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Nuevo aprendizaje basado en neuroeducación sin mitos

Por: www.lahora.com.ec

EFE SALUD · Y aunque ya se ha demostrado que tal afirmación no es cierta, el mito permanece arraigado en la sociedad, con implicaciones que afectan especial y negativamente a la forma en la que padres y profesores educan a los niños.

Así lo explica a EFE Salud, la coordinadora del Máster Necesidades Educativas Especiales y Atención Temprana en la Universidad Internacional de Valencia, Ana Belén Pardo Salamanca, quien aboga por un nuevo aprendizaje, basado en una neuroeducación sin mitos.

Según Salamanca, existe un porcentaje elevado de profesores que así lo creen, y de ahí la importancia de que este colectivo se forme en neuroeducación.

Los mitos en torno al cerebro

De acuerdo con esta profesional, el mito se afianzó tras algunas investigaciones de las que se dedujo que, en un instante determinado, solo el 10% de las neuronas estaban activas en nuestro cerebro.

Otra explicación, señala, podría estar relacionada con el hecho de que las neuronas representen alrededor del 10% de las células del cerebro, siendo el resto células gliales.

Pero hay otros ‘neuromitos’ que también lastran la educación actual como es el basado en la creencia de que los niños deben aprender a leer o escribir en una determinada etapa de su vida, porque de otra forma no podrán lograrlo correctamente más adelante.

Y existe la aceptación, también errónea, de que la información visual, auditiva y cenestésica es procesada en partes diferentes del cerebro.

Neuromito: modelos de aprendizaje

En el ámbito educativo, explica Pardo Salamanca, son muy conocidos y aceptados los modelos de aprendizaje, clasificándolos en visual, auditivo y cenestésico.

Según este neuromito, si los contenidos son transmitidos bajo esa modalidad dominante, se conseguirá un aprendizaje mayor, que si son transmitidos por cualquiera de las otras.

Pero las modalidades sensoriales se encuentran interconectadas.

“Y desde un punto de vista fisiológico no existe la separación entre hemisferio izquierdo y derecho, y la transferencia de información entre ambos es continua a través del cuerpo calloso”, mencionó.

Es verdad que algunas tareas como el reconocimiento facial o el lenguaje se realizan de modo predominante en el hemisferio izquierdo, “pero es imprescindible que ambos hemisferios trabajen de forma simultánea para lograr un adecuado procesamiento de la información”.

Neuroeducación sin mitos

Desmontar estos mitos abre “infinitas posibilidades” en el aprendizaje, sostiene la profesora, que conoce de primera mano los resultados ya que colabora e imparte cursos de formación de neuroeducación en varios colegios.

Y defiende la introducción de nuevas metodologías que mejoren funciones cerebrales, como la memoria de trabajo, la toma de decisiones, o la gestión emocional, con el fin de optimizar el aprendizaje.

“Y, por ejemplo, ser consciente de que el cerebro es un sistema interconectado y que se utiliza en su totalidad, hace que las opciones para el aprendizaje se multipliquen”, dijo.

El papel de la memoria

La Neuroeducación apuesta por no sobrecargar la memoria a corto plazo. Es decir, esa memoria que se utiliza para estudiar un tema de cara a un examen, y a los dos días se nos ha olvidado.

Frente a ello, se insta al profesorado a trabajar los diferentes tipos de memoria para que el aprendizaje sea significativo y eso se consigue introduciendo en la educación algunos procesos como la curiosidad, la motivación, la emoción, la creatividad y el ejercicio físico.

Con todo este conjunto de prácticas “se ha comprobado que se fomenta el desarrollo de la memoria, pero de la buena, la que luego de verdad nos sirve”.

El aprendizaje está basado en la motivación

“Esto no quiere decir que todas las materias deban exponerse como súpermotivantes, porque las hay que no motivan, pero existen metodologías que invitan más al alumno a interesarse, como el trabajo colaborativo”, comentó.

También, apunta, está el método de la clase invertida, en la que son los alumnos los que tienen que buscar y desarrollar el tema para luego exponerlo ante los demás. Se trata de despertar su curiosidad.

¿Qué más afirma la neuroeducación?

Afirma Pardo Salamanca que una persona no puede estar atenta durante 50 minutos porque “cerebralmente no es viable”, y se propone, por ejemplo, intercalar periodos en los que predomine la creatividad e incluso el movimiento, sobre todo en etapas de infantil y primer ciclo de primaria.

La neuroeducación está intentado obtener evidencias científicas para promover políticas públicas adaptadas, que puedan paliar o enfrentar las dificultades de aprendizaje de los niños y la vulnerabilidad que sufren por estas dificultades, o por tener altas capacidades.

Fuente e Imagen: https://www.lahora.com.ec/tungurahua/nuevo-aprendizaje-basado-en-neuroeducacion-sin-mitos/

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Todos los niños deberían ser hiperactivos

Por: Educación 3.0

Apostar por el movimiento y la actividad física y mental de los menores es clave para su desarrollo cognitivo. Esta es la opinión de Ainhoa Sarmiento, experta en educación y desarrollo de la creatividad a través del movimiento.

Los menores, en toda su etapa de desarrollo, tienen una tendencia natural hacia el movimiento que les impulsa a experimentar la movilidad de su cuerpo de todas las formas posibles. Ese impulso natural, instintivo, tiene una finalidad y es la de desarrollar conexiones neuronales y con ello impulsar el desarrollo cerebral y cognitivo. Aunque nos cueste admitirlo, resulta que el cerebro no se creó para pensar, sino para permitir el control del movimiento. En realidad el cerebro no nos diferencia de los animales sino de las plantas.

El cerebro nace para permitir el control motor, que a su vez hace posible el movimiento. Solo se desarrolla en los seres vivos que se mueven a voluntad, de manera que la principal función de nuestro cerebro es la de posibilitar el movimiento del cuerpo, y de hecho más del 90% de la actividad cerebral se destina al funcionamiento del cuerpo y no a las funciones cognitivas. Y para que el cerebro del niño se desarrolle y dentro de él se generen las sinapsis o conexiones neuronales necesarias para que pueda aprender, es imprescindible que el menor se mueva mucho. Es imprescindible que el niño sea ‘hiperactivo’.

El sexto sentido es en realidad el primero

hiperactivos

El sistema vestibular, que hace referencia a ese ‘sexto sentido’ que nos permite mantener el equilibrio, es el primer sistema sensorial que se desarrolla en la fase prenatal. Entra en funcionamiento desde el nacimiento y participa en el control motor pero también en el desarrollo cognitivo y la regulación de los estados de ánimo.

