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Yayo Herrero, antropóloga: «El patriarcado nos da el papel de cuidadoras sin preguntarnos». España

 

  • Yayo Herrero, antropóloga, está especialidazada en la economía de los ciudadanos y ecofeminismo​
  • Las mujeres sufren más el cambio climático y tienen un 14% más de posibilidades de morir en un desastre natural
  • Puedes ver la entrevista en el programa Objetivo igualdad, este lunes a las 00’30h en el Canal 24 horas
Por: NURIA VERDE

Antropóloga, educadora social, ingeniera agrícola y referente en España en ecofeminismo y economía de los ciudadanos. Hablamos de Yayo Herrero. La cita es en el parque Fuente del Berro en Madrid. Yayo Herrero llega puntual y nos cuenta que ella iba al colegio de niña muy cerca del parque por el que siente una especial querencia.

De repente, mientras los cámaras montan el set de la entrevista a Herrero, nos damos cuenta de que tanto el operador como yo hemos estudiado o estudian en colegios de la FUHEM (Fundación del Hogar del Empleado) de la que la entrevistada es expresidenta. ¿Qué tal trabajar por proyectos? ¿Qué tal hacer asambleas en clase? ¿Cómo funciona la comida ecológica implantada en el colegio Montserrat? La conversación fluye por ese nudo gordiano de casualidades y coincidencias.

Como seres humanos tenemos cuerpos que vulnerables que necesitan ser cuidados y atendidos

-¿Qué es lo que tenemos que poner en el centro como sociedad?

-La conservacion de la vida, fundamentalmente, porque esa vida está en riesgo. Por precisar un poco mas, yo recordaría que los seres humanos tenemos dos relaciones de dependencia insoslayables. A la primera, yo la llamaría ecodependencia. El ser humano es un animal especial pero un animal al fin y a cabo que se inserta en una trama de la naturaleza de la que fomamos parte. No hay posibilidad de mantener la vida si no es dependiendo de la naturaleza. No hay economía que no dependa de materias primas o recursos. El destino de los seres humanos va ligado a los cambios de la naturaleza. Por otro lado, como especie viva estamos insertos en cuerpos que tienen que ser atendidos y cuidados. Vivimos en sociedades que no colocan esas relaciones de codependencia en el centro. Pero esas no son las prioridades actualmente.

-¿Y cuales son?

El crecimento económico, la generación de tasas de ganancias para el capital. Son prioridades distintas. No siempre a la economía le interesa o importa mantener vidas dignas, a la economía le interesa el crecimiento, los beneficios. Estas dos prioridades están contrapuestas en este momento.

A la economía no le interesa mantener vidas dignas sino el crecimiento y el beneficio

-¿Qué tiene que ver la ecología con el feminismo?

-Tienen muchísimo que ver. En primer lugar, somos seres humanos que tenemos un cuerpo que tiene que durar y quienes han cuidado de los cuerpos durante los últimos cientos de miles de años son las mujeres, en todas las sociedades. Hablamos de cuidados en la infancia, de cuidados en la vejez, que es otro periodo de la vida en el que si no te cuidan, no sobrevives; de cuidados de los enfermos y dependientes.

Obligación y miedo

-¿Por qué somos las mujeres casi siempre las cuidadoras?

-Bajo mi punto de vista, no porque estemos mejor dotadas para ocuparnos de los cuidados sino porque vivimos en sociedades patriarcales que nos asignan, de manera no libre, el cuidado, la atención cotidiana y generacional de esa reproducción de los cuerpos. Esa asignación no libre se produce por varias cosas que el feminismo se ha encargado de denunciar desde hace mucho tiempo. Hay un proceso de socialización de las mujeres en el que interiorizamos esa especie de servicio familiar obligatorio al que estamos sujetas, una idea sobre el amor ligada a la renuncia de nosotras, al sacrificio o al miedo.

Las mujeres interiorizamos un servicio familiar obligatorio 

-El miedo está muy presente.

Hay mujeres que siguen cuidando en relaciones violentas por puro miedo. En una sociedad no patriarcal, el cuidado tendría que estar repartido entre las personas y las instituciones, porque tendría que estar repartido en la sociedad y no como ahora, que el cuidado recae, con tremendas dificultades y en medio de una crisis económica, en las mujeres.

Hay mujeres que están en relaciones violentas y siguen cuidando por puro miedo

Mujeres y cambio climático

-¿Tiene el cambio climático una perspectiva de género?

-Sí. Muchos de los conflictos medioambientales recaen en las mujeres. Por ejemplo, las mujeres sufren más el cambio climático. Cuando hay inundaciones, en muchos casos, las mujeres anteponen las vidas de los otros a las propias. Tanto el cambio climático como los extractivismos están destruyendo territorios, impidiendo que las mujeres trabajen en una agricultura de subsistencia.

-Las mujeres rurales impulsan luchas feministas

-Tenemos cerca el caso de las jornaleras de la recogida de la fresa y fruto rojo en Huelva, donde mujeres migrantes procedentes del norte de África, junto con mujeres jornaleras del territorio nacional se implican en luchas, con una base feminista impresionante. Luchan contra la ley de extranjería, contra una forma totalmente insostenible de producir alimentos, y luchan por la garantía de los derechos.

-¿Queda mucho por hacer? 

-Y mucha deuda que pagar. Hay una deuda ecológica que tienen contraída los países ricos, con los empobrecidos, por el desigual uso de recursos, y por el desigual impacto de la contaminación. Pero también hay otra deuda de cuidados del patriarcado con las mujeres, por la desigualdad de tiempos dedicados a sostener la vida.

