Page 1 of 2
1 2

Olimpiadas, ¿negocio o mecanismo de control?

Yo fui medallista campeona en dos Juegos Olímpicos en una especialidad que no viene al caso en este momento. Ahora, algunos años después, mirando para atrás toda esa historia, me pregunto consternada: ¿para qué toda esa estupidez? Fomentar el deporte no es, en absoluto, tener atletas de élite. No, no. Eso es una locura que tuvo lugar durante la Guerra Fría, y que no ha parado. ¿Para qué sacrificar a jóvenes con cinco, ocho, diez horas diarias de rigurosísimos entrenamientos durante los mejores años de su juventud? Parece el entrenamiento de astronautas. Ahí lo creo pertinente, me parece correcto: un astronauta, aunque no se vea inmediatamente, aportará algo a la humanidad. Es como un artista que ensaya horas y horas y horas, un virtuoso del violín, una bailarina clásica: algo deja a la gente. Ahí sí vale el esfuerzo. Pero, ¿para qué sirve nuestro esfuerzo de atletas? ¿Parte de la Guerra Fría? ¿Para demostrar que el país al que represento es “mejor” que todos? ¿Dónde quedó el amateurismo y el espíritu deportivo? Ahora solo negocios y competencia. ¿Y para eso hay que tomar drogas supuestamente legales, siempre a escondidas, someterse a monstruosas dietas, sacrificar el cuerpo? ¡Por favor! ¡Qué estupidez!”, dijo vez pasada una deportista olímpica.

Acaban de terminar los XXXII Juegos Olímpicos en Tokio, Japón. Con un costo de más de 25,000 millones de dólares, esta nueva edición resulta ser la más cara en la historia de las Olimpiadas de verano. ¿Quién gana con esto?

En forma creciente, los atletas entran en la lógica comercial. Hablar de «amateurismo» en el deporte hoy puede ser motivo de risas. Muchos jóvenes ni siquiera escucharon jamás el término «deporte amateur«. Pronunciarlo en medio de la fiebre «deportiva» que recorre el planeta (culto a la profesionalización y al mercado de atletas, así como al sacrosanto fútbol profesional que barre todo el mundo, con fichajes astronómicos), podría incluso pasar por un absurdo.

El espíritu amateur que se pusiera en marcha con la reedición moderna de los Juegos Olímpicos de la mano del Barón Pierre de Coubertin en 1896 en Atenas, ya no existe. El deporte, por cierto, no nació como actividad profesional; distintas sociedades, a su modo, lo han cultivado a través de la historia, siempre como culto a la destreza corporal. La profesionalización y su transformación en gran negocio a escala planetaria es algo que solo el capitalismo moderno pudo generar”, osó declarar hace unos años un funcionario del Comité Olímpico Internacional -COI-. Por supuesto, eso le costó la expulsión.

¿Por qué el deporte debe ser «profesional»? Aparentemente no hay respuestas; sería como preguntarse: ¿por qué tomar Coca Cola? Son cosas que, en principio, no admiten discusión. Sin embargo, definitivamente debemos seguir interrogándonos, discutir lo que parece obvio. Las cosas no son «naturales»; tienen historia (la historia la escriben los que ganan), por eso hay que seguir cuestionándonos todo. ¿Cómo se pasó del amateurismo a la hiper profesionalización? ¿Por qué hay que hacer controles antidoping a los atletas: es que acaso se supone que pueden ser tan deshonestos de intentar mejorar su rendimiento en base a estimulantes? Bueno…, parece que sí.

Seguramente la mayoría de la población mundial, preguntada sobre este monumental circo de los deportes profesionales, estaría de acuerdo con mantener la situación actual: agrada «consumir» deportes. O más aún: consumir espectáculos audiovisuales donde el deporte es la estrella principal, en general vía televisión, azuzando nacionalismos.

El campo socialista, décadas atrás, si bien fomentó una nueva actitud hacia el deporte, no contribuyó en mucho a disminuir la tendencia a su profesionalización; por el contrario, también la favoreció. El deporte profesional fue un ámbito más de batalla durante la Guerra Fría, y los disparates humanos a los que llegó la mercantilización capitalista tuvieron su símil (igualmente disparatado) en el mundo socialista. Hoy día China, con su enigmático «socialismo de mercado», parece ofrecer más de lo mismo. Las potencias son potencias en todo: ¡también en lo deportivo! Hay que demostrar que «se las pueden».

La práctica deportiva, en tanto desarrollo sistemático de habilidades y destrezas físicas, en tanto recreación sana, ocupa indudablemente un lugar importante entre las construcciones humanas; pero secundario si se la compara con el peso específico que ha ido adquiriendo su profesionalización. El deporte, o eso que vemos por televisión casi cada día, con programas específicos, o esa fiesta de las Olimpiadas o los Mundiales de Fútbol realizados sistemáticamente cada dos años, desde hace ya décadas, y cada vez más, se ha tornado 1) gran negocio, y 2) instrumento de control político-social. Y también, siguiendo la lógica de la que nos hablaba la cita inicial, campo de batalla por la supremacía global. ¿Por qué solo Estados Unidos, China o Rusia pueden ganar unas Olimpiadas? Porque solo esos países son las super potencias que marcan el rumbo del mundo.

En un mundo donde absolutamente todo es mercancía negociable no tiene nada de especial que el deporte, como cualquier otro campo de actividad (la investigación científica, la sexualidad, la muerte, la guerra, la salud humana, el agua que bebemos, el aire que respiramos), sea un producto comercial más, generando ganancias a quien lo promueve (valor de uso y ¡valor de cambio! dijo un pensador decimonónico supuestamente superado hoy día). Desde ya esto, el valor de cambio, en sí mismo no puede ser reprochable en la lógica de mercado imperante. Simplemente reafirma el esquema universal que sostiene el mundo moderno, capitalista, donde todo es un bien para el intercambio mercantil.

En este contexto, del que hoy ya nada y nadie pueden escapar, la práctica deportiva ha llegado a perder -al menos en buena medida- su carácter de esparcimiento, de pasatiempo. Esto trajo como consecuencia su ultra profesionalización, con la aplicación de modernas tecnologías a sus respectivas esferas de acción. Todo lo cual ha mejorado, y sigue haciéndolo a un ritmo vertiginoso, su excelencia técnica. Día a día se rompen récords, se logran resultados más sorprendentes, se superan límites ayer insospechados.

