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Catalina Bonnet Toro: Movilización social con Hambre de cambios

La presión social que crece cada día y las constantes manifestaciones no se detendrán, pues con la crisis por la llegada del Covid-19, lo único que ha puesto en la mesa, es evidenciar los vacíos que aún quedan

Existen hitos importantes en la historia de la protesta social. El mundo ha sido testigo del levantamiento de los ciudadanos, especialmente, la última década, desde el alzamiento de la primavera árabe; en sus inicios tuvo lugar en Túnez, dando inicio a que muchos países de oriente medio, salieran en su rechazo a la desigualdad en temas sociales, económicos y políticos; como Egipto, Yemen y Libia, donde sus manifestaciones, llegarían al punto de derrocar a sus líderes.

La función principal de un movimiento social es generar cambios, o expresar un descontento. Tradicionalmente se dan en espacios públicos, pero gracias a las redes sociales emergentes, la invitación a la discusión de activistas, diferentes movimientos, o cualquier ciudadano, se trasladan al espacio virtual con una voz, mucho más fuerte y, hasta global. Lo hemos visto con el movimiento MeToo, que inició como una campaña contra la violencia sexual  por denuncias contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein; o de las protestas contra el racismo motivadas por la muerte de George Floyd, un exguardia de seguridad asfixiado durante un arresto en Nueva York.

Esta ola de protestas, se permea a lo largo y ancho del planeta. Solo falta hacer memoria. Para no irse tan lejos, tenemos a Latinoamérica; aparece entonces, un movimiento estudiantil que se gestó en Chile, contra el gobierno de Sebastián Piñera en el 2011, donde se buscaba reformar el acceso al ingreso a las universidades, con una educación superior gratuita. Fin que se consiguió después de cinco años de estar en las calles, cuando la presidenta, Michelle Bachelet, puso su fin, con una frase que destacaron todos los medios, la gratuidad universitaria  “es un derecho, no un regalo”.

Pero el estallido social no se queda ahí. Esto se propagaría  como un virus desde Chile hasta Colombia, donde vemos como la “normalización de las protestas” se desata en la región. Hay que destacar que hoy América Latina es la región más desigual del mundo, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), pues se estima que de 2019 a 2020, el desempleo pasará de 8,1% a 13,5%, es decir, que habrá más de 44 millones de personas sin trabajo. Así que no es de extrañarse como se incrementan cada vez más estos actos con Hambre – en mayúscula-  por cambios reales.

Deténganse en Colombia. El descontento en el país, se hace cada vez más evidente, a pesar de que se intente desestimar las marchas pacíficas, con actos vandálicos y un uso excesivo de la fuerza por parte del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD), no se deja envolver bajo esa cortina de humo. Lo vimos durante las pasadas marchas del 21 de noviembre del año pasado. Este Paro nacional se caracterizó por una unión de los diferentes  gremios afectados como campesinos, indígenas, docentes, estudiantes, comunidades afro, mujeres, comunidad LGTBI, pensionados, transportadores, en fin parecía que todo el país obedecería al llamado del paro.  Al fin, la marcha como mecanismo de participación ciudadana, tomó su papel, y el país, lograría conmocionarse ante su gente.

La presión social que crece cada día y las constantes manifestaciones no se detendrán, pues con la crisis por la llegada del Covid-19, lo único que ha puesto en la mesa, es evidenciar los vacíos que aún quedan; vemos como la línea que divide a la clase media de la pobreza y la pobreza extrema se ha vuelto más delgada, con un escenario de 20 millones más de personas en pobreza extrema en la región. Informalidad, desigualdad del ingreso,  falta en oportunidades de trabajo, acceso a la salud y a la educación eran problemas que América Latina enfrentaba, y salen a luz, por la pandemia como lo explicó Ángel Gurría, secretario General de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).

Y si los gobiernos acataran las medidas por contrarrestar los efectos que se perciben, junto con todo lo anterior, ya podríamos hablar de reconstruir, (antes de que sea demasiado tarde),  nuestra región, con la necesidad de reinventarnos en tiempos de Covid, como podría ser desarrollar nuestro potencial agrícola, sería una oportunidad de crear un impacto positivo, pues como se ha dicho la crisis alimentaria es una realidad. Pero la respuesta podría ser América Latina, señala el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), ya que tiene la reserva más grande del planeta en tierras cultivables.  La región latinoamericana tiene un enorme potencial para aportar soluciones globales en materia alimentaria.

Hoy podemos elegir si queremos ser las víctimas de un Estado fallido, o podemos buscar soluciones, pues en medio de la tormenta es cuando se conoce al buen piloto. Quizás necesitaremos mejores líderes y, en el futuro pospandemia, pasar a la acción por todos aquellos que han salido a manifestar su descontento, su dolor, su impotencia, de no ver cambios; y terminar por proteger y defender los derechos humanos de las generaciones venideras.

Fuente: https://alponiente.com/movilizacion-social-con-hambre-de-cambios/

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Libro (PDF): Biocapitalismo, procesos de gobierno y movimientos sociales

Reseña: CLACSO

 

Los textos que presentamos están atravesados por algunas temáticas recurrentes que tienen que ver con la caracterización y consolidación del capitalismo contemporáneo principalmente en su versión financiera y especulativa, y las profundas transformaciones que en este contexto global viven los procesos de Gobierno y los movimientos sociales en América Latina.

 

Autor/a:    Compilador: Giunta, Isabella – Autor/a:  Hardt, Michael,   Mezzadra, Sandro –  Negri, Antonio –  Giunta, Isabella – Prologuista:  Cerbino, Mauro –   Cerbino, Mauro

 

Editorial/Editor:         FLACSO sede Ecuador

Año de publicación:   2013

País (es):                      Ecuador

Idioma:                       Español.

ISBN :                        978-9978-67-393-5

 

Descarga:  Biocapitalismo, procesos de gobierno y movimientos sociales

Fuente  e Imagen:    http://biblioteca.clacso.edu.ar/colecciones/saladelectura/index.php?a=q&r=1&hs=1&t=1&q=Extractivismo&j=dl&c=general&fqf=TX&Submit=buscar+en+CLACSO

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Mercado Popular de Subsistencia, gambeta a los monopolios

Por: Raúl Zibechi

Una larga hilera de brazos se agitan en el pasillo del Sindicato de Artes Gráficas (SAG), cargando cajas, bolsas y paquetes hacia el camión que las llevará hasta el primer destino, a media mañana del tercer sábado de junio. La velocidad del trasiego contrasta con la serenidad de las sesenta personas que se trabajan trajinando. La primera sorpresa, para quien desconoce este espacio, es el promedio de edad, debajo de los 30 años.

Los alimentos fluyen de mano en mano, desde bolsas de harina de 25 kilos hasta botellas de desinfectantes, paquetones de fideos o frascos con mermeladas caseras. La diversidad de productos es una característica del Mercado Popular de Subsistencia (MPS), que abarca las necesidades del millar de familias que decidieron caminar por fuera de las grandes superficies, atraídas por precios muchísimo más baratos(entre el 30 y el 50 por ciento) y por tomar el control de los productos que consumen.

“Hasta el año pasado eran alrededor de 500 familias pero con la crisis multiplicamos por cuatro el volumen de pedidos”, explica Sebastián Vázquez, uno de los iniciadores de esta experiencia.


Autogestión y solidaridad

El MPS (mps.org.uy) ofrece una “canasta combativa” de alrededor de 300 productos, incluyendo alimento veganos y para celíacos, productos de limpieza e higiene personal, textiles y artículos escolares. La canasta se va ampliando según la demanda de las familias, que al integrar el mercado popular se organizan en un núcleo barrial para realizar sus pedidos.

“El núcleo de Nuevo París somos cinco familias”, desgrana Clara. “Cada familia hace un pedido que se traslada a una planilla del barrio que enviamos a una comisión encargada de las compras”. Después del 10 de cada mes, cada familia deposita el importe de su pedido una cuenta del mercado, que gestiona otra comisión. Los productos llegan los viernes por la tarde y los sábados por la mañana a dos puntos de almacenamiento: el SAG y el Polo Tecnológico e Industrial (PTI) del Cerro.

Cada uno de los 60 núcleos envía una persona a los centros de acopio para separar los productos que corresponden a cada barrio y de allí salen en camiones hasta su destino. Hay núcleos que bordean las cien familias, sobre todo en las zonas centrales de Montevideo, pero ya empiezan a organizarse familias en la Costa de Oro y hasta en Parque del Plata.

“Cada grupo de compra tiene autonomía para decidir cómo hacen el reparto”, explica Clara. En el Club Dryco, en San Martín casi Bulevar Artigas, las familias de la zona de Jacinto Vera, Atahualpa y Goes, esperan el camión que salió minutos antes del SAG. Aquí la mayoría son mujeres jóvenes que apilan mercaderías para 80 familias, en el salón engalanado por un cantina que sería el sueño de coleccionistas de antigüedades.

Lucía lleva tres años en el núcleo de Jacinto Vera, donde se agrupaban unas 20 familias: “Desde que empezó la crisis de coronavirus, crecemos todos los meses y ya llegamos a las 80 familias, por lo que tendremos que dividirnos en dos o tres núcleos para poder manejar tantos productos”.

En el Dryco hacen el recuento para asegurarse que no hay faltantes y luego arman los pedidos de las familias, que pasan por el lugar a recoger lo que han encargado. En total, tres o cuatro horas de trabajo cada mes. El trabajo es siempre voluntario, nadie cobra nada, salvo los fleteros. Por cada 500 pesos de compra, cada familia agrega 15 pesos para el transporte y las bolsas.

El Mercado Popular funciona de modo descentralizado en los barrios y con comisiones federales en las que participan una o dos personas de cada núcleo, en lo posible de forma rotativa: logística, compras, finanzas, comunicación y propaganda, formación e ingresos. La última se encarga de la creación de nuevos núcleos, mientras la de formación organiza charlas y talleres para reflexionar sobre el consumo y, como apunta Clara, “hacernos soberanos sobre qué consumimos y a quienes le compramos”.

Fruto de esas reflexiones, más de la mitad de los productos que integran la canasta proceden de empresas recuperadas por sus trabajadores, cooperativas y emprendimientos autogestionados, colectivos y familiares.

En las etiquetas puede leerse: Cooperativa La Minga (ex trabajadores de BAO) y El Resistente de Malvín Norte, ambas de productos de limpieza; Caorsi, Molinos Santa Rosa, Mi Piace (extrabajadores de La Spezia) y Unidad Cooperaria (ex Cololó) entre las alimenticias. Llama la atención la marca Gigor, que provee buena parte del pan de molde del mercado popular, que funciona en la cárcel de Punta de Rieles gestionada por ex presos en la que trabajan los actuales reclusos.

