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IV Conferencia CLACSO Venezuela 2020. Mesa: «Elementos emergentes de la agenda educativa alternativa» (CII-OVE)

América del Sur/Venezuela/15-11-2020/Autor(a): OVE/Fuente: IV Conferencia CLACSO Venezuela 2020

El pasado 11 de noviembre en el marco de la IV Conferencia CLACSO Venezuela 2020, el Centro Internacional de Investigaciones (CII-OVE) presentó una mesa denominada «Elementos emergentes de la agenda educativa alternativa» con seis ponencias, de manera virtual, con base a algunas de las líneas de investigaciones que se han venido realizando actualmente.

COORDINADORA: Luz Palomino (directora CII-OVE)

RESUMEN: El Centro Internacional de Investigaciones «Otras Voces en Educación» centra sus investigaciones y formaciones en movimientos sociales, Educación popular y la virtualidad, todos estos espacios conectados por la comunicación alternativa, con el objetivo de generar una conciencia crítica de l@s ciudadan@s que garantice la defensa de la educación pública como derecho humano fundamental para todas y todos. Esta mesa se propone visibilizar las diferentes líneas de investigación y sus resultados que hemos trabajado un largo tiempo.

Mesa: «Elementos emergentes de la agenda educativa alternativa» (CII-OVE).

PONENCIA 1: «El papel del CII-OVE en la articulación de las resistencias pedagógicas internacionales «. AUTORA: Luz Palomino (directora CII-OVE).

PONENCIA 2: «Expresiones de las luchas legítimas en tiempo de pandemia COVID-19». AUTORA: Rose Mary Hernández (investigadora CII-OVE).

PONENCIA 3: «Comunidad Investigadora-Comunidad Transformadora». AUTORA: Lourdes Velásquez de Urbáez (investigadora CII-OVE).

PONENCIA 4: «El pensamiento crítico Instrumentalizado». AUTOR: Luis Miguel Alvarado Dorry (investigador CII-OVE).

PONENCIA 5: «OVE en Pandemia: del resguardo de la salud y la preservación de espacios públicos de debate». AUTORA: Mariángela Petrizzo (web máster e investigadora del CII-OVE).

PONENCIA 6: «La violencia de Estado desde una perspectiva feminista» AUTORAS: Comadres Púrpuras (CII-OVE).

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org/crisis-por-y-post-pandemia-las-transformaciones-en-nuestras-sociedades-y-las-desigualdades-preexistentes/

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Entrevista a Carlos Delgado: el pensamiento complejo es una estrategia general de orden epistemológico

Por: Y. Barrios Hernández 


Como cuando lo conocí en aquel módulo de Teoría del Conocimiento que cursé en la Maestría en Ciencias Sociales, por el año 2014, asimismo se nos presentó en esta ocasión. Interesante, auténtico. Como nadie, dotado de la información más reciente y fidedigna en el ámbito científico y una de las personas con mayor inteligencia que haya conocido. De esta manera accedió humildemente a conversar con SicologíaSinP.

Doctor en Ciencias Filosóficas y profesor titular de la Universidad de La Habana, de igual modo fungió como decano de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana. Reconocido nacional e internacionalmente. En su haber cuenta con la autoría de artículos y libros relacionados con el tema de la bioética, la filosofía y el pensamiento complejo.

A continuación presentamos la entrevista:

¿Qué opinión le merece el desarrollo que ha alcanzado el pensamiento complejo a nivel internacional?

El pensamiento complejo, tomado en su sentido más amplio, es decir, la concepción que viene de la obra de Edgar Morin y la que viene de los estudios de la complejidad en varias áreas de la ciencia, con una larga historia y antecedentes en el pensamiento sistémico y todo el pensamiento de ruptura con la racionalidad clásica moderna, es en la actualidad una de las formas más efectivas para pensar los problemas de naturaleza global.

No estoy seguro si la palabra “desarrollo” sea la más adecuada para referirnos al impacto de las estrategias que podemos ubicar en el marco general de pensamiento complejo antes esbozado. Pero tomándola en el sentido de crecimiento, extensión, conocimiento, amplitud de la divulgación de estas ideas, creo que es algo positivo, porque el pensamiento complejo es una estrategia general de orden epistemológico, si quieres una filosofía, que orienta al reconocimiento de la diversidad, de la multilateralidad, de la necesidad de identificar, distinguir las relaciones, las interconexiones, las tramas y pautas o patrones de relacionamiento, que no agotan, pero se acercan más a la dinámica del mundo en que vivimos, que aquel pensamiento que suponía la linealidad y las relaciones directas como su finalidad explicativa.

¿Se encuentra Cuba en el momento actual a tono con las visiones más contemporáneas y formas de hacer en el mundo en cuanto a pensamiento complejo se refiere? ¿Por qué?

En Cuba la ciencia avanzó mucho desde la década del sesenta, y el pensamiento complejo hace parte de las estrategias de pensamiento científico. Digamos que acompaña el avance científico y está incorporado en el quehacer de campos muy destacados, donde la modelación y la interdisciplinariedad se han abierto paso con el avance mismo de las investigaciones y las novedades tecnológicas que se introducen. La biología, las biotecnologías, la física, la informática y las neurociencias lo tienen incorporado a su quehacer diario.

En las ciencias sociales, hay esfuerzos importantes de grupos de investigadores y profesores en diversas instituciones. Hay grupos avanzados, como la Cátedra para el Estudio de la Complejidad que hizo una labor muy significativa desde los años noventa, con rigor teórico y conceptual, que se está retomando en la actualidad. Pero también hay colectivos a los que la complejidad y el pensamiento complejo les viene de origen, como la educación popular, donde viene de la mano de Paulo Freire, y tiene gran arraigo en sectores sociales y de investigación. También viene de la mano con la apertura a formas de pensamiento descolonial y que busca alternativas en América Latina. Un buen ejemplo de este último caso es el grupo GALFISA en el Instituto de Filosofía. Otro tanto ocurre con la presencia de la bioética global, que introduce las ideas del pensamiento complejo desde el pensamiento de V.R. Potter, en este caso es importante la obra que se realiza en la Universidad de La Habana y Victoria de Girón. Son muchos grupos de trabajo y formas en diversas partes del país.

No es posible enumerarlos todos, pero creo que lo más importante es trabajar el concepto, e identificar a partir del concepto, no de los términos que se utilizan. Lo de menos es que se utilice una terminología “compleja”, o que se cite a este o aquel autor. Lo importante es que se encauza la investigación por la vía del reconocimiento de la diversidad, del diálogo de saberes, y que se construye conocimiento desde una epistemología que reconoce la diversidad de los sujetos del cambio, y que es compleja en si misma.

¿Podemos hablar entonces de una crisis en el pensamiento complejo cubano?

Los occidentales usamos la palabra crisis con sentido trágico. En ese sentido no hay crisis. Han existido altibajos en la labor de diferentes colectivos, no más que eso. Pero si tomamos la palabra crisis en su sentido más oriental, de momento de ruptura y oportunidad de cambio, si hay una crisis, porque la complejidad en sí misma lo incluye. No hay modo de que podamos asumir los presupuestos del pensamiento complejo y quedarnos en la complacencia de que el mundo está ordenado. La complejidad incluye entre sus nociones clave la idea de que el orden no es algo preestablecido, sino que emerge de las dinámicas y el cambio. Así pues, la “crisis” tiene una constancia o presencia permanente si lo vemos desde este ángulo.

¿Podemos decir entonces, que el pensamiento complejo en Cuba está en un momento de máximo esplendor?