De todos modos, la imperiosa pregunta que se abre es respecto al lugar que en todo ello ocupa la población. Los ciudadanos de a pie que no ganamos medallas olímpicas, que en todo caso podemos practicar un deporte amateur, más bien pasamos a ser meros espectadores pasivos (consumidores) de un espectáculo/negocio -montado a nivel internacional- en el que no se tiene ninguna posibilidad de decisión. La recreación termina siendo sentarse a mirar ante una pantalla. Con el rompimiento de marcas y fichajes cada vez más multimillonarios, ¿mejoran las políticas deportivas dedicadas a las grandes masas, a los jóvenes? ¿En qué medida influye este «circo», convenientemente montado, en la calidad de vida de los habitantes de la aldea global? ¿Promueve acaso una vida más sana, o no es más que una nueva versión -sofisticada- del antiguo «pan y circo» romano? (como alguien dijo mordaz: cada vez con más circo y menos pan).

Es aquí donde debe profundizarse la crítica. El desarrollo del perfeccionamiento deportivo («más rápido, más fuerte, más alto») no redunda en una popularización del ejercicio físico para todos. El lema de «mente sana en cuerpo sano», pese a las cifras astronómicas que circulan en los circuitos profesionales de los modernos coliseos, no conlleva forzosamente un mejoramiento de la actitud para con el deporte (por el contrario, si bien el cuidado corporal se ha disparado en estos últimos años y florecen los gimnasios, también crece mundialmente el consumo de drogas, ¡incluidos los deportistas profesionales!).

¿Será que mientras más se «consumen» deportes menos se piensa, menos se abren críticas? ¿No es absurdo que cada vez haya que perfeccionar más los controles anti-drogas en los atletas? Eso, como mínimo, debería llevar a cuestionarnos el circo, por no decir a darle la espalda y a profundizar la crítica de la lógica de mercado que lo propicia. Como dijo la medallista citada: «¿Para qué sirve nuestro esfuerzo de atletas? ¿Parte de la Guerra Fría? ¿Para demostrar que el país al que represento es «mejor« que todos?«

https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33https://www.facebook.com/Marcelo-Colussi-720520518155774/https://mcolussi.blogspot.com/

Fuente: https://rebelion.org/olimpiadas-negocio-o-mecanismo-de-control/

Comparte este contenido:

Adolescentes chilenos ganan medalla en Olimpiada Mundial de Genios en Nueva York

América del Sur/Chile/18 Junio 2017/Fuente y Autor: latercera

Jóvenes, que pertenecen al Colegio Andrés Bello de Talca, dieron a conocer su descubrimiento: un antibiótico natural.

Dos adolescentes de 15 años, Felipe Islas y Luciano Imas, obtuvieron una medalla de plata en la Olimpiada Mundial de Genios, realizada en Nueva York, Estados Unidos.

Los jóvenes, que cursan segundo medio en el instituto Andrés Bello de Talca, viajaron con su profesor de Química Fredy Segura.

En el certamen dieron a conocer su descubrimiento: un antibiótico natural a partir de hojas de olivo. Con ello, alcanzaron podio entre 750 proyectos participantes.

“Es primera vez que chilenos participan de estas olimpiadas y ahora estamos en Manhattan porque vamos a celebrar”, dijo su profesor.

Fuente de la noticia: http://www.latercera.com/noticia/adolescentes-chilenos-ganan-medalla-olimpiada-mundial-genios-nueva-york/

Fuente de la imagen: http://d2vpb0i3hb2k8a.cloudfront.net/wp-content/uploads/sites/7/2017/06/16/Sin-título-113-820×385.jp

Comparte este contenido:

¿Puede una buena crianza formar un campeón olímpico?

Rita Funaro

Sale disparada por la colchoneta como un velocista, da un salto y vuela por el aire de espaldas dando dos volteretas con medio giro y cae a ciegas y de pie con absoluta perfección, con los brazos extendidos y una sonrisa incontenible. Es una hazaña acrobática de tal grado de dificultad, elegancia y soltura por parte de Simone Biles, con sus 19 años de edad y apenas cuatro pies y ocho pulgadas de estatura, que la maniobra se ha dado en llamar “la Biles”. Y junto con otras evoluciones aparentemente imposibles en el potro, el riel de equilibro y las barras asimétricas, ha dejado bien sentado su renombre como la mejor gimnasta de todos los tiempos, con tres Campeonatos Mundiales seguidos y cuatro medallas de oro en las Olimpíadas de Río de Janeiro.

Muchos artículos y los comentarios de la propia Biles le atribuyen ese éxito no solo a un talento atlético único, sino también a padres que le supieron transmitir su amor, su apoyo y la confianza en sí misma desde la primera infancia. Pero la cosa no fue así desde el principio. Biles tuvo unos primeros años de poca estabilidad y turbulencia, y de no haber sido por una intervención oportuna, bien pudo haber tenido una vida de sueños rotos y potencial desperdiciado.

Biles es la prueba viviente de que una buena crianza efectivamente es importante; un hallazgo respaldado por las investigaciones que contiene el estudio abanderado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Los primeros años: El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas. El libro distingue entre casa y hogar, y entre la planta física de una escuela y un centro de aprendizaje, con la idea de que las características físicas de la estructura son secundarias a la labor de alimentar, apoyar y orientar de padres, maestros y demás personas. Los niños necesitan una atmósfera en la que los adultos puedan conversar con ellos y les lean, estimulando así el desarrollo de su capacidad cognitiva y de uso del lenguaje. Los padres deben mostrarse alentadores y receptivos para ayudar a sus hijos a alcanzar su potencial, a la vez que les brindan un entorno físicamente seguro y protegido. Estas cualidades, medidas según una escala conocida como la Observación en el Hogar para la Cuantificación del Medio Ambiente (Home Observation for Measurement of the Environment – HOME), están vinculadas con mejores resultados de desarrollo en niños.

El BID no es la única organización en resaltar el papel que cumplen los padres en el desarrollo de jóvenes felices, saludables y productivos en general, y de campeones olímpicos en especial. En la antesala de las Olimpíadas de Río, Procter & Gamble se asoció con atletas y sus madres en 21 países para lanzar su campaña Gracias mamá, con el video Strong. El mensaje es que a la hora de sacar la fuerza necesaria para competir en el escenario atlético más importante del mundo, muchos atletas recurren a la fortaleza que sus madres les inculcaron.

