Un informe de la organización no gubernamental estadounidense Centro Nacional de Derecho de la Mujer (NWLC, por sus siglas en inglés) califica de «alarmante» el aumento de la pobreza en Estados Unidos, especialmente en las familias encabezadas por mujeres, según un comunicado publicado este lunes.
El fin de la asistencia federal entregada durante la pandemia, incluidos los créditos fiscales reembolsables ampliados, se relacionan directamente con el aumento de la pobreza, de acuerdo al análisis de NWLC.
Dentro del informe se detalla que entre 2021 y 2022, la tasa de pobreza entre las familias encabezadas por mujeres solteras se duplicó al pasar del 11,9% al 26,7%. Del mismo modo, la tasa de pobreza entre las mujeres mayores también aumentó en el mismo período, del 11,7% al 15,3%.
NWCL agrega que el trabajo se basa en los datos publicados por la Oficina del Censo de Estados Unidos en septiembre.
«Los datos revelan que, tras el fin de los fondos de la era de la pandemia, la Medida Suplementaria de Pobreza (SPM, por sus siglas en inglés) aumentó considerablemente en tan solo un año, algo que no se había registrado en el país en más de 50 años», enfatizó el informe.
«La pobreza es una opción política. Tenemos evidencia clara de que la ampliación del crédito tributario por hijos, los pagos de estímulo y el seguro de desempleo ayudaron a millones de familias a pagar alimentos, alquiler, cuidado infantil y más. Como era de esperar, el hecho de que el Congreso no extendiera estos apoyos condujo a que el año pasado se dispararon las tasas de pobreza, aumentaron el hambre y las dificultades entre las mujeres y los niños», señaló Melissa Boteach, dirigente de NWLC.
“Es imperdonable que el Congreso siga fallando a las mujeres y las familias al no restablecer de inmediato el crédito tributario ampliado por hijos y otros apoyos que son fundamentales para reducir la pobreza”, añadió Boteach.
CNN intenta obtener comentarios de legisladores y funcionarios de la Casa Blanca.
Guillermo Domínguez, director ejecutivo de la Cátedra Iberoamericana de Educación en Derechos humanos, Democracia Inclusiva y Sostenibilidad Social y premio Catalejo otorgado por el Observatorio de los Derechos Humanos de España, asegura que la educación es un instrumento para la prevención, lucha y defensa de derechos humanos.
Domínguez es presidente del Comité Organizador del Congreso de Educación y Derechos Humanos para la Paz Social que se va a celebrar en Bogotá entre el 11 y el 15 de septiembre.
¿Cuál es el principal objetivo de este Congreso?
Nosotros como Cátedra de Educación en Derechos Humanos, tenemos como objetivo prioritario, desde las 50 Universidades Iberoamericanos, con más de 3 millones de alumnado que somos, y su implantación en 17 países de Latinoamérica, la educación como un instrumento para la prevención, lucha y defensa de derechos humanos y, sobre todo, para los grupos en condiciones más vulnerables.
¿Cómo va a desarrollarse?
En este marco la Cátedra se plantea para este IIº Congres Iberoamericano, que se va a celebrar en Bogotá, del 11 al 14 de septiembre (en la doble modalidad de presencial y on line), dos coordenadas: por un lado, el rol de la educación en el campo de los derechos humanos, y, por otro lado, en estos momentos, cuál es la situación de los derechos humanos.
Así está organizado el programa
Si veis el programa que se adjunta el primer día es para educación y derechos humanos y el segundo día es para reflexionar sobre los derechos humanos en Latinoamérica y las universidades como organizaciones en defensa de estos. O sea, se ha diversificado perfectamente.
¿Prevalece la perspectiva académica?
Un día se analiza desde la perspectiva académica de la universidad y el otro es más desde la perspectiva académica de los defensores del pueblo de toda Latinoamérica, que son la trinchera de día a día, puesto que vamos a tener prácticamente la representación de un 60 o un 70 por ciento de la FIO y de AGOL, las dos grandes organizaciones de defensores del pueblo los nacionales y la local.
La situación en Colombia tiene especial atención…
En función de este planteamiento, nosotros hemos cedido una tercera parte del Congreso, porque nos parecía importante por el contexto, para que los colombianos, con nosotros allí, pero ellos, debatieran entre ellos sobre el concepto de la paz. En estos momentos, el Congreso se iba a contemplar el concepto de Paz Total con el fin de adaptarnos a la situación de Colombia.
¿Hay consenso para ello?
Hemos visto que eso generaba discrepancias entre la propia gente de Colombia, y, al final, el Congreso se va a llamar Educación y Derechos Humanos para la Paz Social, que nos parece que es la clave, es decir, mientras no haya igualdad, derechos humanos mínimos y equidad social no habrá el sustrato para la paz y de ahí el concepto de paz social como eje del congreso y que aportaciones puede ofrecer la educación y la educación universitaria.
¿Qué papel están jugando las universidades de la red en la educación, en cuanto a lo que derechos humanos en Iberoamérica se refiere?
A ver, las universidades de la red, en estos momentos, que realmente somos 28, pero con las alianzas que hemos hecho de universidades indígenas, afro y demás, en estos momentos estamos alrededor de las 50 universidades estamos definiendo nuestra identidad y marcando los objetivos. El Congreso va a ser nuestra puesta de largo con proyectos en acción en estos momentos y resultados.
Desde el año pasado tuvimos el primer Congreso (empezamos nuestra andadura en junio del 2021, nuestro objetivo fue darnos a conocer quiénes éramos y qué pensábamos (www.ciedh.org). Y en estos momentos, lo que vamos a dar a conocer es qué estamos haciendo (proyectos y resultados).
¿Qué podemos destacar?
Fundamentalmente lo que estamos realizando es el levantamiento de un todo un diagnóstico de cuáles son los grupos más desfavorecidos, que no tienen acceso a la educación, en este caso universitaria y a sus derechos básicos. La educación es para nosotros después de las necesidades básicas, es el derecho humano más importante para nosotros y nuestra clave para la intervención de esta Catedra que alberga varias redes de universidades.