Fuente: https://www.rtve.es/noticias/20211205/objetivo-igualdad-yayo-herrero-patriarcado-da-papel-cuidadoras/2234680.shtml

 

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El sistema judicial de España no protege a los niños de padres abusivos, afirman expertos de la ONU

Un grupo de relatores asegura que el sistema judicial español tiene un “sesgo discriminatorio contra las mujeres” y a menudo favorece a los varones en casos de custodia incluso aunque haya antecedentes de violencia doméstica. Los expertos piden al Gobierno que tome medidas.

Los menores en España están expuestos a la violencia y los abusos sexuales por un sistema judicial que no les protege de los padres abusivos, dijeron expertos de la ONU* que pidieron al Gobierno “garantizar que sus tribunales superen los prejuicios contra las mujeres y aplicar un enfoque centrado en los niños y de género”.

“Aún en los casos en los que existen antecedentes de violencia doméstica o pruebas de maltrato, las decisiones judiciales a menudo favorecen a los padres varones, incluso en aquellos casos en los que existen motivos razonables para sospechar que abusan hacia los niños y sus madres”, sostuvieron.

“Una de las causas fundamentales de este problema es la existencia de un sesgo discriminatorio contra las mujeres, que hace que su testimonio se perciba como menos creíble que el de los hombres», dijeron. «Las mujeres tienen aún menos probabilidades de ser creídas cuando denuncian la violencia física y sexual cometida por los padres contra ellas y sus hijos».

Los expertos se mostraron especialmente preocupados por el caso de Diana García M., que recientemente perdió la custodia en primera instancia de su hija de 6 años tras ser acusada de obstaculizar la relación entre la niña y su padre. A pesar de los antecedentes de violencia doméstica y de las pruebas que apuntaban a que había cometido abusos sexuales contra su hija durante años, el padre obtuvo la custodia completa en el juzgado de Pozuelo de Alarcón.

«A pesar de las claras directrices en sentido contrario de la Convención sobre los Derechos del Niño, los tribunales siguen determinando que el interés superior del niño y de la niña es siempre mantener el contacto con uno de sus progenitores, incluso cuando éstos son violentos o abusivos», afirmaron los expertos.

Los relatores aseguran que a lo largo de una década han estado en contacto con el Gobierno para transmitirle sus preocupaciones, pero aún así siguen recibiendo información de nuevos casos de madres que pierden la custodia de sus hijos a manos de padres maltratadores.

La teoría de la “alienación parental”

Las mujeres son acusadas de dificultar el contacto de los padres con sus hijos —fenómeno conocido como «alienación parental»— y son castigadas por los tribunales en lugar de conseguir protección.

La teoría de la alienación parental, aunque carece de apoyo científico creíble, refleja la idea de que cuando un niño teme o evita a su padre o madre, se debe a la influencia del otro progenitor, más que a las propias experiencias del niño.

“Aunque están prohibidas por la reciente legislación española, las teorías sobre la ‘alienación parental’ parecen seguir desempeñando un papel en las decisiones judiciales en España”, aseguraron los expertos que explican que tales teorías “aprovechan las actitudes patriarcales arraigadas en el sistema legal”, así como una “creciente oleada de críticas contra la igualdad de género” en varios países donde los grupos anti-derechos han retratado los derechos de las mujeres como «anti-familia.»

«Guiados por teorías pseudocientíficas y regresivas, como la alienación parental, los tribunales de España y otros países no están garantizando el derecho de los menores a estar libres de violencia, ni el derecho de las mujeres a la no discriminación», dijeron los expertos. Esta “preocupante tendencia” se ha detectado también en otros países de Europa, América Latina y otras regiones.

«España debe hacer más, para que su legislación sea operativa y para que todos los funcionarios del sistema de justicia apliquen un enfoque sensible al género y centrado en el niño en los casos de custodia de los hijos y de violencia doméstica, además de tomar medidas efectivas para prevenir estos actos de violencia que pueden constituir tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, o incluso tortura», dijeron los expertos. «El Gobierno debe cumplir con su responsabilidad de garantizar que los niños, las niñas y las mujeres puedan vivir y prosperar libres de violencia».

* Las y los expertosReem AlsalemRelatora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuenciasMelissa Upreti (Presidenta), Dorothy Estrada Tanck (Vicepresidenta), Elizabeth BroderickIvana Radačić y Meskerem Geset TechaneGrupo de Trabajo sobre la discriminación contra las mujeres y las niñasTlaleng MofokengRelatora Especial sobre el derecho a la salud física y mentalNils MelzerRelator Especial sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.

Los Expertos y las expertas forman parte de lo que se conoce como los Procedimientos Especiales del Consejo de Derechos Humanos. Los Procedimientos Especiales, el mayor órgano de expertos independientes del sistema de derechos humanos de la ONU, es el nombre general de los mecanismos independientes de investigación y supervisión del Consejo que se ocupan de situaciones de países específicos o de cuestiones temáticas en todas las partes del mundo. Los expertos de los Procedimientos Especiales trabajan de forma voluntaria; no son personal de la ONU y no reciben un salario por su trabajo. Son independientes de cualquier gobierno u organización y prestan servicios a título individual.

Fuente: https://news.un.org/es/story/2021/12/1501202

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¿Por qué el patriarcado nos roba el placer y los orgasmos?

Por Coral Herrera Gómez

Fuentes: https://www.eldiario.es

El placer de las mujeres es el epicentro del patriarcado. Un cuerpo que goza por sí mismo, que no se ofrece a las necesidades sexuales y reproductivas de los hombres, es un cuerpo rebelde.