Tampoco creo que podamos hablar de “esplendor”. Se trabaja y ya es un modo de pensar que se reconoce valioso y se incorpora al arsenal para pensar el mundo en que vivimos y hacer ciencia.

Como mismo se habla en el ballet de la presencia de una escuela Rusa, Danesa, Italiana, Francesa y Cubana a partir de la forma de asumir y hacer suyos los presupuestos teóricos y metodológicos de la enseñanza del ballet. En su opinión ¿podríamos hablar del inicio de una escuela cubana de pensamiento complejo?

Creo que no, pues me resulta difícil concebir una escuela que intenta lidiar con la globalidad. Hay por supuesto formas que son locales, puntos de partida que son originales desde las fuentes que nos nutren, como la filosofía electiva, por ejemplo. También por los autores y los temas que se trabajan, pero el pensamiento complejo tiene una vocación de diálogo y globalidad que es difícil para mí concebir la idea de una “escuela” más o menos local. Tiene formas más reconocibles por el modo de hacer en ciencias específicas como la física, o la biología, pero me cuesta pensar que pueda tener una forma “cubana” en el sentido de escuela. Por sus asuntos y modos de hacer, ciertamente hay temas más “cubanos” que universales, pero eso no es suficiente para hablar de una escuela.

Recientemente tuvo la oportunidad única de participar como ponente en el Congreso Mundial por el Pensamiento Complejo y estar muy cerca de Edgar Morin. ¿Cuáles fueron las principales experiencias que se llevó consigo de ese evento? ¿A partir de ahí cambiaría algo en la forma actual de enseñar complejidad?

El congreso de diciembre en París fue una experiencia única en muchos sentidos. París por sí misma impone como ciudad. El invierno parisino también, sobre todo a los que venimos del trópico. Morin, a su vez, amable, dinámico a sus 95 años entonces, 96 ahora, su capacidad para dirigirse a un auditorio durante 45 minutos, de pie, con toda la gestualidad de un orador extraordinario como es.

Fueron jornadas intensas con muchos autores contemporáneos de reconocido prestigio, como LeMoigne, y Touraine, Pomposo, Solana, Vallejo Gómez, Motta, Carrizo, autoridades francesas y de la UNESCO, que acogieron y participaron en el congreso. Los investigadores y docentes que participamos y compartimos experiencias en las sesiones y fuera de ellas, en esos espacios intensos que reserva para los interesados cada congreso.

Las consecuencias para la enseñanza inspirada en la complejidad y el pensamiento son inevitables, pues los congresos contribuyen a formar y reforzar vínculos académicos, a debatir ideas que se han leído antes, y algunas completamente nuevas. Sobresalió la autocrítica de quienes trabajan el pensamiento complejo en la vertiente que emana de la obra de Morin; el diálogo intenso con la bioética y otras perspectivas que reclaman multilateralidad y pensamiento crítico; la educación como problema macro que interesa y se plasma en cada una de las personas en la sociedad contemporánea. Lo más directo digamos, ha sido la necesidad de una autocrítica de las prácticas educativas en complejidad, y un diálogo crítico más intenso con las ciencias de la complejidad. Esto acaba de reiterarse en el recién concluido congreso Todos los saberes, realizado en Bogotá a principios de agosto.

¿La forma de pensar desde la complejidad en Cuba, de manera general, se acerca al pensamiento complejo que como filósofo usted soñó y desarrolla?

Si los sueños fueran plenamente realizables, seguramente no serían sueños. Creo que falta mucho para alcanzar un acercamiento más pleno a la obra de Morin, que sigue siendo parcialmente conocida, o superficialmente conocida, y otro tanto ocurre con las ciencias de la complejidad. No es posible hacer avanzar un pensamiento complejo solo con una de estas vertientes. Es necesario que se produzca un intenso diálogo entre ellas, pero hay obstáculos importantes en ese camino: falta de conocimientos y habilidades para trabajar la modelación y las nuevas herramientas que ofrecen las matemáticas y las lógicas no clásicas; incomprensión de la autenticidad del conocimiento social y sus formas de configuración (ninguna ciencia es idéntica a otra ni debería aspirar a parecerse a otra); aires de pseudociencia holística disfrazada de complejidad, y muchas confusiones.

Y que bueno que así sea, pues sería muy aburrido y falso, que todo estuviera ordenado, definitivo y llano, como en un sueño con final feliz.

Fuente e imagen: https://www.sicologiasinp.com/entrevistas/carlos-delgado-pensamiento-complejo-una-estrategia-general-orden-epistemologico/

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Escuela digital y clase inversa: dos virus troyanos del liberalismo escolar

Por: Nico Hirtt 

Una amplia coalición de autoproclamados expertos, pedagogos aventureros y economistas biempensantes han aprovechado la crisis del coronavirus y el subsiguiente cierre de las escuelas para avanzar dos piezas maestras del liberalismo en el tablero de los debates escolares. A saber, la escuela digital y la «clase inversa”. En este artículo analizamos estas dos estrategias desde tres ángulos: el de la transmisión del saber, el de las desigualdades escolares y el del contexto económico que subyace en esta ofensiva. Este artículo es una versión ligeramente reelaborada de una videoconferencia llevada a cabo por el autor el 30 de junio de 2020, a iniciativa del Partido de la Izquierda Europea.

* * *

Sobre el terreno, el confinamiento resultante de la COVID-19 ha permitido a los profesores constatar, en su gran mayoría, lo que presentían desde hace tiempo: la enseñanza a distancia y el autoaprendizaje a domicilio, especialmente vía tecnologías digitales de comunicación, no pueden ser, en el mejor de los casos, más que un último recurso impuesto por unas circunstancias excepcionales o un complemento ocasional de la enseñanza «presencial». A la hora de la verdad, los inmensos y voluntariosos esfuerzos realizados por muchos de ellos por mantener una relación pedagógica con sus alumnos, ya sea por correo electrónico, por videoconferencia o por medio de una plataforma dedicada al e-learning, no han evitado la ruptura del vínculo social, la avalancha de abandonos ni la agudización de las desigualdades sociales.

Según los partidarios de la escuela digital, la responsabilidad de este triste balance debería buscarse en la falta de recursos informáticos a disposición de los centros y en el déficit de formación en el uso correcto de estas tecnologías por parte de los docentes. Para estos defensores de una pretendida «modernidad educativa», era necesario aprovechar al máximo la crisis para «velar por que todas las escuelas participen en un movimiento general de transformación pedagógica hacia una enseñanza a distancia de calidad» [1]. Parafraseando a Enrique IV, prometen que, Dios mediante, velarán por que no haya ni un hijo de obrero en nuestra escuela capitalista sin PC o tablet sobre su pupitre [2].

Clase inversa

El confinamiento también ha dado un estímulo a otra doctrina de moda: la de la «clase inversa» o «pedagogía inversa». ¿Otra? En realidad no, pues parece haberse desarrollado una simbiosis natural entre esta pedagogía y las estrategias de digitalización de la enseñanza.