¿Y qué otros aspectos son clave?
Bueno, está la vida, el bienestar mínimo, la libertad de expresión y pensamiento, pero después está la educación, porque sin educación no hay equidad no hay futuro para las clases más desfavorecidas, no hay promoción, no hay futuro para ellos y no es posible ningún proceso de paz.
¿Qué objetivo tiene la Cátedra?
Entonces, esta es la investigación central de la cátedra en los próximos tres años, la lucha por los derechos de los grupos en condiciones más vulnerables (socialmente, étnicamente, inmigrantes o personas en movimiento, con discapacidades, etc., que además se ha pedido a Europa para su financiación, a los proyectos Erasmus+ de Europa.
¿Qué otros aspectos podemos destacar?
Colateralmente, se están trabajando varias parcelas: Las universidades sostenibles socialmente en el marco de los derechos humanos como universidades interculturales, para la igualdad de género y la generación de los lideres sociales (universitarios) para cooperación internacional en el campo de los Derechos Humanos.
¿Hay colaboración con las empresas?
Se está trabajando un intento de potenciar en las empresas un modelo y premio del respecto a los derechos humanos. Incluso vamos a posibilitar la aparición de un premio de derechos humanos a las empresas que quieran participar, porque además incluso tenemos un problema en estos momentos, que es que hay algunas empresas que ni te contestan. Es como diciendo, aquí ni metemos la pata porque puede ser peor.
¿Mantienen relación con los defensores del pueblo?
Todo esto está enclavado en un convenio macro que hemos hecho con los defensores del pueblo, de tal forma que ellos van a ser un poco nuestros ojos y nuestras manos en las trincheras, y nosotros vamos a ser la persona, los académicos, que ayuden a esas personas a reflexionar, a dar soluciones e incluso a participar. Yo, por ejemplo, estoy participando en un proyecto de investigación macro de todo el defensor del pueblo colombiano. Es decir, que estamos en esa línea.
¿Hay algún otro reto al cual se vaya a enfrentar la red de universidades?
Esta es una Catedra, en estos momentos de red de redes. Empezó hace dos años siendo una red, en estos momentos son cuatro redes, la de la Universidades comprometidas, la auspiciada por la AUIP, la alianza con la de defensores que hemos pactado con ellos, la de las universidades indígenas, universidades afro y otra serie de redes de universidades que no entraron en su momento y que están en una red de universidades colaboradoras.
¿Qué pretenden con esta red de redes?
En esta línea de que somos una red de redes, para la cátedra, en estos momentos, el reto más importante es que nos queremos diferenciar y caracterizar por ser una red de redes de universidades que se dediquen a luchar por los derechos de los grupos en condiciones más vulnerables empezando por el derecho a la educación en todos sus niveles y especialmente en el nivel universitario una de las claves de la clasificación social y de la desigualdad y la discriminación de los derechos humanos, con educación hay posibilidad de saber los derechos y luchar por ellos.
¿Tienen nombre y apellidos?
No queremos quedarnos en florituras. En estos momentos, mujeres, niños/as, razas, etnia, discapacitados/as, trabajadores/as menos cualificados, es decir, grupos que en estos momentos están sufriendo menoscabo a sus derechos humanos. Y ese va a ser nuestro lema en los próximos años. Si además nos dan el proyecto europeo, pues los grupos en condiciones más desfavorables y los derechos humanos, el derecho a la educación universitaria, van a ser nuestro centro de atención en los tres próximos años y la base de nuestra proyección futura.
Yúfera es lingüista, consultora en comunicación y profesora en la Facultad de Educación y en la Facultad de Derecho de la Universitat de Barcelona. En esta entrevista, aborda por qué las mujeres son menos escuchadas y propone que cada cual analice de qué manera recibe una intervención si es una mujer o un hombre. Insiste en que todavía hoy perduran los estereotipos y se relaciona más al hombre con la capacidad de decisión y a la mujer con la amabilidad.
El libro habla de un concepto, el de la violencia comunicativa contra las mujeres, que se produce cuando no se las deja hablar, cuando no se las escucha o cuando no se las mira a la hora de hacer un discurso en el que hay hombres y mujeres. ¿Es un concepto un poco invisible pero muy cotidiano?
Es un concepto que articula bastante el libro, por eso el título es este, “Quien habla y quien calla“. Es decir, sin intención de banalizar el concepto de violencia, sí que hay unas fuerzas, por decirlo de alguna manera, que empujan a las mujeres hacia lugares de más silencio que a los hombres. Y esto lo podemos ver en diferentes ámbitos, sobre todo en los públicos, que son los que más interesan en el libro. Es decir, a pesar de que hemos partido del ámbito doméstico, porque también hemos intentado hacer este recorrido comunicativo en la vida de las mujeres, y hemos partido del hogar, obviamente, es en el espacio público, donde más vemos que a pesar de que nuestra presencia sea cada vez mayor, la paridad numérica se va consiguiendo o se va acercando, pero la paridad discursiva todavía queda muy lejos.
Todavía las mujeres tenemos más problemas para tomar la palabra, arriesgamos más cuando tomamos la palabra, intervenimos en estos contextos de interacciones más formales, más profesionales, muchas veces para decir que aquello que ha dicho otro nos ha gustado o que es interesante, es decir, para apoyar a otros turnos en la interacción, pero intervenimos todavía menos que nuestros colegas hombres para aportar nuestro conocimiento, nuestro punto de vista, nuestra pericia, nuestra opinión.
En comunicación muchas veces se habla de género, de personas, de ellos y de ellas, de médicos y de médicas, de profesores y profesoras, pero también comentáis que, si eso no va más allá, queda vacío, queda solo en unas palabras.