El vínculo con las pequeñas empresas autogestionadas es una opción política y una seña de identidad del mercado popular. Siempre eligen “trabajo uruguayo” aunque una parte de los productos deban comprarlos a grandes empresas. Casi todas las prendas proceden de la textil Conacotex, una cooperativa que comenzó a funcionar en febrero 2018, integrada por ocho extrabajadoras de la empresa Everfit, en el PTI del Cerro.

Un largo camino

La propuesta del MPS surgió de la Brigada José Artigas, un colectivo de militantes frenteamplistas de base que se formó en 2009 en la zona de la Curva de Maroñas y Bella Italia, “cuando Mujica era candidato y lanzó un llamado para hacer trabajo voluntario”, rememora Sebastián. Empezaron con brigadas los fines de semana en Cabañitas, un asentamiento de la zona.

El desengaño llegó pronto. “Al ritmo que se caminaba, calculamos que se necesitarían 500 años para eliminar la pobreza y tomamos un camino propio en base a los ideales artiguistas, en el sentido de que nada podemos esperar sino de nosotros mismos”. En 2014 instalaron una “bloquera popular” para apoyar a los vecinos que estaban levantando sus viviendas, que podían utilizarla pagando sólo el costo de los materiales.

Con la decadencia de la construcción, tomaron otros rumbos. “Hicimos una encuesta en los barrios donde estaba la Brigada y decidimos armar una canasta básica con los cuatro productos principales: yerba, aceite, harina y fideos”. El MPS se estrenó en enero de 2016 con apenas 60 pedidos. Primer problema: “Como se paga por adelantado tiene que haber un mínimo de confianza. Ese mes nos dimos cuenta que no todos quieren dos kilos de la misma yerba o el mismo aceite y ya en febrero ampliamos la lista”, sigue Sebastián.

En la experiencia de Clara, la cuestión del dinero no resulta problemática porque las familias saben que el pedido les llega una semana después de haber pagado y si surge algún problema el colectivo lo va a resolver. “La cuestión participativa es la más compleja, que la gente se vaya rotando y que no sea una cooperativa de consumo, porque somos una organización social y política que trasciende las compras”.

La estructura del MPS funciona“de abajo hacia arriba”. Cada grupo envía una persona a la reunión federal una vez por mes, donde cada barrio tiene un voto. Además los núcleos se agrupan en cuatro regiones: noreste, sur, oeste y este. “En las regionales discuten la logística de cada sector, los problemas de cada núcleo, o sea los temas territoriales, mientras el federal decide las compras, pero primero se discute en los barrios”.

Uno de los debates en curso gira en torno a la necesidad de trascender a los distribuidores, de yerba o aceite, por ejemplo, ya que las grandes empresas les venden a través de sus distribuidores. “Queremos pelear para que nos vendan directamente, ya que los distribuidores no pueden ya cubrir nuestra demanda”, razona Sebastián.

En los talleres de formación explican cómo se conforman los precios y las vecinas terminan descubriendo que el intermediario se lleva la mayor parte del precio final. Prueba de ellos, es que “entre las diez mayores fortunas del Uruguay hay cuatro vinculadas a la industria y la intermediación de alimentos y que por algo las casas matrices de las grandes superficies son extranjeras”, sigue Sebastián.

 

Más allá de esta crisis

Aunque el nombre del mercado haga hincapié en lo “popular”, la realidad es más compleja. En los hechos, explican Sebastián y Clara, “la gran mayoría de las familias proceden de barrios de clase media, donde predominan profesionales y trabajadores con salario fijo, que pueden planificar la compra mensual y han reflexionado sobre su consumo”.

Reconocen que se trata de un desafío mayor. Para superarlo, se proponen “reconstruir el papel del almacén de barrio, que pueda comprarnos al MPS y le gane no más de un 15 por ciento a los alimentos. Sería una forma de reconstruir las relaciones que estaban tejidas en torno al almacén”.

En este punto, vale recordar el análisis de Immanuel Wallerstein quien, inspirado en el historiador Fernand Braudel, sostenía que lo que define al capitalismo no es el mercado sino los monopolios. “Los monopolios dominan negando la libertad e igualdad en el escenario económico”, apunta.

El verdadero mercado, o la economía de mercado, es un mundo de realidades claras y “transparentes” donde predominan “procesos fáciles de captar”. Los monopolios capitalistas son opacos, porque sus actores se introducen en circuitos y cálculos “que el común de los mortales ignora”.

En los mercados (pensemos en las ferias vecinales o en los mercados campesinos) los beneficios son exiguos y las relaciones consisten en “comunicaciones horizontales” entre productores y compradores. Por el contrario, “los monopolios son asunto de fuerza, de astucia, de inteligencia (…) pero más que nada de poder”*.

El crecimiento del MPS es alentador, tanto en la cantidad de personas involucradas como en la apertura de nuevos frentes, como la cuestión de género. Meses atrás crearon grupo de mujeres y de disidencias sexuales que participaron en la marcha del 8M. Clara ensaya una explicación: “Las encargadas del consumo de los hogares y de organizar la alimentación son las mujeres, y al entrar al Mercado se les impone el desafío de organizarse de otro modo”.

Empiezan a trabajar junto a vecinas que no conocían, descubren la cuestión de los precios y “hacen un clic”. “En los barrios populares está pasando algo interesante: una vecina compra un paquete de 25 kilos, lo fraccionan entre las vecinas y los intercambian por otros productos con las demás familias”. De ese modo, al comprar al por mayor, la diferencia de precios se estira.

Sebastián es más enfático: “El desafío principal es que el Mercado se llene de los más pobres, que se lo apropien, porque son los que más lo necesitan ya que para ellos la crisis es permanente”.

 

* “Braudel y el capitalismo o todo al revés”, en Impensar las ciencias sociales, Siglo XXI, 1998, pp. 227-237.

Fuente e imagen:  https://zur.uy/mercado-popular-de-subsistencia-gambeta-a-los-monopolios/

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Latinoamérica, El Caribe y sus Luchas

Por: Marcelo Colussi y Mario de León

 

Marco Histórico y Teórico-Crítico Reciente

En esta segunda parte del ensayo hicimos una revisión general, no exhaustiva ni extensivamente detallada, pero sí con un marco general conceptual relativamente contemporáneo, que tiene enfoques analíticos y críticos de ciertas interseccionalidades iniciales que forman parte, componen y explican los recientes movimientos y protestas sociales en America Latina y el Caribe (LAC).

Hicimos también, una breve revisión o repaso a través de un marco histórico, teórico y crítico donde resumimos algunos de los estudios mundiales, puntos de vista y opiniones de académicos, filósofos, estudiosos(as), especialistas, analistas y ensayistas sobre los movimientos y las protestas sociales, bajo la óptica de una introducción teórico-conceptual de algunas de las teorías desarrolladas desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad, las cuales han sido llamadas los Nuevos Movimientos Sociales (NMS).

Asimismo, en esta segunda parte del ensayo, en el análisis y descripción de los movimientos y protestas sociales hemos utilizado los artículos de varios investigadores y académicos, universidades, centros de pensamiento, bibliotecas e enciclopedias virtuales etc. que encontramos en la internet y que también reunimos en papel para abordar el fenómeno en la región LAC; son ellos y ellas: Vargas (2008), Millán (2009), Revilla (2010), Candón (2010), Romanutti (2012), Tricot (2012), Mejías y Suárez (2015), Mathieu (2015), Wikipedia (2015a y 2015b), Colussi (2019) Colussi y de León (2020) y Billion y Ventura (2020), entre otros y otras. Para empezar a entender las acciones desarrolladas en LAC durante las últimas tres décadas entre el siglo XX y el siglo XXI. Reiteramos que estamos conscientes que, aunque las manifestaciones de descontento, malestar y frustración social vienen de más atrás, y que se han dado y están dando en otros países del continente en LAC, nos hemos concentrado y enfocado en estos seis países nombrados arriba.

En la tercera parte del ensayo (a presentarse en breve), vamos a analizar los movimientos y las protestas sociales en Latinoamérica y el Caribe a mayor profundidad y extensión, utilizando parte de las teorías de los Nuevos Movimientos Sociales (NMS) que se presentan acá y los análisis histórico-estructurales y crítico-comparativos del posmarxismo contemporáneo, para los países escogidos de Sudamérica: Bolivia, Chile, Colombia, y para los países escogidos de Centroamérica y el Caribe: Honduras, Haití y Nicaragua, mayormente en estos últimos tres años de convulsiones, movimientos y protestas sociales en el continente.

Los Nuevos Movimientos Sociales (NMS)

Por un lado, los estudios sobre los movimientos sociales y algunas de sus manifestaciones con varios resultados incluyendo las protestas sociales de distinta índole, se han convertido en un campo de análisis propio dentro de las ciencias sociales, principalmente en las áreas de estudio de la sociología, la ciencia política y la psicología. Los mismos están influenciados por los análisis conceptuales y los estudios clásicos, posclásicos y críticos-postmodernos del Marxismo y el Funcionalismo de mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX; y de mediados del siglo XX hasta la actualidad (los cuales, mencionaremos y analizaremos a través de algunas secciones del contenido tanto teórico-conceptual como en la dinámica de los movimientos y protestas sociales, del perfil y del contexto de los países descritos en este y el siguiente ensayo).

Por otro lado, las teorías norteamericanas y europeas modernas y posmodernas ocupan un lugar central en el estudio de los movimientos sociales desde mediados del siglo XX hasta la actualidad. Entre ellas se pueden distinguir dos teorías principales: la teoría de la movilización de recursos (TMR) y la teoría de los nuevos movimientos sociales (NMS). La de NMS tiene su enfoque inicial general y dos enfoques más reducidos relativamente: el Enfoque de los Procesos Políticos (EPP) y el Enfoque de los Marcos Culturales (EMC). Cada uno de estos enfoques teórico-epistemológicos se concentra en el análisis de un tema o tópico central en particular: NMS en general, en la aparición y organización de nuevos grupos sociales de distinta índole para la acción; EPP en el proceso político que lleva a las acciones organizadas; y EMC en la identidad individual y colectiva grupal, respectivamente.

Este grupo de teorías sostienen que los movimientos de hoy son categóricamente diferentes a los del pasado. En lugar de los movimientos obreros involucrados en el conflicto de clases, de acuerdo con el modelo y los enfoques marxistas clásicos y ortodoxos, los movimientos actuales están involucrados en conflictos sociales y políticos por sectores y subsectores sociales muchas veces divididos o separados, con distintas agendas diferenciadas y movilizaciones estratégicas no enteramente relacionadas a sus visualizaciones, anhelos, objetivos y metas a lograr.

