“La experiencia de las clases en línea se ve afectada por numerosas causas, entre ellas, el agobio de los profesores y el tedio de los estudiantes”.
¿Por qué es tan difícil hacer que los alumnos participen en clase y desarrollen soluciones creativas a los retos planteados por el maestro? Para responder este cuestionamiento, la Dra. Patricia Caratozzolo compartió en nuestro webinar de octubre, la relevancia de conocer a nuestros estudiantes, específicamente a los jóvenes de la Generación Z. ¿Quiénes son? ¿Cómo se comunican? ¿Qué actividades realizan en su tiempo libre? ¿Cómo podemos desarrollar su creatividad? ¿Qué actividades podemos implementar en clase para lograrlo? Si no tuviste oportunidad de acompañarnos en esta sesión en vivo puedes consultar la grabación disponible en cualquier momento.
A raíz de un estudio realizado por la Dra. Caratozzolo, la profesora detectó que entre los estudiantes existe una especie de abulia para desarrollar su potencial creador, ¿qué sucede que los estudiantes no encuentran interesante o divertido los retos que proponen los maestros? ¿Cómo lograr que se involucren de manera genuina en la solución de estos? La profesora Carattozzolo analizó el efecto de lo que ella denomina un súper consumo de entretenimiento chatarra, como uno de los síntomas que podrían limitar la creatividad de los estudiantes, aunque no sea el único ni tampoco la raíz del problema principal. Este tipo de entretenimiento por sí solo no es malo, pero tampoco exige nada creativo de quien lo consume.
“Cuando los alumnos tienen una riqueza léxica y cultural pueden conocerse mejor así mismos, lo que piensan y sienten. La tabla periódica de las emociones es una herramienta que te puede ayudar a comunicarte y expresarte mejor”.
A continuación, te comparto algunas características de los alumnos de la generación Z de acuerdo con Seemiller y Grace (2016):
Prefieren utilizar plataformas visuales pasivas como YouTube e Instagram
Desarrollar la creatividad en los estudiantes no solo se relaciona con ellos únicamente. Como docentes debemos preguntarnos si nosotros estamos siendo creativos también. Después de meses de contingencia, la experiencia online del salón de clase sigue viéndose afectada por numerosos factores, entre ellos, el agobio de los profesores y el tedio de los estudiantes. Los docentes han tenido que adaptar y ajustar los temarios y actividades para compensar la falta de contacto presencial con los estudiantes, así lo explicó la Dra. Patricia Caratozzolo en esta sesión.
A continuación, te comparto algunas ideas para combatir un ambiente escolar de agobio o tedio debido al estrés que generó la pandemia y los cambios que vivimos.
Implementa el Serious-Storytelling
Lectura crítica
Mirada Creativa
Metacognición
Flexibilidad cognitiva
Imágenes significantes
Andamiajes de seguridad
El juego de roles
También puedes integrar en clase aquellas actividades que de manera personal te gusta realizar como un hobby. Si te gusta el arte integra esta pasión en tus clases o si te gusta el deporte, la literatura, la lucha libre, cocinar, la decoración, etc.
“Para cambiar una clase debemos empezar por nosotros mismos”.
En este webinar, la doctora Patricia Caratozzolo compartió ideas y actividades de reflexión creativa integrando el arte en su clase virtual, sin perder de vista los aspectos pedagógicos y didácticos fundamentales del proceso de enseñanza-aprendizaje. Si quieres conocer más al respecto consulta el webinar completo en nuestra página de Facebook o Youtube del Observatorio de Innovación Educativa.
La Dra. Patricia Caratozzolo (pcaratozzolo@tec.mx) es profesora asistente e investigadora del Departamento de Mecatrónica de la Escuela de Ingeniería y Ciencias del campus Santa Fe, Tecnológico de Monterrey. Líder de proyectos en Innovación Educativa. Senior Member de la IEEE, miembro de IAS, PES, Women in Engineering Association y de la International Association for Continuing Engineering Education.
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Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/actividades-para-fortalecer-el-pensamiento-creativo
Alex Beard era maestro en una escuela en el sur de Londres hasta que, después de un tiempo de sentirse estancado en su oficio como profesor, decidió partir en búsqueda de nuevas alternativas.
Y ese viaje, que incluyó más de 20 países, le sirvió a Beard para encontrarse con escuelas que incuban los principales métodos para afrontar los retos que presenta el siglo XXI.
Su recorrido terminó en el libro «Otras formas de aprender» (Natural Born Learners), en el que no solo recoge los ejemplos más destacados sino también reflexiona sobre lo que tal vez son los temas más importantes que afrontará la educación en las próximas décadas.
«La creatividad, la capacidad de resolver problemas y la importancia de los maestros son los grandes desafíos de las escuelas. Y todo esto, envuelto bajo la gran incógnita de cómo manejar las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial», señaló.
Esta es la entrevista de Beard con BBC Mundo con motivo del Festival Hay en Cartagena.
Es una buena pregunta, que nos tenemos que hacer con urgencia. Mira, yo comencé como maestro en una escuela del sur de Londres, en Kent Road -que, para que te des una idea, en el juego Monopolio es la propiedad más barata- y ahí me golpeó el hecho de que enseñaba con los métodos que utilizaba Sócrates en el ágora hace unos 2.000 años a unos niños que tenían sus celulares y vivían en el futuro.