El principio de la clase inversa se basa en la idea de que sería inútil perder el tiempo en clase transmitiendo saberes teóricos: esto podría hacerse fácilmente en casa, a través de un vídeo, un curso grabado al que acceder en línea, un curso programado, etc. Así, el tiempo de presencia en clase se utilizaría para preguntar, profundizar y movilizar los saberes que el estudiante habría estudiado previamente por su cuenta en su casa, probablemente frente a una pantalla de ordenador o de tablet. Véase la definición que el Servicio del Digital Educativo de la Federación Valonia-Bruselas:

La clase inversa o flipped learning consiste en invertir el concepto tradicional de la clase. La parte magistral del curso se imparte utilizando las TICE [3] (cápsulas de vídeo, lecturas personales, visitas virtuales, podcasts…). El descubrimiento y el aprendizaje de los saberes se hacen fuera del aula, al ritmo del alumno, mientras que el tiempo de clase se consagra a las actividades de aprendizaje activas, a los debates y a las discusiones. Puede decirse, por lo tanto, que la parte transmisora de la enseñanza se lleva a cabo a distancia, fuera de las paredes del aula, mientras que la parte “aprendizaje” basada en las actividades, interacciones e intercambios con el enseñante, los otros alumnos, se lleva a cabo presencialmente, en clase [4].

Estas pretensiones de la «pedagogía inversa» revelan un doble error —¿o una doble mentira?—. Por una parte, vehiculan una visión caricaturizada del «concepto tradicional de clase». Pero, por otra parte, pretendiendo distanciarse de este concepto tradicional, en realidad lo llevan paradójicamente a su forma más extrema.

Según el autor del texto anterior, el docente «tradicional» se limitaría, en clase, a recitar conocimientos teóricos frente a unos alumnos dedicados a escuchar y grabar pasivamente su mensaje. Sin duda, no es posible excluir que existan algunos maestros o profesores que actúen de semejante forma. Pero entre nuestros colegas —y entre los profesores que tuve el placer de sufrir hace más de medio siglo— la mayor parte no se ajusta a esta descripción despectiva. La «parte transmisora» de sus cursos, en realidad, no solo está hecha de… ¡transmisión! Incluso durante las sesiones de trabajo calificadas de «magistrales» o «ex cátedra”, introducen pausas en la «transmisión», preguntan a sus alumnos, los invitan a expresar sus dudas o su asombro, se aseguran de que hayan comprendido bien, suscitan su curiosidad a través de pequeñas digresiones reales o simuladas; alternan explicaciones con preguntas, pruebas, diálogos, pequeños problemas; fomentan intercambios con los alumnos y entre los alumnos, leen su perplejidad o su incomprensión en sus miradas.

En cambio, tanto en la clase inversa como en la escuela digital, es decir, cuando «la parte transmisora de la enseñanza se realiza a distancia», esta se reduce efectivamente a una escucha pasiva, por parte del estudiante, de un discurso pregrabado. La comunicación en sentido único, que algunos creen necesario denunciar en lo que ellos llaman «educación tradicional» se materializa, en realidad y de la manera más radical, en su propio proyecto. Bastaría, dicen, con “acotar bien los objetivos de la lección», tras lo cual no habría más que «elegir la forma de trabajo fuera del aula: videoclips, documentales, visitas virtuales a lugares o museos, audiolibros, podcasts, libros, artículos […] vídeos existentes o vídeos producidos por el enseñante” [5].

Teoría y práctica

En realidad, la pedagogía inversa, así como la pedagogía llamada de «enfoque por competencias”, comparten con la pedagogía «tradicional» —al menos en la acepción caricaturesca que ellos difunden— una misma visión reduccionista de la relación entre teoría y práctica. Según estas tres concepciones, el saber teórico sería una vulgar «información», y bastaría con oírla de boca de un profesor, leerla en la Wikipedia o descubrirla en C’est pas sorcier [6] para poder asimilarla. A continuación, no se habría más que utilizar este saber en ejercicios y problemas, que se hacen a domicilio en la visión llamada «tradicional» o en clase en la concepción «inversa». En el enfoque por competencias, se plantea primero el problema («definición del contexto»), antes de mandar a los alumnos a visionar un vídeo o buscar en la Wikipedia los elementos teóricos que les faltan para resolverlo. Tanto en un caso como en el otro, se afirma que la teoría solo toma sentido en la medida en que está al servicio de la práctica.

Ahora bien, ya sea en el plano pedagógico o en el epistemológico —es decir, en la producción y validación del saber—, la relación entre teoría y práctica es en realidad mucho más compleja. En el proceso de desarrollo de los conocimientos, la práctica está primero en el origen de conocimientos «empíricos», es decir, simplemente factuales: al andar, el senderista descubre un vado que le permite cruzar un río; al jugar, el niño descubre que el sonajero cae al suelo cuando lo suelta; al investigar o trabajar en barrios populares, Marx y Engels descubren las condiciones de vida de la clase obrera…

Pero a base de prácticas recurrentes y de acumulación de conocimientos empíricos, estos suscitarán interrogantes cuya respuesta depende de la teoría, es decir, de una representación abstracta que intente aportar una respuesta universal a preguntas específicas: ¿cómo encontrar más rápidamente un vado?; ¿qué ley general describe la caída de los cuerpos?; ¿por qué la clase obrera se empobreció en el siglo XIX, a pesar del formidable progreso técnico de la mecanización?

Las respuestas a tales preguntas son teorías. Son el producto de un proceso de construcción abstracta, que puede comportar etapas de generalización, de deducción, de conceptualización, de inducción… Por ejemplo, se puede formular la idea según la cual los vados se encontrarían allí donde los ríos se ensanchan; que los cuerpos caerán más rápido cuanto más pesan; que las máquinas, al aumentar la productividad del trabajo, deberían acabar por enriquecer a todos.

Pero la teoría se confronta entonces con la práctica, con la observación, generando choques, contradicciones que a veces requieren una revisión de las concepciones existentes: para encontrar un vado, es necesario que el río se ensanche, pero también que la corriente sea rápida, porque en caso contrario podría tratarse de un lago; en ausencia de fricción del aire, o cuando esta es insignificante, todos los cuerpos caen siguiendo el mismo movimiento uniformemente acelerado, independientemente de su masa; al remplazar el trabajo complejo por trabajo simple y repetitivo y al romper las antiguas relaciones sociales que ligaban al obrero cualificado con su patrón, la mecanización permitió a los capitalistas del siglo XIX aumentar la explotación de la clase obrera, provocando su empobrecimiento y no su enriquecimiento.

Así, la práctica no es solo la meta del conocimiento teórico. Es también la fuente de interrogantes a los cuales la teoría está llamada a responder. Origina, además, los saberes empíricos cuya acumulación acaba por engendrar saberes «teóricos», abstractos. Produce observaciones que ponen en cuestión totalmente o en parte las teorías existentes y nos obligan a revisar nuestras concepciones. Finalmente, la práctica es el criterio último y único de validez del conocimiento teórico.

Añadamos a todo esto que las teorías existentes pueden a su vez engendrar nuevas teorías. Los matemáticos hacen otras cosas desde hace siglos y siglos; la representación teórica de la acción de la fricción del aire junto con la del movimiento acelerado por la gravedad permite construir una teoría más correcta de la caída de los cuerpos; el análisis marxista de la explotación obrera en el siglo XIX, combinado con el estudio del impacto de las tecnologías de la información y de la comunicación en el trabajo en el siglo XXI, permiten aprehender mejor la naturaleza actual de esta explotación… y su efecto indirecto sobre las políticas educativas, como veremos más adelante.

Todo este proceso de construcción del saber es el que el buen enseñante va a esforzarse por reproducir con sus alumnos. Ello no implica necesariamente pedagogías llamadas «activas», y mucho menos que el enseñante se esfume y olvide su papel de maestro y de transmisor de saberes explícitos. En cambio, requiere que se asegure un vaivén incesante entre teoría y práctica, esa confrontación reiterada de las concepciones del alumno con la observación y/o con otras teorías. En pocas palabras, supone una interacción profesor-alumno que constituye el alma de la relación pedagógica. Y es justamente de esta relación, de esta interacción, de lo que la escuela digital pretende prescindir; y lo que la clase inversa pretende relegar al día siguiente, cuando dicha relación debe, precisamente, ser concomitante con la transmisión del saber: pues es la transmisión real y eficaz del saber.