Las motivaciones para la participación en el movimiento son una forma de política «post-material», así como las identidades recién creadas, en particular las de la «nueva clase media». Autores como Touraine (1984, 1992), Habermas (1981), Offe (1985) Melucci (1989 y 1999), Buechler (1995 y 2013), e Inglehart (1977 y 2018); son los principales representantes aunque no los únicos de las teorías de los NMS y sus enfoques.

El enfoque de los NMS tuvo lugar inicialmente en Europa como una respuesta al marxismo clásico y ortodoxo, que explica toda acción social a partir de la dicotomía estructura-superestructura y que considera a la clase obrera (proletariado), como único actor de los movimientos para el cambio político, económico y social. En Europa, a partir de las experiencias de los movimientos de los ’60 (los cuales se describen abajo), la atención se dirige hacia los factores macroestructurales, como el surgimiento del Estado del bienestar y la construcción de nuevas identidades múltiples y colectivas. Estas identidades explican (sin agotarse en sí mismas, ya que son dinámicas y cambian a través del tiempo), las motivaciones individuales para participar en los movimientos y las protestas sociales con diferentes o variados objetivos y metas.

El enfoque destaca la novedad en la variedad de los movimientos sociales, confrontando a la concepción marxista clásica u ortodoxa sobre ellos, principalmente a las clases trabajadoras, como los único(s) grupo(s) directamente relacionados a la lucha de clases. De acuerdo con este enfoque, los nuevos movimientos sociales ya no se articulan basados única y exclusivamente a la clase social; sus fines no son estrictamente económicos o políticos en muchos casos, en el sentido de la necesidad primordial de tomar y/o sustituir el poder del aparato del Estado opresor y explotador. Algunos ejemplos de los NMS serían: el feminismo, el ecologismo, el pacifismo, la solidaridad internacional, la lucha contra la segregación racial, la reivindicación étnica, el movimiento estudiantil, el movimiento hippy, las movilizaciones estudiantiles de mayo del 68 al nivel mundial, etc. Estos son considerados como reacción a los cambios estructurales, en los ámbitos económico, político y cultural, de las sociedades occidentales y occidentalizadas en referencia a Latinoamérica y el Caribe, por ejemplo.

De acuerdo con Revilla, Candón y Romanutti (citados arriba); los NMS ponen de manifiesto la crisis de legitimidad de los partidos políticos, las organizaciones tradicionales y la emergencia de nuevos actores sociales debido a los cambios culturales producidos. Los nuevos movimientos ejemplifican los cambios culturales experimentados en las sociedades avanzadas. Estos cambios se manifiestan en el paso de valores materialistas a valores postmaterialistas. Estos cambios económicos, políticos y culturales explican el surgimiento de los nuevos movimientos sociales. En ellos se producen diferentes transformaciones en cuanto a los actores protagonistas de la movilización, los valores y objetivos de los nuevos movimientos, o las diferentes formas de organización y acción colectiva. Los NMS no están protagonizados por actores que se identifiquen en términos de ideología o clase social, sino en función de otros parámetros como la edad, el sexo o el género, la etnicidad o minoría racial u otras reclamaciones interclasistas.

De acuerdo también con Revilla, Candón y Romanutti (citados arriba), los NMS se relacionan con la construcción de nuevas identidades políticas sociales y económicas, las cuales entran en conflicto con las normas existentes y valores, algunos de los cuales son negados por el Estado o por el mercado principalmente. Los NMS se definen también como no institucionales y no convencionales. La teoría de los NMS destaca la naturaleza plural de los actores, la cual se localiza en tres sectores de la estructura social: la «nueva clase media» o «clase de capital humano», es decir, los que trabajan en sectores tecnológicos basados en la información, los profesionales de servicios humanos y el sector público como la educación y la asistencia o bienestar social; personas con alto nivel educativo y relativa seguridad económica. Toma en cuenta también a los grupos periféricos, y a quienes ocupan una posición marginal en el mercado de trabajo: como estudiantes, jubilados, juventud desempleada o amas de casa de clase media, y otras personas pertenecientes a la clase media tradicional.

Enfoque de los Procesos Políticos (EPP)

El EPP se centra en la importancia del contexto institucional y político que influye en la movilización. Comparte con la perspectiva anterior la concepción de la acción colectiva como una interacción estratégica entre distintos actores, que se basa fundamentalmente en el cálculo de costos y beneficios; pero mientras la primera se centra en la utilización de los recursos disponibles por el movimiento, la segunda se concentra en la disponibilidad de esos recursos en el sistema político. Dentro del mismo enfoque pueden distinguirse visiones más directamente políticas y otras que son más históricas y culturales, que introducen diversos conceptos importantes. Por un lado, desde un punto de vista estrictamente político, Tarrow (1994 y 2011) y Kriesi y Wisler (1996) utilizan los conceptos centrales de estructura de oportunidades políticas y de ciclos de protesta, los cuales responden a la apertura o al cierre de oportunidades para la movilización en el ámbito político e institucional.

Por otro lado, desde el punto de vista social, Tarrow define los ciclos de protesta como «una fase de intensificación de los conflictos en el sistema social» (1994: 263 citado por Revilla, 2010). Según él, la movilización iniciada por una «vanguardia» tras percibir un cambio en la estructura de oportunidades políticas se expande a otros grupos, que ven reducido el coste de su propia movilización, debido al primer paso dado por los anteriores, expandiéndose y multiplicándose los conflictos. Snow y Benford (1988) y Gamson (1989); señalan el aspecto más cultural, acercándose a las nociones de los NMS, con la idea de los «marcos culturales y los procesos de enmarcado» (explicados con mayor detalle abajo), por los cuales los movimientos se relacionan con las resonancias culturales. Las oportunidades políticas proporcionan incentivos para la acción colectiva, al influir sobre las expectativas de éxito o fracaso. El EPP no sólo influye en el surgimiento de la movilización en el curso de «ciclos de protesta», sino también en las formas que toma la acción colectiva en diferentes contextos.

Millán (2009) describe a Tilly (1978), quien utiliza una perspectiva histórica y cultural, para introducir el concepto de «repertorio de acción colectiva» como las formas de protesta aprendidas socialmente y que responden y se adaptan al contexto político. La perspectiva histórica y cultural se justifica por el hecho de que estos repertorios son culturalmente aprendidos. Tilly (1990) incluye también, a la violencia como una forma de participación política (la cual hasta cierto punto es común en los movimientos y protestas sociales en LAC, y se han intensificado en estos últimos años); en contra de los enfoques que explican los actos violentos como «formas irracionales» completamente desvinculadas de la política. Esta línea de investigación ha estimulado un énfasis en el estudio de la identidad y los comportamientos y los roles grupales.

De esta forma el autor (arriba mencionado), enlaza la acción colectiva violenta con los movimientos sociales, resaltando como única diferencia el cambio de repertorio (de conducta, intencionalidad y agresividad); de la confrontación por medios violentos, como consecuencia de importantes cambios económicos y sociales afectando muy negativamente en un espacio tiempo regularmente largo o prolongado (como ha pasado en LAC, debido a las políticas neoliberales de ultranza o a la corrupción extendida, por ejemplo). El autor define también, los repertorios de acción como los «canales establecidos en los que pares de actores efectúan y reciben reivindicaciones que afectan a sus respectivos intereses». Qué hace la gente para protestar, ello está determinado por lo que sabe hacer, esto es, por la memoria colectiva y las culturas de movilización aprendidas a lo largo de la historia. Toman las estrategias que han tenido éxito, o las que mejor se adaptan al contexto actual. La evolución del repertorio se produce lentamente con innovaciones en los márgenes. Sin embargo, los cambios profundos en los repertorios se producen a largo plazo.

Enfoque de los Marcos Culturales (EMC)

En los últimos años de la década de 1990, Melucci se centró en la creación de ‘identidades colectivas’ como el propósito de los movimientos sociales, especialmente los «nuevos movimientos sociales». Jasper (1998) propició la colocación de las emociones, en la agenda intelectual para muchos estudiosos/as e investigadores/as de los movimientos y las protestas sociales; y ha continuado analizando la dinámica emocional de la protesta en los años posteriores. Ha argumentado también en esta última década, que los movimientos sociales proporcionan a los participantes la oportunidad de elaborar y articular sus intuiciones y principios morales, ya sea para sí mismos o en contraste hacia otros grupos, ya sean estos grupos afines o antagónicos. Goodwin, Jaspers y Polletta (2000), reconocieron la importancia de las emociones en los movimientos sociales y desarrollaron la idea de la ‘dinámica emocional’ de forma más sistemática. Los mismos autores (2000) critican el paradigma de la ‘oportunidad política’ anteriormente dominante, utilizando el enfoque cultural de Jasper, han demostrado que la oportunidad política es demasiado estructural como concepto, dejando de lado significados, emociones y agencias individuales y colectivas que se alinean, (importantes elementos, para entender algunas de las formas, dinámicas y manifestaciones colectivas con diferentes grados de intensidad al nivel global y al nivel regional en LAC).

Jasper (2006), nuevamente argumentó que la interacción social estratégica, tenía una lógica importante que era independiente de la cultura y la estructura, subyacente a los dilemas estratégicos de/en lo que sucede en la vida real. La interacción social desarrolla un vocabulario, un entendimiento, una identidad y una lógica de las circunstancias y del ambiente dentro de los movimientos y las protestas que se generan. Todos estos elementos sirven para concretar acciones y afianzar el compromiso estratégico de una manera cultural, emocional y auténtica. Emirbayer y Goldberg (2005) escribieron también de manera similar, sobre las emociones y los movimientos sociales, derivando sus ideas de la historia del pensamiento sociológico (compromisos, objetivos y acciones estratégicas para lograr cambios). Cefaï (2013), por su lado, llegó a conclusiones similares acerca de la síntesis del pensamiento, las culturas intrínsecas y las acciones colectivas en los movimientos sociales.

Parece ser que los «marcos cognitivos», social y políticamente compartidos, son procesos colectivos de interpretación, atribución y construcción social que median entre la oportunidad y la acción. Los activistas tienden a veces, a sobreestimar el grado de oportunidad política, y de esta forma, las percepciones poco realistas de lo que es posible que puedan alterar como lo posible concreto. Se tiene entonces, que los propios movimientos son capaces de crear por sí mismos estas oportunidades y coyunturas de cambio a distintos niveles de una estructura social. El concepto de «marcos de interpretación» introducido por Goffman (1974), los define como el «conjunto de orientaciones mentales que permiten organizar la percepción y la interpretación de hechos sociales significativos». Gamson (1988)por su parte, aplica el concepto de Goffman a los movimientos sociales denominando «marcos de acción colectiva» a los esquemas interpretativos que inspiran y legitiman la acción de los movimientos sociales (descritos más abajo).