Creo que ese es el mayor error que estamos cometiendo actualmente: las escuelas se quedaron en el pasado y, bajo estos métodos caducos, nos pasamos 12 años dentro de las aulas, por lo que es muy difícil cambiar nuestras ideas sobre cómo debe ser la escuela.
El segundo reto que afronta la educación de hoy es que no sabe con claridad en qué debe enfocarse, en qué debe centrarse teniendo en cuenta el futuro. Cuando me veo de nuevo en un aula de clases, me veo como un profesor que entrena a los niños para que superen un examen.
Para que saquen una nota aceptable, que es lo que necesitan, si hablamos en términos prácticos, para pasar de grado en el colegio.
Y eso no tiene nada que ver con formar profesionales del futuro…
Exactamente, los estamos entrenando para empleos y oficios que en el futuro van a poder hacer los robots. Me queda claro que no los estoy preparando para nada de lo que viene. Y el error que estamos cometiendo es que ponemos mucha de esa culpa en los maestros.
Lo que creo que debemos hacer es convertir al maestro o maestra en una de las personas más importantes de la sociedad. Porque al final son ellos los que van a moldear nuestra creatividad, nuestra cohesión social, los que van a sentar las bases que lleven a crear una economía fuerte y sostenible.
Debemos esforzarnos por darles autonomía y fortalecer su profesionalismo, en vez de culparlos porque las generaciones más jóvenes no dan la talla.
En ese sentido, ¿qué habilidades deben enseñar los maestros en las aulas para afrontar el futuro?
Creo que los niños requieren tres cosas. La primera es aprender a pensar, pero de una manera acorde a los retos del futuro. Deben pensar de forma crítica sobre el mundo, sobre el rol que quieren ejercer a partir de un conocimiento profundo de ellos mismos.
Lo segundo es aprender a actuar, pero especialmente cómo ser unas personas creativas. Ahora estamos afrontando retos inmensos en cuestiones ambientales, el aumento de la desigualdad, un escenario donde los trabajos actuales serán reemplazados por máquinas… Así que allí vamos a necesitar que los niños desarrollen a fondo su creatividad.
Y eso significa que los niños no solo deben aprender a ser creativos, sino también a trabajar, con la ayuda de las nuevas tecnologías, en conjunto con otras personas.
Y lo tercero, aplicar esa creatividad en la resolución de problemas que afronta el mundo moderno. Para cuidarse a ellos mismos y a las personas que los rodean.
Mientras la sociedad se polariza cada vez más, los estudiantes necesitan desarrollar su inteligencia emocional para ser capaces de conectar y sentir empatía con otras personas, ya sean de su comunidad o a nivel global.
Pero sobre todo que aprendan a comprender su propio desarrollo emocional, para que sean capaces de manejar su bienestar en un mundo en el que cada día es más difícil vivir.
Hay un tema que está presente en su libro «Nuevas formas de aprender», el papel de la educación en ayudar a buscar «el sentido en las cosas que estamos haciendo».
Una de las cosas que está transformando la forma en que entendemos la educación es la investigación sobre cómo funciona nuestro cerebro, en el campo de la psicología, el desarrollo temprano e incluso la neurociencia.
Y una de las cosas que los científicos cognitivos han encontrado es que hay una jerarquía en nuestras experiencias cuyos resultados nos llevan a aprender. Si insistimos en repetir y memorizar, entonces vas a retener una cierta cantidad de conocimiento y vas a aprender en alguna medida.
Pero, pero si las cosas que estás aprendiendo te causan una reacción emocional – o sea, te hacen sentir entusiasmado, triste, confundido, te estremecen y así- es posible que retengas más conocimiento que a través de la memorización.
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Las escuelas hoy en día no saben con claridad en qué deben enfocarse, en qué deben centrarse teniendo en cuenta el futuro»
Lo más importante de eso es que tanto los investigadores como los psicólogos han llegado a la misma conclusión: que si ese aprendizaje tiene un sentido para los estudiantes, es entonces cuando realmente ocurre.
¿Y qué significa que el aprendizaje tenga sentido?
Puede que una enseñanza tenga sentido porque hay un trabajo en particular que quieres tener y quieres que las cosas que aprendes te ayuden a conseguirlo y a ejecutarlo.
Pero esa es una visión muy estrecha del aprendizaje. Puede tener mucho sentido para ti porque es algo que amas hacer. Es importante para ti como persona. Tal vez ames las matemáticas, aprender nuevos idiomas, la música.
Y, cuando comienzas a hacer estas cosas que amas, tienen sentido para ti porque tienen que ver con tu identidad y tu manera de expresarte.
La gente incluso puede encontrar su propia autoexpresión en crear códigos. Por ejemplo, donde esta idea se convierte en una búsqueda creativa o donde puedes encontrar significado en lo que haces al ver que ayuda a resolver un problema sobre cosas que te importan en el mundo.
Por lo tanto, es posible que te interese el cambio climático, que te importe la creciente desigualdad dentro de la sociedad y si puedes aplicar el aprendizaje que se está llevando a cabo en el aula a intentar resolver problemas relacionados con esos temas que a ti te importan, entonces encontrarás significado en el aprendizaje y en la aplicación de ese aprendizaje.
