En otras oportunidades he señalado algunas debilidades de las prácticas y políticas educativas de los dos gobiernos de la Revolución Bolivariana (ver: https://www.aporrea.org/educacion/a224948.html y https://www.aporrea.org/educacion/a224948.html). He señalado que si bien algunas de las políticas son acertadas, como por ejemplo: la gratuidad y el libre acceso, en cuanto al fondo tenemos que se han adoptado muchas de las propuestas neoliberales, impulsadas por el Banco Mundial (BM) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). La adopción de estas últimas o se ha hecho de manera deliberada o por ignorancia, es difícil dilucidar las verdaderas razones. Caracterizo esta situación como de desorientación teórica en políticas y prácticas educativas. Una de las manifestaciones más persistentes de esta desorientación es la constante referencia al pedagogo adeco Luis Beltran Prieo Figueroa, cuyas supuestas ideas educativas se reducen a una mala versión de la escuela nueva estadounidense guiadas políticamente por el colaboracionismo de clases (ver: https://www.aporrea.org/educacion/a178880.html). Otra evidencia remarcable de esta desorientación es el Proyecto Educativo Nacional y otras propuestas de Carlos Lanz, propuestas en las que se reproducen y promueven las ideas fundamentales del currículo neoliberal implantado a finales del segundo gobierno de Caldera. Algo que no es de extrañar porque Carlos Lanz trabajó para el Banco Mundial en el proceso de descentralización de la educación básica en nuestro país durante ese nefasto gobierno. Tal ha sido la influencia de esta perspectiva que fue adoptada en el diseño curricular de los Planes Nacionales de Formación, uno de los programas bandera de la Revolución Bolivariana. Vuelvo a recurrir a las claras palabras de Paulo Freire, a quien suelen referirse sin leerlo algunos educadores revolucionarios, «(…) si la política educativa de un partido progresista y su práctica educativa fueran iguales a la de un partido conservador uno de los dos está radicalmente equivocado. (…)» (p. 33, «La Educación en la Ciudad», 1997, México, sigloveintiuno editores). Otra evidencia más, que ha cobrado fuerza más recientemente, es la adopción del principio de la educación al servicio de la producción. Este principio debe ser sometido a una crítica severa, radical, porque desde la perspectiva socialista es fundamentalmente incompleto o incluso hasta errado. Para el efecto de este artículo seguiré algunas ideas de Michael Lebowitz expresadas en el «Camino al Desarrollo Humano: ¿Capitalismo o Socialismo?», publicado por el Centro Internacional Miranda en 2008. Este librito debería ser de lectura obligatoria en todos los programas de formación de profesores y maestros, así como para todos los funcionarios de los ministerios con competencia en educación.
Hemos oído por estos días y muy repetidas veces de parte de ministros, de cuanto funcionario le da por opinar sobre educación y del propio Presidente Maduro que la educación debe ponerse al servicio de la producción. Esa es precisamente la propuesta neoliberal delineada en el Plan de Bolonia y desarrollada en detalle en programas como Tuning y STEM. Ya aquí el gobierno de la Revolución Bolivariana ha adoptado para los planes nacionales de formación varios de los lineamientos del proyecto Tuning, como por ejemplo: recortar las carreras de pregrado a cuatro años. Otra característica de las políticas y prácticas educativas universitarias es el énfasis en carreras liberales (derecho, medicina e ingeniería) y de servicios (administración, educación, etc.) y una completa desconsideración de las carreras sociales y humanísticas. Estamos pues ante una grave situación de desorientación teórica y política, a menos que se trate de un plan deliberado disfrazado de socialismo. Una nueva modalidad de operacionalización del neoliberalismo.
En nuestra Constitución vigente, la única aprobada en un referéndum, en el Capítulo de los Derechos Culturales y Educativos, se establece que: «(…) La educación es un servicio público y está fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática basada en la valoración ética del trabajo y en la participación activa, consciente y solidaria en los procesos de transformación social (…) (Artículo 102) (énfasis añadido).
En la Ley Orgánica de Educación (LOE), aprobada en 2009, se reafirma la definición de la educación como un derecho humano y deber social y que ésta «fundamental [sic]orientada al desarrollo del potencial creativo de cada ser humano en condiciones históricamente determinadas, constituye el eje central en la creación, transmisión y reproducción de las diversas manifestaciones y valores culturales, invenciones, expresiones, representaciones y características propias para apreciar, asumir y transformar la realidad» (Artículo 4) (énfasis añadido). Más adelante entre las competencias del Estado Docente incluye la siguiente, «3. Planifica, ejecuta, coordina políticas y programas: a) De formación, orientados hacia el desarrollo pleno del ser humano y su incorporación al trabajo productivo, cooperativo y liberador» (Artículo 6). Finalmente haré referencia algunos fines de la educación propuestos en la LOE:
1. Desarrollar el potencial creativo de cada ser humano para el pleno ejercicio de su personalidad y ciudadanía, en una sociedad democrática basada en la valoración ética y social del trabajo liberador y en la participación activa, consciente, protagónica, responsable y solidaria, (…).
8. Desarrollar la capacidad de abstracción y el pensamiento crítico mediante la formación en filosofía, lógica y matemáticas, con métodos innovadores que privilegien el aprendizaje desde la cotidianidad y la experiencia.»
Bueno, con estas referencias queda bien claro que en nuestras máximas leyes se expresa con claridad que uno de los fines de nuestra educación es el pleno desarrollo del ser humano. Por tanto, plantearse que la educación debe estar al servicio de la producción es abandonar este fin principal y ponerse al servicio del proyecto educativo neoliberal.
Sigo insistiendo en la necesidad de someter a un examen riguroso las políticas y prácticas educativas del actual gobierno, de manera tal que quede claro si esas son las políticas y prácticas que realmente quiere adoptar y realizar o si se trata de una confusión que hay que superar con el estudio y la práctica educativa revolucionaria.
Autor: Julio Mosquera