Muchas de las condiciones que se bosquejan en el estudio del BID y que se presentan en el video de P&G parecen no haber estado presentes durante los primeros años de Biles. Si bien la familia Biles se ha mantenido relativamente discreta en sus comentarios a la prensa, lo que se sabe es que Biles nació en Texas, de una madre adicta a las drogas y un padre que abandonó a la familia al poco tiempo. La colocaron en un hogar sustituto a los dos años de edad y pasó de un hogar sustituto a otro hasta que cumplió los seis, cuando su abuelo y la segunda esposa de éste la adoptaron a ella y a una hermanita suya. La adopción lo cambió todo. Sus nuevos padres vivían en un suburbio acomodado de Houston. Su nueva madre era una enfermera jubilada nacida en Belice, mientras que su nuevo padre tenía un buen empleo con la Administración Federal de Aviación. Juntos, según un artículo del New York Times, le brindaron un hogar formativo y cálido, con la disciplina y las metas que le permitieron desarrollarse. La cereza en el pastel fue el país adoptivo al que sus padres llevaron a Simone, quien ha pasado un tiempo considerable en Belice. Y el sentimiento es recíproco. Los paisanos adoptivos de Simone le han devuelto con creces la preferencia por Belice y se enorgullecen de su éxito en Río. De hecho, el gobierno beliceño le ha extendido una invitación a todo el equipo estadounidense de mujeres gimnastas.

Claro que la mayoría de los niños provenientes de familias desatendidas no tienen la misma suerte que le permitió a Biles sustraerse a un medio inclemente para pasar a otro con tanto que ofrecer. Como mínimo, es un caso poco usual. Sin embargo, hay mucho que los gobiernos pueden hacer para ayudar a los jovencitos a prosperar y alcanzar su potencial del mismo modo que lo ha hecho Biles.

En América Latina, los gobiernos pueden comenzar por invertir más en sus ciudadanos más jóvenes. Por cada dólar que se invierte en niños de menos de cinco años de edad, se invierten tres en los niños entre seis y 11 años. Pero la manera en que se invierte ese dinero es incluso más importante que la cantidad invertida. Los programas de educación para padres, que comprenden visitas al hogar y otras intervenciones por parte de trabajadores sociales y consejeros de familia, han demostrado su eficacia para hacer que cada dólar cuente. Estos programas no solo enseñan a las madres a mejorar la alimentación de pecho y la nutrición. Han ayudado a los padres a mejorar la capacidad mental, las aptitudes sociales y el potencial de empleo de sus hijos. Por ejemplo, en un famoso programa de Jamaica, trabajadores de salud visitaron los hogares de niños desnutridos entre los nueve y los 24 meses de edad, en los vecindarios más pobres de Kingston, durante una hora cada semana a lo largo de dos años. Durante las visitas, como se desprende de un blogreciente, los trabajadores enseñaron a los padres a usar juguetes caseros y libros con ilustraciones para enseñarles a sus hijos palabras y conceptos básicos como los colores y los números. Hacia el final del programa, los niños no solo obtuvieron puntuaciones considerablemente más altas en desarrollo cognitivo que el grupo de control. Veinte años más tarde, los participantes en el programa mostraron un coeficiente intelectual, niveles educativos e ingresos más altos, así como una mayor salud mental, que el grupo de control.

Los gobiernos nunca podrán crear estrellas como Simone Biles. No se puede producir talento innato. Tampoco pueden tomar el lugar del amor y la dedicación de los padres. Pero sí pueden brindar recursos para cubrir las necesidades básicas, ayudar a la gente a aprender a ser mejores padres y, si los programas están bien diseñados, a hacerlo mediante inversiones que produzcan verdaderos resultados. Todo comienza por un buen hogar donde se forjen personalidades, intelectos e incluso aptitudes atléticas sobresalientes. La clave para tener una sociedad creativa y productiva está, como mínimo, en asegurar que la mayoría de la gente crezca en una.

Sale disparada por la colchoneta como un velocista, da un salto y vuela por el aire de espaldas dando dos volteretas con medio giro y cae a ciegas y de pie con absoluta perfección, con los brazos extendidos y una sonrisa incontenible. Es una hazaña acrobática de tal grado de dificultad, elegancia y soltura por parte de Simone Biles, con sus 19 años de edad y apenas cuatro pies y ocho pulgadas de estatura, que la maniobra se ha dado en llamar “la Biles”. Y junto con otras evoluciones aparentemente imposibles en el potro, el riel de equilibro y las barras asimétricas, ha dejado bien sentado su renombre como la mejor gimnasta de todos los tiempos, con tres Campeonatos Mundiales seguidos y cuatro medallas de oro en las Olimpíadas de Río de Janeiro.

Muchos artículos y los comentarios de la propia Biles le atribuyen ese éxito no solo a un talento atlético único, sino también a padres que le supieron transmitir su amor, su apoyo y la confianza en sí misma desde la primera infancia. Pero la cosa no fue así desde el principio. Biles tuvo unos primeros años de poca estabilidad y turbulencia, y de no haber sido por una intervención oportuna, bien pudo haber tenido una vida de sueños rotos y potencial desperdiciado.

Biles es la prueba viviente de que una buena crianza efectivamente es importante; un hallazgo respaldado por las investigaciones que contiene el estudio abanderado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Los primeros años: El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas. El libro distingue entre casa y hogar, y entre la planta física de una escuela y un centro de aprendizaje, con la idea de que las características físicas de la estructura son secundarias a la labor de alimentar, apoyar y orientar de padres, maestros y demás personas. Los niños necesitan una atmósfera en la que los adultos puedan conversar con ellos y les lean, estimulando así el desarrollo de su capacidad cognitiva y de uso del lenguaje. Los padres deben mostrarse alentadores y receptivos para ayudar a sus hijos a alcanzar su potencial, a la vez que les brindan un entorno físicamente seguro y protegido. Estas cualidades, medidas según una escala conocida como la Observación en el Hogar para la Cuantificación del Medio Ambiente (Home Observation for Measurement of the Environment – HOME), están vinculadas con mejores resultados de desarrollo en niños.