Cuando empezamos a cultivar la tierra, los hombres la convirtieron en propiedad privada para poder explotarla y transmitirla en herencia a las nuevas generaciones. Después le tocó el turno a los animales: domesticaron a unas cuantas especies, empezaron a explotarlas, a hacer negocio con ellos y, sobre todo, con ellas. Las hembras que podían multiplicar las cabezas de ganado.

Después nos tocó a nosotras: las mujeres fuimos encerradas en el espacio doméstico, perdimos nuestro derecho a controlar nuestra sexualidad y nuestra reproducción. Fuimos obligadas a ser monógamas de por vida.

Los hombres patriarcales nos robaron el placer: nuestros cuerpos solo debían servir para hacer negocios entre ellos y para la explotación sexual, reproductiva, doméstica y laboral. Hasta el hombre más pobre de la Tierra tiene una criada personal que le cuida y le cubre sus necesidades sexuales.

A nosotras nos matan por tener sexo antes del matrimonio y por ser infieles dentro del matrimonio, incluso en los países en los que ya no es legal asesinar a tu esposa bajo ningún concepto.

Pero antes de matarnos, sufrimos otro tipo de castigos.

A las niñas, en la infancia y la adolescencia, nos ofrecen toneladas de romanticismo, pero no nos hablan de sexo. La primera vez que me hablaron de sexo en la escuela fue para advertirme de lo peligroso que era: podías quedarte embarazada y enfermar gravemente.

Nadie me explicó que el sexo, cuando estás llena de deseo y eres correspondida, es uno de los mayores placeres de la vida.

Nadie me explicó que el sexo, cuando no odias tu cuerpo y no estás en guerra contra él, es una de las pasiones más grandiosas y divertidas del mundo.

A mí no me hablaron de las delicias del sexo, pero al menos no me machacaron psicológicamente como a mis abuelas, que estuvieron sometidas al sadismo de la religión católica que las amenazaba con quedarse ciegas o sordas por masturbarse, que les hablaba de su cuerpo como un antro de pecado, que les metían miedo con la posibilidad de ir al infierno por tocarse y por tocar a otras mujeres y hombres.

Nuestras madres también sufrieron esta pesadilla, pero tuvieron la suerte de poder vivir la revolución sexual de los 70 del siglo XX. No solo se desligó el sexo de la reproducción con la comercialización de los preservativos y las píldoras, sino que también pudimos liberarnos de la culpa y del pecado.

De esta revolución sexual pudieron beneficiarse unas pocas mujeres en el mundo: mujeres de países desarrollados que vivían en las ciudades, mayoritariamente. La gran mayoría de las mujeres del mundo viven aún bajo el yugo de obispos, curas y pastores misóginos que las bombardean con los mismos mensajes que a nuestras abuelas. Para muchas niñas y adolescentes, su primera experiencia sexual sigue siendo una violación, generalmente perpetradas por sus padres, padrastros, abuelos, hermanos, tíos y primos. No solo las violan con diez años de vida: las obligan a casarse con sus violadores y las obligan a parir. Si no mueren en el parto, las torturan a sufrir una maternidad no deseada para toda su vida.

Millones de mujeres jóvenes en el mundo siguen sin recibir educación sexual y emocional en las escuelas, y no tienen acceso a anticonceptivos. Siguen muriendo todos los días mujeres por abortos clandestinos. Sus cuerpos no son suyos: lo único que pueden hacer con ellos es cedérselo a hombres para que hagan negocios entre ellos. El cuerpo de las mujeres pobres es una mercancía que los hombres utilizan para ganar dinero. Traficar con los cuerpos de mujeres pobres y con sus bebés es uno de los negocios más lucrativos del mundo.

Por eso, un cuerpo de mujer que no está al servicio del placer del hombre, es un lugar de resistencia a la violencia del patriarcado y el capitalismo. El cuerpo que no se vende, el cuerpo que no se puede usar y tirar, el cuerpo que no se ofrece a la mirada y al deseo del hombre, es un cuerpo subversivo.

Y por eso el placer de las mujeres es el epicentro del patriarcado. Un cuerpo que goza por sí mismo, que no se ofrece a las necesidades sexuales y reproductivas de los hombres, es un cuerpo rebelde, y pone en peligro todo el sistema de dominación masculina.

¿Cuántas mujeres en el mundo podemos gozar de nuestro erotismo y sexualidad sin miedo?, ¿cuántas podemos elegir nuestra maternidad?, ¿cuántas podemos elegir a nuestras compañeras y compañeros sexuales? Somos muy pocas.

Nuestros cuerpos no son para nosotras: son para el marido, para el putero, para el proxeneta, para el adicto al porno, para los dueños de las clínicas reproductivas o de identidad de género, para los dueños de las clínicas de belleza, pero no son para nosotras.

Nos disciplinan para que nos torturemos a nosotras mismas pasando hambre con dietas extremas, entrando en los quirófanos para quitarnos trozos de carne y de piel, entrenando durante horas el cuerpo para que luzca firme, musculoso y bello.

Nos amenazan con la idea de que, si nuestros cuerpos no gustan a los machos, no vamos a conseguir marido, ni trabajo, ni familia feliz y, por tanto, vamos a quedarnos excluidas, en los márgenes del sistema y solas.

Nos crían para que nuestro objetivo en la vida sea despertar el deseo y subir la libido de los machos, y nos dan a elegir: podemos ofrecernos a un solo macho para formar pareja o a varios. Lo importante es que gustemos, que nos arreglemos, que invirtamos toneladas de dinero, de energía y de tiempo en estar bellas, y que nos ocupemos y nos preocupemos del placer masculino.

¿Y qué pasa cuando reivindicamos nuestro derecho al placer? Que somos unas degeneradas, y unas putas. Es el insulto preferido para castigar a las mujeres libres: nos rebajan a la categoría de mujer mala, mujer de usar y tirar, mujer que no merece respeto, para castigarnos a todas.