Entendámonos. Existen vídeos educativos apasionantes. Existen cursos en línea admirablemente bien construidos. Y, ciertamente, no está contraindicado llevar poco a poco a los alumnos a ejercitarse en el uso autónomo de nuevas teorías. El peligro no está en el uso ocasional de herramientas digitales o de los principios de la clase inversa, sino en erigirlos en principio pedagógico, de sistema. Porque entonces ya no estamos en el aprendizaje de la autonomía, sino en el abandono de nuestra misión pedagógica o, al menos, de lo más arduo y preciado de ella: construir saber.

¿De dónde proviene la desigualdad social escolar?

Ciertas críticas a la escuela digital se focalizan en el hecho de que el acceso socialmente desigual a los ordenadores generaría desigualdad de oportunidades en el aprendizaje. Y, desde luego, no se equivocan. En las familias en que cada niño disponía de su ordenador personal, ha sido indudablemente más fácil seguir las instrucciones de aprendizaje a distancia durante el confinamiento que en las familias en las que padres e hijos debían compartir un solo equipo o, a fortiori, en aquellas que no disponían de conexión ni PC o tablet alguna.

Sin embargo, si solo se tratara de eso, bastaría con dotar a todos los niños con un ordenador ad hoc y una conexión a la red. Pero esto sería pasar por alto otros factores generadores de inequidad [7], más importantes que el acceso al hardware y cuyo efecto se ve exacerbado por la escuela digital o por la pedagogía inversa.

Para empezar, las condiciones materiales para un trabajo de estudio autónomo a domicilio son evidentemente muy desiguales. Algunos niños disponen de una habitación individual para trabajar con calma, otros tienen que instalarse en la mesa de un espacio común, compartida con hermanos, hermanas, padres.

Por otra parte, ciertos niños pueden recurrir con mayor facilidad o eficacia a un adulto para que les ayude con el estudio a domicilio. Cuando la institución escolar abandona su rol esencial, a saber, la transmisión activa de saberes mediante esa relación pedagógica de la que hablé anteriormente, entonces, más que nunca, solo salen adelante en la escuela quienes encuentran fuera de la escuela el marco individualizado, el apoyo, la atención, las respuestas a sus preguntas… que todo niño necesita para lograr salir adelante. Es un error garrafal esperar reducir las desigualdades reemplazando los deberes por el estudio individual de la teoría: la asistencia de un adulto competente es, como mínimo, igual de indispensable para guiar y acompañar al alumno en el dominio conceptual de nuevas nociones que para su puesta en práctica.

Finalmente, los niños no gozan de forma «natural» de una relación positiva con el saber escolar ni, por ende, con las exigencias de disciplina, de rigor y de esfuerzo que exige el trabajo a domicilio, así sea ante una pantalla de ordenador. Algunos han asimilado plenamente el hecho de que el éxito escolar es el camino «normal» en su entorno; la vía obligada para convertirse en ingeniero, médico, abogado, profesor… como papá o mamá. Pero entre los hijos del pueblo, que no albergan a menudo tales ambiciones profesionales, la relación con la escuela y los saberes debe construirse día a día, hora a hora, en un diálogo constante entre el profesor y los alumnos. A la eterna pregunta: «¿de qué me sirve aprender física e historia para trabajar en McDonald’s?», hay que responder multiplicando las alusiones a la actualidad, a la vida social, a los grandes problemas ambientales y sociales que les preocupan (o para que empiecen a preocuparse por ellos…). Se trata de aprovechar las oportunidades que se presentan, no antes o después de la «transmisión» del saber, sino precisamente a lo largo de este trabajo, en el momento en que emerge una cuestión interesante o en el momento en que uno observa que la atención se relaja.

Está de moda la reducción del tiempo en la escuela: jornadas de clases más cortas, periodos de 45 minutos en lugar de 50, horas de clase suprimidas en favor del «trabajo interdisciplinario», de la «coordinación pedagógica» o de formaciones de utilidad no siempre muy convincente. Esta moda puede verse aún más reforzada si las doctrinas de la «clase inversa» y de la escuela digital continúan su penetración. Sin duda, esto les viene bastante bien a los niños de clases altas y medias, que pueden así disfrutar de un ritmo de vida más confortable, mientras se benefician en casa de la ayuda, el seguimiento y el apoyo lúcido del que se les habrá privado en la escuela. Pero para los niños de las clases populares, una escolaridad ambiciosa y exitosa supone la elección contraria: ¡más escuela!, ¡más tiempo en la escuela! Y también una escuela abierta después de clase, durante el fin de semana y las vacaciones.

Al servicio de los mercados

Para comprender el éxito —a menos, mediático— de la escuela digital y de la clase inversa, no hay pues que buscar en el campo de la pedagogía. La verdad es que estas doctrinas llegan en el momento preciso para responder a las nuevas expectativas educativas del capitalismo.

Socavado por las sobrecapacidades de producción, el sistema económico mundial, jadeante, tiene dificultades para encontrar nuevas oportunidades de crecimiento. Esto genera, de entrada, un excedente de capital y, por consiguiente, una búsqueda de nuevos mercados en la cual la educación aparece como objetivo privilegiado. De ahí una primera explicación, muy elemental, del discurso sobre el «indispensable viraje digital» de la escuela anhelada por las empresas Gafam [8].

Por otra parte, la exacerbación de la competición económica y la tensión permanente que el contexto económico impone a las finanzas públicas se conjugan para crear un entorno en el que la escuela es conminada a reducir sus costes —o, al menos, a detener su crecimiento— y a concentrarse en sus «prioridades», a saber, sus misiones al servicio de la economía. Ahora bien, las expectativas educativas del mundo económico también han cambiado, especialmente bajo la presión de las mutaciones en el mundo laboral.

Desarrollemos este punto.

La inestabilidad económica junto con el ritmo acelerado de la innovación tecnológica reduce cada vez más el horizonte de previsibilidad de los mercados, de las relaciones técnicas de producción y, por lo tanto, de las necesidades de mano de obra y de capacitaciones. Por ello la adaptabilidad y la flexibilidad de los trabajadores son consideradas, ahora ya, más importantes que sus cualificaciones. Es necesario, dice el Consejo de Ministros europeos, «preparar a los ciudadanos para que sean aprendices motivados y autónomos […] capaces de interpretar las exigencias de un mercado laboral precario, en el que los empleos ya no duran toda una vida». Deben «hacerse cargo de su formación a fin de mantener sus competencias al día y de preservar su valor en el mercado laboral» [9].

Otra consecuencia: la ampliación, o sea, la polarización de los niveles de formación requeridos por el mercado de trabajo. Para los muchos empleos denominados «poco cualificados», cuyo volumen crece explosivamente en los sectores de servicios —venta en mostrador, recepción de clientes, trabajadores de fast food, operadores de call centers, repartidores, empaquetadores…—, el bagaje intelectual esperado se reduce a una exigencia de adaptabilidad y a algunas «competencias básicas»: comprensión lectora, comunicación elemental en una o dos lenguas extranjeras, algunas nociones de matemáticas, de ciencias y de tecnología, una buena dosis de fluidez para desenvolverse en el ámbito digital, así como algunas habilidades relacionales y sociales. La OCDE es clara: “No todos proseguirán una carrera en el dinámico sector de la ‘nueva economía’. De hecho, la mayoría no lo hará, de modo que los planes de estudios escolares no pueden concebirse como si todos debieran llegar lejos” [10].

