Por: Alejandra Cardini y Bélen Sánchez.
El nivel secundario debe garantizar las trayectorias educativas de los adolescentes (retención y graduación) así como la apropiación de los saberes y las competencias que necesitan para una inserción social plena.
En la escuela secundaria se juega una oportunidad única. Es el último nivel educativo por el que transitan la mayoría de los jóvenes de nuestro país. Tiene el potencial de promover el desarrollo social y económico, y es obligatoria.
Para desplegar este potencial, el nivel secundario debe garantizar las trayectorias educativas de los adolescentes (retención y graduación) así como la apropiación de los saberes y las competencias que necesitan para una inserción social plena.
La organización actual del nivel encuentra serias dificultades para lograrlo. El abandono y la repitencia se disparan en el pasaje de la primaria a la secundaria. Las estadísticas educativas muestran un fuerte aumento de estos indicadores en el séptimo año en las jurisdicciones donde allí arranca el secundario. En las demás, se disparan en el octavo.
El ‘efecto formato’ que allí opera es evidente y produce un escenario de fragmentación y desigualdad en el que las oportunidades de terminar la escuela de los más ricos duplican a las de los más pobres.
La secundaria ya está en transformación y esto hay que celebrarlo. El rumbo de estos cambios fue acordado en el Consejo Federal de Educación. Para favorecer nuevas formas de enseñar y aprender, varias provincias han avanzado en lineamientos pedagógicos y curriculares que rompieron los esquemas disciplinares típicos del nivel. Las escuelas PROA en Córdoba, con su propuesta de integración de TIC como vehículo para acercar las culturas juveniles y las escolares, son un ejemplo. El plan virtual “Vuelvo a Estudiar” en Santa Fe, con su propuesta de Núcleos Integrados de Conocimiento como eje de un currículum interdisciplinario, es otro.
El caso de Río Negro es particularmente destacable. Logró universalizar una propuesta sistémica, que llegó a todas las escuelas. Su currículum rompe con las disciplinas compartimentadas y su régimen de aprobación de materias cuatrimestral (en vez de anual) abre el juego a recorridos estudiantiles más reales y diversos. Además, superó una barrera administrativo-pedagógica central: la contratación docente por horas dispersas entre escuelas. Los profesores se designan por cargo, concentrando sus horas de trabajo en una misma escuela. Para lograrlo, la provincia aumentó su presupuesto educativo. La experiencia rionegrina muestra que, con un abordaje sistémico, decisión política, liderazgo y construcción participativa, es posible idear y transformar la escuela secundaria.
Además de celebrar estos logros, debemos cuidarlos y fortalecerlos. La continuidad de las políticas educativas es un gran desafío en la Argentina, que se exacerba en contextos electorales y de restricción del gasto. En el camino, se pierden aprendizajes, tambalean logros y se desgastan los esfuerzos de la comunidad educativa.
En la antesala de un año electoral, es necesario reconocer lo construido hasta el momento y tomarlo como base para seguir trabajando. Es tiempo de documentar y aprender sobre lo realizado. Durante 2019, debemos exigir a los candidatos un plan que reconozca y valore los caminos recorridos y que proponga las metas, los acuerdos y el presupuesto que permita que todos los jóvenes de nuestro país accedan a una educación secundaria de calidad.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/transformar-escuela-secundaria_0_exkB0byTO.html