Podríamos decir que los primeros aprendizajes del bebé, que son los que empiezan a organizar su cerebro, se relacionan con la percepción de su propio cuerpo y del movimiento. Y este proceso continúa durante toda la infancia. El sistema vestibular es, además, el que organiza las percepciones de los demás sentidos, como la vista, el oído, el olfato y el tacto. Y es por ello que sin un correcto funcionamiento del sistema vestibular los niños podrían presentar dificultades de aprendizaje. La mejor manera de estimular la maduración y el correcto funcionamiento de este sistema es permitir que los infantes se muevan libremente durante el máximo tiempo posible.

El movimiento es algo instintivo y natural en los bebés, no necesitamos enseñarles a patalear, a girar la cabeza, a intentar incorporarse, a sostenerse sentados, etc. De hecho, las revisiones de los pediatras en los primeros años de vida observan con cuidado los movimientos y los reflejos de los bebés como un indicador de que su evolución es la correcta. Todos estos movimientos instintivos están generando nuevas conexiones entre las neuronas del cerebro, y  cuando mayor sea la gama de movimientos que el niño experimenta, practica y llega a dominar, mejor será el desarrollo de su cerebro y mayor el número de sinapsis o conexiones entre las neuronas.

Mantenerse activo para desarrollar las capacidades cognitivas

todos los niños deberían ser hiperactivos

Es imprescindible mantener la actividad física y el movimiento libre durante toda la etapa de desarrollo si no queremos mermar las capacidades cognitivas y de aprendizaje de los niños. Pero también es importante inculcar un estilo de vida activo para mantener la salud del cerebro a lo largo de toda la vida.

Existe la falsa creencia de que para estudiar, para aprender, hay que estar sentado, quieto y callado. Y a pesar de los muchos avances en neuroeducación y el desarrollo de múltiples estrategias didácticas basadas en el aprendizaje activo y manipulativo, hay un elemento que sigue invadiendo las aulas: las sillas. Y otro que sigue desterrado: el cuerpo en movimiento. Cuando el cuerpo no se mueve, el cerebro se relaja y sus niveles de atención disminuyen exponencialmente. El Instituto Tecnológico de Massachusetts demostró en una investigación que la actividad cerebral de un estudiante que permanece quieto, escuchando en clase, es la misma que cuando hace zapping en la televisión.

El movimiento es una de las pocas actividades que estimulan y desarrollan simultáneamente el sistema nervioso central y el periférico. Es decir, que el movimiento es lo único que activa todas las regiones cerebrales y con esta activación mejora la atención. Para mejorar los procesos de aprendizaje también debemos tener en cuenta que toda la estructura cerebral está íntimamente ligada al sistema locomotor y los sentidos. Las investigaciones desarrolladas en el ámbito de la neurociencia han dejado claro que el aprendizaje, el pensamiento, la creatividad y la inteligencia no son procesos que pertenezcan únicamente al cerebro, sino a todo el cuerpo.

Incentivar el movimiento del alumnado como labor docente

Las conexiones neuronales que se establecen cuando el cuerpo se mueve son las que van a propiciar el aprendizaje. Es imposible saber cuánto tiempo permanecerán en la memoria los contenidos que los niños aprenden en el colegio, pero sí se puede demostrar científicamente que las conexiones neuronales que se establecen y fortalecen gracias al movimiento perduran toda la vida, y que estas conexiones o sinapsis son las que van a posibilitar el aprendizaje de los contenidos. De manera que nuestra responsabilidad como educadores es la de generar un tejido nervioso amplio y fuerte, y la vía más directa y efectiva para lograrlo es dotar al niño con una gran amplitud motriz.

Por otra parte, el movimiento favorece la segregación de una serie de sustancias bioquímicas que generan un estado de ánimo óptimo para el aprendizaje y que favorecen la motivación. Todos los organismos internacionales responsables de la salud advierten de los peligros y los aspectos negativos del sedentarismo en la infancia. En los colegios y en sus casas los niños mantienen periodos de sedentarismo prolongados que ponen en peligro su salud y su desarrollo. Y sin embargo maestros y padres siguen ‘quejándose’ de que los niños no paran quietos.

La hiperactividad es una cuestión cuantitativamente subjetiva que solo puede considerarse como trastorno o rasgo negativo en el caso de que genere dificultades para la salud, el aprendizaje o la relación social. Por eso, conociendo la gran importancia que tiene el movimiento para la salud, física, mental y emocional de los niños, y sabiendo que para garantizar su desarrollo cognitivo y aumentar su rendimiento escolar los niños necesitan moverse mucho, deberíamos desear que nuestros niños fuesen todos hiperactivos, en el mejor sentido de la palabra.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/opinion/ninos-hiperactivos/

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¿Qué es la neuroeducación?

Por: Sofía García-Bullé

Cada aprendizaje abre un camino cognitivo nuevo, y la manera en que aprendemos está determinada por las conexiones neuronales que abren estos caminos.

La gran mayoría de los métodos didácticos se basan en la comunicación entre maestro y alumno, las diferentes facetas de la relación entre ellos, o en la jornada del estudiante a través de de su propio aprendizaje. Sin embargo, corrientes didácticas más recientes se centran en la relación entre el funcionamiento cerebral y su intersección con el acto de aprender.

El Instituto Superior de Estudios Psicológicos define la neuroeducación como una disciplina que promueve la integración entre las ciencias de la educación, la neurología, psicología y ciencia cognitiva para producir mejores métodos de enseñanza y programas didácticos. La pregunta principal que la neuroeducación se plantea es, ¿cómo aprende el cerebro? Para entender esto, necesitamos abordar algunos conceptos básicos.

Plasticidad cerebral: músculo del saber

La palabra plasticidad se refiere a la propiedad que tiene un material de ser moldeado o trabajado para cambiarlo de forma. De la misma manera, la plasticidad cerebral es la capacidad del sistema nervioso para cambiar su estructura y funcionamiento a lo largo de la vida, como reacción a la diversidad del entorno en el que vive una persona.

Representa la facultad del cerebro para recuperarse y reestructurarse en caso de lesión o enfermedad, como lo haría cualquier músculo de nuestro cuerpo, pero también de adaptarse y funcionar con la adopción de conocimientos nuevos, entendimientos, conductas y patrones. Esto último es crucial para el proceso didáctico. Cada vez que un aprendizaje nuevo se asienta en la mente de una persona, este deja una huella, creando nuevas conexiones y sumando al todo de la red neuronal de un individuo.