Es un mecanismo muy eficaz para que las mujeres nos olvidemos de nuestro placer, renunciemos a nuestros orgasmos, nos reprimamos a nosotras mismas, y nos entreguemos de por vida a satisfacer las necesidades sexuales de los hombres.

Hace poco un estudio de LELO, marca sueca de juguetes eróticos, declaraba que el 46% de las mujeres consultadas llegaba al orgasmo en la pareja heterosexual. Las que no logran alcanzarlo cuando están en pareja, el 29%, dijeron que no se relajaba lo suficiente como para poder disfrutar del sexo; un tanto por ciento de las mujeres no llegaba por culpa de la falta de estimulación clitoriana, y un 40% de las mujeres confesaron fingir sus orgasmos para no herir al macho.

¿Por qué las mujeres heterosexuales nos preocupamos más por el ego frágil de nuestros compañeros que por nuestro propio placer?, ¿por qué renunciamos a corrernos a gusto y le damos más importancia a los orgasmos masculinos que a los nuestros?

A los hombres les cuesta disfrutar del sexo y del amor porque no saben cómo hablar del tema. Están acostumbrados a hablar de sexo con otros hombres, generalmente para alardear de sus conquistas, no para intercambiar conocimientos en las artes del amor.

Con sus parejas femeninas les cuesta aún más porque no están acostumbrados a escuchar a una mujer hablar de su placer, de su deseo, de sus fantasías, de sus oleadas, de sus orgasmos múltiples.

Nosotras hablamos mucho de sexo con nuestras amigas. Con los hombres no podemos hablar porque la mayoría de ellos se asustan y sus penes se hacen pequeños cuando se ven frente a una mujer libre. Así que tenemos que tener cuidado porque si creen que somos mujeres para follar, no se van a enamorar de nosotras: la mayoría de los hombres siguen creyendo que hay mujeres buenas y malas, y que las malas son de usar y tirar.

La masculinidad patriarcal es muy frágil y a los hombres les cuesta disfrutar del sexo porque creen que su obligación como macho es eyacular para demostrar su hombría. Les falta humildad, curiosidad y generosidad: no preguntan a las mujeres qué es lo que les gusta en el sexo por miedo a no dar la talla, y aunque se avergüenzan de su ignorancia, les cuesta preguntar y prefieren aparentar que son machos potentes que saben complacer perfectamente a sus parejas.

Nosotras hacemos como que nos complacen para que no se sientan mal.

Pero lo cierto es que estas mentiras piadosas solo sirven para que los machos mantengan su ego y no aprendan jamás a dar placer a una mujer.

¿Qué ocurre cuando nos atrevemos a decirle a nuestra pareja lo que nos gusta y lo que no, cuáles son nuestras fantasías y dónde están nuestros límites? Que los hombres se sienten incómodos porque tienen miedo a la mujer libre que conoce y ama su cuerpo.

Cuando nosotras reivindicamos que somos algo más que agujeros, estamos pidiendo un trato humano, y eso a muchos hombres les parece humillante.

Nuestros orgasmos no son nuestros porque su fin es hacerle creer al macho que es potente y grandioso. El macho generalmente disfruta solo cuando la mujer se somete, se pone de rodillas, y se olvida de sí misma. El macho no disfruta con el sexo, disfruta con el poder que siente teniendo frente a sí a una mujer sometida y humillada.

Los hombres con mucho apetito sexual son hombres.

Las mujeres con mucho apetito sexual somos ninfómanas.

No solo nos etiquetan como enfermas, también como locas, histéricas, brujas, zorras, putas, degeneradas. Por eso desde que somos pequeñas aprendemos a reprimirnos y a silenciarnos, y a poner el cuerpo al servicio de los demás.

No solo nos reprimen los hombres: la voz del Señor patriarcal que habita en nuestro interior también nos regaña cuando estamos demasiado calientes, cuando estamos demasiado ardientes, cuando nos corremos como posesas, y cuando nos ponemos reivindicativas.

Los abusos sexuales y las violaciones que sufrimos en nuestra infancia sirven para que las mujeres entendamos que nuestros cuerpos no son nuestros, que en ellos manda el médico, el cura, el profesor, el padre, el abuelo, el vecino y el marido, y que son ellos los que nos quitan la inocencia y la virginidad.

Otra forma de disciplinamiento y tortura que sufrimos las mujeres es la violencia obstétrica: el embarazo y el parto son experiencias sexuales que siguen estando controladas por los hombres. Ginecólogos, enfermeros y personal sanitario ejercen esta violencia contra nuestros cuerpos para que tengamos claro que quienes mandan son ellos. Cuando nos quitan a los bebés recién nacidos lo hacen para que tengamos claro quién manda sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, y para que los bebés sufran desde el primer minuto el poder del Estado y del Patriarcado.

El objetivo final es que vivamos en guerra con nuestros cuerpos y renunciemos a nuestro derecho al placer, para dedicarnos a complacer a los machos. Por eso nos torturan y nos machacan: no hay nada más amenazante para el Patriarcado que las mujeres que gozan.


Fuente: https://www.eldiario.es/pikara/patriarcado-roba-placer-orgasmos_132_8434191.html

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Capitalismo y patriarcado, sin igualdad de género en el trabajo

Por: Eduardo Camín

Un año y medio después de entrar en la pandemia de la Covid-19, la igualdad de género en el mundo del trabajo ha empeorado, ya que este año habrá 13 millones menos de mujeres empleadas que en 2019, mientras que el empleo de los hombres podría recuperar los niveles de dos años atrás.

