“El filtro tiene que estar en la cabeza, no en el ordenador o en el móvil”

Texto: Itziar Abad

La sexóloga feminista María Rodríguez aboga por enseñar a la juventud conocimientos, habilidades de comunicación, de gestión emocional y valores compartidos, para que pueda contrastar y tomar decisiones propias sobre su sexualidad..

María Rodríguez es doctora en Género y Diversidad y una de las referentes en el ámbito de la sexología feminista en el Estado español. Teniendo en cuenta que, de adolescente, le educó la Súper Pop, la Vale y su amiga Isabel, se atisba la esperanza también para los y las adolescentes de hoy. Estas no se educan ya con la Súper Pop ni con la Vale ―respetos a la amiga Isabel―, sino con el Tik Tok y el porno mainstream, que son unas vías igualmente penosas.

En esta entrevista no encontraréis las ’10 claves para una buena educación sexual’ pero, si es lo que estáis buscando, consultad el proyecto sexológico Rizoma (@rizomasexologia), coordinado por María Rodríguez, que sí contiene guías, materiales, sugerencias, consejos, alternativas al porno comercial…

“Cuando los ‘peques’ se miran los genitales en el baño saltan muchas más alarmas que cuando se casan en el recreo”

¿Cómo defines la educación sexual?

Primero, como algo necesario porque somos seres sexuados, nacemos y morimos con sexualidad y tenemos intereses y comportamientos sexuales a lo largo de nuestra vida, que deben educarse. También suelo destacar mucho, sobre todo al hablar con profesionales y familias, que la educación sexual es un derecho que tiene la infancia y la adolescencia, lo cual implica obligaciones para las personas adultas que las acompañamos. Es importante plantearlo así; la educación sexual no es algo que se nos haya ocurrido a cuatro progres que andamos por ahí con ganas de hacer cosas.

También es algo inevitable; siempre hacemos educación sexual, sin darnos cuenta o aunque no queramos. Los silencios; el no responder a las preguntas; rasgarnos las vestiduras porque está educando el porno; esa conversación random con tu madre; cómo se actuó en casa el día que te bajó la regla o los productos culturales son formas de educación sexual. ¡A mí, por ejemplo, me educó la Súper Pop, la Vale y mi amiga Isabel, que sabía siempre mucha más letra que yo!

“Pensamos que la chavalada de hoy es muy poco crítica y, cuando le escuchamos, nos damos cuenta de que no es tan así”

La cuestión no es, entonces, si debe enseñarse o no educación sexual…

La cuestión es qué modelo queremos asumir para enseñarla. Al hilo de esto, finalmente definiría la educación sexual como una tarea comunitaria, no sirve pasarse la patata caliente: el profesorado dice que debería tener lugar en casa y las familias, que mejor en la escuela. Sería increíble que todos los agentes sociales implicados en el acompañamiento de la sexualidad de la infancia y de la adolescencia pudiéramos ponernos de acuerdo y tuviéramos unos objetivos y unos contenidos comunes.

Precisamente sobre contenidos, dentro de esa materia se trabajan algunos que no pertenecen, per se, a la educación sexual, como el respeto, la autoestima, la comunicación, los consensos, los límites o el cuidado sino, qué sé yo, a la vida…

Tenemos una idea de que la educación sexual va sólo de prácticas y de encuentros eróticos. No hay más que preguntar a un grupo de adolescentes, te dirán que sexualidad es follar. Sin embargo, abarca muchas esferas: cuerpos, identidades, expresiones, orientaciones, vivencias, vínculos, relaciones, afectos, emociones… Es cierto que también existe una educación sexual que, en lugar de al ámbito sexológico, pertenece al ámbito ‘follológico’ y que la chavalada ve en Internet. Para que puedan contrastar los contenidos que consumen les tenemos que transmitir conocimientos, pero también necesitan muchísimas habilidades comunicativas —igual que las personas adultas: cómo establecer límites y hacerlos respetar, cómo tener esa conversación incómoda de la forma más asertiva posible, etcétera— y habilidades de gestión emocional porque, por ejemplo, puedes llevar bien decir ‘no’, ¿pero cómo te comes que alguien te lo diga a ti?

¿Hay leyendas que desterrar, de partida, antes de entrar en harina?