Las «escuelas», concluye el servicio europeo Eurydice, se ven, pues, «obligadas a limitarse a dotar a los alumnos de las bases que les permitirán desarrollar sus conocimientos por sí mismos» [11].

Las facciones más poderosas del capital —las empresas tecnológicas punteras y las multinacionales del sector servicios— exigen que la escuela común se concentre en esta doble misión: flexibilidad y competencias básicas universales. Que lo haga bien pero que no intente ir más lejos. Hay que garantizar que cada cual alcance un nivel conveniente en las bases comunes a todos los empleos, que cada cual haya aprendido a apañárselas por sí mismo frente a informaciones o conocimientos nuevos. Pues a partir del momento en que son compartidas por todo el mundo, estas competencias ya no tienen que ser reconocidas como cualificaciones en el mercado de trabajo y pueden, pues, ser exigidas a los trabajadores pagados como «no cualificados». Por el contrario, es inútil, desde el punto de vista este capital, apuntar a una escolaridad común más ambiciosa. No son necesarias ni grandes teorías ni literatura clásica, no es necesario profundizar en la historia o las ciencias, no es necesaria una amplia formación politécnica o humanista: todo eso se enseñará escasamente, en función de las exigencias necesarias para los empleos que requieran un nivel más alto de cualificación.

Al promover la individualización de los aprendizajes y al atribuir más tiempo e importancia a la capacidad de usar los saberes (competencias) que a su dominio conceptual (teoría), la terna escuela digital, pedagogía inversa y enfoque por competencias responde perfectamente a estas exigencias de reducción de costes, de flexibilidad y de reorientación hacia las necesidades de la economía.

Contradicciones

Hoy, esta visión de la enseñanza es promovida por grandes instancias internacionales, como la OCDE, el Banco Mundial o la Comisión Europea, pero también por consultoras poderosas como el grupo McKinsey. Frecuentemente se justifica en nombre de una pretendida «modernidad» y de un simulacro de «equidad». Sus promotores se declaran generalmente favorables a la organización de un tronco común de enseñanza hasta los 15 o 16 años, centrado en las competencias básicas y el aprendizaje autónomo. Ello permite conciliar la consecución de sus objetivos educativos mínimos, requeridos para todos los ciudadanos, trabajadores y consumidores, con la voluntad de limitar su coste. Los años de estudio siguientes se dedicarán a itinerarios diferenciados y claramente jerarquizados. Esta concepción ya está ampliamente implementada en la mayoría de los países más avanzados. En la Bélgica francófona, se corresponde bastante bien con los propósitos del Pacte d’excellence.

Sin embargo, esta visión tropieza con contradicciones internas, incluso en el seno de las clases sociales dominantes.

Una parte de la patronal nutre, en realidad, expectativas algo diferentes en materia de formación inicial de la mano de obra. Los empresarios de sectores más tradicionales, como el de la construcción o el de las construcciones metálicas, se quejan desde hace tiempo de que no encuentran suficientes trabajadores cualificados: albañiles, electricistas, soldadores… Frecuentemente, sus recriminaciones reflejan menos una escasez real que un hándicap competitivo en relación a los sectores que pueden contentarse con reclutar trabajadores «no cualificados» (es decir, flexibles y con «multicompetencias básicas»). Pero la contradicción entre estas expectativas minoritarias y el discurso dominante es muy real; unos abogan por una orientación rápida de los alumnos más «motivados» hacia sectores técnicos o profesionales, los otros preconizan un tronco común más largo para garantizar el acceso universal a las competencias básicas.

Otra contradicción, más sutil todavía, opone los intereses colectivos de la burguesía a las expectativas particulares de las familias burguesas. En tanto que poseedoras de carteras de acciones, estas están objetivamente interesadas en respaldar la política educativa dominante, descrita anteriormente: un tronco común minimalista, con miras a la adquisición por todos de las competencias básicas y de una buena adaptabilidad, preferiblemente al menor coste, y por tanto sin repeticiones, recurriendo a lo digital, reduciendo el volumen de horas de clase, etc. Pero en tanto que familias, en tanto que padres de hijos que serán mañana competidores en el mercado laboral, intentan también privilegiar a su propia descendencia y, por lo tanto, respaldan sistemas educativos que favorecen la segregación social (y académica) en beneficio de las élites, en particular mediante una ramificación precoz y un libre mercado escolar.

Esta oposición se traduce en políticas que parecen a veces poco coherentes por parte de los partidos políticos. Se observa que, grosso modo, las formaciones socialdemócratas defienden más bien las posiciones colectivas del gran capital, mientras que los partidos tradicionales de derechas, que cuentan con más electores entre las familias burguesas y los pequeños empresarios, más bien le tienen apego a la selección y a la «libertad» de enseñanza. Igualmente se puede observar una alianza objetiva entre el capital y ciertas capas de la pequeña burguesía intelectual de izquierdas —base importante de reclutamiento de los partidos socialdemócratas—, que tienden a veces a asimilar las exigencias de «rigor», de «disciplina» o de «esfuerzo» en la educación a formas de opresión o a factores generadores de desigualdades. La verdadera naturaleza de clase de tales posturas radica, evidentemente, en que los propios hijos de las familias de intelectuales pequeñoburguesas necesitan menos que el resto a la escuela para instruirse y desarrollarse. Para ellos, la escuela inversa, la escuela digital, todo eso bien podría funcionar. Y, desgraciadamente, resulta que los enseñantes y los pedagogos también forman parte de esa clase social y, de este modo, padecen a menudo de la misma ceguera…

¿Y el pueblo, a todo esto?

Para los hijos del pueblo y sus padres, el problema se plantea de manera completamente diferente. Ciertamente, desde un punto de vista individual, lo que esperan de la escuela es que les asegure el acceso al empleo, que les aporte una formación que optimice su competitividad en el mercado de trabajo. Así, se podría ver en ello cierta convergencia con las expectativas del capital.

Sin embargo, los intereses objetivos y colectivos de las clases populares son diametralmente opuestos. La crisis COVID ha mostrado hasta qué punto las relaciones de producción actuales, de las que dichas clases son las primeras víctimas, son superadas por la amplitud de los desafíos sanitarios, ambientales, culturales, económicos y sociales de las sociedades modernas. Mal utilizado, sin planificación, pues se encuentra enmarcado en el capitalismo, el progreso técnico genera más problemas de los que puede resolver. Como miembros de una clase social explotada, que nada tiene que ganar con la salvaguardia del capitalismo, los hijos del pueblo deberían ser los portadores de los intereses a medio y largo plazo de una humanidad que debe deshacerse urgentemente de relaciones económicas y sociales colectivamente suicidas.

Conducir las clases populares a hacer pasar esta tarea histórica, estos intereses colectivos, por delante de sus intereses particulares, cortoplacistas, en la competición por el empleo, requiere un enorme trabajo de educación. Y además, sobre todo, en el combate por cambiar el mundo, el conocimiento es un arma cada vez más importante. Comprender la economía, comprender la historia, comprender las ciencias y las técnicas, dominar múltiples formas de expresión y lenguajes, de la forma escrita literaria a las matemáticas, del discurso oral a la expresión corporal… Eso es lo que necesitan hoy las clases explotadas, objetivamente, para comprender el mundo y para cambiarlo. Porque nadie más lo hará por ellas.

