar que estas tasas de mortalidad condicionan la forma de afrontar la maternidad de las mujeres», afirma Smith-Greenaway.
Con estos datos en las manos, las autoras aseguran que el duelo debe abordarse desde un punto de vista educativo y de salud. También indican que el número de madres que han vivido esta experiencia es un indicador más de desigualdad. Las expertas señalan que el fallecimiento de un hijo en un país rico tiene un trato totalmente diferente que si se produce en un contexto pobre, ya que hay numerosos estudios sobre cómo abordar la situación en un caso, pero muy poca información sobre cómo lo viven las madres africanas. «El duelo debe priorizarse y abordarse desde la edad escolar, además de formar parte de la agenda política como una verdadera amenaza para la salud pública en el continente», señalan.
Willibald Zeck, consultor jefe de Salud para Unicef, está de acuerdo en que el trauma de las madres normalmente es ignorado. «En muchos países de bajos y medios ingresos, las muertes fetales son muy comunes. Muchas mujeres en esos países experimentan varias a lo largo de su vida, pero no hablarán de ello. Estos casos no aparecen en ningún registro ya que muchos suceden en el hogar», apunta.
Las estadísticas oficiales de mortalidad infantil normalmente suelen dividirse en tres categorías diferentes: los bebés que no han llegado al año, los que alcanzan los cinco, y a partir de esta edad. Estas investigadoras han cruzado todos estos recuentos para obtener el dato de las madres que han experimentado la muerte de un hijo de cualquier edad. Las científicas se han centrado en 20 países de África subsahariana. Han utilizado encuestas demográficas y de salud entre 1986 y 2017 para una muestra de 747.984 progenitoras. La dificultad de conseguir datos precisos a lo largo de toda la serie y la enorme diferencia de condiciones que hay de una región a otra hace que sea imposible aportar un arco más preciso. «Sería muy difícil traducir los porcentajes a número absolutos», advierte Smith-Greenaway, «pero si tenemos en cuenta que la amplia mayoría de las africanas tiene descendencia, se podría afirmar que hablamos literalmente de millones de mujeres».
Han estudiado a las madres dependiendo de su edad, para poder analizar la evolución. El porcentaje de mortalidad infantil experimentado por las mayores, el grupo de 45 a 49 años, es mucho más elevado que entre las jóvenes. En esta franja de edad, más del 50% han visto fallecer a alguno de sus hijos. En los 90, cuando los niveles de mortalidad infantil eran todavía más altos, este porcentaje se elevaba hasta el 75% en países como Mali, Níger o Burkina Faso.
¿Por qué es tan importante el tema de la percepción de las madres? «Según el registro histórico, sabemos que las tasas de fecundidad comienzan a disminuir poco después de que la reducción de la mortalidad infantil se hace evidente para la población», explica Trinitapoli. Por eso, mientras las madres sigan viviendo esta experiencia en sus comunidades, es probable que las tasas de natalidad sigan siendo altas. Las previsiones demográficas indican que África duplicará su población y llegará a los 2.400 millones en 2050.
Con este nuevo punto de vista, las autoras del estudio publicado en la revista especializada PNAS esperan también que las medidas para garantizar la supervivencia se extiendan más allá de la primera infancia. Los adolescentes han sido tradicionalmente los grandes olvidados de las estrategias globales sociales y de salud. «Para nuestro trabajo nos basamos en dos afirmaciones sobre las que no hay duda: todo padre quiere que su hijo sobreviva y hasta ahora no disponíamos de un indicador que muestre la desigualdad cuando hablamos de la pérdida de hijos», explica Smith-Greenaway.
El descenso de decesos de menores de cinco años ha sido uno de los grandes logros de la humanidad. Según datos de la OMS, desde 1990, la mortalidad ha disminuido en un 56%. Sin embargo, alrededor de cinco millones de pequeños siguen muriendo antes de llegar al lustro en el mundo y si naces en África Subsahariana las posibilidades de que esto suceda son 15 veces más que en otra parte del mundo. Willibald Zeck, de Unicef, recuerda un dato aterrador: «Cada 11 segundos muere una mujer o un recién nacido en el mundo».
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