La neuroeducación examina los rastros que los procesos educativos dejan en nuestro cerebro y busca visualizar las relaciones entre estos datos y el modo como nos comportamos. Su aproximación al estudio del aprendizaje es primordialmente científico.

Emoción, atención y neurodivergencia

Los anteriores aspectos suenan más como el tipo de investigación que se realizaría en un laboratorio, ¿cómo traducimos este enfoque al salón de clases? ¿Qué criterios sirven para aprovechar lo que conocemos acerca del funcionamiento de las redes neuronales y cómo se comunican?

La emoción es uno de los criterios más importantes. De acuerdo a la neuroeducación, ningún entendimiento se da sobre vacío, las experiencias y emociones propias de la persona que está aprendiendo le dan contexto y significado a lo que asimila. La capacidad de atención el tiempo en el que un estudiante puede ejercerla en su máxima capacidad también es importante.

La neuroeducación tiene como prioridad tener presente los períodos en los que una persona puede centrar su atención en un canal de información sin distraerse ni fatigarse, para sacar lo mejor de la experiencia didáctica. Esto tomando en cuenta aspectos atenuantes, como por ejemplo, si se trata de una persona con Trastorno por déficit de Atención (TDAH), depresión o alguna neurodivergencia, explica Arturo Torres, Máster en psicología social por la Universidad de Barcelona y colaborador para la revista virtual Psicología y Mente.

Bajo el esquema propuesto por la neuroeducación, no hay solo una forma de aprender, hay muchas, todas relacionadas a cómo funciona el cerebro del estudiante, cómo traza caminos cognitivos y qué factores afectan o favorecen este proceso. Aquí entramos a otro pilar de la neuroeducación: la neurodiversidad, que consiste de la intención de visualizar y promocionar la inclusión de personas neurodivergentes, parte de la idea de que la educación es un bien común, un derecho básico, al cual todos deben tener acceso, independientemente de la forma en que su cerebro les permita aproximarse al aprendizaje.

¿Has escuchado hablar de la neuroeducación? ¿La has aplicado en clases? ¿Has estado en alguna clase donde el docente haga uso de este enfoque? ¿Qué piensas sobre la influencia de las conexiones neuronales y las emociones sobre la forma en que aprendemos? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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Neuroeducación: ¿cómo aprende el cerebro?

Por: Educación 3.0

Conocer cómo funciona el cerebro y cómo aprendemos es fundamental para el proceso de enseñanza-aprendizaje. El último número de la revista impresa, ya a la venta, ofrece un amplio reportaje sobre este tema. Estos son algunos extractos.

La mayoría de los niños son curiosos por naturaleza. Tienen todo un mundo por descubrir y quieren hacerlo ¡con ganas y aunque conlleve riesgos!: meter el dedo en los enchufes, tocar el agua o el fuego, o llevarse a la boca cualquier cosa que encuentren en el suelo para probar su sabor y textura. A medida que van creciendo y desarrollando su personalidad, sin embargo, la situación cambia y algunos pueden perder el interés.

Dada esta realidad, ¿cómo continuar estimulando su curiosidad? ¿Cómo motivarlos y hacerles partícipes en su aprendizaje? ¿Qué pueden hacer los profesores para mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje? La neuroeducación ofrece respuestas a estas preguntas. Es la unión de las ciencias de la educación (el conjunto de disciplinas que estudia la educación y las prácticas educativas como Didáctica, Pedagogía, Antropología o Sociología, entre otras) con la neurología, que estudia el funcionamiento del cerebro.

La neuroeducación ha generado un enorme avance en el proceso de enseñanza y aprendizaje, ya que contribuye a potenciar tanto las capacidades emocionales —ser conscientes de las emociones y gestionarlas adecuadamente— como las neurocognitivas, cómo procesamos la información y cómo la empleamos posteriormente (es decir, el aprendizaje) lo que incluye la percepción, la atención, la comprensión, la memoria y el lenguaje, entre otras.

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Neuroeducación: orígenes y evolución

Aunque la historia de la neuroeducación es bastante reciente, la importancia del cerebro se reconoce desde hace siglos y a lo largo de ellos se ha ido avanzando en su funcionamiento (neurociencia), pero han tenido que pasar más de veinte para comprender la importancia que tiene relacionar cómo aprendemos y la práctica educativa.

El ‘padre oficial’ de la neuroeducación es Gerhard Preiss, catedrático de Didáctica en la Universidad de Friburgo (Alemania), quien en 1988 planteó crear una nueva asignatura que aunara la investigación cerebral y la pedagogía, a la que denominó neurodidáctica para mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje. A partir de entonces son numerosos los expertos internacionales (el argentino Antonio M. Battro o el estadounidense Daniel Willingham) y nacionales (Francisco Mora, David Bueno…) que han profundizado en el tema.

Como dice el refrán ‘la unión hace la fuerza’ y la alianza entre cómo aprendemos y la pedagogía proporciona numerosos beneficios tanto para alumnado como para los docentes. Así, mejora el proceso de enseñanza y aprendizaje, al facilitar el diseño de programaciones didácticas a medida y atendiendo a la diversidad.

De igual modo, permite identificar las causas neurológicas relacionadas con el fracaso escolar, como la dislexia, la discalculia, el trastorno por déficit de atención o la hiperactividad. Fomenta, además, que consoliden sus conocimientos al mostrar qué les motiva o les llama la atención, al mismo tiempo que les hace implicarse más en su propio aprendizaje. También les ayuda a gestionar las emociones, haciendo patente qué están sintiendo y no reaccionen de manera impulsiva.