Ahora bien, resulta que los hijos del pueblo no disponen hoy más que de un único medio y un único lugar para aprender todo esto: la relación privilegiada y viva con un enseñante debidamente formado, en el seno de esa instancia pública, dispensadora de instrucción, formación y educación, que llamamos “escuela”.

Notas

[1] Jean Hhindriks y John Rizzo, miembros del Institut Itinera, La Libre Belgique, 20 de marzo de 2020.

[2] Se atribuye a Enrique IV esta promesa: “Si Dios me da vida, haré que a ningún labrador de mi reino le falte los medios para poner una gallina en su cocido los domingos”.

[3] Acrónimo de Tecnologías de la Información y la Comunicación para la Educación.

[4] Hedwige D’Hoine, dossier TICE, “La classe inversée : historique, principe et possibilités”, enseignement.be, 2017.

[5] Ibíd.

[6] “No es brujería”. Se trata de un conocido programa de divulgación científica para niños de la televisión francesa. (N de la t.)

[7] Aquí me limito a evocar la dimensión pedagógica de las desigualdades sociales. Estos factores son los que producen desigualdad durante los aprendizajes. Además, los factores estructurales —orientación, mercado escolar— vienen a multiplicar estas desigualdades mediante segregaciones sociales y académicas que hemos descrito ampliamente en otros lugares.

[8] Acrónimo de los gigantes de internet: Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft.

[9] Consejo Europeo (2012b), “Conclusiones del Consejo del 26 de noviembre de 2012 sobre la educación y la formación en el contexto de la estrategia Europa 2020. La contribución a la educación y la formación a la recuperación económica, al crecimiento y al empleo”.

[10] OCDE (2001), L’école de demain. Quel avenir pour nos écoles?

[11] Unidad Eurydice de la Comisión Europea (1997).

Nico Hirtt es un profesor y sindicalista belga, fundador del movimiento Appel pour une École Démocratique. Su última publicación es el libro El menosprecio del conocimiento, con R. Cañadell y A. Corominas, Icaria, 2020. Traducción de Vera Sacristán.

Fuente: https://rebelion.org/escuela-digital-y-clase-inversa-dos-virus-troyanos-del-liberalismo-escolar/

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Dos textos del Che Guevara republicados junto con la visión de destacados académicos marxistas

 

Veinte editoriales de izquierda de todo el mundo publican una edición conjunta que incluye dos textos esenciales de Che Guevara en el 53º aniversario de su asesinato por la CIA en Bolivia. Estos textos, con prólogos de Aijaz Ahmad y María del Carmen Ariet García, nos proporcionan un resumen claro y resuelto del espíritu de convicción del Che, sus perspectivas científicas, su compasión humana, y su voluntad implacable de alcanzar la victoria de los oprimidos sobre los opresores.

En el aislamiento y la conmoción de un mundo en crisis exacerbada por la pandemia, buscamos ejemplos que apunten hacia la transformación. Este libro recién lanzado, Che, busca amplificar una de las grandes figuras de la liberación nacional, cuyas palabras y hechos reavivaron un movimiento global de resistencia al imperialismo mundial: Ernesto «Che» Guevara.

Esta colección de escritos del Che y sobre el Che es una ofrenda para todas las personas que tiemblan al ver la injusticia. El Che se unió a los pueblos del mundo en su lucha por liberarse de los límites de la sed de ganancias y contra el imperialismo y la devastación, que ha destrozado a la humanidad y al mundo natural.

Tomando la mano de la mayoría oprimida pero invicta y con su mirada directamente en la fuente de su sufrimiento, el Che lideró un feroz ataque contra los belicistas y magnates del petróleo del mundo, contra los esbirros y cantantes de alabanzas de la acumulación de riqueza privada. Como explica Aijaz Ahmad en su introducción al libro, Che Guevara «fue un hombre que vivió su vida en tiempo futuro, en permanente rebelión contra el mundo construido por el capital y el imperio, como luchador por la transformación revolucionaria de este mundo».

Aunque la vida y las aspiraciones de una persona difícilmente pueden ser reducidas a declaraciones específicas o a una colección de escritos, El socialismo y el hombre en Cuba (1965) y Mensaje a la Tricontinental (1967) nos proporcionan una clara y resuelta síntesis del espíritu de convicción del Che, de sus conocimientos científicos, de su compasión humana y de su implacable voluntad de lograr la victoria de los oprimidos sobre los opresores. En estos discursos –metralla de sus incisivos ataques contra el capitalismo– el Che mostró una certeza implacable sobre lo que se necesitaba hacer y el enfoque preciso requerido para llevar a cabo la tarea de derrotar el sistema mundial que diariamente golpea y mata de hambre a la gente hasta su sumisión.

Son muy lamentables los reveses históricos por los que ha pasado la humanidad y, por lógica, que hombres como el Che y su lealtad a los principios fueron atacados y tratados de eliminar. No obstante ello, la fuerza de su pensamiento y actuar práctico deviene un paradigma integral de nuevos tiempos. Es una razón suficiente para entender y su vez explicarnos la utilidad de los trabajos que se presentan, los que deben considerarse como complementos uno del otro.

María del Carmen Ariet García, investigadora del Centro de Estudios Che Guevara, La Habana, Cuba.

En la opinión del Che, la creación de lo que llama “el nuevo hombre y la nueva mujer” —el individuo no alienado con una orientación intrínseca hacia una sociabilidad radical— es la tarea central en la creación de una sociedad socialista. En un extremo de su visión estaban las estructuras básicas de bienestar que garantizan la seguridad material, sin la cual la solidaridad moral con otrxs es realmente muy difícil, es decir proporcionar salud, educación, nutrición, etc., por no hablar de la capacidad de resistir y desarrollarse colectivamente a pesar de la extrema violencia imperialista contra el pueblo cubano. En el otro extremo, estaba la visión de las solidaridades y obligaciones internacionales. La dialéctica del nacionalismo y el internacionalismo, por así decirlo.

Aijaz Ahmad, filósofo marxista, teórico cultural e investigador senior del Instituto Tricontinental de Investigación Social

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Fuente: https://www.thetricontinental.org/es/texto-che/

Fuente: https://rebelion.org/dos-textos-del-che-guevara-republicados-junto-con-la-vision-de-destacados-academicos-marxistas/

 

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Libro (PDF): «Educar para la emancipación. Hacia una praxis crítica desde el sur»

Reseña: CLACSO

«Creemos que la construcción político-pedagógica y teórico-conceptual que se sintetiza en la noción de “praxis crítica emancipatoria” es tremendamente productiva para la educación emancipadora y las pedagogías críticas latinoamericanas, porque se opone a concepciones tecnicistas, neoliberales y hegemónicas del campo educativo y pedagógico; porque recupera la actividad transformadora del ser humano, reivindicando la articulación entre la comprensión y la transformación de la realidad; porque reivindica la importancia de la construcción de alternativas para la prefiguración de la sociedad del porvenir, y por tanto, alimenta la utopía y la esperanza; porque exige afectarse con el dolor y el sufrimiento del otro o la otra, indignarse y activar el ejercicio político de la resistencia; porque reclama el desarrollo de la acción política desde abajo, de la mano de los pueblos, comunidades y sujetos oprimidos, explotados y excluidos; y porque se engarza en la construcción de un proyecto histórico anticapitalista, descolonizador, antipatriarcal, emancipatorio. Por todo lo anterior, creemos que la categoría de “praxis crítica emancipatoria” es una potente y creativa síntesis política, teórica y conceptual, del todo productiva para los desafíos del tiempo presente».

