Mujeres sin infancia: «En la escuela para adultos aprendí a juntar las letras»

Redacción: Denia

Durante el franquismo, miles de mujeres no pudieron ir al colegio y perdieron la oportunidad de aprender incluso lo más básico. Pero en los años 90, la apertura del centro de Educación de Personas Adultas (EPA) de Dénia ayudó a cambiar esta situación. Hoy, Día Internacional de la Mujer, hablamos con algunas de aquellas luchadoras que dieron un giro a su vida, y con el profesor que trabajó para motivarlas y acabar con una injusticia histórica.

La vida de Salvadora

Salvadora Ausina tiene ahora 91 años. Su primer contacto con la educación fue cuando tenía más o menos tres: «Mi madre me llevaba a una casa particular en la calle Trinquet, donde una señora cuidaba a unos pocos niños, porque ella tenía que irse a trabajar a la pasa.» Allí no aprendió nada, tan solo jugaba. Cuando tenía alrededor de seis años, empezó a ir a un colegio en la calle Pont. «La verdad es que yo era muy traviesa y no me gustaban las clases». Salvadora recuerda lo raro que se le hacía escuchar a doña Mónica, la profesora, hablar en castellano. En cuanto empezó la guerra en 1936, dejó de ir al colegio: «Me gustaba mucho ir a ver los aviones cuando volaban bajo».

Cuando acabó la guerra encerraron a su padre, mientras su madre estaba embarazada. El bebé murió de hambre a los tres meses de nacer. Así que con 11 años Salvadora empezó a trabajar de niñera en el carrer Cop, cuidando a los hijos de un abogado, y de allí se fue a la fábrica de juguetes de Alfonso Marsal. El siguiente testimonio está extraído de material del grupo de alfabetización y neolectoras de la EPA de Dénia, en el que cada una de las alumnas relataba su etapa escolar y su infancia:

El aire fresco de la educación

Lo único que llegó a aprender Salvadora fue a leer y a escribir un poco. El momento en que consolidó estas habilidades llegó cincuenta años más tarde, en la EPA. Lo mismo les pasó a otras muchas mujeres, que hasta la madurez no pudieron ponerse a estudiar. Fue el caso de Teresa Muñoz, compañera de clase de Salvadora. Teresa se quedó viuda, se encontraba sola y se apuntó a clases, «para recuperar el tiempo perdido». María Pérez, de 85 años, explica que en la EPA aprendió «a juntar las letras». Esta generación de mujeres recibirá un homenaje por parte del Ayuntamiento mañana lunes día 9 de marzo, cuando se cumplen 25 años de la apertura del centro de la EPA.

La educación para salir del analfabetismo y para enfrentarse al machismo

«No hay nada más peligroso que un grupo de personas en la misma situación hablando entre ellas», dice Juan Luis López Escar, profesor de esta generación de mujeres en la EPA. Si contactan, si intercambian opiniones, es más fácil identificar situaciones, concienciarse y luchar por salir de ellas. Él fue el responsable de las clases de alfabetización y neolectoras para estas mujeres que no sabían ni leer ni escribir. Pero no se quedó ahí: introdujo muchas más actividades y disciplinas para motivarlas, para abrirles la mente, como excursiones, fotografía o plástica. En muy poco tiempo se multiplicó el número de alumnas. Desgraciadamente, había algunas que tenían que acudir a la escuela sin que lo supieran sus maridos. De hecho, López Escar estuvo incluso amenazado por alguno de ellos.

«Algunas mujeres venían a clase a escondidas de sus maridos»

No debemos olvidar que los años 90 están muy cerca, estos no son hechos remotos. «No solo había que combatir el analfabetismo, también había que luchar contra la discriminación de género y contra los prejuicios de las familias», explica el profesor. Según él, el gran poder de la educación que recibieron estas mujeres fue mucho más allá de la alfabetización: sirvió para dar un giro a sus vidas.

Imagen: Juan Luis López Escar, profesor de la Formación Para Adultos Ramón Ortega de Dénia durante los años 90

En palabras de Salvadora Ausina, «Queríamos a Juan Luis como si fuera nuestra familia. Él nos enseñó mucho más que matemáticas, a leer y a escribir. Nos enseñó a apasionarnos, a tener ganas de saber de todo, nos enseñó que el mundo está lleno de cosas por aprender». Salvadora acaba la entrevista abriendo un cajón y mostrándonos su e-book.