Un nuevo análisis de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) destaca que aunque el crecimiento del empleo femenino previsto para 2021 supera al de los hombres, no alcanzará para devolver a las mujeres a los niveles de empleo anteriores a la pandemia.

A pesar que todos nuestros países y sus gobiernos han aprobado convenciones, tratados y convenios internacionales, y se han comprometido en cuanta conferencia internacional les sale al paso, a reducir la discriminación, las brechas de desigualdad, y a generar mayor igualdad entre mujeres y hombres, la realidad muestra otra realidad. La igualdad de género en el trabajo ha empeorado. Las mujeres han sufrido pérdidas desmesuradas de empleo e ingresos, debido también en parte, a su sobrerrepresentación en los sectores más afectados, y muchas siguen trabajando en primera línea, sosteniendo los sistemas de cuidados, las economías y las sociedades y a menudo realizando también la mayor parte del trabajo de cuidados no remunerados.

A nivel mundial, entre 2019 y 2020, el empleo de las mujeres se redujo en un 4,2 por ciento, el equivalente a una caída de 54 millones de puestos de trabajo, mientras que el empleo de los hombres se redujo en un tres por ciento, o 60 millones de puestos de trabajo. En 2021 solo el 43,2 por ciento de las mujeres en edad de trabajar estarán empleadas, frente al 68,6 por ciento de los hombres en edad de trabajar.

 La OIT asegura en el informe  

Avanzar en la reconstrucción con más equidad: Los derechos de las mujeres al trabajo y en el trabajo, en el centro de la recuperación de la COVID-19 , que la desproporcionada pérdida de empleos e ingresos sufrida por las mujeres durante la pandemia seguirá en el futuro. Según la reseña de la OIT, las mujeres han sufrido una pérdida de empleo e ingresos desproporcionada, debido a su excesiva presencia en los sectores más afectados, como los servicios de alojamiento y servicio de comidas y el sector manufacturero.

Sin embargo, no todas las regiones se han visto afectadas de la misma manera. La región de las Américas experimentó la mayor pérdida de empleo femenino a consecuencia de la pandemia (-9,4 por ciento). El segundo mayor descenso en el número de mujeres empleadas se observó en los Estados Árabes. Entre 2019 y 2020, el empleo femenino se contrajo un 4,1 por ciento, y el de los hombres un 1,8 por ciento.

En Asia y el Pacífico, la crisis de la pandemia provocó una disminución del empleo femenino del 3,8 por ciento, frente a una disminución del 2,9 por ciento en el caso del empleo de los hombres. En Europa y Asia Central, la crisis de la COVID-19 ha reducido el empleo de las mujeres considerablemente más que el de los hombres, provocando una disminución del 2,5 por ciento y del 1,9 por ciento, respectivamente.

Trabajo decente, empleo indecente

En 1999, Juan Somavia –primer director general de la OIT (fundada en 1919) proveniente del hemisferio sur– presentó su memoria en la 87° Conferencia Internacional del Trabajo denominada “Trabajo Decente”.   En ella introduce el mencionado concepto, caracterizado por cuatro objetivos o pilares estratégicos: los derechos en el trabajo, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social.

A pesar que los términos «empleo» y «trabajo» se usan como sinónimos, destacamos que este alude a una categoría de actividad humana más amplia que aquel. Debemos indicar que la OIT  define al trabajo como el conjunto de actividades humanas, remuneradas o no, que producen bienes o servicios en una economía, o que satisfacen las necesidades de una comunidad o proveen los medios de sustento necesarios para los individuos. Mientras que el empleo es definido como «trabajo efectuado a cambio de pago (salario, sueldo, comisiones, propinas, pagos a destajo o pagos en especie)» sin importar la relación de dependencia (si es empleo dependiente-asalariado, o independiente-autoempleo). Actualmente, el trabajo decente es un concepto que busca expresar lo que debería ser, en el mundo globalizado, un buen trabajo o un empleo digno.

El trabajo que dignifica y permite el desarrollo de las propias capacidades no es cualquier trabajo; no es decente el trabajo que se realiza sin respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, ni el que no permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de género o de cualquier otro tipo, ni el que se lleva a cabo sin protección social, ni aquel que excluye el diálogo social.

Entre capitalismo y patriarcado, concepto y amnesia

Aun suele ocurrir que resulte difícil, y en ciertos casos imposible, distinguir exactamente la semántica de los organismos internacionales. Por eso a veces es necesario darle otra visión a esta parafernalia conceptual y ampliar la disyuntiva de los horizontes, generando el debate sobre  los (des)conocimientos que adolecen los informes, que se puede definir como un producto en constante construcción , pero siempre con los mismos materiales.

Urge  recordar que el capitalismo es un sistema económico basado en relaciones de explotación y de expoliación cuyo objetivo es la búsqueda de la mayor ganancia posible a través de la reducción progresiva de costos. Mientras tanto, el patriarcado es una forma de organización política, social, económica, ideológica y religiosa basada en la idea de la autoridad y superioridad de lo masculino sobre lo femenino, fundamentada ridículamente en mitos y que se reproduce a través de la socialización de género.

Dos evidencias conceptuales que en muchas ocasiones no se tiene conciencia de ello, y tampoco se cuestiona por haberlo visto siempre como algo “natural”. Si bien es un hecho inapelable que el patriarcado surgió mucho antes que apareciera el capitalismo, es precisamente con la aparición de éste donde se refuerza y profundiza la división sexual del trabajo: el trabajo para el mantenimiento de la vida (trabajo reproductivo o del cuidado) atribuido a las mujeres, y el trabajo para la producción de los medios de vida atribuído a los hombres.