Autor (a): María Cristina Martínez Pineda. Emilio Guachetá Gutiérrez. [Autora y Autor].

Editorial/Edición: CLACSO. Universidad Pedagógica Nacional de Colombia.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

ISBN: 978-958-5138-46-9

Idioma: Español

Descarga: Educar para la emancipación. Hacia una praxis crítica desde el sur

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2236&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1427

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I Congreso Mundial de Educación. Fernando Santana, Mesa: Coordinación global de luchas. Argentina

Buenas tardes a todas, a todos, a todes

Esta mesa, creo, que es uno de los aspectos más provocativos que tiene este Congreso Mundial en Defensa de la Educación Pública que estamos transitando, porque nos invita a coordinar las luchas frente a un escenario de fragmentación social y, especialmente, de las izquierdas, agravado aún más por el contexto de pandemia en el que estamos, que ha quitado o reducido el espacio de la acción de los movimientos sociales en la toma del espacio público, a la par que nos encontramos con un escenario en el que la derecha se ha dado a la ocupación de las calles, enmarcada en discursos economicistas que hablan de privilegiar las ganancias por encima de las vidas (tal es el falso dilema que se plantea desde los medios hegemónicos ante las políticas públicas que promueven el aislamiento social preventivo) y en la supuesta defensa de las libertades individuales por encima de las coacciones que se pretenden legitimar a raíz de la expansión del virus.

Por otro lado, siempre quien habla lo hace de manera situada. Es decir, elige un marco desde el cual posicionarse, y el mismo debe fundamentarse en una práctica empírica y militante que permita sustentar lo que se dice en un entramado de relaciones y experiencias en las cuales basarse, y en este caso, ese campo es el de las educaciones populares, el de las pedagogías críticas y el pensamiento del sur latinoamericano, que busca sentar las bases de la emancipación, anclada en la territorialidad de América Latina como fuente epistemológica de saberes y conocimientos, a partir del cual horadar la base del pensamiento único, como construcción de las clases dominantes para legitimar el orden social y las relaciones sociales que promueve y que se sustentan sobre la base de la desigualdad social.

En ese sentido, una de las bases para la construcción de cualquier agenda global de lucha tiene que partir del reconocimiento de estos aspectos y, de su mano, de la afirmación de que, pese a quienes nos pese, el discurso de las derechas es y ha sido eficaz. Su eficacia radica, justamente, en el poder de calar en el sentido común de los sectores populares y hacer que se produzca una identificación con él incluso cuando el mismo vaya en contra de los propios intereses fundamentales que se tengan como clase. No importa aquí la discusión acerca de si la categoría de clase resulta en estos tiempos suficiente o no para explicar estos procesos de alienación. Lo que importa es cómo esa visión de mundo que propone ha logrado instalarse en el imaginario colectivo como un deber ser, aparece legitimada activamente por aquellos y aquellas que son víctimas de dicha opresión, y genera un quietismo inmovilizador que perpetua las bases que generan la reproducción social de la inequidad. Los procesos de construcción de hegemonía nos permiten pensar en estos términos, a la vez que delinear un camino a seguir, en clave de contribuir a la construcción de otros mundos posibles. La hegemonía en tanto consenso activo de las clases subalternizadas no es solo resultado de mecanismos de imposición cultural, sino que lleva en sí misma también la propia validación activa de aquellos y aquellas que quedan por fuera de la visión que encarna.

Los movimientos sociales, los sindicatos, los y las intelectuales del campo popular, tenemos la obligación de dar la batalla cultural para la construcción de la filosofía de la praxis. Hablar de batalla, incluso aunque nos remita a términos agonísticos, resulta en sí misma una metáfora interesante. Porque no se trata de la imposición ni de la negación de esas visiones subalternizadas, sino que se trata de construir con ellas y a partir de ellas, rescatando sus núcleos de buen sentido, para ordenarlos en un todo coherente que permita entender y comprender al mundo, ya no como una realidad extemporánea a los sujetos, que se les impone, sino en su dinamismo, en la que incide la acción humana, y que reconoce que es en esas acciones de hombres y mujeres que la realidad puede ser modificada y transformada. La idea de batalla también nos habla de relaciones de fuerzas. Es lógico afirmar que las herramientas de las que se valen las clases hegemónicas para consolidar su ideología tienen un poder de propagación y de consolidación mayor, amparado en los medios de los que se valen para llegar a las grandes mayorías de la población. No por nada hace ya un siglo atrás autores como Gramsci nos hablaban del lugar central que ocupaban las escuelas y los medios de comunicación en lo que hace al alcance de las ideas que propagan.

Una agenda de lucha coordinada desde los diferentes espacios que conformamos este Congreso tiene que partir de la base de afirmar que es necesaria la pelea por la construcción de otro sentido común, sentido común que tiene que partir de los territorios y de las comunidades de base, y que permita también la apuesta a lo colectivo como medio de resolución de conflictos y como forma de estrategia de lucha frente a los embates de este sistema. Así, el papel de la escuela se torna clave, y la defensa por una escuela pública se hace una bandera que no podemos negarnos a levantar y reivindicar más que nunca. Sabiendo que esta misma escuela tiene que poder ser pensada y revisada, permitiendo la participación de las comunidades, construyendo comunalidad, transformándose en una escuela pública popular. Es en el ámbito de la escuela donde también será central la clave por un currículum que dé cuenta de los saberes históricamente soterrados o ninguneados por la historia. Movimientos sociales contemporáneos nos hablan de la lucha por la construcción de un currículo que permita enraizarse en los territorios y colocar en el plano de la lucha la reivindicación de derechos de los pueblos, olvidados en las grandes prescripciones oficiales. Otros, en cambio, han optado por generar sus propias experiencias educativas con el fin de construir desde el pueblo una escuela que sea funcional a los intereses que este sector representa. De una manera o de otra, hay que entender que la escuela es un territorio en disputa y que de ninguna manera puede regalarse a los intereses neoliberales ni al juego de posiciones y naturalizaciones que éste supone. Pensar la escuela en esta clave nos coloca en la obligación histórica de discutir cuál es la educación que queremos para nuestros pueblos. A la vez que nos llama al desafío de superar las contradicciones y las diferencias en pos de una estrategia común, que contribuya a construir otras relaciones sociales que no estén enmarcadas por relaciones de opresión ni de injusticia social. La educación popular puede darnos algunas claves para alimentar esta tarea. No sólo porque ha sabido acompañar los grandes procesos revolucionarios de Latinoamérica, sino que porque sus proclamas siguen siendo actuales y siguen colocándonos en la necesidad de generar espacios para la emancipación y no para la naturalización. Una escuela emancipadora, en un entramado con los movimientos sociales y con el territorio en el que se erija, aparece como meta nodal de esta construcción. Poder recuperar las experiencias que ya existen, poder sistematizar las experiencias que los trabajadores y las trabajadoras vienen realizando en sus territorios en clave de una educación para la liberación, para rescatar de ellas las claves de una pedagogía en construcción, pero con un acumulado que se sustenta en años de aprendizaje, tiene que ser una tarea presente. Por otro lado, no hay hegemonía que no se cristalice también en un lenguaje. Si bien, podemos pensar al lenguaje como un territorio también en disputa, como la arena de lucha de las clases sociales, quizás sea momento de empezar a nombrar lo que ya existe con otras palabras diferentes a las del lenguaje que nos habla. Aún siguen siendo las categorías de la tradición normalista escolar las que nos hablan y nos interpelan en nuestras prácticas. Y sabemos que la derecha tiene también el poder de apropiarse de nuestros discursos y reutilizarlos dentro de otro entramado que lleva a la pérdida del sentido que tenían en sus raíces. Así, habrá que ver si la lucha tiene que ser por disputar esos sentidos o en cambio, encontrar una manera nuestra de decir, de nominar, de pensar con los pies anclados en los territorios y en las experiencias. Hay que construir y allí también puede haber un desafío, otro lenguaje educativo: no tenemos que ya más importar categorías pre-hechas e intentar resignificarlas, sino que se trata de crear un nuevo lenguaje. Un lenguaje desde la docencia combativa y militante, desde el movimiento social, desde las luchas y resistencias de los pueblos. La crisis actual que estamos viviendo, como cualquier otra crisis vivida, tenemos que poder resignificarla en términos de oportunidad, en términos de propuesta, de reacción y acción que permita mirar a futuro.