El BID no es la única organización en resaltar el papel que cumplen los padres en el desarrollo de jóvenes felices, saludables y productivos en general, y de campeones olímpicos en especial. En la antesala de las Olimpíadas de Río, Procter & Gamble se asoció con atletas y sus madres en 21 países para lanzar su campaña Gracias mamá, con el video Strong. El mensaje es que a la hora de sacar la fuerza necesaria para competir en el escenario atlético más importante del mundo, muchos atletas recurren a la fortaleza que sus madres les inculcaron.

Muchas de las condiciones que se bosquejan en el estudio del BID y que se presentan en el video de P&G parecen no haber estado presentes durante los primeros años de Biles. Si bien la familia Biles se ha mantenido relativamente discreta en sus comentarios a la prensa, lo que se sabe es que Biles nació en Texas, de una madre adicta a las drogas y un padre que abandonó a la familia al poco tiempo. La colocaron en un hogar sustituto a los dos años de edad y pasó de un hogar sustituto a otro hasta que cumplió los seis, cuando su abuelo y la segunda esposa de éste la adoptaron a ella y a una hermanita suya. La adopción lo cambió todo. Sus nuevos padres vivían en un suburbio acomodado de Houston. Su nueva madre era una enfermera jubilada nacida en Belice, mientras que su nuevo padre tenía un buen empleo con la Administración Federal de Aviación. Juntos, según un artículo del New York Times, le brindaron un hogar formativo y cálido, con la disciplina y las metas que le permitieron desarrollarse. La cereza en el pastel fue el país adoptivo al que sus padres llevaron a Simone, quien ha pasado un tiempo considerable en Belice. Y el sentimiento es recíproco. Los paisanos adoptivos de Simone le han devuelto con creces la preferencia por Belice y se enorgullecen de su éxito en Río. De hecho, el gobierno beliceño le ha extendido una invitación a todo el equipo estadounidense de mujeres gimnastas.

Claro que la mayoría de los niños provenientes de familias desatendidas no tienen la misma suerte que le permitió a Biles sustraerse a un medio inclemente para pasar a otro con tanto que ofrecer. Como mínimo, es un caso poco usual. Sin embargo, hay mucho que los gobiernos pueden hacer para ayudar a los jovencitos a prosperar y alcanzar su potencial del mismo modo que lo ha hecho Biles.

En América Latina, los gobiernos pueden comenzar por invertir más en sus ciudadanos más jóvenes. Por cada dólar que se invierte en niños de menos de cinco años de edad, se invierten tres en los niños entre seis y 11 años. Pero la manera en que se invierte ese dinero es incluso más importante que la cantidad invertida. Los programas de educación para padres, que comprenden visitas al hogar y otras intervenciones por parte de trabajadores sociales y consejeros de familia, han demostrado su eficacia para hacer que cada dólar cuente. Estos programas no solo enseñan a las madres a mejorar la alimentación de pecho y la nutrición. Han ayudado a los padres a mejorar la capacidad mental, las aptitudes sociales y el potencial de empleo de sus hijos. Por ejemplo, en un famoso programa de Jamaica, trabajadores de salud visitaron los hogares de niños desnutridos entre los nueve y los 24 meses de edad, en los vecindarios más pobres de Kingston, durante una hora cada semana a lo largo de dos años. Durante las visitas, como se desprende de un blog reciente, los trabajadores enseñaron a los padres a usar juguetes caseros y libros con ilustraciones para enseñarles a sus hijos palabras y conceptos básicos como los colores y los números. Hacia el final del programa, los niños no solo obtuvieron puntuaciones considerablemente más altas en desarrollo cognitivo que el grupo de control. Veinte años más tarde, los participantes en el programa mostraron un coeficiente intelectual, niveles educativos e ingresos más altos, así como una mayor salud mental, que el grupo de control.

Los gobiernos nunca podrán crear estrellas como Simone Biles. No se puede producir talento innato. Tampoco pueden tomar el lugar del amor y la dedicación de los padres. Pero sí pueden brindar recursos para cubrir las necesidades básicas, ayudar a la gente a aprender a ser mejores padres y, si los programas están bien diseñados, a hacerlo mediante inversiones que produzcan verdaderos resultados. Todo comienza por un buen hogar donde se forjen personalidades, intelectos e incluso aptitudes atléticas sobresalientes. La clave para tener una sociedad creativa y productiva está, como mínimo, en asegurar que la mayoría de la gente crezca en una.

Fuente del articulo: http://blogs.iadb.org/Ideasquecuentan/2016/08/23/puede-una-buena-crianza-forjar-un-campeon-olimpico/

Fuente de la imagen: http://blogs.iadb.org/wp-content/blogs.dir/74/files/2016/08/biles.jpg

Comparte este contenido:

Bolivia: Estudiantes ganan bronce en Olimpiada de Biología

América del Sur/Bolivia/25 Septiembre 2016/Fuente: Cambio/Autor:clayton.benavides
Dos estudiantes bolivianos obtuvieron medalla de bronce en la Olimpiada Iberoamericana de Biología efectuada recientemente en Brasil, resaltan hoy aquí medios nacionales.

De acuerdo con el Ministerio de Educación, la delegación nacional tuvo una destacada participación durante las evaluaciones efectuadas en el Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Brasilia.

Los exámenes abordaron temáticas sobre Biología celular, Anatomía y Fisiología vegetal, Anatomía y Fisiología animal, Biosistemática, Ecología, genética y Etiología, remarcó el organismo en un boletín institucional.

Los países que participaron en la Olimpiada Iberoamericana de Biología fueron Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Portugal, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela.

 

Fuente de la noticia:  http://www.cambio.bo/?q=node/14082

Fuente de la imagen: http://www.cambio.bo/sites/default/files/styles/largo2__600x600_/public/foto_noticia/3_3.jpg?itok=0U_lHAS

Comparte este contenido:

Cita de cerebros de élite en Zúrich

Suiza/27 de agosto de 2016/www.swissinfo.ch

Alrededor de 400 estudiantes de 90 países han llegado a Zúrich para competir en la 47ª edición de las Olimpiadas Internacionales de Física que buscan al próximo Einstein. 

Las Olimpiadas Internacionales de Física, abiertas a estudiantes de 14 a 19 años, se celebran cada año en un país diferente. Suiza y Liechtenstein son las anfitrionas de la edición 2016.

