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I Congreso Mundial de Educación. Fernando Santana, Mesa: Coordinación global de luchas. Argentina

Buenas tardes a todas, a todos, a todes

Esta mesa, creo, que es uno de los aspectos más provocativos que tiene este Congreso Mundial en Defensa de la Educación Pública que estamos transitando, porque nos invita a coordinar las luchas frente a un escenario de fragmentación social y, especialmente, de las izquierdas, agravado aún más por el contexto de pandemia en el que estamos, que ha quitado o reducido el espacio de la acción de los movimientos sociales en la toma del espacio público, a la par que nos encontramos con un escenario en el que la derecha se ha dado a la ocupación de las calles, enmarcada en discursos economicistas que hablan de privilegiar las ganancias por encima de las vidas (tal es el falso dilema que se plantea desde los medios hegemónicos ante las políticas públicas que promueven el aislamiento social preventivo) y en la supuesta defensa de las libertades individuales por encima de las coacciones que se pretenden legitimar a raíz de la expansión del virus.

Por otro lado, siempre quien habla lo hace de manera situada. Es decir, elige un marco desde el cual posicionarse, y el mismo debe fundamentarse en una práctica empírica y militante que permita sustentar lo que se dice en un entramado de relaciones y experiencias en las cuales basarse, y en este caso, ese campo es el de las educaciones populares, el de las pedagogías críticas y el pensamiento del sur latinoamericano, que busca sentar las bases de la emancipación, anclada en la territorialidad de América Latina como fuente epistemológica de saberes y conocimientos, a partir del cual horadar la base del pensamiento único, como construcción de las clases dominantes para legitimar el orden social y las relaciones sociales que promueve y que se sustentan sobre la base de la desigualdad social.

En ese sentido, una de las bases para la construcción de cualquier agenda global de lucha tiene que partir del reconocimiento de estos aspectos y, de su mano, de la afirmación de que, pese a quienes nos pese, el discurso de las derechas es y ha sido eficaz. Su eficacia radica, justamente, en el poder de calar en el sentido común de los sectores populares y hacer que se produzca una identificación con él incluso cuando el mismo vaya en contra de los propios intereses fundamentales que se tengan como clase. No importa aquí la discusión acerca de si la categoría de clase resulta en estos tiempos suficiente o no para explicar estos procesos de alienación. Lo que importa es cómo esa visión de mundo que propone ha logrado instalarse en el imaginario colectivo como un deber ser, aparece legitimada activamente por aquellos y aquellas que son víctimas de dicha opresión, y genera un quietismo inmovilizador que perpetua las bases que generan la reproducción social de la inequidad. Los procesos de construcción de hegemonía nos permiten pensar en estos términos, a la vez que delinear un camino a seguir, en clave de contribuir a la construcción de otros mundos posibles. La hegemonía en tanto consenso activo de las clases subalternizadas no es solo resultado de mecanismos de imposición cultural, sino que lleva en sí misma también la propia validación activa de aquellos y aquellas que quedan por fuera de la visión que encarna.

Los movimientos sociales, los sindicatos, los y las intelectuales del campo popular, tenemos la obligación de dar la batalla cultural para la construcción de la filosofía de la praxis. Hablar de batalla, incluso aunque nos remita a términos agonísticos, resulta en sí misma una metáfora interesante. Porque no se trata de la imposición ni de la negación de esas visiones subalternizadas, sino que se trata de construir con ellas y a partir de ellas, rescatando sus núcleos de buen sentido, para ordenarlos en un todo coherente que permita entender y comprender al mundo, ya no como una realidad extemporánea a los sujetos, que se les impone, sino en su dinamismo, en la que incide la acción humana, y que reconoce que es en esas acciones de hombres y mujeres que la realidad puede ser modificada y transformada. La idea de batalla también nos habla de relaciones de fuerzas. Es lógico afirmar que las herramientas de las que se valen las clases hegemónicas para consolidar su ideología tienen un poder de propagación y de consolidación mayor, amparado en los medios de los que se valen para llegar a las grandes mayorías de la población. No por nada hace ya un siglo atrás autores como Gramsci nos hablaban del lugar central que ocupaban las escuelas y los medios de comunicación en lo que hace al alcance de las ideas que propagan.

Una agenda de lucha coordinada desde los diferentes espacios que conformamos este Congreso tiene que partir de la base de afirmar que es necesaria la pelea por la construcción de otro sentido común, sentido común que tiene que partir de los territorios y de las comunidades de base, y que permita también la apuesta a lo colectivo como medio de resolución de conflictos y como forma de estrategia de lucha frente a los embates de este sistema. Así, el papel de la escuela se torna clave, y la defensa por una escuela pública se hace una bandera que no podemos negarnos a levantar y reivindicar más que nunca. Sabiendo que esta misma escuela tiene que poder ser pensada y revisada, permitiendo la participación de las comunidades, construyendo comunalidad, transformándose en una escuela pública popular. Es en el ámbito de la escuela donde también será central la clave por un currículum que dé cuenta de los saberes históricamente soterrados o ninguneados por la historia. Movimientos sociales contemporáneos nos hablan de la lucha por la construcción de un currículo que permita enraizarse en los territorios y colocar en el plano de la lucha la reivindicación de derechos de los pueblos, olvidados en las grandes prescripciones oficiales. Otros, en cambio, han optado por generar sus propias experiencias educativas con el fin de construir desde el pueblo una escuela que sea funcional a los intereses que este sector representa. De una manera o de otra, hay que entender que la escuela es un territorio en disputa y que de ninguna manera puede regalarse a los intereses neoliberales ni al juego de posiciones y naturalizaciones que éste supone. Pensar la escuela en esta clave nos coloca en la obligación histórica de discutir cuál es la educación que queremos para nuestros pueblos. A la vez que nos llama al desafío de superar las contradicciones y las diferencias en pos de una estrategia común, que contribuya a construir otras relaciones sociales que no estén enmarcadas por relaciones de opresión ni de injusticia social. La educación popular puede darnos algunas claves para alimentar esta tarea. No sólo porque ha sabido acompañar los grandes procesos revolucionarios de Latinoamérica, sino que porque sus proclamas siguen siendo actuales y siguen colocándonos en la necesidad de generar espacios para la emancipación y no para la naturalización. Una escuela emancipadora, en un entramado con los movimientos sociales y con el territorio en el que se erija, aparece como meta nodal de esta construcción. Poder recuperar las experiencias que ya existen, poder sistematizar las experiencias que los trabajadores y las trabajadoras vienen realizando en sus territorios en clave de una educación para la liberación, para rescatar de ellas las claves de una pedagogía en construcción, pero con un acumulado que se sustenta en años de aprendizaje, tiene que ser una tarea presente. Por otro lado, no hay hegemonía que no se cristalice también en un lenguaje. Si bien, podemos pensar al lenguaje como un territorio también en disputa, como la arena de lucha de las clases sociales, quizás sea momento de empezar a nombrar lo que ya existe con otras palabras diferentes a las del lenguaje que nos habla. Aún siguen siendo las categorías de la tradición normalista escolar las que nos hablan y nos interpelan en nuestras prácticas. Y sabemos que la derecha tiene también el poder de apropiarse de nuestros discursos y reutilizarlos dentro de otro entramado que lleva a la pérdida del sentido que tenían en sus raíces. Así, habrá que ver si la lucha tiene que ser por disputar esos sentidos o en cambio, encontrar una manera nuestra de decir, de nominar, de pensar con los pies anclados en los territorios y en las experiencias. Hay que construir y allí también puede haber un desafío, otro lenguaje educativo: no tenemos que ya más importar categorías pre-hechas e intentar resignificarlas, sino que se trata de crear un nuevo lenguaje. Un lenguaje desde la docencia combativa y militante, desde el movimiento social, desde las luchas y resistencias de los pueblos. La crisis actual que estamos viviendo, como cualquier otra crisis vivida, tenemos que poder resignificarla en términos de oportunidad, en términos de propuesta, de reacción y acción que permita mirar a futuro.