Efectivamente, de hecho, este es el punto de partida desde el cual consideramos que hacía falta el libro, que había que dedicar unas páginas, una obra, a la reflexión sobre esta cuestión de mirada, no quedarnos en el código lingüístico, sino de abrir la mirada a todo el entorno de la comunicación, a todo el contexto comunicativo. Esto la lingüística lo ha hecho. Históricamente, primero empezamos estudiando las pequeñas piezas que componen el lenguaje, cómo están formadas, cómo se forman las palabras, cómo se forman las frases… Sí, el código. Pero, a partir de hace un tiempo, nos dimos cuenta de que con el lenguaje no solo pasamos una comunicación, una información, sino que hacemos cosas.
Cuando alguien dice que se ha acabado la reunión, eso es también un acto. No son solo las palabras, sino que aquello es el final de la reunión. O cuando alguien dice, ‘declaro abiertas estas jornadas’, es este acto, que son palabras, es este acto comunicativo, el que hace que las jornadas empiecen. Es decir, el lenguaje tiene también este valor de hacer cosas en el mundo. Lo que íbamos viendo desde hacía algunos años con mis compañeras era que quedarnos con el código, desde perspectiva de género, no nos permitía ver que hay otros muchos elementos en la comunicación que invisibilizan a las mujeres, por decirlo con una expresión que se ha hecho muy popular, o, como decíamos antes, que dejan a las mujeres en situaciones de más marginalidad comunicativa que los hombres. Y nos interesaba reflejar estos otros elementos. Es decir, cuando hay una interacción, como el hecho de ser hombre o mujer, determina qué pasa en aquella interacción. Nos interesaba preguntarnos esto. Hubo el interés de la editorial, también, y por eso nos pidió que hiciéramos el libro.
A nivel comunicativo y cotidiano, ¿qué podemos hacer para mejorar esta igualdad que no es tan real como nos gustaría?
Yo creo que hay, como mínimo, dos elementos que a mí me parecerían muy interesantes. Por un lado, tomar conciencia. Es decir, intentar darnos cuenta precisamente de esto, de ‘hoy he estado en una reunión, ha pasado esto, ¿habría pasado exactamente igual si quien hablaba hubiera sido un hombre, en el supuesto de que fuera una mujer la que estaba hablando, habría estado exactamente igual sí…? ¿Cómo han intervenido aquí el hecho que se tratara de un hombre y una mujer? ¿Qué ha determinado esto?’ Nos lo tendríamos que ir preguntando. O, por ejemplo, ‘uf, esta mujer no me está gustando como está planteando esto, es como muy seca, es un poco autoritaria’. Para un momento. ¿Si fuera un hombre y se hubiera comportado comunicativamente exactamente así, habrías hecho esta misma valoración o no? ¿O habrías considerado una manera normal de comunicarse por la función que está ejerciendo esta persona? A veces, tenemos una doble vara de medir el comportamiento comunicativo de hombres y mujeres. Y de esto es muy importante que nos demos cuenta.
Este es para mí el primer elemento importante en el libro, o que podríamos intentar poner en práctica. Y el otro es la escucha. A pesar de que la lingüística se ha ocupado muchísimo de qué decimos, de qué hacemos o de la producción del lenguaje, y se ha ocupado menos de este aspecto más receptivo del lenguaje, pero es fundamental porque es el motor de las interacciones. Si yo ahora estuviera hablando y pensara que tú no me estás escuchando, que estás pendiente del móvil, que en realidad tienes la cabeza en otro lugar, yo poco a poco iría dando respuestas cada vez más cortas y finalmente callaría, porque no tiene sentido que yo produzca lenguaje si no llega a ninguna parte.
Tenemos que escuchar a las mujeres con el mismo respeto, con el mismo interés, dándoles la misma credibilidad que damos a los hombres
Todavía ahora tenemos evidencias empíricas que nos muestren que la voz de los hombres, para nosotros, culturalmente, continúa siendo el tipo de voz más vinculado a la autoridad, al conocimiento, a la legitimidad, a la razón. Y estos espacios, la voz de las mujeres, los tienen que ir conquistando. Yo creo que es importante que empecemos dándonos cuenta de que tenemos que escuchar a las mujeres con el mismo respeto, con el mismo interés, dándoles la misma credibilidad que demos a los hombres.
De alguna manera, por lo que comentas, ¿tendríamos que hacer todos y todas, todo el mundo, un poco de autocrítica porque, de hecho, recibimos inputs desde que nacemos?
Sí, para mí no es tan crítica. El libro tiene un determinado toque que es muy buscado. No teníamos ningún interés en reñir. No nos interesaba señalar qué mal que haces esto. No nos interesaba de este modo, porque no queremos que se reciban estas ideas como con aversión o con animadversión, sino que queríamos que fuera más bien propositivo, que fuera más bien una invitación a pensar. Para mí, lo que es importante no es tanto hacer autocrítica como hacer autoanálisis y conocernos mejor en cuanto que personas que nos comunicamos y decidir si hay algunos elementos que queremos modificar ligeramente.
No hay culpa. ¿Por qué? Porque nacemos en una cultura, porque nacemos dentro de un contexto comunicativo que lleva muchos años de tradición y es inevitable que todas las personas tengamos estos sesgos, estos estereotipos. Entonces, para mí no es interesante culpabilizar ni criticar, sino más bien analizar, describir y dar recursos porque modificamos aquello que pensamos que nos puede ir mejorando de otro modo.
Sobre estos elementos de tomar conciencia y de los inputs que recibimos desde que nacemos, en el libro habláis de diferentes ámbitos. Uno es la escuela. ¿Cómo, desde el equipo docente, desde que entramos en la escuela, ya empezamos a recibir estos estereotipos? ¿Qué ejemplos podríamos poner?
De hecho, los estereotipos los tenemos desde mucho antes, desde antes de nacer. En la escuela lo que vemos, por parte de los docentes, es que sencillamente se valoran determinadas cosas de las niñas y se valoran determinados aspectos y determinadas maneras de hacer de los niños. Y se les refuerzan diferencialmente estos aspectos. De las niñas se valora que sean comprensivas, que sean empáticas.