Fuente: https://www.denia.com/mujeres-sin-infancia-en-la-escuela-para-adultos-aprendi-a-juntar-las-letras/
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Bangladesh: Maestra trabaja horas extra para darle a un grupo de chicas rohingyas la oportunidad de aprender

Bangladesh/24 de Marzo de 2018/Por: Caroline Gluck

Alinesa tuvo un comienzo tardío en su propia educación. Ahora es una profesora dedicada, y su intención es ayudar a que las jóvenes refugiadas tengan la educación que necesitan.

Desplazada de su tierra natal cuando era niña, Alinesa fue a la escuela por primera vez cuando tenía 11 años, y rápidamente recuperó el tiempo perdido. Ahora tiene 32 años y se convirtió en maestra y defensora de la educación para refugiados, especialmente niñas.

Alinesa huyó de Myanmar con su familia hace 26 años y halló asilo en el distrito costero de Cox’s Bazar, en el sudeste de Bangladesh. Creció allí en el asentamiento de refugiados de Kutupalong, aprovechando las oportunidades educativas que no tuvo en su patria.

Cuando se enteró de que maestros voluntarios estaban organizando nuevas clases nocturnas para los refugiados rohingyas recién llegados, no dudó en inscribirse.

“Tenía muchas ganas de enseñarles”, explica. “Eran de nuestras comunidades y no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela. Sentí una gran responsabilidad de enseñarles… Podrían ser nuestros parientes, nuestros vecinos. Quería ayudar”.

El 55 por ciento de los casi 700.000 nuevos refugiados rohingyas son niños. Esta gente huye de la violencia que ocurre en el norte del estado de Rakhine desde agosto. Los factores que limitaron severamente su acceso a la educación incluyen la pobreza, la exclusión social y la inseguridad.

“Sentí una gran responsabilidad de enseñarles… Podrían ser nuestros parientes, nuestros vecinos”.

Alinesa, madre de dos hijos y el único sostén de su familia, dicta clases diurnas en una escuela para niños rohingyas nacidos y registrados en Kutupalong, un asentamiento de refugiados establecido hace más de 25 años. Por la noche, ella enseña otras dos clases de 40 estudiantes en la cercana Ideal Primary School, dirigida por CODEC, socio de ACNUR, también en Kutupalong.

Muchas escuelas y centros temporales de aprendizaje en los asentamientos para refugiados ahora operan en tres turnos. El último turno, conocido como la clase de la tarde, atiende a los refugiados recién llegados. Entre ellos se encuentra Rosina Akhter, de 12 años, que nunca antes había ido a la escuela.

“Estoy muy feliz de tener la oportunidad de estudiar”, dice tímidamente. “No sabía leer ni escribir antes de venir aquí. Ahora estoy aprendiendo”.

Ella explica que su pueblo no contaba con una escuela. La inseguridad y la falta de dinero no le permitieron a ella y a sus hermanos ir a la escuela.

Además, es muy común en Myanmar que las niñas no vayan a la escuela y que ayuden a sus padres con negocios o fincas. Desde que fue aceptada como estudiante, Rosina dice que nunca faltó a clase. Ella ahora sueña con convertirse en maestra como Alinesa.

Por su parte, Alinesa dijo que sus nuevos alumnos son aún más entusiastas que sus otros alumnos. “Tienen un fuerte deseo de aprender porque carecen de oportunidades para ir a la escuela en Myanmar”.

“Mis alumnos pueden aprender y enseñar a otros en su comunidad”, agregó. “Pueden crecer y convertirse en líderes de su comunidad para mostrarles un camino a los demás. Con suerte, cuando se conviertan en adultos, podrán tener más oportunidades”.

Conforme a un informe del ACNUR, solo el 61 por ciento de niños refugiados en todo el mundo están matriculados en la escuela primaria, el 23 por ciento en secundaria y el uno por ciento en educación terciaria.

Esta historia se presenta en “Her Turn” (“Ahora les toca a ellas”), un nuevo informe del ACNUR que revela que las niñas refugiadas en el nivel secundario tienen la mitad de probabilidades de matricularse en la escuela que sus pares hombres, a pesar de que las niñas constituyen la mitad de la población refugiada en edad escolar. 

Fuente: http://www.acnur.org/noticias/noticia/maestra-trabaja-horas-extra-para-darle-a-un-grupo-de-chicas-rohingyas-la-oportunidad-de-aprender/

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