El libro habla de la conexión entre el aprendizaje, la tecnología y la inteligencia artificial ¿es posible que el ser profesor pueda ser considerado una profesión obsoleta en el futuro?
Bueno… una de las razones por las que emprendí este viaje es que cuando trabajaba como profesor en Londres sentía que estaba estancado.
Veía cómo las nuevas tecnologías, las redes sociales y el surgimiento del big data estaban tomándolo todo alrededor y, de un momento a otro, mi principal interés fue saber cómo esas nuevas tecnologías, entre las que se cuenta la inteligencia artificial, se aplicaban en el campo de la docencia. Si realmente las nuevas tecnologías podían transformar el modo en que aprendemos.
Por eso, si la premisa era que los robots nos iban a quitar nuestro trabajo, mi primer destino fue Silicon Valley. Yo pensaba que, tras la estrepitosa derrota de Gary Kasparov ante Deep Blue en 1997, la inteligencia artificial iba a arrasar con todo.
Pero mi visita al Silicon Valley me enseñó otra cosa. Y allí vi por primera vez a un robot profesor. Y no era un androide que estaba de frente a un salón de clases: era, en cambio, un software de inteligencia artificial dentro de un ambiente de aprendizaje por internet.
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El problema es que yo enseñaba con los métodos que utilizaba Sócrates en el ágora hace unos dos mil años a unos niños que tenían sus celulares y ya viven en el futuro»
¿Cómo funcionaba eso?
Ellos tenían un laboratorio de enseñanza donde había un profesor y unos diez niños de 5 años, cada uno frente a un computador, con audífonos. Todos los niños estaban callados, concentrados en su computadora, donde había programas diseñados para ayudarles con su aprendizaje de lengua o con la solución de problemas matemáticos.
Lo interesante allí era que mientras el programa ayudaba a los estudiantes, a la vez «aprendía» con los datos que obtenía en cada sesión cuáles eran las debilidades y fortalezas de esos niños y automáticamente adaptaba esa experiencia para la siguiente sesión.
Así que al final se ofrecía un trabajo casi personalizado de aprendizaje, a la vez que estos datos se pasaban a los profesores, que contaban así con más información sobre cada uno de sus estudiantes.
Este es un ejemplo de lo que ha ocurrido: la inteligencia artificial no ha sobrepasado a los maestros, sino que se ha convertido en una herramienta útil, en un complemento muy necesario.
Otro ejemplo: en 2013, un estudio de la Oxford Martin School reveló que había 700 profesiones que podrían ser reemplazadas por robots en el futuro, pero ninguno de los trabajos relacionados con la docencia -o sea, maestro de primaria, preescolar, profesor bachillerato e incluso universitario- iban camino a desaparecer. Y es verdad. Y eso ocurre porque enseñar es el proceso humano definitivo.
¿Y no hay riesgos en esas convivencias con los datos y la inteligencia artificial?
Aunque haya inteligencia artificial o robots, la educación depende de la interacción humana. Aprendemos de manera natural, pero nacemos para aprender en sociedad. Nosotros conocemos las cosas de otras personas. Y en el futuro, vamos ver muchos avances tecnológicos, pero van a ser incorporados y utilizados por los maestros.
El gran riesgo es que esa inteligencia artificial logre ser mejor que los peores maestros en algunas zonas del mundo. Y el riesgo existe porque la inteligencia artificial es barata. Y tal vez no sea la mejor educación que un maestro pueda dar, pero al menos va ser más barata. Y eso es un gran peligro.
Pero esa es mi versión pesimista del futuro. Yo creo que podemos evitarla si invertimos más en los maestros, en su formación, que dé como resultado profesores más expertos y mucho más capaces de manejar adecuadamente las herramientas tecnológicas.
Pero hablando de eso, varias veces has dicho que los profesores son bastante reacios a aceptar esas nuevas maneras de enseñar, ¿por qué ocurre esto y cómo se puede resolver?
Creo que, en primer lugar, la enseñanza va ser el trabajo más importante del siglo XXI.
Estamos viviendo una era en la que los recursos de la Tierra se están agotando, nos estamos quedando sin nada.
Y lo único que es ilimitado, el único recurso ilimitado que tenemos, es la inteligencia humana, el ingenio humano, nuestra capacidad para resolver problemas. Los maestros son los que cultivan ese potencial humano.
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El único recurso ilimitado que tenemos es la inteligencia humana, nuestra capacidad para resolver problemas y los maestros son los que cultivan ese potencial humano»
Así, sostengo que enseñar es el trabajo más importante de nuestro siglo. No tengo ninguna duda al respecto, pero por el momento no estamos preparando a los maestros para que tengan el mayor índice de éxito posible en ese trabajo.
Podemos tomar el caso de Finlandia: el curso más difícil de acceder es el de maestro de primaria. Y si entras, la carrera en sí es bastante rigurosa. Es difícil de aprobar y graduarse.
En mi mundo ideal, yo formaría a los profesores de la misma manera en que se enseña a los médicos. Es decir, los profesores se graduarían de la universidad y después deberían pasar tres años combinando la enseñanza con el aprendizaje de otros profesores más experimentados.