Evidencias científicas

A lo largo de estos más de 30 años en los que se ha profundizado en la neuroeducación, en cómo aprende el cerebro y su relación con la educación, se han hallado diversas evidencias científicas que han permitido mejorar tanto el proceso de enseñanza como el de aprendizaje. Algunos de estos factores son:

  • Emociones. Ya sean agradables o desagradables, todas influyen en el proceso de aprendizaje.
  • Plasticidad cerebral y neurogénesis. Haciendo una metáfora, el cerebro es como la plastilina, ya que tiene una gran capacidad de adaptación durante toda la vida.
  • Genética y experiencia. El debate sobre qué es más determinante en el ser humano, lo innato o lo aprendido, ha sido intenso a lo largo de los siglos. En la actualidad, la mayoría de los expertos coincide en que ambos son fundamentales en el aprendizaje y en la evolución del propio ser humano.
  • ¿Jugamos? Sea libre o estructurado, el juego es clave en el aprendizaje, como numerosos estudios han demostrado (por ejemplo, de los psicólogos Jean Piaget o Lev S. Vigotsky).
  • Neuronas espejo. Son el grupo de células cerebrales (descubiertas por el equipo del neurobiólogo Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma, Italia, a finales de los 90) que se activan cuando realizamos una acción concreta o cuando observamos a alguien hacer algo.
  • Trastornos de aprendizaje. La neuroeducación es fundamental en diferentes áreas, pero en este ámbito en concreto todavía lo es más, ya que permite proporcionar un apoyo personalizado a cada alumno.

En la práctica

Es posible aplicar los principios de la neuroeducación tanto en el aula como en casa. En el primer caso, es preciso crear un clima positivo, generar un espacio donde el alumno se sienta cómodo, donde el profesor le escuche y le anime a aumentar su autoestima e iniciativa, también donde se fomente el trabajo en equipo y se promuevan valores como el respeto y la justicia. Cada vez son más los docentes y centros que ven la importancia de aplicar la neuroeducación en el día a día, pero no saben por dónde empezar. Piensan: ¡cómo entender el funcionamiento del cerebro!, ¡parece algo tan complicado!

Por etapas educativas

Lo más habitual es aplicar las prácticas neuroeducativas en la primera infancia (de 0 a 8 años), porque es cuando el cerebro forma nuevas conexiones a una sorprendente velocidad, pero la mayoría de los expertos considera que los principios de la neuroeducación deben aplicarse a lo largo de toda la vida. Es un estilo de vida. Por lo que, independientemente del nivel educativo en que esté el alumnado, lo importante es tener claro que si el docente conoce las claves de cómo funciona el cerebro puede diseñar actividades a medida para el día a día, consiguiendo mejorar tanto el proceso de enseñanza como el de aprendizaje.

Este artículo está compuesto de unos pocos extractos del amplio reportaje ‘Neuroeducación: ¿cómo aprende el cerebro?’ publicado en el nuevo número de la revista impresa. Puedes comprar el último número de la revista en nuestra tienda online.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/neuroeducacion-cerebro/

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Héctor Ruiz: “Al crear puentes entre la investigación y el aula, surgen oportunistas pseudocientíficos”

Por:

  • Hablamos con el biólogo y experto en psicología cognitiva sobre el boom de la neuroeducación, un término que no le gusta porque, bajo su paraguas, se confunden disciplinas variopintas y se cobija un número creciente de oportunistas e intrusos. Héctor Ruiz Martín admite que la ciencia nunca podrá responder a algunas preguntas educativas fundamentales. Pero sí ha logrado hallazgos sólidos. Por ejemplo, que aprender de verdad implica dar sentido a lo que aprendemos.

Biólogo de carrera, a Héctor Ruiz Martín siempre le picó el gusanillo de la educación. Desde muy joven le asaltaron los grandes interrogantes pedagógicos, con el cómo aprendemos a la cabeza. Buscó respuestas en la docencia, habiendo sido profesor de instituto y universidad. Durante un tiempo intentó diseccionar los misterios del aprendizaje a través de la neurociencia. Y cuando descubrió los encantos de la psicología cognitiva, se produjo algo así como un flechazo intelectual. Autor de varias obras con un enfoque divulgativo, hoy dirige la International Science Teaching Foundation, con sede en Barcelona.

¿Cómo das el salto de la neurociencia a la psicología cognitiva? ¿Fue una transición gradual o una especie de iluminación repentina?

Un poco ambas cosas. Yo descubro, a través de la neurociencia, que se pueda hacer ciencia del aprendizaje. Me meto en este ámbito con mucha fascinación. Pero en el fondo, más allá de mi interés fundamental como biólogo, siempre he buscado poder responder a las preguntas que nos hacemos como docentes y estudiantes, en especial cómo aprender más y mejor. Cuanto más me meto en la neurociencia (su estudio del cerebro a nivel molecular, celular, bioquímico), más me doy cuenta de que esta no puede responder a estas preguntas. Este proceso fue progresivo. Y luego está ese momento en el que descubro, cuando vivía en EEUU, la psicología cognitiva, un ámbito del que en España hay muy poca tradición. Veo que, al dedicarse a estudiar el cerebro como procesador de información pero más desde el comportamiento, resulta mucho más interesante en esa búsqueda de respuestas.

¿Hay desconfianzas, recelos entre ambos ámbitos? Quizá la neurociencia se arroga una especie de legitimidad de pureza empírica. Y la psicología cognitiva, una mayor capacidad de trasladar al aula sus hallazgos.

Nunca he visto neurocientíficos que resten validez a la psicología cognitiva, que en realidad tiene un enfoque más cercano a las ciencias naturales que a las sociales: causa-efecto, herramientas cuantitativas… Lo que sí observo es que, para el público general, todo es neurociencia, todo es neuroeducación, un término que personalmente no me gusta. La neurociencia tiene más sex-appeal, más caché, viene como con un sello de objetividad. Pero, en realidad, la inmensa mayoría de cosas bajo el paraguas de la llamada neuroeducación —digamos, más en rigor, de las ciencias del aprendizaje— vienen de la psicología cognitiva. Al atribuir a lo neuro esa preponderancia, hay psicólogos que se sienten ninguneados. Lo importante, en cualquier caso, es que ambas disciplinas interactúan, se retroalimentan continuamente.

Aprovechando esa fiebre neuro y esa confusión de términos, se cuelan muchos supuestos gurús que lanzan propuestas metodológicas barnizadas de pseudociencia.

Intrusos y oportunistas siempre ha habido. Incluso en ámbitos como la medicina —que tiene algo de arte pero se basa fundamentalmente en el conocimiento científico— sigue habiendo mucha pseudociencia. Con más razón en la práctica educativa, donde no hay una fuerte tradición investigadora. Y ocurre precisamente ahora, cuando se está tratando de crear puentes entre la investigación y el aula. Como en la publicidad, suelen ser propuestas que combinan emoción y razón (supuestamente científica) en un pack listo para vender.

¿Corremos el riesgo de menospreciar, en aras del rigor científico, ese componente artístico de la docencia: la intuición, la experiencia del profesor…?