En el seno de las organizaciones y movimientos sociales, se generan ‘entendimientos y sentimientos compartidos’ como resultado de la negociación de significados y sentimientos preexistentes acudiendo a la sabiduría popular, la experiencia o elementos de la cultura política de la comunidad, a la identidad étnica, cultural y social; los cuales se configuran de manera intersubjetiva durante el mismo proceso de la acción colectiva (la mayoría de los movimientos por la reivindicación étnica y cultural ancestral en varios países y regiones de LAC, pueden ser un ejemplo). La definición de la situación a la que lleguen los distintos actores sociales tomará forma en distintos tipos de marcos interpretativos, siguiendo un esquema básico de problema, causa y solución a través del cual se desarrollan en múltiples niveles.

Los marcos de injusticia o marcos de diagnóstico definen el problema y sus causas e identifican a los responsables; son orientaciones cognitivas y afectivas que hacen que un movimiento interprete una situación como injusta. El marco de pronóstico (objetivos y metas posibles de alcanzar), define la estrategia apropiada para solucionar el problema planteado, la capacidad de agencia o la conciencia del movimiento respecto a las perspectivas de éxito y eficacia de su acción para transformar esa realidad identificada como injusta.

Por último, el marco de la identidad realza el sentido y sentimiento de la pertenencia al grupo y el reconocimiento colectivo que permite al movimiento construir una autoconcepción de sí mismo como actor social diferenciado de sus adversarios. El marco de la identidad introduce así un elemento central de la teoría de los NMS, la identidad colectiva, que destacará cómo el hecho de sentirse miembro del grupo supone una motivación para lograr sus objetivos y metas, por parte de los activistas. Hirschman (1991) por su parte, distingue dos tipos de retórica que fijan la posición de los actores sociales ante una determinada controversia: la retórica reactiva, desarrollada por los agentes sociales que optan por la inactividad, destacando el riesgo, la futilidad y los efectos perversos que puede acarrear la acción colectiva; y la retórica del cambio, desplegada por los movimientos sociales que apuestan por la movilización resaltando la urgencia, actividad y posibilidad, animando a emprender acciones colectivas.

Snow y Benford (1988) introducen el concepto de «alineamiento de marco» (definido como la unión del individuo y las orientaciones interpretativas de los movimientos), que hacen que los intereses, creencias y valores de los sujetos sean congruentes y complementarios con la acción e interpretación del movimiento como tal. Así en un ciclo de protesta, diversos actores configuran una serie de orientaciones cognitivas comunes que se alinean generando un «marco de acción central o maestro», es decir, una perspectiva compartida entre diferentes actores con los que se identifican los contenidos socioculturales más generales de los movimientos sociales. Gerhards y Rucht (1992) describen los «procesos de enmarcamiento» (como esfuerzos estratégicos y conscientes realizados por grupos de personas) para construir interpretaciones compartidas del mundo y de sí mismos que legitiman y motivan la acción colectiva. Establecen una diferenciación entre «dimensiones de enmarcamiento» y «estrategias de enmarcamiento». Los movimientos dan a las demandas sociales formas más amplias a través del proceso de enmarcamiento.

Van Stekelenburg y Klandermans (2010) introducen los conceptos de «formación» y «movilización del consenso» para referirse al intento deliberado de un(os) actor(es) social(es), por crear consenso en un sector de la población y destacar también la convergencia imprevista de significados en las redes sociales. Ambos investigadores describen, además, tres niveles de construcción de significados para potenciar la resonancia cultural del discurso y la movilización de consensos:

El primer nivel se refiere cómo un problema o reivindicación social adquiere una dimensión pública para ganar visibilidad situándose en la agenda pública y mediática, convirtiéndose así en un incentivo para la acción colectiva y la participación ciudadana (movimientos y protestas sociales contra la corrupción en la mayor parte de los países de LAC).

El segundo nivel se refiere a la comunicación persuasiva de las organizaciones del movimiento y sus oponentes, que pugnan para tratar de movilizar el consenso, buscando apoyo a su situación en las creencias colectivas de distintos grupos sociales para que tomen partido (movimientos y protestas sociales apoyando y rechazando el golpe en Bolivia).

El tercer nivel se refiere a la concientización durante los episodios de la acción colectiva, que tiene que ver con el impacto de la acción colectiva en la afirmación o cambio de las creencias colectivas de quienes participan directa o indirectamente (las acciones de desobediencia social contra las disposiciones gubernamentales cuarentenas o los confinamientos por la pandemia del COVID-19, de sectores muy empobrecidos e informales padeciendo hambre en muchos países LAC).

Entonces, tenemos que las teorías NMS aportan un sentido racional de la movilización social que se aleja en varios aspectos de los enfoques macro y supraestructurales y psicológicos anteriores. En sus diversas perspectivas contribuyen con una serie de conceptos clave que componen un mapa teórico básico para analizar cualquier movimiento: a) las estructuras organizativas; b) las oportunidades políticas; c) los repertorios de confrontación; y, d) los marcos culturales. Estos últimos dos conceptos analíticos, son los que utilizaremos más en esta segunda parte; vamos a interrelacionarlos con los países analizados en la tercera parte del ensayo sobre los MMS en LAC.

Los Movimientos y las Protestas Sociales en Latinoamérica y el Caribe (LAC)

En Latinoamérica y el Caribe durante las últimas tres décadas se han dado grandes movilizaciones sociales; se podría decir que este siglo se ha iniciado con una reivindicación de la política nacional y mundial mayormente saliendo a la calle. Se han presentado las demandas, se ha puesto a la defensiva, o contra la pared en algunas ocasiones, a los gobiernos nacionales, en varios países los presidentes han debido recapacitar sus medidas, dejar sus gobiernos por la puerta de atrás, o implantar medidas coercitivas o represivas. Ahora, la historia actual cotidiana ha cambiado por las medidas impuestas por casi todos los gobiernos al nivel mundial, la mayoría de los países LAC no son una excepción. empujados por las protestas sociales fuertes y continuas.

Estos movimientos, sus participantes, sus instituciones, sus procesos, sus programas y sus alcances están implicados en las luchas por la demarcación del escenario político. En estos procesos se distinguen fases y tendencias en los distintos países de la región y en las distintas áreas geopolíticas. Asimismo, ha habido cambios en los actores, las motivaciones y razones y objetivos de los movimientos y las protestas sociales; unos se han mantenido, otros han desaparecido y algunos más se han formado y consolidado en los últimos años.

De acuerdo con Colussi y de Léon (2020), en los últimos 30 años, en la región se vivió el periodo en el que los países de Latinoamérica y el Caribe «retornaron a la democracia» y la vieron consolidarse como sistema de gobierno. Los movimientos sociales fueron claves, tanto en la «oposición a las dictaduras» de corte militar, como en las «transiciones a la democracia» (principalmente en algunos países de Centroamérica y en algunos de Sudamérica). En general esas transiciones fueron formales, contrainsurgentes, prescriptivas o de fachada, según la evidencia examinada y analizada por estudiosos, académicos e investigadores.

Aunque en general los movimientos sociales producen demandas de reconocimiento por parte de los otros actores y del sistema político, en el caso de los movimientos sociales latinoamericanos y caribeños contemporáneos se involucran en la producción de una concepción más alternativa de ciudadanía. Así, estos movimientos sociales están implicados fundamentalmente en la multiplicación de escenarios públicos en los cuales se pueda cuestionar y volver a dar significado no solo a la exclusión sociopolítica, socioeconómica y sociocultural, sino también la de género, identidad étnica y ecológica, entre otras emergentes y en proceso de consolidación.

El neoliberalismo posmoderno globalizado de las últimas dos décadas, como racionalidad socioeconómica y sociopolítica, no ha servido para resolver las necesidades sociales, económicas y políticas de las sociedades en Latinoamérica y el Caribe. El «sálvese quien pueda» no funciona; la supremacía de lo individual es un gran escollo ahora que se piden esfuerzos colectivos; la cooperación colectiva está tratando de crecer y de imponerse a la competencia individualista fomentada en las últimas dos décadas. Los mercados no saben cómo autorregularse; no existe mano invisible que los regule; y tampoco se cumple el mito de que los agentes privados logran sus beneficios por asumir más riesgos dentro de la especulación bursátil. Ha nacido entonces un nuevo desorden económico global, con crísis cíclicas cada vez más recurrentes, amplias y profundas (entre las últimas, la recesión del 2008 y la actual debida en parte a la pandemia del COVID-19).

Con relación a lo anterior, Billion y Ventura (2020) han descrito varias características y relaciones sobre los NMS en Latinoamérica y el Caribe recientemente. Los NMS han sido parte importante de los medios sociales existentes para hacer visibles las reivindicaciones y demandas propuestas, y hacer notar y tratar de resolver los problemas sociales en el continente, debidos mayormente aunque no exclusivamente, al neoliberalismo globalizante a ultranza. Pero los movimientos y las protestas sociales son también mucho más que un medio: son espacios en los que se crean, recrean y transmutan las identidades colectivas.

Son la voz de la sociedad, los mensajes que la sociedad envía a los que ejercen el poder, a quienes gobiernan, a quienes están implicados en la gestión de lo público dentro del Estado en el continente. Los movimientos sociales como procesos de identificación colectiva, como ejercicios de autoafirmación y como prácticas de solidaridad grupal son, ante todo, una escuela de ciudadanía: fantasías, deseos y objetivos colectivos que van abriendo paso en la historia. No son política alternativa: son política per se. De acuerdo con Revilla (2010), ésta se manifiesta muchas veces con la siguiente dinámica de la acción colectiva:

1.La acción colectiva es la que lleva a cabo un sujeto colectivo, es distinta de la suma de acciones individuales. Por lo tanto, la dimensión individual de la acción interesa en la medida en que los individuos se constituyen en los sujetos colectivos: atribuyen significados a su acción, se reconocen en los otros y con los otros y llevan a cabo actos intencionados. Es decir, hay un vínculo necesario entre acción colectiva y acción individual, y ese vínculo es el que se reconoce como una dimensión potencial del análisis y crítica constructiva y comparativa (Ídem).

2.La acción colectiva es siempre un proceso interactivo y comunicativo; implica otros actores, recursos, capacidades organizativas, habilidades de liderazgo, circunstancias coyunturales y condiciones estructurales. Esos procesos configuran escenarios en los que se hace posible o no la acción colectiva y en los que se condiciona la forma que adopta la acción, si es que existen posibilidades de existencia (Ídem).

3.Como consecuencia de lo anterior, la existencia de agravios o condiciones estructurales o coyunturales de conflicto potencial no es suficiente para explicar la acción colectiva. El proceso de la acción colectiva es un proceso de construcción de identidades colectivas; los actores, al definir la identidad, se definen a sí mismos y sus relaciones con otros actores de acuerdo con los recursos disponibles y con las oportunidades y restricciones del medio (Ídem).