Cuando aparece la producción excedentaria surge la necesidad de la acumulación de la riqueza y la división del trabajo en la familia sirvió de base para distribuir la propiedad entre hombre y mujer, como sostiene Federico Engels “el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino”. A partir de entonces, la esfera de lo reproductivo pasó a ocupar un segundo plano, después pasó a institucionalizarse mediante la costumbre, la religión y las leyes, que le asignaban la “superioridad” a lo masculino sobre lo femenino.

Las desigualdades de género se han ido reproduciendo hasta la fecha, por imposición social, lo que conlleva a que actualmente pervivan grandes desigualdades económicas entre hombres y mujeres. De esta manera, la diferencia biológica de ser hombre o ser mujer se convierte, en la práctica, en un determinante para acceder al empleo –y en particular, a determinados tipos de empleo– y limita, sobre todo, las posibilidades de las mujeres aumentando sus dificultades para insertarse o progresar en el mercado laboral.

El capitalismo y el patriarcado les niegan a las mujeres tener acceso y control sobre los recursos económicos internos y externos, y de esta manera permiten que se mantenga invisibilizado el aporte del trabajo doméstico o reproductivo en los agregados macroeconómicos. Bajo estas condiciones, las mujeres son explotadas y expoliadas, al igual que los hombres bajo el sistema capitalista; pero con un impacto diferenciado.

En las últimas décadas se han mantenido las desigualdades en cuanto al acceso y control de recursos económicos que permitan la autonomía económica de las mujeres. Los hombres tienen más acceso al trabajo remunerado que las mujeres debido a que las éstas son las que mayormente asumen las responsabilidades domésticas. Y en cuanto al acceso a propiedad de empresas existe una brecha muy marcada entre hombres y mujeres. El modelo neoliberal, a través de los ajustes fiscales y la reducción del gasto social, ha provocado que la carga del trabajo doméstico se incremente, puesto que la reducción del gasto social se traduce en eliminación o “focalización” de subsidios, escasez de medicamentos, reducción de los servicios sociales públicos, lo que contribuye a que se dediquen más horas de trabajo no remunerado a los cuidados de personas adultas, niñez, y discapacitados. Esto deriva en que los impactos ocasionados por los programas de ajuste no han sido neutrales con respecto al género.

Bajo la crisis actual -con pandemia o sin ella-, a la que nos ha llevado el capitalismo y que no sólo es económica sino también ecológica, social y política; es necesario integrar dentro de los paradigmas teóricos de la economía tanto la igualdad de género como el principio de la sustentabilidad ambiental en los procesos de producción y consumo.
Muchas veces nos invade el sentimiento que hablar de las injusticias del capitalismo, en las “multinacionales del humanismo”, está prohibido, es un tema tabú, no obstante este es el pecado original por el cual se desatan todas las catástrofes humanitarias, de un sistema condenado por la historia.

No sólo se trata de “incluir a las mujeres” en las cuentas y en los indicadores de las estadísticas nacionales, ni en  los informes internacionales,  sino más bien de cambiar la lógica del funcionamiento del sistema económico, cambiar la lógica de la acumulación por la lógica del mantenimiento de la vida, en todas sus formas. Trabajo decente sí… pero la historia sigue reproduciendo los vicios del pasado, en un presente digitado y un futuro inadecuado.

*Periodista uruguayo acreditado en la ONU- Ginebra Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
https://estrategia.la/2021/07/29/capitalismo-y-patriarcado-sin-igualdad-de-genero-en-el-trabajo/

 

Fuente de la información e imagen: https://rebelion.org

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Escrita por nosotras: la historia de la huelga feminista narrada desde las voces de sus protagonistas

El libro “La Huelga General Feminista ¡Va!: Historias de un proceso en curso”, son un conjunto de vivencias desde las huelgas feministas ocurridas en 2019 y 2020, así como el trabajo con otras organizaciones sociales feministas. Es ese contexto El Mostrador Braga conversó con Javiera Manzi, vocera de la Coordinadora Feminista 8M, Claudia Marchant, editora e integrante del comité editorial y Gabriela Curinao, directora de ANAMURI. Todas ellas han sido parte de las luchas sociales feministas, donde han escrito la historia desde sus territorios y vivencias personales y colectivas que han sido plasmadas en este libro.

El libro de la Coordinadora Feminista 8M lanzado el 17 de junio de este año a través de la editorial Tiempo Robado Editoras, es un trabajo conjunto con la Fundación Rosa Luxemburgo y otras  múltiples organizaciones feministas de todo Chile que fueron parte de los Encuentros Plurinacionales desde 2018 hasta el presente, con el objetivo de mostrar a la sociedad y a las autoridades las múltiples aristas que precarizan la vida de las niñas, mujeres y disidencias sexuales y de género.

Desde la educación sexista, la violencia hacia las mujeres y disidencias sexuales y de género, la vulneración de los derechos humanos, la precarización de las trabajadoras de casa particular, la feminización de los cuidados, la discriminación arbitraria a los pueblos indígenas, afrodescendientes y migrantes, entre todas las otras luchas que se mueven desde los feminismos.

La Huelga General Feminista ¡Va! es una recopilación de memoria de movilizaciones de las mujeres para buscar la justicia de género desde la historicidad patriarcal. Para la vocera de la Coordinadora Feminista 8M, Javiera Manzi, la huelga general feminista es “cuando ponemos la vida de niñas, disidencias, mujeres al centro de la política, estamos hablando de todas las formas que se organiza la vida. Es por eso que este libro fue desde el inicio un deseo por visibilizar y compartir esta experiencia (…) compartir este proceso de aprendizaje, compartirlo con nuestras compañeras de otras latitudes. Escribir esta historia y no esperar que sean otros quienes las escriben”

Este conjunto de historias, vivencias, experiencias de mujeres, disidencias, y organizaciones feministas, se recopilaron y se formó en un libro trabajado desde Tiempo Robado Editoras, donde la editora e integrante del comité editor del libro, Claudia Marchant, comentó que “hemos ido vinculando con los feminismo a lo largo de nuestro recorrido como editorial que sintoniza con estar al servicio de las luchas del presente (…) surgió la necesidad de hacer un libro herramienta con un trabajo gráfico y esperamos que continúe y podamos seguir trabajando al servicio de estas luchas”.