Yo, como madre, puedo hablar de las entrevistas que tenía, tengo un hijo y una hija, y de mi hija lo que más se me decía era que se llevaba bien con todo el mundo, incluso con aquellos niños y niñas de la clase que eran más rechazados. Y, de mi hijo, no. Mi hijo era mucho más introvertido y no tenía toda esta faceta social de cuidar a los otros y, entonces, se valoraban otras cuestiones, pero no se le pedía esto. Es decir, pedimos y valoramos cuestiones diferentes. Y esto incluso se ha analizado con los apelativos que dirigimos a niños y a niñas. Las niñas están muy guapas y son muy buenas niñas, y los niños son valientes, son fuertes. Vamos como contribuyendo a que se vaya desarrollando este estereotipo que nos lleva a valorar que una persona que se comporta de una determinada manera se ajusta a lo que esperamos que sea una mujer y una persona que se comporta de una determinada manera se ajusta más o menos a lo que esperemos que haga si es un hombre.
Y desde el punto de vista de la docencia, ¿crees que esto está cambiando?
Sí, sí, sí. En general, en el libro también, yo pienso que se nota que somos optimistas, que valoramos los cambios, y que para mí los cambios no vienen tanto porque en las escuelas se usa un lenguaje inclusivo, sino porque precisamente cada vez se toma más conciencia de esto. Las niñas, ¿por qué no tienen que jugar a fútbol? Que no hay actividades que sean de niños y actividades que sean de niñas. Que a la cocinita van igualmente los niños y las niñas. Yo creo que desde la escuela se hace mucho trabajo.
Se permite con más tranquilidad que los niños y las niñas jueguen a aquello que realmente los apetece
¿Desde la escuela y desde el juego, por el ejemplo que estás poniendo?
Claro, es que el juego es un elemento fundamental en los primeros años de la escolaridad y, en este sentido, a pesar de que creo que todavía pueden quedar pequeñas barreras, se ha avanzado mucho, se permite con más tranquilidad que los niños y las niñas jueguen a aquello que realmente los apetece.
También tratáis sobre diferencias que todavía existen en el trabajo, en el mundo laboral, siempre generalizando, y con excepciones. Por ejemplo, comentáis que, a la hora de valorar el talento, de ellos todavía existe la idea de que se dirigen a la acción, mientras que las mujeres tienen un cariz de más amabilidad.
Sí, efectivamente, que ellos son más resolutivos. Como que son más asertivos, tienen más recursos para liderar equipos, por ejemplo, mientras que las mujeres están más dotadas, desde el estereotipo, desde la mirada más estereotipada, para generar buenas relaciones. Y esto tiene muchas consecuencias, y las vemos cuando hacemos formaciones. Las otras autoras del libro y yo, cuando hacemos formaciones, por ejemplo, a mujeres profesionales, nos damos cuenta de que, cuando los proponemos de hacer un role play, por ejemplo, tú eres la jefa de un grupo a tu departamento, tú lideras este equipo de personas, y tienes a este hombre que no hace el trabajo como tú dices que se tiene que hacer. Y tú ya lo has advertido, ya le has dicho algunas veces qué es lo que esperarías de él. Ahora dile ya de una manera más definitiva, comunícale que si no cambia su actuación tendrá consecuencias. Y lo primero que dicen las mujeres es ‘es que esto no lo sé hacer’. Y yo les digo, ‘de acuerdo, no sabes, no importa, porque lo trabajaremos, tú hazlo’. Y lo hacen magníficamente bien.
Lo que pasa es que se quedan muy mal. Se sienten muy mal, esto se lo llevan a casa, es esto lo que nos dicen estas mujeres. ‘De acuerdo, yo lo he hecho, lo he sabido hacer, creo que se ha entendido el mensaje, creo que he transmitido lo que quería transmitir, pero ahora me quedo muy mal’. ¿Por qué te quedas muy mal? Porque te estás comportando según aquello que se espera de ti como mujer, que es que comprendas el otro, que le ayudes si el otro tiene un problema, pero es que tú llevas intentando esto muchos meses, y tu departamento no se puede permitir esto. Tú tienes a este hombre en tu cabeza muchísimas horas, más que las personas de tu grupo, que están funcionando muy bien, no es justo.
Todo esto hay que pensarlo, tenemos que darnos cuenta, y hace falta también acordar y encontrar conjuntamente, en estas formaciones lo hacemos en grupo, maneras de tirar delante estas situaciones comunicativas que no nos hagan más vulnerables, que no nos vengan en contra, que nos permitan lograr nuestros objetivos y dormir bien por la noche, que son temas importantes. Y en estas formaciones sale mucho la necesidad de pensarnos comunicativamente.
Has mencionado el tema del liderazgo. ¿Qué está pasando para que todavía hoy en día, cuando una mujer, generalizando, tiene un cargo importante, un cargo de poder, se le dice que es demasiado blanda o que es demasiado agresiva?
Exacto. Las mujeres profesionales, las que llegan a determinados cargos, tienen esta paradoja. Si comunicativamente se comportan según aquello que tradicionalmente entendemos como un estilo comunicativo femenino, no están capacitadas para liderar grupos, no son bastante resolutivas, no sacan adelante el trabajo, no logran los objetivos, etcétera. Si se comportan de una manera que es más asertiva, que tiene que ver más con lo que tradicionalmente hemos entendido como un estilo comunicativo más masculino, las odian.
Las encuentran mandonas que imponen, si me permites la vulgaridad y el barbarismo, bordes. ‘¡Qué borde esta mujer!’ Es un adjetivo que a veces, te dices, no lo escucho respecto de un hombre que se comporta igual.
¿Qué podemos hacer?
Tenemos que encontrar maneras de comunicar desde lugares de liderazgo que nos parezcan adecuados y que calificamos de eficaces, independientemente del sexo de la persona que nos las esté mostrando. Y en este sentido sí que animamos mucho a los equipos a explicitar esta manera de hacer comunicativamente. Es decir, a poner en valor, porque necesitamos estos modelos, sobre todo si vienen de mujeres. Es decir, ‘lo has dicho, era difícil, lo has hecho así, nos ha parecido muy bien’, porque las mujeres después generalmente no tenemos este feedback.