Los propios científicos somos conscientes de las limitaciones de la ciencia. A destacar, que la ciencia solo puede responder a preguntas científicas. Esto deja fuera, por ejemplo, cuáles deben ser los objetivos de la educación, que siempre será un debate ideológico. Pero sí puede ayudar a informar sobre la manera más probable de alcanzar —en función del contexto, los recursos, etc.— esos objetivos. No hay que olvidar tampoco que la ciencia va avanzando, resolviendo cuestiones, consiguiendo un conocimiento cada vez mejor, pero nunca perfecto, absoluto. Cuando entran en juego variables que la investigación aún no ha tenido en cuenta, poco puede aportar la ciencia. Pero tampoco hemos de olvidar que la experiencia personal también tiene limitaciones. La primera es que está sesgada por nuestras preconcepciones. El famoso sesgo de confirmación, que nos empuja a sacar las conclusiones que ya queríamos sacar. Por ejemplo al llevar a cabo una actividad en el aula, cuyas conclusiones sobre el desarrollo y resultado tratará el docente de encajar en lo que ya pensaba. Ahí la evidencia científica puede complementar la experiencia docente.

La clave para aprender es dar sentido a lo que aprendemos. No hay nada más importante que implicarse cognitivamente en lo que uno está aprendiendo

Si tuvieras que destacar un hallazgo científico sólido sobre el aprendizaje, ¿cuál sería?

Permíteme decir más de uno. El primero es que la clave para aprender es dar sentido a lo que aprendemos. No hay nada más importante que implicarse cognitivamente en lo que uno está aprendiendo, que al final significa interpretar el nuevo conocimiento a la luz de nuestros conocimientos previos. Es uno de los principios básicos de la psicología cognitiva: la memoria se construye conectando lo que sabemos con lo que estamos aprendiendo. Resulta clave para el profesor: si una actividad en el aula no va a hacer que los alumnos piensen sobre lo que están aprendiendo, no lo van a aprender.

El segundo, que aprender es un acto generativo, no meramente receptivo. Que el aprendizaje se consolide depende de lo que hacemos después en nuestra cabeza, de si somos capaces de recuperar, usar, evocar en definitiva —en un proceso de dentro afuera— lo aprendido. El tercero es que, para aprender, necesitamos diversos episodios, mucho mejor si se espacian en el tiempo en lugar de masificarse.

Justo lo contrario de la norma en España: currículos sobrecargados y sesiones de estudio maratonianas con un enfoque evaluativo puramente memorístico.

El aprendizaje no elaborado, sin oportunidades para la generación y la aplicación, resulta siempre efímero. Las estrategias de evaluación que animan al estudio masificado solo consiguen que lo supuestamente aprendido (o así parece en el examen) se olvide en dos días.

Me llama la atención que utilizas con frecuencia, al explicar las dinámicas de la memoria y el aprendizaje, la noción de evocar, que suele tener un matiz poético, en absoluto científico.

Llevar a la consciencia, a tu memoria de trabajo algo que ya sabes (y que permanece en tu memoria a largo plazo, en algún lugar del subconsciente) es técnicamente, según la RAE, evocar. Evocar un recuerdo, un conocimiento. En inglés, la palabra para referirse a este proceso es retrieval, algo así como recuperación, que en educación tiene otras connotaciones. Cuando decidí divulgar la psicología cognitiva en español, tuve que tomar una decisión sobre cómo traducirla. Me llevó tiempo y, tras ver las opciones, me decanté por evocación, que ciertamente se suele utilizar desde una óptica más poética.

Foto cedida

Por una parte, es más fácil aprender sobre un campo concreto cuanto más sabemos. Por otra, a partir de cierta edad, el tiempo juega en nuestra contra. ¿O la idea del niño esponja es un mito?

Son dos procesos independientes. Uno nos lleva a que cada vez seamos, en nuestros ámbitos predilectos, mejores aprendientes (término en desuso que también me gusta utilizar, más correcto que aprendiz, que se refiere al aprendizaje de un oficio). Otro tiene que ver con la mayor capacidad para aprender durante la infancia y la juventud, ya que la neuroplasticidad —que es la base del aprendizaje— es mucho mayor en esas edades. Yo, a mis 40 años, aprenderé más fácilmente cosas nuevas sobre psicología cognitiva que un neófito en la materia de 20 años. No solo a nivel de comprensión. También me será más fácil recordar lo aprendido. Pero en un ámbito completamente nuevo para mí, el joven de 20 años partiría con ventaja. Por otra parte, con la edad solemos ganar en autorregulación: esfuerzo, ser capaces de evitar la tentación de hacer otras cosas, de aplazar las recompensas… Son capacidades muy importantes para el aprendizaje, y aquí la edad suele jugar a nuestro favor.

Esa distracción permanente o saltos de atención continuos entre los jóvenes —la mal llamada multitarea— es campo abonado para la pseudociencia. Se escucha de todo. Que las nuevas generaciones son, cognitivamente, casi como superhombres. O lo contrario: que ese ir de una cosa a la otra les va a descalabrar el cerebro con secuelas irreversibles.

La visión científica es que ni una cosa ni la otra. Los jóvenes de ahora no son diferentes a los de hace 30 años. El cerebro es plástico, sí, pero los mecanismos cognitivos solo pueden cambiar a partir de la evolución biológica, y esto requiere de mucho tiempo. A los jóvenes siempre se les ha dado mejor ese cambio veloz de tarea, tienen una mayor velocidad de procesamiento, aunque está demostrado que, en el cambio continuo, el desempeño de cada tarea se ve afectado. Con la edad, las habilidades cognitivas van, en general, a la baja. De la misma forma, también sabemos que este entorno lleno de tecnología tampoco está cambiando negativamente el cerebro. Los alumnos de hoy en día siguen teniendo la misma capacidad de prestar atención, aunque también tienen más oportunidades para distraerse, más estímulos para elegir y evitar el aburrimiento, que es algo muy humano.

Los alumnos de hoy en día siguen teniendo la misma capacidad de prestar atención, aunque también tienen más oportunidades para distraerse

¿Y ese infinito surtido de estímulos no afecta a la concentración, la paciencia, la tolerancia a la frustración? Quizá a nivel más emocional, pero con efectos cognitivos que influyen en el aprendizaje, aunque estos no sean permanentes.