De ese modo, en su primer día como maestros no solo estarían aplicando lo que recibieron en la universidad, sino que además continuarían con su proceso en compañía de otro profesor que le ayudaría a mejorar sus capacidades.
Hablando de la región, ¿cuál crees que son los principales desafíos que enfrenta la educación en América Latina?
El principal es el tema de la inequidad. Creo que el sistema educativo en América Latina es significativamente desigual en el mayor nivel con relación al de los niveles más bajos.
Hay unos colegios excelentes, pero la gran mayoría de ellos solo son accesibles para el sector pudiente de la sociedad. Y al mirar hacia el otro lado del espectro, tienes unas escuelas que realmente están luchando por sobrevivir.
Esa desigualdad es mucho más evidente entre centros urbanos y zonas rurales. Y ése es un desafío al que debe prestarse atención no solo de manera integral, sino urgente.
El otro gran desafío creo que es el acceso a la educación misma para muchos niños. Ya ni hablar de educación de calidad: hay lugares donde los niños solo tienen acceso a cinco años de colegio, no más.
Y el tercer punto, creo que el más crítico, son los maestros. Que es el mayor desafío también alrededor del mundo. Hay que resolver los problemas de formación, pero no solo eso, sino de capacitación, de fomento de la vocación y de que no dejen el oficio por otros trabajos mejor pagos.
Creo que tenemos que hacernos la preguntas sobre varios aspectos: ¿cómo podemos formar mejores maestros dentro de las escuelas?¿Cómo podemos hacer que la enseñanza sea una profesión atractiva para las personas?
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En América Latina hay unos colegios excelentes, pero la gran mayoría de esas instituciones solo son accesibles para la parte pudiente de la sociedad»
Muchas de las escuelas en América Latina tienen un cariz religioso o confesional, ¿eso no es un obstáculo para un proceso de aprendizaje óptimo?
Bueno, creo que hay dos elementos que son fundamentales en el trabajo que realiza la escuela hoy en día.
Por un lado, ayuda a los estudiantes a entender quiénes son como ciudadanos, como miembros de una comunidad. Y transmite los valores de esa comunidad.
Y por otro lado, está el objetivo de formar personas creativas y comprometidas con la sociedad y que deseen acceder a la mayor cantidad de conocimiento posible.
Los colegios religiosos, en la mayoría de los casos, hacen muy bien lo primero, pero el error en el que no pueden caer estos colegios es el de limitar la ejecución de proyectos educativos excitantes que ayuden a desarrollar las habilidades necesarias para afrontar el siglo XXI.
Yo estoy convencido de que lo pueden hacer. También sé que es difícil porque requiere un cambio cultural, pero si logras separar estos aspectos es posible que puedas llegar a desarrollar proyectos maravillosos.
Por ejemplo, hay un colegio en Barcelona que se llama «Escola Nova 21», que es dirigido por religiosas pero a la vez es una de las escuelas más futuristas e interesantes de todas las que visité para documentar el libro.
Allí están verdaderamente conectados con el tema de la tecnología, con que los estudiantes lleven a cabos proyectos basados en temas de la vida real, donde aprenden a colaborar entre ellos para resolver problemas en un entorno de aprendizaje natural.
Pero, a la vez, todas las maestras son monjas. Y ellas viajan por el mundo hablando sobre la educación en el siglo XXI, sobre cómo preparar a los jóvenes para afrontar desafíos económicos y sociales actuales, como la inequidad y el calentamiento global.
Otro de los proyectos del que hablas en tu libro es la Academia Khan, que en América Latina funciona, por ejemplo, en algunas lugares del Amazonas.
Sí, uno de los retos que constantemente enfrentan los lugares como América Latina es que hay algunos lugares donde el acceso desde los centros urbanos es casi imposible.
Por esa razón se deben crear nuevos modelos, para que los niños y jóvenes puedan tener una buena educación en lugares donde es muy difícil que lleguen los maestros
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En mi mundo ideal, yo formaría los profesores de la misma manera en que se le enseña a los médicos»
Y el ejemplo de la Academia Khan es muy bueno porque logra utilizar de forma adecuada las nuevas tecnologías para crear proyectos de educación a distancia, que les funcionan muy bien y que pueden ayudar al buen desempeño de los estudiantes.
Pero lo cierto es que la idea de la Academia Khan necesita de una infraestructura de acceso a internet para funcionar. Y además, aunque tengas la infraestructura, uno de los grandes desafíos que enfrentaba este lugar es la baja retención que tenían los cursos de educación a distancia.
Así que es revolucionario lo que están haciendo allí, porque entendieron el proceso de educación a distancia pero no se olvidaron de la importancia de los maestros para optimizar la educación que se imparte.
«Nos estamos moviendo hacia una sociedad que comparte sus ideas, desde una fuente de conocimiento sin restricciones», esa es una frase tuya, ¿cómo se traduce ese concepto en la educación del futuro?
Uno de los grandes problemas que tiene el sistema educativo actual es que establece una especie de competencia constante entre los estudiantes.
En Corea del Sur -que es uno de los países que visité para escribir el libro- hay un ejemplo extremo de esto: los estudiantes practican un examen a los 18 años para establecer un rango nacional que casi decide cuál es el trabajo que puedes tener y a qué universidad puedes ir.
