Por: Elisabeth de Puig
Tomando como punto de partida que tendremos que vivir mucho tiempo con la Covid-19 como lo afirma la OMS, hay que evaluar lo realizado y reinventarse para prepararse a afrentar la nueva cotidianidad con valentía e ideas nuevas.
La pandemia ha venido desbaratando muchos sueños y tendrá para numerosas ONGs consecuencias imprevisibles, e incluso, incalculables. Las ONGs son entidades de la sociedad civil que, por lo general, están vinculadas a proyectos sociales, culturales, de desarrollo, u otros, destinados a generar cambios en determinados espacios, comunidades, regiones o países.
Las ONGs suelen financiarse a través de donaciones privadas de individuos o empresas,aportes de instituciones internacionales o de los gobiernos nacionales y locales, o por medio de la generación propia de ingresos.
Con la merma de las economías nacionales y global las fuentes de financiamiento han disminuido y en un primer tiempo los recursos han sido reorientados hacia la emergencia inmediata.
Producto de esta situación, las decisiones que algunas instituciones se han visto obligadas a tomar a causa de la Covid-19 arrastran con ellas la suerte de cientos y miles de personas beneficiarias de sus servicios.
Tomaré como ejemplo la Fundación Abriendo Camino, ONG comprometida desde el año 2002 y que trabaja en el sector de Villas Agrícolas.
Con un crecimiento sostenido y los oídos puestos en las necesidades de la comunidad, su misión es de ofrecer alternativas de protección y educación integral para que niños, jóvenes y familias de sectores urbanos vulnerables, desarrollen su potencial y disfruten de una vida digna.
Con sus varios programas innovadores de educación, protección, formación para el empleo, desarrollo de liderazgo juvenil, educación ambiental y participación, ha logrado ocupar un sitial reconocido en la vida de miles de jóvenes y sus familias.
Hoy, los sueños de nuevos proyectos para el sector y su extensión a otros barrios de la zona norte se han visto brutalmente parados: la estructura física de la Fundación está como un cascarón vacío que ha perdido su esencia y su finalidad que es la de brindar servicios.
De día, estos se ofrecían a una población infantil y a sus familias, y de noche, a jóvenes con una amplia oferta de cursos técnicos profesionales.
Durante los meses de abril, mayo, junio, julio y lo que va de agosto el país ha vivido en constante evolución. Entre los escenarios pensados al inicio de la crisis sanitaria no se tomó en cuenta el comportamiento que realmente asumiría la curva de la pandemia luego de la apertura de la economía apoyada por el empresariado y por los partidos mayoritarios por razones electorales.
Durante estos meses de cuarentena y toques de queda muchas instituciones han tratado de navegar entre el cierre impuesto y la necesidad de estar presente y ser solidarias.
La primera etapa fue la de distribuir alimentos y kits de higiene; algunas iniciaron actividades de enseñanza virtual y la realización de animaciones lúdicas de la misma forma, lo que ha permitido visualizar las virtudes y las inmensas limitaciones de estas herramientas en sectores vulnerables.
Tomando como punto de partida que tendremos que vivir mucho tiempo con la Covid-19 como lo afirma la OMS, hay que evaluar lo realizado y reinventarse para prepararse a afrentar la nueva cotidianidad con valentía e ideas nuevas.
Es el momento de no atrincherarse y volver a lo esencial con versatilidad y adaptabilidad como norte. El conocimiento del entorno y de las comunidades son el punto de partida de cualquier enfoque.
Se tratará, para algunas organizaciones, de redefinir sus poblaciones meta en función de los estragos de la pandemia y de las prioridades, sabiendo de antemano que los grupos serán reducidos, los riesgos presentes y los financiamientos más escasos.
Para las ONGs cuyos servicios van dirigidos, entre otros, al reforzamiento de capacidades educativas y a la protección de niños, niñas y adolescentes de comunidades vulnerables cuyas necesidades no pueden seguir desatendidas más tiempo, los pasos deberían ir en el sentido de trabajar la alfabetización con pequeños grupos de niños, niñas y adolescentes desescolarizados antes de la pandemia.
Al mismo tiempo, correspondería retomar la nivelación escolar para aquellos niños y niñas que por su bajo nivel académico y su situación precaria se han desvinculado de las escuelas durante la pandemia por falta de acceso a la virtualidad.
Convendría también acompañar las amilias y los niños que van a seguir una modalidad virtual y formar los facilitadores en educación virtual.
La juventud debería ser integrada a acciones a favor de su comunidad, movilizándola bajo estrictos protocolos para reforzar las medidas de higiene en las familias.
Igualmente, habría que fortalecer las medidas de protección contra la violencia intrafamiliar, el abuso y el trabajo infantil.
Para todo ello es importante apoyarse en los comunitarios de buena voluntad y abrir consultas psicológicas.
Con este tipo de iniciativas micro las ONGs del sector educativo pueden contribuir a mitigar, a su escala, las nuevas brechas sociales y educativas que se están ensanchando en el seno de nuestra población más vulnerable como resultado del Coronavirus.
Fuente: https://acento.com.do/opinion/las-ongs-y-la-nueva-cotidianidad-8850581.html