4.La acción colectiva es siempre acción racional: existe una racionalidad compartida. Cabe, por lo tanto, esperar situaciones de elección equivalentes en la historia, y también que los actores, que nunca son los mismos, se comporten, una y otra vez, de modos semejantes (Ídem).

5.En el proceso de la acción colectiva se pone en juego una dimensión instrumental y también una dimensión expresiva. Debido a la primera dimensión, la acción colectiva es el medio para alcanzar ciertos fines; por la segunda, la acción colectiva en sí misma es el fin que se pretende (la expresión de valores y conflictos, la construcción y movilización de una identidad colectiva, la demostración de la propia fuerza, etc.) (Ídem).

En el estudio de la acción colectiva en Latinoamérica y el Caribe, utilizar las teorías de los NMS, a través de la noción de ‘repertorio(s)’, es muy relevante, ya que alude no solamente a lo que los participantes hacen cuando están inmersos en un conflicto contra otros, sino a lo que saben hacer, y a lo que los otros esperan que hagan también. Es un concepto, estructural y cultural en un proceso paralelo continuo y discontinuo, puesto que los cambios fundamentales en la acción colectiva dependen de grandes fluctuaciones en los intereses, las oportunidades y las formas de organización. Éstos, a su vez, van acompañados de transformaciones en los Estados y en el capitalismo, con sus variantes en la sociedad donde se manifiestan los movimientos sociales.

Para una mejor aproximación a la comprensión de los posibles cambios en los repertorios de acción en Latinoamérica y el Caribe, es preciso detenerse brevemente en el concepto y en las tipologías de repertorios. En el análisis crítico-comparativo de los repertorios de acción en los conflictos comunitarios, conflictos étnicos, conflictos sindicales, conflictos sociales de distinta índole en Latinoamérica y el Caribe, se distinguen tres tipos básicos de «repertorios de acción colectiva». En ese sentido Revilla (2010) y Tricot (2012), nos dicen que los repertorios pueden estar relacionados con: la política convencional, la probabilidad de alterar el orden público y el riesgo de violencia potencial o real implicado en la acción. Tenemos entonces:

1. Repertorio de la acción colectiva contenida: constituye un repertorio en general conocido, comprendido y aceptado; no supone un gran compromiso e implica un riesgo escaso en su ejecución (independientemente de que sea un repertorio que se utilice en la competición electoral o no). Se basa en rutinas que la gente conoce y que son aceptadas por las autoridades, quienes pueden incluso llegar a facilitarlas. En Latinoamérica y el Caribe predominan numéricamente estas acciones en general dentro de los movimientos sociales, y regularmente ya están institucionalizadas en la sociedad y en el Estado. Las acciones concretas que se incluyen son: mítines, campañas, propaganda, manifiestos, firma de peticiones, manifestaciones, marchas y huelgas (Ídem).

2. Repertorio de la acción de confrontación: se trata de acciones que conllevan cierto riesgo de alteración del orden público o de uso de la violencia relativa de baja intensidad (daños contra la propiedad regularmente) e implican un modo de organización, unos beneficios y unos costes particulares. Son formas de acción que rompen con la rutina, sorprenden a los observadores y pueden desorientar a los gobernantes, al menos durante un tiempo. En Latinoamérica y el Caribe no predominan numéricamente estas acciones en general dentro de los movimientos sociales; la alteración del orden público es el origen de buena parte de los cambios en los repertorios y del poder de los actores. Se incluyen, dentro de esta categoría: acciones con bajo riesgo de alteración del orden público o violencia, dado que involucran escasa interacción física (huelgas de hambre, campañas de desobediencia civil, boicots); y en algunos casos, generan o se combinan con acciones de alto riesgo de alteración del orden público o violencia (ocupación de edificios, bloqueos del tráfico, pintadas y grafiti, daños a la propiedad) (Ídem).

3. Repertorio de la acción de violencia: la clave para separar la violencia en un repertorio específico se encuentra en lo que entendemos como un paso más en la escalada, ya sea de conductas individuales y grupales: la violencia contra las personas y grupos, contra estructuras, símbolos y emblemas, contra instalaciones, edificios y la infraestructura. En Latinoamérica y el Caribe no predominan histórica ni numéricamente estas acciones en general, dentro de las acciones de los grupos sociales. Sin embargo, se pueden dar y se han dado en las últimas tres décadas en el continente, coyunturas de crísis socioeconómicas, sociopolíticas y socioculturales de confrontación y antagonismo agudas, graves y extremas contra el aparato del Estado, el statu quo, o el orden impuesto en forma de dictadura autoritaria o despótica, corrupta, inclinada a la cleptocracia y a la narco-actividad, fallida o ineficiente en el manejo del sistema socioeconómico, en condiciones de represión, sojuzgamiento, polarización, control social, opresión, sobrevivencias extremas, etc.; en que la escalada de acciones y reacciones individuales y grupales, puede llegar a ser muy violenta, agresiva e incontenida (Ídem).

Aquí ya no es posible o tan fácil distinguir claramente, las categorías y los elementos del conflicto tales como la lucha, confrontación o conflicto armado, el terrorismo, la guerrilla, guerra irregular o guerra civil. No obstante, se puede distinguir en referencia a los tipos y definiciones del(os) actor(es) respecto del repertorio de acción intentada, realizada o proclamada). Se define como la utilización de la violencia contra las personas, como medio de acción colectiva, y por contraste de acuerdo con los elementos de la violencia generada, donde se distingue la diferencia entre estas acciones y el uso de la violencia «sin fines políticos» (es decir, la asociada a la delincuencia común o a la delincuencia organizada).

En Latinoamérica y el Caribe, esto tiene connotaciones e implicaciones más complejas donde la violencia común o la delincuencia o crimen organizado es una forma política y económica de control social, de un sistema de gobierno o de la estructura de un aparato de Estado. La narcoactividad, el narcoestado, la narco-economía serían algunos ejemplos concretos. En la actualidad existen condiciones para que se desarrolle con mayor frecuencia la acción colectiva contenida, que está disponible para una mayor variedad de organizaciones y para la participación de un número mayor de personas.

En cierto modo, puede que se esté dando una «democratización de la acción colectiva». En la actualidad existen los efectos de causas diversas y dimensiones entremezcladas de la acción violenta. También hay una aparente pérdida de legitimidad al repertorio de la violencia, al uso de esta. Por otro lado, en la tesis de la «normalización» se incluye la diversificación de los grupos sociales implicados en la acción colectiva, especialmente en lo que se refiere a la inclusión creciente de las mujeres oprimidas, violentadas y discriminadas y de las clases medias insatisfechas entre otros grupos.

Consideraciones y Observaciones Preliminares

Específicas

Se ha presentado en esta segunda parte del ensayo una discusión teórico-metodológica que nos servirá para analizar con profundidad y extensión el fenómeno de los nuevos movimientos sociales en Latinoamérica y el Caribe en la tercera parte, a realizarse en los países ya señalados en la introducción. Vamos a desarrollar un análisis macro sociológico y político, de contenido crítico y comparativo, utilizando una aproximación marxista postestructuralista y postmoderna. Utilizaremos también al nivel meso y micro, los conceptos de «marcos de interpretación» de Goffman (1974), y los conceptos de «marcos de acción colectiva» de Gamson (1988). En esa misma dirección metodológica, influenciados y derivados por lo anterior; vamos a utilizar los conceptos de «las dimensiones y las estrategias de enmarcamiento», y las categorías conceptuales y comparativas de «acción colectiva» y de ‘tipologías de repertorio(s)’; explicadas por Revilla (2010) y Tricot (2012) respectivamente y descritas arriba.

Los autores Mejías y Suárez (2015), nos han explicado que los nuevos movimientos sociales han adquirido experiencias, reformulando sus estrategias y focalizando sus demandas. Además, los NMS tienen una importante particularidad: la capacidad de auto reflexión y auto transformación. Incluyen una nueva manera de ejercer la democracia, una democracia que puede permitir reconstruir el concepto de ciudadanía, de participación popular, una realidad que permita reconstruir el concepto de sujeto y nuevas formas de construir y plantearse la emancipación, es decir, que sea la transformación de la práctica social llevada a cabo por el campo social de la emancipación al campo de la justicia, dignidad y ‘la verdadera democracia participativa’ donde los intereses de la mayoría sean, finalmente, la respuesta a tanta exclusión, abuso y marginación, sobre todo en un continente tan desigual y con tantas brechas como LAC.

Generales

En el contexto actual, la protesta popular de estos últimos años se ha dado no en la forma organizativa de antaño, a través de estructuras partidarias de izquierda en general, sino por medio de movimientos y protestas sociales sin mayores vinculaciones partidarias o militantes tradicionales. Quizá sin una propuesta clasista evidente, explícita, revolucionaria en sentido estricto (al menos como la concibió el marxismo clásico, como levantaron los partidos comunistas tradicionales durante los años del siglo XX). Estos nuevos movimientos sociales constituyen una alternativa anti-sistémica (movimientos por reivindicaciones diversas de género, revitalizaciones étnico/culturales, de diversidad sexual, o contra la catástrofe climática medioambiental, entre otros).

La inesperada pandemia del COVID-19 que ha llegado a todos los países abre interrogantes, más allá de los problemas estructurales complejos ligados directamente a esa crisis de salud pública. La mayor parte de los sistemas de salud alrededor del mundo están colapsados desde hace mucho tiempo; la mayoría de los países de Latinoamérica y el Caribe tienen sistemas muy limitados, débiles e ineficientes: La situación económica mundial no muestra un cambio sustancial ni trascendente, al menos de momento. Está claro que el sistema capitalista neoliberal global no resuelve (ni quiere, ni puede) los acuciantes problemas de la humanidad. Sin dudas, la pandemia contribuye a la crisis económica y social generalizada. Pero no se puede negar ni perder de vista que la crisis sistémica (comparable a la Gran Depresión de los 1930s), es anterior a la aparición de la pandemia del COVID-19.

Tal vez se pueda usar a esta última como excusa, pero no se puede olvidar que el capitalismo global, neoliberal a ultranza; ya desde fines del 2018 e inicios del presente año, entró claramente en una fase recesiva mayor a la del 2008. Las burbujas financieras y el capital financiero-especulativo explotaron una vez más, aunado a la guerra económica entre los tres bloques económicos mundiales y las dos potencias económicas globales (China y Estados Unidos), a pesar de que los medios de comunicación corporativos se abstuvieron de darle una mayor difusión y cobertura. De momento, no se puede predecir qué pasará en los meses venideros, esperar que la crisis mundial vaya a traer un cambio de paradigma y los capitales se tornen «solidarios» con el sufrimiento de la población mundial; no pasa de ser una ilusión muy ingenua o infantil.