Básicamente, toda tu salud, riqueza y felicidad, y todo el sistema educativo hasta ese momento es esencialmente una carrera para llegar tan alto como sea posible.
Y esto causa una serie de comportamientos terribles. Los cuatro o cinco años antes del examen, los jóvenes deben pasar estudiando 15 horas diarias los días de semana y el fin de semana, 12 horas. Se vuelven muy competitivos en estos centros de entrenamiento.
Allí no comparten el conocimiento. No hay colaboración. Les aterra la idea de hacer un proyecto alterno, porque eso significa que en el tiempo que ellos dedican a eso, los otros están preparando el examen.
Y eso crea un ambiente cerrado, de poca creatividad, nula colaboración. Y ahora sabemos que esos tres valores, apertura, creatividad y colaboración, son fundamentales para el mundo actual.
Estamos enfrentándonos a desafíos que solo podrán ser superados mediante la colaboración y la imaginación humana. Eso nos obliga a contar con personas que estén diseñadas para desarrollar una inteligencia colectiva más allá de una inteligencia individual.
Pero todavía vemos que en nuestros sistemas educativos los estudiantes no comparten el conocimiento ni colaboran porque están compitiendo. Incluso hay maestros que no aceptan que nadie venga a decirles cómo pueden hacer su trabajo mejor.
Una de las cosas que más me impactó cuando era maestro es que ningún colega venía a mi salón de clase y yo tampoco iba al salón de otros colegas. Parece que lo que estamos haciendo es tan vergonzoso que no merece que lo vea nadie. Personalmente, creo que hay que abrir nuestras aulas.
Hay muchos estudios y muy serios que demuestran la efectividad de los sistemas abiertos, donde se fomenta la creatividad, donde se generan más ideas, Y eso nos lo enseña la propia naturaleza: mientras un animal va creciendo, logra ser mucho más efectivo a la hora de concretar y canalizar la energía que necesita para sobrevivir.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 30 de enero y el 2 de febrero de 2020.
Fuente e Imagen: https://www.bbc.com/mundo/noticias-51229314
América del Norte/México/22.09.2019/observatorio.tec.mx
By: Sofía García-Bullé
We live in a culture that sees intelligence as part of a person’s value. Smart people get into the best schools, obtain the best jobs, receive the highest salaries, are the leaders, the examples everyone else should follow. If you are the smartest person of a designated group, it is normal that people follow you and that a lot of doors open for you, figuratively. Being smart is a crucial component of success, but… do we measure it correctly?
IQ tests are a fundamental tool to measure student intellectual capacity. We consider them mathematically and scientifically precise, but are they really that? Or are we purposely blinding ourselves to the cultural contexts that power the biases behind the very concept of the intelligence quotient and the tests we use to measure it?
A historical overview of IQ tests
Ideally, to generate a resource that helps us understand cognitive capacity and the potential for success is so necessary that we cannot even imagine an educational system without this. Nonetheless, IQ tests are barely a century old, and their origins are not as noble as we might believe. The purpose of these tests was not to enrich the educational offerings but to filter them.
In the early 1900s, psychologists, academicians, and politicians were looking for criteria to rank access to education. From the general population, those who were on the higher strata would get the best education. Those who faired lower would have their educational opportunities diminished in comparison. The Lewis Terman intelligence test gave them just what they needed to build this filtering system.
In 1916, Terman published a revised version of the Binet-Simon scale, created by the French psychologists Alfred Binet and Theodore Simone. The test classified children’s performances according to their intellectual aptitudes and their skills to solve exercises that required abilities in math, logic, reading, reasoning, and adaptation.
The test was so successful that it is still being used today in both children and adults to measure cognitive capacity and the potential for success. But like every other scientific breakthrough, this one was linked to the perceptions and cultural dimensions of the academicians who created and applied its set of criteria.
Cultural bias and the use of IQ tests as a political weapon
To understand the weak point of intelligence tests, we need to take into consideration the time in which they were created. At the beginning of the 20th century, an evolutionist philosophy dominated science and humanities. This way of thinking influenced even the way people constructed and shared knowledge.
When the first tests came out, the idea was not to use the test results for educational innovation to create new teaching strategies that could work to improve different ways of learning. The objective was to secure the survival of the fittest; the fittest were the smarter ones; the smarter ones got higher scores. But were the people who fared better the most intelligent, or were the high-scorers people with an advantage because the tests were culturally designed for them?
Back then, cognitive science supported the evolutionary theories that paved the way for eugenics. If Binet, Simon, and Terman took into consideration only the psychological profiles, mindsets, and circumstances of people of their same race, class and even gender to map how intellectual capacity works, can we say that their test is impartial and accurate?
Is it ok for us to ignore the historical proof that these tests justified racial discrimination and educational gentrification? The notion of people of diverse races having different levels of mental capacity was prevalent at the time, even among the scientific community. This misguided belief impacted the way these tests were created and applied.
Terman himself thought that racial minorities like Native Americans, African Americans, and Latin Americans had less capacity to understand abstract ideas than white people. He also believed that they made up for it in resilience, which from his point of view, made them hard workers and good at following orders.