Tenemos que encontrar maneras de comunicar desde lugares de liderazgo que nos parezcan adecuados
Es interesante que vayamos encontrando modelos de comunicación, que yo no sé hasta qué punto coincidirían con los de la supuesta comunicación masculina, pero es que quizás este estilo de comunicación masculino es que no es masculino, es que tiene que ver precisamente con el poder, con la necesidad de mandar, de dar instrucciones, de dar órdenes, que son acciones comunicativas que todavía se reciben mejor si las hace un hombre que si las hace una mujer. Porque la mujer más bien tendría que ser esto, igual, empática, no colocarse en un lugar superior de jerarquía, sino en la empatía, en la igualdad, al lado. No por sobre, sino al lado. Y cuando, por el que sea, por responsabilidad profesional, estamos encima, uf, tenemos muchos problemas.
¿Habría una tendencia más hacia la horizontalidad, cuando son las mujeres las que mandan?
Lo que creo es que hay una expectativa de más horizontalidad, pero a veces la horizontalidad no es eficaz. Habría que valorar cada entorno profesional. No creo que haya necesariamente, por el hecho de que una mujer esté en el poder, más horizontalidad. Pero sí que creo que es lo que se espera. Y si no es así, esta mujer es muy criticada. Y quizás no es así porque ella considera que no puede ser así en aquel momento. Quizás lo podría considerar un hombre, pero si fuera un hombre, no recibiría tanta crítica como si fuera una mujer.
Un ámbito muy cotidiano es el de la salud y el del análisis del médico. Comentáis que muchas veces, cuando un hombre y una mujer tienen problemas de salud, ¿qué pasa a la consulta?
Hay mucha sintomatología parecida que si quien la manifiesta es una mujer, por parte del profesional o la profesional de la medicina, esta sintomatología tiene tendencia a asociarse con cuestiones relacionadas con el estrés, la salud emocional o la salud mental. Y, por tanto, la propuesta que se hace de tratamiento o de tratamiento de la sintomatología tiene más que ver con ansiolíticos, con tranquilizantes, mientras que por la misma sintomatología, que puede ser un dolor, por ejemplo, en el caso de los hombres, la respuesta es, en más casos, una respuesta de ‘haremos pruebas porque buscaremos una cosa física’. Aquí hay todo un estereotipo. Aquí, a quien hemos seguido más de cerca es a la doctora Carme Valls, que lleva muchos años hablando de los sesgos de género en medicina y explicando, por ejemplo, que las medicinas se testan sobre todo con hombres y los efectos secundarios en las mujeres son diferentes pero son más desconocidos. Estamos progresando mucho, pero era interesante ponerlo de manifiesto.
Después de acabar el libro, un día escuchaba un podcast muy interesante, muy bien hecho, en el que una mujer explicaba que había tenido un problema de salud muy grave y que se le había complicado de una determinada manera y que ella había ido a explicar en el centro médico esto que le estaba pasando varias veces. No le hacían demasiado caso, le decían que se esperara porque quizás tenía que ver con el tratamiento. Y, un día, abrió su expediente y vio que una de las cosas que había puesto el médico o la médico, no sé si era un hombre o una mujer, en el expediente era ‘ansiosita’, que como palabra lo encuentro bastante terrible. Es decir, sí, seguramente esta mujer tenía ansiedad, se estaba encontrando mal, estaba yendo una y otra vez al centro médico y no recibía la respuesta que le hacía falta. Y lo que era todavía más interesante en esta entrevista, era que ella tenía un amigo que estaba sufriendo una situación muy parecida y que llegó al diagnóstico mucho antes que ella. Mucho antes. Y esto, en principio, tendremos que encontrar formas de revertirlo.
Tiene que ver con la escucha, ¿no?
Todo nos vuelve a este gran elemento de la escucha, a escuchar a una mujer como escuchas a un hombre.
¿Y con el entorno a esta persona que va al médico? No es solo la enfermedad que uno sufre, sino el entorno social en el que está, o familiarmente, o en el trabajo.
Supongo que puede tener que ver con la posibilidad que tiene esta mujer de reivindicar, más o menos como haya sido educada o cual sea su rol en otros entornos. Seguramente le hace más o menos fácil exigir, por ejemplo. Que es una cosa que nos cuesta mucho a las mujeres, ¿no? Exigir. ‘No, es que no me iré. Quiero un diagnóstico o quiero que me hagan unas pruebas’. Esto se tiene que mirar caso por caso, también.
El libro lo has escrito con la Estrella Montolio y con Elisa Rosado. ¿Cómo ha sido trabajar a seis manos?
Ha sido un placer. Ha sido un lujo. Tuve muy claro, cuando me encargaron el libro, que prefería hacerlo con ellas. ¿Por qué? Porque, de hecho, este trabajo a seis manos viene de mucho más lejos que el encargo del libro. Con Estrella Montolio hace muchos años que hacemos formaciones en perspectiva de género en diferentes instituciones, organismos, empresas. Y con ella es con quien yo he construido toda la reflexión que tengo alrededor de estos temas, de la comunicación en perspectiva de género. Con Elisa nos conocemos, somos colegas desde hace menos años, y también hemos hablado mucho de estas cuestiones. Y yo, cuando escuchaba a Elisa hablar sobre estos temas, pensaba que su perspectiva podía enriquecer lo que queríamos decir.
Por lo tanto, les propuse que participaran, me dijeron que sí enseguida, yo me encargué de hacer el índice, un poco de proponer qué temas podían tratar y de distribuirlos. Después, nos hemos leído y nos hemos hecho aportaciones las unas a las otras, pero tenemos una excelente relación personal, que también es una cuestión que quiero decir explícitamente, porque también está el estereotipo de que las mujeres, entre nosotras, somos muy competitivas y nos hacemos la puñeta. Ha sido un placer trabajar con ellas, y el libro ha quedado mucho más rico que si lo hubiera hecho yo sola.
¿La colaboración y la confianza son claves para escribir libros como “Qui parla i qui calla“?