Varias; una es que las criaturas van a correr más, van a hacer las cosas antes, si reciben educación sexual. Sin embargo, hay estudios en los países nórdicos, donde esta materia existe desde los años 50, que indican lo contrario: las prácticas sexuales se retrasan bastante porque la chavalada no tiene la presión de grupo y porque ha aprendido que el placer también tiene que ver con sentir seguridad, con poder tomar decisiones libres y responsables, que es uno de los objetivos de la educación sexual. Entonces, incluso si nuestra pretensión fuera retrasar la edad de los primeros encuentros sexuales, no hacer educación sexual tampoco sería una buena estrategia.

Otra leyenda tiene que ver con que se focaliza el miedo en el porno, cuando ‘peques’ y adolescentes consumen un montón de productos audiovisuales, incluso en familia, como La que se avecina, que reproducen los mismos roles y estereotipos que el porno pero que no escandalizan, tal vez porque ahí la gente lleva ropa. Hace poco me decía un chico que en su casa no le dejaban ver Sex education, pero veían juntos El juego del calamar.

“Con adolescentes, trabajamos la diferencia entre consentir y ceder y hablamos del deseo, que está muy vinculado al placer”

¿Cómo lleva la gente adulta la educación sexual?

Todo el rato imponemos significados adultos a la sexualidad de la infancia y de la adolescencia. Por ejemplo; las criaturas de diez a doce ó trece años repiten bastante la idea de que si prometes algo, tienes que cumplirlo. Como adulta, puedes pensar “de qué chorrada estamos hablando” y, sin embargo, es algo a lo que hay que dedicarle un rato porque, en los códigos de la infancia, la promesa tiene peso. Otro ejemplo; cuando los ‘peques’ se miran los genitales en el baño saltan muchas más alarmas que cuando se casan en el recreo.

¿Aún hay bodas?

¡Hay millones de bodas en los patios de las escuelas! Pero, en este caso, se entiende fácilmente que forma parte del juego, de la curiosidad, de la experimentación a través de la que se desarrolla la infancia. A nadie se le ocurriría llamar a servicios sociales para denunciar el matrimonio infantil entre dos criaturas. Al revés; decimos: “Mira qué majos que ya están con la boda, con cuatro flores que ha cogido por ahí…”.

La mirada adulta también resta mucha agencia a la adolescencia. No sé en qué momento nos convertimos en una señora que se cruza la chaqueta y dice que la juventud está fatal. ¡Lo he oído incluso de gente universitaria, que también es joven! No somos conscientes de qué sentíamos nosotras de adolescentes, de cómo vivíamos la sexualidad, de cómo transgredíamos. Pensamos que la chavalada de hoy es muy poco crítica y, cuando le escuchamos, nos damos cuenta de que no es tan así.

¿Cómo explicas el consentimiento a las criaturas, algo que tiene muchas más aristas que el ‘sólo sí es sí’?

Con criaturas no se puede complejizar mucho. El trabajo está dirigido a que aprendan a preguntar, a responder, a que sean lo más honestas y honestos posible con lo que les apetece. Porque sucede que, a veces, decimos ‘sí’ con la boca pero ‘no’ con la cabeza, por agradar, por no herir los sentimientos de la otra persona, porque es la popular de la clase u otras cosas relacionadas con el poder que las criaturas detectan claramente. También trabajo mucho el aprender a escuchar y a observar a través de la corporalidad; podemos notar el estado de ánimo o las actidudes de alguien aunque no hable. ‘Consentimiento’ es un palabro muy difícil para las criaturas, aunque yo lo nombro para que, si lo escuchan, sepan a qué hace referencia.

“Una cosa es que el porno construya imaginario social e influya en la forma en que nos relacionamos y otra, que sea causa directa de la violencia machista”

¿Y el consentimiento con adolescentes?

Algo que detecto mucho en las chicas es una cierta incapacidad para hablar sobre sexualidad de manera explícita. En general, en los institutos veo que falta comunicación, creen que no es necesario hablar, que hablar corta el rollo. Por eso trabajo mucho la comunicación corporal. A lo mejor yo no me atrevo a decirte que me toques el culo pero, si cojo tu mano y la pongo en mi culo, no me resulta tan violento. Sobre el consentimiento, se oyen cosas como que para follar hace falta un contrato, nada diferente a lo que dicen algunas personas adultas…

Con adolescentes, además, trabajamos la diferencia entre consentir y ceder y hablamos del deseo, que está muy vinculado al placer, que es un derecho: el derecho al placer. Como parte de la metodología, no como objetivo final, considero que, en ocasiones, puede ser muy interesante currar por un lado con ellos y, por otro, con ellas. Debido a las expectativas sociales que operan en contextos heteronormativos para cada grupo, salen cosas muy distintas. Así, ellos ponen en juego todo el rato la reproducción de la masculinidad hegemónica y ellas, dada la doble moral, quedan expuestas al riesgo social, a que les llamen putas, guarras y cerdas por hablar sobre sexualidad.