Por otro lado, y más allá de lo educativo, la propuesta tiene que ser por la construcción de una agenda común de luchas, que puedan ser replicadas en diversas geografías a escala planetaria. Conformarse como movimiento, que tenga una voz y una incidencia en distintos campos, tiene que ser una de las metas que nos propongamos. Y en ese sentido este Congreso tiene que ser su carta fundacional a partir de la cual invitar a otras y otros a sumarse y pensar desde lo local, pero para trascender a lo mundial.

En la medida que podamos pensar las luchas más allá de lo eminentemente reivindicativo y podamos pensar en transpolar las fronteras, sin dudas estaremos más cerca de la construcción del mundo que soñamos. Pensar en encuentros sistemáticos con alguna regularidad (por ejemplo, cada dos meses), en los que participen representantes de las distintas organizaciones que fueron parte de este espacio, permitirá avanzar en pronunciamientos y proclamas, en acciones políticas y pedagógicas que busquen la construcción de contrahegemonía y permitan la construcción de espacios de realización de la utopía. Porque la utopía es también una construcción en el presente, que hay que empezar a vivenciar en el aquí y ahora. En un mundo que nos ha despojado a fuerza de represiones, desaparecidos y asesinatos de la capacidad de pensar en realidades alternas, pensar en términos utópicos es también un acto de rebeldía. Pero que esa rebeldía, esa justa indignación, esa rabia construyan la matriz a partir de la cual ponernos a caminar, porque necesitamos hoy, comenzar a incidir en acciones transformadoras que nos permitan recuperar el sentido de humanidad que han pretendido arrancarnos. Que éste sea el germen que permita cosechar la esperanza y apresurar la urgencia. Hasta la victoria, siempre.

Fuente: I Congreso Mundial de Educación 2020

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Tres Críticas De Cine Que Los Estudiantes De Cinematografía Deben Seguir

Por: Sofía García-Bullé

La crítica de cine es un aspecto importante para los estudiantes que cursan una carrera para la producción fílmica, sin embargo, la representación en este rubro es muy limitada. Reunimos tres opciones diversas.

Durante la segunda década de 2000, las carreras del rubro creativo como el cine, la producción de medios y la crítica han tenido un gran crecimiento. Gracias a plataformas como YouTube y Twitch, una nueva generación de analistas de cine y medios audiovisuales ha podido abrirse camino en el mercado de contenidos digitales.

Sin embargo, al igual que el rubro de producción audiovisual, el de crítica y análisis sufre de un problema de balance de género. Los críticos varones aventajan a sus homólogas mujeres en una proporción aproximada de 2 a 1. Si estudias cine y buscas una perspectiva, ejemplo o contexto para un trabajo académico que represente un grupo social distinto del género masculino, es posible que tengas que indagar durante más tiempo.

Ejercicios académicos como la observación de los aspectos técnicos, narrativos y artísticos del cine y otros medios audiovisuales, son influenciados por la dimensión social de quien los juzga. Para enriquecer el conocimiento consecuente de estos análisis, es importante contar con una biblioteca de contenidos de opiniones diversas. A continuación tres mujeres con perspectivas críticas y robustas con respecto a la producción de cine, contenidos televisivos y digitales.

Linsdey Ellis: Una mirada a profundidad

Con doce años de experiencia en la crítica y análisis del séptimo arte, Ellis, también productora de contenidos digitales y sobresaliente autora de ciencia ficción, ha forjado un nombre de gran peso en la comunidad de críticos de cine. Para muchos, es la única crítica reconocible en canales de video y redes sociales.

Los videoensayos de Ellis son una excelente referencia sobre todo para neófitos en el tema de la crítica, y para estudiantes y profesionales del rubro. En sus contenidos desmenuza y analiza aspectos narrativos y técnicos de las producciones fílmicas, comenta sobre su impacto social. Además profundiza en aspectos de periferia como el contexto histórico, el impacto comercial de una obra, el uso de aspectos psicológicos sobre una narrativa y cómo leen o reciben todo esto la audiencia, entre otros elementos importantes para entender a fondo una película y la respuesta que esta genera.

Los contenidos de Ellis, disponibles principalmente en su canal de YouTube, no se distinguen por ser breves, pero la longitud de su discurso conlleva la recompensa de una crítica robusta, bien construida y con muchos elementos que soportan un aprendizaje valioso. Sus lecciones no son sólo sobre cine, sino sobre muchos otros aspectos que tocan tanto la producción fílmica como la narrativa y aspectos culturales dentro de esta.

Jill Bearup: Narrativa y Coreografía

Los combates orquestados en el cine representan uno de los aspectos más visuales, impactantes y atractivos de las películas. No existen muchos críticos especializados que analizan este aspecto de las películas, menos todavía mujeres.

Jill Bearup, escritora y actriz para series como Stuff you like y NerdQuest, cuenta con una trayectoria profesional y perspectiva muy específica, que le permiten abordar con alto nivel de conocimiento y análisis las coreografías de combate para medios audiovisuales. Bearup usa su experiencia en medios artísticos en combinación con sus conocimientos de estudiante en combate marcial y combate para puesta en escena.

La escritora aterriza de una forma más completa y amigable comentarios sobre los aspectos técnicos de una coreografía, así como sobre las decisiones narrativas y de producción que la construyeron y la llevaron a la forma final que podemos ver en pantalla.

Ariana Alexis: Entretenimiento y reflexión

Cuando se filma una película, a menos que se trate de una obra abstracta o de arte, el objetivo casi siempre es contar una historia. Esta historia debe tener inicio, desarrollo, clímax y desenlace, personajes con un arco definido de principio a fin y una motivación que lo avale y los lleve de punto A hasta punto B.

Esto es simple, básico y la base de toda expresión artística con base en un desarrollo narrativo, y es también el terreno de análisis de Ariana Alexis. Ella es una estudiante de cine que desmenuza y comenta sobre lo más esencial al momento de criticar una película: la historia.

En su biblioteca compuesta de obras de cultura popular y animaciones, no solamente comenta a detalle los aspectos narrativos de las películas que analiza, también explica sus trasfondos filosóficos. Además, incluye raíces psicológicas y el porqué de determinadas decisiones narrativas así como en su impacto tanto sobre el producto final del filme sino su resonancia posterior en la producción fílmica en general, si la hay.

¿Qué piensas de la cuestión de desbalance de género en los espacios digitales de crítica de cine? ¿Crees que esta falta de representación afectaría la cantidad de estudiantes mujeres que consideran una carrera en la producción fílmica? ¿Conoces más ejemplos de mujeres con crítica de cine sólida que puedan ser una buena referencia para personas que quieran dedicarse al cine? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/tres-criticas-cine

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Más de 10 mil registrados de 5 continentes en el I Congreso Mundial de Educación

Por: Otras Voces en Educación 

El profesor Luis Bonilla-Molina, integrante del Comité organizador del Congreso Mundial de Educación 2020: en defensa de la educación pública y contra el neoliberalismo educativo nos informa que este evento ha generado una gran expectativa como lo muestran el número de participantes. A la fecha se han registrado e inscrito para participar en los debates más de 10.000 maestras(os) y profesores(as) de los cinco continentes y el programa cuenta con un centenar de expositores(as), lo cual ha generado que se tenga que extender un día más los debates. Por ello, el Congreso Mundial iniciará sus deliberaciones el 25 de septiembre en horas de la tarde, un día antes de lo previsto y culminará el 27 como se había señalado.

Este evento será transmitido por el YouTube del portal Otras Voces en Educación y por un centenar de páginas de Facebook de las organizaciones involucradas.

