Por: Ricardo Braginski.
En medio de la campaña electoral y para forzar el debate educativo, una ONG les pidió a los candidatos que presentaran sus propuestas para el área. De los seis presidenciables que competían tras las PASO, el único equipo que no lo hizo fue el de Alberto Fernández. En el debate, además, el candidato -hoy presidente- no puntualizó en ninguna idea concreta para el área de educación. Sólo habló de la necesidad de subir el presupuesto, que viene cayendo fuerte -por parte de Nación y de las provincias- desde el año 2016.
Ahora que el carro empezó a andar, no queda más que mirar cómo se acomodan los melones. Y, sobre todo basándose en las declaraciones oficiales, el panorama parece auspicioso. El nuevo gobierno pone el foco en las inequidades, en trasformar a la educación en una herramienta que logre “romper las desigualdades” de origen de los chicos argentinos.
Y para eso, los principales objetivos apuntan a universalizar la educación inicial (en el país, solo la mitad de los jardines tiene sala de 3 y tienen menos acceso justamente los chicos que más los necesitan); así como avanzar en la jornada extendida para cada vez más estudiantes: hoy llega a apenas el 14% de los alumnos de la primaria, es decir que el 86% de ellos va sólo 4 horas por día a la escuela. La ampliación del jardín y de las horas debieran ser, claro está, con criterios de calidad educativa.
El problema es que sólo para estas dos medidas (también se está avanzando en la entrega de libros y computadoras) se necesita plata. Y mucha. Y se requiere no sólo que la ponga el Gobierno nacional sino, principalmente, que abran la billetera las administraciones provinciales.
¿Cómo se va a lograr esto? Según dijo el ministro de Educación Nicolás Trotta a Clarín, se hará con “la construcción de consensos con todos los actores, incluyendo las 24 jurisdicciones, el sector de los maestros, las principales referencias pedagógicas y las universidades nacionales”. Es decir, con diálogo. Se puede entender que será con acuerdos, con decisiones compartidas.
Pero además del diálogo -tan necesario-, quizás se pueda incluir una herramienta más. Por ley, hoy tenemos que el 6% del PBI consolidado -Nación más provincias- tiene que ir a educación. Y por el impuestazo, ahora el Estado tendrá más recursos. ¿Qué tal si fijamos concretamente -sobre la base de datos objetivos de la realidad de cada distrito- cuáles serán las metas y los plazos de inversión en educación de cada uno de ellos?
Ahora que tenemos una buena dirección para el carro, estaría bueno que cada uno -y de acuerdo a sus posibilidades- tire de él en forma pareja.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/educacion-carro-compartido_0_3DAcs6cs.html