Más importante resulta la ausencia de momentos para desconectar de nuestra vida social. Antes, cuando volvías a casa, tu vida social se reducía a tu familia, que es mucho más fácil de manejar en cuanto a las preocupaciones por la imagen que proyectamos a los demás, cuál es nuestra posición en el grupo, qué piensan de nosotros. Con las redes sociales, nunca dejas de estar sobre el escenario, y esto es difícil de gestionar. Se genera un estrés que puede afectar no solo a tu capacidad de aprender, sino a tu vida en su conjunto. Podríamos conjeturar que nuestro cerebro no está preparado para, digamos, ponernos continuamente a prueba ante el grupo, y que esto está generando dinámicas negativas.

Fuente e Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/2021/11/11/hector-ruiz-al-crear-puentes-entre-la-investigacion-y-el-aula-surgen-oportunistas-pseudocientificos/

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Entender cómo funciona el cerebro, clave para un cerbro

Por: Nacho Meneses

La neuroeducación y la psicología cognitiva aportan las estrategias y circunstancias necesarias para conseguir un aprendizaje más profundo y eficiente a lo largo de la vida

Sin duda, no es lo mismo comer lo que nos gusta que comer lo que nos conviene. Y, sin embargo, cuando se trata del aprendizaje, muchos estudiantes tienden a confundir la forma en que les gusta estudiar con la que les proporcionaría los mejores resultados: leer y releer, ponerse música, repasar compulsivamente… Por eso, resulta esencial comprender la manera en que aprende el cerebro (qué mecanismos, qué neurotransmisores y qué circuitos intervienen), así como las acciones y circunstancias, internas y externas, que favorecen un aprendizaje más duradero. Neurociencia, psicología y educación confluyen en el aula “para que el profesor sepa cómo adaptar la clase a cada niño, porque no todos tienen las mismas habilidades cognitivas ni las mismas sensibilidades, y que consiga un aula lo más diversificada posible”, afirma Mario Fernández, especialista en neurociencia de la Universidad Autónoma de Madrid. “La neurociencia puede ayudarnos a saber cómo tenemos que aprender, a olvidarnos de memorizar esos tochos increíbles, relacionar mucho más y aprender más visualmente”.

De fondo, el objetivo último es conseguir que el aprendizaje proporcione herramientas y conocimientos que luego se puedan implementar a lo largo de la vida personal y profesional. Y en este sentido, la neuroeducación permitirá a los docentes “identificar de manera precoz las dificultades que presentan niños y niñas dentro del aula, así como los métodos más adecuados para manejar esas dificultades”, explica Carla Carvalho, psicóloga general sanitaria y fundadora de la web Hablemos de Neurociencia.

Desmentir falsas ideas

Efectivamente, aprender como más nos gusta no es necesariamente sinónimo de eficiencia. Normalmente, nadie nos enseña a estudiar, y cada uno desarrolla espontáneamente sus propios hábitos, según las preferencias que pueda tener sobre el tiempo que se dedica al estudio. Pero lo cierto es que “realmente hay una serie de acciones y circunstancias que nos ayudan a todos a la hora de aprender. Lo que pasa es que no son intuitivas, ni tampoco tienen por qué ser las más agradables”, sostiene Héctor Ruiz Martín, especialista en neurociencia y psicología cognitiva y autor del libro Aprendiendo a aprender (editorial Vergara).

También es necesario aclarar la idea de los diferentes estilos de aprendizaje, ampliamente extendida, y que lleva a pensar que cada uno tiene un cerebro distinto que aprende de manera distinta. Algo que, apunta Ruiz Martín, la ciencia ha estudiado repetidas veces y no ha conseguido probar nunca: “Es tan sencillo como hacer primero una explicación visual a los estudiantes, y entonces ponerles una prueba con eso. En principio, dirías que los que sacan mejores resultados son los visuales, porque la explicación ha sido visual. Si a continuación haces otra lección, en este caso auditiva, y les pones una prueba a todos, ¿Qué esperarías? Que destacaran otros, ¿no? Si existen los estilos de aprendizaje… Pues no: vuelven a destacar los mismos”.

Emoción y motivación

Entonces, ¿QuéP estrategias proporcionarán una experiencia de aprendizaje más completa? Para identificarlas, es necesario tener en cuenta tanto aspectos cognitivos (sobre cómo funciona la memoria) como emocionales, porque las emociones determinarán si estamos dispuestos a hacer el esfuerzo necesario, cuando podríamos estar haciendo otra cosa. Entre los primeros, lo más importante es recordar que el aprendizaje, más que un proceso receptivo, debe ser generativo: “Claro que se tiene que empezar por incorporar información a través de los sentidos. Pero a partir de ahí, tienes que implicarte en dar significado a lo que aprendes y en utilizarlo, es decir, explicarlo con tus palabras, interpretar nuevas situaciones, resolver problemas con lo que has aprendido…”, ilustra Ruiz Martín.

Hoy en día, la neurociencia ha demostrado que todos nuestros procesos cognitivos se basan en la emoción. Un niño triste, ansioso, estresado o deprimido no puede aprender igual que uno contento, y por eso “es muy importante tener en cuenta que, en esas edades, las emociones afectan mucho. A nuestra edad, un evento negativo puede afectarnos dos, tres, cinco días… Pero a un niño de seis años puede fastidiarle toda la vida o modificar su carácter, porque en ese momento su cerebro es tan plástico que ese suceso emocional modifica sus neuronas y sus conexiones”, explica Fernández. Por eso, crear un contexto en la clase donde haya un buen ambiente es fundamental para aprender. “Hoy en día, hay muchos profesores que hacen hincapié en comprender el estado emocional de la otra persona”.

Las emociones, además, mantienen una relación estrecha con la motivación por aprender. Y esta depende, según Héctor Martín, de tres factores principales: el interés, la autoeficacia y un esfuerzo adecuado. “El interés influye, pero debemos recordar que no es algo innato, sino que se puede generar. El tema sobre lo que vas a aprender es muchísimo menos importante que la forma en que te lo acercan. ¿Cuántas veces hemos vivido esa situación en la que un profesor de una materia que de entrada no nos interesaba, ha hecho que nos gustara? Y lo mismo sucede al revés”.

La autoeficacia, por su parte, se refiere a la creencia que tiene una persona sobre si va a ser capaz o no de aprender una cosa. “Si tu autoeficacia es baja, afectará a tu motivación, y probablemente no le vayas a dedicar el tiempo necesario para aprender, por lo que es muy probable que no lo consigas”, añade. En esto, es importante no confundir nuestra habilidad inicial con la supuesta capacidad para aprender o no una determinada cosa. Y también es necesario esforzarse empleando las estrategias adecuadas, lo que facilitará el aprendizaje, la consecución de los objetivos y un aumento de la confianza en nosotros mismos y en nuestra motivación.