Así como el trabajo en conjunto de la editorial Tiempo Robado Editoras con la Coordinadora Feminista 8M, también se vinculan con múltiples organizaciones de todo el país, desde las diversidades sexuales, las federaciones estudiantiles, redes de mujeres migrantes, de derechos humanos y de los niños, niñas y adolescentes, entre otras más.

Con respecto a lo anterior, las organizaciones de la sociedad civil también conforman una parte importante de las narraciones e historias plasmadas en el libro, en esta ocasión, se conversó con la dirigenta y directora de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, Gabriela Curinao donde enfatizó en la participaciones de los territorios en las movilizaciones sociales y en la lucha contra la desigualdad que han sufrido las mujeres desde el nacimiento.  “Este es un sistema racista, capitalista, extractivista, patriarcal que nos determina durante toda la vida antes de nacer durante todo el ciclo vital. Entonces criticamos y nos planteamos por qué, y desde ahí definimos qué es lo que queremos cambiar”.

El libro “La Huelga General Feminista ¡Va!:  Historias de un proceso en curso”, está disponible aquí 

También puedes escuchar la entrevista completa a continuación:

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No son manadas, son hombres que violan.

Por: Miguel Lorente Acosta

A vuelto a suceder en todos los medios al referirse a los cuatro violadores que actuaron en la provincia de Alicante en 2019 como “la manada de Callosa”.


Llamar “manadas” a las violaciones grupales es hacer un homenaje y un reconocimiento a los cinco violadores que llevaron a cabo su agresión bajo esta denominación en los sanfermines de 2016, y darle carta de naturaleza a su estrategia de ataque sexual grupal qué otros hombres han imitado de ellos y del “reconocimiento” mediático obtenido, hasta el punto de que uno de esos grupos en Tenerife se denominó a sí mismo como “la nueva manada”.

Pero además del reconocimiento a los violadores de Pamplona, referirse a estas agresiones como “manadas” tiene otras consecuencias en la práctica:

  • Llamar “manada” a un grupo de hombres los presenta como “animales o bestias”, lo cual puede parecer muy gráfico como calificativo, pero de ese modo se crea la imagen de que su conducta forma parte de la brutalidad animal, no de la racionalidad humana que lleva a planificar la agresión sexual, y a actuar en consecuencia adoptando todos los mecanismos de protección que eviten las consecuencias negativas para quien la ejecuta, como se comprueba en las sentencias judiciales al describir los “hechos probados”.
  • Por otra parte, se genera la sensación de que la manada aparece de forma espontánea con el propósito de delinquir y llevar a cabo la violación, y se crea la imagen de que ese grupo de hombres, antes y después de ser “la manada” de turno, son hombres ajenos a ella que sólo forman parte de la misma en una especie de trasmutación. La realidad es justo la contraria, son esos hombres normales que trabajan, se relacionan y divierten en circunstancias muy diferentes los que deciden realizar la violación, y para ello se juntan con el objeto de actuar según su decisión. 
  • La singularización del grupo de hombres como “manada” facilita que cada uno de sus integrantes se difumine entre el conjunto perdiendo protagonismo y responsabilidad, como si no hubiera determinación individual y todo fuera consecuencia de una decisión superior impuesta por ese “sujeto” presentado como “la manada”.

Y no son manadas, son hombres. Hombres que violan como el resto de los hombres que deciden llevar a cabo agresiones sexuales, unos solos, otros en compañía,pero todos juntos hacen que aproximadamente el 13% de las mujeres de la Unión Europea hayan sido víctimas de violencia sexual, bien en las relaciones de pareja (7%), o fuera de ellas (6%), tal y como recoge el Informe de la Agencia de Derechos Fundamentales (FRA, 2014).

La referencia al grupo como organización criminal al asociar “manada” con “grupo de hombres que violan”, tiene un efecto similar a llamar a un número de delincuentes “banda criminal”, como, por ejemplo, cuando se habla de “banda terrorista”, “banda armada” o de “banda de narcotráfico”. Esta situación genera dos consecuencias añadidas: 

  1. La primera, sitúa las acciones criminales como un problema de determinadas organizaciones, algo que en el caso de la banda criminal tiene sentido, puesto que actúa contra las referencias del orden dado, pero no en “las manadas”, porque en este caso se trata de un problema social y estructural integrado en la violencia de género, el cual parte de todos los mitos y estereotipos creados por la cultura para justificar la violación. Mitos que culpabilizan de lo ocurrido a la propia víctima o a las circunstancias, tal y como recogen los estudios, entre ellos el del CIS de julio de 2017. En él se aprecia que un 72’2% de la población piensa que cuando una mujer es violada se debe a que ella provoca la agresión (“coquetea”, invita a copas, tipo ropa que viste…), y un 8’5% cree que ella tiene la culpa (andar sola, estar bebida, ir con desconocidos…)
  2. Y en segundo lugar, hace creer que sólo son criminales o sólo violan los que forman parte de la banda o de la manada, lo cual vuelve a tener sentido para una organización criminal, pero no para un grupo de hombres que se divierten y utilizan las circunstancias para violar. Esa posición que identifica la violencia sexual con el grupo hace creer que el resto de los hombres no delinquen o no violan, cuando en realidad pueden hacerlo, solos o en compañía, si así lo deciden, tal y como reflejan las estadísticas.

