La pedagogía crítica constituye una opción de cambio para los docentes de todos los niveles del sistema educativo. Esta reflexión intenta provocar búsquedas, ahondar en la relación dialéctica que implica, para que el sujeto consciente de la importancia de la centralidad pedagógica, propicie experiencias cotidianas donde se dé el salto entre la intencionalidad a la realización de la pedagogía crítica.
Para Gramsci «el pesimismo es un asunto de la inteligencia; el optimismo, de la voluntad». Referir estos dos términos, pesimismo y voluntad en su significación gramsciana, para enmarcar el contexto subjetivo en el que creemos se enmarca dialécticamente la continuidad actual del desarrollo de la pedagogía crítica venezolana-indoafrolatinoamericana, nos parece pertinente. Esta pertinencia la inferimos de las necesidades objetivas de nutrir mucho más, y desde enfoques diversos, el pensamiento epistemológico, teórico y metódico pedagógico alternativo, así como de la necesidad de la construcción organizada de movimientos, colectivos y grupos, también diversos pero convergentes en plataformas político-ideológicos para cambiar efectivamente las instituciones escolares y la educación en general a través de nuevas e innovadoras prácticas transformadoras de los sujetos pedagógicos (estudiantes, docentes, comunalidades y otros).
La necesidad de desarrollar mucho más un pensamiento pedagógico crítico se comprende a partir del requerimiento de desembarazarnos de concepciones que son reproductoras de la sujeción dominante hegemónicamente de los potenciales sujetos pedagógicos emergentes y de las dinámicas de las instituciones escolares.
Es imprescindible que, para emancipar a los sujetos, se emancipe al pensamiento que los guíe. Sin un pensamiento liberado de sus lógicas reproductoras, no habrá prácticas educativas liberadoras. Por supuesto, en ese proceso de liberación del pensamiento de los sujetos, estos son autoliberadores, ya que nadie podrá sustituirlos en esa tarea, por cuanto deberá ser obra de ellos mismos a fin de que sea auténticamente liberadora. Sin que esto excluya, por el contrario, la interacción incitante y motivadora necesaria con los co-sujetos u otros como ellos que en recíproca concientización liberadora y constituidos como comunidades que practican la ética comunicativa, dialógica o interdiscursiva que los cohesiona reconocedoramente, formulan y acuerdan proyectos consensuados. Aquí es estratégico construir saberes y conocimientos rigurosos y sistemáticos que superen la conciencia ingenua, falsa o alienada teórica e ideológicamente, así como evitar el teoricismo paralizante por no ser derivación de acertados diagnósticos de la realidad educativa implicante que se trata de cambiar.
Asimismo, la voluntad o práctica transformadora, implica liberar a su vez la acción individual y colectiva de las estructuras institucionales o normativas reaccionarias que la sujetan o limitan para su actuación emancipadora. De lo que se trata en este aspecto, es de desatar y animar la voluntad de cambio sin caer en el optimismo ciego del voluntarismo, que invoca el practicismo desconociendo los diagnósticos y los aportes de la reflexión teórica que son la guía imprescindible para orientar y afirmar las potencialidades y reconocer las posibilidades ciertas para lograr acciones pedagógicas pertinentes. Aunque se proclame lo contrario por los voluntaristas, no hay acción sin teoría que la guíe. Por ello, es clave entender que las transformaciones dependerán de la capacidad de acción y poder de los sujetos del cambio pedagógico radical.
Para concretarse el pensamiento crítico en prácticas de transformación educativa requiere de mediaciones organizativas de los sujetos, mediaciones autónomas, inclusivas de la pluralidad de opciones y proyectos críticos, para cambiar las prácticas educativas y en consecuencia sus instituciones escolares.
Tomado de: http://www.equipocritica.org/analisis-de-la-educacion/la-pedagogia-critica-entre-la-dialectica-del-pesimismo-y-de-la-voluntad/