La forma en que los docentes enseñan tiene también un fuerte impacto en la motivación: “Si utilizamos métodos obsoletos y arcaicos, obtendremos una baja motivación por parte del alumnado. Pero si incorporamos las nuevas tecnologías a este proceso, aumentaremos de manera exponencial su motivación, debido en gran parte a las emociones derivadas de este tipo de enseñanza”, afirma a su vez Carvalho.

¿Cómo funciona la memoria?

En el proceso de aprendizaje intervienen, fundamentalmente, dos tipos de memoria: la memoria a largo plazo y la memoria de trabajo. La primera es el espacio, en algún lugar del subconsciente, donde almacenamos los conocimientos que adquirimos. No somos conscientes de todo lo que sabemos y solo podemos serlo cuando lo evocamos. “Si yo te pregunto: ¿de qué color es un oso panda? Pues ¡pum! Ese oso panda, que hasta ahora no tenías en ninguna parte, acaba de saltar a tu mente, lo has sacado de tu memoria a largo plazo. Y cuando lo evocas, lo llevas a lo que técnicamente llamamos la memoria de trabajo, un espacio mental en donde situamos la información a la que estamos prestando atención en cada momento, y que es muy limitado”, ilustra Ruiz Martín.

Es importante distinguir entre estos dos tipos de memoria, porque todo lo que queramos aprender ha de pasar por la memoria de trabajo, el lugar donde evocas algo, le prestas atención, le das significado y lo interpretas a la luz de tus conocimientos. Allí se establecen las conexiones entre lo que ya sabes y lo que estás percibiendo: cuanto más sepas, más relaciones podrás hacer, y más profundo, duradero y transferible será ese conocimiento. “Nosotros prácticamente nacemos con las mismas neuronas con las que morimos. Lo que cambia en el cerebro son las conexiones entre esas neuronas, que pueden ser pobres o ricas. Los miles de millones de conexiones entre las neuronas pueden favorecer que entre una y otra zona de tu cerebro haya una autovía de comunicación o una carretera de un solo carril”, sostiene Fernández.

Un proceso cognitivo, como pueda ser leer o entender matemáticas, puede ser realizado en neuronas que se comunican por carreteras de un solo carril o por carreteras de ocho carriles, y esas conexiones son las que facilitan el aprendizaje: algo que, explica, puede entrenarse: “Te pongo un ejemplo: cuando cambias de marchas en un coche, las primeras 1.000 veces lo haces conscientemente; unas neuronas que se comunican con otras y dicen: vamos a meter la primera marcha, y van creando un camino. Pero llega un momento en que lo automatizas, y ya no piensas en ello”. En el caso de un niño pasa lo mismo, ya que puede aprender a automatizar tareas de cálculo, de lectura, de comprensión… Si las practica tanto que las automatiza, podrá aprender cosas mayores.

Estrategias para aprender mejor

Si antiguamente lo normal era estudiar con el libro que debías memorizar, sin duda hoy se estudia más relacionando conceptos y desarrollando en el cerebro toda una red que contribuirá a que no se te olviden. “El principio fundamental es que debes pensar sobre lo que estás aprendiendo, y tratar de darle significado”, apunta Ruiz Martín. Algo que puede hacerse tratando de explicarlo con tus propias palabras (con un resumen, por ejemplo); buscando ejemplos de tu propia cosecha y comparándolos; o incluso haciendo un mapa conceptual que te sirva para explicarte a ti mismo lo que estás aprendiendo. “Todas estas cosas son mucho más eficaces cuando no las copias, sino que te esfuerzas por sacarlas de tu memoria, de lo que has leído. Cuando haces un resumen mirando continuamente el texto del que lo estás sacando, no te va a ayudar”, cuenta.

Por supuesto, a la hora de aprender, es de vital importancia situarte en un entorno carente de distracciones, solo o colaborando con otras personas. Pero, sobre todo, optar por acciones que faciliten el que, en un futuro, puedas recordar lo que estás aprendiendo ahora. “Y cada uno hace lo que cree que debe hacer, desde leer, leer y releer a recitar, hacerse esquemas, hacerse tal… Ahí está la cuestión. Esos esfuerzos y ese tiempo podemos dedicarlo de una manera que sea mucho más eficaz para nuestra memoria. Por ejemplo: según las encuestas, muchísimos estudiantes (de hecho, la mayoría) estudian leyendo y releyendo lo que tienen que aprender. Incluso si se trata de procedimientos (por ejemplo, de matemáticas), en vez de volver a hacer los ejercicios, miran cómo los hicieron en su momento. Y eso es muy poco eficaz”.

Si se trata de adquirir ideas y conceptos, lo mejor es hacer uso de estrategias más efectivas como explicarlos con tus palabras, proponer ejemplos, crear analogías y hacer comparativas. Si se trata de hechos, vocabulario o fechas, pueden emplearse reglas mnemotécnicas o, también, tratar de visualizar mentalmente lo que se está tratando de aprender, o emplear recursos visuales. «Nuestra memoria tiene una enorme preferencia por las imágenes. En realidad, todos somos visuales», dice Ruiz.

Si tienes buena memoria, añade, esto puede funcionarte a corto plazo; pero es mucho más eficaz que vayas leyendo y que cada página, o cada dos párrafos, te vayas preguntando y explicando lo que acabas de leer. “En ese momento tienes la capacidad, puedes acordarte perfectamente, y ese gesto de sacarlo hacia afuera te lo está consolidando más”, esgrime Ruiz. “Otra cosa que puedes hacer es ir creándote preguntas sobre lo que estás leyendo, a medida que lees. Las famosas flashcards, por ejemplo”. Un enfoque que resultará útil aunque el objetivo prioritario sea simplemente aprobar unos exámenes: «Si tus conocimientos son efímeros, pierdes esa ventaja, pudiendo dedicar el mismo tiempo no solo a pasar esa evaluación, sino a que, con el mismo esfuerzo, lo que has aprendido te dure más y te sirva para otros exámenes».