Y tanto, yo diría que sí. Para mí siempre es mucho más rico que haya visiones diversas y que haya ideas que salen de cabezas diferentes.
Redefinir el papel de la mujer en las sociedades africanas es clave para el crecimiento económico.
Un nuevo informe de Boston Consulting Group pone de relieve las diferentes percepciones del papel de la mujer en las sociedades africanas, y el importante impacto de estas narrativas en la participación económica de las mujeres, un importante vector de crecimiento para el continente.
A modo de recordatorio, el Banco Mundial ha estimado que la participación igualitaria de las mujeres en el empleo podría generar un crecimiento del 20% del PIB africano, y de hasta el 40% en Marruecos.
Además de los proyectos estructurales relativos al acceso de las mujeres a la educación, la sanidad, el capital, etc., el crecimiento económico de África pasa necesariamente por un cambio de esta narrativa, con un papel central de los legisladores, los educadores y los medios de comunicación.
Hace una década, la participación económica de las mujeres estaba aumentando en muchos países, y África estaba haciendo progresos significativos en la reducción de la desigualdad de género. Sin embargo, una oleada de desafíos macroeconómicos, seguida de la pandemia del COVID-19, han provocado un descenso más acusado de la participación económica de las mujeres en África desde 2016 que en cualquier otra parte del mundo. Según un nuevo informe de The Boston Consulting Group (BCG), solo será posible avanzar hacia una mayor participación económica de las mujeres si cambia el discurso sobre su lugar en las sociedades africana.
El estudio, titulado «African Women’s Voices: Reframing the Narrative on Women’s Roles in African Societies», se basa en una encuesta realizada a 6.000 mujeres y hombres de Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Kenia, Marruecos y Nigeria (que representan el 60% del PIB del continente). Su objetivo es conocer mejor su percepción de los principales obstáculos a la emancipación económica de la mujer y su papel en sus sociedades.
Descenso de la participación económica de las mujeres africanas desde 2016
Entre 2010 y 2016,África redujo las desigualdades entre hombres y mujeres más rápido que cualquier otra región del mundo. En 2016, este ritmo se ralentizó debido a la crisis de los productos básicos, seguida de una recesión mundial y la aparición de la pandemia.
A medida que el mundo vuelve a la normalidad tras la COVID-19, el continente africano debe redoblar sus esfuerzos para reducir las disparidades entre hombres y mujeres. «Si la participación económica de las mujeres africanas vuelve al ritmo registrado entre 2010 y 2016, el continente podría superar las disparidades de género 60 años antes de lo que sugiere el ritmo actual», comenta Zineb Sqalli, Managing Director & Partner de BCG en Casablanca.
A escala continental, el índice de paridad de género en África es ahora similar a la media mundial. Según el Informe sobre la Brecha de Género 2022 publicado por el Foro Económico Mundial (FEM), la puntuación africana es de 0,69 y la media mundial de 0,71 (1,0 representa la paridad de género). Sin embargo, existe una gran disparidad en la paridad en todo el continente. De los 146 países incluidos en el informe del FEM, Ruanda ocupa el 6º lugar, Namibia el 8º y Sudáfrica el 20º, mientras que la mitad de los 50 últimos países de la clasificación mundial son africanos, entre ellos Nigeria el 123º, Marruecos el 136º y el Congo el 144º.
El análisis de BCG sobre el nivel de educación y participación económica de las mujeres africanas reveló que los países pueden clasificarse en tres arquetipos, cada uno con un perfil específico.
Norte de África: en los últimos 20 años, países como Marruecos y Egipto han mejorado considerablemente el acceso de las niñas a la educación primaria y secundaria. Sin embargo, las mujeres siguen en gran medida fuera del mercado laboral y el principal obstáculo parece residir en creencias muy arraigadas sobre el papel de la mujer en la sociedad, mantenidas tanto por hombres como por mujeres. Alrededor de la mitad de los encuestados en Marruecos y Egipto, tanto hombres como mujeres, afirmaron que las mujeres no deben trabajar si el marido o el padre ganan suficiente dinero para mantener el hogar. Por el contrario, sólo el 12% de las mujeres y el 15% de los hombres del África subsahariana opinan lo mismo. Casi el 90% de los hombres encuestados en este segmento afirmaron que las mujeres deberían ir a la escuela para ser educadas y respetadas, no para ser independientes económicamente; y el 39% de las mujeres piensan que la educación superior es más importante para los hombres que para las mujeres.
«El modelo de éxito para una mujer marroquí es ser una mujer cuyos hijos (varones) tengan éxito», afirma una participante en el estudio de Casablanca.
Estos países cuentan con una gran número de mujeres instruidas, pero sus economías no se benefician suficientemente de esta narrativa, lo que es responsable de su escasa participación en el mercado laboral. A modo de recordatorio, Marruecos tiene la octava tasa más baja (139 de 146 países) de participación femenina en la economía del mundo, estimada en un 20%. Para superarlo, es necesario valorar a las mujeres como agentes económicos, capaces de generar valor para sus empresas, comunidades y países, más allá de su papel de educadoras y madres.
África Austral y África Oriental (excluida Etiopía): en lo que respecta a la emancipación económica de la mujer, esta región ha realizado importantes progresos, no sólo gracias a los constantes esfuerzos por promover la educación de las niñas, sino también gracias a diversos programas e iniciativas de apoyo a las mujeres empresarias y emprendedoras. Sin embargo, las mujeres de este arquetipo siguen enfrentándose a importantes obstáculos. Casi el 75% de ellas afirma haber sufrido violencia de género, y más del 30% violencia doméstica (frente al 25% y el 4%, respectivamente, en el Norte de África). Más del 60% de las adolescentes dijeron haber sido víctimas de acoso en la escuela, que es una de las principales razones del abandono escolar. En estos países, la «narrativa» en torno al papel de la mujer ya ha cambiado de hecho en los últimos quince años. Las mujeres han invertido masivamente en diferentes sectores de actividad y se reconoce su contribución a la economía, como demuestra «Mbokodo», la expresión utilizada en Sudáfrica para describir a las mujeres fuertes.