Esta competición internacional está dirigida a estudiantes de secundaria que sobresalen en física. Cada país realiza rondas eliminatorias para seleccionar a los cinco mejores que competirán en las Olimpiadas.

Durante la competición se evalúa su habilidad de resolver pruebas de Física, tanto teóricas como prácticas, que van desde la termodinámica hasta la mecánica cuántica.

Suiza participa en las Olimpiadas de Física desde 1995 y ha ganado dos medallas de oro, cinco de plata y 19 de bronce, además de 42 menciones de honor.

Tomado de: http://www.swissinfo.ch/spa/f%C3%ADsica_cita-de-cerebros-de-%C3%A9lite-en-z%C3%BArich/42298014

 

Comparte este contenido:

Racismo, neoliberalismo y olimpiadas en Brasil

Por: Jesús Chucho García

Brasil, después de Nigeria, es el país demográficamente que tiene la mayor concentración de africanos y afrodescendientes en el planeta. Más del 53% de su población se consideran afrodescendientes. Brasil fue el último país en abolir la esclavitud (1888), permaneciendo desde esa época en exclusión y pobreza absoluta, hasta que el expresidente Lula Da Silva (2003-2011) llega al poder, logrando avanzar en un lento pero seguro proceso de inclusión sacando de la pobreza cerca de veinte millones de afrobrasileños.

Exclusión e inclusión racial en Brasil
Hemos visitado este gran y hermoso país donde se impuso, por un largo periodo el lusotropicalismo como ideología social del mestizaje y blanqueamiento plasmado por el investigador Gilberto Freire a mediados del siglo XX. En las mayorías de las telenovelas brasileñas solo se refleja el rostro o las imágenes de las garotas o garotos brasileños de tez blanca y mestizadas.

Las veces que hemos estado en ese país, como activista afro, hemos observado con profundidad el otro Brasil, el que es reprimido por un Estado policial y de justicia desigual hacia las y los afrodescendientes. Hace poco un estudio de la Universidad de San Carlos expresaba que 58% de las personas asesinadas en la compleja y superpoblada ciudad de São Paulo por la policía militar eran negras. Por otro lado los afrobrasileños, cuya edad oscila entre 12 y 18 años, tienen tres veces más posibilidades de ser asesinados que los blancos. El Fondo Brasileño de Seguridad Pública develó en sus estadísticas que los afrobrasileños representan el 68% de todas las víctimas de homicidios.

Sin discusión el Gobierno de Lula Da Silva avanzó en la lucha contra la exclusión, creando la secretaría contra la discriminación racial con rango ministerial, dirigida por la activista afrobrasileña Matilde Ribeiro. Lula, también impulsó la Ley 10.639/03 para la enseñanza obligatoria de la historia general de África y afrobrasileira. Los ocho volúmenes de la Historia General de África, publicada por Unesco, fue traducida  al portugués para que los brasileños entiendan los aportes africanos a la construcción de Brasil. Durante el Gobierno de Lula y posteriormente con el Gobierno de Dilma, se mantuvieron las políticas de las cuotas de la inclusión de los afrobrasileños en las universidades, ya que el 97% no asistían a las universidades. También se creó la Universidad de Integración Internacional Afrobrasileña.

El neoliberalismo racial de Temer
La onda expansiva neoracista vinculada al neoliberalismo llegó a Brasil, con el golpe parlamentario que le dieron a la presidenta Dilma Roussef. Michel Miguel Elias Temer, actual presidente interino de Brasil, dirigente del partido neoliberal Movimiento Democrático Brasileño, en un tiempo fue secretario de seguridad de la ciudad de São Paulo, donde se hacían prácticas de exterminio racial y también, como parlamentario se opuso a la reforma agraria que beneficiaría a millones de campesinos. Hoy como presidente interino neoliberal, desde el 12 de mayo, comenzó a destruir el proceso de inclusión social y racial que se inició en el 2003, aparte de impulsar en tiempo récord las políticas neoliberales, similares a las que está promoviendo el Gobierno del presidente Macri en Argentina.

La principal medida de Temer lanzada en mayo, bajo las orientaciones del Fondo Monetario Internacional, fue eliminar la inversión social, la cual fue protestada por la Central Única de Trabajadores de Brasil. Las olimpiadas se iniciaron con una concentración de más de veinte mil activistas, en las playas de Copacabana, en Río de Janeiro contra el presidente Temer, quien en su gabinete de veinticuatro ministros no tiene  ni a un solo afrobrasileño ni una mujer, es un Gobierno racista y machista.

Fuente: Correo del Orinoco (2.472, 16/08/2016). Disponible en ALAI: http://www.alainet.org/es/articulo/179564 

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215696

Fuente de loa Imagen: https://www.google.co.ve/search?q=luis+A+Montero+Cabrera&biw=1024&bih=485&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwiV3YiiztDOAhVFJiYKHdJLAfIQ_AUIBigB#tbm=isch&q=+Racismo%2C+neoliberalismo+y+olimpiadas+en+Brasil&imgrc=XAEgCg7fsGrDvM%3A

Comparte este contenido:

Río 2016: una Olimpiada, dos países

Por: Pablo Gentili

Fue una explosión de emoción que hizo vibrar al mundo desde Copenhague hasta la arena blanca de Copacabana. El 2 de octubre de 2009, el Comité Olímpico Internacional elegía Río de Janeiro como sede de los Juegos de 2016. Pantallas gigantes en todas las ciudades de Brasil mostraban al ex presidente Lula abrazado a la delegación de su país, llorando de emoción y siendo aplaudido por Barack y Michelle Obama, por el rey Juan Carlos y la reina Sofía, por José Luís Rodríguez Zapatero y el primer ministro de Japón, Yukio Hatoyama. Chicago, Madrid y Tokio habían sido derrotadas por Río. América Latina, también festejaba. Era la primera vez que una Olimpiada se realizaría en el continente. “Los que piensan que Brasil no tiene condiciones de hacer una Olimpiada, se van a sorprender”, anunciaba exultante Lula.

Y se sorprendieron.