¿Qué aporta el feminismo a la educación sexual?

La evidencia de que existen unas jerarquías y, también, una mirada crítica sobre ellas. No podemos pasar por alto esas relaciones de poder, que están fabricando una sexualidad ‘normal’, una verdad sobre la sexualidad humana. De lo contrario, la sexología sirve para disciplinar los cuerpos. Todo el rato se nos presenta un único modelo sexual, muy genital, coitocéntrico, finalista y heteronormativo, con unos roles de género muy estereotipados. El feminismo amplía la concepción de la sexualidad, visibiliza la diversidad existente respecto al placer, al deseo, a la orientación, a la identidad y a las relaciones.

En esta conferencia destacas que el porno es una de las industrias más rentables del capitalismo actual, por detrás de las drogas, la prostitución, la banca y el armamento. ¿Alguien puede hablar con Pornhub y Xvídeos?

Si le echamos la culpa al porno de educar a la infancia y a la adolescencia, la respuesta que vamos a querer dar es limitar el acceso. Sin embargo, eso no funcionó en lugares donde ya se intentó. A nivel macro, el control de las plataformas del porno se escapa totalmente a los Estados, porque están deslocalizadas y son globales. (En general, en el mundo, las plataformas pertenecen a MindGeek, ahora Aylo, una empresa de datos ―es decir; no filma porno, lo distribuye―, con sede fiscal en Luxemburgo). A nivel micro, pensamos en filtros y en pin parental, que la chavalada burla fácilmente porque controla un montón la tecnología.

No obstante, quiero dejar claro que tratar de restringir ciertos contenidos durante la infancia me parece estupendo, porque lo óptimo es que las criaturas consuman contenidos adaptados a sus edades. Esto podría funcionar de cortafuegos y, así, tal vez consigamos que no accedan al porno de forma involuntaria.

¿Qué medidas propones?

El filtro tiene que estar en la cabeza, no en el ordenador o en el móvil. Como la urgencia nos lleva al control, nos olvidamos de lo importante: la educación. Si el porno está educando es porque nuestro sistema educativo está fallando. Entonces, habrá que asumir responsabilidades y no echar balones al porno que, para empezar, no está hecho para educar, sino para producir fantasías eróticas y para rentabilizarlas.

“Hacer educación sexual también tiene que ver con que las personas adultas no mandemos mensajes contradictorios y con que prediquemos con el ejemplo”

¿Hay más miedo que peligro?

Los discursos alarmistas sobre la pornografía beben de un modelo sexual basado en los miedos, los peligros, los riesgos, la culpa. En mi generación se hablaba de ITS [infecciones de transmisión sexual] y de embarazos no deseados. En la anterior, de los peligros de la masturbación y ahora, de violencia sexual y de pornografía. Ocurre algo raro con esto porque los riesgos, que son una pequeña parte de la sexualidad, se convierten en el centro y se obvian los placeres, la responsabilidad y los deseos, que son lo importante.

En las escuelas y en los institutos tenemos que enseñar muchos conocimientos, habilidades y valores compartidos, como el respeto, el consentimiento, la empatía, la diversidad y la igualdad, para que la juventud pueda contrastar y tomar decisiones propias. Los valores compartidos son muy importantes. En ese aspecto, yo comparo la educación sexual con la educación vial. A nadie se le ocurriría decir que cada cual haga en su casa la educación vial que quiera; todo el mundo es consciente de la importancia de conocer y de respetar unas señales de tráfico compartidas. Si me salto un stop, me puedo llevar por delante a alguien que circula por la misma carretera.

¿Qué más propones?

Meterle caña a diferenciar el ámbito de las fantasías del de la realidad. Una cosa es que el porno construya imaginario social e influya en la forma en que nos relacionamos y otra, que sea causa directa de la violencia machista. Tenemos que hacer mucho hincapié en que las violencias son multicausales. Pensar que si acabamos con el porno vamos a acabar con la violencia machista es simplificar el problema. Por otro lado, ¿dónde queda la capacidad de agencia de las personas si creemos que reproducimos automáticamente lo que vemos? En otro tipo de productos audiovisuales se diferencia claramente fantasía de realidad y así, por ejemplo, no hay temor a que la gente aficionada a las ‘pelis’ de asesinatos se convierta en asesina en serie. Pero la sexualidad sigue siendo un tabú, a pesar de vivir en la sociedad más sexualizada de la historia, hipersexualizada.