These arguments are proven false and are indefensible nowadays. But back then they dictated who would receive the best education and who would be better trained to pass the IQ tests. This self-fulfilling prophecy was never about education; it was about maintaining the social order. And that purpose succeeded; people saw IQ test results as an indisputable scientific truth, not a consequence of cultural and social inequity.
What do intelligence tests measure anyway?
Intelligence is defined as the capacity to understand concepts or ideas and to solve problems. Under this definition, the Stanford-Binet scale meets its objective. It assesses people’s skills to understand questions and to resolve the situations included on the test. The mechanism of the exam is not under discussion, but after 100 years, the way we devise its content should be analyzed and updated.
To Antonio Andrés Pueyo, Lecturer in the Psychology Department at the University of Barcelona, intelligence is a very complex concept, especially in a time in which we make machines with artificial intelligence. According to him, there are aspects of intelligence that do not fit the mechanical vision from which the first IQ tests were created.
«There are tests that evaluate different types of intelligence that combine with IQ. This is what happens with the Weschler scale. Tests can also be built to assess a single skill, like the Raven test,» explains Pueyo.
All of these tests have their strengths and shortcomings. In the case of the Bidet- Stanford Test, it still has the right components to measure how apt is a student to navigate standardized learning but not how to apply that knowledge creatively or to think outside the box.
Those who got the highest scores when the test was first created were followed by Terman throughout their careers. Those students went on to get into the best universities and, subsequently, the highest paying jobs, but very few of them went beyond their expected social roles. They did not reinvent the wheel; instead, they mastered spinning along with it.
The test was not perfect. It detected talents like those of Ancel Keys, Norris Bradbury, and Shelley Smith. But it also failed to discover the potential of Luis Álvarez, a student who was rejected by Terman for followup because he fell short of the IQ score cutoff; yet Álvarez went on to win the Nobel Prize for Physics in 1968.
The need to rethink what we know about intelligence and the skills that matter
The challenges that people faced at the beginning of the twentieth century are not the same that we deal with today. They did not have to worry about digital literacy, and similarly, we do not need to know all of our close friends’ phone numbers by memory as they did.
If the problems we solve now are different, the skills and intellectual aptitudes required to resolve them should differ too. We live in an era of automation; machines are being improved with artificial intelligence to do jobs previously performed by humans.
This automation is not limited only to mechanical jobs but also more tasks that require analysis are being automated; for example, the profiling of information of people online to use the data to direct ads to them that align with and impact their consumer habits.
In 2018, an AI system analyzed the most awarded commercials in the last 15 years and used the information to write the script for a Lexus ad. The results were impressive for a machine, and it leads us to question what jobs humans can do that machines cannot in a not-so-distant future.
Some intellectual activities can be mechanical and therefore performed by a machine, such as the compilation, data analysis, and pattern identifications that the AI system utilized to write the script for the Lexus ad. However, the creative thinking and artistic sensibility to direct the ad could only be executed by a human, in this case, the director Kevin Macdonald.
The demands of the modern labor market require that intelligence tests must register and measure more than just mechanical and intellectual skills. They also need to consider everything related to soft skills, now rebranded as “power skills.” We must learn how to measure and nurture creative thinking, social intelligence, emotional intelligence, and other qualities beyond the existing educational standards.
We must abandon the idea of measuring a person’s worth by just one IQ, or seven types of intelligence measurements, or even fifteen or thirty. What we need in these tests is that they assess the diverse ways in which people approach knowledge and problem-solving and how these can be taught. Otherwise, intelligence tests will continue to be a tool for proponents of social dominance instead of the educational resource that would improve the acquisition of knowledge for a better world.
Information Reference: https://observatory.tec.mx/edu-news/iq-tests
España / 20 de enero de 2019 / Autor: Redacción / Fuente: Educación 3.0
La universidad necesita transformarse e implantar las nuevas tecnologías, adaptándose así a las necesidades de los estudiantes actuales y ayudándoles a adquirir las habilidades necesarias para los trabajos del siglo XXI.
Aunque en muchos casos todavía no se ha iniciado ese proceso de cambio, sí hay iniciativas que están apostando por la modernización de la enseñanza superior y llevando a cabo proyectos que convierten sus universidades en las más innovadoras del mundo.
Promueve la creación del primer centro universitario global de la historia: no tiene un campus fijo, y los estudiantes pueden provenir de cualquier parte del mundo. De hecho, los alumnos que ya forman parte de este proyecto viven en siete lugares diferentes a lo largo de los años que dura su carrera: San Francisco, Seúl, Buenos Aires, Taipei, Londres, Berlín y Hyderabad. De esta manera, pasan seis meses en cada una de estas ciudades, en las que realizan numerosas actividades en colaboración con los ministerios de Educación y Cultura, así como con las empresas líderes en innovación de la zona.
Para su admisión, los solicitantes deben de pasar un riguroso proceso selectivo que se realiza íntegramente online y en el que se responden tres preguntas: quién eres, cómo piensas y qué has logrado.
Sus clases son online y se basan en la neurociencia aplicada al aprendizaje: una hora y media con 18 alumnos y profesor conectados de forma simultánea. En lugar de exámenes, se apuesta por la evaluación continua, ya que los profesores están obligados a enviar anotaciones a cada uno de sus alumnos en un plazo máximo de cinco días después de cada clase.