Para conseguir que esos conocimientos que adquirimos sean lo más transferibles posible en el futuro, otro factor a tener en cuenta es el de la diversificación, tanto respecto al contexto físico en el que aprendes como a la hora de aplicarlo en situaciones distintas. Porque cuanto más diversificas, más contextos y más pistas hacen que te sea posible encontrar lo que aprendiste en tu memoria. “No dejes algo vinculado únicamente a un solo contexto. Eso es terrible para el cerebro, porque al cerebro le encantan las anécdotas, y aprende vinculando de manera fuerte lo que está aprendiendo al contexto en el que lo ha adquirido”, argumenta Ruiz Martín.

La neurociencia, además, aporta información con respecto a los horarios de aprendizaje: no se aprende igual por la mañana que por la tarde, ni antes que después de comer. “Se ha demostrado que retrasar la hora de entrada de los chavales al colegio mejora su aprendizaje. Si les obligan a entrar a las 8 de la mañana, como toda la vida, aprenden menos y llegan dormidos, por lo que retrasar la hora de entrada al colegio hace que las notas y los rendimientos cognitivos y escolares sean mejores”, apunta Fernández. “No pueden evitarlo, porque sus hormonas de sueño se segregan más tarde. Por tanto, si se levantan a las siete de la mañana para ir a aprender, todavía tienen melatonina en el cuerpo y el cerebro medio dormido”.

Estudiar con música, ¿sí o no?

En principio, la música es un estímulo ajeno que compite por tu atención y por tus recursos cognitivos. Por lo tanto, de entrada, constituye una distracción que convendría evitar. Ahora bien: ¿Y si el entorno es ruidoso? En ese caso, la música puede ser un mal menor, contribuyendo a enmascarar ese otro ruido, más aleatorio y molesto, por uno que resulta más sencillo de ignorar. Si una persona se ha acostumbrado a estudiar con música, además, quitársela podría ocasionarle incomodidad e incluso ansiedad. Si ya te has acostumbrado, resulta un hábito difícil de quitar, por lo que, al menos, tendríamos que asegurarnos de recurrir a una música suave, relajante y sin letra que puedas entender.

“Dicho de otra manera: quien lo haga por necesidad, que lo siga haciendo; pero si lo hace porque le aburre estudiar y cree que de esa manera va a pasarlo mejor… Es mucho mejor ir haciendo pausas. Concéntrate, dedica tu tiempo a estudiar (aunque sea media hora) y entonces te tomas un descanso y te pones música. Y luego otra vez. Es mucho mejor hacerlo de esa manera que no tratar de hacer dos cosas a la vez, escuchar música y estudiar”, insiste Ruiz Martín. Y no conviene olvidar un detalle importante: el hecho de escuchar música para concentrarse, para tapar ruidos u otros tipos de desconcentraciones, no sale gratis, ya que necesitas inhibirla e ignorarla para poderte enfocar en lo que estás haciendo. Y esa inhibición tiene un coste cognitivo que hará que el cansancio por estudiar llegue antes.

Para aprender, usa el olvido

De entrada, evidentemente, suena paradójico. ¿Olvidar para aprender? Lo que pasa es que, queramos o no, el olvido siempre va a actuar: desde el momento en que has aprendido una cosa, ya la estás olvidando. De lo que se trata, entonces, es de conseguir que la tasa de olvido sea lo más lenta posible, tan lenta como para que pueda durar toda la vida. “Cuando dejas que lo que has aprendido se te olvide un poco antes de volverlo a practicar o evocar, resulta mucho más eficaz que hacerlo justo después de haberlo aprendido”, puntualiza Ruiz Martín.

“Masificar la práctica es algo muy habitual que tanto estudiantes como profesores piensan que es muy efectivo. Cuando ya has demostrado que sabes hacer una cosa, repetirla en el momento no sirve prácticamente de nada”, continúa. “En cambio, si dejas que pase un tiempo para volverla a practicar, y luchas contra el olvido que se ha generado, esa señal que envías al cerebro es mucho más poderosa y hace que se consolide mucho mejor ese aprendizaje”. Esa masificación, además, llevará a un aprendizaje engañoso, porque te hará pensar que te lo sabes perfectamente. “Y claro que al momento te lo sabes. Pero una cosa es saberlo al minuto de haberlo estudiado, y otra al día siguiente”. La estrategia más adecuada, por tanto, es ir espaciando la práctica cada vez más.

Trastornos del neurodesarrollo

“En los últimos años, la cifra de menores que padecen algún tipo de trastorno del neurodesarrollo ha aumentado de manera significativa, siendo el TDAH (de déficit de atención e hiperactividad) y los trastornos del aprendizaje los más prevalentes en la actualidad”, llama la atención Carvalho. Unas patologías que requieren un enfoque adecuado y multidisciplinar, desde el neuropediatra hasta los docentes. “Un manejo inadecuado de estos niños y niñas puede traducirse, en un alto porcentaje de casos, en abandono escolar prematuro (…), al no poder alcanzar el rendimiento académico esperado según su edad y grupo normativo”. Entre los posibles signos de alarma, el retraso en los hitos del desarrollo: la no consecución de distintos objetivos relacionados con el área motora, cognitiva y social dentro de la ventana temporal determinada por los profesionales del neurodesarrollo. Un contexto en el que la labor de los docentes es, junto a la de la familia, fundamental.

Fuente: https://elpais.com/economia/2020/12/02/actualidad/1606918081_087843.html

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Libro: Herramienta para propiciar el desarrollo de la creatividad en el aula Técnicas y dinámicas para docentes y estudiantes

Reseña: El presente documento trata de explicar cómo funciona realmente el cerebro y cómo este funcionamiento aporta al desarrollo cognoscitivo de los niños, identificando cuales son los recursos que nos brinda la neurociencia para facilitar el trabajo como docentes y reconocer que esta ciencia nos da la respuesta del porque todos nuestros estudiantes son diferentes en todos los aspectos, para ello se requiere del conocimiento, actitud predispuesta y un adecuado accionar docente para completar el proceso de enseñanza aprendizaje utilizando estrategias diversas. Este compilado, busca garantizar el desarrollo de un pensamiento crítico y divergente en estudiantes universitarios. “

Main Author: Tejada Sierra, Verónica
Format: Libros
Published: Universidad de las Fuerzas Armadas ESPE2018
Subjects:

Descargar: http://repositorio.espe.edu.ec/bitstream/21000/15414/1/Herramientas%20para%20propiciar%20el%20desarrollo%20de%20la%20creatividad%20en%20el%20aula.pdf

Fuente: http://repositorio.espe.edu.ec/handle/21000/15414

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