Las explosiones populares del año pasado, tanto las latinoamericanas y caribeñas como las que se registraron en otras latitudes («chalecos amarillos» en Francia, protestas masivas en Egipto, o en El Líbano, por ejemplo) no parecen destinadas ni a terminar con las políticas neoliberales, y muchos menos a acabar con el sistema capitalista a como lo conocemos y experimentamos en la actualidad. Cantar victoria y decir que el «campo popular» triunfó, que el neoliberalismo está fracasado y se firmó su acta de defunción, es un optimismo positivista quizá muy peligroso e ingenuo una vez más. De momento los planes del capitalismo global no han cambiado, aún con la combinación de la recesión en proceso acelerada en parte por la pandemia del COVID-19.

Los planes redistributivos que se dieron a principios del siglo XIX, en algunas partes de Latinoamérica y el Caribe fueron importantes paños de agua fría para poblaciones históricamente marginadas y olvidadas, pero no constituyeron alternativas de cambio sostenibles, profundas. Todo indica que dentro de las democracias representativas no parece haber de momento una posibilidad de cambios estructurales reales y de fondo. Además, sin caer en exitismos e ilusionarnos grandemente con las puebladas del 2019, recordemos que Piñera sigue gobernando en Chile, Lenín Moreno en Ecuador, Iván Duque en Colombia, Juan Antonio Fernández en Honduras, Jovenel Moïse en Haití y Jeanine Áñez en Bolivia (así como Emmanuel Macron en Francia, Abdelfatá al Sisi en Egipto o Saad Hariri en El Líbano, donde también se dieron levantamientos populares). Y las deudas externas, aún con recesión y pandemia, siguen siendo cobradas puntualmente por los bancos acreedores.

Los acontecimientos vividos en los últimos tres años en Latinoamérica y el Caribe, hace algunos meses abren preguntas (similares a las que abrieron los «chalecos amarillos» en Francia, o la Primavera Árabe en su momento en Medio Oriente): ¿A dónde llevan estas explosiones populares?, ¿Por qué la izquierda con un planteo de transformación radical no puede conducir estas luchas?, ¿pueden ser un factor de conducción política con proyecto transformador los nuevos movimientos sociales?, ¿el enemigo a vencer es el neoliberalismo o se puede ir más allá, buscando cambiar al mismo tiempo las interseccionalidades de las reivindicaciones de distinta índole, entre diversos grupos sociales y sus movimientos, ya sea opuestos o afines? Como sea, lo sucedido a fines del año pasado, ahora suspendido por la pandemia de COVID-19, significa un momento de intensidad sociopolítica, un momento que podría deparar muchas sorpresas.

Fuente: https://www.aporrea.org/ideologia/a291798.html

Imagen: https://pixabay.com/

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Bolivia: Presidenta de facto boliviana llama a reprimir movimientos sociales

América del Sur/Bolivia/21-06-2020/Autor(a) y Fuente: www.telesurtv.net

La presidenta de facto dio instrucciones a la Policía sobre estar alerta para reprimir las posibles manifestaciones que exigen convocatoria a elecciones.

La presidenta de facto de Bolivia, Jeanine Áñez, afirmó este viernes que su Gobierno trabaja para frenar la «violencia de los violentos», en clara alusión a los movimientos sociales, sobre todo, el liderado por el expresidente Evo Morales.

«Trabajando para frenar la violencia de los violentos y trabajando para frenar la delincuencia», expresó la jefa de Estado, mientras daba instrucciones a la policía sobre estar alerta para reprimir las posibles manifestaciones que exigen convocatoria a elecciones.

El Tribunal Electoral estipuló efectuar las elecciones presidenciales el próximo 6 de septiembre. No obstante, la mandataria de facto se niega a promulgar esa decisión, por lo que se le acusa de querer prolongar su interinato en el poder y esquivar sus responsabilidades ante la pandemia de la Covid-19.

Freddy Morales@FreddyteleSUR

Pdta. de facto, Jeanine Añez, instruye a la policía estar alerta para reprimir a movimientos sociales que exigen convocatoria a elecciones según decidió el Tribunal Electoral (6 sept) y al Movimiento al Socialismo, primero en las encuestas de tendencia de voto @teleSURtv

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No es la primera vez que la presidenta de facto tilda a los movimientos sociales como «violentos». Durante la clausura del primer Congreso Internacional de Agencias de Seguridad usó ese calificativo y aseveró que estos eran una amenaza contra la democracia.

«Les hablo como presidenta que enfrentó y venció a la más violenta y temeraria ofensiva de los grupos violentos que se autodenominan erróneamente ‘movimientos sociales’ y ellos no volverán porque pretendieron robar la democracia», dijo en aquella ocasión.

Durante esta jornada, volvió a arremeter contra los movimientos sociales al manifestar que «muchos violentos» están aprovechando la cuarentena para dividir con violencia, aludiendo también al Movimiento al Socialismo, liderado por el expresidente Evo Morales.

«… Y lo que está ocurriendo es que muchos violentos aprovechando la cuarentena se están reorganizando políticamente y vuelven con el palo en la mano. Por ejemplo el «evismo» vuelve para dividir con violencia», expresó Áñez.

De acuerdo con analistas, el Movimiento al Socialismo lidera las encuestas de tendencia de voto en Bolivia.

Fuente e Imagen: https://www.telesurtv.net/news/presidenta-facto-boliviana-llama-reprimir-movimientos-sociales-20200619-0051.html#

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Brasil. La lucha vuelve a las calles: derrocar a Bolsonaro

América del sur/Brasil/11 Junio 2020/kaosenlared.net

Miles de personas salieron a las calles el domingo (7 de junio) en diez estados y el Distrito Federal (Brasilia). A pesar de los límites impuestos por la pandemia, se ha demostrado que las calles no son el monopolio de los bolsonaristas. Los actos que tuvieron lugar en decenas de ciudades, organizados por hinchadas de fútbol, los movimientos sociales y de lucha contra las opresiones, y que contaron con el apoyo de los partidos de izquierda (PSOL, PT, PSTU, PCB y UP), levantaron las banderas de Fuera Bolsonaro, el antirracismo y el antifascismo. Es importante destacar que los actos bolsonaristas fueron mucho más pequeños que los de la izquierda, reuniendo a unos pocos cientos de personas.

Las manifestaciones contra Bolsonaro tuvieron una importante presencia de negros, jóvenes pobres, mujeres y trabajadores en general. Los manifestantes llevaban máscaras, se preocupaba por mantener la distancia entre los presentes y se evitaba la acción de infiltrados y provocadores.

Ciertamente, si no fuera por las restricciones que requiere la pandemia -por ejemplo, a quienes están o viven con personas del grupo de riesgo se les dijo que no salieran de sus casas- los actos hubieran sido mucho mayores. En cualquier caso, los miles de personas que concurrieron, representaron valientemente la opinión de decenas de millones de brasileños. Cabe señalar que las manifestaciones de este domingo conectaron a Brasil con una gran ola de luchas contra el racismo que se está extendiendo por todo el mundo, impulsada por el histórico levantamiento antirracista de los Estados Unidos.

Dicho esto, consideramos que los actos fueron una victoria inequívoca en las calles, ya que refuerzan la lucha contra Bolsonaro y su proyecto fascista y racista. Aquellos como Guilherme Boulos y el MTST (Movimiento de los Trabajadores Sin Techo) tenían razón al mantener la convocatoria para organizar las manifestaciones. Los actos confirmaron que una nueva generación joven quería y tomaría las calles, con la izquierda organizada o sin ella. También es importante señalar que en algunas capitales y ciudades, como Belém, Fortaleza y São Carlos, la represión impidió que se produjeran las manifestaciones, lo que indica hasta qué punto las libertades democráticas ya están comprometidas.

Manteniendo y fortaleciendo los cuidados sanitarios, creemos que es necesario continuar y ampliar los actos. En este momento, la lucha en las calles para derrocar un gobierno genocida es también un trabajo esencial. Después de todo, para salvar vidas y las garantías democráticas, la primera condición es remover al fascista del poder.

La necesidad de la unidad democrática y la trampa del Frente Amplio con la derecha

El gobierno de Bolsonaro representa la amenaza más grave para el régimen liberal-democrático brasileño, desde su establecimiento al final de la dictadura empresarial-militar. Heredero de las tradiciones más macabras de esa dictadura, Bolsonaro nunca pretendió vestir el traje democrático. Desde sus mandatos como parlamentario, su carrera política se ha basado siempre en la apología de la tortura, la defensa de los golpes reaccionarios, el odio a la izquierda y a los sectores más oprimidos de la sociedad y, en definitiva, la propaganda de los ideales neofascistas.

Sin embargo, a lo largo de la campaña electoral de 2018 y del primer año de su mandato presidencial, una parte importante de la población brasileña tendió a minimizar los peligros inherentes a tales posiciones. Este cuadro experimentó un rápido retroceso desde el momento en que la pandemia de Covid-19 se afianzó en el país. Adoptando una postura negacionista y genocida ante la enfermedad, Bolsonaro se opuso a las medidas de aislamiento social, lo que provocó un aumento considerable del rechazo popular a su gobierno.

Como revelan las encuestas de opinión, hay una mayoría social contra la permanencia de Bolsonaro en la presidencia, porque entiende que su política significa la defensa de las ganancias empresariales en detrimento de las condiciones vida de la clase trabajadora. El problema central de la situación es, por lo tanto, encontrar la manera más eficaz de transformar esta oposición difusa en un movimiento capaz de derrotar a Bolsonaro y poner fin a su mandato.

Para derrotar el proyecto neofascista, es muy importante formar la más amplia unidad democrática – como todos los sectores sociales y políticos dispuestos a unificar la acción – en torno a puntos concretos para poner fin al gobierno de Jair Bolsonaro. El común denominador para la construcción de esta amplia unidad democrática debe ser nada menos que la defensa de la eliminación de la amenaza dictatorial, es decir, el derrocamiento del gobierno.

Sin embargo, la iniciativa de mayor repercusión hasta el momento, el Manifiesto “Estamos Juntos” no supone el fin del gobierno de Bolsonaro, a pesar de todos los delitos de responsabilidad cometidos por el presidente y las crecientes y explícitas amenazas golpistas procedentes del Palacio del Planalto (sede del gobierno federal en Brasilia: ndt). El “Estamos juntos” se limita a una defensa genérica de la democracia y la ley.

Hay varios peligros para la izquierda en esta iniciativa. La primera de ellas es la falta de claridad sobre las tareas objetivas a corto plazo. Partiendo de una condena abstracta del radicalismo, el texto no nombra a los agentes políticos efectivamente responsables de las amenazas a la democracia brasileña.