Por otro lado, y más allá de lo educativo, la propuesta tiene que ser por la construcción de una agenda común de luchas, que puedan ser replicadas en diversas geografías a escala planetaria. Conformarse como movimiento, que tenga una voz y una incidencia en distintos campos, tiene que ser una de las metas que nos propongamos. Y en ese sentido este Congreso tiene que ser su carta fundacional a partir de la cual invitar a otras y otros a sumarse y pensar desde lo local, pero para trascender a lo mundial.

En la medida que podamos pensar las luchas más allá de lo eminentemente reivindicativo y podamos pensar en transpolar las fronteras, sin dudas estaremos más cerca de la construcción del mundo que soñamos. Pensar en encuentros sistemáticos con alguna regularidad (por ejemplo, cada dos meses), en los que participen representantes de las distintas organizaciones que fueron parte de este espacio, permitirá avanzar en pronunciamientos y proclamas, en acciones políticas y pedagógicas que busquen la construcción de contrahegemonía y permitan la construcción de espacios de realización de la utopía. Porque la utopía es también una construcción en el presente, que hay que empezar a vivenciar en el aquí y ahora. En un mundo que nos ha despojado a fuerza de represiones, desaparecidos y asesinatos de la capacidad de pensar en realidades alternas, pensar en términos utópicos es también un acto de rebeldía. Pero que esa rebeldía, esa justa indignación, esa rabia construyan la matriz a partir de la cual ponernos a caminar, porque necesitamos hoy, comenzar a incidir en acciones transformadoras que nos permitan recuperar el sentido de humanidad que han pretendido arrancarnos. Que éste sea el germen que permita cosechar la esperanza y apresurar la urgencia. Hasta la victoria, siempre.

Fuente: I Congreso Mundial de Educación 2020

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Tres Críticas De Cine Que Los Estudiantes De Cinematografía Deben Seguir

Por: Sofía García-Bullé

La crítica de cine es un aspecto importante para los estudiantes que cursan una carrera para la producción fílmica, sin embargo, la representación en este rubro es muy limitada. Reunimos tres opciones diversas.

Durante la segunda década de 2000, las carreras del rubro creativo como el cine, la producción de medios y la crítica han tenido un gran crecimiento. Gracias a plataformas como YouTube y Twitch, una nueva generación de analistas de cine y medios audiovisuales ha podido abrirse camino en el mercado de contenidos digitales.

Sin embargo, al igual que el rubro de producción audiovisual, el de crítica y análisis sufre de un problema de balance de género. Los críticos varones aventajan a sus homólogas mujeres en una proporción aproximada de 2 a 1. Si estudias cine y buscas una perspectiva, ejemplo o contexto para un trabajo académico que represente un grupo social distinto del género masculino, es posible que tengas que indagar durante más tiempo.

Ejercicios académicos como la observación de los aspectos técnicos, narrativos y artísticos del cine y otros medios audiovisuales, son influenciados por la dimensión social de quien los juzga. Para enriquecer el conocimiento consecuente de estos análisis, es importante contar con una biblioteca de contenidos de opiniones diversas. A continuación tres mujeres con perspectivas críticas y robustas con respecto a la producción de cine, contenidos televisivos y digitales.

Linsdey Ellis: Una mirada a profundidad

Con doce años de experiencia en la crítica y análisis del séptimo arte, Ellis, también productora de contenidos digitales y sobresaliente autora de ciencia ficción, ha forjado un nombre de gran peso en la comunidad de críticos de cine. Para muchos, es la única crítica reconocible en canales de video y redes sociales.

Los videoensayos de Ellis son una excelente referencia sobre todo para neófitos en el tema de la crítica, y para estudiantes y profesionales del rubro. En sus contenidos desmenuza y analiza aspectos narrativos y técnicos de las producciones fílmicas, comenta sobre su impacto social. Además profundiza en aspectos de periferia como el contexto histórico, el impacto comercial de una obra, el uso de aspectos psicológicos sobre una narrativa y cómo leen o reciben todo esto la audiencia, entre otros elementos importantes para entender a fondo una película y la respuesta que esta genera.

Los contenidos de Ellis, disponibles principalmente en su canal de YouTube, no se distinguen por ser breves, pero la longitud de su discurso conlleva la recompensa de una crítica robusta, bien construida y con muchos elementos que soportan un aprendizaje valioso. Sus lecciones no son sólo sobre cine, sino sobre muchos otros aspectos que tocan tanto la producción fílmica como la narrativa y aspectos culturales dentro de esta.

Jill Bearup: Narrativa y Coreografía

Los combates orquestados en el cine representan uno de los aspectos más visuales, impactantes y atractivos de las películas. No existen muchos críticos especializados que analizan este aspecto de las películas, menos todavía mujeres.

Jill Bearup, escritora y actriz para series como Stuff you like y NerdQuest, cuenta con una trayectoria profesional y perspectiva muy específica, que le permiten abordar con alto nivel de conocimiento y análisis las coreografías de combate para medios audiovisuales. Bearup usa su experiencia en medios artísticos en combinación con sus conocimientos de estudiante en combate marcial y combate para puesta en escena.

La escritora aterriza de una forma más completa y amigable comentarios sobre los aspectos técnicos de una coreografía, así como sobre las decisiones narrativas y de producción que la construyeron y la llevaron a la forma final que podemos ver en pantalla.

Ariana Alexis: Entretenimiento y reflexión

Cuando se filma una película, a menos que se trate de una obra abstracta o de arte, el objetivo casi siempre es contar una historia. Esta historia debe tener inicio, desarrollo, clímax y desenlace, personajes con un arco definido de principio a fin y una motivación que lo avale y los lleve de punto A hasta punto B.

Esto es simple, básico y la base de toda expresión artística con base en un desarrollo narrativo, y es también el terreno de análisis de Ariana Alexis. Ella es una estudiante de cine que desmenuza y comenta sobre lo más esencial al momento de criticar una película: la historia.

En su biblioteca compuesta de obras de cultura popular y animaciones, no solamente comenta a detalle los aspectos narrativos de las películas que analiza, también explica sus trasfondos filosóficos. Además, incluye raíces psicológicas y el porqué de determinadas decisiones narrativas así como en su impacto tanto sobre el producto final del filme sino su resonancia posterior en la producción fílmica en general, si la hay.

¿Qué piensas de la cuestión de desbalance de género en los espacios digitales de crítica de cine? ¿Crees que esta falta de representación afectaría la cantidad de estudiantes mujeres que consideran una carrera en la producción fílmica? ¿Conoces más ejemplos de mujeres con crítica de cine sólida que puedan ser una buena referencia para personas que quieran dedicarse al cine? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/tres-criticas-cine

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