Les interesados en comunicarse con el comité organizador pueden hacerlo escribiendo a congresomundialdeeducacion2020@gmail.com

A continuación, el Programa del I Congreso de Educación ( Del 25 al 27 de Septiembre):

Programa

I CONGRESO MUNDIAL EN DEFENSA DE LA ESCUELA PÚBLICA Y CONTRA EL NEOLIBERALISMO EDUCATIVO

Tema transversal: El asedio neoliberal a la educación pública en la pandemia y post pandemia

Inauguración

Viernes 25:

3:00 pm / 15 Hrs México

Presentación del Congreso en intervenciones de 6 minutos por parte de un grupo de dirigentes(as) representativas de las organizaciones participantes.

Moderan: Luis Bonilla-Molina, Pedro Hernández y Claudia Baigorria.

Intervienen: Luis Bonilla-Molina (OIREPOD), Mercedes Martínez (Puerto Rico), David Lobao (Brasil), Luis Tiscornia (Argentina), Fernando Abrego (Panamá), Alfredo Velásquez (Perú), Eduardo González (Chile), Nelson Alarcón (Colombia), Jorge Dorantes Silva (CNSUESIC, México), Vladimir Laura (Bolivia), Denis Solis (Costa Rica), Ramón Font (Portavoz nacional de USTEC-STES-IAC, España), Mari Luz González (STES, España), Secretaria General de la FERC Francesa, Albert Sansano (Foro Mundial de Educación, FSM), Laura Isabel Vargas (UNE, Ecuador), Claudia Baigorria (CTA-A, Argentina), Pedro Hernández (CNTE, Sección 9, México), Laura García Tuñón (ENDYEP, Argentina)

Inicio de los debates

Mesa: Gremialismo, sindicalismo democrático y transformación educativa 

17:20 5:20 pm Hora de México

Moderan: Andrea Ziberstain (CEIP-H Argentina), Ernesto Aguilar Mondragón (CNSUESIC, México), Aníbal Navarrete (Chile)

Richard Araujo (APOESP, Brasil), Alfredo Cáceres (SUTEBA Tigre, Argentina), Andrés Quisphe (UNE, Ecuador), Carlos Munevar (Colombia), Casey Davison (Sidney Australia), César Valdovinos (CINPECER, México), Faustino Celestino Martínez (Monterrey, CNTE, México), Fredy Mamani (Bolivia), Julia McRae (Canadá), Gamaliel Guzmán Cruz (CNTE, Michoacán, México), Luis Sánchez (Panamá), Miguel Ángel Hernández (SITRAIEMS, México), Pavel Escobar (CNTE, Chiapas, México), Sara Chambers (CTU, Chicago), Yesid González (ADE, Colombia), Miguel Figueras González (FMPR, Puerto Rico), Luis Miguel Alvarado Dorry (OVE México), Rebecca Garelli (National Educators United, Arizona, EEUU), Pedro Gómez Bámaca (CNTE, Sección 7 Chiapas, México), María del Carmen López (MAEC, Oaxaca), Orlando García (ASOMOGRERP), Lev Velásquez (México),

Segundo día

Sábado 26 por la mañana Intervenciones

  • Mesa sobre Situación educativa mundial:

Inicia: 8:30 Hrs México

Moderan: Eduardo González (Chile), Luz Palomino (OVE), Elizabeth Burigo (Brasil)

Intervienen:

Pedro Hernández (CNTE, México), Eblin Farega (ANDES (Brasil), Luis Tiscornia (CONADU-H, Argentina), Mercedes Martínez (FMPR, Puerto Rico), Laura Isabel Vargas (UNE, Ecuador), Antonio Elías (Uruguay), Daniel Libreros (Colombia), Vladimir Laura (Bolivia), Daniel Jorge (FERC CGT, Francia), Alfredo Velásquez (SUTEP, Perú) Marc Casanova (USTEC, STES-IAC, Cataluña), Lucian Segami (Sudáfrica), Denis Solis, (ASPE, Costa Rica), Fernando Abrego (Panamá), Julieta Kusnir (EEUU), Luis Edgardo Salazar (FECODE, Colombia), Monique Dols (Nueva York, EEUU), Raúl Gil (Uruguay), Sebastián Henríquez (SUTE, Mendoza), David Lobâo (SINASEFE, Brasil), Luis Bonilla-Molina (Otras Voces en educación), Vicent Mauri (Intersindical de Valencia), Sheila Ceccon (Instituto Paulo Freire, Brasil), Nelsy Lizarazo (CLADE), Mari Luz (España), Cecily Myart-Cruz (Presidenta UTLA), Luis Hernández Navarro (La Jornada, México)

Sábado 26 por la tarde

  • Mesa sobre Universidad y defensa de la educación pública

Inicia: 14:30 pm Hrs de México

Moderan: Pedro Hernández (México), Luis Bonilla-Molina (OVE), Nelva Reyes (CGTP – Panamá) y Mariángela Petrizzo (OVE Venezuela)

IntervienenClaudia Baigorria (Argentina), Luis Bueno (México), Toninho Alves (Brasil), Rosa Cañadel (España), Elizabeth Búrigo (Brasil), Rose Mary Hernández (FOVEDE, Venezuela), Carolina Jiménez (CLACSO Colombia), Trino Barrante (SINDEU, Costa Rica), Estela Gramajo (Intergremial de Formación Docente, Uruguay), Fernando Gómez (Argentina), Roberto Aguilar (Bolivia), Hugo Aboites (México), Shirley Florencia de la Campa (México), Denis Chávez (Universidad de panamá), Leopoldo Muñera (MANPUP, Colombia), Xavier Diez (Intersindical, Cataluña, España), Albert Sansano (FME/FSM) Ángel Rodríguez Rivera (APPU; Puerto Rico), Juan Carlos Cascos (Kairós), Andrés Coggiola (ANDES Brasil), Eloy López Hernández (CNTE, Sección 22, México), Karina Bathyany (CLACSO), Beatriz Introcaso (COAD, Rosario, Argentina), José Cambra (ASOPROF, Panamá), Marcela Browne (Argentina), Oscar Hernández Neri (Red de Universidades Alternativas, RUA, México), Pedro Hernández Castillo (ASPU, Colombia).

Tercer Día

Domingo 27 por la mañana

  • Mesa: Educaciones populares y pedagogías críticas:

Inicia: 8:30 Hrs México

Moderan: Luis Bonilla-Molina (OVE), Alfredo Velásquez (Perú), Shirley Florencia de la Campa (México), Sandra Lario (Argentina), Luz Palomino y Luis Miguel Alvarado (OVE).

Intervienen: Marco Raúl Mejía (Colombia), Edgard Isch (Ecuador), Teresa Garduño (México), Anaida Colón (Chapman, EEUU), Ángela Zambrano (Ecuador), Peter McLaren (EEUU), Henry Giroux (Canadá), Bill Ayers (EEUU), Francisco Cabrera Romero (GIPE, CEAAL), Fernando Lázaro (Argentina), Oscar Jara (CEAAL), Jurjo Torres Santomé (A Coruña. España), Erika Candelaria Hernández (Oaxaca, México), Jesús Alemancia (Panamá), Laura García Tuñón (ADYEP; Argentina), Martha Alfonzo (Fecode, Colombia), Alfonzo Tamayo (Revista Educación y Cultura, Colombia), Mauro Jarquín (México), Vernor Muñoz (CME), Fernando García Culebro (Ove- Chiapas), Lourdes Urbáez (Educadora popular, Venezuela), Sócrates Silverio Galicia (CNSUESIC, México), Catherine Walsh (Ecuador), Ezequiel Alfieri (Argentina), Eduardo González (MUD, Chile), Mariano Isla (Asociación de Pedagogos de Cuba), Luis Huertas Charles (EEUU), Lara María Bertolini (Travazona, Argentina), Enrique Diez (Investigador, España), Nano Nalbo (Arg.), Teresa Vélez (FMPR, Puerto Rico)

Domingo 27 por la tarde:

Moderan: María del Carmen López, Mardeliz Huizzi y Fernando García Culebro

Inicia. 14:30 hrs México

Debate sobre Coordinación global de las luchasDavid Lobao (Brasil), Eduardo González (Chile), Lev Velásquez (CNTE, México), Diógenes Sánchez (Coalición Panameña por el Derecho a la educación), Fernando Santana (CEIP-H, Argentina), Luz Palomino (Otras Voces en educación), Fuentes Cardona (FMPR; Puerto Rico), Edwin Morales Laboy (FMPR, Puerto Rico), Maura Elena López Aguilar (CNTE, Sección 34, Zacatecas, México) Nelva Reyes (CGTP, Panamá), Alberto Croce (FME/FSM), Jorge Adaro (ADEMYS, Buenos Aires)

Domingo 6 pm por la tarde/noche:

Mesa de cierre por: Pedro Hernández (México), Mercedes Martínez (Puerto Rico), Luis Bonilla-Molina (OVE), Laura Isabel Vargas (UNE, Ecuador), Claudia Baigorria (Argentina), Alfredo Velásquez (Perú), Fernando Abrego (Panamá), Denis Solis (Costa Rica) Xavier Diez (Cataluña), David Lobao (Brasil), Eduardo González (Chile), Luz Palomino (OVE), Vladimir Laura (Bolivia), Pedro Hernández Castillo (ASPU, Colombia)

Conclusiones. Aprobación del Documento final. Coordinadora Internacional de los Trabajadores y trabajadoras de la educación (CITE).

Cierre cultural: Dos cantantes

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Pensamiento crítico y Deuda

Por: Jorge Alemán

Entiendo por pensamiento crítico la actividad que consiste en desentrañar los distintos alcances del Neoliberalismo en su captura de la realidad .Tanto en en el orden social como en el  político y subjetivo.

El Neoliberalismo es la época del capitalismo donde su modelo de acumulación ya no sólo pasa por el intercambio de mercancías sino también por el crédito y la deuda. Su gran novedad es que el Neoliberalismo no sólo inscribe la deuda en el orden económico. La relación acreedor-deudor penetra tanto en las naciones,  los estados, las sociedades y en la subjetividad.

El homo economicus del neoliberalismo tiende a realizarse como fábrica de deudores. La existencia singular vive, o se la presiona para que viva, en la lógica del crédito y la deuda. La relación acreedor-deudor impregna los lazos sociales, incluso familiares. En esto, el neoliberalismo cuenta con un factor clave para imponerse como «fábrica de deudores«. El sujeto, tal como lo explicaron Freud, Nietzsche y Heidegger, adviene al mundo como deudor y culpable. El neoliberalismo ha logrado por primera vez colonizar esa instancia originaria del sujeto y llevarla a la lógica del mercado.

La paradoja es que para que una situación perversa semejante se haya instalado fue necesario que el neoliberalismo unificara al mundo con el término Libertad, traduciendo al mismo como iniciativa privada o como lo anticipó Foucault, con la expresión «emprendedor de sí mismo».

Cualquier actividad que se oponga a esta captura de la subjetividad es considerada totalitaria. Veamos a los tres pensadores triunfantes en la realidad efectiva. Hayek (que veía en Keynes una especie de Hitler), Popper; que sólo veía a la Ciencia como el paradigma orientador de la sociedad democrática y Fukuyama que señaló al Capitalismo como un momento insuperable de la historia.

Entre estos tres, la libertad se convirtió en el núcleo de sentido del mercado, la gran red que pescaba en los hechos históricos la posibilidad de revertirlos e integrarlos a su movimiento circular. El neoliberalismo es la posibilidad que tiene el Capitalismo de trasladar cualquier acontecimiento de ruptura y degradarlo a uno de los elementos claves del mercado: la novedad.

 Lo decisivo en el neoliberalismo es que todo se remita a la circulación de novedades.

Incluso los proyectos que se inauguran con una indudable vocación emancipatoria pueden ser integrados en la «avidez de novedades». Por supuesto que los tres intelectuales antes citados no gozan de ningún prestigio en los medios académicos progresistas. Pero estamos hablando de la realidad efectiva, aquella de la que hablaban Hegel y la marcha peronista.

Un ejemplo culminante del modo en que el Neoliberalismo puede incluir un pensamiento crítico en el circuito mercantil de la novedad fue el mayo del 68.

Al poco tiempo, las premisas del 68 dieron forma a un nuevo espíritu del capitalismo. El nuevo Amo comenzó a privilegiar las iniciativas novedosas, el talento original, la imaginación y la creatividad siempre y cuando que todo ello se organice a través del mercado.Y son esos mismos valores los más eficaces para endeudarnos .

De un instante a otro dejamos de ser una novedad y pasamos a los saldos. Es el imperativo neoliberal por antonomasia. A partir de aquellos años y de distintos acontecimientos en las latitudes más variadas, el pensamiento crítico debió afrontar un dilema muy difícil de transitar: el modo en que la crítica refuerza, después de muchas vueltas, lo criticado.

Se podría considerar, aunque a estas alturas todo es discutible en la izquierda, que el consenso mundial que se respira en el Neoliberalismo es el rechazo al Populismo de izquierda. Obviamente, en mi posición, solo denomino Populismo al de izquierda y no a las retóricas xenófobas de las ultraderechas. El Populismo es a lo que apunta todo el arsenal mediático, judicial y donde el aparato de dominación de la deuda realiza su poder corrosivo. El neoliberalismo deja siempre como herencia el condicionamiento fatal ( ahora redoblado por la Pandemia) a los movimientos nacionales y populares que cuando gobiernan lo hacen en un mundo donde cada ser que nace en el mundo de lo popular lo hace como endeudado .

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/289557-pensamiento-critico-y-deudaj

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España: ‘La boda de Rosa’, cine y reflexión para la vuelta a clase

Europa/España/06-09-2020/Autor(a) y Fuente: www.educaciontrespuntocero.com

La necesidad de educar la mirada de los jóvenes con obras que despierten la reflexión y el pensamiento crítico son algunos de los temas que se debatieron en la tertulia sobre la película ‘La boda de Rosa’, dirigida por Icíar Bollaín, que se celebró en el marco del proyecto ‘Cine y Educación’ durante el Festival de Málaga. La cinta se estrenó el pasado 21 de agosto y ya se puede ver en las salas de cine.

Durante el 23 Festival de Málaga, el equipo de ‘La boda de Rosa’, su directora y guionista Icíar Bollaín, la guionista Alicia Luna y Rozalén, autora de la canción con la que termina la película, celebraron una tertulia sobre “Cine y Educación”, en el marco de este proyecto nacional que trabaja hace años en favor de la alfabetización audiovisual de los jóvenes, con el fin de desarrollar su pensamiento crítico y llevar el cine a la escuela.

Auspiciada por Mercedes Ruiz, impulsora de Cine y Educación, en la tertulia también participaron José María Ruiz, director del IES Cartima de Estación de Cártama (Málaga) y Patricia Carrasco, profesora y coordinadora del proyecto audiovisual del centro.

En la tertulia se plantearon diversas cuestiones de interés pedagógico: cómo conseguir que los jóvenes vuelvan al cine, cómo la industria cinematográfica tiene que abordar el reto de llegar a los jóvenes o cómo los centros educativos pueden ayudar en ese proceso contribuyendo a crear una experiencia con una faceta social que favorece la concentración, la reflexión. Se habló de la necesidad de educar la mirada con obras que no respondan a los mecanismos autoselectivos de las grandes plataformas, de la importancia de fomentar un uso de la tecnología que despierte la creatividad, y de prevenir las adicciones que fomentan herramientas como las redes sociales.

Valor pedagógico de ‘La boda de Rosa’

Los momentos de la tertulia relacionados con la película fueron particularmente interesantes: se abordaron cuestiones cómo la falta de autoestima, la urgencia de querernos a nosotros mismos, la búsqueda de la aprobación de los demás, los problemas de comunicación del ser humano… desde el sentido del humor. Se trata de una obra que, además de entretener y divertir, aporta un interesante valor pedagógico.