El resultado concreto de esta evaluación espectral de la situación es la ausencia de propuestas de acción: no hay ni siquiera una defensa de la necesidad del impeachment a Bolsonaro, que ni siquiera se menciona en el texto. Esa moderación es el resultado del temor de los sectores empresariales a participar en una disputa más dura, cuya dinámica podría escapar a su control. La apuesta, por lo tanto, radica en los llamados a la moderación y a la sumisión al calendario electoral, en espera de las elecciones de 2022.

La segunda se refiere a la disolución del programa de los trabajadores en medio de tan amplio cuadro de alianzas. Considerando que los patrones y los que viven de su propio trabajo son clases con intereses antagónicos, ninguna alianza duradera entre ambos es viable sin que uno de ellos renuncie a los elementos más fundamentales de su programa. Dado que una parte significativa de los intereses empresariales ya están siendo atendidos por el gobierno de Bolsonaro y su programa de contrarreformas neoliberales, la atracción masiva de sectores de la burguesía a una alianza interclasista sólo sería posible si se garantizara la preservación de tales intereses, lo que de otra manera significaría para las fuerzas de la clase trabajadora,  capitular a un programa que ataca sus derechos y condiciones de vida más básicas.

De este modo, la política del Frente Amplio, que se justifica por la necesidad de aumentar el número de agentes políticos comprometidos con determinados objetivos para facilitar su consecución, acaba resultando ineficaz para alcanzar los objetivos de la clase trabajadora tanto a corto como a largo plazo. Por un lado, no actúa con decisión para derrocar al gobierno neofascista de turno. Por otro lado, no ataca las raíces del fenómeno bolsonarista, preservando los fundamentos de la sociedad capitalista en crisis. En el afán de producir una unidad entre las clases, termina por poner a los trabajadores en una posición de mero vagón de cola siguiendo el ritmo dictado por la locomotora burguesa.Brasil906 II

Debemos luchar, sí, por la construcción de la más amplia unidad democrática, incluyendo a todos los sectores burgueses y de derecha. Pero esta amplia unidad, por un lado, debe darse en torno a posiciones concretas – la defensa del derrocamiento del gobierno bolsonarista y/o contra sus medidas autoritarias – por otro lado, no debe confundirse con una alianza estable con sectores empresariales y la derecha, bajo pena de que la izquierda sucumba a la dirección y el programa de la oposición burguesa.

Los trabajadores y los oprimidos del Frente Único deben liderar la lucha contra Bolsonaro

Frente a este escenario, la alternativa estratégica en la lucha contra Bolsonaro y el neofascismo pasa por la construcción de un Frente Único de partidos (PSOL, PCB, PT, PCdoB, PSTU, PCO, UP), sindicatos, asociaciones de moradores, colectivos culturales, feministas, entidades y movimientos de trabajadores y oprimidos (como el MST, MTST, UNE, etc.) LGTB y de la población negra. Después de todo, las principales víctimas de las acciones del gobierno de Bolsonaro (quite de derechos, represión política, exposición a Covid-19, entre otros) son las únicas que pueden enfrentarse al neofascismo de forma totalmente coherente.

Con la independencia política y organizativa que el Frente Único garantiza a estos sectores, es posible dar dos pasos fundamentales y complementarios. Por un lado, desplazar el centro de la lucha política y social del escenario institucional, donde el STF (Supremo Tribunal Federal), el Congreso, la Fiscalía y otras instituciones ya se han mostrado excesivamente tolerantes, si no abiertamente cómplices, con los movimientos bolsonaristas. En su lugar, los actos callejeros, las huelgas y otras formas de acción autónoma directa de los trabajadores y los oprimidos, las cuales deben ser cuidadosamente planificadas, especialmente en medio de la pandemia.

Por otro lado, la independencia política también se expresa en la esfera programática. Sin la presión ejercida por las alianzas estables con la burguesía, es posible que el Frente Único cuestione elementos del capitalismo brasileño, cuya defensa por el gobierno de Bolsonaro explica en gran medida su resistencia. Más allá de una abstracción, este punto adquiere gran importancia ante la siguiente pregunta: ¿cómo obtener el apoyo activo de la mayoría de la población trabajadora y oprimida, lo cual es esencial para una victoria política sobre el Bolsonaro? Combinando la lucha contra el gobierno con la defensa de las condiciones de vida y de trabajo y el rechazo definitivo de las formas de opresión que constituyen estructuralmente la explotación y la dominación de clase, la política del Frente Único apunta a la resolución de los problemas que afectan a la vida cotidiana de esta mayoría, haciendo más palpable la importancia de la lucha contra Bolsonaro.

Evidentemente, dentro del Frente Único no habrá un acuerdo completo entre todas las fuerzas y organizaciones involucradas. Sin embargo, al permitir una acción común en torno al nivel mínimo de consenso, no sólo habrá mejores condiciones para luchar, sino que también se colocará la posibilidad de una discusión programática más profunda, que permita la expansión de la audiencia de las ideas socialistas.

Nitidez estratégica y posible unidad

El debate entre el Frente Amplio con la derecha y el Frente Único de trabajadores y oprimidos resume dos estrategias distintas para enfrentar el gobierno de Bolsonaro y el neofascismo en Brasil. Son dos lógicas de acción política que sostienen diferentes arcos de alianzas y posiciones programáticas. Sin embargo, en la realidad de las luchas políticas, estas dos estrategias pueden materializarse bajo nombres diferentes. Más importante que alimentar las disputas en torno a las nomenclaturas, es capturar el significado político de cada iniciativa concreta.

Teniendo claras tales distinciones, es posible incluso poner la cuestión de las alianzas con sectores de la burguesía en otro registro. Siempre que exista la posibilidad de acuerdos específicos, con un alcance claramente delimitado, para aislar y debilitar a Bolsonaro y al neofascismo, los trabajadores y los oprimidos pueden actuar junto con la oposición burguesa. Esta acción conjunta, a su vez, debe ser inseparable de la defensa de los intereses de los trabajadores y la burguesía frente a la totalidad de la burguesía y la preparación de las condiciones de la futura lucha. Así, mientras el Frente Amplio significa, en la práctica, la subordinación de los trabajadores y oprimidos a la burguesía, el Frente Único permite construir acciones unitarias sin retroceso programático o abandono de nuestros métodos de lucha.

Fuente: https://kaosenlared.net/brasil-la-lucha-vuelve-a-las-calles-derrocar-a-bolsonaro/

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Entrevista a Frances Fox Piven: “La Pobreza Extrema (y la degradación que puede acompañarla) es un Crimen Social”

Redacción:  Revista Contexto

Hay pocos teóricos de los movimientos sociales que sean capaces de influir en los eventos que analizan. Frances Fox Piven, profesora de Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad de la Ciudad de Nueva York y una de las pocas que lo ha conseguido, lleva estudiando y agitando los movimientos sociales estadounidenses desde la década de 1960.

5 de junio de 2020.-

En 1966, Piven y Richard Cloward publicaron «El peso de los pobres» en la revista The Nation. Ese ensayo desarrollaba lo que desde entonces se ha conocido como la «estrategia Cloward-Piven»: una inscripción en masa de pobres en los programas de asistencia social. Si todos los que tuvieran derecho a prestaciones públicas las solicitaran, rezaba su argumento, el sistema cedería y se pondría de manifiesto la magnitud de la pobreza en Estados Unidos y la insuficiencia de su red de protección social. La subsiguiente crisis política brindaría una oportunidad para introducir políticas amplias y duraderas con el objetivo de combatir la pobreza. Cloward y Piven publicaron el artículo en medio de un intenso período de acciones populares por parte de los receptores de ayudas. Ese mismo año, los grupos antipobreza de todo el país formaron una amplia coalición que se convirtió en la Organización Nacional por el Derecho al Bienestar (NWRO, por sus siglas en inglés), de la que Piven era miembro fundadora. El número de miembros que constituía la base de la NWRO aumentó drásticamente a finales de los 60 y llegó a alcanzar los 20.000 afiliados activos y los 540 grupos comunitarios a finales de la década, lo que les permitió ganar capacidad de influencia en la política nacional de la asistencia pública.

A medida que la NWRO iba creciendo, en 1971, Cloward y Piven publicaron el libro Regular a los pobres, un relato histórico y sociológico de los movimientos sociales en Estados Unidos a lo largo del siglo XX. El libro intentaba explicar el raquitismo de las prestaciones sociales en Estados Unidos y alegaba que el bienestar social en EE.UU. era cíclico: se distendía para lidiar con los desórdenes sociales en situaciones de desempleo generalizado y se contraía, aunque reteniendo las prestaciones necesarias para fomentar el empleo. Seis años más tarde, y después de que la NWRO se disolviera, el libro Los movimientos de los pobres de Piven y Cloward exploró los movimientos de los pobres desde la Gran Depresión hasta los años de posguerra «para comprender las características de la política económica estadounidense que explican por qué esos brotes se producían cuando lo hacían, por qué los brotes adoptaban la forma que adoptaban y por qué las élites respondían de la manera en que lo hacían». Su argumento, que fue polémico no solo entre las organizaciones que analizaba, sostenía que, a lo largo de la historia de Estados Unidos, la disrupción, y no la organización en masa, había sido el principal mecanismo por el que los movimientos sociales habían conseguido avances.

Este pasado invierno hablamos por teléfono con Piven.

Jack Gross (JG): Regular a los pobres articula un marco teórico para explicar la función del bienestar en Estados Unidos, ¿cómo desarrolló ese enfoque hacia el bienestar estadounidense, y cómo aplicó ese marco al caso práctico de los Movimientos de los pobres?

El sufrimiento que experimenta la gente cuando se les presiona hacia abajo y hacia fuera de los márgenes de la sociedad es un delito

El argumento central de ambos libros era la amenaza de los desórdenes: el poder de la desobediencia colectiva. Sosteníamos que cuando la gente se sublevaba y desobedecía las normas que normalmente rigen su comportamiento (como pagar el alquiler o someterse a las condiciones de la asistencia social) podían producir un impacto en la política social. Cuando argumentamos esto por primera vez en la década de 1960, parecía una verdad evidente: miraras donde miraras, la gente estaba organizando marchas, manifestándose e interrumpiendo el sistema en el que estaban involucrados. Era una especie de huelga a gran escala y con esto me refiero a una huelga en el sentido más amplio. Incluso la gente que no tenía trabajo fijo, que no podía hacer lo que normalmente se considera una huelga laboral, podía organizar una sentada frente a la oficina de servicios sociales y coordinar una solicitud en masa de prestaciones sociales. También disponían de la capacidad para obstruir el sistema.