Todo empezó con la “manada de Pamplona”, pero después los medios y las redes han continuado su historia al referirse a otras violaciones grupales como la “manada de Manresa”, la “manada de Tenerife”, la “manada de Azuqueca de Henares”, la “manada de Collado Villalba”, la “manada de Mataró”, la “manada de Sabadell”… más de 36 manadas hasta la última de estos días atrás, la “manada de Callosa”, que ha cobrado actualidad con la celebración del juicio.

No son manadas, son hombres que violan. Ni siquiera son hombres juntos que violan, sino hombres que se juntan para violar. 

Si no llamamos a las cosas por su nombre y a los hombres por sus hechos,estaremos hablando de realidades diferentes y dejando en el lado oculto a la violencia de género en sus distintas expresiones. Y al mismo tiempo sacaremos a la luz a los agresores y les haremos un reconocimiento al llamarlos con el nombre que ellos mismos se dieron, y por el que se les identifica popularmente.

Una petición o ruego, no usemos más el nombre de “manada” para referirnos a los hombres que actúan en grupo para violar.


Fuente: https://miguelorenteautopsia.wordpress.com/2021/07/06/manadas/

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El machismo mata, el negacionismo mata, el patriarcado mata

Por: Ángela González, Itziar Prats, Ruth Ortíz

Un hombre, asesina a sus hijas Olivia y Anna, provocando el mayor sufrimiento que existe a su madre, Beatriz.


Y de nuevo nos preguntan a las víctimas. ¿Qué está fallando?

Un padre maltratador no es un buen padre, ni un buen marido, ni un buen hombre. En algunos casos llega a ser el asesino de su mujer y/o de sus hijos e hijas. Ya son demasiados asesinatos para continuar mirando hacia otro lado. Dejemos de preguntarnos qué hacer y actuemos.

No se nace machista, se aprende a serlo. Se trasmiten de generación en generación los mismos patrones, las mismas pautas, que marcan que los niños tienen que ser fuertes y valientes y las niñas sumisas y protectoras.

La única solución es no lanzar a la sociedad hombres y mujeres machistas que acepten con normalidad y den continuidad al patriarcado. Es educar en el respeto y no en la sumisión, ni el sometimiento. Es entender que somos personas diferentes, aunque complementarias, etc. Y ser ejemplo de ello para que desde la infancia lo aprendan, de manera natural, hijos e hijas.

Pero esto no se cambia de un día para otro. Solamente cuando haya generaciones y generaciones, educadas en la igualdad, terminaremos con esta lacra. Por eso es importante empezar, ya, a implantar en los centros educativos y en todos los niveles de formación, un sistema educativo basado en la igualdad y el respeto entre personas. Solo así lograremos un cambio en nuestra sociedad.

A corto plazo tenemos que hacer hincapié en varios aspectos:

El trabajo de los profesionales que trabajan en violencia de género. Estos profesionales tienen que estar formados adecuadamente en violencia de género y tener, en todas sus intervenciones, una perspectiva de género que les permita conocer las particularidades de estos casos.

Sin esta formación no deben estar trabajando con personas, ya que de lo que aquí hablamos es de vidas, de vidas de personas.

1.098 mujeres víctimas mortales contabilizadas desde 2003 en España.

Los y las menores que sufren maltrato deben ser la prioridad por su especial vulnerabilidad. No nos vamos a cansar de repetir que hay que escucharles, que tienen mucho que decir y que de lo que se está hablando es de sus vidas. A ellos y ellas también hay que respetarles. Y hay que hacerlo dándoles prioridad ante los agresores.

Hay que escucharles en entornos adecuados y de forma adecuada a su edad, por profesionales con formación específica. No, no vale cualquiera.

Los niños y las niñas son el principal objetivo en la violencia vicaria. Pasan de ser hijos e hijas a instrumentos para producir dolor a la madre. Y así es como dejan de verlos como personas. Esta «despersonalización» facilita cualquier tipo de agresión, incluso la más cruel y perversa, el asesinato. ¿Cuál es el mayor daño que se puede provocar a una madre?

Este debería ser el motivo principal por el que se debe retirar de forma inmediata la custodia a un hombre que ejerce violencia de género. Repetimos, un padre maltratador no es un buen padre, en ningún caso.

Cuando se pone una orden de alejamiento a un agresor, sería más eficaz y más justo controlar al agresor, que es el que provoca el daño, en lugar de a la víctima. Actualmente se les pone doble castigo a las víctimas: el miedo a su agresor y la limitación de las salidas y entradas bajo control.

Si se tuviera control sobre el agresor la víctima podría tratar de darle normalidad a su día a día. Tarea que ya es muy complicada por el daño que ha sufrido. ¿Por qué hay que añadir más daño?

Hay que prevenir sin contemplaciones. Es urgente. Algo, o más bien mucho, está fallando en esta sociedad cuando menores están siendo asesinados por aquellos en los que confían y los deben proteger. Y algo peor aún, no se hace nada por evitarlo.

Algo sangra en esta sociedad, ¿nos vamos a quedar sin actuar?

Toda la sociedad debe implicarse y actuar frente a cualquier tipo de violencia y mucho más cuando se dirige hacía menores.

Dejemos de preguntarnos por qué y actuemos.

ÁNGELA GONZÁLEZ, ITZIAR PRATS Y RUTH ORTIZ son madres víctimas de la violencia vicaria

Fuente e imagen: https://blogs.publico.es/dominiopublico/38578/el-machismo-mata-el-negacionismo-mata-el-patriarcado-mata/

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