Sobre esto hacemos un ejercicio en el instituto, cuando las y los adolescentes comienzan a tener citas y hablamos ya directamente sobre sexualidad y sobre el porno: ¿qué pasa en nuestros encuentros eróticos que no sucede en la pornografía? Salen un montón de cosas: los besos, los abrazos, las caricias, el lubricante, la incomodidad y la vergüenza, las ganas de mear, las ganas de beber (la hidratación es muy importante), que se te vayan las ganas, la risa, el pelo en la boca, la comunidad LGTBIA+, los cuerpos diversos…

Hacer educación sexual también tiene que ver con que las personas adultas no mandemos mensajes contradictorios y con que prediquemos con el ejemplo. Los ‘profes’, por ejemplo, ya pueden repetir millones de veces que no existen cosas de chicos o de chicas que, si cada vez que alguien se hace una herida en el recreo, viene Mari Carmen a curarle y, cada vez que se estropea el proyector, viene Juan Ramón a arreglarlo… En su época no tuvieron educación sexual y, a veces, no saben responder algunas preguntas o les da vergüenza. Mostrarse vulnerable ante la falta de herramientas es una manera de abordar la educación sexual, en lugar de hacer como que no hemos oído la pregunta…

Hablando de profesorado, ¿cómo encaja la educación sexual, ante la precarización paulatina de sus condiciones laborales?

Lo vive con agobio porque está supermegasaturado de tareas, fruto de la irresponsabilidad de las instituciones educativas. Si el profesorado tiene que hacer educación sexual, deberá tener menos carga lectiva o deberá haber más volumen de profesorado o de profesionales acompañando a la infancia. No pueden ser ratios de 25 en Infantil, con 4 con necesidades especiales… Por otro lado, les falta formación, la educación sexual no se aborda en los grados de Pedagogía o en el máster de profesorado para Secundaria. Las instituciones tienen que cuidar al profesorado y dotarle de los recursos adecuados. De lo contrario, ya le pueden seguir echando la culpa al porno…

EN CORTO

Lo sugerente: Lo ambiguo
Lo deserotizante: La culpabilidad
Lo pendiente: La educación sexual
Un éxito: (colectivo) La generación Z, que nos mejora
Algo como para tirar la toalla: El individualismo
Una feminista: Virginie Despentes fue la que me enganchó en la juventud
Una época: La futura
Un lugar en el mundo: Asturias

“El filtro tiene que estar en la cabeza, no en el ordenador o en el móvil”

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¿Crees que tu hijo está ‘enganchado’ al móvil? ¡Responde al cuestionario!

Por: Educación 3.0

Si tu hijo se pone nervioso cuando su dispositivo móvil se queda sin batería o se siente mal si no actualiza sus redes sociales de forma continua puede ser que tenga un problema de hiperconexión. La psicóloga Gabriela Paoli ofrece en este artículo un cuestionario para comprobar si existe un ‘enganche’ a la tecnología y ofrece diez claves para mantener una buena ‘salud digital’.

Según el último informe digital 2020 de ‘Hootsuite’ y ‘We are digital’, pasamos de media 6 horas y 43 minutos al día conectados a internet, lo que supone 100 días al año. Sin duda, la crisis suscitada por el coronavirus ha provocado que vivamos ‘más virtuales’ que nunca.

Internet se ha convertido en el ‘analgésico digital’ cuando estamos aburridos o estresados. Y esta situación, que ya viene de lejos, simplemente se ha acelerado. En un mundo de hiperconexión, paradójicamente la soledad se hace más latente y cruel, las redes sociales nos hacen vivir una vida superficial y artificial o el teletrabajo nos vuelve esclavos. En definitiva, la salud se resiente.

La hiperconexión en niños y adolescentes

En cuanto a los pequeños y adolescentes, la situación no es muy diferente. Ellos también han tenido que verse obligados a volcarse en la educación online, con la utilización de diversas plataformas y metodología nueva y desconocida para ellos y para muchas familias, que han hecho que vivamos una verdadera transformación digital en cuestión de meses. Todo esto ha generado mucho estrés, nerviosismo y frustración en casa.