El Brasil que se atrevió a soñar con las Olimpiadas

Al día siguiente del anuncio de Copenhague, dentro y fuera de Brasil, supuestos conocedores de la habitual incompetencia organizativa latinoamericana profetizaban que la decisión había sido un verdadero desatino: ¿quién podría suponer que los Juegos Olímpicos podrían llevarse a cabo en un país como Brasil? Sostenían que la incapacidad organizativa de Río haría que el certamen fuera transferido a alguna otra ciudad. Las amenazas continuaron y por momentos se intensificaron durante los últimos siete años, ya sea por el atraso en las obras de infraestructura o por los riesgos que supondría para los atletas la proliferación del virus del dengue y del Zika. El mismo miércoles 3 de agosto, 48 horas antes de la ceremonia inaugural, Thomas Bach, presidente del COI, afirmaba: “es prematuro hacer elogios y temprano para festejar”.

Sin embargo, la noche del viernes 5, en un Maracaná repleto de color y de vida, de música y de celebración a la diversidad humana, Río emocionó al mundo. Los Juegos Olímpicos comenzaban y, más allá de las complicaciones, que también se produjeron en casi todas las ciudades que los organizaron previamente, nada podía ocultar que la fiesta dejaba definitivamente atrás los prejuicios, las conjeturas y sombrías predicciones de algunos medios de comunicación, de los burócratas del deporte internacional y de los atletas susceptibles a los riesgos del subdesarrollo latinoamericano. Lula, el gran arquitecto y articulador del triunfo de la candidatura de Río, sostuvo recientemente que aquel 2 de octubre de 2009, “Brasil ganó el respeto del mundo”.

Las Olimpiadas han comenzado, aunque en un escenario muy diferente del que imaginó el propio Lula y seguramente todos los brasileños y brasileñas, siete años atrás. Río 2016 encuentra el país sumergido en una crisis política, social y económica sin precedentes.

Ser la sede de los Juegos Olímpicos era, para Lula y su gobierno, la posibilidad de presentar al mundo que Brasil podía ser, al mismo tiempo, una inmensa potencia económica y una tierra de oportunidades para aquellos millones de ciudadanos y ciudadanas que habían tenido siempre sus derechos fundamentales negados. Las Olimpiadas iban a mostrar un nuevo Brasil, un país que decidía abandonar el rumbo que lo transformó en una de las naciones más injustas del planeta y cuya historia se había edificado sobre el fértil sedimento de los privilegios y la impunidad. En 2009, Lula promediaba su segundo mandato presidencial y las conquistas sociales de su gobierno lo habían transformado en uno de los líderes mundiales más admirados y queridos. Brasil mostraba que era posible poner a los más pobres en el centro de las prioridades nacionales, destinando recursos y desarrollando políticas públicas que combatían de forma efectiva la exclusión, la pobreza y, progresivamente, la persistente desigualdad.

Fue un momento de gloria que hoy parece haberse desintegrado en el aire.

El Brasil de las Olimpiadas

La joven y vigorosa democracia brasileña ha dejado paso a un proceso de inestabilidad y fragilidad institucional; escenario de un golpe parlamentario (en un sólido régimen político presidencialista), que avanza inexorablemente hacia la destitución de Dilma Rousseff, ni bien concluyan los Juegos de Río. En su lugar, será consagrado presidente Michel Temer, un sombrío dirigente político, detentor ahora del primer record del certamen: haber recibido la mayor silbatina en una ceremonia olímpica. Confiando en la suerte o quizás en el anonimato que le ofrecía la amplia presencia de extranjeros, Temer exigió que no se mencionara su presencia en el palco oficial, quebrando así un protocolo tan antiguo que se le atribuye al propio Zeus. La principal autoridad pública del país parecía un holograma fantasmal durante una fiesta que el mundo consideró memorable.

En Brasil, la situación social empeora cada día con el aumento de los índices de pobreza y a medida que se desmonta la amplia estructura de programas y acciones que contribuían a la reducción de los aún altos niveles de exclusión. Brasil vuelve de forma acelerada a los años 90, un panorama social semejante al que tenía el país cuando Fernando Henrique Cardoso concluyó su mandato presidencial, casi quince años atrás: altísimas tasas de desempleo, fragilidad extrema del sistema de protección social, negación de derechos fundamentales y multiplicación de carencias en una población diezmada por el hambre, la miseria, la falta de oportunidades y el abandono.

Brasil está hoy muy diferente de cómo lo imaginó no sólo el ex presidente Lula sino también, probablemente, los miembros del COI que prefirieron Río de Janeiro en lugar de Madrid, Chicago o Tokio. Sin embargo, no por eso las Olimpiadas dejarán de tener las condiciones de infraestructura, apoyo logístico y seguridad que necesitan y con las cuales se comprometió el país hace siete años.

Podría parecer paradójico y de cierta forma dramático que Brasil se depare, al mismo tiempo, con el éxito y con el fracaso en estas Olimpíadas. Entre tanto, y más allá de las variables políticas, económicas y sociales que contribuyeron a transformar profundamente el escenario imaginado en el 2009, no ha sido ni será un atributo exclusivo de Brasil el que las condiciones que se esperaban hace una década hayan empeorado en vez de mejorar. Errores de cálculo siempre ocurren, antes o después. Lo que parece ser cierto es que las Olimpiadas no inmunizan ni protegen a los países de la posibilidad de enfrentar profundas crisis, como tampoco suelen traer las incalculables ventajas que el Comité Olímpico promete y que los gobernantes locales suelen amplificar y endulzar.

Como quiera que sea, hay un elemento que no deja de ser frustrante en estas Olimpiadas: la desoladora evidencia de que una ciudad como Río de Janeiro puede realizar con gran capacidad, profesionalismo y eficiencia el mayor espectáculo deportivo del planeta, pero aún no ha podido resolver algunos de sus más persistentes y gravísimos problemas sociales.

Lo que debería sorprender no son los excelentes resultados de la organización y de la preparación de estas Olimpiadas, como también lo fueron los del Mundial de Fútbol en el 2014, sino que todo esto haya sido posible en una ciudad donde cuestiones mucho más simples y básicas para la vida de gran parte de la población suelen permanecer en el olvido, en el abandono o en el universo olímpico de la indiferencia que los más ricos y poderosos le dispensan aquí a los más pobres. Dicho de otra forma, Río de Janeiro pudo asumir la organización de las Olimpiadas con el éxito esperado, lo que pone en evidencia que la imposibilidad de resolver los problemas básicos del bienestar y de la seguridad de su población, así como las dificultades para garantizar ciertos derechos elementales a sus sectores más pobres (como el derecho a la vida, a una educación de calidad, a una atención médica básica, a un empleo decente o a una vivienda digna), no pueden ser sino el resultado del inmenso desprecio a la democracia que han detentado las élites que gobernaron esta ciudad desde su misma fundación.