«Tengo la sensación de que la autonomía que hemos adquirido las mujeres sudafricanas trabajando hace que se nos perciba como una amenaza, lo que puede explicar la amplitud de la violencia, sobre todo doméstica», afirma una de las personas entrevistadas en Johannesburgo para el estudio. Por lo tanto, debe producirse un nuevo cambio en la narrativa si queremos lograr una convivencia más armoniosa y un mayor valor generado por la participación económica de las mujeres en la economía: las mujeres como socias de los hombres en la creación de riqueza para sus países y sus comunidades, por el bien de todos.
África Central y Occidental: En países como Nigeria y Etiopía, las mujeres tienen niveles de educación extremadamente bajos, los más bajos de África y del mundo. De hecho, el 40% de las niñas abandonan la escuela después de la primaria, casi el 50% antes de los 18 años (frente al 30% y el 20% en el norte y el sudeste de África, respectivamente) y sólo el 5% llega a la universidad. Como consecuencia, aunque más del 80% de estas mujeres están empleadas, su falta de educación significa que están confinadas a trabajos muy mal pagados, lo que significa que tienen pocas posibilidades de emancipación económica en comparación con las mujeres de otras partes de África.
El 42% de las mujeres encuestadas hablaron de su falta de independencia (frente al 27% en el sur y el este de África y el 14% en el norte de África). Las entrevistas y los grupos de discusión revelaron que los padres a veces piensan que educar a los niños es más importante que educar a las niñas, dado que se les considera el principal sostén de sus hogares; por otra parte, piensan que casar a sus hijas a una edad temprana podría mejorar su situación económica. Irónicamente, no enviar a sus hijas a la escuela tiene más probabilidades de limitar sus ingresos.
También en este caso hay que cambiar el discurso. En lugar de ser consideradas como un actor económico de segundo nivel en el hogar, que sólo proporciona unos ingresos complementarios, las mujeres deben ser vistas como individuos independientes y económicamente autónomos.
Combatir la violencia contra las mujeres
Aunque los retos a los que se enfrentan las mujeres difieren en toda África, la violencia y la inseguridad son omnipresentes y afectan a mujeres de todas las edades, niveles de renta y nivel educativo en todos los países del continente.
La violencia doméstica está muy extendida en el África subsahariana. Sudáfrica es, con diferencia, el país más afectado, con un 84% de mujeres que afirman que es el mayor problema al que se enfrentan en su país, seguido de Etiopía (70%), Kenia (64%) y Nigeria (61%).
En el norte de África, la violencia adopta otra forma, la de la inseguridad en los lugares públicos, citada como la 2ª mayor dificultad (después del acceso al empleo): el 36% de las mujeres de Marruecos y el 33% de las de Egipto afirman que la seguridad en los lugares públicos es el principal reto al que se enfrentan.
Legislación, educación y medios de comunicación para renovar la narrativa
Por el momento, la mayor parte de la inversión nacional y de la ayuda internacional para la emancipación de la mujer en África se centra en las necesidades de infraestructuras en los ámbitos de la sanidad, la educación y el empleo. Aunque es innegable que estas palancas son realmente importantes, las acciones proactivas dirigidas a cambiar las normas sociales y el papel de la mujer en la sociedad también son vitales, y a menudo no se invierte lo suficiente en ellas.
La legislación es un poderoso medio para abordar la cuestión de las normas sociales. Además de imponer comportamientos diferentes, suscita el debate dentro de las comunidades y sensibiliza al mismo tiempo. Por ejemplo, las leyes que establecen cuotas de representación se consideran un primer paso en la dirección correcta. En particular, la ley de paridad española ha contribuido a que el país sea líder mundial en 2022 en términos de paridad de género para los trabajadores profesionales y técnicos, con un 50% de mujeres en esta categoría.
La educación -desde la más temprana edad- tiene un papel vital que desempeñar en la deconstrucción de los estereotipos de género. En los países más avanzados en este ámbito, los programas escolares y la formación del profesorado hacen hincapié en la igualdad de género y en los roles no estereotipados. «Este enfoque puede ser especialmente eficaz en África, dada la juventud de la población y la atención que muchos gobiernos africanos prestan a la educación como prioridad nacional», explica Zineb Sqalli.
Los medios de comunicación tradicionales, y en especial las redes sociales, que actualmente utiliza más de la mitad de la población africana, también pueden influir considerablemente en las percepciones y creencias de la sociedad sobre la mujer. Es necesario destacar y celebrar más modelos femeninos por sus contribuciones económicas a sus empresas y países, más allá de su papel de madres.
La capacitación económica de las mujeres es una palanca fundamental para el desarrollo de los países africanos. Para lograrlo, el papel de la mujer en las sociedades africanas debe evolucionar, en beneficio de todos.
Acerca de BCG en África
BCG tiene una presencia fuerte y duradera en África, con cinco oficinas en todo el continente que apoyan el impacto social ayudando a las organizaciones a anticipar y responder mejor a los cambios económicos, sociales, medioambientales y normativos en el continente. BCG apoya a una amplia gama de clientes en los sectores público, social y privado, y cubre una amplia gama de temas, incluyendo la transformación digital, el clima y la sostenibilidad, la tecnología y la innovación, y el fortalecimiento de los sistemas de salud y alimentación.
Acerca de Boston Consulting Group
Boston Consulting Group se asocia con líderes empresariales y sociales para abordar sus mayores retos y oportunidades. BCG fue pionero en estrategia corporativa cuando se fundó en 1963. Hoy en día, trabajamos estrechamente con nuestros clientes para adoptar un enfoque transformador que beneficie a todas las partes interesadas, capacitando a las organizaciones para crecer, crear una ventaja competitiva sostenible y generar un impacto social positivo.