Tanto Icíar Bollían como Alicia Luna y Rozalén mostraron una gran sensibilidad respecto al ámbito de la Educación y valoraron muy positivamente la colaboración con la industria del cine. La conversación evidenció que hay un largo camino que pueden recorrer juntos Cine y Educación y que empieza a ser urgente encontrarle un hueco a la propuesta audiovisual que ofrecen los cineastas actuales dentro del amplísimo panorama que tienen a su alcance los jóvenes.

El objetivo ahora es volver al cine, volver a clase, y volver al cine después de ir a clase.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/la-boda-de-rosa-cine-y-reflexion-para-la-vuelta-a-clase/

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¿Es necesaria la decolonialidad para el pensamiento crítico?

Me han preguntado si es necesaria la decolonialidad para el pensamiento crítico. Mi respuesta inmediata es sí, aunque necesitemos aclarar algunas cuestiones.

La decolonialidad, ciertamente, no es la única vía para hacer pensamiento crítico. Al final todos los caminos nos conducen a la necesidad de transformar el orden vigente, cualquiera sea su nombre.

La decolonialidad enfatiza en la matriz colonial de muchos de nuestros problemas. Con ello, resalta la necesidad de leer a nuestros pensadores en nuestros contextos y reflexionar a partir de nuestra realidad.

Esto no es nuevo. Sin embargo, quedarse allí podría generar un nuevo dogma, etnocéntrico y aun chovinista. Esto demanda dialogar con otras miradas, en busca de las consecuencias del colonialismo más allá de éste.

La decolonialidad tampoco es un bloque monolítico ni tiene el monopolio de la crítica.  Tan solo — pero no menos — imprime criticidad al debate al poner en su centro más de quinientos años de exclusión.

Hoy, cuando encaramos las consecuencias de las desigualdades y la destrucción de la naturaleza, la crítica hecha en el arco de tiempo de lo colonial a acá nos permite bucear en el fondo de los problemas. De lo contrario quedamos enchufados a una matriz reproductora de cambios cosméticos.

Las desigualdades de hoy son el resultado de siglos de “colonialidad del poder”, como diría Aníbal Quijano. El progreso de esta modernidad capitalista generó las desigualdades de los seres humanos entre sí y en su relación con la naturaleza.

Progreso y desigualdad son dos caras de una misma moneda. La decolonialidad cuestiona el discurso lineal y triunfante de la modernidad capitalista.

Este modo moderno de ser, estar, pensar y actuar en el mundo mantiene en vilo la existencia de la vida en el planeta desde hace al menos cinco siglos. La decolonialidad es necesaria para encarar los problemas producidos por la modernidad capitalista, tanto política como epistemológicamente.

Así contribuye a que el pensamiento crítico se concentre en los problemas de fondo. Desde allí nos planteamos con Enrique Dussel la centralidad de reproducir la vida o, como diría Agustín Lao-Montes, las condiciones de posibilidad de un vitalismo radical. Es en ese sentido que la decolonialidad es necesaria para el pensamiento crítico.

Fuente: https://rebelion.org/es-necesaria-la-decolonialidad-para-el-pensamiento-critico/

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¿Sobrevivirá el pensamiento crítico a la pandemia?

Por: Ariel Petruccelli

Día tras día, a cada hora, se nos informa sobre la cantidad de muertos y contagiados de COVID-19. Supuestos expertos especulan sobre cuándo se producirá el famoso pico de contagios (que parece empeñarse en dilatarse en el tiempo).

Periodistas y comentaristas de toda laya y pelaje discurren sobre la famosa “curva” y su “aplanamiento”. Se habla todo el tiempo de la eventual saturación del sistema sanitario, y las autoridades muestras cifras en las que creen ver (aunque a veces comentan groseros errores con los datos), la confirmación de lo acertado de la decisión tomada por ellas en esta auténtica cruzada de salvación pública sin distinción de banderías políticas: en perfecta sintonía Alberto Fernández, Axel Kicillof y Rodríguez Larreta. Con ironía pudo referirse a ellos Jorge Asís como “el nuevo partido conservador”. De momento conforman un sólido bloque político. Aquí no hay grieta: ante la amenaza del COVID-19 “estamos todos juntos”. Ese es el mensaje. Como en un poema épico los generales marchan al unísono en la guerra contra el enemigo invisible. Al fin todos unidos: peronistas, radicales y prosistas. Pero, ¿y si en vez de un poema épico nos halláramos ante un cuento?

Significativamente, hay algunas cifras de las que no se habla nunca. La primera: ¿cuántos contagiados por COVID-19 podría soportar nuestro sistema sanitario sin colapsar? La segunda: ¿cuánto aumentó su capacidad en los dos meses de cuarentena? Nadie lo sabe. Secreto de estado. Tampoco se sabe cuántos contagios y cuántos decesos esperaban las autoridades. Se han filtrado estimaciones oficiosas. Pero no hay cifras oficiales. Y los rumores filtrados indican que el gobierno esperaba para el 15 de mayo entre 6.000 y 9.000 muertos. Si esta era la estimación oficial, se cometió un error de calado. Otra información que no se conoce es la magnitud del famoso pico. Y si no se sabe cuál es la capacidad de respuesta del sistema sanitario ni cuál es el pico de contagio esperado (ni en qué se fundan esas estimaciones), entonces no hay ninguna posibilidad de ningún debate público mínimamente serio sobre cómo afrontar el peligro de la pandemia. La ciudadanía está ciega y enceguecida a la vez: ciega de información relevante, y enceguecida por un bombardeo constante sobre las cifras del COVID-19.

“¿Pero las autoridades sí conocen esas cifras? ¿Y los expertos dicen …? Debemos creer en ellos”. Si algo tienen en común la democracia y la ciencia es su carácter público y comunitario. Si la información pertinente no se halla disponible para ser evaluada, analizada, criticada y discutida públicamente, no hay ni democracia ni auténtica ciencia. Lo que hay, a lo sumo, es parodia de democracia y tecnocracia. En la ciencia no hay verdades reveladas. Y las tesis no valen por los títulos que tenga quien las sostiene, sino por los argumentos y evidencias que se puedan presentar en su favor.

Entonces, ¿debemos creer? Quizá: yo estaría dispuesto a creerles, si me dieran buenas razones. Pero, ¿hay buenas razones para pensar que se ha hecho lo correcto? Veamos.

Lo primero que se debería tener en cuenta es que ninguna cuestión política se decide en base a una experticia científica. Entre evidencia científica y decisión política hay un hiato. Ha sido un logro no menor del neoconservadurismo y del neoliberalismo el instalar la idea de que las decisiones políticas se fundan el un supuesto saber experto. Y que sus supuestos críticos asuman esa premisa habla de la hegemonía neoliberal cuando nos sumergimos en las profundidades de la cultura contemporánea, más allá del espumarajo superficial de las olas que vienen y van.

Los expertos de los que tanto se habla, lo son en campos muy acotados. Las decisiones políticas integran múltiples campos y disímiles dimensiones. No hay aquí ni expertos ni demostraciones. Hay decisiones tomadas en contextos de incertidumbre, con un conocimiento parcial y aproximado y en torno a probabilidades antes que certezas. Las decisiones políticas implican un proceso de totalización. Son dialécticas, antes que analíticas. Esto no significa que se pueda o deba ignorar el conocimiento experto en campos acotados. Significa que esos múltiples conocimientos son un insumo necesario, pero no suficiente, para la toma de decisiones. Y sus datos y conclusiones deben ser objeto de un debate público no solo entre los expertos sino, a otro nivel, entre toda la ciudadanía.

Quienes, siendo de izquierdas, pensamos que ha habido una enorme desmesura entre la amenaza real del COVID-19 y las medidas implementadas para combatirlo, recibimos dos tipos de críticas:

a) eso es lo que dicen Trump y Bolsonaro

b) no puede ser que tanta gente y tantas autoridades estén engañadas.