Jóvenes con el móvil hiperconexión

Lo cierto es que a estas edades se necesita de las amistades, experimentar el mundo, atreverse a salir y a vivir experiencias que son fundamentales para la vida. Y no las están pudiendo vivir ‘de manera real’, sino que estas cuestiones se han pasado también al universo virtual. Es decir, no sólo están las clases online, sino además la casi exclusiva forma (virtual) para socializar o entretenerse, y todo ello, va creando las bases de sus valores, creencias e ideas sobre la vida. La sociedad aumentada de las redes sociales les hace sentirse cerca en la distancia, les va haciendo asumir, en muchos casos, personalidades virtuales, identidades idealizadas, exitosas e inalcanzables.

«La hiperconectividad a la que estamos expuestos se ha convertido en el agujero negro por donde se escapa nuestro tiempo»

Ocho preguntas para saber si tu hijo está ‘enganchado’ al móvil

Con todo esto, ¿crees que tu hijo puede estar enganchado a su dispositivo móvil? Puedes hacer este cuestionario con él para comprobarlo.

joven enganchado al móvil hiperconexión
  1.  ¿Necesitas tener el móvil en la mano o muy cerca de ti, incluso durmiendo?
  2.  ¿Consultas el móvil de forma compulsiva, aún sin recibir notificaciones o emails?
  3. ¿Sientes que si no te conectas te estás perdiendo algo? ¿Sufres ‘FOMO’ (el miedo a perderte algo)?
  4. ¿Recibes quejas de tu familia o amigos porque estás siempre con el móvil en la mano?
  5. ¿Has dejado de hacer las actividades o aficiones que solías hacer porque no tienes tiempo?
  6.  Si tienes el móvil apagado, ¿sientes inseguridad, nerviosismo o incluso ansiedad?
  7.  ¿Sientes molestias si te quedas sin batería, sin señal de datos o sin conexión de Wi.Fi?
  8. ¿Te sientes mal por no poder mantenerte actualizado de lo que ocurre en las redes sociales?

No se trata de demonizar el uso de la tecnología, simplemente es necesario estar alerta puesto que los mensajes y nuestros gestos cotidianos van dejando huella, van creando hábitos y costumbres muy poco favorables para nuestra salud.

La hiperconectividad a la que estamos expuestos se ha convertido en el agujero negro por donde se escapa nuestro tiempo, adormece nuestros sentidos, los deseos, la curiosidad… nos proporciona una sensación falsa de saciedad y gratificación.

Claves para evitar la hiperconexión (tanto en estudiantes como en adultos)

Si en su mayoría se ha respondido con afirmaciones al cuestionario, es vital tener en cuenta estas claves para evitar una sobreexposición o hiperconexión al móvil y las redes sociales.

claves para evitar la hiperconexión
  1. Clases online o teletrabajo: hay que practicar el autocontrol estableciendo franjas de horario de conexión y desconexión.
  2. Vivir conforme a tus valores: son tu brújula porque, además de guiarte, pueden ayudarte a realizar cambios beneficiosos. Prioriza tu bienestar y el de los tuyos.
  3. Desactivar las notificaciones: interfieren significativamente en tu vida cotidiana porque perturban tus rutinas, te llevan a la multitarea y pierdes concentración y eficacia.
  4. ‘Hacer limpieza’: borra aplicaciones que no uses y perfiles que no te aportan nada. Y busca tu libertad y ‘salud digital’.
  5. Retomar actividades o hobbies: te proporcionarán placer y satisfacción ya que son otras formas de segregar dopamina, la hormona de la felicidad. Así activamos otras áreas del cerebro y le suministramos un disfrute más saludable.
  6. Dedicar tiempo a estar en contacto con la naturaleza.
  7. Utilizar el ‘modo avión’ al llegar a casa.
  8. Evitar la ‘prontomanía’: si no te va bien contestar inmediatamente, hazlo más tarde, no se acaba el mundo.
  9. Activar el ‘tiempo de uso’: consiste en hacer un seguimiento diario y semanal del tiempo de conexión. O si necesitas más ayuda para reforzar tu fuerza de voluntad, existen muchas aplicaciones para controlar el tiempo de conexión y de desconexión.
  10. Utilizar Internet en la medida justa: debe servir para facilitarnos la vida, no para alejarnos del mundo real ni de las personas que nos rodean.

¡Sal de la red y vive una vida real!

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/hiperconexion-enganchado-al-movil/

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