Río de Janeiro, una ciudad capaz de sorprender al mundo con una Olimpiada inolvidable, pero incapaz de evitar el maltrato que viven diariamente buena parte de sus ciudadanos, incapaz de volverse acogedora y generosa con sus propios habitantes.

No se trata ni de una contradicción ni de una anomalía. Así ha sido siempre.

Rio_OlimpiadasParaQuem

«Olimpiadas, ¿para quién?». Foto: AFP

Río de Janeiro, ¿ciudad maravillosa?

La realización de las Olimpiadas significó un inmenso esfuerzo de infraestructura pública para mejorar el transporte urbano, reformar estadios, crear una imponente ciudad olímpica y mejorar las comunicaciones. También, un complejo trabajo logístico, de saneamiento ambiental, de seguridad, control policial y la construcción, en tiempo record, de uno de los laboratorios de análisis de dopaje más avanzados del mundo.

En materia de transporte, fueron construidas carreteras, puentes, casi 20 kilómetros de nuevos túneles, más de 150 kilómetros de líneas de autobuses rápidos y 16 kilómetros de líneas de metro, que permiten ahora unir en pocos minutos diversos puntos de la ciudad que, en los momentos de mayor circulación, estaban separados por varias horas de distancia.

El alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, que recién asumía sus funciones cuando vibró junto a Lula en Copenhague, ha sostenido con una rara mezcla de franqueza e impudencia que, “la Olimpiada es un excelente argumento para hacer aquello que uno quiere hacer hace mucho tiempo, pero no ha podido”. Una afirmación que tendría todo sentido si el alcalde se estuviera refiriendo al río artificial creado para las competencias de kayak (que reproducen en plena ciudad tropical un salvaje torrente de agua de deshielo semejante a los que existen en Canadá o Noruega). Sin embargo, la frase constituye una evitable torpeza si lo que quiso decir el alcalde era, por ejemplo, que el gobierno había conseguido resolver algunos de los problemas que impiden que los ciudadanos de Río, especialmente los más pobres, tengan derecho a movilizarse en condiciones dignas y seguras dentro de su propia ciudad. Se pudo gracias a la Olimpiada. O, en otras palabras, si no hubieran existido los Juegos de 2016, seguiría todo como siempre estuvo.

En Río de Janeiro, y en casi todas las grandes ciudades brasileñas, los pobres viajan mal y durante largas horas para llegar a sus empleos, a sus escuelas, para tener atención médica o, simplemente, para visitar a sus familiares y amigos. Además, son frecuentes la violencia y los abusos que sufren los niños, niñas y mujeres al desplazarse en el transporte público urbano. Las Olimpiadas muestran que mejorar estas condiciones no dependía de un milagro, sino de una decidida intervención pública, de un gobierno activo y eficiente. Algo que ahora parece no sólo posible, sino también viable en un corto plazo de tiempo.

Si es así, ¿por qué no se hizo esto antes? ¿Cuáles son las razones que le impidieron a los otros alcaldes y gobernadores del estado, realizar semejante proeza? No deja de ser preocupante que todavía quedan por resolver grandes demandas y deficiencias en el transporte urbano carioca. ¿Habrá que esperar a que los Juegos Olímpicos se realicen nuevamente en Río para resolverlos?

Hace unos días, tratando de calmar a la delegación australiana que cuestionaba las malas condiciones de su residencia en la ciudad olímpica, Eduardo Paes prometió mandarles un canguro para que sintieran “como en casa”. La inhabilidad discursiva del alcalde fue más comentada que otra de sus sorprendentes confesiones: realizar la gran diversidad de obras y transformaciones que ha vivido Río de Janeiro en siete años, sólo costó el 1% de lo que la ciudad gastó en salud y educación durante el mismo período. Preocupados con el canguro, algunos medios dejaron de preguntarle a Paes por qué, a pesar de disponer del 99% restante, había tantas dificultades y barreras para atender las principales demandas educativas y sanitarias de los cariocas.

Lo que Paes quería, era responder a las triviales comparaciones o críticas acerca de todo lo que podría hacerse con el dinero que costaron las obras de los Juegos 2016: 200 escuelas, 100 hospitales, miles de viviendas populares. Tratando de responder a las críticas, el jefe del gobierno local dejó al descubierto que, con poco dinero (el 1% de lo que se gasta cada año en educación y salud) “se pueden hacer milagros” y transformar a Río en una ciudad a la altura de Madrid, Chicago y Tokio. “Somos mejores que ellas”, afirmó Paes, un político propenso a la exageración.

Los hospitales y las escuelas públicas de Río enfrentan una crisis profunda. Sus edificios se encuentran en pésimo estado, existe un estructural déficit de personal y de equipamientos, así como una recurrente falta de oportunidades de formación y capacitación para sus cuadros profesionales. Las clases medias de la ciudad hace años han abandonado la escuela pública y no se atienden en los hospitales administrados por el Estado, cuyos servicios quedan restringidos a la población más pobre, sin recursos económicos y con menor capacidad para hacer oír sus demandas y exigir el cumplimiento de sus derechos.

Al finalizar el año pasado, el Estado de Río de Janeiro, que comparte la responsabilidad de la oferta pública de educación y salud con el gobierno de la ciudad, decretó la emergencia sanitaria ante la imposibilidad de financiar y hacer funcionar sus hospitales. Muchas unidades de salud suspendieron la atención. A poca distancia del Estadio Olímpico João Havelange, en el barrio de Meier, se encuentra el Hospital Municipal Salgado Filho, uno de los que será utilizado como referencia para las urgencias y atenciones médicas durante los Juegos. Semanas antes del inicio del certamen, un informe del Consejo Regional de Medicina, denunciaba que el hospital enfrentaba un grave déficit de camas y la superpoblación de las salas de cuidados intensivos, donde se utilizaban medicamentos vencidos. El documento indicó que el sector de atención pediátrica se encontraba en situación crítica: “el espacio es exiguo y absolutamente inadecuado para el cuidado de los niños y sus familiares (…) no existen condiciones para la atención del paciente pediátrico admitido en la emergencia del hospital”, sentenciaba.