Nuestros diversos equipos internacionales aportan una profunda experiencia sectorial y funcional y una serie de perspectivas que desafían el statu quo e impulsan el cambio. BCG ofrece soluciones a través de consultoría de gestión, tecnología y diseño de primera clase, así como servicios de asesoramiento empresarial y digital. Trabajamos en un modelo de colaboración único en toda la empresa y en todos los niveles de la organización del cliente, impulsados por el objetivo de ayudar a nuestros clientes a prosperar y permitirles hacer del mundo un lugar mejor.
La mujer aprende desde su niñez que el “hombre que la cela, la quiere”. Este círculo de posesividad- celos-amor es uno de los detonantes principales de la violencia de género.
Recientemente sucedió un hecho que mantiene consternada a la sociedad dominicana, el asesinato de la joven comunicadora Chantal Jiménez por su ex pareja que luego se suicidó.
La presencia continua de feminicidios en nuestro país muestra los altos niveles de violencia existente en una gran parte de nuestra población masculina quienes responden a separaciones, celos y conflictos de pareja desde el uso de la violencia psicológica, verbal y física, en algunos casos llegando a eliminar físicamente a parejas o exparejas femeninas.
Los celos se aprenden culturalmente, las teorías socio-culturales identifican en los celos un comportamiento aprendido en los procesos de socialización en la niñez. Este aprendizaje tiene una fuerte connotación sexista, hombres y mujeres aprenden a celar de forma distinta sobre todo en lo relativo a sus relaciones de pareja en sociedades patriarcales.
Las diferencias entre hombres y mujeres con respecto a los celos no se atribuyen desde la perspectiva antropológica y sociocultural a influencias de carácter evolutivo sino a los procesos y estructuras sociales que crean y mantienen estas diferencias. (Eagly 1987).
La masculinidad en nuestra sociedad se aprende desde la niñez con una agresividad permitida y fomentada “para ser todo un macho”.
“Se puede constatar la existencia de normas duales que históricamente han sido utilizadas para permitir y alentar la actividad sexual masculina mientras se restringe la actividad sexual femenina (Muehlehard y McCoy,1991).
Nuestra sociedad, como toda sociedad patriarcal, coloca las relaciones de pareja en un estándar de relaciones posesivas y dependientes en las que la mujer se convierte en “la mujer de” – posesión – de un hombre con el que tiene una relación afectivo-sexual. La carga de posesividad que tiene el hombre sobre la mujer no soporta las separaciones. Muchos feminicidios se producen cuando la mujer se separa de su pareja. Esta separación entra en crisis con su sentido del honor masculino y su virilidad.
La mujer aprende desde su niñez que el “hombre que la cela, la quiere”. Este círculo de posesividad- celos-amor es uno de los detonantes principales de la violencia de género, junto a otros patrones culturales que configuran la masculinidad como son el honor, la virilidad y la violencia.
La masculinidad en nuestra sociedad se aprende desde la niñez con una agresividad permitida y fomentada “para ser todo un macho”. La violencia es la única herramienta que conoce para resolver conflictos que inician con sus pares y se extiende hacia sus relaciones afectivo-sexuales.
Detener la violencia de género supone desarrollar estrategias culturales y educativas que cambien esta masculinidad sostenida en círculos de celos-posesividad-amor-violencia en los que nuestros niños, adolescentes y jóvenes están insertos. Un aprendizaje que se encuentra en la calle, grupos de pares, familia y escuela.
Amnistía Internacional ha alertado este miércoles de que la educación de millones de iraníes se encuentra en peligro por los envenenamientos en centros educativos femeninos y por ello han emitido una acción urgente y han enviado una carta al fiscal general al país para que tome medidas.
“Los derechos a la educación, la salud y la vida de millones de niñas escolares se encuentran en peligro por los ataques con gas contra los colegios de niñas en Irán”, ha indicado AI en un comunicado.
La organización de derechos humanos ha indicado que desde noviembre de 2022 más de 100 centros educativos femeninos han sido atacados, algunos en varias ocasiones, y unas 13.000 alumnas han recibido cuidados médicos por los envenenamientos. Las alumnas han sufrido síntomas como tos, dificultades para respirar, irritación de la garganta, dólares de cabeza, nauseas o vómitos.
En marzo las autoridades anunciaron la detención de 100 personas por su implicación en los envenenamientos, pero a pesar de ello los ataques han continuado ocurriendo a lo largo del país.
Ataques en las escuelas de Teherán, Hamedan y Dezful
Los últimos casos se han producido este miércoles, con ataques en escuelas de Teherán, Hamedan y Dezful, según grupos de activistas.
Además, el grupo opositor kurdo-iraní en el exilio Hengaw ha registrado también este martes ataques en 19 colegios en las ciudades de Teherán, Kermanshah, Saqez, Ahvaz, Eslamshahr, Ardebil, Karaj y Urmia, lo que ha provocado la hospitalización de docenas de estudiantes.
A pesar de todo, el ministro de Sanidad, Bahram Einollahi, ha afirmado que “no hay evidencias” de que las estudiantes hayan sido envenenadas y ha atribuido el 90% de los casos «al estrés y las travesuras».
Por ello, Amnistía Internacional ha enviado una carta al fiscal general del país, Mohamad Yafar Montazerí, instándole a que ponga en marcha una “investigación independiente, profunda y efectiva” y lleve ante la Justicia a los responsables de los ataques.
“Las autoridades deben garantizar que las niñas tienen acceso igualitario y seguro a la educación y que están protegidas ante cualquier forma de violencia”, ha indicado Amnistía Internacional.
El grupo de derechos humanos también ha pedido que se permita la entrada al país a personal de la ONU para que investiguen los ataques.
En Irán no se ha puesto en duda la educación femenina en los 43 años de existencia de la República Islámica y algunos padres vinculan los envenenamientos con las protestas de los últimos meses, que se habían calmado tras una fuerte represión estatal.
Las alumnas de colegios e institutos participaron en esas protestas, se quitaron los velos, gritaron «mujer, vida, libertad« e hicieron gestos de desprecio a retratos de Jameneí y del fundador de la República Islámica, el ayatolá Ruholá Jomeiní.
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