La primer crítica es insustancial, por dos razones. La primera es que una evidencia empírica, si lo es, resulta independiente del perfil ideológico de quien la enuncia. La segunda es que no es cierto que las personas de izquierda que denunciamos lo que nos parece una hipócrita reacción ante una amenaza real pero claramente exagerada estemos diciendo lo mismo que los dos líderes derechistas. No, no decimos lo mismo. Trump y Bolsonaro prácticamente negaron el problema. Nosotros nunca lo negamos: decir que se lo exagera no es lo mismo que negarlo o ningunearlo. Trump y Bolsonaro eligieron no hacer prácticamente nada. Nosotros sostuvimos que todas las enfermedades eran merecedoras de la preocupación y atención despertadas por el COVID-19. Pero, ciertamente, es muy extraño el contraste entre la movilización que ha generado la guerra contra el coronavirus, y lo poco y nada que se hace ante enfermedades mucho más letales.

En todo el mundo han muerto, en lo que va del año (escribo el 26 de mayo) casi 24 millones de personas. De ellas, 350.000 han sido atribuidas al coronavirus. Esto significa que, hasta ahora, el COVID-19 es responsable del 1,5 % de los decesos mundiales. Supongamos que las cifras estén mal, que las víctimas sean en realidad muchas más. De ser así, ello se reflejaría en un aumento con respecto a la tasa mundial de mortalidad de 2019. Pero no es así. Las tasas son semejantes, comparando las mismas fechas.

Un 1,5 % de los decesos parece demasiado poco para un virus que ha tenido obsesionada a la humanidad por meses. Pero claro, se podría pensar que ese porcentaje es bajo gracias al estado de cuarentena en que se halla la mayor parte de la población. De no ser por ello las víctimas serían muchas más. Podría ser, pero, ¿cuántas más? Si hemos de creer a las predicciones del Imperial College, sin las medidas adoptadas ahora habría millones de muertos. Pero no es eso lo que muestran las evidencias. Como explicamos en otro artículo (Ariel Petruccelli y Federico Mare, “Covid-19: estructura y coyuntura, ideología y política”, Rebelión, 18 de mayo de 2020), las tasas de mortalidad por millón de habitantes presentan un cuadro enormemente diverso a nivel mundial, pero con claras y muy uniformes pautas regionales. Al interior de cada región, por lo demás, las tasas de muertos por millón no varían significativamente entre los países que establecieron cuarentenas y aquellos que optaron por medidas más relajadas. A una conclusión semejante ha llegado Williams Briggs, en “There Is No Evidence Lockdowns Save Lives. It Is Indisputable They Caused Great Harm”, un artículo publicado el 14 de mayo (disponible en: https://wmbriggs.com/post/30833/). Briggs no realiza un análisis regional ni le preocupa explicar por qué hay una variabilidad tan grande de muertos por millón en los distintos países, que al día de hoy van de menos de un muerto por millón a más de 800 muertos por millón de habitantes. Simplemente constata esta disparidad y agrupa a todos los países con al menos un millón de habitantes en cuatro categorías (tomando los datos hacia el 14 de mayo): aquellos que tienen más de 100 muertos por millón (12 países), aquellos que se hallan en un rango entre 11 y 99 muertos por millón (31 países), los que tienen entre 1 y 10 por millón (51 países) y aquellos que tienen menos de un muerto por millón (30 países). Luego observa cuáles países tienen cuarentena y cuáles no, y cómo se despliegan al interior de estas cuatro categorías. El resultado es sorprendente. En todas las categorías hay países con y sin cuarentena. Los países en cuarentena son la mayoría, pero en los rangos más bajos de mortalidad por millón hay más países sin cuarentena, en tanto que los países con más alta tasa de mortalidad por millón están todos en cuarentena. La conclusión de Briggs es que no hay ninguna evidencia sobre la efectividad de la cuarentena.

Evidencia hay poca, pero hay un exceso de discursos ideológicamente sesgados. A modo de ejemplo: quienes se escandalizan porque Brasil no esté en cuarentena omiten decir que tampoco tiene cuarentena el México progresista de López Obrador ni la Cuba revolucionaria. Ni Taiwan, ni Japón, ni Suecia, ni Bielorrusia, si se quiere ampliar el espectro político y geográfico. No hay ningún vínculo necesario entre las medidas adoptadas y los perfiles políticos de los gobiernos. Por ejemplo, no hay nada de progresista ni de populista en el gobierno paraguayo, que ha adoptado un temprano y severo aislamiento social.

Se habla mucho de cuarentena, pero no hay ninguna claridad sobre lo que significa. De hecho, si cuarentena es lo que se estableció en Wuhan, la conclusión es que lo que hay en los otros países son diferentes grados de aislamiento social, pero no una cuarentena en el sentido estricto y radical de Wuhan. Allí la población no salía literalmente de sus casas. Se suspendieron todas las actividades y sólo circulaba el personal médico y las fuerzas armadas, que se encargaban de dejar la comida en las puertas de las casas sin trabar ningún tipo de contacto con quienes las recibían. Los médicos chinos que llegaron a Italia supuestamente cuarentenada no consideraban que eso fuera una cuarentena: la gente seguía saliendo a hacer las compras y muchos a trabajar.

Ahora bien, como casi todo en esta crisis, la discusión pública sobre la cuarentena se halla a años luz de cualquier cosa que con algún grado de verosimilitud pudiéramos llamar pensamiento crítico. Comparado con las medidas tomadas en Wuhan lo que hay en Argentina es una parodia. Pero es también una parodia costosa: los efectos sociales, económicos, psicológicos y educativos del ASPO son enormes. Y uniformemente negativos, salvo para un puñado de empresas beneficiadas con esta crisis. Pero como existe un consenso mediático y político en no analizar ni discutir con detalle ese aspecto, bajo el imperativo cuasi-religioso y falaz de “lo importante es salvar vidas”, estas consecuencias de la ASPO son objeto de un manto de silencio. Argentina entró supuestamente en cuarentena cuando todavía no había registros de circulación comunitaria del virus. Si la medida tomada hubiera sido la misma que en Wuhan, no debería haber habido contagios o, de haberlos, deberían haber virtualmente desaparecido a esta altura. Sin embargo los contagios continúan y se multiplican. Como estrategia de aniquilación del virus, la ASPO fracasó. Pero ello no es para alarmarse. Era inevitable que fracasara. Ni el Estado ni la sociedad de Argentina estaban en condiciones de establecer una cuarentena semejante a la de Wuhan. Lo que se estableció fue algo más bien orientado a mitigar el impacto del virus, antes que a cortarlo de cuajo. Pero el discurso oficial fue ambiguo: ello explica la brutalidad policial y los excesos de todo tipo que se cometieron sobre todo en los primeros días.

Dentro del amplísimo abanico de las medidas orientadas a la mitigación de los contagios implementadas en el mundo entero, la ASPO ha sido de las más severas. Pero no ha tenido la severidad de las medidas implementadas en Wuhan. Esto hace que la ASPO Argentina no tenga el mismo impacto epidemiológico que la cuarentena decretada por las autoridades chinas; aunque su impacto económico y social no es tan diferente. Por lo demás, aunque la circulación del virus no fue erradicada -como en Wuhan- luego de dos meses de cuarentena, lo más probable es que Argentina no supere la tasa de unos cien muertos por millón que tiene Wuhan, porque las condiciones son aquí diferentes, y muchas variables relevantes para explicar el impacto del coronavirus tienen en Argentina poco peso.