Maya Adereth (MA): Uno de los elementos distintivos que todavía caracteriza a su libro es la utilización de la gente pobre como un agente político, en lugar de utilizar a la clase obrera. ¿Qué motivó ese cambio de énfasis?

Creo que la pobreza extrema, y la degradación que puede acompañarla, es un crimen social. El sufrimiento que experimenta la gente cuando se les presiona hacia abajo y hacia fuera de los márgenes de la sociedad es un delito. Y en la década de 1960 muchas personas sentían lo mismo, entre ellas, lógicamente, los propios pobres. Proliferaban las formas de protesta colectiva, sobre todo en las grandes ciudades y sobre todo entre la gente de color. Se desató un escándalo moral generalizado por la pobreza colectiva que una sociedad rica imponía sobre algunos de sus miembros.

Yo estaba estrechamente relacionada con un grupo de mujeres del Lower East Side y de Harlem, que vivía de las ayudas sociales y que estaba organizando la resistencia al departamento de servicios sociales de Nueva York. Estaba teniendo cada vez más experiencias directas con la acción colectiva que llevaban a cabo algunas personas pobres que eran víctimas de la próspera sociedad estadounidense.

JP: En El peso de los pobres, uno de los elementos más sorprendentes de la tristemente célebre estrategia Cloward-Piven es su teoría de la coalición. Usted vincula las crisis (en este caso la crisis fabricada de la sobrecarga de los sistemas de asistencia social) con períodos de reestructuración, y pone como ejemplos la Gran Depresión y los movimientos por los derechos civiles. ¿Cuál es la relación entre crisis y coalición, y qué significa eso para la estrategia de los movimientos sociales actuales?

La estrategia que propusimos en ese ensayo y que hemos propuesto en multitud de contextos adicionales, como por ejemplo en huelgas de alquileres, es una de disrupción. Para poder comprender la relevancia que tiene en la actualidad, hay que dar un paso atrás y observar la vida social en un sentido más amplio: en el complejo sistema de cooperación y respeto a las leyes que sustentan algunas de las funciones sociales clave. La sociedad es un esquema de cooperación, aunque eso significa que casi todo el mundo tiene que desempeñar su papel, no solo en las fábricas, sino también en nuestras escuelas, en nuestro sistema de salud y en nuestros sistemas habitacionales. A la inversa, todo el mundo tiene asimismo el poder para dejar de cooperar. La protesta es eficaz cuando la gente se da cuenta de que representa un papel crucial en los grandes modelos sociales y en las instituciones. Creo que eso sigue siendo plenamente relevante hoy en día.

Una de las maneras en que la gente, la gente pobre, ha sido silenciada en la sociedad estadounidense contemporánea es a través de su humillación sistemática por parte de los líderes políticos estadounidenses. Ciertamente eso lleva siendo así desde mucho antes de la década de 1970, pero no puede durar para siempre. Antes o después, la gente se da cuenta de que el papel que desempeña puede convertirse en una palanca con la que influir en las políticas públicas.

MA: Algunas de sus obras hacen hincapié en retirar el apoyo, pero otros aspectos hacen hincapié en una mayor participación: la inscripción en masa para recibir ayudas sociales aparece en ambos casos, pero el empadronamiento de votantes con más claridad en el segundo. ¿Hay momentos en los que un método es más eficaz que el otro?

Creo que es más fácil que la protesta surja en un contexto electoral, cuando los líderes electos se preocupan más por la adhesión de un gran número de personas de entre lo más bajo del escalafón social. Durante mucho tiempo, la tendencia entre los activistas ha sido pensar que la labor electoral imposibilita la protesta, aunque en realidad, en la historia de EE.UU., la protesta en sí ha sido más factible cuando hemos tenido una especie de asidero en el sistema electoral a través de los propios grupos que conforman los potenciales constituyentes del movimiento.

Por lo tanto, creo que es más exacto e iluminador pensar en las maneras en que la protesta y la política electoral se potencian la una a la otra. La protesta tiene más posibilidades de tener éxito cuando al menos uno de los cargos públicos expresa su solidaridad por el sufrimiento de los disconformes y los desposeídos. Si se les ignora, o escupe, o insulta, es probable que eso les subyugue y acabe con sus aspiraciones. Por ejemplo, creo que eso se puede observar en el movimiento por los derechos civiles y también en el movimiento obrero. El movimiento por los derechos civiles contaba con aliados políticos en Washington D.C., senadores y congresistas que eran responsables ante circunscripciones electorales negras o hispanas. Por eso creo que también existe una relación de complementariedad entre el poder electoral y el poder de la protesta.

JG: Teniendo en cuenta ese tipo de complementariedad entre poderes, me pregunto si podría hablarnos un poco sobre la Alianza Obrera de Estados Unidos (WAA, por sus siglas en inglés) y la Organización Nacional por el Derecho al Bienestar, y las relativas virtudes o debilidades de ambas organizaciones.

Aun en los casos en que las protestas tienen éxito, el éxito es solo parcial. El movimiento obrero de los años 30 no logró una utopía para la gente trabajadora de Estados Unidos, sino una serie de derechos para el movimiento sindicalista. Siempre se obtienen algunas victorias, pero luego hay que salir de nuevo y seguir luchando.

La protesta es eficaz cuando la gente se da cuenta de que representa un papel crucial en los grandes modelos sociales y en las instituciones

La Alianza Obrera de Estados Unidos era una organización comunista de los años 30 que intentó tender una mano a los receptores de beneficencia. En nuestra sección sobre la WAA en Los movimientos de los pobres, fuimos críticos con sus organizadores porque su intención fue desarrollar una organización formal sumamente articulada utilizando la disconformidad de los pobres en los años 30. Nosotros creímos que las manifestaciones, las revueltas y las protestas eran más eficaces que los clubs que organizaba la WAA. Y en la misma línea, creímos que durante los años 60 aquellos que pretendían organizar a los beneficiarios de ayudas sociales y que estaban decididos a constituir una organización formal terminaron ignorando las protestas que servían para desestabilizar las políticas municipales y la organización asimétrica que ya existía. En Regular a los pobres, criticamos el modelo organizativo de la NWRO en la década de 1960, aunque nosotros estábamos entre los organizadores.

MA: Usted defiende que las organizaciones jerárquicas son menos eficaces porque es más fácil infiltrarse en ellas y apropiarse de ellas. Si no se cuenta con una organización de ese tipo, ¿cómo concibe una estrategia política a largo plazo?

Es a través de la movilización continuada que se consigue el cambio a largo plazo. Cuando nos movilizamos de forma continuada, nos beneficiamos de la experiencia de anteriores movilizaciones. Adquirimos un conocimiento de los incentivos de las élites y del potencial que tienen las élites para apropiarse o suprimir el descontento que ha surgido.

Cuando constituimos organizaciones que cooperan con los gobiernos municipales, también nos ponemos en la situación de perder el impulso y la conciencia de nuestro propio rol en el conjunto del sistema, pero eso se vuelve a conseguir; la política continúa y la relación entre grupos dominantes y subordinados sigue desarrollándose. La gente redescubre una y otra vez el poder de la disrupción.

JG: Varias décadas después del libro Regular a los pobres, ¿cómo teoriza la situación de las ayudas sociales en Estados Unidos, en relación con el resto del norte global?

En los 60 el tipo de movimientos que se sublevaba no era forzosamente el de una clase obrera organizada, sino más bien el de las minorías raciales y los pobres

Solíamos pensar que la situación en Estados Unidos era diferente a la situación en Europa, donde se presentó un exhaustivo sistema de bienestar como un compromiso de clase. Aquí no teníamos eso, y en los años 60 el tipo de movimientos que se sublevaba no era forzosamente el de una clase obrera organizada, sino más bien el de las minorías raciales y los pobres. Sencillamente, nuestros movimientos tenían una composición diferente y no se ajustaban exactamente al modelo del estado de bienestar europeo.

MA: Estamos experimentando desde hace ya algunas décadas un proceso de desindustrialización y de densidad sindical en decadencia en todo el mundo. ¿Cómo afecta a las políticas de bienestar social esta cambiante composición del mercado laboral? ¿Cómo afecta, por ejemplo, a la relativa importancia de las exigencias que se plantean a las empresas si las confrontamos con las que se plantean directamente al Estado?

No hay forma de generalizar en estos casos. Cada grupo tendrá poder de influencia sobre diferentes sectores sociales. Cuando se piensa en un grupo social concreto, lo que hay que preguntarse es: ¿qué instituciones sociales tiene la capacidad de alterar?

Uno de los elementos que ha conseguido cambiar profundamente el panorama de la acción social en la actualidad es que ya no podemos hablar de disrupción institucional sin pensar en el cambio climático. Para poder desarrollar políticas públicas que controlen eficazmente el comportamiento de los actores que están destruyendo el clima dependemos del Estado. Necesitamos un poder estatal fuerte y centralizado del lado del movimiento. Esta crisis es demasiado grande. Para derrotar a la industria de los combustibles fósiles hará falta contar con el apoyo de las autoridades municipales y estatales.

JG: Existe un debate en la actualidad sobre las ventajas de una política de empleo garantizado en contraposición con unos programas universales de transferencias económicas. ¿Qué opinión le merece este debate y el renovado interés de una opción política bastante diferente a la suya y a la de la NWRO?

Una forma de describir el objetivo clásico de la izquierda es pleno empleo y salarios dignos. El problema que plantea eso es que fracasa rotundamente en cuanto al tipo de políticas que hacen falta para prevenir el cambio climático. Ese objetivo se basaba en la idea de que la economía podía crecer indefinidamente, pero hoy en día ya no necesitamos más crecimiento. Lo que tendríamos que estar pensando es en la relación entre producción y contaminación.

Así que la idea de que todo el mundo trabaje 40 horas a la semana, con el rumor de las máquinas de fondo y más y más artilugios fabricándose es una utopía muy limitada. Tendríamos que estar imaginando nuevas formas de vivir una buena vida que no impliquen fabricar automóviles, utilizar combustibles fósiles, ensuciar el planeta, etc.

MA: ¿De dónde cree que provendrá el movimiento en los años venideros? ¿Qué es lo que le genera esperanza?

Hay muchas movimientos esperanzadores que se están produciendo. Por ejemplo, en el sector servicios, o lo que ahora se llama el sector de los cuidados, se han producido movilizaciones increíblemente exitosas entre los profesores, enfermeros y trabajadores del comercio. Estas son personas que hacen cosas que todo el mundo puede ver y valorar. No es ningún misterio que los necesitamos. En la medida en que el trabajo se considera una fuerza de cambio, tendríamos que estar pensando en los cuidadores y en lo que pueden hacer.

Fuente: https://www.aporrea.org/ddhh/n355835.html

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