Río de Janeiro puede tener estadios a la altura del primer mundo, pero tiene hospitales a la altura del tercero. Ante las críticas o la indiferencia que han generado las Olimpiadas en organizaciones, periodistas o intelectuales de la ciudad, Paes sostuvo que: “hay gente que tiene complejo de perro callejero”. Entre canguros y perros con síndrome de inferioridad, el alcalde de Río agota sus argumentos en defensa de las reformas llevadas a cabo para los Juegos de 2016, sin llegar a entender que el problema es justamente ese, que se puedan hacer con éxito grandes obras de infraestructura en una ciudad que no consigue siquiera que sus hospitales públicos atiendan en buenas condiciones médicas a los niños y niñas que lo necesitan.

Al igual que los centros de salud, las escuelas de Río enfrentan un grave deterioro. El hecho quizás pase desapercibido a los que visitan la ciudad durante las Olimpiadas, ya que la fachada de todas las instituciones educativas localizadas en las áreas próximas al desarrollo de los Juegos han sido pintadas y mejoradas durante los últimos días. Uno de los pocos centros que ha recibido alguna mejora más estructural es la Escuela Municipal Cícero Pena, en plena Avenida Atlántica, en Copacabana, ahora transformada en la Casa del Voleibol de Playa. Nadie sabe, a ciencia cierta, cómo quedará la escuela después de las Olimpíadas, ya que no siempre las necesidades arquitectónicas de una “casa” del voleibol son semejantes a las de una escuela.

Quizás el paradigma del abandono lo represente la Universidad del Estado de Río de Janeiro, que cinco meses antes del inicio de las Olimpiadas, dejó de funcionar ante la falta de seguridad, de limpieza y el corte de los servicios públicos básicos. A esto, se sumó una huelga de trabajadores docentes y no docentes, por los atrasos salariales y por el incumplimiento de acuerdos con los sindicatos del sector por parte del gobierno regional al mando del gobernador, Luiz Fernando Pezão. La Universidad del Estado de Río queda en el mismo emplazamiento urbano que el Maracaná. Es el edificio que se encuentra justo al lado del estadio, unido por una gran pasarela. Comparten la misma estación de metro y, los días en que se realizan presentaciones deportivas, la universidad sirve de estacionamiento para los asistentes al estadio. Ambos pertenecen al Estado de Río de Janeiro. Sin embargo, mientras la universidad ha vivido abandonada en los últimos años, el Maracaná no ha dejado de mejorar, primero para el Mundial, ahora para los Juegos Olímpicos.

De un lado, uno de los mejores estadios del mundo en pleno funcionamiento. Del otro, una de las mejores universidades de América Latina, cerrada, abandonada, en ruinas. A su propia universidad, ni para las Olimpiadas el gobierno de Río la ha vestido de fiesta.

En Río se pueden hacer estadios monumentales sobre la arena (como el que se utilizará para las competencias de voleibol de playa); se pueden realizar túneles atravesando cerros inmensos; Santiago Calatrava puede construir puentes y museos excepcionales;  se puede edificar una impresionante ciudad olímpica con 37 enormes edificios de 17 pisos cada uno. Se pueden construir más de 3.600 apartamentos de tres habitaciones, donde se hospedarán casi 20 mil atletas, entrenadores y miembros de las delegaciones participantes. Pero no se pueden construir pequeñas salas de educación infantil en los barrios populares, no se pueden mejorar las escuelas, ni realizar más inversiones en la formación del magisterio, valorizando su trabajo y pagando mejores remuneraciones a quienes se ocupan de la educación de las futuras generaciones.

El Estado de Río pudo transformar el Maracaná en un estadio de altísimo nivel, pero no tuvo ni el mismo empeño, ni el mismo interés en resolver o, al menos, encarar uno de sus más graves problemas educativos: el abandono de la escuela media por parte de los jóvenes más pobres. De hecho, al mismo tiempo en que avanzaban las obras del Maracaná para la realización del Mundial de Fútbol y de las Olimpiadas, las cifras de abandono educativo en el nivel medio también crecieron. En el 2009, sólo 57,4% de los jóvenes de 19 años que viven en el Estado de Río habían concluido la escuela secundaria. En el 2014, la cifra había caído a 54%. En la ciudad de Río, eran 56,4% en 2009 y 55,8% en 2014. A los problemas estructurales del Maracaná se les encontró una solución. A la exclusión educativa de más del 45% de los jóvenes que no concluyen la escuela media, no.

Quienes hayan llegado estos días a la ciudad de Río, observarán que la autopista que une el aeropuerto del Galeão a las zonas hoteleras, atraviesa un enorme conglomerado popular, el complejo de favelas de Maré, con más de 150 mil habitantes. El barrio está separado de la autopista por paneles de acrílico pintados con los colores de las Olimpiadas, con excepción de un sector donde se observan algunas escuelas recientemente remodeladas o construidas y un gran destacamento de la policía militar. Del lado de afuera, pasan las delegaciones que llegan a Río, una ciudad que siempre ha tratado de ocultar a sus habitantes más pobres, mientras hace de su interés por la educación y la seguridad ciudadana una forma de ostentación propagandística, bastante semejante al engaño.

En definitiva, así ha funcionado el modelo de desarrollo que ha sostenido este país. Una nación que ha llegado a ser la novena potencia económica del planeta, sin dejar de ser profundamente desigual e injusta. Una nación que vuelve a construir su presente como casi siempre construyó su pasado, a dos velocidades, con dos parámetros, dos promesas, dos horizontes. El Brasil de unos pocos: reluciente, dinámico, pujante, emprendedor, generoso. El Brasil Olímpico. Del otro lado, el Brasil de los pobres, de los discriminados, de los excluidos, de los silenciados. El Brasil sin medallas ni reconocimientos. El de millones de brasileños y brasileñas que sueñan con un futuro mejor.

Desde Río de Janeiro

Fuente: http://blogs.elpais.com/contrapuntos/2016/08/rio2016-olimpiada-dos-paises.html

Imagen: http://blogs.elpais.com/.a/6a00d8341bfb1653ef01b8d20e9905970c-550wi

Comparte este contenido:
Page 1 of 2
1 2