¿Es eficiente la ASPO como estrategia de mitigación? No es sencillo evaluarlo. El estudio de Briggs muestra a las claras, a nivel mundial, que no hay ninguna correlación entre cuarentena y menores tasas de mortalidad. Por otra parte, hay múltiples factores a la hora de entender por qué el coronavirus impacta tan desigualmente en diferentes países y sobre todo regiones: cantidad de población con enfermedades respiratorias y circulatorias preexistentes, porcentaje de población mayor de 65 años, densidad de población, cantidad de ancianos en asilos, características de los sistemas de salud, hábitos culturales, presencia del turismo internacional, etc. Comparar los resultados de dos países considerando sólo si tienen o no cuarentena no tiene mucho sentido. Pero es fácil y tranquilizador. “Miren a Brasil como le va sin cuarentena”. Y por supuesto, Brasil tiene más contagios y más muertos. Pero comparado con la mayor parte de los estados de Europa Occidental su perfomance no parece tan mala. En todo caso, podría suponerse que sin cuarentena la situación en Argentina sería semejante a la de Brasil (que de todos modos no ha colapsado). Puede ser, aunque no es seguro: después de todo Uruguay, con restricciones mucho menos severas, tiene una tasa de decesos por millón bastante más baja que la de Argentina. Pero la comparación de cuántos contagios y víctimas posee cada país está mal planteada: no se puede medir el éxito sanitario como si lo único pertinente fuera el coronavirus, y haciendo abstracción de las diferentes situaciones de los países.

En cualquier caso, es evidente que las realidades sociales, demográficas, climáticas y económicas de las diferentes regiones de la Argentina son enormemente diversas como para que haya tenido algún sentido establecer un criterio uniforme en todo el país.

Tanto Trump como Bolsonaro compararon al COVI-19 con la gripe. En un punto, la comparación no era descabellada: efectivamente, lo más parecido a un coronavirus es el virus de la influenza. Lo descabellado era pensar que siendo parecido el virus, el impacto del COVID-19 sería semejante. Esto fue un error garrafal. Sin embargo, que el impacto del coronavirus en Brasil y en USA fuera mucho mayor que el impacto de la influenza no significa que lo mismo fuera a ocurrir en todas partes. De hecho, aunque por diferentes razones, tanto USA como Brasil tienen, año tras año, relativamente pocos muertos por influenza. Muchos menos que la Argentina, en cualquier caso. Pero, por eso mismo, su población es más vulnerable al coronavirus que aquella de países en los que la influenza u otras afecciones principalmente respiratorias causan daños mayores. Si la pandemia ha impactado tan poco en África y la India, ello en buena medida se debe a que allí las enfermedades respiratorias son la principal causa de muerte y la población es mucho más joven en promedio: el coronavirus causa muy pocas víctimas, simplemente porque sus potenciales víctimas ya están muertas.

Ahora bien, la influenza no es en Argentina (como en USA o Brasil) un problema sanitario menor. Es un problema mayor. El año pasado provocó unos 30.000 decesos (en términos relativos, nueve veces más que USA), lo que arroja una tasa de casi 800 muertos por millón de habitantes. La misma tasa que Bélgica este año con el coronavirus. ¡Y Bégica es el país más afectado! Y el año pasado no tuvo nada de excepcional. Sin embargo, ni en 2019 ni en ningún año anterior hubo una movilizacón general para frenar la expansión de la influenza, que también es viral y contagiosa. ¿Pensaban nuestras autoridades que el coronavirus causaría una tasa mayor? Para que eso sucediera Argentina debería convertirse en el país con peores resultados en todo el mundo ante la pandemia. Lo esperable, sin embargo, más allá de las medidas de emergencia adoptadas por las autoridades, es que las tasas de muertos por millón sean mucho menores en América Latina (por las razones que hemos explicado en el artículo antes mencionado) que las de Europa y USA.

Se podría pensar que quizá las internaciones por el coronavirus no serían tantas, pero se adicionarían a las de la influenza y otras afecciones haciendo colapsar al sistema sanitario. Suena razonable. Pero, ¿lo es? No del todo. En primer lugar porque la capacidad del sistema bien puede ampliarse. En segundo lugar porque no hay nada que lleve a pensar que las víctimas del coronavirus se adicionen simplemente a las de la influenza: en muchos casos se superponen. Y en tercer y decisivo lugar, porque si el temor era la superposición del coronavirus con la influenza, entonces no tenía mucho sentido establecer restricciones severas de alto costo económico y social pero relativo efecto sanitario: era preferible establecer un aislamiento más severo en el invierno. En vez de poner toda la carne al asador de entrada, hubiera sido más sensato una cierta dosificación. Pero para dosificar es preciso no entrar en pánico: y buena parte de nuestra población ya lo estaba. Y para dosificar son necesarias, también, autoridades menos preocupadas por las encuestas.

Argentina entró en cuarentena en medio del pánico. Tras más de dos meses, la misma comienza a hacerse insostenible. Pero así como el gobierno se vio arrastrado a la cuarentena por el pánico de las clases medias, parece evidente que decretará su fin cuando ya se haya extinguido de hecho. Pese a que se diga y aparente lo contrario, las autoridades van a la saga de los acontecimientos, en lugar de orientarlos. La flexibilización real de la cuarentena es mucho mayor de lo que se declara. Las empresas violan sistemáticamente la cuarentena ante la vista gorda de las autoridades, que además las premian con subsidios de todo tipo. Todas las fuerzas políticas de peso están unidas en la cruzada sanitaria. De momento, sólo unos pocos sectores de ultraderecha llaman abiertamente a desconocer la cuarentena. Pero gran parte de la población comienza ya a salir de sus casas. Y no son pocos los movimientos sociales y grupos de trabajadores que salen a las calles contra los despidos o a reclamar las ayudas que no llegan. Aunque durante los últimos meses se repitió que el virus nos afecta a todos y todas, y que todas las vidas valen; la triste realidad es que eso no es cierto. Los millones de muertos por la desnutrición, los cientos de miles de muertos por el cólera, las víctimas del dengue y de la tuberculosis nunca han generado tanta preocupación. La pandemia no eliminó las desigualdades geopolíticas ni a las clases sociales. Tampoco puede suspender la lucha de clases. En mayor o menor medida, la población se irá hartando de una cuarentena tan costosa de la que nadie puede mostrar concluyentemente que sea efectiva. La mayoría saldrá de la cuarentena sin mucho contenido político ni por medio de acciones colectivas: simplemente pasearán más, saldrán más, volverán a trabajar, andarán por ahí. Dejarán de vivir en suspenso. Pero también habrá salidas políticas. Ya lo estamos viendo: bocinazos y llamados con tinte de derecha (a veces desopilantes, como la fallida “marcha contra el comunismo”). Con menos difusión mediática, hace ya semanas que empezaron las protestas, reclamos e incluso cortes de ruta de sectores obreros, movimientos sociales y trabajadores precarizados: mineros de Andacollo y más recientemente los obreros de Zanón en la Provincia de Neuquén; trabajadores precarizados en La Plata y otros lugares; trabajadores de la economía informal en varias ciudades; distintos tipos de reclamos y atisbos de movilizaciones docentes en difrentes distritos; el reclamo de los obreros de Meléndez Victoria, de los trabajadores de Pedidos Ya; y la lista sigue. Sale poco en los medios. Estos reclamos incomodan al gobierno, a la “derecha”, a las representaciones progresistas y a la sensibilidad de las clases medias. La solidaridad progresista clasemediera, ante ellos, suele trastabillar: ¡es tan fácil solidarizarse con los pobres que se quedan en sus casas (si es que tienen)! Pero los pobres que siguen reclamando en medio de la pandemia provocan más bien rechazo o recelo. Sólo la militancia de izquierdas los apoya sin reservas. Al otro lado de la cordillera, las barricadas de Chile nos muestran el camino.