En palabras del Director Ejecutivo del proyecto en América Latina, Aberg Cobo: “La pedagogía es muy distinta. Está basada en desarrollar pensamiento crítico y creativo, comunicación e interacción efectivas. Buscamos desarrollar líderes innovadores y ciudadanos globales”.
Instituto de Tecnología de Georgia
En un informe titulado Deliberate Innovation, Lifetime Education’, este instituto estadounidense habla sobre su plan de renovación educativa con el objetivo fijado en el año 2040, en el que se establecen cinco iniciativas que podrían convertirse en una tendencia adoptada por otros centros educativos.
Educación integral personal: se buscará desarrollar programas educativos que se centren en tres aspectos fundamentales: las habilidades cognitivas, interpersonales e intrapersonales.
Productos y servicios novedosos: con la intención de fomentar el aprendizaje continuo, se crean microcredenciales que incluirán insignias, certificaciones y microgrados.
Asesoramiento: tendrá lugar un apoyo constante en el progreso y evolución del alumno a lo largo de la carrera, utilizando bases de datos y asistentes de inteligencia artificial.
Personalización: se realizarán pruebas piloto de aprendizaje adaptativo y se desarrollarán tutores multifuncionales virtuales con el objetivo de que desempeñen el papel de mentor.
Presencia global: descentralización del campus físico para establecer espacios híbridos en los que confluyen los portales reales y los virtuales.
Su propuesta gira en torno al aprendizaje enfocado a la realización de proyectos. “Las escuelas de hoy, desde la guardería hasta el nivel de doctorado, les enseñan a los estudiantes a enfrentarse a los problemas fáciles con una única solución rápida. No hay ningún elemento de desafío, y el fracaso se castiga en lugar de verse como una oportunidad para el crecimiento”, afirman sus responsables.
Debido a esto, en el diseño de su oferta educativa todo el plan de estudios comienza por establecer los objetivos del estudiante. El trabajo del curso, elegido por el alumno, está orientado a acercararle a ellos. Si necesita materiales, recursos u otras personas para llevar a cabo sus proyectos, el centro se involucra para conseguirlo.
Además, se garantiza que los estudiantes adquieren habilidades de liderazgo y creatividad, ya que estar al frente de la materialización de una idea supone un entrenamiento natural en este tipo de aptitudes que se complementan con clases específicas orientadas a ello.
En este modelo no se obtiene un título de especialización en un campo, ya que las habilidades que un alumno necesita para completar un proyecto pertenecen a más de una disciplina. De todas formas, el rigor en la educación no se pierde y los conocimientos que se obtengan de los diferentes campos involucrados son certificados.
Recomendamos la lectura del portal Otras Voces en Educación en su edición del día domingo 20 de enero de 2019. Esta selección y programación la realizan investigador@s del GT CLACSO «Reformas y Contrarreformas Educativas», la Red Global/Glocal por la Calidad Educativa, organización miembro de la CLADE y el Observatorio Internacional de Reformas Educativas y Políticas Docentes (OIREPOD) registrado en el IESALC UNESCO.
00:00:00 – Cuatro Premios Nobel discuten el futuro de la educación
05:00:00 – Entrevista a Ignacio Calderón. Profesor titular de la Universidad de Málaga.: “Pensar que la mera presencia de todo el alumnado convierte a la escuela en inclusiva es una falacia»
En nuestro portal Otras Voces en Educación (OVE) encontrará noticias, artículos, libros, videos, entrevistas y más sobre el acontecer educativo mundial cada hora.
Iniciativas para el empoderamiento y la educación de las niñas en Nigeria y programas que pretenden enfrentar la crisis de educación en África son algunos de los ganadores de este premio que resalta el trabajo de distintas organizaciones en pro de la educación del mundo.
La Cumbre Mundial para la Innovación en Educación (WISE, por sus siglas en inglés), instaurada por la Fundación Qatar en el año 2009, es un punto de referencia mundial en los temas de enfoques en la educación. La cumbre que se celebra cada dos años es una plataforma para el pensamiento creativo y el debate del sector.
Esta organización reconoce anualmente seis proyectos innovadores y con éxito que abordan los desafíos mundiales de la Educación y los galardona con el Premio WISE. Este año ya se anunciaron a los ganadores que recibirán 20.000 dólares, además de visibilidad global y networking con otros líderes educativos.
“Los proyectos abordan una serie de cuestiones educativas apremiantes, incluida la educación de las niñas, la educación en la primera infancia, la crisis de refugiados, el intercambio cultural, los valores de la ciudadanía, el empleo juvenil, el emprendimiento en comunidades desfavorecidas, la educación para sordos, la motivación docente y el pensamiento crítico y creativo” afirma la organización.
‘Safe Spaces Clubs for Girls’ es uno de los ganadores. Su trabajo se enfoca en promover la educación, la salud y el empoderamiento de las adolescentes en el norte de Nigeria a través de programas innovadores, defensa, investigación y alianzas estratégicas. La mayoría de las 600 millones de adolescentes en los países en desarrollo están marginadas, y sus vulnerabilidades y limitaciones son particularmente graves en el África occidental. El matrimonio precoz y el embarazo en particular limitan en gran medida las perspectivas de vida de las adolescentes. A enfrentar esa situación apunta el proyecto.
También fue premiada la organización ‘Generation’ de Estados Unidos. Ellos están orientados a la capacitación de jóvenes desempleados. Crearon una nueva forma de desarrollar habilidades y preparación para el trabajo y la aplican en industrias de alto crecimiento como la salud, la tecnología, el servicio al cliente, las ventas y la venta minorista. “’Generation’ se creó en 2014 para ayudar a cerrar esta brecha, a gran velocidad y escala. Nuestra misión tiene dos vertientes: capacitar a los jóvenes para construir carreras prósperas y sostenibles y proporcionarles a los empleadores el talento altamente capacitado y motivado que necesitan”, afirman.
Y otro de los ganadores es la iniciativa ‘Partners for Possibility’, de Sudáfrica. Hablan de la idea de mejorar la calidad de la educación, mejorar el entorno escolar y fomentar el compromiso entre padres y docentes, pues para ellos son objetivos significativos y alcanzables que proporcionarían una espiral ascendente de cambio real en la sociedad. Es una asociación de aprendizaje conjunto entre directores de escuela y líderes empresariales, que permite la cohesión social a través de asociaciones y permite a los directores convertirse en líderes de cambio en sus escuelas y comunidades. El Programa facilita alianzas intersectoriales recíprocas entre las empresas, el gobierno y el sector social, afirman.
Los Premios WISE 2018 también se entregaron a las iniciativas de ‘One Village One Pre-School’, en China; ‘Technology-Based Deaf Education’, de Pakistán y ‘1001 Nights Life Skills and Citizenship Education Program’, en Canadá.
Los seis galardonados han sido distinguidos entre un grupo de 413 proyectos, y evaluados de acuerdo a un estricto criterio. Los proyectos tenían que cumplir varios puntos educativos ya establecidos, innovadores y que hayan demostrado un impacto transformador en los individuos, las comunidades y la sociedad en la que trabajan. También era necesario que estuvieran económicamente estables, que contaran con un plan de desarrollo claro, y que fueran escalables y replicables.
El académico norteamericano y experto en pensamiento crítico fue el orador principal del X Seminario Internacional de la Red de Escuelas Líderes. Ante los cerca de mil asistentes al evento abordó estrategias prácticas para desarrollar esta habilidad en la sala de clases. Descarga aquí su publicación.
América del Sur/Chile/EducarChile
Robert Swartz, director del Center for Teaching Thinking y expositor principal del X Seminario Internacional de la Red de Escuelas Líderes: «No queremos que nuestros estudiantes escuchen algo y lo sigan sin reflexionarlo, queremos que puedan defender sus ideas».
“Todo el mundo piensa, pero no todos lo hacen con el cuidado y la habilidad que deberían”, afirmó Robert Swartz, director del Center for Teaching Thinking y expositor principal del X Seminario Internacional de la Red de Escuelas Líderes, instancia que este año cumple su décimo aniversario y que es impulsada Fundación Minera Escondida, Fundación Educacional Arauco Fundación Chile y El Mercurio.
En el encuentro, Robert Swartz hizo especial énfasis en la necesidad de los distintos establecimientos educativos del país no hagan que sus estudiantes aprendan todo de memoria, sino que les entreguen las competencias para resolver los problemas por ellos mismos, que se les empodere en las destrezas del pensamiento, ya que de esta manera se entrega una herramienta que les servirá toda la vida. «No queremos que nuestros estudiantes escuchen algo y lo sigan sin reflexionarlo, queremos que puedan defender sus ideas», afirmó el experto ante los cerca de mil asistentes al evento.
Esta aproximación fue respaldada por Alejandra Arratia, Coordinadora de la Unidad de Currículum y Evaluación del Ministerio de Educación, quien participó del panel de conversación junto al experto. Arratia invitó a la audiencia, a través de una historia, a realizar una transición desde un “pasar el contenido” a un “pensar el contenido”. “Las habilidades de pensamiento crítico no se enseñan el día viernes de 9:00 a 11:00 de la mañana. Son algo que debe permear todas las áreas del currículum”.
El pensamiento crítico a la práctica
El encuentro, que comenzó abordando los fundamentos del pensamiento crítico y creativo y su impacto en el aprendizaje, se transformó en un verdadero apoyo para los docentes y directivos asistentes, ya que Swartz entregó herramientas que pueden ser inmediatamente aplicadas. “Para los preescolares una buena idea es pedirles a los niños que se pongan en el papel de un personaje de un cuento que estén leyendo, preguntándoles qué harían en las distintas situaciones. En caso como estos, el pedirles que trabajen en grupos de forma colaborativa ha mostrado ser muy efectivo”, explicó el experto.
Para ilustrar de manera concreta de cómo aplicar el pensamiento crítico en la escuela, participó del panel de conversación César López, director del Colegio Roberto Matta de Quillota. Según López, el colegio optó por un sello artístico, “instaurando un proyecto donde los contenidos se aprenden con otros mecanismos didácticos”. De esta forma, los estudiantes de este colegio aprenden, por ejemplo, sobre la revolución francesa a través de una obra de teatro, lo que permite otro tipo de reflexiones que no se dan necesariamente cuando se anota en un cuaderno.
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