Entre tanto, no deja de ser preocupante, en términos intelectuales, ideológicos y culturales, que haya sido la derecha libertarista la que se haya apropiado de la bandera de la defensa de la libertad. En sus versiones más políticamente incorrectas -como la del gobernador estadounidense que declaró que los ancianos debían sacrificarse para salvar la economía- dejaban un flanco fácil para al crítica. Con todo, no habría que tomarse a la ligera estas cuestiones. Los libertaristas vernáculos (como el payaso mediático de Milei) no se caracterizan por su inteligencia, pero poseen amplias usinas de difusión ideológica y sus ideas, aunque en general bastante tontas, son simples y claras: no hay que menospreciar su poder de seducción. Hay que combatir esos discursos. Pero se los puede combatir de diferentes maneras. Y bien, la respuesta que han dado los “progresistas” es para quedarse pasmados: se basa en contraponer la vida a cualquier cosa. Y en nombre de la vida se está dispuesto a aceptar todo tipo de restricciones, a renunciar alegremente a la libertad. Cualquier costo, cualquier sacrificio es poco si se trata de conservar la vida en las condiciones que sea. Esa es la premisa que hoy eleva el pensamiento progresista dominante ante la defensa de la libertad por los ideólogos de derecha. Es una actitud meramente defensiva. Y muy poco épica. La derecha ha tomado ideológicamente -incluso en medio de una crisis de la que sus agentes son primerísimos responsables- la delantera. Por supuesto que yo no haría el más insignificante sacrificio para salvar la economía capitalista. Pero ciertamente estaría dispuesto a hacer muchos sacrificios si se tratara de abolir la economía capitalista, salvar la economía de las clases trabajadoras e instaurar un nuevo sistema que nos salve del desastre al que nos conduce el capitalismo. La crítica a los discursos libertaristas filosóficamente algo más sutiles (no las declaraciones de un tosco gobernador yanqui tan bruto como Trump) no puede ser la burda contraposición de la vida a la libertad. Lo condenable de los libertaristas no es su defensa de la libertad, sino una concepción estrechamente individualista de la misma. Pero por la libertad, la igualdad y la comunidad, vale la pena arriesgar incluso la vida. Ya Hegel aclaró el punto en su dialéctica del amo y el esclavo. Y convendría no olvidar la vieja máxima de San Martín: “seamos libres, lo demás no importa nada”. La vida importa, desde luego. Pero si por conservar la vida a como sea estamos dispuestos a aceptar cualquier cosa, el resultado bien puede ser la esclavitud.

La pandemia ha ocasionado pánico. Y el pánico no es bueno: nos paraliza. O nos lleva a acciones desesperadas y contraproducentes, como las avalanchas hacia los botes salvavidas en los naufragios. Y no nos deja pensar, ni mucho menos pensar claramente. El miedo es otra cosa. El miedo nos alerta del peligro, el miedo nos pone en guardia y nos permite tomar las decisiones más inteligentes. Debemos tener miedo. Pero más que al COVID-19, debemos temer al capitalismo: ese sistema que ha convertido a nuestro planeta en un barco a punto de naufragar.

No hace falta creer que la pandemia es una invención, ni que todo se trata de una gran conspiración. Yo no lo creo. Lo que sí creo es que un problema sanitario real llevó a un estado de pánico a las clases medias y acomodadas globalizadas: luego de construir un mundo basado en la seguridad, de pronto se sintieron vulnerables. Desatado el pánico, ya fue muy difícil escapar de la lógica intrínseca de la situación. Pero puesto que el capital y sus agentes poseen estrategias pensadas a larguísimo plazo, una vez inmersos en una situación que seguramente no buscaban empezaron a ver cómo sacar el mayor provecho. En eso están. Naomi Klein lo acaba de mostrar muy bien en “Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el post-coronavirus”, disponible enhttps://www.lavaca.org/portada/la-distopia-de-alta-tecnologia-post-coronavirus/.

Por contraste, el pensamiento crítico parece haberse paralizado. Con las debidas excepciones, desde luego. Cuesta sustraerse a la “suspensión mediática de la racionalidad”, para decirlo con las certeras palabras de Alexis Capobianco en “Reflexiones sobre la vida, la razón y la crisis del capitalismo en tiempos de coronavirus (publicado en Alai, el 14/05/2020, disponible en: http://www.redescristianas.net/reflexiones-sobre-la-vida-la-razon-y-la-crisis-del-capitalismo-en-tiempo-de-coronavirusalexis-capobianco/), quien ha señalado con gran tino:

De pronto también desaparecieron o se vieron reducidas a un minimum todas las discursividades ultrarrelativistas y subjetivistas de los tiempos postmodernos. El “todo es una construcción”, “todo es relativo”, “cada cual tiene ´su verdad´” cedió en forma silenciosa el paso a la Verdad científica con mayúsculas. En menos de lo que canta un gallo, el relativismo radical se transformó en cientificismo dogmático; un dogma ocupó el lugar del otro.

El desconcierto ante una situación inédita parece dominar. Y ante la duda, la mayoría ha optado por concluir que lo mejor es acompañar a las autoridades y hacerles caso: es como si el grueso de los intelectuales quisiera creer en la racionalidad de los líderes y lideresas. ¡Más nos valdría desconfiar! Después de todo: ¿es racional una sociedad en que el 1 % de la población es más rico que el 90 % inferior? ¿Es racional que el hambre cause millones de muertos anuales en una sociedad con capacidad para desarrollar la tecnología 5G? ¿Es racional la tecnología 5G? No deberíamos apostar por la alta racionalidad de autoridades dispuestas a administrar (en lugar de transformar o abolir) un mundo tan irracional.

Sería necio negar lo inusual de la situación. Contrariando casi todas la previsiones, el coronavirus ha afectado mucho más a los países “desarrollados” que a los periféricos. Ello explica el pánico que provocó en las clases medias y altas globalizadas, que se trasladó -si bien no uniformemente- a las autoridades políticas. Las previsiones de una catástrofe apocalíptica cuando el virus llegara a África o la India no se han cumplido. Un artículo fechado el 4 de abril afirmaba que en dos o tres semanas la situación en África sería semejante a la de Europa: han trascurrido ocho semanas y la situación es incomparable: el COVID-19 ha llegado al África, pero allí causa pocas víctimas. En los países “desarrollados” hay cierta sobre-representación de las clases más pobres entre las víctimas. Pero para tratarse de una enfermedad contagiosa (en las que las víctimas pobres son usualmente muchísimo más numerosas tanto en términos absolutos como relativos que las de las clases acomodadas), la sobre-representación de los pobres, si bien existe también en este caso, comparado con otros es más bien escasa. Los pobres, es indudable, siempre están sobre-representados en los males del capitalismo. Eso es lo que ocurre siempre. Con el coronavirus ha emergido una novedad: una enfermedad contagiosa que afecta más a los países industrializados que a los periféricos. Dentro de los primeros, la clase cuenta, pero cuenta un poco menos que en problemas semejantes. Un estudio que analizaba el impacto por quintiles de ingresos en España estableció que el quintil menos afectado era el superior, pero el segundo menos afectado era el inferior. Los más afectados era los tres quintiles intermedios. Por lo demás, las diferencias entre todos eran escasas. Estos datos pueden ser desconcertantes para las miradas apriorísticas. Nadie dice que sea fácil orientarse en un mundo tan trastornado. Pero el ejercicio de la duda, la crítica y la razón no se suspende por pandemia.

Tras décadas de formación cientificista ultra-especializada, por un lado, y de insulso discursivismo filosófico especulativo, por el otro, parece que el racionalismo crítico -aquél pensamiento capaz de análisis integradores pero fácticamente bien informados- se halla reducido a su mínima expresión. Abundan los especialistas capaces de seguir al dedillo una única variable ignorando pertinazmente todas las demás. O los ingenios especulativos que echan a rodas hipótesis de todo tipo, sin tomarse la molestia de verificar un solo dato. O los combativos ideólogos que aplican a una realidad nueva y compleja los mismos análisis y las mismas previsiones que aplicarían a cualquiera.

Así estamos.

Por suerte algunas voces se atreven a disentir. Algunas cabezas no renuncian a seguir pensando.

Fuente: https://rebelion.org/sobrevivira-el-pensamiento-critico-a-la-pandemia/

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